martes, 17 de enero de 2017

LA MIRADA FIJA



Palabras griegas

APOBLEPEIN, APHORAN Y ATENIZEIN

Apoblepein se utiliza sólo una vez en el NT y aphoran dos, pero son palabras tan sumamente expresivas, que compensan el estudio más intenso.

Sinónimas en todos los sentidos, ambas significan lo mismo y participan con mucho de la misma historia. Tanto  blepein como  horas significan "ver" o "mirar", y apo, que es la primera parte de las dos palabras, quiere decir "de lejos", y las dos partes unidas: "mirar algo de lejos a fin de fijar nuestra mirada en una cosa en particular".

La idea es concentrar la atención en una parte de un todo y desentenderse de todas las demás partes.

El ejemplo importante de  apoblepein está en Hebreos 11:26, donde leemos que Moisés renunció al placer, al ocio y al lujo del que pudo haber disfrutado en Egipto, a fin de identificarse con las luchas y tristezas de su pueblo; y se dice que actuó así porque "miraba a la remuneración".

La Versión Reina Valera, revisión de 1960, traduce: "porque tenía puesta la mirada en el galardón", la VP, "tenía la vista puesta en la recompensa". El significado es que se despreocupó de las recompensas de la tierra para concentrarse en las de los cielos.

El ejemplo importante de  aphoran está en Hebreos 12:2, donde se nos manda "poner los ojos en Jesús". VP dice "fijemos nuestra mirada en Jesús", y la Versión Reina Valera, revisión de 1960, "puestos los ojos en Jesús". Moffat, en su comentario sobre Hebreos, sugiere la traducción "no teniendo ojos nada más que para Jesús". La idea es que hemos de apartar nuestra mirada de todo lo demás para fijarla en Jesús.

Pero, a fin de captar todo el contenido de estas palabras, veamos su uso en griego.

Primero, consideremos  apoblepein. Suidas, el léxico griego, nos dice que  apoblepein es utilizada por Esquines como sinónima de  thaumathein, que significa "admirarse", "maravillarse". Filóstrato dice que cuando Apolonio, el famoso sofista, desembarcó en Egipto, a medida que avanzaba, la gente lo "contemplaba"  (apoblepein) como si fuera un dios.

Cuando Jenofonte se refiere a un hombre de cuyos servicios necesitaba el país, dice: tu patria se ha "fijado"  (apoblepein) en ti. Filón cuenta que el albañil, cuando está edificando, "examina"  (apoblepein) continuamente el modelo facilitado por el arquitecto. Jenofonte habla de una persona tan vanidosa, que pasaba todo el tiempo "contemplándose"  (apoblepein) en todo aquello que reflejara su imagen.

Platón afirma que la aspiración del amante es "ver"  (apoblepein) que el amado le rinde en todo un completo amor y una absoluta dependencia. Cierta inscripción efesia se refiere a uno que "miraba"  (apoblepein) por la reverencia de los dioses y por el honor de la más ilustre ciudad de los efesios.

Teofrasto, en su  Caracteres, usa  apoblepein para describir la mirada de extática atención que el adulador fija en la persona que quiere impresionar.
Ahora, consideremos  aphoran. Luciano la usa respecto de un hombre que está mirando atentamente a otro cuyo argumento sigue. Epicteto utiliza esta palabra dos veces. Una, especificando las aspiraciones que tiene para sus alumnos: "Por tanto, ahora yo soy vuestro maestro, y vosotros estáis aprendiendo en mi escuela. Y mi propósito es hacer de vosotros una obra perfecta: seguros contra la cohibición, la compulsión y el impedimento; libres, prósperos, felices, teniendo en cuenta  (aphoran) a Dios en toda obra que iniciéis, ya sea grande o pequeña".

Después presenta al gran héroe y benefactor Hércules, que "contaba" con Zeus para todo lo que emprendía. Josefo describe la muerte de Aarón y dice que la multitud lo "miraba maravillada"  (aphoran).

Todo este contenido nos da una magnífica imagen de la forma en que el verdadero cristiano ha de mirar la santidad de Dios y la maravilla de Jesucristo, esto es: con absoluta fijeza y total concentración; con extraordinario asombro; como el que contempla admirado un campeón y un salvador; como el que examina un proyecto magistral que es modelo de vida; como el amado que mira arrobado a su amante; como el hombre que mira a su amigo íntimo; como el hombre que mira a Dios cuando Dios ha llegado a ser para él la única realidad de su vida.

