Aimée Cabrera.
Para mí la Biblia
es parte de mi vida. Las tengo de Estudio en español y en inglés, las amo. El
resto de mi biblioteca debe sentir celos porque hay una, mediana que el uso la
ha llenado de señalamientos con marcadores de distintos colores, o mi
caligrafía aparece re escribiendo algo hermoso que deseo destacar.
Para cualquier
ocasión, ella está ahí en espera de que la hojee. Esta mediana compañera ha
viajado a seis ciudades del mundo conmigo. Cuando aparece junto al resto de mi
equipaje de mano, o sobre una bandeja plástica, los aduaneros la miran a ella
primero y después a mí: todo un honor.
Cuando llevo un
bolso que pongo debajo de mis pies, ella va abrazada a mí, o se deja abrir
bondadosa desde que cierro mi cinturón. A veces se abre sola en el libro de los
Salmos, a veces va para Isaías o para el Evangelio según San Juan, Santiago o
Proverbios.
Un marcador
amarillo brillante me hace detenerme en Daniel 12:3 o en Habacuc 3:17-19,
Zacarías 2: 10, Mateo 5 con sus Bienaventuranzas o con Jesús y la Oración
¡cuánta belleza!, o esas salutaciones de de San Pablo, Santiago, San Pedro, San
Juan o San Judas, todos apóstoles.
Si la jornada es
tensa y siento temor, sus hojas se abren en un abrazo que me hace sentir la
protección divina, la enseñanza de
cumplir los Mandamientos, de saber ser honesta, de saber pedir perdón, de
reconocer todas las maravillas del Creador, de alabarlo y glorificarlo.
Entonces, me voy
sintiendo mejor. No hay hambre para quien come pan de vida y bebe ríos de agua
viva. Sin proponérmelo hago vigilia en la noche o ayuno de día, la Palabra que
alimenta quita en un instante toda angustia y convierte en gozo esos momentos
en que nos toca padecer como cristianos y pedimos se convierta toda
iniquidad en amor y bendiciones.
Esos momentos en
que glorificamos al Dios Único, al Creador, al que no debemos dejar de alabar
nunca. A Él que es nuestra fortaleza, lo aclamamos, lo alabamos y nos
regocijamos en su creación perfecta.
Bienaventurados
los que hemos tenido la dicha de gozar su encuentro, de saber que tenemos
siempre a nuestro lado a un Padre, a un Pastor que apacienta a sus ovejas, a un
Salvador. Bendito seas, como dice un Salmo “desde ahora y para siempre”.
Gracias te doy,
por haber colocado en mis manos pecadoras una Biblia, mediana y de uso que me
acompaña como un Padre a su hija, que me cuida, que me cultiva, que me protege,
que me prestigia, que marca una diferencia a mí alrededor, porque está
bendecida con el soplo de tu Espíritu.
Bienaventurados
los que como yo, han tenido esta u otras bendiciones similares. Los que no nos
cansamos de decir “Aleluya”, los que nos postramos hacia tu Santo Templo.
Gracia, misericordia, paz y amor nos sean multiplicadas en el nombre de Dios
nuestro Padre y del Señor Jesucristo: Salud y Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario