Pero un día de 30
horas, ¿puede solucionar realmente el problema? ¿No nos sentiríamos pronto
frustrados como sucede ahora con un día de 24 horas? El trabajo de una
madre nunca termina, como tampoco el de un estudiante, maestro o ministro.
El paso del tiempo no nos ayuda a darle alcance. Los chicos crecen en
número y edad y requieren más tiempo. Mayores experiencias en una profesión
o en la iglesia nos traen mayores responsabilidades. Es así como nos
encontramos trabajando más y gozando de esto cada vez menos.
¿CONFUSION DE PRIORIDADES?
Cuando nos paramos para evaluar, nos damos cuenta de
que nuestro dilema es más profundo que un simple problema de tiempo.
Básicamente, es un problema de prioridades. Un trabajo arduo no nos resulta
pesado. Todos sabemos lo que es vivir aceleradamente por horas, totalmente
involucrados en una tarea importante. El cansancio resultante es acompañado
por un sentimiento de logro y gozo. No, el trabajo arduo no produce
ansiedad, pero la duda y el temor sí lo hacen. Cuando revemos un mes o un
año, nos invade la opresión de las tareas no cumplidas. Nos sentimos
inquietos porque tal vez no hicimos lo importante. Las demandas de los
otros nos llevaron a la frustración. Confesamos entonces: "Hemos
dejado de hacer las cosas que debíamos hacer y hemos hecho aquellas en las
que no debíamos embarcarnos".
Algunos años atrás un gerente del cual yo dependía me
decía: "Su mayor peligro es dejar que las cosas urgentes ocupen el
lugar de lo importante". Este consejo a menudo vuelve a mi mente y me
reprende por dejar sin resolver el crítico problema, causado por no
establecer prioridades.
Vivimos en una constante tensión entre lo urgente y
lo importante. El problema es que la tarea importante rara vez ha sido
hecha hoy, o aún en esta semana. Horas extras de oración y estudio bíblico,
una visita a ese amigo inconverso, el estudio minucioso de un importante
libro, todos estos proyectos pueden esperar. Pero lo urgente llama a una
acción rápida. Interminables presiones demandan tiempo a cada hora y cada
día.
El hogar de un hombre no es más su castillo, no es
más su refugio de lo urgente, porque el teléfono ha violado las paredes con
imperiosas demandas. La momentánea atracción de estas tareas parece
irresistible e importante, y ellas devoran nuestras energías. Pero a la luz
de la perspectiva del tiempo, su importancia se apaga; con un sentido de
pérdida recordamos lo importante que hemos dejado de lado. Nos damos cuenta
de que somos esclavos de la tiranía de lo urgente.
"¿PUEDE USTED ESPERAR?"
¿Hay algún escape de este modelo de vida? La
respuesta está en la vida de nuestro Señor. En la noche anterior a su
muerte Jesús hizo un asombroso clamor. En la gran oración de Juan 17, El
dijo: "He terminado la obra que me diste que hiciera" (v. 4).
¿Cómo pudo Jesús usar la frase he terminado? Sus tres
años de ministerio parecen muy cortos. La prostituta en el banquete de
Simón encontró perdón y una nueva vida pero muchas otras aún caminaban por
las calles sin perdón y sin una nueva vida. Por cada 10 músculos secos que
El volvió a la normalidad, cientos permanecían impotentes. Aun así en la
última noche, con tantas tareas sin realizar y tantas necesidades urgentes,
el Señor tuvo paz; El sabía que había concluido la obra de Dios.
Los evangelios manifiestan que Jesús trabajaba duro.
Después de describir un día arduo, Marcos escribe: "Cuando llegó la
noche, luego que el sol se puso, le trajeron todos los que tenían
enfermedades, y a los endemoniados; y toda la ciudad se agolpó a la puerta.
Y sanó a muchos que estaban enfermos de diversas enfermedades, y echó fuera
muchos demonios; porque le conocían." (Mr. 1:32-34). En otra ocasión
la demanda de enfermos y mutilados lo llevó a perder la cena y trabajar
hasta muy tarde, a tal punto que llevó a sus discípulos a decir: "está
fuera de sí" (Mr. 3:21). Marcos 4:37-38 es un cuadro de extenuación.
Aún así su vida nunca fue febril. El tenía tiempo
para la gente. Podía pasar horas hablando con una persona, como con la
mujer samaritana. Su vida muestra un maravilloso balance, un sentido del
tiempo. Cuando sus hermanos querían que fuera a Judea, El replicó: "Mi
tiempo aún no ha llegado" (Jn. 7:6). Jesús no arruinó sus dones por el
apresuramiento. En La disciplina y cultura de una vida espiritual. Whiteham
observa: "Aquí en este Hombre hay un propósito adecuado…, descanso
interior, que da un aire de ocio a su vida llena de multitudes; por encima
de todo hay en este Hombre un secreto y un poder de tratar con los
desperdicios de la vida, del dolor, del desacuerdo, enemistad, muerte,
tornando en usos divinos aquellos abusos del hombre; transformando en
fértiles esos lugares que estaban secos por el dolor; triunfando hasta en
la muerte, y haciendo de una corta vida de 30 años, abruptamente cortada,
una vida consumada (y no consumida, que es distinto). No podemos admirar el
equilibrio y la belleza de esta vida, ignorando las cosas que así la
hicieron".
