Por:
Eloy A González.
No
puedo decirte quien eres ni quien deberías ser. J L Borges
En
tiempos de absorbente comunicación y desinterés, sorprendido por un tiempo que
se acaba, asombrado por el quebranto y dispuesto de nuevo al apremio; me
encuentro, como he dicho, en este prolongado ocaso viendo cómo se van propios y
extraños; y es que hace algunos días
conocía de la muerte de mi buen amigo Rafael Zaldívar Valdovinos, esto el día 7
de julio del presente año en la ciudad de Camagüey.
Muy
enfermo, escamoteándonos la enfermedad y con la certeza de la proximidad de la
muerte, había llamado a su familia más cercana para que lo llevaran hasta la
ciudad de Camagüey donde aún reside parte de su familia, para allá morir.
Dejaba brevemente y para siempre la ciudad donde vivió gran parte de sus 76
años, La Habana, ciudad que siempre le sedujo
y busco contento en ella como pocos.
Conocí
a Rafael Zaldívar en las reuniones semanales de la Unión Bautista de
Estudiantes Universitarios (UBEU) a finales de los 60’s. La UBEU era una
organización que fundada el 23 de agosto de 1949 que inauguró una moderna sede en los
50’s en la calle J # 555 muy cerca de la Universidad de la Habana y también
cerca del Centro Cristiano Universitario (metodista). Allí ya estaba
establecida la Iglesia Bautista W Carey que pastoreaba el Rev. Juan Francisco
Naranjo y su esposa Estela Hernández. Esta organización se reunía todos los
sábados en animadas y bien organizadas reuniones que se complementaba, por así
decirlo, porque también allí ese mismo día y una hora antes se reunían los
estudiantes de la Unión Bautista de Estudiantes Secundarios (UBESE). Deben de
imaginar el alcance de dos organizaciones de estudiantes reunidas en un lugar
céntrico de la capital en los espacios de una iglesia y donde asistía un
numeroso grupo de estudiantes no solo de las iglesias de la capital sino otros
tantos estudiantes de confesión bautista que estudiaban como becarios en La Habana.
Señalo
todo lo anterior porque entre los años 60-70, en aquellos tiempos de tormentas
y temores, los jóvenes cristianos de confesión bautista y además estudiantes
universitarios tenían un espacio de encuentro, regocijo juvenil y compañerismo
poco usual para esos tiempos; y también….,
porque se ha dicho que fue el escenario propicio de encendidas
confrontaciones lo cual es una exageración en sí. Aquellas dos organizaciones,
sobre todo la que agrupaba a los estudiantes universitarios, establecían un
programa que era muy actual y abordaba temas que no se tocaban en las iglesias
de dónde venían los jóvenes; asistí cada sábado en la noche a programas de
avanzadas consideraciones que promovían el diálogo y el libre juego de la ideas
en un país donde se establecía un régimen totalitario. Fue en una de esas
breves pero intensas conversaciones allí en la UBEU donde conocí a Rafael
Zaldívar.
Rafael
era un joven alto, de expresión apacible y sincera; su mirada reflejaba bondad
y su frente amplia inteligencia y
capacidad. Era de esas personas que establecen una comunicación inmediata y
amable no excepta de comentarios directos y controversiales, y eso me agrado.
Por aquellos tiempos cursaba el segundo año de la carrera de Medicina, en tanto
que Rafael ya estaba por terminar la carrera de Licenciatura en Lengua
Francesa. Era usual entre los jóvenes universitarios en la UBEU que le gastaran
bromas a Rafael porque en realidad era su edad mayor que la media de los que
allí asistíamos, sobre todo porque el asistía incluso a los programas de la
UBESE.
