Caridad Diego Bello
Jefa de la Oficina de Atención a los Asuntos Religiosos del Comité Central del Partido Comunista de Cuba
“[...] nuestra Revolución no está en ningún sentido reñida con el sentimiento religioso [...]”.1
Fidel Castro
¿Qué se entiende por religión?
Múltiples han sido los intentos por definir este concepto, sin que se haya llegado a consenso absoluto. Sin embargo, con frecuencia aparecen elementos tales como la aceptación de la idea de que existen fuerzas sobrenaturales, trascendentes, supranaturales y que generalmente se acompañan con la existencia también de cosas sagradas, con la realización de determinadas acciones prácticas que se derivan de estas creencias y con la creación de grupos o colectivos humanos de carácter religioso.
La religión es una de las formas de la conciencia social y sus causas son diversas; gnoseológicas, sociales y psicológicas. Es una de las formas en que se reflejan las condiciones materiales de existencia en el pensamiento de las personas y colectivamente en la sociedad; sus cambios se producen más lentamente que los que tienen lugar en la base material. Si hablamos del fenómeno religioso, podemos decir que este se manifiesta en la fe de la existencia de lo sobrenatural, lo que puede concebirse de las más variadas formas. El uso de ello no tiene ningún sentido peyorativo, sino que hace referencia a la creencia en un Dios, en un ente, un espíritu, que se asume por el creyente como posibilidad de su existencia objetiva, independiente de todo objeto, proceso y fenómeno natural. Generalmente en este fenómeno están presentes los siguientes elementos: la conciencia y la actividad religiosa, además de las diferentes formas organizativas, reconocidos todos ellos como elementos del sistema. Algunos autores incluyen también las relaciones entre ellos que se establecen respecto a un colectivo de personas.
1 Fidel Castro: Comparecencia en el programa Ante la Prensa del 17 de diciembre de 1959, Revolución y Religión, Dirección Política del MINFAR,
La Habana, 1997, p. 18.
Se valora como elemento central la conciencia religiosa, que se caracteriza por la fe, por el crédito a lo sobrenatural y quese expresa a través de diferentes grados o niveles de desarrollo. Estos tipos de actividades pueden expresarse de manera individual o colectiva y a través de ellas los creyentes aspiran a relacionarse con el objeto de su adoración (desde la oración o invocación personal o en comunidad, captación, evangelización , lectura de textos religiosos, formación en la doctrina, conservación de objetos y locales de significación religiosa, hasta la realización de ceremonias que conforman el culto religioso). De acuerdo al nivel de desarrollo, se establecen las diferentes expresiones. La función funda mental que tienen sus instituciones y organizaciones es la elaboración y la observancia del dogma (doctrina) religioso. Según estudios sociológicos y la experiencia de trabajo con este sector de la sociedad, una parte significativa de nuestro pueblo posee algún tipo de creencia en lo sobrenatural, que como dijimos con anterioridad, muchos estudiosos señalan es su esencia fundamental. La gran mayoría en nuestro país la expresa de manera difusa, espontánea, poco elaborada y de práctica muy asistemática, con poca incidencia en su conducta sociopolítica y una minoría la concibe y todavía menos la practica de manera organizada y estructurada. Una particularidad del panorama de los creyentes en Cuba es que solo una pequeña parte pertenece a las iglesias e instituciones constituidas. Es menor aún el porcentaje de los que asisten a los cultos formales y se definen como miembros de determinadas instituciones eclesiásticas. En este sentido podemos hablar más de creyentes que de religiosos. En Cuba existe un amplio y diverso universo religioso. El país se caracteriza porque ninguna religión tipifica a nuestra sociedad. En ella conviven cristianos (católicos,evangélicos y protestantes, ortodoxos), practicantes de las religiones cubanas de origen africano (santeros, abakuás, paleros, ararás, entre otras), hebreos, musulmanes, budistas, espiritistas. Todas las creencias y religiones gozan de igual respeto y consideración y a ninguna se le reconoce preeminencia sobre las otras. Esta igualdad real fue alcanzada solo después de la Revolución, pues anteriormente varias creencias religiosas y sus practicantes sufrían diversos grados de discriminación, que en el caso de las de origen africano llegaba hasta lo penal. Las creencias más extendidas constituyen la llamada religiosidad popular, resultado del mestizaje y la síntesis cultural formadora de la nacionalidad cubana. Muchas de las que se practican por el pueblo cubano se han mezclado. Mayoritariamente son espontáneas, ricas en emociones y prácticas utilitarias y alejadas (relativamente) de instituciones y organizaciones religiosas. Las creencias y prácticas religiosas pertenecen al ámbito de lo personal, de lo privado, de los gus-
