MINISTERIO PASTORAL
Círculos Concéntricos
Por: W. Oscar Thompson
CIRCULOS CONCENTRICOS
W. OSCAR THOMPSON, HIJO
VERSÍON AL CASTELLANO
POR ANA MARÍA SWENSON Y OLIVIA S.D. DE LERÍN
Ami hija, Damaris
Anhelo que las palabras de este libro se conviertan en realidad en tu vida y que las palabras del Libro constantemente sean la palabra de nuestro Dios para tu corazón y tu vida.
CASA BAUTISTA DE PUBLICACIONES
CONTENIDO
1. La Palabra Más Importante
2. Descubriendo y Gustando del Verdadero Usted
3. Sacudiendo el Árbol Genealógico
4. La Judea de Usted, Su Samaria y Su Mundo
5. El Paso Más Grande: La Intercesión
6. Amor Es: Satisfacer Necesidades
7. Superando Barreras
8. Construyendo Puentes
9. Confrontación
10. El Verdadero Propósito de la Vida
11. Discipular
12. Cosas Que He Aprendido
13. Mis Círculos Concéntricos
PREFACIO
CUANDO
Oscar Thompson había estado enseñando en el Seminario Teológico Bautista del Sudoeste por espacio de un año, yo observé que sus clases de evangelización personal estaban aumentando en popularidad. Yo sabía que los estudiantes habían llegado a amar al doctor Thompson, pero esa no era la explicación para su atracción a este curso particular. Era algo más profundo. Investigué y descubrí que el concepto de “Círculos Concéntricos”, que él había estado enseñando, era el aspecto magnético de este curso.
Círculos Concéntricos era el término empleado por el doctor Thompson para describir la clase de evangelización que ocurre al cimentar y reparar relaciones personales existentes. Para él esta era la clave verdadera para una evangelización personal efectiva. Relaciones era la palabra importante en su enseñanza tal y como lo había sido en su vida. A medida que los estudiantes comenzaron a experimentar lo que se les estaba enseñando, empezaron a suceder cosas extraordinarias en las vidas de los alumnos. Algunas de estas experiencias se relatan en este libro.
Este libro, en sus conceptos, es bíblico hasta su raíz. Estimula un saludable amor a uno mismo que lo libera para amar a otros y al Dios que los creó tal y como son.
Este libro lo lleva a uno a varios círculos de relaciones con el toque del amor redentor. No fue escrito por un teórico desde su torre de marfil. Fue escrito por un hombre que vivió su mensaje. No fue escrito para teóricos que se encastillan en sus torres de marfil. Su mensaje es uno que ha de ser practicado.
El libro está destinado a ser un mensaje sumamente apto para cualquiera que desea acercarse a las vidas de personas que sufren en este mundo. Yo soy mejor individuo porque conocí bien a este autor. Seré mejor persona por haber leído y releído este magnífico libro.
Roy J. Fish
Profesor de Evangelización
Seminario Teológico Bautista del Sudoeste
Fort Worth, Texas
INTRODUCCIÓN
ESTE no es un libro común y corriente. Oscar Thompson no fue una persona como cualquiera otra. El doctor Thompson y yo nos conocimos hace casi veinticinco años. El estaba pastoreando en una localidad vecina a la mía.
Frecuentemente nos juntábamos y conversábamos de las cosas del Señor y orábamos juntos. Yo fui un observador de la experiencia de él al enamorarse de quien llegó a ser su esposa. Lo acompañé cuando nació Dámaris, su hija.
Cuando el doctor Thompson abandonó el pastorado para ir como profesor al seminario, nuestras oportunidades de compañerismo fueron menores por la distancia geográfica, así como también por nuestras múltiples responsabilidades.
Cierto día me enteré de que el doctor Thompson tenía cáncer.
Casi inmediatamente recibí la indicación del Señor de que Oscar no moriría sino que
viviría para declarar las obras del Señor (No moriré, sino que viviré, y contaré las
obras de JAH. Salmo 118:17).
Compartí este versículo de las Escrituras con el doctor Thompson la mañana después de que los médicos le dijeron que no viviría. ¡Vivió! Vivió por más de cuatro años y declaró las obras del Señor a docenas de pacientes de cáncer. Predicó mucho en muchos lugares a muchas personas. Su vida era un mensaje de esperanza y un estímulo para miles. Realizó lo mejor de su ministerio durante esos años.
Tuve el privilegio de compartir muchas visitas con Oscar durante los últimos meses de su vida. Lo mórbido estaba ausente si bien estaba presente el dolor físico con una pobre prognosis. Conversé con Oscar en la Navidad de 1980.
Estaba animoso y lleno de gratitud por una maravillosa Navidad. El domingo después de esa Navidad, 1980, Oscar fue llamado a su hogar celestial. Su servicio fúnebre fue un tributo a una vida santa y para la gloria de Dios.
Al visitar a Oscar durante esos últimos días, nuestra conversación frecuentemente giraba hacia la pasión de su vida: compartir a Cristo Jesús como Salvador y Señor. “El conocerle y darle a conocer” era un gran tema de su vida y de su ministerio. Era una ambición que se realizó. Círculos Concéntricos de Interés, como plan maestro de evangelización, era un tema frecuentemente tratado. El había presentado estos mensajes en varias ocasiones, siempre con óptimos resultados y atentos oídos.
Esta obra tenía que llegar a ser. Llegará a convertirse en un libro clásico en el campo de ganar a las personas para Cristo por todo el mundo. Es básico y bíblico. Usted reirá, llorará y se sentirá muy gozoso al leer este volumen. Se siente la presencia de Oscar. Quienes lo conocieron mejor comprenderán el sentido de mis palabras. Si bien su esposa ha arreglado el libro basándose en los mensajes grabados, la personalidad de Oscar se halla expresada en cada página. Su calor humano, su franqueza y su sinceridad ganarán el corazón del lector. Su sentido de humor lo animará. Se deleitará con las ricas y lozanas ilustraciones sobre lo práctico de la idea de círculos concéntricos en la evangelización.
Felicito a su esposa por el trabajo realizado. También felicito a Sara Callaway por su fiel labor con ambos hermanos Thompson para convertir en realidad este libro. Felicito a Dámaris a quien va dedicado el libro y quien era la niña de los ojos del doctor Thompson.
