La palabra casa se usa para designar a un lugar donde un individuo o grupo habita refiriéndose a la vivienda física, La palabra hogar proviene del lugar en el que se reúne la familia para distraerse con historias familiares y alimentarse en armonía creando así una sensación de seguridad y calma, sin importar cuán pobre se es, pero esta florece y es rica si se comparte en ella pan de amor.
Los poderosos poseen casas grandes llenas de domésticos soberbios y cuidadas por custodios, pero estos bienes son vanos a menos que Jhvh esté con ellos. Una familia sin Jhvh nunca experimentará el lazo espiritual que Él crea en las relaciones. Para conocer a la gente hay que ir a su casa, por eso es que muchos grandes no desean que se sepa cómo es que ellos viven.
Una ciudad sin Jhvh se arruinará por la maldad y la corrupción que haya adentro.
Si Jhvh no edifica la casa, en vano trabajan los que la edifican, si Jhvh no guarda la ciudad, en vano vela la guardia. (Salmo 127:19)
Las ciudades rameras
¿Cómo te has convertido en ramera, oh ciudad fiel? Llena estuvo de justicia, en ella habitó la equidad; pero ahora, los homicidas. (Isaías 1:21)
La "ciudad fiel" se refiere a Jerusalén, que representa a Judá. Jhvh compara la conducta de su pueblo a la de una ramera. El pueblo dio las espaldas a la adoración del Jhvh verdadero para adorar ídolos. Su fe era pobre, impura y adulterada. La idolatría, ya sea externa o interna, es adulterio espiritual, pues el idólatra viola su compromiso con Jhvh por ir tras otra cosa.
La similitud entre la conducta del pueblo de Jerusalén y nuestra nación está bien clara, el pueblo dio las espaldas literalmente a Jhvh y le entregó sus casas al floreciente ídolo rebelde cuando dijeron:”Esta es tu casa Fidel”, oportunidad que no desaprovechó el líder de la revolución para apropiarse de todo lo que le dieron, convirtiéndose en una ciudad ramera toda la nación.
No todo está perdido
Después de esto oí una gran voz de gran multitud en el cielo, que decía: ¡Aleluya! Salvación y honra y gloria y poder son del Señor Dios nuestro, porque sus juicios son verdaderos y justos, pues ha juzgado a la gran ramera que ha corrompido a la Tierra con su fornicación y ha vengado la sangre de sus siervos de la mano de ella. (Apocalipsis 19:1-2)
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