tos y preferencias particulares de los ciudadanos y por tanto separadas, así como de las diversas
instituciones y estructuras en las que se agrupan y organizan, dentro del Estado, que es laico. También lo están de sus objetivos y funciones, aún cuando por su incidencia en el plano social requieran de vínculos y relaciones debidamente reguladas con el ámbito estatal. A lo largo de todos estos años de aplicación consecuente de la política hacia las creencias, los creyentes, las instituciones y organizaciones religiosas han habido compañeros que haciendo referencia a la conocida (y extrapolada) frase de Carlos Marx (1818-1883) “la religión es el opio del pueblo”, se han interesado en conocer las razones de nuestra relación constructiva, de diálogo, respeto e intercambio sistemático con las disímiles concepciones religiosas existentes en el país. Esta conocida frase de Carlos Marx, en realidad fue escrita por él en 1843. Es la última parte de Contribución a la Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel, cuyos pliegos se perdieron casi todos, excepto los que se publicaron con el título: Crítica del Derecho Político Hegeliano 2 en cuya introducción general escribió: “El sufrimiento religioso, es por una parte, la expresión del sufrimiento real y, por la otra, la protesta contra el sufrimiento real. La religión es el sufrimiento de la criatura oprimida, el corazón de un mundo sin corazón, así como es el espíritu de una situación carente de espíritu. Es el opio del pueblo”. En este pensamiento Marx no solo al referirse a la religión habla de opio, sino también de protesta contra el sufrimiento total de los explotados. Esa frase, como expresó Fidel a Frei Betto*en la entrevista ofrecida en 1985 y conocida por todo nuestro pueblo mediante su publicación en el libro Fidel y la religión “tiene un valor histórico y es absolutamente justa en un momento determinado”,3 “[...] es una verdad ajustada a determinadas condiciones histórico-concretas”.4
2 Carlos Marx: Crítica del Derecho Político Hegeliano, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1976, p. 14.
* El escritor brasileño Frei Betto es un fraile dominico, conocido internacionalmente como teólogo de la liberación. Autor de 53 libros de diversos géneros literarios-novela, ensayo, policiaco, memorias infantiles y juveniles, y de tema religioso. En 1986 fue elegido Intelectual del Año por la Unión Brasileña de Escritores. Es asesor de movimientos sociales, como las Comunidades Eclesiales de Base y el Movimiento de Trabajadores Rurales sin Tierra, ha participado activamente en la vida política de Brasil en los últimos 45 años. En los años 2003 y 2004 fue asesor especial del presidente Luis I. Lula da Silva y coordinador de Movilización Social del Programa Hambre Cero.
3 Frei Betto: Fidel y la religión, Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, 1985, p. 332.
4 Ibídem, p. 333.
Durante esa entrevista realizada por el fraile dominico brasileño al Comandante en Jefe,sobre este polémico tema, el entrevistado le dice: “En mi opinión la religión, desde el punto de vista político, por sí misma no es un opio o un remedio milagroso. Puede ser un opio o un maravilloso remedio en la medida en que se utilice o aplique para defender a los opresores y explotadores, a los oprimidos y explotados, en dependencia de la forma en que se aborden los problemas políticos, sociales o materiales del ser humano que, independientemente de teología o creencias religiosas, nace y tiene que vivir en este mundo [...]”.5
Y añadía: “Desde un punto de vista estrictamente político —y creo que conozco algo de políti-
ca—, pienso incluso que se puede ser marxista sin dejar de ser cristiano y trabajar unido con el
comunista marxista para transformar el mundo. Lo importante es que en ambos casos se trate de
sinceros revolucionarios dispuestos a suprimir la explotación del hombre por el hombre y a luchar por la distribución justa de la riqueza social, la igualdad, la fraternidad y la dignidad de todos los seres humanos, es decir, ser portadores de la conciencia política, económica y social más avanzada, aunque se parta, en el caso de los cristianos, de una concepción religiosa”.6
