Capítulo 1
Entrenando A Los Líderes
Introducción
Existen TRES GRANDES IMPEDIMENTOS hacia la propagación del evangelio.
Éstos obstruyen la evangelización de los que nunca han escuchado las
buenas nuevas acerca de lo que Jesucristo ha hecho para salvar y
bendecir a todas las naciones. Éstos son los siguientes:
• EL CLERICALISMO
• DEFICIENCIAS DE LA NEUMATOLOGÍA
• LA EDIFICACIÓN DE CATEDRALES
En esta sección: "
Cómo Entrenar A Los Líderes De La Iglesia",
aprenderemos a superar el CLERICALISMO. Los otros dos serán discutidos
en secciones subsiguientes. Si usted sigue la alternativa bíblica para
el "Clericalismo", será efectivo en ayudar a Jesús a edificar Su
Iglesia.
Aproximadamente 2 millones 500 mil israelitas siguieron a Moisés fuera
de Egipto hacia el desierto. Las deficiencias severas del estilo en el
liderato de Moisés, ilustran el CLERICALISMO.
"Aconteció que al día siguiente se sentó Moisés a juzgar al pueblo; y el
pueblo estuvo delante de Moisés desde la mañana hasta la tarde.
Viendo el suegro de Moisés todo lo que él hacía con el pueblo, dijo: ¿Qué es esto que haces tú con el pueblo?
¿Por qué te sientas tú solo, y todo el pueblo está delante de ti desde la mañana hasta la tarde?
Y Moisés respondió a su suegro: Porque el pueblo viene a mí para
consultar a Dios. Cuando tiene asuntos, vienen a mí; y yo juzgo entre el
uno y el otro, y declaro las ordenanzas de Dios y sus leyes.
Entonces el suegro de Moisés le dijo:
No está bien lo que haces. Desfallecerás del todo, tú, y también este pueblo que está contigo;
porque el trabajo es demasiado pesado para ti; no podrás hacerlo tú solo.
Oye ahora mi voz; yo te aconsejaré, y Dios estará contigo. Está tú por
el pueblo delante de Dios, y somete tú los asuntos a Dios. Y enseña a
ellos las ordenanzas y las leyes, y muéstrales el camino por donde deben
andar, y lo que han de hacer.
Además, escoge tú de entre todo el pueblo varones de virtud, temerosos
de Dios, varones de verdad, que aborrezcan la avaricia; y ponlos sobre
el pueblo por jefes de millares, de centenas, de cincuenta y de diez.
Ellos juzgarán al pueblo en todo tiempo; y todo asunto grave lo traerán a
ti, y ellos juzgarán todo asunto pequeño. Así aliviarás la carga de
sobre ti, y la llevarán ellos contigo" (Ex 18:13-22).
El clericalismo está tratando de hacer el trabajo que Dios le ha llamado
a realizar sin el asesoramiento o ayuda de los demás. El clericalismo
es colocarse a sí mismo SOBRE otros, en lugar de verse a sí mismo como
el sirviente de los demás. "Y el que quiera ser el primero entre
vosotros, será vuestro siervo" (Mt 20-27; 23:11).
Aquellos que continúan en la trampa del clericalismo, fracasarán en
cumplir con el verdadero propósito de un líder de la Iglesia. El
clericalismo puede ser resuelto únicamente por medio del uso de los
principios de la multiplicación ministerial que Jesús y el Apóstol Pablo
utilizaron en el Nuevo Testamento.
La solución al clericalismo es edificar un equipo. Invierta su tiempo y
recursos en el equipo. Deje que éste le ayude a realizar el trabajo que
Dios le ha llamado a hacer.
Usted triunfará en la edificación de equipos si sigue los principios
otorgados a Moisés por Dios y su suegro Jetro. Sin éstos, Moisés habría
fracasado. Sin ellos, usted también fracasará como líder de la Iglesia.
Examinaremos los cinco principios dados a Moisés. En éstos,
encontraremos nuestra solución al problema del clericalismo.
A. LOS CINCO PRINCIPIOS DADOS A MOISÉS
1. Entrene A Otros Para Que Ayuden
"No puedo yo solo soportar a todo este pueblo, que me es pesado en
demasía. Y si así lo haces tú conmigo, yo te ruego que me des muerte, si
he hallado gracia en tus ojos; y que yo no vea mi mal..." (Nm 11:14,
15).
