Palabras
griegas
APOBLEPEIN,
APHORAN Y ATENIZEIN
Apoblepein se utiliza
sólo una vez en el NT y aphoran dos, pero son palabras tan sumamente
expresivas, que compensan el estudio más intenso.
Sinónimas en todos los
sentidos, ambas significan lo mismo y participan con mucho de la misma
historia. Tanto blepein como horas significan "ver" o
"mirar", y apo, que es la primera parte de las dos palabras,
quiere decir "de lejos", y las dos partes unidas: "mirar algo de
lejos a fin de fijar nuestra mirada en una cosa en particular".
La idea es concentrar la
atención en una parte de un todo y desentenderse de todas las demás partes.
El ejemplo importante de apoblepein está en Hebreos 11:26,
donde leemos que Moisés renunció al placer, al ocio y al lujo del que pudo
haber disfrutado en Egipto, a fin de identificarse con las luchas y tristezas
de su pueblo; y se dice que actuó así porque "miraba a la
remuneración".
La Versión Reina Valera,
revisión de 1960, traduce: "porque tenía puesta la mirada en el
galardón", la VP, "tenía la vista puesta en la recompensa". El
significado es que se despreocupó de las recompensas de la tierra para
concentrarse en las de los cielos.
El ejemplo importante de aphoran está en Hebreos 12:2, donde se
nos manda "poner los ojos en Jesús". VP dice "fijemos nuestra
mirada en Jesús", y la Versión Reina Valera, revisión de 1960,
"puestos los ojos en Jesús". Moffat, en su comentario sobre Hebreos,
sugiere la traducción "no teniendo ojos nada más que para Jesús". La
idea es que hemos de apartar nuestra mirada de todo lo demás para fijarla en
Jesús.
Pero, a fin de captar todo el
contenido de estas palabras, veamos su uso en griego.
Primero, consideremos apoblepein. Suidas, el léxico griego,
nos dice que apoblepein es
utilizada por Esquines como sinónima de thaumathein,
que significa "admirarse", "maravillarse". Filóstrato dice
que cuando Apolonio, el famoso sofista, desembarcó en Egipto, a medida que
avanzaba, la gente lo "contemplaba"
(apoblepein) como si fuera un dios.
Cuando Jenofonte se refiere a
un hombre de cuyos servicios necesitaba el país, dice: tu patria se ha
"fijado" (apoblepein)
en ti. Filón cuenta que el albañil, cuando está edificando,
"examina" (apoblepein)
continuamente el modelo facilitado por el arquitecto. Jenofonte habla de una
persona tan vanidosa, que pasaba todo el tiempo "contemplándose" (apoblepein) en todo aquello que
reflejara su imagen.
Platón afirma que la aspiración
del amante es "ver" (apoblepein)
que el amado le rinde en todo un completo amor y una absoluta dependencia.
Cierta inscripción efesia se refiere a uno que "miraba" (apoblepein) por la reverencia de los
dioses y por el honor de la más ilustre ciudad de los efesios.
Teofrasto, en su Caracteres, usa apoblepein para describir la mirada de
extática atención que el adulador fija en la persona que quiere impresionar.
Ahora, consideremos aphoran. Luciano la usa respecto de un
hombre que está mirando atentamente a otro cuyo argumento sigue. Epicteto
utiliza esta palabra dos veces. Una, especificando las aspiraciones que tiene
para sus alumnos: "Por tanto, ahora yo soy vuestro maestro, y vosotros
estáis aprendiendo en mi escuela. Y mi propósito es hacer de vosotros una obra
perfecta: seguros contra la cohibición, la compulsión y el impedimento; libres,
prósperos, felices, teniendo en cuenta (aphoran)
a Dios en toda obra que iniciéis, ya sea grande o pequeña".
Después presenta al gran héroe
y benefactor Hércules, que "contaba" con Zeus para todo lo que
emprendía. Josefo describe la muerte de Aarón y dice que la multitud lo
"miraba maravillada" (aphoran).
Todo este contenido nos da una
magnífica imagen de la forma en que el verdadero cristiano ha de mirar la
santidad de Dios y la maravilla de Jesucristo, esto es: con absoluta fijeza y
total concentración; con extraordinario asombro; como el que contempla admirado
un campeón y un salvador; como el que examina un proyecto magistral que es
modelo de vida; como el amado que mira arrobado a su amante; como el hombre que
mira a su amigo íntimo; como el hombre que mira a Dios cuando Dios ha llegado a
ser para él la única realidad de su vida.
