TRADUCIDO POR
NELDA B. DE GAYDOU
CASA BAUTISTA DE
PUBLICACIONES
ÍNDICE
Prefacio
Un mensaje personal del autor
1. Principios básicos en la administración de
prioridades
Control interno
Potencial limitado
Prioridades mal colocadas
Prioridades mantenidas
2. El ministro como cristiano
Ser una persona cristiana
Una fe sensible
Una disciplina práctica
Una relación nutritiva
Una humanidad asumida
Dinámica para lograr el desafío
Una persona amante
Una persona gozosa
Una persona pacífica
Una persona paciente
Una persona benigna y bondadosa
Una persona fiel
Una persona tolerante
Una persona con dominio propio
3. El ministro como cónyuge
La importancia de un matrimonio sano
Una alta prioridad
Un laboratorio
Una sinfonía
Una afirmación
Las inversiones en un matrimonio sano
La interacción íntima
La seguridad
La autoestima
El afecto compartido
4. El ministro como padre
El orden de las prioridades
El desempeño efectivo de la función de padre
Administrar un ambiente de aprendizaje
Ser modelo de salud personal
Proveer afecto y afirmación
Proveer seguridad
5. El ministro como miembro de la iglesia
La confrontación con los mitos clericales
Más similitudes que diferencias
La necesidad de pertenecer
Los modelos ministeriales
El modelo monástico
El modelo médico
El modelo administrativo
Cristo, nuestro modelo
El fortalecimiento de las relaciones pactadas
Una relación básica
Una relación interpersonal
Una relación de apoyo
Una relación de cuidado
6. El ministro como empleado
Un proclamador del evangelio
Vivir con la palabra
Desarrollar técnicas de proclamación
Dejar que Dios obre en la proclamación
Líder y administrador
Guiar a la gente en la obra de la iglesia
Administrar los recursos de la iglesia
Cuidador
El consejo personal
Las reuniones congregacionales
Grupos de cuidado
Un representante de la iglesia
7. El ministro como ciudadano
Una norma para las prioridades
Areas de participación
Contribuciones como ciudadano
Brindar apoyo
Aportar liderazgo
Mostrar enseñanzas morales y éticas
Ofrecer modelos personales y familiares
8. Cómo medir el éxito en el ministerio
Criterios externos de éxito
Medidas internas de éxito
Una autoevaluación
Para que este gráfico sea de valor
Exito en el ministerio (Gráfico de autoevaluación)
PREFACIO
“No voy a llorar más.”
Estas palabras angustiadas venían de un ministro que
compartía sus problemas
ministeriales en una carta. No sé si surgían de un
simple cansancio emocional o
de la sensación de haber llegado al límite. Pero sí
sé que muchos ministros están
llorando, si no exteriormente, al menos
interiormente, porque demasiados de
ellos experimentan sentimientos de frustración y de
derrota. Las razones son
múltiples. Varían desde lo que Wayne Oates
describiera como el aroma
amargo de la pobreza parroquial, hasta las presiones
de un mundo
sobreestimulado o las iglesias y sus miembros.
Muchos ministros se sienten
identificados con la mujer descrita por el poeta
John Keats: “En lágrimas se
hallaba entre el maíz ajeno.” Por cierto que no
todos se sienten enajenados,
pero el número pareciera estar creciendo. Se siente
en las conferencias, en las
librerías y demás lugares donde los ministros se
reúnen para discutir sus
problemas. También se siente en las cartas dirigidas
a los líderes
denominacionales.
Tres cosas resaltan claramente:
En primer lugar, los ministros no son más sicóticos
que los miembros de
cualquier otro grupo profesional. Puede que lo sean
menos. El ministro puede
tener la necesidad urgente de consejo, pero rara vez
necesita ayuda siquiátrica.
En segundo lugar, la carencia universal de los
ministros pareciera ser la
preparación técnica para su tarea. La idea
generalizada es que cualquiera
puede ministrar. Sospechamos que con demasiada
frecuencia se educa a los
ministros con pautas oscuras e ideales escolásticos
en vez de tomar en cuenta la
necesidad de aprender a manejar sicológica y
prácticamente la infinita variedad
de problemas en la iglesia de hoy. La habilidad para
saber manejar los
problemas son una cualidad natural e inherente; debe
ser adquirida.