Ahora recomiendo este volumen a una lectura cuidadosa y a su uso. Léalo y aplíquelo a su vida y ésta nunca será la misma.
Quiera Dios complacerse en darle un uso mundial en estos días estratégicos de evangelización.
Jack R. Taylor
1. LA PALABRA MÁS IMPORTANTE
LA PALABRA ES RELACIÓN
LA palabra más importante que tenemos, aparte de los nombres propios, es la palabra relación. Dirá usted: Pero la palabra amor tiene que ser la palabra más importante.
Yo le pregunto, sin embargo: “¿A dónde se encamina el amor si no hay una relación? La relación es el riel. El amor es el tren que camina sobre el riel. El amor se mueve por medio de una relación. Pero la cosa que satisface el deseo más profundo de su ser es una relación con alguien.”
Quizá piense usted que desea ser un Cervantes y encaminarse con un don
Quijote. Pero don Quijote no se quedó en la planicie todo el tiempo, y usted tampoco. ¿Por qué? Porque hay algo en la naturaleza de las personas, hay algo inherente en las gentes que anhela ser deseado, necesitado, satisfecho. Tales deseos sólo se satisfacen mediante relaciones.
Una pequeña reflexión conducirá a unas evidencias pero sorprendentes conclusiones. Primero, piense en los momentos de crisis en su vida:
Como un niño separado de sus padres.
Como un niño enojado con sus padres.
Como un adolescente rompiendo un noviazgo.
El resentimiento y la falta de comprensión que lo distanció de un amigo.
Quizá la pérdida de un padre o compañero; recuerde el vacío, el corazón destrozado.
Entonces un argumento o quizá el divorcio de su esposo o esposa.
La crisis con un empleado o un patrón.
Épocas de resentimiento o ruptura en la familia.
Hoy, la zozobra en los negocios, en su iglesia.
Enumere todos los momentos negros, tristes de su vida y verá que la mayoría de estos momentos fueron creados por relaciones quebrantadas o tensas.
Cada negocio en quiebra, cada hogar desmembrado, cada amistad distanciada es una relación quebrantada. Añada esto a los problemas de la ciudad, de la nación, de las naciones, a cada crimen cometido, a cada guerra desatada desde el albor de la historia las que han ocasionado esperanzas fallidas, vidas destrozadas y sueños frustrados por causa de malas relaciones.
Ahora considere todos los momentos maravillosos, cálidos, de gozo. ¿Se acuerda?
El cálido abrazo en los brazos de sus padres.
Las risitas al corretear con sus amigos o hermanos y hermanas en la luz dorada de una tardecita veraniega.
El éxtasis de su primer encuentro con el guapo galán.
El gozo o la mirada de entusiasmo con sus compañeros de trabajo.
Todas estas relaciones lo hacen ser lo que usted es. Las relaciones correctas con los padres lo preparan mental y emocionalmente para el matrimonio o para recibir al niño que llega al hogar: nuevas relaciones.
Los días especiales de gozo: cumpleaños, aniversarios, Navidad, satisfacen por causa de relaciones maravillosas y cálidas.
Tal y como lo demuestra la historia humana, las malas relaciones producen:
Matrimonios disueltos, hogares destrozados, negocios fracasados, iglesias divididas, gobiernos débiles, naciones en condiciones caóticas.
Resuelva usted los problemas de relaciones y cesará el divorcio, dejará de haber guerras, no habrá disputas laborales. Resuelva usted los problemas de relación del mundo y los problemas más agudos de la humanidad quedarán resueltos puesto que las relaciones correctas producen: matrimonios s,ólidos, hogares estables, negocios exitosos, iglesias que ministran, buenos gobiernos naciones fuertes.
Cuando la sociedad cesa de valorar las relaciones, se convierte en una sociedad decadente. Los modales se corrompen y son crudos. La cortesía común pronto es olvidada. Los corazones son ingratos y dejan de expresar aprecio.
Querido amigo: Si su vida es tumultuosa hoy, me atrevo a decirle que es debido
a una relación quebrantada con alguien. El propósito de este libro es explorar cuáles pudieran ser las causas de sus relaciones quebrantadas y mostrar cómo pueden ser sanadas. En otras palabras, el libro está escrito para ayudarle a satisfacer sus necesidades.
LAS DOS RELACIONES BÁSICAS EN LA VIDA
Hay dos relaciones básicas en la vida. Una, por supuesto, es la relación vertical con el Padre. La otra es la relación horizontal que gozamos con otras personas.
Cuando una persona establece por fe la correcta relación vertical con el Padre, la persona entonces está capacitada para establecer correctas relaciones horizontales con otros y para confrontar los problemas básicos del mundo.
Si usted resuelve los problemas de relación en el hogar, usted ha resuelto los problemas entre marido y mujer, padres e hijos, hermanos y hermanas. El hogar es el contexto en el cual Dios nos ha colocado para enseñarnos cómo tener las relaciones correctas. En gran medida, la razón por la cual se está desajustando el mundo se debe a que la mejor escuela para enseñar el tema de las relaciones, el hogar, no las está enseñando correctamente.
Tomé el avión cierto día invernal y busqué el asiento que me había sido asignado. A mi izquierda estaba sentado un profesor universitario, diácono de una de las iglesias de la ciudad. Conversamos unos momentos.
A mi derecha estaba un caballero que parecía estar muy ocupado escribiendo.
No lo importuné. Era un productor de Hollywood. Nos saludamos y nada más.
Yo sabía que disponía de tres horas con él. No iba a ninguna parte, al menos por esas tres horas. Después de un rato, puso a un lado la pluma y comenzamos a conversar. Me preguntó: ¿Qué hace usted?
Hace ya mucho que aprendí a no contestar que soy ministro bautista, especialmente si estoy en un vuelo que durará tres horas. ¡La razón es que muy probablemente les dé pavor y quieran tirarse por la ventanilla! En lugar de ello respondí: —Bueno, soy profesor.
Y esperé.
Me preguntó —¿Qué enseña usted?
¿Quieren que les diga que enseño evangelismo en un seminario teológico? ¡No!
Tampoco iba a decir eso. De modo que continué:
—Me resulta interesante que usted haya indagado. Lo que enseño es que la palabra más importante en nuestro idioma es relación. Si pudiéramos resolver los problemas de relaciones en este mundo, entonces habríamos resuelto los problemas domésticos, los problemas vecinales y los problemas internacionales.