Aphoran y
apoblepein describen el mirar de un alma que está "perdida en lo
maravilloso, en el amor y en la alabanza".
Hay otra palabra en el NT que
también implica fijeza en la mirada: atenizein,
que significa "mirar atentamente a".
Esta es una de las palabras
favoritas de Lucas. Aparece catorce veces en el NT, con la distribución
siguiente: dos veces en 2 Corintios (3:7, 13), otras dos veces en el Evangelio
según Lucas y, las diez restantes, en Hechos. Se usa con relación a la gente
que, en la sinagoga de Nazaret, miraba a Jesús con atento azoramiento (Lc.
4:20).
Se utiliza respecto de la forma
escrutadora en que la sierva del sumo sacerdote miraba a Pedro cuando éste fue
reconocido (Lc. 22:56).
Se usa para indicar que los
discípulos miraban fijamente a Jesús en tanto ascendía a los cielos (Hch.
1:10). Se emplea con referencia a la forma en que Pedro y Juan miraban al
paralítico que estaba a la puerta del templo (Hch. 3:4) y a la forma atónita en
que las gentes los miraban a ellos tras el milagro (Hch. 3:12).
Se utiliza respecto de la forma
de mirar el Sanedrín a Esteban mientras él hablaba con elocuencia y
controvertía con poder (Hch. 6:15) y de la forma en que Esteban miraba al cielo
en tanto caía bajo las piedras de la chusma (Hch. 7:55).
Se usa con relación a la atemorizada
mirada que Cornelio dirigió al ángel que le avisó de la venida de Pedro (Hch.
10:4) y a la forma en que éste miró a la visión del lienzo con las criaturas
(Hch. 11:6).
Se usa respecto de la forma
penetrante en que Pablo miró a Elimas, el mago hostil (Hch. 13:9), de la mirada
esperanzada del paralítico de Listra (Hch. 14:9), de la penetrante mirada de
Pablo al Sanedrín (Hch. 23:1) y de la forma en que el pueblo miraba a Moisés
cuando descendía del monte, o, más bien, de la forma en la cual era imposible
para ellos mirarlo porque la divina gloria resplandecía en el rostro del gran
líder (2 Co. 3:7, 13).
Por tanto, puede apreciarse que
la palabra arenizein se refiere a
esa forma de mirar en la que se combinan la perplejidad y el pasmo; el
escrutinio que acaba reconociendo (como sucedió con la sierva del sumo
sacerdote respecto de Pedro) y el estar maravillado, expectante y esperanzado.
Es esa forma de mirar con manifiesta e indiscutible autoridad.
Ahora bien, lo interesante es
que cuando vamos a los escritos de Clemente de Roma (hacia finales del siglo I
d. de J.C.), primer padre apostólico y uno de los más grandes líderes de la
iglesia, notamos que no utiliza apobiepein
ni aphoran, sino que es muy
aficionado a la palabra arenizein,
la cual usa en una triple y notable dirección.
(I) En primer lugar, la usa en
su primera carta a los corintios, cap. 36, donde apremia al cristiano a mirar
fijamente y con resolución (arenizein)
a los cielos. En un mundo hostil y tentador, la mirada del cristiano ha de
estar puesta atentamente en los cielos.
(II) En segundo lugar, la usa
respecto de Dios. En la misma carta, cap. 19, dice: "Fijemos nuestra
mirada (arenizein) en el Padre y
Creador del universo". Dios ha de ser el objeto del pensamiento y de la
contemplación del cristiano.
(Ill) En tercer lugar, la usa
con relación a Jesucristo. En la misma carta, cap. 7, escribe: "Fijemos
nuestra mirada (atenizein) en la
sangre de Cristo, y discernamos cuán cara es para su Padre, porque fue vertida
para nuestra salvación." El cristiano debe fijar sus ojos en el malherido
y crucificado Cristo.
La palabra es diferente de apoblepein y de aphoran, pero la idea es la misma. En
un mundo donde resultaba difícil ser cristiano; en un mundo donde la sucia
contaminación procuraba infectar a los cristianos de cualquier parte; en un
mundo donde cristianos ya habían muerto de forma terrible por su fe, lo único
necesario era mirar fija, resuelta y anhelantemente a los cielos, a Dios y a
Jesucristo. Sólo eso podía confortar y capacitar al cristiano para seguir
siéndolo -y todavía es así.
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