5 Ibídem. 6 Ibídem.
Para los clásicos del marxismo-leninismo, desde Marx y Engels hasta Lenin, la fe religiosa por sí misma no constituía un impedimento para integrar el partido político revolucionario. Como el propio Fidel ha expresado, en el “Programa del Partido Bolchevique”, no se encuentra una sola palabra donde realmente se excluya a los cristianos del partido. Lenin en 1918 planteaba que: -“Si un sacerdote viene a cooperar con nosotros en nuestro trabajo —si cumple a conciencia el trabajo del partido y no se opone al trabajo de este—, podemos admitirlo en las filas de la socialdemocracia” y añadía “No solamente debemos admitir, sino trabajar y atraer al Partido Socialdemócrata a todos aquellos obreros que aún conservan la fe en Dios. Somos absolutamente contrarios a la más leve afrenta a las convicciones religiosas de estos obreros [...]”.7
Fidel comprende que independientemente de las diferencias que puedan existir en materia espiritual, la unidad no solo es necesaria, sino posible. Este enfoque político de la cuestión religiosa es el que hizo factible que en el IV Congreso del Partido Comunista de Cuba, celebrado en 1991, se aprobara una resolución que textualmente dice: -“Suprimir de los actuales Estatutos cualquier interpretación que entrañe negar a un revolucionario de vanguardia, en razón de sus creencias religiosas, el derecho de aspirar a ser admitido en el partido”.8
7 Vladimir I. Lenin: Lenin sobre la religión, Imprenta Nacional de Cuba,La Habana, 1961, pp. 44 y 45. 8 CC del PCC: Este es el Congreso más democrático, Resolución sobre los Estatutos del Partido Comunista de Cuba, Editora Política, La Habana, 1991.
En el primer partido marxista cubano no solo no existió la prohibición, sino que en sus Estatutos en 1938 constaba el derecho de los creyentes a pertenecer a él, siempre que aceptaran el programa y cumplieran con sus deberes como militantes. Incluso,las demás organizaciones revolucionarias que combatieron la tiranía batistiana y que se unieron para formar nuestro actual partido, tampoco excluían a los creyentes.
En el IV Congreso del Partido Comunista de Cuba, el Primer Secretario explicó que esta situación surgió en una fase del proceso revolucionario cubano, en el marco de una coyuntura específica. En la actualidad muchos creyentes han declarado su pertenencia a una organización religiosa o la tenencia de una fe religiosa en el proceso de crecimiento para militante del PCC o de la UJC o lo han declarado des-pués de pertenecer a estas organizaciones.
Al partido no se ingresa por ser creyente o no serlo. No somos una secta confesional, sino revolucionarios de vanguardia y cuando un revolucionario de vanguardia ingresa a la organización política, en su condición de trabajador, campesino, estudiante, combatiente, profesional de cualquier sector, adquiere derechos y deberes con la política y la sociedad. Por eso ser creyente no es un militante de segunda categoría, no es distinto al que no profesa ninguna creencia religiosa. Es militante como el que más y tiene la responsabilidad además de ser igualmente ejemplo, no solo en el centro donde trabaja o estudia, en el barrio donde reside, sino también en la comunidad religiosa a la que asiste, debe mantener siempre y dondequiera que se encuentre, una actitud contraria a cualquier violación de la legalidad, a la comisión de acciones delictivas o políticamente opuestas a sus principios, incluyendo el intento de manipular con ese objetivo.