Bueno, se puso a mirar por la ventanilla y pensó por un momento; luego dijo: —¡Eso es correcto!
Tomé en mis manos una revista y me puse a leer. Pero él persistió: —¿Es eso lo único que va a decirme? —¿Quiere usted saber más?
Y así comencé. Le dije a él exactamente lo que voy a explicar en este libro.
Expliqué que hay dos tipos de relaciones. Hay relaciones horizontales con personas. Luego hay relaciones verticales con el Creador del Universo quien ha establecido la base para todas las demás relaciones. Somos creados por un plan de él. Si seguimos su plan las cosas salen bien. Si no seguimos su plan las cosas no resultan. Debido a que el hombre fundamentalmente no ha seguido el plan de Dios, las relaciones no están funcionando muy bien.
Afortunadamente para nosotros, sin embargo, Dios también nos ha proporcionado un plan para restablecer esas relaciones. Le dije al caballero en el avión:
—Esto se ve mejor en la enseñanza de Cristo Jesús. —¡Ah! —dijo—, he leído la Biblia. Estoy de acuerdo con muchas cosas que dijo Jesús. Por supuesto, no creo todo lo que la Biblia dice, pero... —Bueno, eso es lo que enseño yo.
Si hubiera estado en un vuelo más breve, no habría podido darme el lujo de usar tanto tiempo. Pero este era un vuelo de tres horas. Seguí leyendo mi revista. Y él como que se quedó pensativo. Leí un rato.
—Cuénteme más —me dijo el productor.
Pensé para mí: ¡Qué bueno que me lo dice! Bueno, para abreviar; conversamos por largo tiempo durante el vuelo. El caballero tenía muchos problemas con las Escrituras. Pero tanto usted como yo sabemos que muchas personas en el mundo secular han rechazado las Escrituras porque sólo han oído algo que es una caricatura, no porque sepan algo de las Escrituras.
Yo sostengo que la mayoría de las personas no han rechazado a Cristo Jesús.
Meramente han rechazado una caricatura de él. Han rechazado “iglesismo”.
Pero fundamentalmente no han rechazado a Cristo Jesús porque en realidad nunca han oído de él. Esa es la tragedia. El productor y yo conversamos sobre ese tema, y luego hablamos de la persona de Cristo Jesús.
—Bueno, ¿pero cómo sabe quién es él y lo que es? —interrogó el hombre.
Le di la sencilla respuesta de que Jesús o era lo que dijo ser o era un sicótico o era el mayor fraude.
—Ricardo —le dije finalmente—, tendrás que decidir quién es, sobre la base de la evidencia. No puedes llegar a la conclusión de que Jesús fue el maestro más grande que jamás vivió. La razón: Este gran Maestro dijo: “Yo soy Dios.”
Y ningún gran maestro es un impostor. Tendrás que aceptar la palabra de Jesús sobre lo que él dijo o rechazarlo.
Y seguí leyendo mi revista.
Mi amigo diácono, que estaba en el otro asiento, estaba orando por mí. Al fin el capitán dijo: “Vean el panorama abajo.” Yo sabía que el tiempo se me estaba yendo. “Padre, oh Padre, no puedo convencer a este hombre.” Estaba teniendo toda suerte de problemas con las relaciones con sus obreros así como también con su familia. Estaba tratando de reintegrar a su familia y estaba desesperado.
Los últimos momentos de ese vuelo, al cruzar las montañas, vi que, al mirar por la ventanilla, le brotaban las lágrimas. Se dirigió a mí y me dijo: —Oscar, esta mañana me arrodillé en mi hotel y oré: “Querido Padre, si hay un Dios, necesito ayuda. Envíame a alguien.” Me tomó del codo y dijo:
—Dios te envió. Ahora, ¿qué hago?
—La primera cosa que harás es entregarte a la autoridad absoluta de Cristo
Jesús y permitirle ser el Señor de tu vida. Vas a tener que aceptar sus condiciones para acercarte a Dios. No puedes acercarte sobre tus condiciones.
Ricardo, si leyeras la biografía de cada gran cristiano de la historia, descubrirías algo muy interesante. Jorge Whitfield, Juan Wesley, Martín Lutero y muchos otros grandes cristianos de quienes la historia afirma que fueron grandes hombres de Dios, lucharon intensamente con Dios al buscarlo. Todos ellos tenían un problema fundamental. Si bien buscaban a Dios con todo su corazón, lo estaban buscando sobre la base de sus condiciones. Sólo cuando abandonaron sus condiciones y se llegaron a Dios, Dios los aceptó. Cuando cada uno de ellos por fin se dio por vencido y dijo: “Yo acepto tus condiciones, sean cuales fuesen y cuéstenme lo que me cuesten, entonces instantáneamente, inmediatamente, Dios se les reveló a sí mismo.
Querido lector: Yo no sé quién eres, pero sí quiero que sepas que el primer paso, el primerísimo paso para llegar a conocer a Dios íntimamente en una relación personal, es llegar a él bajo sus condiciones. Tenemos que aceptar esas condiciones cada día.
Colosenses 2:6 dice: “Por tanto, de la maneraque habéis recibido al Señor Jesucristo, andad en él.” ¿Qué quiere decir eso?
Significa que así como aceptamos a Cristo Jesús, por fe, caminamos con él cada día por fe.
Amós 3:3 pregunta: “¿Andarán dos juntos, si no estuviesen de acuerdo?”
Si estuviesen de acuerdo, entonces significa que debo volverme y aceptar las condiciones de Dios en total conformidad con él para recorrer dicho peregrinaje. Entonces, si usted hace eso, el Señor dice: “Yo me revelaré en tu vida.”
Luego de aceptar las condiciones de Dios para establecer una relación con él, debemos aceptar sus condiciones para establecer relaciones horizontales con las personas.
Cuando Ricardo bajó del avión, me miró y dijo:
—Gracias, Oscar. He necesitado esto toda mi vida.
DESCUBRIENDO EL PLAN
Antes de enseñar en el seminario, prediqué por veinticuatro años y pastoreé por unos veinte años. La mayoría de los conceptos de la evangelización que había leído recalcaban el adiestrar a las gentes para hablarle a la persona X acerca del Señor.
