El ejemplo de Job es de una las mejores ilustraciones
para superar en momentos extremos el desfallecimiento, con la mejor de las
decisiones.
El desfallecimiento de Job.
Job estaba experimentando un dolor físico extremo así como el sufrimiento
de haber perdido a su familia y toda su fortuna.
El agotamiento de espíritu que padecía Job no era
injustificado, era el resultado de la obstinación de hacerle frente a la
adversidad con sus propias fuerzas.
Antes de comprender esto, Job derramó ante Dios su frustración
y su cansancio:
“¿Por qué deja Dios ver la luz al que sufre?
¿Por qué le da vida al que está lleno de amargura, al que espera la muerte
y no le llega, aunque la busque más que a un tesoro escondido?
La alegría de ese hombre llega cuando por fin baja a la tumba.
Dios lo hace caminar a ciegas, le cierra el paso por todos lados.
Los gemidos son mi alimento; mi bebida, las quejas de dolor.
Todo lo que yo temía, lo que más miedo me causaba, ha caído sobre mí.
No tengo descanso ni sosiego; no encuentro paz, sino inquietud”. (Job
3:20-26)
La encrucijada y la decisión.
El dolor de Job lo situó en una encrucijada, y en su desesperación Job
regresa a los fundamentos de su fe en Dios. Solamente tenía dos opciones, una
maldecir a Dios y rendirse, o confiar en Dios para alcanzar su misericordia y
continuar adelante.
Pero en vez de decir: ¡Ya he luchado demasiado! Dijo: ¡Yo
sé que mi Redentor vive! (Job 19:25)
Y tornó el SEÑOR la aflicción de Job, y aumentó al doble
todas las cosas que habían sido de Job.
Y vinieron a él todos sus hermanos, y todas sus hermanas,
y todos los que antes le habían conocido, y comieron con él pan en su casa, y
se condolieron de él, y le consolaron de todo aquel mal que el SEÑOR había traído
sobre él.
Y el SEÑOR bendijo a la postrimería de Job más que a su
principio. (Job 42:10-13)
Darse por
vencido ante Dios, no es lo mismo que darse a Dios para vencer.
“Todo lo puedo
en el Cristo que me fortalece”. (Filipenses 4:13).
(Este artículo ha sido inspirado también para nuestra
Nación.)