La política del partido y de nuestro Estado en relación con las creencias religiosas, las instituciones y los creyentes, se derivan de la historia de nuestra nación, en las que participaron durante las gestas independentistas creyentes de disímiles religiones, del pensamiento dialéctico de Fidel, de la práctica de la Revolución, de los acuerdos de los congresos del Partido Comunista de Cuba y particularmente del IV Congreso, así como de los principios constitucionales que tienen sus raíces en la tradición independentista cubana, incluidas todas las constituciones de la República en Armas, las que se laboraron a partir de la de 1901 con el advenimiento de la república mediatizada y la Constitución aprobada en 1976 con el voto mayoritario del electorado cubano y modificada en 1992 por la Asamblea Nacional del Poder Popular. Esta última establece en varios de sus artículos la separación Iglesia-Estado y por tanto el carácter laico de este; incluyendo la educación que es pública y gratuita en todos los niveles; también la igualdad de todos los ciudadanos del país a profesar el culto de su preferencia, a tener varias simultáneamente (aspecto distintivo de la práctica religiosa en el país), o a no tener ninguna (es de las pocas constituciones que lo recoge en su articulado). La condición de Estado laico es tradicional en Cuba.
Particular importancia tiene el artículo 8, en el que se expresa que el Estado cubano reconoce, respeta y garantiza la libertad religiosa y que las distintas creencias y religiones gozan de igual consideración. En tanto en el 55 se garantiza la libertad de cada ciudadano de cambiar de creencias religiosas o no tener ninguna, y a profesar dentro del respeto a la ley, el culto religioso de su preferencia.9
Cumplir estos y otros preceptos constitucionales reflejados en los artículos 42 y 43 de nuestra Carta Magna, en los que se reconoce la igualdad de derechos y sujeción a iguales deberes para todos los ciudadanos cubanos sin distinción, ni discriminación tampoco por creencias religiosas, refleja la libertad religiosa en el país y la garantía de que esos derechos se ejerzan en el cumplimiento de la ley.10
9 AN del PP: Constitución de la República de Cuba, Ediciones Pontón Caribe S.A., La Habana, 1975, pp. 17, 34, 35 y 40.
10 Ibídem.
Los revolucionarios y patriotas no se dividen por su creencia religiosa, sino que los ideales de libertad, solidaridad y promoción humana de la Revolución y la acción política y social que de ellos se deriva, es lo que une a todos los que los sustentan.
Todavía hay muchas personas revolucionarias que mantienen el criterio de que no es políticamente confiable quien profese una creencia religiosa; lo que no es fiel a la verdad. Hoy los creyentes, como parte del pueblo que son, participan activamente en las más disímiles actividades organizadas por los CDR, la FMC, el Poder Popular y otras organizaciones sociales.
Las instituciones religiosas determinan sobre la participación de su personal consagrado en los órganos de representación gubernamental. Actualmente cuatro de ellos son diputados de la Asamblea Nacional del Poder Popular, mientras otros de diferentes religiones están presentes en los órganos de poder estatal en diversos niveles de dirección.
El Estado no subvenciona ninguna institución religiosa, ni interviene en su funcionamiento interno y todas desarrollan, con total independencia y autonomía en relación con este, sus actividades sociales, nombran sus jerarquías o directivas, forman a su personal, se mueven libremente dentro del territorio, sostienen relaciones con sus homólogas en el extranjero y con personalidades del medio en el exterior, reciben delegaciones e invitados de ese carácter, organizan eventos o asisten a ellos fuera del país. Muchas de ellas tienen incluso miembros en estructuras religiosas internacionales.
Las instituciones religiosas son propietarias de sus bienes muebles e inmuebles, incluyendo sus templos. Los reparan, amplían y reconstruyen; reciben apoyo del Estado cubano para la compra de los materiales de construcción. Poseen centros para la formación de su personal consagrado (seminarios, noviciados e institutos bíblicos). Realizan sin limitación la selección e incorporación de su personal a los estudios. Cientos de jóvenes los terminan en seminarios y universidades religiosas en diferentes países. Reciben literatura desde el exterior y publican en el país revistas y folletos; una gran parte de los cuales está inscrita en el registro de publicaciones seriadas. Además desarrollan también actividades de carácter social, entre las que se encuentran la gestión en hospitales y hogares de ancianos, para lo que cuentan con el apoyo estatal; reciben y distribuyen donaciones a través de entidades sociales y gubernamentales y desarrollan proyectos de colaboración. Se efectúan actividades de carácter religioso o cultural, algunas de ellas fuera de sus locales de culto y con carácter ecuménico: peregrinaciones, procesiones, cultos unidos, tambores, conciertos, etc., son los más significativos; para lo que se crean las condiciones y facilidades para su realización por parte de las autoridades de los lugares donde se organizan.