En tercer y principal lugar, no hemos enfatizado el
aspecto racional del llamado
al ministerio, del cual la exteriorización del amor
es requisito fundamental. Las
tareas del ministro incluyen ayudar a la gente a
encontrar la vida integral. La
integridad depende de un sentido sano de pertenecer.
Pertenecer implica
relaciones sanas. Si las relaciones personales del
ministro están distorsionadas,
es imposible que comunique la integridad que se
encuentra en Jesucristo.
En este libro Ernest Mosley trata este requisito de
la relación. Lo organiza
alrededor de un concepto del ministro en afinidad
con Dios, la esposa, los
hijos, los miembros de la iglesia, el empleador y la
comunidad. Usa el concepto
hábilmente para proveer una estructura para ayudar
al ministro a identificar sus
prioridades y vivir con ellas. Mosley construye un
patrón claro y lógico para
que el ministro pueda poner en secuencia apropiada
todas las demandas que se
le hacen. Los ministros harían bien en leer este libro.
Podría significar su
salvación como ministros y como seres humanos. Por
lo menos podrían
aprender a no tener que llorar más.
Albert McClellan
UN MENSAJE PERSONAL DEL AUTOR
“La profesión médica ha llegado al extremo de la
especialización. Es hora de
que prestemos atención a la persona integral y que
dejemos de tratarla como un
par de riñones entre dos sábanas.” Cuando oí este
comentario de parte de un
cirujano del Hospital Johns Hopkins, dirigido a un
grupo de ministros, mis
emociones se aunaron a su favor. Me di cuenta de que
es posible salvar los
riñones y perder al paciente, pero eso representa un
éxito limitado para el
cirujano. No es ninguna consolación poder decir del
paciente que murió de
trauma emocional: “Pero le aseguré un buen par de
riñones.”
Mucha de la literatura para o acerca de los pastores
y otras personas que
ministran a las iglesias trata una parte de la tarea
ministerial o un área de la vida
del ministro. Se han llevado a cabo muchas clases,
seminarios y conferencias
que tratan al ministro como “dos riñones entre un
par de sábanas”. Los
especialistas en homilética a veces tratan al
ministro como si sólo fuera
predicador. Los especialistas en administración
parecen pretender que se
sumerja en la administración. Los especialistas en
cuidado pastoral lo tratan
exclusivamente como consejero. Recientemente los
especialistas en la vida de
familia han insistido en que el ministro es, ante
todo, un hombre de familia.
En realidad cumple todas estas funciones. Cada tarea
y cada relación es lo
suficientemente importante como para merecer
atención ilimitada. Pero ninguna
de ellas puede ser considerada aisladamente con
provecho. Hemos visto
desanimarse a buenos predicadores por sufrir de
anemia administrativa.
Consejeros clínicamente competentes se han enfermado
irreversiblemente en su
predicación. Pastores con toda la capacidad para
predicar, aconsejar, enseñar
y administrar dejaron el ministerio repentinamente
por no haber nutrido una
relación matrimonial.
Prioridades en el Ministerio está comprometido con
el concepto de que los
ministros son personas integrales. No ignora los
dones específicos dados a las
personas, ni las áreas de especialización necesarias
para ministrar a las iglesias.
La preparación total del ministro para la obra total
del ministerio exige el
desarrollo de habilidades especiales para tareas
especiales. Sin embargo,
Prioridades en el
ministerio tiene un enfoque global y
quiere mostrar la
relación entre las partes y la totalidad del
ministerio. Espero que estas páginas
sean leídas no sólo con la tarea del ministro en
mente sino también la vida. El
ministro necesita verse, y ser visto por otros, como
una persona total cuyo éxito
en cualquier área de la vida está relacionado
vitalmente con el éxito en las
demás áreas de la vida. Una percepción adecuada de
la vida y de la tarea es
fundamental para la efectividad del ministerio.
He decidido usar los términos ministro y ministerio
en un sentido limitado.
