sábado, 7 de octubre de 2023

Ysrael en guerra

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martes, 3 de octubre de 2023

EL ARTEDE ACONSEJAR. CAPÍTULO 4 Motivación: ¿Por qué hacemos lo que hacemos?

Muchas personas están totalmente confundidas acerca de su propia conducta. ¿Por qué hacemos lo que hacemos? Pablo expresa una angustiosa perplejidad respecto a su propia conducta en Romanos 7. Nos dice que generalmente se encuentra a sí mismo haciendo precisamente lo opuesto a aquello que honestamente querría hacer. Al observar su patrón de conducta desconcertante, Pablo sólo podía llegar a la conclusión de que había alguna clase de ley que operaba en la estructura de su personalidad que era completamente opuesta a sus intenciones conscientes y sinceras. La mayoría de nosotros podemos identificarnos con Pablo en su problema. —Un hombre colérico intenta honestamente no volver a perder el control. Después de unos minutos está gritando a su esposa. A veces llega a pegarle. (De paso, el pegar a la esposa está en aumento no sólo en hogares de escasos ingresos, minoritarios, sino también en hogares «respetables» de clase media y alta.) —Una pareja joven se promete con profunda sinceridad amarse, honrarse, y cuidarse mutuamente hasta que la muerte los separe. Pocos años después, yacen en la cama, de espaldas, preguntándose por qué su matrimonio está muerto. —Una esposa decide no permitir que la conducta de su esposo la saque de sus casillas, pero antes de que termine la tarde le ha expresado mordazmente su irritación. —Después de gritar a sus hijos, una madre se promete no volver a levantarles la voz. El niño se niega tercamente a recoger los juguetes o el otro adolescente contesta con arrogancia; la madre rompe su promesa con un grito ensordecedor. —Un hombre de mediana edad, obsesionado con fantasías sexuales pervertidas, se siente culpable cada vez que disfruta de su mundo privado de placer erótico. Ciertas películas y revistas ofrecen tentaciones tan grandes que sucumbe. Abatido por un profundo remordimiento, promete a Dios que nunca volverá a permitir que su mente caiga en fantasías sexuales. Esa noche en la cama repite con excitante detalle otra fantasía. ¿Por qué? ¿Por qué, a pesar de nuestras mejores intenciones, no logramos cumplir nuestras resoluciones sinceras? Al hacer esta pregunta, no es raro escuchar una serie de clichés evangélicos totalmente inútiles como: «No confía en el poder del Señor, está dependiendo de sus propias fuerzas» o «olvídese y déjelo en manos de Dios» o «ore con más fervor para ser liberado, luego repita frases como "la sangre de Cristo" y su problema desaparecerá.» Pero los problemas no desaparecen. Muchas personas que están tratando honestamente de cambiar experimentan serios problemas de culpabilidad que sólo aumentan sus dificultades en cuanto al propio control. ¿Cuál es la respuesta al problema? ¿Por qué hacemos lo que hacemos aun cuando conscientemente no queremos hacerlo? La respuesta no se expresa tan fácilmente en pocas palabras. Las personas que busquen una respuesta sencilla y apta o una serie de principios autoritarios y rígidos probablemente se sientan desilusionadas con mi opinión; pero no creo que nada que no sea una respuesta bien pensada pueda ser de alguna ayuda. En este capítulo y en el siguiente quiero describir lo que creo es una teoría de la motivación humana consecuente con la visión bíblica del hombre. Como punto de partida quiero enumerar cinco proposiciones básicas acerca de la motivación. Léanse lentamente y con cuidado. Los conceptos posteriores dependerán del conocimiento de estos principios. Proposición 1: La motivación depende típicamente de un estado de necesidad, o en términos más sencillos, nos vemos motivados a satisfacer nuestras necesidades. Proposición 2: El término motivación se refiere a la energía o fuerza que da lugar a conductas específicas. Antes de ser conducta específica, la energía motivadora pasa por la mente, y es allí donde toma su dirección. Me siento motivado a satisfacer una necesidad haciendo ciertas cosas que creo en mi mente que cumplirán esa necesidad. Proposición 3: La conducta motivada va siempre dirigida hacia una meta. Creo que algo satisfacerá