Al iniciar los preparativos para enseñar en el seminario, no tomé la responsabilidad con ligereza. Estaba muy consciente de la admonición de Santiago: “Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos mayor condenación” (3:1). De modo que me di cuenta de que a quien mucho le es dado, mucho le será requerido.
En un año tengo más de mil alumnos. Estos alumnos irán literalmente hasta los confines de la tierra para proclamar el evangelio. De modo que oré: “Padre, enséñame primero a mí para que yo les pueda enseñar a ellos.”
Si va a enseñar o predicar, no enseñe conceptos. Los conceptos sólo son conocimiento intelectual; enseñe un estilo de vida. Ya lo ha vivido. Ya sabe que funciona. Enseñe un estilo de vida. Nunca podrá llevar a una persona más cerca de Dios que lo que usted está. La evangelización debe fluir de una vida. No es algo que pueda aprender de un libro de texto, presentar exámenes, sacar buenas calificaciones y tener asegurado el éxito. Cuando salga al mundo, si no tiene un estilo de vida, usted fracasará. Su estilo de vida debe revelar quién es usted.
La segunda cosa que hice fue proponerme leer el Nuevo Testamento una vez al mes, buscando estrategias. Siempre estamos buscando nuevos tipos de planes.
Todos los que están en el campo educativo, y cada pastor, siempre están buscando algo nuevo, formas nuevas de hacer las cosas. La variedad es la sazón de la vida. Y lo es. Usted no quiere hacer todo de la misma manera siempre. Pero sí quiere hacer todo en forma bíblica. ¿Cómo lo hicieron en el Nuevo Testamento?
Al estudiar el Nuevo Testamento, buscaba una estrategia, una idea. Al fin comencé a ver cómo ésta se levantaba como la niebla sobre la floresta. Al principio era una cosa casi imperceptible. Luego, súbitamente, se aclaró.
¡Siempre había estado allí! Sólo que yo no la había visto antes. La palabra más importante en nuestro idioma es la palabra relación. El evangelio siempre se movió sobre las líneas de relación: Jerusalén, Judea, Samaria, los confines de la tierra, como si fueran olas.
FORMULANDO EL PLAN
Hechos 20:20 dice que fueron “de casa en casa”. Andrés buscó a Pedro; Felipe a Natanael; la samaritana, su ciudad. Cornelio se volvió a su casa; el carcelero de Filipos, a su casa; al salvaje gadareno vestido y en su sano juicio,
Jesús le dijo que fuera a sus amigos para contarles cuan grandes cosas el Señor le había hecho.
Si lee todo el Nuevo Testamento, usted notará esto. No es nada profundo, sino que es algo tan natural como pueda serlo cualquier cosa. Si algo es genuino en nuestras vidas, la cosa natural es querer compartirlo con quienes conocemos.
¿Acaso no es razonable suponer esto? Parecía que siempre estábamos entrenando a las gentes en la evangelización para que fuesen a la Persona X por allá lejos. Pero no hay una relación previa con la Persona X. La evangelización como estilo de vida en el Nuevo Testamento no comenzó con una Persona X.
Esa evangelización pasó por relaciones que ya habían sido establecidas.
Cuando el concepto de la evangelización como estilo de vida primero comenzó
a germinar en mi mente, había sido invitado a presentar una clase de evangelización dos noches por semana en un instituto bíblico. Al ir a clase esa semana, iba pensando sobre este concepto. Llegué a clase. Conforme continuaba pensando dibujé siete círculos en el pizarrón. Parecían un blanco para una flecha. Eran círculos concéntricos. El círculo 1 es el Yo. El círculo 2 es la Familia inmediata. El círculo 3 son los Parientes. El círculo 4 son los Amigos íntimos. El círculo 5 son los Asociados en los negocios y los vecinos. El círculo 6 son los Conocidos, el círculo 7 es la Persona X.
FORMULANDO EL PLAN
<442020>
Hechos 20:20 dice que fueron “de casa en casa”. Andrés buscó a Pedro;
Felipe a Natanael; la samaritana, su ciudad. Cornelio se volvió a su casa; el
carcelero de Filipos, a su casa; al salvaje gadareno vestido y en su sano juicio,
Jesús le dijo que fuera a sus amigos para contarles cuan grandes cosas el Señor
le había hecho.
Si lee todo el Nuevo Testamento, usted notará esto. No es nada profundo, sino
que es algo tan natural como pueda serlo cualquier cosa. Si algo es genuino en
nuestras vidas, la cosa natural es querer compartirlo con quienes conocemos.
¿Acaso no es razonable suponer esto? Parecía que siempre estábamos
entrenando a las gentes en la evangelización para que fuesen a la Persona X por
allá lejos. Pero no hay una relación previa con la Persona X. La evangelización
como estilo de vida en el Nuevo Testamento no comenzó con una Persona X.
Esa evangelización pasó por relaciones que ya habían sido establecidas.
Cuando el concepto de la evangelización como estilo de vida primero comenzó
a germinar en mi mente, había sido invitado a presentar una clase de evangelización dos noches por semana en un instituto bíblico.
Al ir a clase esa semana, iba pensando sobre este concepto. Llegué a clase. Conforme continuaba pensando dibujé siete círculos en el pizarrón. Parecían un blanco para una flecha. Eran círculos concéntricos.
El círculo 1 es el Yo.
El círculo 2 es la Familia inmediata.
El círculo 3 son los Parientes.
El círculo 4 son los Amigos íntimos.
El círculo 5 son los Asociados en los negocios y los vecinos.
El círculo 6 son los Conocidos.
El círculo 7 es la Persona X.
Le dije a mi clase: “El evangelio se mueve en líneas contiguas, líneas de relación.” Expliqué lo de los círculos y lo que cada círculo representaba.
“Ahora”, dije, “yo creo que Dios hace a usted responsable de todas las personas que él pone en su esfera de influencia. Muchos de nosotros venimos a estudiar la evangelización para pasar del círculo 1 al Círculo 7 para resguardar nuestras conciencias porque en los Círculos del 2 al 6 hay relaciones fragmentadas que preferiríamos pasar por alto.”
Cuando tenemos relaciones quebrantadas horizontalmente, también tenemos una fragmentada relación vertical, con Dios. No es que no conozcamos a Dios.