Lo
cierto es que desde aquel día comencé a visitarlo en su casa en lo que era
aquel pequeño apartamento de la calle Suárez 106. En aquel apartamento se
mostraba la estrechez y la acogida, para todos; pero sobre todo era el lugar
frecuentado para la conversación desenfadada e intensa. Allí fui las primeras
veces a conversar y acabe quedándome siempre que podía para comer y establecer
mi residencia aun cuando muy pocas veces dormía allí porque el espacio era sin
duda limitado; pero me consta que más de una persona en necesidad allí pernocto
más de una vez. Aquel era el lugar donde llegar, la referencia de un espacio de
plática ágil y sin fingimientos; no había allí frases altisonantes, palabras
soeces y carestías de conmiseración en lo que se trataba. Por allí pasaban
religiosos de todos los credos, intelectuales encumbrados y pobres diablos que solo
alcanzaban el anonimato, artistas, poetas malditos y otros menos malditos;
revolucionarios, disidentes, neutrales y no pocos menos neutrales. Exitosos
personajes y otros caídos en desgracias por múltiples causas; chivatos y
extranjeros, liberales, conservadores, moralistas y algunos no tan moralistas…,
en fin el muestrario de una sociedad cerrada en un espacio pequeño pero gentil.
En
el año 1971 cuando Rafael ya había terminado sus estudios universitarios y se
desempeñaba como profesor de Francés en
el Instituto Pre Universitario de Guiñes y yo
estaba pasando un periodo de trabajo asistencial en Camagüey, fue que
comenzó el Primer Congreso Nacional de Educación y Cultura. Con las primeras
informaciones que aparecieron en la prensa sobre este acontecimiento, escribí a
Rafael sobre alguna de mis opiniones y este en respuesta me recriminó por
escribir sobre estos asuntos por correo;
de regreso en La Habana un mes después
me encontré la triste realidad de que Rafael había sido expulsado como profesor
de Francés, según me dijo, acusado de “proselitismo religioso”, me dijo que le
había hablado a dos alumnos de religión.
Es
de imaginar lo que representó esto para Nancy Valdovinos, su madre, quien toda
la vida se había identificado con las causas revolucionarias y había trabajado
arduamente en el Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo) o Partido Ortodoxo y vio
llegar, como muchos cubanos llena de esperanzas, la tan ansiada Revolución
Cubana. Ella como Rafael más que simpatizar
eran, en el sentido exacto de la palabra y en ese momento, revolucionarios.
Entonces veían que aquella Revolución en la que creían, independiente de su
probada Fe cristiana; quien sabe bajo que oscuros mecanismos ideológicos se
hacía excluyente para ellos, echaba por tierra toda una carrera universitaria y
cercenaba la vida laboral y profesional recién comenzada de Rafael . Nadie
puede considerar hasta qué punto aquello les arruinó y fui testigo y partícipe de tales desdichas
y tristezas, como nadie. No vi ni una sola muestra de compasión y solidaridad
para con ellos; ni en esta ocasión ni en
situaciones sucesivas futuras mostraron
una lógica actitud de víctimas…, y sí que lo eran. En tanto que Rafael buscaba
algún trabajo para poder suplir a la familia que incluía a un tío con serios
problemas de salud y tratando de esconder sus pesares, Nancy buscaba en sus
recuerdos y escribía, como tantos cubanos privados de algo a Celia Sánchez;
también confió en Conchita Fernández, una mujer vinculada con el poder en Cuba
y con quien trabajo directamente cuando esta fue secretaria de Eduardo Chibás.
Nunca obtuvo respuesta alguna.
Coro
Shalom en su última presentación después de participar en el Festival de la Diversidad en Minnesota
(2012). Rafael Zaldívar tercero de izquierda a derecha.
Nunca,
en aquellos días azarosos y difíciles tanto para Rafael como para Nancy, les vi
apesadumbrado. Si bien la angustia no se les escapaba de sus rostros, no escuche ni una sola queja ni nada dicho
con resentimiento o mostrando
aborrecimiento para con aquellos que
habían actuado de manera tan injusta. Terminado el servicio religioso de
domingo en la iglesia a la que asistía me acerqué al Pastor para decirle lo que
le había ocurrido a mi amigo Rafael…, "eso le pasa por ser revolucionario”
me dijo.