Durante todos estos años la oficina de atención a los asuntos religiosos y las instituciones estatales que corresponden, han mantenido una sistemática, permanente y positiva comunicación con todas las instituciones y manifestaciones religiosas y asociaciones fraternales.
Participamos en despachos,encuentros, asistimos a las diferentes celebraciones a las que somos invitados, intercambiamos con los líderes para lograr incrementar las favorables relaciones que existen. Desarrollamos con todas un vínculo que nos permite reflexionar sobre asuntos de interés de carácter nacional o internacional, evaluar cómo pueden insertarse crecientemente en nuestra realidad y resolver los problemas cotidianos para realizar sus actividades, que son los mismos que afectan al pueblo, resultado fundamentalmente del injusto bloqueo genocida impuesto desde Estados Unidos por casi 50 años y las medidas cada vez más restrictivas de esa hostil política del gobierno norteamericano.
Dar a conocer la realidad cubana a las organizaciones e instituciones religiosas no solamente del país, sino también extranjeras, son tareas de estos tiempos.
La política del partido en sus relaciones con los creyentes y sus instituciones no tiene como propósito la eliminación de las creencias religiosas, lo que no es objetivamente factible como ha demostrado la historia repetidamente y es contrario a los principios de igualdad y libertad que sustenta nuestra Revolución.
Esta política que se lleva acabo en la nación tiene como objetivo primario ampliar y fortalecer la unidad de todo nuestro pueblo y lograr la participación de todos sin discriminación alguna.
Sus aspectos fundamentales son el arma principal que ha quitado espacio a los enemigos,ha ganado para las tareas de la construcción de la sociedad que desarrollamos a muchas perso-nas honestas y valiosas. Ha impedido que el enemigo manipule el sentimiento religioso, así como a las diversas manifestaciones e instituciones en que se agrupan los creyentes y los miembros de las asociaciones fraternales.
El imperialismo no renuncia a la manipulación de la fe contra la Revolución. No puede desconocerse la utilización de algunas prácticas, que poco tienen que ver con los propios conceptos religiosos, dirigidas a captar adeptos efímeros o interesados en obtener ventajas materiales o políticas de ocasión.
Nuestra política tiene como objeto establecer y ampliar relaciones de mutuo respeto entre el Estado cubano y el medio religioso, entre creyentes o no, impedir las acciones contrarrevolucionarias y des caracterizar a los elementos que promueven no solo estas, sino también las de orden delictivo común y enfrentar los intentos y acciones del enemigo dirigidos a implementar los propósitos subversivos del plan Bush contra nuestro país tanto en general como contra los religiosos cubanos en particular.
En este bochornoso programa en que el gobierno norteamericano intenta dictar acciones para una transición política y gubernamental en nuestro país, las instituciones religiosas tampoco escapan de la desidia de nuestros enemigos y tratan de imponer en su contenido tareas para ser cumplidas por estas organizaciones religiosas y fraternales en Cuba, como si fueran sus súbditos, como si las iglesias y demás instituciones de este carácter no se debieran a su pueblo, a servirlo, a respetarlo.
Se promueven relaciones constructivas entre las diferentes denominaciones y manifestaciones religiosas y fraternales o de hermandad. No se exacerban las di-
ferencias, se construye sobre las coincidencias. La Revolución no está reñida con los sentimientos religiosos, sino con la utilización y manipulación política en contra de los intereses de la sociedad.
“Las prácticas y creencias religiosas no están reñidas con la Revolución siempre que correspondan a la profesión honesta de cualquier fe religiosa, cuyos principios, no solo formalmente sostenidos, sino consecuentemente observados, en el comportamiento personal y social, promuevan el amor al prójimo, el desinterés, la protección al más débil o desvalido, la unidad de la familia, la justicia social, las virtudes morales y ciudadanas, el amor y el sacrificio por la patria. Los que no actúen así, niegan no solo a su pueblo, sino a sufe”.11