Lo que pasa es que no es realmente Señor de nuestra vida. No estamos dispuestos a permitirle a él ser todo y aceptar a las personas bajo las condiciones de él.
Con la Persona X nuestro estilo de vida no tiene que ser consecuente.
Podemos hablar y seguir nuestro caminito. No hay nada malo con hablarle sobre Jesús a la Persona X. Al fin y al cabo es lo que debemos hacer. Dios traerá a estas personas a nuestras vidas; pero si no podemos hablarles a las personas que están en los Círculos del 2 al 6 acerca del Señor, entonces somos hipócritas. Estamos fingiendo. No somos personas genuinas. Si somos genuinos entonces vamos a querer compartir con los que están más cerca de nosotros.
He predicado por tanto tiempo que puedo leer las expresiones de las personas en la congregación. Me he fijado que los niños en un servicio se distraen viendo a un bichito en la pared. Sé que escucharon todas mis palabras. Estaban pensando.
He contemplado a otras personas que están píamente sentadas allí. Me miraban fijamente, sin embargo, no me estaban viendo. Yo sé cuándo están escuchando. Yo sé cuándo están sufriendo.
A medida que hablaba a la clase, tomé nota de una dama sentada en la última hilera. Observé la distorsión en su rostro. Sufría. O bien estaba padeciendo de un ataque renal o yo estaba diciendo algo que estaba lastimándola. Fue lo último. Ella se alejó rápidamente aquella noche, no dándose cuenta de que tendría que soportarme otra vez.
Regresé la siguiente semana. Ella no me esperaba. Me miró y dijo:
¡Ah, es usted otra vez!
Eso siempre es estimulante. Se sentó y dijo:
—Quiero hablar con usted después de clase. ¡Ay! No se me había hablado así desde que estaba en el segundo grado, cuando solía … bueno, no les diré qué hacía.
Después de clase llegó hasta mi escritorio y dijo:
—Usted me lastimó la semana pasada. Le dije:
—No comprendo.
—Usted dijo que yo venía aquí para estudiar cómo hablarle a la Persona X acerca del Señor.
Ella lo había personalizado. Lo había interiorizado. Continuó:
—Yo estaba distanciada de mi esposo y de mis dos hijos. No fue culpa de ellos. Fue mía. Vine aquí para aliviar mi conciencia. Después de la semana pasada, el Espíritu Santo se apoderó de mí. Yo sabía que tenía que regresar a casa.
Mientras lloraba, dijo:
—Yo quiero que usted sepa que he aceptado a Jesús bajo sus condiciones de reconciliación. Mis condiciones nunca nos hubieran reconciliado. Tuve que
aceptar las condiciones de Jesús.
Favor de comprender esto. Usted puede aceptar las condiciones de otra persona o puede seguir con sus condiciones para establecer una relación, pero nunca será una relación perdurable sino hasta tanto acepte las condiciones de Jesús. ¿Por qué? Porque así fue hecho usted.
Ella lloró y dijo:
—Ya estoy en casa. Pero, ¿sabe usted lo que ha ocurrido? La timidez que siempre he tenido hacia la Persona X ha desaparecido. Cuando Jesús se convirtió en Señor de mis relaciones, él quitó mi timidez.
Yo dije:
— Gloria a Dios. Eso es: las relaciones.
PRUEBA VIVA
Regresé a mi clase regular en el seminario al siguiente día. Mis queridos alumnos nunca saben lo que sucederá. Dije: “Olvídense de todo. Vamos a comenzar de nuevo. “Ya estábamos a medio semestre. Me miraron extrañadísimos.
Continué diciendo: “Tengo una nueva asignatura para ustedes.
No será posible que la concluyan este semestre. No la terminarán sino hasta que Dios los lleve a las mansiones eternas.”
Dibujé los Círculos Concéntricos y dije: “El evangelio no se propagó de casa en casa por la calle como un balanceado censo. Fue de casa en casa en casa.
“Dios los responsabiliza por cada persona que llega a penetrar la esfera de influencia de ustedes: sus Círculos concéntricos. Hay personas en cada uno de sus círculos a quienes ustedes tocan diariamente; y ni siquiera las ven. Algunas de estas personas son gruñonas, algunas de ellas les son poco simpáticas, y a otras ustedes no las quieren amar; pero allí están. Están allí para que ustedes las ayuden, satisfagan sus necesidades y las conduzcan a Jesús.
“¿Cuántos de ustedes tienen parientes que no saben si han aceptado a Cristo o no? ¿Cuántos de ustedes han venido al seminario para aprender a hablarles del
Señor a la Persona X?”
A punto de seguir, un joven a mi izquierda me interrumpió diciendo:
—Doctor Thompson, yo tengo toda suerte de problemas con lo que acaba de decir.
Volteé y dije: — ¿Qué ocurre?
El impacto del momento lo había dejado mudo. La asignatura había dado en un área de rencor en su vida que él no sabía cómo manejar. Dijo:
—Usted no comprende. Usted se crió en un hogar cristiano. Pero mi padre abandonó a mi madre y a mí hace veintiséis años y medio. Yo tengo veintisiete años. Nunca lo he visto. ¡NI QUIERO VERLO!
Susurré:
—Ah.
Una clase de sesenta alumnos. El no se daba cuenta de lo que había pasado.
Todo ese rencor encerrado comenzó a fluir.
Suavemente, me volví a pizarrón. Hablando quedamente con el Señor, dije:
“Señor Jesús, ama a este joven a través de mí. Por favor, llena su necesidad.”
Vino a mi mente un pasaje de la Escritura. Escribí Mateo 6:14, 15 en el pizarrón. Mi traducción fue: “Por causa del amor de Jesús y su perdón en mi vida, debo estar presto a perdonar si he de ser perdonado yo.”
Dije: “En otras palabras, no se les da a las personas lo que se merecen. Se les da lo que ellas necesitan.”
Volví mi rostro a la clase y el Espíritu Santo estaba realizando su labor. Dije:
—Joven, yo creo que usted está en esta clase por la providencia divina. Yo creo que Dios me enseñará algo y a usted también, así como también a la clase.
Porque si no puedo perdonar a otro sobre la base de la gracia infinita de Dios, entonces Dios va a tener un grave problema para perdonarme a mí (Mateo 6:14, 15). El padre de usted no merece el perdón pero tampoco lo merecemos ni usted ni yo.