Según mi comprensión del mensaje bíblico y de la
teología del ministerio del
creyente, cada cristiano es ministro. El papel de
siervo sugerido por el término
ministro le pertenece a todo aquel que al llamarse
cristiano anuncia ser discípulo
de Jesucristo. Sin embargo, porque Prioridades en el
ministerio trata sobre
las personas que sirven como pastores, pastores
asociados, ministros de
educación, ministros de recreación, ministros de
administración, ministros de
evangelismo, consejeros y demás puestos especiales,
he decidido
arbitrariamente referirme a todas como ministros. De
cierto modo, estas
personas simbolizan el ministerio de todos los
creyentes entre sí y hacia la gente
que los rodea. A través de su vida y de su trabajo
simbolizan el ministerio
misionero de la iglesia que sirve a Cristo en el
mundo. Espero que este libro
hable a directores de misiones asociacionales, a
obreros denominacionales en
asociaciones, a convenciones, a juntas y agencias
nacionales, así como a
ministros que sirven como maestros en universidades
y seminarios. Todos
ministramos a las iglesias directa o indirectamente
al ayudar a preparar a
aquellos que sirven como ministros en congregaciones
particulares.
Prioridades en el
ministerio enfoca las prioridades que proveen
una guía para
tomar decisiones personales. Esto presupone una
responsabilidad individual por
el uso de las relaciones y de los recursos que Dios
nos ha encomendado. Se
basa en la convicción de que somos más efectivos, y
por ende nos sentimos
más realizados, cuando obramos por directivas
internas en lugar de reaccionar
a lo que quiere la gente que nos rodea. Al
experimentar y expresar la presencia
de Cristo en nuestra vida y su señorío a través de
ella, aceptaremos la
responsabilidad de ordenar nuestras prioridades y
guiarnos por ellas.
Al establecer y clarificar las prioridades, también
se desarrolla una vara para
medir el éxito del ministerio. Este sólo se puede
medir a la luz de la importancia
que se le da a una cosa. A medida que se reciben los
mensajes de la Biblia, se
responde al liderazgo del espíritu de Dios y se
estudian las necesidades de las
iglesias, se aprende más acerca de uno mismo, de las
relaciones y tareas. Se le
dará una importancia determinada a cada una.
Se desarrollarán prioridades y se encontrará la
relación entre ellas. El grado en
el cual se cumplen estas prioridades para la vida y
el trabajo constituye la
medida del éxito. Y no hace falta depender de otro
para saber si se llegó o no
al éxito. No se depende del crecimiento
institucional como medida principal. El
juicio viene de adentro, de un repaso de las
prioridades.
Durante los dos últimos años he hablado de
prioridades con individuos y con
grupos de ministros. Los puntos de mi lista y su
orden han cambiado muchas
veces. Más de mil ministros compartieron los
pensamientos y los sentimientos
que surgieron de sus experiencias con las
prioridades de la vida y del trabajo.
Reímos, lloramos y celebramos. Ahora estoy listo
para exponer las prioridades
y su orden. Los capítulos que siguen explorarán al
ministro como cristiano,
cónyuge, padre, feligrés, empleado, ciudadano y como
persona realizada.
Ernest E. Mosley
1. PRINCIPIOS BÁSICOS EN LA ADMINISTRACIÓN
DE PRIORIDADES
El ministro que quiere hacer posible la celebración
es un hombre de oración.
Sólo un hombre de oración puede llevar a otros a
celebrar porque todo el que
tiene contacto con él se da cuenta de que saca poder
de una fuente difícil de
localizar, pero obviamente fuerte y profunda. Las cosas
que suceden a su
alrededor lo conmueven profundamente, pero no
permite que lo abrumen.
Escucha atentamente, habla con una autoridad
evidente, pero no se altera ni se
pone nervioso fácilmente. En todo lo que dice o hace
demuestra tener una
visión que guía su vida y es obediente a ella. Le
hace distinguir con claridad lo
que es o no es importante. No es insensible a lo que
altera a la gente, pero
evalúa sus necesidades de otro modo al verlas en la
perspectiva de su visión.
Lo que dice suena convincente y obvio, pero no le
impone su opinión a nadie y
no se irrita cuando la gente no acepta sus ideas o
no cumple su voluntad. Todo
esto demuestra cuánto significa su visión y cómo
lucha por lograrla.
Henry J. M. Nouwen
Creative Ministry (Ministerio creativo)
Después de probar varios símbolos para representar
visualmente las
prioridades en el ministerio, elegí el de los
círculos concéntricos aquí
presentado. La idea tomó forma cerca de Hilo, Hawai,
mientras discutía estas
prioridades con los pastores y miembros del personal
de iglesias de la
Convención Bautista de Hawai. Uno de los pastores
dijo lo siguiente: “A mí me
suena como una serie de círculos concéntricos. El
más pequeño es el corazón,
o sea la prioridad más básica, mientras que cada
círculo adicional depende de
los círculos interiores.” La idea era tan sencilla.