mi necesidad. Ese algo se convierte en mi meta. Proposición 4: Cuando no se puede alcanzar la meta (o cuando el individuo percibe que no podrá alcanzarla) se produce un estado de desequilibrio (que se siente subjetivamente como ansiedad). La necesidad a la que se le ha negado satisfacción se convierte en fuente de emociones negativas. En términos sencillos, cuando no logro tener lo que creo que necesito para sentirme seguro e importante, me siento inútil. Entonces me siento motivado a evitar que mi necesidad de sentirme valioso siga siendo lastimada mediante la reducción de los sentimientos de insignificancia e inseguridad. Proposición 5: Toda conducta está motivada. No hay tal cosa como personas sin motivaciones. La pereza, la indecisión, la retracción están a menudo motivadas por el deseo de protegerse de mayores sentimientos de inutilidad. Al analizar una conducta nunca debiéramos decir: «No hay ningún motivo para eso. Carece totalmente de sentido.» Toda conducta tiene sentido. Podrá ser pecaminosa, ineficaz, o extraña, pero tiene sentido. Para poder entender cualquier tipo de conducta, debemos saber qué necesidad la ha motivado, qué ideas tiene la persona sobre qué es lo que satisfacerá esa necesidad, la meta que su pensamiento ha determinado como ansiada, y su éxito o fracaso en lograr esa meta. Trataré de clarificar estas proposiciones con ejemplos de cómo pueden explicarse ciertas conductas. Necesito sentirme significativo y me veo motivado a satisfacer de alguna manera esa necesidad (Proposición 1). Un sistema de valores mundano errado me ha enseñado que para ser importante debo tener dinero, lo que me hace dar por sentado que el éxito financiero hace significativas a las personas (Proposición 2). De ahí que mi meta venga a ser hacer la mayor fortuna que pueda (Proposición 3). Oigo que el predicador dice que el amor al dinero es la raíz de todos los males; que no puedo servir a Dios y al dinero; que debo buscar primero el reino de Dios y poner la vista en acumular tesoros en el cielo; y que debo renunciar a mi meta de hacerme rico. Como soy cristiano y creo que la Biblia es la Palabra inspirada de Dios, estoy completamente de acuerdo con lo que me dice el predicador. Pero sigo sintiendo un impulso interior que me empuja a hacer dinero. Quiero librarme de ese impulso, pero no lo logro. La oración, el arrepentimiento, la dedicación me hacen sentir mejor por un tiempo; pero el deseo de tener dinero sigue firme. Mi verdadero problema no es el amor al dinero, sino una idea equivocada, una suposición adquirida de que el significado personal depende de tener dinero. Hasta que no rechace deliberada y conscientemente esa idea, siempre querré tener dinero, no importa cuántas veces confiese a Dios mi pecado de querer tener dinero. Si logro hacer una fortuna, probablemente me sienta culpable porque sé que mis deseos eran errados, pero es muy probable que en mi interior me sienta bastante bien. Porque he logrado una cierta medida de significación de acuerdo con mi suposición errada pero firme. Si no consigo hacer dinero (Proposición 4), me sentiré inútil. Tal vez renuncie a un puesto lucrativo para dedicarme totalmente al servicio cristiano, pero no experimentaré un sentido de verdadera satisfacción hasta que cambie mis ideas acerca de lo que hace significativa a una persona. Si continúo con mis esfuerzos de ganar dinero pero experimento dificultades financieras, tal vez duplique mis esfuerzos por librarme de ese deseo de dinero que me consume. Pero, una vez más, mientras siga creyendo en forma inconsciente que el dinero equivale a significación personal, nunca dejaré de ansiar dinero porque siempre estaré motivado a satisfacer mis necesidades (Proposición 1). Pablo dice que la transformación depende de la renovación de nuestra mente. En otras palabras, nuestra energía motivadora puede canalizarse en diferentes direcciones si cambiamos nuestras ideas acerca de lo que puede satisfacer nuestras necesidades. Mis esfuerzos por cambiar deberán enfocarse no en mi conducta sino más bien en mis ideas equivocadas. Si no alcanzo mi meta de tener dinero y no cambio mis ideas, tal vez recurra a estrategias inmorales para lograr dinero. Sabré que