BUSQUE INSTRUCCIONES
¿Cuál fue el secreto de la obra de Cristo?
Encontramos la clave siguiendo el relato de Marcos sobre los días atareados
de Cristo. Marcos observa que "…de mañana, siendo aún muy oscuro,
salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba" (Mr. 1:35). Aquí
está el secreto de su Vida y Obra para Dios: El, en oración esperaba las
instrucciones de su Padre y también las fuerzas para cumplirlas. Jesús no
había dibujado divinamente su final; El discernía la voluntad del Padre día
a día mediante su vida de oración. Esto significaba que se guardaba de lo
urgente y cumplía lo importante.
La muerte de Lázaro ilustra este principio. ¿Qué
podría ser más importante que el llamado de María y Marta? "Señor, he
aquí el que amas está enfermo" (Jn. 11:3). Juan registra la respuesta
del Señor; paradójicas palabras: "Y amaba Jesús a Marta, a su hermana
y a Lázaro. Cuando oyó, pues , que estaba enfermo, se quedó dos días más en
el lugar donde estaba" (v. 5-6). ¿Cuál era la necesidad urgente?
Obviamente prevenir la muerte de su amado hermano. Pero lo importante para
Dios desde su punto de vista, era resucitar a Lázaro. Para ello, Lázaro
debía morir. Luego Jesús lo resucita como señal de su magnífica declaración:
"Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté
muerto, vivirá" (v.25). Nos pasma el por qué el ministerio del Señor
fue tan corto. ¿Por qué no podía durar otros cinco o diez años? ¿Por qué
tantos miserables sufrientes fueron dejados en su miseria? Las Escrituras
no dan respuestas a estas preguntas, y nosotros las dejamos en los
misteriosos propósitos de Dios. Pero sí sabemos que Jesús esperaba en
oración las instrucciones de Dios que lo libraban de la tiranía de lo
urgente. Ellas le daban un sentido de dirección, una firme paz y lo
capacitaban para hacer cada tarea que Dios le asignaba. Y en la última
noche El pudo decir: "He terminado la obra que me diste que
hiciera".
¡LA DEPENDENCIA, LIBERA!
La libertad de la tiranía de lo urgente es lo que
encontramos en el ejemplo y promesa de nuestro Señor. Al terminar un
vigoroso debate con los fariseos en Jerusalén, Jesús dijo a aquellos que
creían en El: "Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis
verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará
libres…De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado,
esclavo es del pecado… Así que, si el Hijo os libertare, seréis
verdaderamente libres" (Jn. 8:31,32,34,36).
Muchos de nosotros hemos experimentado la liberación
de Cristo de la condena del pecado. ¿Le estamos permitiendo hacernos libres
de la tiranía de lo urgente? El señala el camino: "Si vosotros
permaneciereis en mi palabra". Este es el camino de la libertad. A
través de la meditación y oración en la Palabra de Dios nosotros ganamos su
perspectiva.
P. T. Forsyth dijo: "El peor pecado es la falta
de oración". Nosotros pensaríamos que es el adulterio, el crimen o el
robo; pero la raíz de todo pecado es la autosuficiencia-independencia de
Dios. Cuando dejamos de esperar en oración la guía y las fuerzas de Dios,
estamos diciendo, con nuestras acciones, que no lo necesitamos. ¿Cuánto de
nuestro servicio está caracterizado por "ir solos"?
Lo opuesto a tal independencia es la oración en la
cual nosotros reconocemos nuestra necesidad de las instrucciones y el
abastecimiento de Dios. Referente a la dependencia de Dios, Donald Naillie
dice: "Jesús vivió su vida en completa dependencia de Dios, así como
nosotros debemos vivir nuestras vidas. Pero tal dependencia no destruye la
personalidad humana. El hombre nunca es tan verdadero y completo como
cuando está viviendo en completa dependencia de Dios. Así es como la
personalidad entra en su propia posesión. Esta es la humanidad más
personal".
El esperar en oración es indispensable para un
servicio efectivo. Así como el intermedio en un partido de fútbol hace que
nuestro aliento vuelva y podamos marcar una nueva estrategia. Mientras
esperamos las directivas de Dios, El nos libera de la tiranía de lo
urgente. El nos muestra la verdad sobre El, sobre nosotros y sobre nuestras
tareas. El imprime en nuestras mentes las tareas que El quiere que tomemos.
La necesidad en sí no es el llamado; el llamado debe venir de Dios, quien
sabe nuestras limitaciones. "Se compadece Jehová de los que le temen.
Porque El conoce nuestra condición; se acuerda de que somos polvo"
(Sal. 103: 13b-14). No es Dios quien nos colma hasta que nos doblamos o nos
estalla una úlcera, un ataque de nervios o un ataque al corazón. Estos
vienen de nuestras compulsiones internas, acompañadas por la presión de las
circunstancias.