Casi la había perdido por
buscar algo más profundo. Cuanto más pensaba acerca
de la verdad expresada
y miraba el diagrama en el pizarrón, más me
convencía de su significado. Sentía
que encuadraba con lo que había estado aprendiendo
acerca de mi vida y
ministerio, mis experiencias de frustración y
desilusión, mi crecimiento y gozo.
CONTROL INTERNO
Las lecciones de este modelo concéntrico dependen de
algunos principios
básicos y absolutos.
Primer principio: El control de las prioridades siempre debe ir de
adentro
hacia afuera.
El círculo central es el corazón de las prioridades.
Al ir hacia afuera, cada
círculo depende del anterior. Los controles de
nuestro comportamiento fluyen
de adentro hacia afuera. Por eso el escritor de los
Proverbios nos advierte:
“Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque
de él emana la vida”
(<200423>200423>Proverbios 4:23). Del mismo modo en que el corazón bombea la
sangre,
distribuyendo energía y limpiando el cuerpo, la
prioridad central del ministerio
provee vida, energía, apoyo y renovación a todas las
demás.
Si la mente responde a las ideas estructurales, se
puede pensar en el círculo
central como “la piedra angular”, alrededor de la
cual “todo el edificio, bien
ensamblado, va creciendo hasta ser un templo santo
en el Señor” (<490220>490220>Efesios
2:20, 21). La vida y obra del ministro están
sostenidas por una relación con
Jesucristo, “la piedra angular”. Si esta relación
prioritaria no recibe la atención
adecuada, ninguna inversión en las prioridades
externas puede hacer que logren
y mantengan su potencial. El mismo principio se
aplica en cada círculo
subsiguiente.
Pablo habló de Cristo, diciendo: “El antecede a
todas las cosas, y en él todas
las cosas subsisten” (<510117>510117>Colosenses 1:17). Todas las buenas relaciones y
oportunidades que el ministro desea son posibles
cuando las prioridades se
mantienen porque están sostenidas desde adentro.
Mientras que los controles
de las prioridades estén adentro, no hay que temer
que la vida se fragmente o
pierda la importancia, o que la derrota entre por
donde menos se le espera. El
resumen de este principio absoluto es: nunca hay que
permitir que la
preocupación por un círculo externo desvíe la
atención de un círculo interno.
POTENCIAL LIMITADO
Segundo principio: Cuando un círculo interno es débil, limita el
potencial de
los círculos externos.
Cada círculo sirve de plataforma para los círculos
externos. Eso no significa
que todos los círculos tengan que existir. Algunos
ministros no están casados.
Muchos ministros casados no son padres. Los
ministros casados cuyos hijos
son adultos no invierten la misma energía en sus
responsabilidades como padres
que aquellos cuyos hijos todavía conviven con ellos.
Sin embargo, para
aquellos ministros que están casados, es esencial
que la relación de matrimonio
tenga la primera prioridad después de la relación
personal con Jesucristo.
Aquellos que son padres deben honrar sus
responsabilidades consiguientes
como prioridad máxima después de ser cristianos y
estar casados.
En una conferencia de pastores en la cual hablamos
de nuestras prioridades, un
pastor insistió en que no era práctico que su
matrimonio y responsabilidades
como padre siempre tuvieran prioridad sobre su
trabajo como pastor. Indicó
que su esposa y sus hijos sencillamente tendrían que
comprender y aceptar su
compromiso prioritario con Jesucristo. A su juicio,
los proyectos tales como las
campañas evangelísticas o de construcción consumen
la atención prioritaria del
pastor. En una conversación personal ya me había
enterado de que estaba
experimentando una relación tensa con su esposa e
hijos. No estaba
satisfaciendo sus necesidades personales en el
hogar. En vez de enfocar su
atención en el fortalecimiento de estas relaciones
prioritarias, le estaba dando
prioridad al trabajo de la iglesia.
Mis experiencias como pastor me hicieron ver las
presiones que este pastor
estaba expresando. Sugerí dos respuestas. La primera
era la de tener cuidado
con igualar su compromiso con proyectos específicos
con su relación y lealtad
a Cristo. Los ministros a veces dicen que deben
dedicar muchas horas a cierto
proyecto para ser fieles a su relación con Jesús, cuando
sería más honesto decir
que disfrutan más del trabajo en el proyecto que de
estar en casa.