estoy haciendo mal, y me odiaré a mí mismo por comportarme en forma pecaminosa, pero de todos modos lo seguiré haciendo. La motivación para satisfacer necesidades personales es tremendamente fuerte. Tal vez cultive una conciencia cauterizada para darme un cierto sentido de tranquilidad, o tal vez recurra crear una serie de maniobras destinadas a proteger un sentido lastimado del valor (Proposición 4). Tal vez sufra fatigas psicosomáticas, mareos, o dolores de cabeza; o problemas psicológicos 56/ EL ARTE DE ACONSEJAR BIBLICAMENTE como depresión, ataques de ansiedad, o insomnio. Estos problemas tendrán una función útil en cuanto a amortiguar el sufrimiento de sentirme inútil. Puedo consolarme creyendo que si no fuera por este desgraciado problema tendría muchas posibilidades de lograr el éxito. De esa manera mi valor se ve salvaguardado frente al fracaso financiero. Aunque los síntomas que presente no sean tal vez fabricados conscientemente ni deliberadamente intencionados para cumplir una función psicológica útil, son sin embargo efectivos en cuanto a evitar el mayor sufrimiento posible: el tener que admitir conscientemente que carezco de valor (Proposición 5). Hasta que llegue a ese punto, cualquier idea suicida que tenga será básicamente una maniobra, destinada a proteger de alguna manera mi sentido de valía personal. Cuando ya no pueda evitar el admitir mi sentido de inutilidad, el suicidio se convierte en mi mente en una alternativa racional. (Debo mencionar que cualquiera de las dos dinámicas de suicidio pueden resultar en un suicidio efectivo.) s Reconsideremos estas ideas sobre motivación desde uns perspectiva un tanto diferente. La clásica ¡erarquía de necesidades de Abraham Maslow sugiere que los seres humanos tienen cinco necesidades básicas. La más baja en la ¡erarquía tiene que ser satisfecha antes de que la persona se vea motivada a satisfacer la segunda necesidad, y así siguiendo con la jerarquía. Las cinco necesidades en la lista de Maslow, comenzando con la más baja o básica, son: 1. Fisicas (alimento, agua, etc., elementos necesarios para mantener la vida física) . 2. Seguridad (Maslow se refiere a seguridad física: cierta confianza razonable en que las necesidades físicas se podrán satisfacer más adelante). 3. Amor (lo que yo llamaría seguridad). 4. Propósito (lo que yo llamaría significación). 5. Autorrealización (la expresión de las más altas cualidades de humanidad: el desarrollo de mí mismo como una persona plena, creativa, auténtica). La característica esencial de la teoría de Maslow es que las personas no se ven motivadas a satisfacer las necesidades «superiores» hasta que las «inferiores» o más básicas sean satisfechas. Si en este momento no tengo comida, estaré menos preocupado por el almuerzo de mañana que por el de hoy. Si estoy profundamente preocupado por la posibilidad de morir de hambre mañana, no tendré interés en asistir a una conferencia sobre «El sentido de la vida». La lista de Maslow también sugiere (y yo tiendo a estar de acuerdo) que la seguridad, o el amor, es una necesidad más básica que la de significación. Sin embargo, se requiere que ambas sean satisfechas antes de que me vea motivado a expresar verdaderamente quién soy, sencillamente porque hasta que no disfrute de seguridad y significación no me sentiré realmente alguien. Como Dios es un ser infinito y personal, se sigue que el hombre hecho a su imagen es un ser finito y personal. Como ser finito, depende de recursos externos para satisfacer sus necesidades: es un ser contingente. Sus necesidades como creatura fisica finita corresponden a las dos primeras necesidades de Maslow: necesidades físicas de hoy y confianza en que las de mañana también serán satisfechas. La tercera y cuarta necesidad de Maslow (amor y propósito) corresponden a lo que yo llamo necesidades personales del hombre: seguridad y significación. La autorrealización, la necesidad última y superior en el sistema de Maslow, se MOTIVACION: ¿POR QUE HACEMOS LO QUE HACEMOS? /57 aproxima al concepto bíblico de llegar a la madurez en Cristo, desarrollando nosotros mismos aquellos atributos que caracterizan al Señor, y luego expresando nuestra valía dada por Dios al adorarle