Moisés le pidió a Dios que lo matara debido a los problemas que
emergieron por causa del clericalismo. Esto era lo que estaba matando a
Moisés.
¡Y también le matará a usted!
Para ayudarle con este problema, Dios estaba hablando con Moisés
(Números 11). En Éxodo 18, Jetro (el suegro de Moisés) también estaba
conversando con Moisés y diciéndole la misma cosa. Cuando Moisés escuchó
a Dios y a Jetro, he aquí lo que él descubrió:
El entrenamiento a otros solucionó su problema.
"Entonces Jehová dijo a Moisés: Reúneme setenta varones... que tú sabes
que son ancianos del pueblo y sus principales..." (Nm 11:16).
"Además escoge tú de entre todo el pueblo varones de virtud, temerosos
de Dios, varones de verdad, que aborrezcan la avaricia; y ponlos sobre
el pueblo por jefes de millares, de centenas, de cincuenta y de diez.
Ellos juzgarán al pueblo en todo tiempo; y todo asunto grave lo traerán
ti, y ellos juzgarán todo asunto pequeño..." (Ex 18:21, 22).
Los versos de la Escritura que siguen, nos enseñan que los dones del
liderato fueron dados a la Iglesia para entrenar a sus miembros en la
obra del ministerio.
Ese fue el propósito del ministerio de Moisés. Lo que sucedió es que él no lo sabía.
El trabajo del líder es entrenar y equipar a los miembros de la Iglesia que tienen potencial para el liderazgo.
Esos miembros a su vez, harán la obra del ministerio.
"Cuando Jesús ascendió al cielo... constituyó a unos Apóstoles; a otros
Profetas; a otros Evangelistas; a otros Pastores y Maestros; para
entrenar y equipar a los santos, a fin de que los miembros de la Iglesia
hagan la obra del Ministerio, edificando de esa manera el cuerpo de
Cristo espiritual y numéricamente..." (Ef 4:10-12, parafraseado).
a. Cada Uno: Enseñe A Otro. Pablo enseña, en los versículos anteriores, que el propósito principal de un líder de la iglesia es entrenar a otros.
Pablo explicó esto al joven Timoteo. Su trabajo como líder de la
Iglesia, era entrenar a los demás. Él debería tomar el entrenamiento que
Pablo le daba y pasarlo a otros hombres fieles. Estos a su vez,
deberían enseñar aun a otros hombres fieles y el ciclo debería continuar
repitiéndose.
"Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres
fieles que sean idóneos para enseñar también a otros" (2 Ti 2:2).
Seguir el principio de Pablo de entrenar a otros, establecería una
reacción en cadena de multiplicación que causaría que el Evangelio fuera
esparcido rápidamente por todo el mundo.
La siguiente gráfica muestra lo que sucedería si usted tomara a otro
hombre fiel y empleara UN año entrenándolo. El segundo año, usted y el
que entrenó se dedicarían a entrenar a otros dos. Si usted mantuviera
este proceso durante treinta y tres años, observe lo que habría
sucedido.
Esto ilustra el principio bíblico de "CADA UNO ENSEÑE A OTRO".
CADA UNO: ENSEÑE A OTRO
Si cada uno enseñara a otro, al final de los 33 años habrían más personas entrenadas que la
AL FINAL |
# DE PERSONAS ENTRENADAS |
Año 1
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Año 19
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Año 22
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Año 24
Año 25
Año 26
Año 27
Año 28
Año 29
Año 30
Año 31
Año 32
Año 33 |
2
4
8
16
32
64
128
256
512
1,024
2,048
4,096
8,192
16,384
32,768
65,536
131,072
262,144
524,288
1,048,576
2,097,152
4,194,304
8,388,608
16,777,216
33,554,432
67,108,864
134,217,728
268,435,456
536,870,912
1,073,741,824
2,147,483,648
4,294,967,296
8,589,934,592
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población de todo el mundo. Si hiciéramos las cosas a la manera bíblica, experimentaríamos resultados bíblicos.
