Señor Lázaro Expósito
Primer Secretario del PCC en Santiago de Cuba.
Señor Secretario:
Me dirijo a Ud. en su condición de primera autoridad política en nuestra provincia de Santiago de Cuba. Soy consciente de que, dada la estructura jerárquica de la Iglesia, propiamente no me correspondería a mí hacer esta gestión, sino a mi Arzobispo, Mons. Dionisio García, a quien varias veces le he sugerido hacerlo.
Pero en descargo de mi conciencia, y por un elemental sentido de responsabilidad personal hacia nuestro pueblo, en vísperas de mi separación quizá definitiva de este pueblo santiaguero que tanto amo, le hago a Ud. esta carta.
En los últimos meses hemos vivido la tragedia de un pueblo que ha perdido todo o casi todo lo que tenía para vivir: como Ud. sabe más de cien mil familias santiagueras han sido damnificadas por el ciclón Sandy. Con estupor hemos visto cómo se escamoteaba la entrega de la ayuda que de tantos países llegó para nuestro pueblo.
Con estupor hemos visto cómo esa ayuda era vendida en el área de la moneda convertible, o a precios inflados, en flagrante violación de la intención de los donantes que lo enviaban gratuitamente.
Hemos recibido información de personas serias, que le han seguido el rastro a los transportes y han visto cómo esas ayudas, sobre todo los techos, eran guardadas en almacenes del estado o del ejército, mientras se informaba a la población que ya se habían agotado esos enseres.
Con estupor hemos visto repararse las instalaciones del gobierno o el ejército en tiempo récord, mientras el pueblo sigue con sus techos sin cubrir, con sus casas sin hacer.
Somos testigos de la frustración de la gente, de su desesperación y su impotencia, de un silencio sordo y amenazador que nos hace pensar que en algún momento podría estallar con una furia incontenible y justificada, que podría tener consecuencias funestas para la convivencia ciudadana.
¡Cuántas veces, al ir a entregarles nuestras humildes ayudas, venidas casi todas de otros cubanos del resto de la Isla, tan pobres como los mismos damnificados, hemos escuchado: “Uds. son los únicos que se acuerdan de nosotros, los únicos que nos han prestado ayuda”!
Señor secretario, la gente lo percibe a Ud. como un hombre honesto, que trabaja duro por cumplir con sus obligaciones y que se preocupa por el pueblo. También hemos oído decir que la corrupción y a incompetencia lo rodean a Ud. por todos lados y entorpecen, muy a su pesar, su labor. Todo esto nos entristece y nos preocupa.
Como sacerdote he renunciado a tener una familia propia. Al igual que algunos de mis compañeros, cuando nuestras familias, padres y hermanos, decidieron abandonar nuestro país, decidimos quedarnos para servir a este pueblo en desventura. Este pueblo es nuestra familia: nuestros padres, nuestros hijos y nuestros hermanos y hermanas. Para ellos vivimos y por ellos estamos dispuestos a morir. Si hoy levantamos nuestra voz, a riesgo de lo que sea, incluso de ser mal interpretados, es para buscar una solución que ponga remedio a tanta miseria y dolor, y porque estamos dispuestos a no mirar los toros desde la barrera, sino a comprometernos y ayudar con todas nuestras fuerzas.
Le pido en nombre de Dios, en nombre de la verdad y la justicia, y haciendo un llamado a su acendrado patriotismo que no pongo en duda, que investigue seriamente lo que está pasando y le ponga pronto remedio.
Le pido además que lo comunique Ud. mismo al presidente de nuestro país, el general Raúl Castro Ruz, y así, con todo el peso del Estado se pueda acometer la reparación de tantos hogares destruidos total o parcialmente, algo tan importante para esas familias afectadas por el Sandy. Ese llamado a la solidaridad de nuestro pueblo, que ya ha mostrado su generosidad y valía durante el ciclón y ante sus devastadores destrozos. Así haremos posible aquella Patria que Martí soñaba, “con todos y para el bien de todos”.
José Conrado