libremente y al servir a otros mediante el ejercicio de nuestros dones espirituales. Observemos que las cuatro primeras necesidades son esencialmente egoístas. Implican un tomar para sí, más bien que un dar hacia afuera. Necesito tomar de los recursos externos para satisfacer mis necesidades físicas y para experimentar amor y propósito. La motivación para satisfacer cualquiera de estas cuatro necesidades se podría llamar entonces Motivación por Déficit, un deseo incitado por una sensación de carencia destinado a suplir esa necesidad. Sólo la última, la necesidad de autorrealización, permite una motivación desinteresada centrada en otros, en dar más que en recibir. Es interesante observar que Adler midió la salud mental en términos del grado de lo que él llamó «interés social», una preocupación activa por las necesidades de otros. En una vena similar, un presidente reciente de la American Psychological Association (Asociación Psicológica Norteamericana) cuestionó un modelo de salud mental que proclama la autogratificación. Señaló que nuestro acento en el individualismo ha fomentado la suposición de que el estar libre de conflictos depende de conseguir todo lo que queramos en el momento que lo queramos. En su discurso en una importante convención psicológica sugirió que tal vez el elemento esencial en la adaptación humana no es lo que conseguimos sino más bien lo que damos: una preocupación por el bien social, que se observaría en una adherencia responsable y abnegada a las pautas morales. Esta idea parece consecuente con la enseñanza de Cristo de que el que quiera salvar su vida debe perderla. Ahora bien, si es cierto que la salud mental se define mejor en términos del genuino interés de una persona por darse a sí misma por el bien de los demás, y si es imposible alcanzar este estado de autorrealización hasta que no hayamos satisfecho primero las cuatro necesidades egocéntricas, entonces hay algunas consecuencias bastante alarmantes para aquellos que tomamos en serio las Escrituras. En mi primer libro expliqué por qué las necesidades personales de significación y seguridad sólo pueden satisfacerse plenamente en una relación personal con Dios. De ahí que sólo un cristiano tiene los recursos necesarios para alcanzar verdaderamente la plenitud de sí mismo. Veamos el argumento en forma lógica: (1) Para ser bien adaptados, tenemos que alcanzar el estado de autorrealización. (2) Para alcanzar ese estado debemos pasar primero por los cuatro primeros estados, las necesidades físicas y personales deben ser satisfechas antes de que estemos en condiciones de llegar a la plenitud del ser. (3) Si las necesidades personales se pueden satisfacer sólo con relación a un Dios personal, entonces sólo el cristiano tiene los recursos para alcanzar el quinto nivel, la plenitud del ser, y entonces ser verdaderamente bien adaptado. Por supuesto, los no cristianos pueden satisfacer sus necesidades físicas en determinado momento sin depender conscientemente de Dios. La necesidad de tener la seguridad de que las necesidades físicas del futuro también se verán satisfechas frente a la inseguridad de la vida física y económica, nunca puede ser verdaderamente satisfecha. Pero si se goza de buena salud y hay suficiente dinero en el banco, aparentemente las personas pueden continuar motivadas por las necesidades de seguridad y significación. Aquí es donde se ve limitado el no cristiano. Sin el Señor es posible lograr un aproximado de seguridad en el amor de cónyuge o de 58 / EL ARTE DE ACONSEJAR BIBLICAMENTE amigos y encontrar un sentido definitivo de significación en la dedicación a un propósito que muchos considerarán importante. Sobre la base de esas fuentes de significación y seguridad, falsas pero no obstante subjetivamente satisfactorias, muchas personas llegan al estado que muchos observadores juzgarían como un nivel saludable de autorrealización. Pero si es verdad que cualquier intento de satisfacer las necesidades personales fuera de una relación de compromiso con Cristo lógicamente no llega a cumplir su meta, entonces todo no cristiano se verá atrapado de alguna manera, en forma definitiva, en los estados tres y cuatro. Como no está satisfecho, y no puede