"Grandes multitudes iban con él... Y los que creían en el Señor
aumentaban más, gran número así de hombres como de mujeres" (Lc 14:25;
Hch 5:14). Ese es el deseo de Dios, que multitudes sigan a Jesús.
"Después de esto miré, y he aquí una gran multitud, la cual nadie podía
contar, de todas las naciones y tribus y pueblos y lenguas, que estaban
delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de ropas
blancas..." (Ap 7:9). ¡Sí! El Señor desea que multitudes sean salvas.
"Dios no quiere que ninguno perezca, sino que todos procedan al
arrepentimiento" (2 P 3:9). Él nos ha otorgado principios para asegurar
este resultado.
b. Fruto Que Permanezca. En 1959, el autor estaba ministrando en
el país de Nicaragua, América Central y la siguiente pregunta fue
formulada por un líder sabio y anciano de la Iglesia: ¿Cómo pudo usted
plantar 500 Iglesias en América Central en treinta años?". En respuesta,
él relató la siguiente historia:
"Fui a Guatemala en 1929 como misionero. Inmediatamente me propuse
visitar las aldeas donde no había creyentes nacidos de nuevo. Prediqué y
sané a los enfermos durante seis noches. Cada noche invitaba a los
pecadores a que pasaran a recibir perdón de Jesús por sus pecados.
Muchos nos visitaron cada noche. Bautizaba a los creyentes nuevos en
agua y pasaba a la siguiente aldea para repetir el proceso. Pensé que
estaba ganando cerca de cien almas para Cristo cada semana. Ese era el
número de los que bautizaba.
Escribía a mi iglesia local que me respaldaba y les contaba respecto al
gran éxito que estaba teniendo. Era algo increíble. Estaba ganando más
de cinco mil almas cada año para Cristo.
Después de dos años y cien cruzadas por las aldeas, decidí volver a
visitar la obra para ver cómo iba marchando en todas estas aldeas.
Fui a la primera aldea y para mi sorpresa, todos mis conversos se habían
‘descarriado': se habían vuelto a sus prácticas paganas y no vivían sus
vidas según la Biblia. No conducían cultos en la iglesia y nadie estaba
enseñando a los recién convertidos. Aquellos a los que había dejado
encargados, no habían continuado siguiendo a Cristo.
Fui a la segunda, tercera, cuarta y quinta aldea. Encontré el mismo caso
en cada una de ellas. Mi corazón estaba quebrantado. Lo que pensaba que
habían sido dos años de ministerio exitoso, no habían producido fruto
permanente.
Las palabras de Jesús sonaban continuamente en mis oídos:
"No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os
he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto
permanezca..." (Jn 15:16).
No tenía fruto permanente. ¿Qué debería hacer? Propuse en mi corazón
buscar al Señor en ayuno y oración. Durante ese tiempo Dios me habló con
claridad diciéndome: 'No te he enviado a evangelizar a América Central.
Te envié a entrenar a otros'.
El Señor me mostró dos principios importantes. Primero: Entrena a otros
para que tomen responsabilidades en el liderazgo. Segundo: Trabaja donde
Dios está trabajando.
Inmediatamente me propuse a organizar una Escuela Bíblica para ofrecer
un curso de entrenamiento de seis meses de duración. Aproximadamente 50
estudiantes asistieron y completaron el primer curso.
Poco después de eso, escuché reportes del área de la selva donde estaban
ocurriendo milagros de sanidades. Las personas estaban teniendo
visiones de Jesús y, como resultado de los milagros de sanidades,
multitudes se estaban convirtiendo. Entonces recordé: ‘Trabaja donde
Dios está trabajando'. Llevamos los obreros entrenados a esa área
inmediatamente. Como resultado de ello, recibimos una gran cosecha de
almas. Los obreros entrenados iniciaron iglesias en cada una de las
aldeas y cuidaron y enseñaron a los recién convertidos. Esto produjo
fruto permanente.
He seguido esos dos principios desde 1931: (1) Entrena a otros y (2) trabaja donde Dios esté trabajando.
Hoy tenemos cinco Institutos Bíblicos de Corta duración, en los cuales,
más de mil obreros han sido entrenados. Las 500 iglesias son los frutos
permanentes de aquellos jóvenes centroamericanos que entrenamos. Ellos
salieron a los lugares donde supimos que Dios estaba obrando. Obramos
con Dios y como resultado obtuvimos una gran cosecha.