Poco
tiempo después, Rafael logra un trabajo en una carpintería como ayudante y se
empleó en esto sabiendo que era la única forma de lograr alguna solución para
la situación insegura por la que pasaban. De ningún modo dejaba a un lado
tantas actividades a las que le dedicaba no poco de su tiempo y entusiasmo;
recuerdo un amigo común que le dijo a Rafael que lo único que le faltaba era
anotarse en un curso de bandurria. La iglesia era para él importante y se iba
hasta el Reparto de los Pinos donde asistía a la Iglesia Bautista Nueva
Jerusalén, la misma que le conocía de su consagración desde niño. Nadie como
Rafael para conocer y disfrutar del ambiente cultural de La Habana en cualquier
tiempo; prefiriendo por sobre todo las actividades teatrales a las que
frecuentaba sin demora; conservó por
mucho tiempo todos y cada uno de los programas de las obras de teatro a las que
acudía con anotaciones incluidas. Su dedicación mayor era al canto coral dentro
y fuera de la iglesia lo que fue su principal actividad hasta su muerte. Aun cuando
había terminado los estudios de Lengua y Literatura Francesa y conocía y
gustaba de la enseñanza, no dejo en ningún momento de aprender y sumar uno y
otro idioma a su creciente acervo en conocimientos de lingüística; todo esto a
pesar de que las circunstancias lo habían llevado a ser un simple peón de
carpintería; nunca lo escuché quejarse de su torcida situación.
Nunca
se limitó a relacionarse con extranjeros, a pesar de que esto no era bien visto
por el régimen por aquellos tiempos; su natural tendencia a la conversación
amable y su conocimientos del idioma francés y del inglés le permitían
establecer una comunicación de inmediato con los extranjeros que, aunque escasos, se veían deambular por
La Habana. Tenía una pequeña libreta donde anotaba nombres, direcciones y
teléfonos incluyendo extranjeros
radicados en La Habana. La libretica alguien la revisó en el taller de
carpintería donde trabajaba y a los pocos días fue expulsado con la misma
inquina con que fue obligado a dejar su trabajo de profesor de francés por
parte de las autoridades del Ministerio de Educación. Pero faltaba lo peor…….,
En
el año 1959 la sociedad cubana no solo fue sorprendida por un cambio de
gobierno producto de una revolución armada sino por todo un cambio que movió y
distorsionó todos los cimientos de la nación. A pocos días de la victoria y
defenestrada la dictadura, el pueblo se vio sumido en un entusiasmo que lo
llevó a apoyar una naciente revolución que se estableció mediante una lucha
armada, no tan cruenta como no la muestran, pero violenta en sí. Pronto el
miedo y el poder se consolidaron sobre un montón de cadáveres y una ideología
totalitaria y una práctica del poder basada en la represión y el miedo se
apodero de las conciencias, creando una estructura tal que nos acercó a una
tiranía de la cual fuimos colaboradores y víctimas propiciatorias. La Iglesia
como tal no estuvo ajena; pero la certeza
de que vivíamos en una dictadura y que esta no nos era ajena no fue del
todo considerada; preferimos las ideas de que había un lugar y un margen de
sobrevivencia y testimonio de lo cristiano en el escenario que predeterminaba
la revolución…, avasalladora y triunfante.
Creímos,
que solo era posible una lectura de compromiso social del cristiano y de lo
cristiano para ser parte de una revolución que tenía ya a sus enemigos pero que
estos no tenían por qué estar dentro dela Iglesia; a pesar de las persecuciones
contra la iglesia, las depuraciones (en la universidad), la UMAP, y el
estalinismo tropical de la vida cultural y educativa de la nación. A los
cristianos nos tocaba ser parte de un sistema que podía asfixiarnos en un
abrazo desesperado por transitar el compromiso político atemperado a los
principios sociales de las prédicas y prácticas bíblicas, sobre todo neo
testamentarias.