La segunda respuesta era que el pastor puede y debe
darle atención prioritaria
a su matrimonio y a su relación de padre, sea cual
fuere el calendario de la
iglesia. Aun cuando algunos proyectos demandan más
tiempo de lo común,
puede tomarse el tiempo de mantener informados a su
esposa e hijos acerca de
la naturaleza de los mismos. Puede acomodar su
horario para estar con ellos en
los momentos más importantes. (Yo casi me perdí el
nacimiento de mi segunda
hija. Llegué tarde al hospital porque un miembro
frustrado insistió en hablarme
acerca de sus problemas personales. Todavía me da
ververguenza cuando lo
recuerdo.) Mi respuesta a este pastor fue que podría
darle toda su atención a
su familia cuando estuviera con ella.
Los hechos desafortunados que le han acontecido
desde aquella conversación
sugieren que pudo haber estado enamorado de la idea
de ser un gran pastor y
construir un gran templo. Pero el potencial de ese
círculo se vio grandemente
limitado por la debilidad de los círculos
interiores. Ahora está fuera del
ministerio, divorciado, y sólo puede ver a sus hijos
de vez en cuando.
Probablemente nunca vuelva a tener la oportunidad de
lograr lo que había
llegado a ser su más alta prioridad.
Sea cual fuere el esfuerzo dedicado a tener un buen
matrimonio, los ministros
que no están creciendo como cristianos sólo pueden
lograr un éxito limitado.
Las parejas que han permitido que su relación de
matrimonio se debilite por
falta de atención no pueden proveer lo mejor para
sus hijos. Lo mismo sucede
en todos los círculos. Ya que el círculo interior
sirve de base para el círculo
exterior, es insensato darle una atención
inadecuada.
PRIORIDADES MAL
COLOCADAS
Tercer principio: Cuando un círculo exterior toma prioridad sobre uno
interior,
¡cuidado!
Este principio básico enfoca la misma preocupación
del segundo, pero desde
otro ángulo. Reconoce que el ministro puede sentirse
justificado en darle
prioridad a un círculo exterior y capaz de hacerlo
sin perder efectividad en un
área de mayor prioridad. Sería más fácil si siempre
hubiera que elegir entre algo
de gran prioridad y algo sin prioridad alguna; o
sea, entre lo bueno y lo malo.
Es un desafío mantener las prioridades en el
ministerio porque hay que elegir
entre lo bueno y lo mejor o entre lo importante y lo
vital.
Vi la ilustración de esto cuando los disturbios
sociales y políticos de la década
de los sesenta causaron confusión y dolor entre
muchos ministros. Creían, con
razón, que hacían falta cambios en las instituciones
sociales y políticas. La
preocupación por su comunidad y sus
responsabilidades como ciudadanos los
llevaron a participar en grupos de acción
comunitaria. Invirtieron mucho tiempo
y energía en apoyar proyectos que frecuentemente
fueron malinterpretados por
los miembros de las iglesias a las que servían.
El resultado fue una atención inadecuada a la
efectividad como ministros. No se
suplieron las necesidades de los miembros de las
iglesias. Los sermones sólo se
referían a cuestiones limitadas que se seguían hasta
el cansancio. Los líderes
organizacionales de las iglesias buscaban el apoyo
de administradores
competentes y entusiastas sólo para encontrarse con
que estos estaban
ocupados participando en marchas de protesta o
presentando peticiones al
ayuntamiento. La confusión y el dolor crecieron
cuando los miembros se
sintieron insatisfechos con sus ministros y
empezaron a tomar medidas para
obligarlos a renunciar. Una vez que los ministros
habían perdido su efectividad
en la iglesia, habían perdido la base para hablar en
la comunidad. En muchas
experiencias de inversión de prioridades, perdieron
la oportunidad hasta de
vivir en la comunidad y de participar en ella.
Cuando un círculo exterior
(ciudadano) toma prioridad sobre uno interior
(ministro), ¡cuidado!
PRIORIDADES MANTENIDAS
Cuarto principio: Cuando se mantiene el orden de las prioridades, se
experimenta una mayor satisfacción en la vida del
ministro y una mayor
efectividad en su trabajo.
