viernes, 24 de mayo de 2013

Día Internacional de la Familia.


                                                              Aimée Cabrera.
Mayo es el mes  de las flores, los católicos lo dedican a la Virgen María, y en muchas regiones del mundo, incluyendo a Cuba, se celebra el Día  de las Madres el segundo domingo de este período primaveral, algo caluroso en nuestro archipiélago.
La familia debiera tener muchos días, todos los días del año, para dedicar un tiempo de meditación a la importancia que debemos darle como base y sostén de nuestro nacimiento y futuro desarrollo como seres sociales.
A nivel internacional, la vida es de un dinamismo aplastante, que se mueve a la par de las tecnologías y la modernidad plena de comodidades pero caracterizada por una gran falta de comunicación.
En Cuba, además de haber sufrido la imposición política por sobre toda espiritualidad, amor y respeto; la familia se ha visto desunida por diversos factores, todos favorecidos por el control desmedido, las abismales diferencias sociales y la indisciplina institucional alejada de brindar un justo beneficio a quienes han sostenido al insostenible modelo.
Desde un punto de vista positivo, existen familias cuyos miembros residen lejos de la patria pero son ellos quienes mantienen a sus familiares que apenas pueden sobrevivir con los bajos salarios, jubilaciones y pensiones que reciben con carácter mensual los cuales no alcanzan, ni  para una quincena.
En ese caso, la familia está en parte unida. Son muchos los emigrantes cubanos que sacan cuentas para enviar algo de dinero, alguna ropa o medicamento, todo lo que pueda servir a sus familiares angustiados de verse desprotegidos y sin derecho a  exigir sus derechos ciudadanos, so pena de ser reprimidos por ingratos, porque están obligados a dar gracias a servicios mal ofertados por el mero hecho de ser  gratuitos o subsidiados.
“Doy gracias a Dios todos los días porque mi abuela, mi tía y unos primos son quienes están siempre al tanto de mi familia en Cuba. ¿Qué sería de nosotros sin ellos?: No tenemos como agradecerles”- dice emocionada una jubilada capitalina.
Pero no todo es lo material, pensamos con lógica razón, por eso es una tarea muy ardua, lograr bajo tanta presión que la familia sea unida. Casi siempre profesan una religión y van juntos a sus cultos y actividades propios de su doctrina.
A modo general, es alarmante la cantidad de madres que viven solas con sus hijos, al cuidado de sus padres  y hasta abuelos, sin una ayuda del gobierno cuyos dirigentes y funcionarios reconocen la corrupción pero si no son capaces de mejorar económicamente a los ciudadanos que trabajan de sol a sol porque “no son eficientes” qué pueden esperar niños y ancianos.
La familia cubana ha sido manipulada a antojo de la minoría poderosa por siglos. Primero porque era una colonia, después por gobiernos corruptos, y ahora por quienes se llenaron la boca de criticarlos y de autoproclamarse perfectos; los que han empeorado la vida del cubano medio por más de medio siglo, los mismos que participan en asambleas donde los largos parlamentos no son capaces de solucionar los problemas, que recaen de manera asfixiante, sobre el  punto más vulnerable de la sociedad, donde se encuentra sin dudas, la familia.
Aunque nada ha sido perfecto, en épocas anteriores al 1959, la familia dio ejemplos de dignidad indescriptibles. Los que fueron a la manigua a luchar, a ayudar a los enfermos, los que perdieron sus posesiones, los que buscaron la unión sin dinero, compartiendo lo poco que tenían, los que nunca se trataron de medios hermanos, hermanastros o primos lejanos, la cercanía del amor familiar pudo mucho más en otros períodos de la historia de Cuba.
La mesa presidida por los mayores, la bendición antes de salir a la calle o al acostarse, acatar un regaño sin protestas, soportar la extremada rectitud de un castigo, no recibir nada material si el momento lo imponía y agradecer las carencias con  cariño sincero eran comportamientos que honraron a la familia en la Isla.

Ya es excepcional que una familia se reúna para homenajear al anciano de la casa, o para compartir una fecha especial con lo poco que tengan, abrazarse, hacer anécdotas, dejar alguna foto de recuerdo.

 Un beso grande para esas familias que hacen el esfuerzo de mantenerse unidas, bajo una presión espeluznante, por la inseguridad y la impotencia generadas por quienes mucho piensan en el poder pero muy poco se preocupan en rescatar el valor indiscutible que pertenece por entero  a la familia cubana.

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