En
este contexto la iglesia cristiana y la iglesia bautista se movía en un estado
de crispación, con eventos que suponían enfrentamientos e intolerancias. Un
grupo de jóvenes preocupados por lo que debía ser el testimonio en tales
circunstancias y apremiados por el contexto casi obligado de militancia
política que nos absorbía, consideraron que una lectura sobre la
responsabilidad social del cristiano podía explicar y mostrar lo que de justo
tenia también los principios sociales de los evangelios.
Rafael
formaba parte de este grupo dentro de la iglesia Bautista, pero también se
hacía evidentes estas inquietudes dentro del movimiento ecuménico y de algunos
grupos que formaban parte de la iglesia católica cubana. Fue dentro de la
Iglesia Bautista que se organizó y se llevaron a término el Primer Campamento sobre la Responsabilidad
Social del Cristiano y un año después tuvo su segunda edición. Al termino del
primero, un encuentro en una Iglesia Bautista de La Habana fue un evento que
resultó interesante y comprometedor; la asistencia fue tan variada que mostró
la posibilidad de que un diálogo dentro de la iglesia bautista era posible. A
todo esto siguió, declaraciones, publicaciones y eventos compartidos con otras
organizaciones e iglesias.
Entonces
sucedió lo inesperado. Rafael Zaldívar nunca abandonó su consagrada entrega a su iglesia de la cual era miembro,
la Iglesia Bautista Nueva Jerusalén en el barrio de Los Pinos; y fue allí, por
iniciativa de su pastor el Rev. Antonio Pérez Ravelo, que fue expulsado sin
mediar una decisión congregacional y argumentándose de manera festinada que se
hacía por su condición de “revolucionario”. Esto ocurrió por el año 1974, y
constituyó para Rafael, su madre también miembro de aquella iglesia y sus
amigos y hermanos en la Fe una noticia dolorosa. Si las anteriores expulsiones
fueron lamentables y les ocasionó muchos desgarros, esta última, la expulsión
de la Iglesia fue una tragedia de la cual nunca se recuperaron.
Revertir
la decisión del Pastor era imposible; pero que los miembros pidieran una
revisión de tal decisión si era posible y esto buscamos. Con premura redactamos
una carta en términos sencillos y fraternales en el mejor espíritu cristiano y
nos fuimos para Los Pinos con una buena cantidad de esas cartas y la intención
de hablar con algunos de los miembros de la Iglesia. Solo visitamos dos
familias a los que les explicamos y le dejamos la carta; no intercambiaron
palabras algunas, otras dos familias o no estaban o no abrieron sus puertas…,
para terminar nuestra gestión, desanimados, fuimos a la iglesia y dejamos allí
el resto de las cartas. Nunca hubo una repuesta. La expulsión de Rafael
Zaldívar de la Iglesia era un hecho consumado. Esta vez no había sido porque
era “religioso” o “se relacionaba con extranjeros” sino por ser
“revolucionario”. Alguien en tono de broma le dijo a Rafael, para quitarle
tensión al momento, que no se preocupara que cada vez menos personas querían
estar en la Iglesia. Por aquel tiempo Rafael era uno de los 6 754 miembros de
las iglesias bautistas de la región occidental del país y lo echaron de una de
ellas; pero era allí donde él quería estar, su fidelidad a su iglesia era algo
incuestionable. Rafael tenía un cabello negro y ondulado, después de estos años
liosos entre el 1971 y 1975 su cabello se hizo gris, encaneció en un tiempo
corto; porque eso hace los sufrimientos, envejecer.
Era
apremiante que Rafael tuviera una iglesia donde congregarse y todo indicaba que
otras iglesias bautistas no iban a contrariar la decisión del Pastor Pérez Ravelo;
fue ahí donde una discreta indagación condujo a la posibilidad de que la
membresía de Rafael Zaldívar para la Iglesia Bautista Bethel en Miramar, fuera
aceptada. Rafael fue miembro activo de esa Iglesia desde los años 70’s hasta su
muerte.