Muchas de las significaciones de mi vida reflejan el
hecho de que me crié en el
campo. Mi padre nos enseñó que ninguna cantidad de
trabajo en el verano
podría compensar por lo que hubiéramos dejado de
hacer bien en el invierno y
la primavera. Aprendimos la importancia de remover
los viejos tallos del suelo,
fertilizar en el momento apropiado, preparar el
suelo para la siembra, impedir
que la yerba silvestre ahogara el cultivo y mantener
las cercas. Experimentamos
verdadera satisfacción y orgullo por ser granjeros.
El resultado más obvio era
comida para la mesa y más productos para llevar al
mercado. Mi padre tenía
cuidado de no dejar que nos atrasáramos con nuestro
trabajo. Prestaba
atención a las prioridades y mantenía las cosas en
orden. Las prioridades en el
ministerio son así. No hace falta ser un genio,
tener una personalidad de
veinticuatro quilates o ser un hombre de
veinticuatro horas para experimentar
satisfacción en el ministerio. Tampoco hace falta
ninguna de estas cosas para
tener éxito. Lo que sí hace falta es la sabiduría y
la voluntad para mantener las
prioridades que expresan nuestros valores, y
mantener la firmeza de cada
fundamento sucesivo para el que ha de seguir.
El éxito es escurridizo. Las fórmulas para lograrlo
abundan. A veces se
pronuncian torrentes de palabras en las conferencias
de pastores acerca del
modo de incrementar la asistencia en la escuela
dominical, aumentar la ofrenda
y conseguir más decisiones. El problema no radica en
la ambición sino en lo
que ésta puede hacerle a las prioridades del
ministerio. Puede hacer que el
ministro se dedique a las áreas de alta visibilidad.
La vida pública de la iglesia,
la denominación y la comunidad dan gran visibilidad.
La dulzura de la
aclamación se puede agriar, sin embargo, si el
ministro se da cuenta de que el
precio ha sido la pérdida de las prioridades en las
áreas de baja visibilidad: la
vida devocional personal y el enriquecimiento
familiar. No se debe equiparar la
alta visibilidad con la alta prioridad ni la baja
visibilidad con la baja prioridad.
Para experimentar satisfacción y efectividad
continuadas, los valores de baja
visibilidad deben tener alta prioridad para que las
actividades de alta visibilidad
tengan significado y duración. Perder las
prioridades es perder las
recompensas.
Cuando era chico recibí una pequeña escalera con un
monito de dos cabezas
como regalo de Navidad. Cuando la mantenía derecha,
el monito bajaba por
los peldaños. Cuando la daba vuelta, el monito
volvía a bajar. La única vez que
fallaba era cuando salteaba un peldaño. Entonces
tenía que ayudarlo a volver y
bajar la escalera un peldaño a la vez. Cada
prioridad relacionada con la vida y
obra del ministerio es como un peldaño en la
escalera. Hay que pasarlas por
orden para experimentar las satisfacciones y las
recompensas del logro y del
crecimiento.
Este principio se formula en términos de mayor
satisfacción y mayor
efectividad. Es un intento de equilibrar la
importancia de quienes somos con la
importancia de lo que hacemos. La afirmación externa
viene con más frecuencia
por lo que hacemos y puede hacer que dediquemos
demasiado tiempo y
energía a las arenas de trabajo que la producen. La
afirmación interna viene por
lo que somos y nos sostiene y anima cuando las cosas
que hacemos no
producen aplauso o aliento de afuera. Estoy de
acuerdo con el énfasis de John
Ishee en From Here to Maturity (De aquí a la madurez): “La persona debe
dar prioridad a su compromiso con ser una persona en
crecimiento....Cuando
alguien se compromete con un estilo de vida de
crecimiento cristiano, ese
compromiso le hace reordenar sus valores y
actividades. Se toman decisiones y
se emplean tiempo y energía dentro del contexto de
ese compromiso básico.”
El pago por vivir según las prioridades se
manifiesta en términos de crecimiento
y gozo. Cuando los ministros clarifican sus valores
y mantienen el orden de sus
prioridades, la obra comunitaria trae crecimiento y
gozo al ministerio que
proveen a la iglesia. Este ministerio como empleado
trae crecimiento y gozo al
ministro como miembro de iglesia, y así
sucesivamente hasta llegar a la función
del ministro como cristiano. El resultado es el
crecimiento y el gozo que amplían
al hombre interior y le dan una mejor base para la
efectividad en el matrimonio,
el papel de padre, miembro de la iglesia, empleado,
y la ciudadanía
responsable.