EVALUANDO…
El moderno hombre de negocios reconoce muy bien el
principio de tomar tiempo para evaluar. Cuando Greenwalt era presidente de
Dupont, dijo: "Un minuto pasado en planificar ahorra tres o cuatro
horas de ejecución". Muchos vendedores han revolucionado sus negocios
y multiplicado sus ganancias por dejar la tarea del viernes para planificar
las principales actividades de la siguiente semana. Si un ejecutivo está
demasiado ocupado para parar y planificar, al tiempo se encontrará
reemplazado por otro hombre que sí toma tiempo para hacerlo. Si el
cristiano está demasiado ocupado como para parar, hacer un inventario
espiritual y recibir las designaciones de Dios, se convertirá en esclavo de
la tiranía de lo urgente. Podrá trabajar día y noche para terminar todo lo
que parece significativo para él y otros, pero no terminará la obra que
Dios tiene para que el haga.
El tiempo silencioso en meditación y oración al
comenzar el día re-enfoca nuestra comunión con Dios. Nos vuelve a
comprometer a su Voluntad mientras pensamos en las horas que seguirán. En
estos momentos quietos, coloque en una lista, y en orden de prioridades las
tareas que deben ser hechas, tomando en cuenta los compromisos ya
contraídos. Un general muy competente siempre redactará su plan de batalla
antes de trabar combate con el enemigo; él no pospondrá decisiones básicas
hasta que el fuego comience, aunque esté dispuesto a cambiar sus planes si
una emergencia lo demanda. Entonces, trate de implementar los planes que
usted ha hecho, antes que la batalla contra el reloj comience. Guarde una
cuota de flexibilidad para cualquier emergencia real.
También debe tratar de resistir a la tentación de
aceptar un compromiso cuando la invitación viene por teléfono. No importa
lo claro que el calendario pueda parecer en ese momento, pida un día o dos
para orar y tener la guía del Señor antes de comprometerse. Llamativamente,
el compromiso, a menudo, parece menos importante después que la voz
suplicante se silencia. Si usted puede resistir la urgencia del primer
momento, podrá estar en mejor posición para pesar el costo y discernir si
es la obra que Dios quiere para usted.
Agregue a su tiempo devocional diario una hora por
semana para inventario espiritual. Escriba una evaluación del pasado, anote
todo lo que Dios le puede estar enseñando y planifique objetivos para el
futuro. También trate de reservar un día por mes para un inventario similar
de mayor alcance. Paradójicamente cuánto más ocupado usted esté, más
necesitado estará de este inventario, aunque menos deseará hacerlo. Caso
contrario, usted se volverá como el fanático, quien, cuando inseguro de su
dirección, acelera la marcha, y un frenético servicio a Dios puede ser un
escape de Dios. Pero cuando usted, en oración, hace un inventario y
planifica sus días, esto le provee de una fresca perspectiva sobre su
trabajo.
CONTINUE EL ESFUERZO…
A través de los años el gran esfuerzo continuo en la
Vida Cristiana es la lucha por tener un adecuado tiempo diario para estar
con Dios, realizar un inventario semana, y una planificación mensual. Desde
ahora, por haber recibido órdenes que nos impulsan a la acción, Satanás
tratará por todos los medios de desbaratarlos. Sin embargo, sabemos por
experiencia que sólo por estos principios podemos escapar a la tiranía de
lo urgente. Así es como Jesús triunfó. El no terminó todas las tareas
urgentes en Palestina o todas las cosas que le hubiera gustado hacer, pero
El sí terminó la tarea que Dios le dio para que hiciera. La única
alternativa contra la frustración es la seguridad de estar haciendo lo que
Dios quiere. Nada sustituye el conocer si en este día, a esta hora, y en
este lugar, estamos haciendo la voluntad del Padre. Entonces y sólo
entonces podremos pensar de todas las otras tareas incompletas con
ecuanimidad y dejarlas con Dios.
Hace un tiempo las balas mataron a un hombre, el Dr.
Paul Carlson. En la providencia de Dios la misión de su vida estaba
terminada. La mayoría de nosotros podremos, a lo mejor, vivir más tiempo y
morir más calmadamente, pero cuando el fin venga, ¿qué nos podrá dar mayor
gozo que el estar seguros de haber terminado la obra que Dios nos dio? La
gracia de nuestro Señor Jesucristo puede hacerlo posible. El ha prometido
libertad del pecado y el poder para servir a Dios en la obra que El ha
elegido. El camino es claro. Si permanecemos en la palabra de nuestro
Señor, somos verdaderamente sus discípulos. Y El nos liberará de la tiranía
de lo urgente, nos libera para hacer lo importante, que es la Voluntad de
Dios.
Original publicado por Intervarsity Press,
Tyrany of the Urgent,
por Charles E. Hummel.
©
1967 - Intervarsity Press of U.S.A.
Traducción © 1984
Intervarsity Press.
Traducido e impreso con
permiso de Intervarsity
Press, Downers Grove, IL
60515, U.S.A.
Apuntes Pastorales
Octubre – Noviembre /
1984
Vol. II, número 3 |