Las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas. El Espíritu Santo descendió sobre aquella clase. El joven dijo: —¿Qué debo hacer? No sé dónde esté mi padre. Quizá ni viva. Yo le dije:
—No importa. Su problema es de actitud. Llévelo a Dios, permítale a él decirle lo que debe hacer, y deje el problema allí. Si Dios le ayuda a encontrar a su padre, usted sabrá qué tiene que hacer.
El dijo:
—Sí.
Tuvimos una reunión de oración. Fue un momento glorioso.
Pasaron las semanas. Cierto día el joven llegó a clase caminando como en las nubes, lo que me hizo pensar si trabajaría en una compañía de helicópteros.
Dijo: “Doctor Thompson, tengo algo que decirle. Tengo que compartirlo. No puedo esperarme.
A estas alturas yo ya había perdido la hilación de lo que estaba diciendo, de modo que le dije que hablara él. “Anoche”, dijo, “recibí dos llamadas telefónicas. La primera era de mi madre para comunicarme que una de mis ancianas y santas tías había ido para estar con el Señor. Siempre había pensado que ella era hermana de mamá, pero no. Era hermana de papá la que había permanecido ligada a la familia.
“A las 11 recibí una segunda llamada, y la voz decía: ‘Hijo… aunque no tengo derecho de llamarte hijo, pero oí decir que estabas en el seminario, preparándote para el ministerio. Pensé que te interesaría saber que recientemente entregué mi vida a Cristo Jesús. ¿Puedes perdonarme por lo que he hecho?’“
El joven continuó: “Cuando pude dejar de sollozar, hablamos. Estuvimos una hora en el teléfono. Mi padre dijo: ‘Hijo, ¿puedo ir a tu graduación?’ “
En mayo de ese año estábamos en el procesional de la graduación con todos nuestros atavíos académicos. Alguien me cogió del brazo. Era este joven.
Me condujo a donde estaba un hombre bajito de estatura que me miró a través de gruesos lentes. “Dr. Thompson, este es mi padre. Papá este es mi profesor.”
¿Qué se dice? Nos abrazamos los tres. Eso, querido amigo, es el evangelio de
Cristo Jesús.
Si hay relaciones quebrantadas entre usted y los de sus Círculos Concéntricos, ocurrirá una ruptura en el fluir del Espíritu Santo a través de su vida.
Jesús lo manifestó claramente en Mateo 5:23, 24. El nos enseñó a confesar nuestras relaciones incorrectas y a rectificarlas antes de llegar a adorar al Padre.
Yo creo con todo mi corazón que cuando hay que profundizar en el pozo a fin de que fluya el agua, hay algo incorrecto en alguna relación en algún lado.
Cuando las relaciones están bien, el fluir del Espíritu Santo es como un pozo artesiano que salta por todas partes. Todo nuestro adiestramiento para la evangelización será menos útil hasta que corrijamos esas relaciones.
2. DESCUBRIENDO Y GUSTANDO DEL
VERDADERO USTED
CONSIDEREMOS el Círculo 1: Yo, y lo que hace que continúe fluyendo la corriente divina. No importa cuál metodología usemos, si el yo no está bien tendremos problemas. El yo es el mayor problema que usted y yo tenemos. En la economía natural del yo, decimos: “Yo me amo, yo quiero que usted me haga feliz a mí.” ¡Qué lindo! Siempre y cuando tú satisfagas mis condiciones, todo andará bien. El único problema es que esto no funcionará.
Hay dos relaciones fundamentales en la vida. Una de ellas es la relación horizontal que tenemos con otras personas. Pero la relación más importante que tenemos es con el Padre. El ha establecido todas las bases para todas las demás relaciones. La única forma por la cual cualquiera de nosotros puede acercarse al Padre es según las condiciones del Padre. El aceptar sus condiciones para las relaciones significa que abandonamos para siempre, el derecho de escoger a quienes amamos. El tipo de amor que expresemos no tiene nada que ver con apariencia, edad, configuración, tamaño, color, raza, bondad, hostilidad o personalidad. Quienquiera que escoja a Jesús, a esa persona amaremos.
En las relaciones de matrimonio, de negocio, o de índole interpersonal, tenemos que aceptar el señorío de Jesús. Cuando Jesús llega a ser Señor de nuestras vidas, él atraerá a nuestros círculos personas que no serán hermosas. Jesús dijo que cualquier pecador puede amar a otro pecador. Tú me amas a mí; yo te amaré a ti. Tú no me amas, yo tampoco te amaré. Nos convertimos en una sociedad de admiración recíproca.
IMPLOSIÓN O EXPLOSIÓN
¿Ha estado alguna vez en iglesias que se han convertido en sociedades de admiración recíproca? Las personas que tienen necesidades se unen. Hallan consuelo al sentir que sus necesidades son satisfechas. Entonces, en lugar de llegar a ser una explosión cuando sus necesidades han sido satisfechas, se convierten en una élite y experimentan una “implosión”.
¿Sabe usted lo que es una implosión? Una implosión explota interiormente y luego se consume. Sólo son escombros. ¿Ha visto usted cuando esto ocurre en una iglesia? Nos amamos los unos a los otros y no hay ninguna amenaza. Luego nos sentimos amenazados cuando algún visitante trata de penetrar nuestro “pequeño mundo seguro”. La razón por la cual muchas iglesias nunca maduran se debe a que llegan a ser sociedades de admiración recíproca. “Predican la Palabra” pero no llegan a nadie.
Las clases de escuela bíblica dominical también pueden resultar así. Cuando somos amenazados y nos sentimos inseguros, sólo nos sentimos a gusto con nuestros amigos. Por consiguiente, no queremos que nadie extraño llegue a perturbar nuestra seguridad.
Querido amigo: El plan de Dios para la iglesia no era que permaneciera en
Jerusalén. Por consiguiente, no somos responsables únicamente por Jerusalén.
¿Qué les pasó a esos creyentes que permanecieron en Jerusalén por doce años, sin obedecer el mandato de Jesús? ¡Cayó fuego! Llegó la persecución.
Puede usted leer el libro de Hechos y pensar que fueron por todas partes. Sí, lo hicieron durante algún tiempo. Hubo algunos pequeños incendios pero luego estos creyentes se hicieron exclusivistas, especialmente los judíos.