llegar a estarlo en la mayoría de sus necesidades personales básicas, siempre habrá una tendencia oculta de motivación para encontrar significación y seguridad en toda conducta. Está condenado al egocentrismo hasta que pueda superar los estados tres y cuatro, lo cual no puede realmente hacer sin llegar a ser cristiano. Muchos no cristianos manifiestan un loable interés humanitario por otras personas. ¿Acaso no es esto expresión de una personalidad completa? No, porque por debajo de cualquier motivación consciente y meritoria pueden sentirse las demandas de las necesidades insatisfechas-de significación y seguridad. Si no hubiera tal rumor sordo, entonces tendría que ser posible el llegar a ser una persona verdaderamente integrada sin Dios. Si así fuera, el infierno sería un lugar más o menos agradable donde las personas que han encontrado amor y significación sin Dios pueden disfrutar unas de otras. Pero Dios es absolutamente indispensable en la satisfacción de nuestras necesidades personales. Por eso, no importa lo integrados, o desinteresados, o amantes que parezcan ser los no cristianos, siguen funcionando sobre un estado de déficit. El centro motivador de su conducta está seguramente teñido del deseo de satisfacer sus propias necesidades. Siguen siendo fundamentalmente egocéntricos, impulsados por la motivación de déficit para suplir en sí mismos aquello de que carecen. Dios, que ve hasta lo más profundo de nuestro corazón, no puede recomendar ni aceptar una conducta que de alguna manera esté motivada por el egoísmo. Si mi razonamiento es correcto, los cristianos debieran ser las personas más autorrealizadas, las más solícitas y compasivas, las más libres de egocentrismo, intolerancia, contiendas, y mal humor, todo lo cual resulta de una preocupación egoísta por satisfacer las propias necesidades. Teóricamente los cristianos están en posición de ser libres de la motivación por déficit. Podríamos vivir constantemente más allá de los estados 1 a 4, en el estado s, usando nuestras vidas como instrumentos de Dios en favor de los demás. Sin embargo, a menudo no nos diferenciamos ni siquiera mínimamente del egoísta mundano que está preocupado en satisfacer sus propias necesidades. Pablo reprendió a los cristianos por vivir como la gente común. El motivo de tal conducta carnal no es difícil de descubrir. En una palabra, el problema es la incredulidad (o, como yo prefiero pensarlo, las creencias erradas). Siéntese con su Biblia y busque los versículos que afirman que Dios ha prometido suplir cada necesidad de las de la lista de Maslow. Lo que nos queda a nosotros por hacer es «poseer nuestras posesiones», creer en forma determinada y persistente que Dios cuida completamente de nuestras necesidades, y vivir en el estado 5. El cristiano debe volar a través de los estados 1-4 en las alas de la fe. Considere estos versículos bien conocidos como una base para su fe. Por supuesto hay muchos otros. Dios ha satisfecho nuestras necesidades físicas. MOTIVACION: ¿POR QUE HACEMOS LO QUE HACEMOS? 159 «Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas [se refiere a la comida, el vestido, el techo] serán añadidas» (Mt. 6:33). Dios ha satisfecho nuestra necesidad de saber que nuestras necesidades de mañana también serán resueltas. «Así que no os afanéis por el día de mañana» (Mt. 6:34). «Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios.... Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús» (Fi. 4:6,19). Dios ha satisfecho nuestra necesidad de seguridad (amor). «¿Quién nos separará del amor de Cristo?. . . Estoy cierto de que . . . ninguna cosa nos podrá separar del amor de Dios que es en Cristo Jesús» (Ro. 8 35,39). «Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores [en nuestras peores condiciones, expuestos como realmente somos, sin máscaras], Cristo murió por nosotros» (Ro. s 8). Dios ha suplido nuestra necesidad de significado (propósito). «Porque para mí el vivir es Cristo y el morir es ganancia» (Fi. 1:21). «Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús, para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas» (Ef. 2:10). «[Dios] rescata del hoyo tu vida [es decir, de que sea inútil y desperdiciada]» (Sl. 