martes, 3 de mayo de 2011

¿QUÉ DICE LA IGLESIA?: Adoctrinamiento infantil: un crimen institucionalizado

Permítame el lector una pequeña anécdota reciente. Zamira , una amiga cercana cuyo hijo comenzó a asistir hace apenas unos meses a un Jardín de la Infancia, me ha contado muy alarmada que acababa de recibir la orientación de la directora de enseñar a su pequeño, de cuatro años, quiénes son Fidel, Raúl y los "Cinco Héroes". Escandalizada, Zamira se negó de plano, ante el estupor de la directora que no entendía cómo una madre se oponía a cumplir lo que estaba estipulado. - "Me vas a hacer quedar mal con los inspectores", insistía la educadora; y para convencer a Zamira de que no se trataba de un capricho personal, la buena señora (que lo es realmente) le mostró el programa de enseñanza a los infantes de entre tres y cuatro años de edad, digno émulo del Manifiesto Surrealista, en el que –efectivamente–, consta que el adoctrinamiento es un objetivo de las educadoras para inculcar "valores patrióticos" en chiquillos que solo ayer abrieron sus ojos inocentes al mundo; personitas que abandonan cualquier fila en pos de un juguete, un caramelo o un helado; que no tienen la más remota idea del significado de la palabra patria y cuya mayor ambición personal es jugar y retozar. Pero Zamira no cedió un ápice: "Mira, seño, procura que los inspectores le pregunten a otro niño y no al mío, porque yo pretendo que él sea eso: un niño, y no un ratón del laboratorio político". Esto fue en un Jardín de la Infancia de la capital, pero igualmente ocurre a todo lo largo de la Isla. Basta visitar cualquiera de esos centros para percatarse de la presencia de murales llenos de imágenes de los líderes de la revolución, de numerosos difuntos célebres, del yate Granma y hasta escenas violentas del asalto al Cuartel Moncada. Una imagen recurrente es la de los guerrilleros de la Sierra Maestra con los fusiles levantados y rostros fieros, en expresión de alaridos, incitando subliminalmente a la violencia como parte de la cultura revolucionaria.

Un verdadero crimen. El hecho no constituye ni una excepción ni una novedad. Es ampliamente conocido el adoctrinamiento feroz al que se ven sometidos los niños en Cuba desde los primeros años de su vida, tal como lo refrendan los libros de texto de la primaria, incluyendo aquellos manuales con los cuales los alumnos de primer grado, de solo seis años de edad, aprenden a leer.

Lamentablemente, casi ninguna madre tiene el coraje de mi amiga Zamira. Lo común es que los padres toleren en silencio la violencia de la doctrina y la aplicación de los métodos, porque "Total, los niños no saben de eso. Ya en la casa nos encargaremos de que piensen en otras cosas". Y es entonces cuando se produce un drástico choque de valores en el que los chiquillos reciben el impacto de un doble y controvertido discurso: Fidel Castro y los "Cinco Héroes" por la mañana, en el círculo o en la escuela; Mickey Mouse, Donald y Spiderman en el video, por las tardes, al regresar a casa. No hay que aclarar cuál de los mensajes resulta más atractivo (y más apropiado) para los pequeños. De hecho, en la vida privada todos los niños quieren ser como Ben 10, como Superman o como El Zorro; nunca como el Che. Nadie jamás ha visto a un niño en una fiesta de disfraces particular vestido como el mítico guerrillero argentino, como Camilo o como Fidel Castro. Tales "héroes" no pertenecen al repertorio infantil, sino que solo se usan para cubrir los requerimientos de los espacios oficiales.Pero simultáneamente, sin que los mayores se lo propongan, están sembrando en sus hijos desde muy pequeños la hipocresía de la doble moral que ha fomentado el sistema, la falsa fe en algo en lo que ellos mismos no creen, propiciando un proceso que el amigo Dagoberto Valdés ha definido como daño antropológico, cuyos nocivos efectos van a sobrevivir por mucho tiempo al régimen que lo generó.


Por mi parte, creo que hasta los sectores contestatarios del país hemos ignorado por demasiado tiempo ese detalle relevante de los derechos de los niños cubanos. Hemos priorizado nuestros derechos a la libertad, a la democracia, a la participación plena en nuestros propios destinos individuales y colectivos; pero hemos descuidado al sector más vulnerable de la sociedad: los niños. Damos por hecho que ofreciendo a nuestros hijos nuestro amor y garantizándoles su alimentación y su bienestar material cumplimos con nuestra parte. Incurrimos así en el mismo error que nuestros padres: dejar al Estado la misión sagrada de educar moral e íntegramente a nuestros hijos, en lugar de hacerlo nosotros mismos, como seamos capaces y como lo elijamos libremente.


Prolongamos así, en nuestros niños, la saga de la esclavitud del pensamiento, de la simulación y de la corrupción del espíritu que hemos sufrido nosotros y que tanto condenamos.

Un niño nace con el derecho a que se le eduque, pero es una flagrante violación de sus derechos y de los de la familia sembrar una doctrina ideológica en sus conciencias. Es una deformación atroz de la naturaleza humana y debería denunciarse con la mayor energía, para desterrar definitivamente de la conciencia colectiva la violencia, la sumisión y la mentira que medio siglo de dictadura ha sembrado en los cubanos.

http://www.desdecuba.com/sin_evasion/

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