Para el año 1989 (30 años después que conocí a aquel amado misionero)
aquel movimiento eclesial centroamericano había crecido hasta llegar a
varios miles de iglesias.
c. Busque Los Líderes. Y Jehová dijo a Moisés: "Reúneme setena
varones de los ancianos de Israel, que tú sabes que son ancianos del
pueblo y sus principales..." (Nm 11:16).
Muchas veces se desperdician esfuerzos tratando de entrenar personas que
no tienen la habilidad para el liderazgo. La instrucción del Señor fue
clara: "Reúneme setenta varones...que tú sabes que son ancianos
[líderes]...".
¿Cómo puede usted reconocer a un líder? Observe cuántos le siguen. Si no hay nadie que le siga, entonces no es un líder.
Cuando salga al campo para traer un hato de cincuenta vacas lecheras
para ser ordeñadas, sólo tiene que encontrar la "vaca líder". Si logra
guiarla hacia el establo donde las ordeñan, el resto la seguirán. Lo
mismo sucede con los líderes de personas. Es vital que encuentre hombres
y mujeres que sean seguidos por otros y proceda a entrenarlos.
Eso fue lo que Jesús hizo. "En aquellos días él fue al monte a orar, y
pasó la noche orando a Dios. Y cuando era de día, llamó a sus
discípulos, y escogió a doce de ellos, a los cuales también llamó
apóstoles... Y descendió con ellos..." (Lc 6:12, 13, 17).
Jesús empleó la mayor parte de Su tiempo preparando a los doce apóstoles
para que llevaran adelante Su ministerio. Él siguió este principio de
entrenar a otros. Ese es el ministerio de líderes: buscar más líderes y
entrenarlos.
2. Enseñándolos En La Biblia
¿Qué entrenamiento debemos dar a líderes de la Iglesia? "Y enseña a ellos las ordenanzas y las leyes..." (Ex 18:20).
Aquellos que están familiarizados con Seminarios de la Iglesia y
Escuelas Bíblicas, están completamente conscientes que la mayoría enseña
toda clase de temas excepto la Biblia. Los Seminarios Teológicos
también se convierten con frecuencia en "Cementerios", donde cientos de
las vidas espirituales de líderes potenciales de la Iglesia son
enterradas.
Una selección básica ante Adán y Eva en el Jardín del Edén: "...también
el árbol de la vida en medio del huerto, y el árbol de la ciencia del
bien y del mal..." (Gn 2:9). El comer del fruto del árbol del
conocimiento del bien y del mal, produciría pecado y muerte. A pesar de
esta amonestación bíblica, la iglesia regresa continuamente a este árbol
para los programas de entrenamiento.
¿Cuál es el resultado? El Apóstol Pablo lo expone de manera sencilla:
"El conocimiento envanece, pero el amor edifica" (1 Co 8:1).
Los programas de entrenamiento que no utilizan LA BIBLIA como el centro
de referencia principal, producen arrogancia, muerte espiritual, líderes
impotentes cuyo único logro después de graduarse es pastorear una
iglesia que en vez de crecer, ésta, disminuye paulatinamente cada año.
Aquello que no tiene vida no puede crecer ni crecerá. El árbol del conocimiento solo produce muerte.
"Entonces respondiendo Jesús, les dijo: erráis, ignorando las Escrituras
y el poder de Dios" (Mt 22:29). Las Escrituras nos guardan de los
errores y nos dan vida. "...la carne para nada aprovecha; las palabras
que yo os he hablado son espíritu y son vida" (Jn 6:63).
Son las palabras de Dios el Padre y de Dios el Hijo (Jesús), según están registradas en la Biblia, las que nos dan vida.
"Bienaventurados los que lavan sus ropas, para tener derecho al árbol de la vida..." (Ap 22:14).
a. Los Logros Académicos No Son La Meta. Los programas de
entrenamiento basados en el logro intelectual con énfasis sobre los
grados académicos, no producirán el liderato necesario para ganar las
almas perdidas para Cristo o edificar iglesias en crecimiento continuo.
Entre más enfatice lo académico, el liderato estará menor capacitado.