Experimentaron la implosión, no la explosión. Eso le ocurrirá a usted si no conoce el plan de Dios para su vida.
COMPRENDIENDO EL CUERPO
Efesios 4, Romanos 12 y 1 Corintios 12 hablan de los dones del cuerpo de
Cristo, la iglesia. El don de la administración dado por Dios capacita a una persona a reconocer una situación y controlarla. Yo no tengo el don de la administración. Yo no sería capaz de organizarme para salir de una situación sencilla. Pero sí poseo el don de la misericordia. Ese es mi don espiritual y soy pastor y maestro. Yo sé cuáles son mis dones. Yo no pido disculpas por ellos.
Puedo entrar en un salón y en espacio de treinta minutos decirle cuáles personas están sufriendo. Algunos de ustedes también poseen el don de la misericordia. Otros tienen el don de la administración. Debemos trabajar como un cuerpo bajo la cabeza de Cristo a fin de atraer al mundo a él. Mi don no es el de usted. No desee usted mi don. La soberanía de Dios imparte el don. No comience pidiéndole a Dios algún don espiritual específico. El sabe lo que quiere hacer con usted y también sabe dónde se ubica usted en el cuerpo.
Vamos a suponer que usted es un dedo del pie y usted dice:
“Señor, yo quiero ser ojo. Dios, tengo que ser ojo. Quiero el don de ser ojo.”
El Señor dice: “No, yo te hice un dedo del pie.”
“Señor, yo quiero ser ojo.”
“Bueno, tú puedes ser ojo, pero lo único que jamás verás es el reverso de una media.”
Necesitamos reconocer nuestros dones espirituales y emplearlos para fortalecer el cuerpo de Cristo. Esto hace que volvamos al tema de amar a las personas, satisfaciendo sus necesidades. ¿Cómo podemos amar a alguien a quien nunca hemos aprendido a comprender? Si Jesús mora en usted y en otra persona, es absurdo decir que usted choca con dicha persona. Muchas veces esos llamados choques ocurren cuando las personas no comprenden sus dones espirituales y cómo se ubican dentro del cuerpo de Cristo, la iglesia.
En otras palabras, trate de ver a la otra persona desde el punto de vista de
Dios. Comprenda cómo ha de funcionar la otra persona en el cuerpo. Si comprende esto, podrá comprender las acciones de esa persona. Si tiene el don de misericordia y otra persona tiene el don de profecía, a fin de aceptarse tendrá usted que comprender cómo cada uno de ustedes se ubica en el plan de Dios para la iglesia.
EL PLAN PARA MÍ
Hablemos del Círculo 1, Yo. Hemos sido diseñados para gozar de compañerismo con el Rey. Así como el pájaro fue hecho para el aire y el pez para el mar, las personas fueron creadas para gozar de compañerismo con Dios. Nada, absolutamente nada, satisfará las más profundas necesidades de nuestro ser sino hasta tanto tengamos compañerismo con Él, lo cual a su vez resultará en compañerismo con otros sobre las bases que Él establece.
LA PERSONA NO REAL
Aprendemos acerca de relaciones en el hogar. Podemos jugar juegos cuando estamos en la escuela y en la casa y en otros lugares. Podemos ponemos las máscaras con las personas. Pero siempre estamos cambiando nuestras máscaras. Con una persona somos de una manera, con otra de otra manera y en los negocios aún de otra manera. Sentimos que tenemos que ser de determinada manera si deseamos provocar un tipo específico de respuesta de un cliente o de un empleado o de un patrón. Por consiguiente, nos ponemos
estas máscaras y después de un rato nos olvidamos de cuál máscara nos pusimos con cuál persona. Repentinamente hacemos un cambio y ellas piensan:
“¡Ah! ¿Le ha pasado esto alguna vez?”
No se quede sentado con una mirada tan pía. Yo sé. Este es nuestro problema.
¿Cómo podemos cultivar una relación con una persona irreal?
SINTIÉNDOSE BIEN ACERCA DE UNO MISMO
En primer lugar, Dios desea que usted se sienta bien con usted mismo. Las Escrituras dicen: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mateo 19:19).
No se puede amar a otros sin amarse uno mismo. Se tiene que sentir bien uno mismo.
Por causa de mi trabajo con pacientes de cáncer y el ministerio a personas con tensiones, tuve la oportunidad de dictar conferencias en la Universidad de
Harvard en su departamento de sicología y en el ramo de la tensión. Les dije lo siguiente: “Por profesión soy académico, pero esta mañana no quiero ser académico. Pretendo invitarles a penetrar mi propia vulnerabilidad, mi propia experiencia con el cáncer. Quiero contarles mi historia. Mi propósito para estar aquí no es presentarles un monólogo científico sino satisfacer necesidades en su vida ... en otras palabras, quiero amarles.”
Continué: “Quiero amarles, quiero satisfacer las necesidades que hay en sus vidas. Alguien en sus familias o alguien en sus círculos de amistades o quizá ustedes mismos, algún día sufran de cáncer.” Entonces les hablé de la persona de Cristo Jesús como el centro de la vida y cómo él nos ha diseñado y también cómo la tensión afecta el cuerpo humano.
Después de hablar, un buen número de personas me habló.
Muchas de ellas me dijeron: “No hemos escuchado esto acerca de la persona de Cristo.” La mayoría de los intelectuales nunca ha escuchado una presentación clara del evangelio, la verdadera historia de Cristo Jesús. De modo que no se sienta inhibido por las personas del mundo académico o del mundo secular. También estas personas están dolientes. Ámelas. No se preocupe por lo que puedan pensar de usted.
Dios quiere que usted se sienta bien respecto de usted mismo. El quiere que usted se ame a usted mismo. Eso parece extraño, ¿verdad? ¿Qué sucede cuando usted se ama a usted mismo? En Efesios la Biblia amonesta a los esposos a amar a sus esposas como aman a sus propios cuerpos (5:28). ¿Se para usted frente al espejo y dice: “Ah, yo me amo”? No. No se le pone carne de gallina al contemplarse en el espejo. Si eso ocurriera, habría problemas.
Lo que sucede cuando se ama a usted mismo es que satisface sus propias necesidades. Usted se alimenta, se lava, se limpia, se pinta, se lustra, se viste, se mantiene caliente, se mantiene fresco. ¿Hay algo malo en cualquiera de estas cosas? Por supuesto que no. Eso es amarse. Dios quiere que nos cuidemos. El amor es satisfacer necesidades.
Al madurar, asumimos la responsabilidad de una familia y Dios nos enseña cómo satisfacer las necesidades el uno del otro. Esa es la razón por qué Dios dio bebés a madres y padres. En el hogar las personas aprenden cómo trabaja el Padre celestial a fin de que ellas puedan satisfacer las necesidades de los bebés. Conforme las necesidades de estos pequeños son satisfechas, ellos saben que son amados.
USTED Y SU COMPLEJO DE INFERIORIDAD
Como pastor consultor para la Fundación de Cáncer, en cierta oportunidad hablé ante la sociedad médica. Estaba hablando sobre la tensión y sus efectos y dije: “Según un sicólogo industrial, 95% de las gentes, para cuando cumplen los seis años, tienen complejos de inferioridad. No están seguras de sí mismas.”
Uno de mis colegas me detuvo. Me dijo que yo estaba equivocado. ¡Qué bien se siente uno cuando dice esto! El dijo: “No es el 95%. ¡Es 100%! Cada niño para cuando cumple seis años tiene un complejo de inferioridad.”
Esto es probablemente cierto.
Conforme crece el niño, dice: “Cómo me siento respecto de mí mismo?” Un niño puede tomar diferentes decisiones. Puede ser agresivo, y los adultos llegan a la conclusión de que se siente seguro de sí mismo. Sabe quién es. Está bien.
Frecuentemente eso no es más que su intento por atraer la atención porque no está seguro de sí mismo.
Luego, por el otro lado de la moneda, está el niño que no participa socialmente
y siente temor de expresarse. Es tímido. Estoy teniendo en cuenta los distintos tipos de personalidades. Cometemos muchos errores al juzgar la vida de un cristiano. Nos encontramos con un super vendedor y pensamos: “Si éste llegase algún día a aceptar a Cristo, seria formidable en el trabajo personal.” Quizá sí y quizá no.
No piense que la agresividad es forzosamente sinónimo de la espiritualidad.
Algunas de las personas más pasivas y los tipos de personalidad más pasiva, se sienten muy seguros de sí mismos y son grandes canales de amor. No los vemos, pero sí el Señor los utiliza.
RECUERDE OTRA COSA
Cuando usted se convierte, Dios no cambia su personalidad. El cambia su carácter. Hay una gran diferencia. El quiere que usted sea usted. Pero quiere ser Cristo en usted. El quiere moverse a través de usted.
Todos nosotros nacimos con la primera naturaleza adámica. Su lealtad consta de tres palabras, todas ellas pronombres personales: yo, mío y mí. Llevamos esta naturaleza al mundo de los negocios. Vale, sacarle provecho a cuanto se pueda, guardar todo lo que se pueda, nunca usar de los ahorros y no compartir los bienes con nadie. Eso es yo, lo mío y mí. Esa es la vieja naturaleza adámica.
NECESITAMOS SER EQUILIBRADOS
Pero el yo busca equilibrio. Nuestras vidas se asemejan mucho a un sube y baja. El punto de equilibrio lo representa usted y me presenta a mí.
Vienen los problemas de la vida y la presión nos empuja hacia abajo para hacernos pensar menos de nosotros mismos. Nos sentimos culpables y esto empuja la antigua naturaleza adánica más abajo aún. Pero la vieja naturaleza adámica quiere resurgir.
Todo esto comienza a temprana edad. Todo cuanto queremos es ser equilibrados, pero alguna otra persona se sube en nuestro sube y baja y comienza a criticamos, empujamos nuevamente hacia abajo. Cualquier tipo de crítica provoca una reacción inmediata. ¿Qué hacemos? Si me pega, ¿qué haré? Lo que voy a hacer es pegarle. Usted me critica y yo le voy a replicar que usted no es la perfección andando. Esto es lo natural, lo normal que procede de la compensación personal: yo me voy a cuidar a mí mismo.
Cuando alguien trata de ayudamos, somos sensibles y nos sentimos inseguros.
Pensamos que otros nos están pisoteando. Y entonces tratamos de volver a subir. No estoy tratando de ser sicológico. Estoy tratando de aplicar los conceptos bíblicos. Entonces, cuando comenzamos a reaccionar ante otras personas, nos sentimos dueños de la situación. Si poseemos habilidades naturales, empleamos dicho control para nosotros mismos.
¿POR QUE INTIMIDAMOS?
Pero la persona agresiva con un profundo complejo de inferioridad debe dominar a todo el mundo y controlar la situación. Esa persona intimida a otros en la iglesia, en la familia o en el negocio porque dicha postura le hace sentirse bien.
Muchas iglesitas rurales adoptan una estructura jerárquica de familia. Se convierten en el único lugar donde algunas personas pueden ejercer la autoridad. Pero Dios nunca recibe la gloria, y estas personas sufren todos los días tratando de chupar los jugos de la situación sólo con el fin de controlar todo. ¿Acaso no es esto trágico?
Hay cosas que nos doblegan y nos empujan hacia abajo. Una de ellas es la culpabilidad.
Hay dos tipos de culpabilidad. Está la culpabilidad real y esa es culpabilidad frente a Dios. He pecado contra Dios. He quebrantado una de sus reglas. He sido egoísta. Esta es auténtica culpabilidad. La otra es la culpabilidad auto-impuesta.
Se puede recibir el perdón por la genuina culpabilidad pero no se puede recibir perdón por culpabilidad auto-impuesta. Algunos de ustedes han permitido que Dios les perdone pero nunca se han perdonado personalmente. Por consiguiente, no están ustedes seguros de que Dios les haya perdonado. Por tanto, ustedes sufren.
Con esta culpabilidad autoimpuesta presionándonos, confeccionamos nuestros planes; pero éstos se desbaratan. Colocamos todas nuestras esperanzas en una sola cosa y súbitamente, todo queda en la nada. Cuanto nos queda es el cascarón vacío. Invertimos nuestras vida en cosas y al fin de cuentas, no hay nada. ¿Por qué? Estos son mis conceptos.
EL EMPEÑADO EN EL ÉXITO
( Continuará)