Porque de tal manera amó Dios
al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que
en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna. (Evangelio según
Juan,
3:16).
El corazón del evangelio se
centra en este versículo. El amor de Dios no puede ser egoísta,
sino que se extiende y atrae a otros a sí. Dios establece aquí el
verdadero molde del amor, la base de toda relación de amor. Si uno
ama a alguien profundamente, está dispuesto a darle amor a cualquier
monto. Dios pagó, con la vida de su Hijo, el más alto precio que se
puede pagar. Jesús aceptó nuestro castigo, pagó el costo de
nuestros pecados, y luego nos ofreció una nueva vida que nos compró
con su muerte. Cuando predicamos el evangelio a otros, nuestro amor
debe de ser como el suyo, y estar dispuestos a renunciar a todo para
que otros reciban el amor de Dios como nosotros lo hemos recibido por
la gracia de Dios.
El amor de Dios para con el
hombre es un amor especial, es un amor que sin esperar nada a cambio
todo lo da, asimismo cada ser humano en gratitud por lo que Él hizo
por toda la humanidad, cada hombre debe ofrecerse en sacrificio vivo
hacia los demás para alcanzar un Mundo mejor.
Oblación por un
hermano.
En el siglo 15, en un pueblito
cerca de Nuremberg, Alemania, vivió una familia de 18 hijos.
¡Dieciocho! Para simplemente mantener comida sobre la mesa para esta
multitud, el padre y cabeza de la familia, que era relojero por
profesión, trabajó casi dieciocho horas al día en su profesión
junto con otros varios trabajos que podía encontrar en su vecindad.
A pesar de su aparentemente desesperada condición, dos de los hijos
del padre Albrecht Durer tenían un sueño de que los dos podían
algún día perseguir una carrera de arte. A la vez, sabían que su
padre nunca podía pagar para mandarlos a estudiar a la Academia de
Arte en Nuremberg. Después de muchas discusiones por las noches en
una cama bien llena con hermanos, los hermanos hicieron un pacto
entre los dos. Al echar un volado, el que perdiera, bajaría a las
minas cerca de la casa a trabajar y así sostendría los estudios de
su hermano en la Academia de Arte. Luego, cuando el hermano que ganó
el volado terminara sus estudios que serían cuatro años, él
sostendría a su otro hermano - o con las ventas de su arte o, si
fuera necesario, trabajando en las mismas minas. Echaron el volado
después del culto dominical. Albrecht Durer el hijo ganó y su
hermano Albert y bajó a las minas peligrosas para empezar su parte
del pacto. Por los siguientes cuatro años, Albert fielmente pagó
por los estudios de su hermano, cuyos trabajos de arte fue un
¨exitaso¨ casi de inmediato. Sus trabajos de madera, pintura y
dibujos eran todos mucho mejores que los de sus propios maestros y
para cuando se recibió, estaba ganando bastante dinero por sus
obras. El joven artista regresó a su pueblito y la familia Durer
hizo una fiesta de comida en la casa para celebrar el triunfo de
Albrecht. Después de una buena y larga comida memorial, puntuado con
música y risa, Albrecht se levantó de su posición de honor en la
mesa para brindar por su amado hermano por sus años de sacrificio
que hizo para que Albrecht pudiera cumplir con sus deseos de ser
artista. Sus palabras al concluir su discurso fueron: "Y ahora
mi querido y bendito hermano mío, ahora será tu turno. Tu ahora
podrás ir a Nuremberg para perseguir tu propio sueño mientras que
yo ahora te mantendré con todo lo que necesites". Todas las
cabezas de los reunidos en la mesa dieron la media vuelta para ver la
cara del Albert que estaba sentado al otro extremo de la mesa.
Lágrimas estaban trazando su triste cara mientras Albert asentaba
con su cabeza de lado a lado diciendo, "no, no, no, no". Al
fin, se levanta Albert, limpia sus lágrimas de sus mejillas, mira a
las caras de su amada familia y, levantando cuidadosamente sus manos
y colocándolas cerca de su mejilla derecha dijo con mucha ternura:
"No, hermano. Ya no puedo ir a Nuremberg. Para mí es demasiado
tarde. Mira…..mira lo que cuatro años en las minas han hecho con
mis manos. Los huesos de cada dedo han sido destrozados por lo menos
una vez y ahora, a causa del trabajo en las minas, estoy sufriendo de
artritis en mi mano derecha tanto que ni puedo levantar mi vaso y
brindar en honor tuyo, mucho menos tratar de pintar y dibujar. No
hermano, para mí es demasiado tarde”.
Más de 450 años han pasado.
Hoy en día las cientos de obras de arte de Albrecht Durer aparecen
en casi cada museo de mayor importancia en este mundo. Pero es
posible que tu, como casi todos en el mundo, reconocerán solamente
una obra de Albrecht Durer y a lo mejor tienes una reproducción de
esta obra colgada en tu casa u oficina. Un día, para hacer homenaje
a todo lo que sacrificó su hermano Albert, Albrecht Durer
cuidadosamente y detalladamente dibujó las manos destrozadas de su
hermano. Las llamó simplemente "Manos" pero el mundo
entero abrió su corazón a esta gran obra de maestro y renombraron
esta obra "Manos Orando”.
Reflexiona en esto: ¡Nadie…
pero nadie llega al éxito solo! Tu éxito cuesta el amor y
sacrificio de alguien en tu vida.