Enseñe la Biblia. Entrene a líderes de la Iglesia. Deje que la Biblia
sea el centro de su currículo de entrenamiento.
La pregunta que fue formulada acerca de Jesús fue la siguiente:
"¿Cómo sabe éste letras, sin haber estudiado?" (Jn 7:15).
Los judíos se maravillaban del conocimiento que Jesús tenía de las
Escrituras, pues sabían que él no tenía credenciales académicas que lo
hicieran resaltar ante el mundo religioso o secular.
Debemos aprender de este ejemplo. Los logros académicos no son la meta
principal. El conocimiento bíblico y el poder de Dios es lo que el líder
de la Iglesia necesita (Mt 22:29).
b. Busque "Líderes-Obreros". Los apóstoles primitivos no fueron conocidos por sus logros académicos.
"Entonces viendo el denuedo de Pedro y de Juan, y sabiendo que eran
hombres sin letras y del vulgo, se maravillaban; y les reconocían que
habían estado con Jesús" (Hch 4:13).
Ni uno solo de los apóstoles de Jesús se graduó del Seminario Teológico
de los fariseos y saduceos. Su norma para los líderes de la Iglesia fue
ésta: "La mies a la verdad es mucha, mas los
obreros pocos; por tanto, rogad al Señor de la mies que envíe
obreros
a su mies" (Lc 10:2). El líder efectivo de una Iglesia, es aquel que ha
demostrado que es un trabajador arduo. El tal, tiene callos en sus
manos, ha aprendido la disciplina de la labor productiva y extenuante.
Por el contrario, el graduado de seminario es a menudo arrogante,
demasiado orgulloso para trabajar, vago y poco productivo. Los tales, no
son aptos para representar a Cristo, quien lavó los pies de Sus
discípulos. "Pues si yo, el Señor y Maestro, he lavado vuestros pies,
vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros" (Jn
13:14). Busque un "líder-obrero" y usualmente tendrá un líder productivo
en la Iglesia.
Es por eso que Jesús escogió pescadores como Pedro y Juan, personas
profesionales como Mateo el publicano y Lucas el médico. Ellos tenían
destrezas prácticas y sabían cómo trabajar arduamente. Los tales, pueden
ser discípulos de la Biblia y ser líderes fructíferos.
3. Muéstreles el Trabajo Que Hay Que Hacer
"...y muéstrales el camino por donde deben andar y lo que han de hacer"
(Ex 18:20). El Apóstol Lucas comenzó el libro de los Hechos con estas
palabras: "En el primer tratado, oh Teófilo, hablé acerca de todas las
cosas que Jesús comenzó a
hacer y a
enseñar" (Hch 1:1).
a. Envuélvalos. No es suficiente enseñar al que está siendo
entrenado. El entrenador tiene que envolver inmediatamente al estudiante
en la PRACTICA DE LO QUE ESTA APRENDIENDO.
Si enseña a los estudiantes sobre "el ganar almas", entonces, envíelos
inmediatamente a ganar almas. Si los enseña cómo sanar enfermos y echar
fuera demonios, envíelos inmediatamente fuera a hacer eso mismo. Eso fue
lo que Jesús hizo.
"Entonces llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad sobre los
espíritus inmundos, para que los echasen fuera, y para sanar toda
enfermedad y toda dolencia... A estos doce envió Jesús, y les dio
instrucciones, diciendo... Y yendo, predicad, diciendo: El reino de los
cielos se ha acercado. Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad
muertos, echad fuera demonios; de gracia recibisteis, dad de gracia" (Mt
10:1-8).
"Habiendo reunido a sus doce discípulos, les dio poder y autoridad sobre
todos los demonios, y para sanar enfermedades. Y los envió a predicar
el reino de Dios, y a sanar a los enfermos... Y saliendo, pasaban por
todas las aldeas, anunciando el evangelio y sanando por todas partes"
(Lc 9:1, 2, 6).
"Después de estas cosas, designó el Señor también a otros setenta, a
quienes envió de dos en dos delante de él a toda ciudad y lugar a donde
él había de ir.
Id; he aquí yo os envío como corderos en medio de lobos. En cualquier
ciudad donde entréis... sanad a los enfermos que en ella haya, y
decidles: Se ha acercado a vosotros el reino de Dios.