Aimée Cabrera.
Mayo es el
mes de las flores, los católicos lo
dedican a la Virgen María, y en muchas regiones del mundo, incluyendo a Cuba, se
celebra el Día de las Madres el segundo
domingo de este período primaveral, algo caluroso en nuestro archipiélago.
La familia
debiera tener muchos días, todos los días del año, para dedicar un tiempo de
meditación a la importancia que debemos darle como base y sostén de nuestro
nacimiento y futuro desarrollo como seres sociales.
A nivel
internacional, la vida es de un dinamismo aplastante, que se mueve a la par de
las tecnologías y la modernidad plena de comodidades pero caracterizada por una
gran falta de comunicación.
En Cuba,
además de haber sufrido la imposición política por sobre toda espiritualidad,
amor y respeto; la familia se ha visto desunida por diversos factores, todos
favorecidos por el control desmedido, las abismales diferencias sociales y la
indisciplina institucional alejada de brindar un justo beneficio a quienes han
sostenido al insostenible modelo.
Desde un
punto de vista positivo, existen familias cuyos miembros residen lejos de la
patria pero son ellos quienes mantienen a sus familiares que apenas pueden sobrevivir
con los bajos salarios, jubilaciones y pensiones que reciben con carácter
mensual los cuales no alcanzan, ni para una
quincena.
En ese
caso, la familia está en parte unida. Son muchos los emigrantes cubanos que
sacan cuentas para enviar algo de dinero, alguna ropa o medicamento, todo lo
que pueda servir a sus familiares angustiados de verse desprotegidos y sin
derecho a exigir sus derechos ciudadanos,
so pena de ser reprimidos por ingratos, porque están obligados a dar gracias a
servicios mal ofertados por el mero hecho de ser gratuitos o subsidiados.
“Doy
gracias a Dios todos los días porque mi abuela, mi tía y unos primos son
quienes están siempre al tanto de mi familia en Cuba. ¿Qué sería de nosotros
sin ellos?: No tenemos como agradecerles”- dice emocionada una jubilada
capitalina.
Pero no
todo es lo material, pensamos con lógica razón, por eso es una tarea muy ardua,
lograr bajo tanta presión que la familia sea unida. Casi siempre profesan una
religión y van juntos a sus cultos y actividades propios de su doctrina.
A modo
general, es alarmante la cantidad de madres que viven solas con sus hijos, al
cuidado de sus padres y hasta abuelos,
sin una ayuda del gobierno cuyos dirigentes y funcionarios reconocen la
corrupción pero si no son capaces de mejorar económicamente a los ciudadanos
que trabajan de sol a sol porque “no son eficientes” qué pueden esperar niños y
ancianos.
La familia
cubana ha sido manipulada a antojo de la minoría poderosa por siglos. Primero
porque era una colonia, después por gobiernos corruptos, y ahora por quienes se
llenaron la boca de criticarlos y de autoproclamarse perfectos; los que han
empeorado la vida del cubano medio por más de medio siglo, los mismos que participan
en asambleas donde los largos parlamentos no son capaces de solucionar los
problemas, que recaen de manera asfixiante, sobre el punto más vulnerable de la sociedad, donde se
encuentra sin dudas, la familia.
Aunque nada
ha sido perfecto, en épocas anteriores al 1959, la familia dio ejemplos de
dignidad indescriptibles. Los que fueron a la manigua a luchar, a ayudar a los
enfermos, los que perdieron sus posesiones, los que buscaron la unión sin
dinero, compartiendo lo poco que tenían, los que nunca se trataron de medios
hermanos, hermanastros o primos lejanos, la cercanía del amor familiar pudo
mucho más en otros períodos de la historia de Cuba.
La mesa
presidida por los mayores, la bendición antes de salir a la calle o al
acostarse, acatar un regaño sin protestas, soportar la extremada rectitud de un
castigo, no recibir nada material si el momento lo imponía y agradecer las
carencias con cariño sincero eran
comportamientos que honraron a la familia en la Isla.
Ya es
excepcional que una familia se reúna para homenajear al anciano de la casa, o
para compartir una fecha especial con lo poco que tengan, abrazarse, hacer
anécdotas, dejar alguna foto de recuerdo.
Un beso grande para esas familias que hacen el
esfuerzo de mantenerse unidas, bajo una presión espeluznante, por la
inseguridad y la impotencia generadas por quienes mucho piensan en el poder
pero muy poco se preocupan en rescatar el valor indiscutible que pertenece por
entero a la familia cubana.