Aphoran y apoblepein describen el mirar de un alma que está "perdida en lo maravilloso, en el amor y en la alabanza".


Hay otra palabra en el NT que también implica fijeza en la mirada:  atenizein, que significa "mirar atentamente a".

Esta es una de las palabras favoritas de Lucas. Aparece catorce veces en el NT, con la distribución siguiente: dos veces en 2 Corintios (3:7, 13), otras dos veces en el Evangelio según Lucas y, las diez restantes, en Hechos. Se usa con relación a la gente que, en la sinagoga de Nazaret, miraba a Jesús con atento azoramiento (Lc. 4:20).

Se utiliza respecto de la forma escrutadora en que la sierva del sumo sacerdote miraba a Pedro cuando éste fue reconocido (Lc. 22:56).

Se usa para indicar que los discípulos miraban fijamente a Jesús en tanto ascendía a los cielos (Hch. 1:10). Se emplea con referencia a la forma en que Pedro y Juan miraban al paralítico que estaba a la puerta del templo (Hch. 3:4) y a la forma atónita en que las gentes los miraban a ellos tras el milagro (Hch. 3:12).

Se utiliza respecto de la forma de mirar el Sanedrín a Esteban mientras él hablaba con elocuencia y controvertía con poder (Hch. 6:15) y de la forma en que Esteban miraba al cielo en tanto caía bajo las piedras de la chusma (Hch. 7:55).

Se usa con relación a la atemorizada mirada que Cornelio dirigió al ángel que le avisó de la venida de Pedro (Hch. 10:4) y a la forma en que éste miró a la visión del lienzo con las criaturas (Hch. 11:6).

Se usa respecto de la forma penetrante en que Pablo miró a Elimas, el mago hostil (Hch. 13:9), de la mirada esperanzada del paralítico de Listra (Hch. 14:9), de la penetrante mirada de Pablo al Sanedrín (Hch. 23:1) y de la forma en que el pueblo miraba a Moisés cuando descendía del monte, o, más bien, de la forma en la cual era imposible para ellos mirarlo porque la divina gloria resplandecía en el rostro del gran líder (2 Co. 3:7, 13).

Por tanto, puede apreciarse que la palabra  arenizein se refiere a esa forma de mirar en la que se combinan la perplejidad y el pasmo; el escrutinio que acaba reconociendo (como sucedió con la sierva del sumo sacerdote respecto de Pedro) y el estar maravillado, expectante y esperanzado. Es esa forma de mirar con manifiesta e indiscutible autoridad.

Ahora bien, lo interesante es que cuando vamos a los escritos de Clemente de Roma (hacia finales del siglo I d. de J.C.), primer padre apostólico y uno de los más grandes líderes de la iglesia, notamos que no utiliza  apobiepein ni  aphoran, sino que es muy aficionado a la palabra  arenizein, la cual usa en una triple y notable dirección.

(I) En primer lugar, la usa en su primera carta a los corintios, cap. 36, donde apremia al cristiano a mirar fijamente y con resolución  (arenizein) a los cielos. En un mundo hostil y tentador, la mirada del cristiano ha de estar puesta atentamente en los cielos.

(II) En segundo lugar, la usa respecto de Dios. En la misma carta, cap. 19, dice: "Fijemos nuestra mirada  (arenizein) en el Padre y Creador del universo". Dios ha de ser el objeto del pensamiento y de la contemplación del cristiano.

(Ill) En tercer lugar, la usa con relación a Jesucristo. En la misma carta, cap. 7, escribe: "Fijemos nuestra mirada  (atenizein) en la sangre de Cristo, y discernamos cuán cara es para su Padre, porque fue vertida para nuestra salvación." El cristiano debe fijar sus ojos en el malherido y crucificado Cristo.

La palabra es diferente de  apoblepein y de  aphoran, pero la idea es la misma. En un mundo donde resultaba difícil ser cristiano; en un mundo donde la sucia contaminación procuraba infectar a los cristianos de cualquier parte; en un mundo donde cristianos ya habían muerto de forma terrible por su fe, lo único necesario era mirar fija, resuelta y anhelantemente a los cielos, a Dios y a Jesucristo. Sólo eso podía confortar y capacitar al cristiano para seguir siéndolo -y todavía es así.


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