103:4). Mientras el cristiano crea estos versículos, estará libre de una vida de preocupaciones egoístas respecto a si se satisfacen o no sus necesidades, y será capaz de llegar a la autorrealización, sabiendo confiadamente (no necesariamente siempre «sintiendo») que sus necesidades se verán satisfechas de acuerdo con los propósitos de Dios y que de ahora en adelante sus necesidades personales estarán resueltas perfectamente. Creer esto frente a la tremenda presión de estar de acuerdo con el sistema de valores falsos del mundo, de vivir para el dinero, el placer, o la fama, requiere un compromiso firme con la autoridad de las Escrituras. Me aflige escuchar a algunos de mis colegas en psicología cristiana considerar a la Biblia como útil pero no autoritativa. Algunos parecen mirar a las Escrituras como adecuada en sus enseñanzas sobre cuestiones espirituales pero posiblemente desacertada en el ámbito de los problemas científicos. Los evangélicos, si van a seguir siendo evangélicos de un modo que tenga sentido, deben insistir dogmáticamente en que siempre que las Escrituras hablan lo hacen con autoridad infalible. Si la Biblia dice que mis necesidades psicológicas están resueltas, entonces lo están. Aun cuando todo mi ser personal pueda rebelarse y patalear en mi interior—«no me siento ni seguro ni significativo, no valgo nada»—debo por la fuerza, por un acto de mi volantad, someterme a la Palabra y admitir que en alguna parte no estoy percibiendo las cosas en forma adecuada. La psicoterapia, en su forma más avanzada, trabaja con esas percepciones inadecuadas y ayuda a la persona a cambiarlas para encuadrarse en las Escrituras. Los cristianos nunca operan en condiciones de déficit sino de plenitud. Nuestras vidas debieran ser una expresión de esa plenitud en la adoración y el servicio. Por eso me refiero a la motiv,ación de una persona verdaderamente integrada como Motivación por Expresión. Sin embargo, la mayoría de nosotros nos sentimos en déficit y actuamos en formas destinadas a llenar el vacío. Una cosa es decir que podemos afirmar por la fe que nuestras necesidades ya están satisfechas en Dios y en consecuencia vivir en el estado 5 por Motivación por Expresión. Otra cosa 60/ EL ARTE DE ACONSEJAR BIBLICAMENTE muy distinta es conseguir zafarnos de la pegajosa telaraña de la motivación por déficit. En el capítulo siguiente consideremos el funcionamiento de la personalidad humana en un esfuerzo por llegar a una estrategia que permita pasar de la motivación por déficit a la motivación por expresión, y en consecuencia alcanzar la meta de la madurez cristiana. Resumen El motivo de responder a una necesidad conduce a la acción. Si una persona tiene hambre actúa en formas destinadas a obtener alimento. Si se siente insegura, trata de encontrar amor. Hasta que sus necesidades no son satisfechas, una persona opera desde un estado de déficit. Su motivación se puede caracterizar como egoísta. Está tratando de satisfacer sus propias necesidades. La motivación se puede entender mejor como una energía o impulso a hacer algo que la persona cree que la conducirá a la gratificación de la necesidad. De la interacción con el sistema falso del mundo, la gente se hace ideas acerca de lo que requiere para satisfacer sus necesidades personales de significación y seguridad. Sus creencias determinan entonces sus metas de vida. Nunca podrán renunciar a su meta (ya sea dinero o poder o hijos obedientes o un esposo amante) hasta que reconozcan que las necesidades personales sólo se resuelven en una relación con Cristo. Para entender por qué hacemos lo que hacemos necesitamos darnos cuenta de que la mayoría de nosotros operamos con motivaciones producto de déficit, tratando de lograr algo que creemos resolverá nuestras necesidades personales. Cuando no alcanzamos las metas deseadas nos vemos obligados a protegernos de los sentimientos penosos de insignificancia e inseguridad que nos sobrecogen. El alcoholismo, el derroche compulsivo, el comer con exceso, el dar excusas, los padecimientos psicosomáticos, algunas formas de esquizofrenia, y otras formas de conducta a menudo responden al intento de apagar o compensar el sufrimiento emocional de sentirnos inútiles. l