viernes, 22 de abril de 2016

LA INJUSTICIA DEL EGOÍSMO


Por Pr Manuel A Morejón Soler El Vedado, La Habana, abril de 2016

La Biblia le dedica algunos señalamientos al egoísmo de los gobernantes en el libro de los Proverbios:
-Cuando el país anda mal,  los gobernantes aumentan,  pero el buen dirigente sabe mantener el orden.
 -El injusto que oprime a los pobres es como fuerte lluvia que destruye las cosechas.
 -Los que se apartan de la ley alaban al malvado y los que la cumplen están en contra de él.
-Los corruptos no entienden nada de justicia, pero los que recurren al Señor entienden todas las cosas. (Proverbios 28:2-4) 
Para que un gobierno o sociedad perdure sin imposición de la coacción o de la fuerza, necesita de líderes honrados y estos son difíciles de encontrar.
En el versículo del comienzo que expresa “los gobernantes aumentan” es como decir que la anarquía y desgobierno prevalecen, donde el egoísmo de cada persona afecta a los demás. Cuando mucha gente vive solo para sí y con muy poco o con ningún interés en cómo sus acciones afectan a otros,  la corrupción moral resultante puede hacer que la nación se derrumbe.
Como el juicio es parte del carácter de Dios, quien lo practica trata a los demás  con juicio. El principio del juicio es entender todo lo que le sucede a los demás. Ningún cristiano puede ser indiferente al sufrimiento humano ni a los negocios egoístas ni a las políticas injustas del gobierno. Los gobernantes tienen que ocuparse más en servir que en las ventajas de aprovecharse de los servicios que tienen como finalidad mejorar la vida del pueblo.
-Por la bendición de los rectos, se enaltece la ciudad, pero por la boca de los impíos, esta es derribada. (Proverbios11:11)

TESTIMONIO

 de Samuel Hernandez completo, la triste realidad del infierno, Revelacion del cielo y del infierno, evangelista Samuel Hernandez

Revelacion del cielo y del infierno



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Divina Palabra



                         Aimée Cabrera.
Para mí la Biblia es parte de mi vida. Las tengo de Estudio en español y en inglés, las amo. El resto de mi biblioteca debe sentir celos porque hay una, mediana que el uso la ha llenado de señalamientos con marcadores de distintos colores, o mi caligrafía aparece re escribiendo algo hermoso que deseo destacar.
Para cualquier ocasión, ella está ahí en espera de que la hojee. Esta mediana compañera ha viajado a seis ciudades del mundo conmigo. Cuando aparece junto al resto de mi equipaje de mano, o sobre una bandeja plástica, los aduaneros la miran a ella primero y después a mí: todo un honor.
Cuando llevo un bolso que pongo debajo de mis pies, ella va abrazada a mí, o se deja abrir bondadosa desde que cierro mi cinturón. A veces se abre sola en el libro de los Salmos, a veces va para Isaías o para el Evangelio según San Juan, Santiago o Proverbios.
Un marcador amarillo brillante me hace detenerme en Daniel 12:3 o en Habacuc 3:17-19, Zacarías 2: 10, Mateo 5 con sus Bienaventuranzas o con Jesús y la Oración ¡cuánta belleza!, o esas salutaciones de de San Pablo, Santiago, San Pedro, San Juan o San Judas, todos apóstoles.
Si la jornada es tensa y siento temor, sus hojas se abren en un abrazo que me hace sentir la protección divina, la enseñanza  de cumplir los Mandamientos, de saber ser honesta, de saber pedir perdón, de reconocer todas las maravillas del Creador, de alabarlo y glorificarlo.
Entonces, me voy sintiendo mejor. No hay hambre para quien come pan de vida y bebe ríos de agua viva. Sin proponérmelo hago vigilia en la noche o ayuno de día, la Palabra que alimenta quita en un instante toda angustia y convierte en gozo esos momentos en que nos toca padecer como cristianos y pedimos se convierta toda iniquidad  en amor y bendiciones.
Esos momentos en que glorificamos al Dios Único, al Creador, al que no debemos dejar de alabar nunca. A Él que es nuestra fortaleza, lo aclamamos, lo alabamos y nos regocijamos en su creación perfecta.
Bienaventurados los que hemos tenido la dicha de gozar su encuentro, de saber que tenemos siempre a nuestro lado a un Padre, a un Pastor que apacienta a sus ovejas, a un Salvador. Bendito seas, como dice un Salmo “desde ahora y para siempre”.
Gracias te doy, por haber colocado en mis manos pecadoras una Biblia, mediana y de uso que me acompaña como un Padre a su hija, que me cuida, que me cultiva, que me protege, que me prestigia, que marca una diferencia a mí alrededor, porque está bendecida con el soplo de tu Espíritu.

Bienaventurados los que como yo, han tenido esta u otras bendiciones similares. Los que no nos cansamos de decir “Aleluya”, los que nos postramos hacia tu Santo Templo. Gracia, misericordia, paz y amor nos sean multiplicadas en el nombre de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo: Salud y Amén.