Por
estos tiempos viajó a Europa en una jornada que siempre recordó, sería su
primer viaje al exterior y conoció a España, Francia y Suiza; fue como un
bálsamo refrescante después de tantos tropiezos y canalladas.
Un
día se encontró, caminando por La Habana
como solía hacer, a un ex condiscípulo de la Universidad que le hablo de un
proyecto para poner a funcionar una
Escuela de Idiomas adjunta al Ministerio
de Salud Pública (MINSAP); sin mayores problemas acepto incorporarse al
claustro de profesores de esta institución recién creada donde trabajo hasta su
retiro. Solo que…, los canallas y miserables no tenían tiempo para el sosiego,
faltaba algo peor.
El 1
de abril del 1980 comienza la crisis o el éxodo del Mariel, su antecedente fue
irrupción de miles de cubanos en la Embajada del Perú en La Habana. El éxodo
ocurrió entre abril y octubre del 1980 y llevo a los Estados Unidos más de 125
mil cubanos. Pero todo no fue tan simple, una oleada de represión, acoso e
intimidación sacudió toda la isla; miles de cubanos, familias enteras fueron
víctimas de los ruines actos de repudio
que mostraban al desnudo cuanto de vil y miserable puede ser el comportamiento
de las así llamadas masas enardecidas que atacaban a los que buscaban abandonar
el país. El asunto se reducía a atacar, en todos los sentidos, a aquellos que
entraron a la Embajada del Perú, esperaban por los familiares que venían a
buscarlos de los EEUU o mostraban una clara disposición a salir del país en
aquel puente del Mariel. Los enemigos eran sin dudas los que querían abandonar
el país y con ello menguar el elevado proyecto revolucionario.
En
pleno apogeo de esta crisis, Rafael Zaldívar recibió la visita de uno de sus
compañeros de trabajo, profesor como el de la Escuela de Idiomas; este le hablo
directamente y le pidió de forma encarecida que no fuera al día siguiente a su
centro de trabajo; como es lógico Rafael le preguntó la razón y este no quiso
darle más datos pidiéndole una y otra vez que no fuera. Rafael hizo caso omiso
de aquello y al día siguiente se presentó a trabajar como venía haciendo
siempre y como era habitual en un buen trabajador que disfrutaba de su trabajo;
allí le esperaba un acto de repudio que no supe nunca en qué medida se produjo,
pero el resultado inmediato fue la separación
de su centro de trabajo. Esta vez fue una injusticia que no tenía
explicación alguna, porque él seguía siendo el mismo que simpatizaba con la
revolución y nunca había pasado por su mente salir del país. Esta vez,
catalogado cómo “escoria”, veía de nuevo esfumarse su vida laboral y su probada dedicación profesional. Como mantenía
siempre una actitud digna guardo silencio, lo que no hicieron muchos que
conociéndole no podían admitir tal canallada.
Meses
después, cuando las aguas volvieron a su nivel, fue incorporado a su mismo
puesto de trabajo. Por ese entonces yo vivía con mi familia en Holguín, pero en
uno de mis viajes a La Habana pude conversar con él sobre tan embarazoso
asunto. Nada me dijo de cómo fue su inesperada separación y si fue un acto de
repudio como se venían ejecutando. Ante mi insistencia me aseguró que todo se
debía a algunas personas envidiosas y mal intencionadas que no entendían por qué le llamaban
constantemente de la oficina del Ministro (MINSAP) para servir de intérprete
cuando venían delegaciones de alto nivel de países francófonos. Seguí sin
entender. Finalmente me dijo que la decisión de reintegrarlo al trabajo vino
por una visita formal de Sergio Arce Martínez a las Oficinas de José Felipe
Carneado, donde le fue planteado a este funcionario la situación e injusta
separación de que había sido víctima. Años después el Rev. Raúl Suarez me
aseguró, que uno de sus mayores logros en materia de Derechos Humanos había
sido el lograr la reincorporación de Rafael a su trabajo.
Antes
de continuar quiero referirme a dos anécdotas que Rafael me contó en uno de mis
viajes a La Habana a finales de los 80’s. Nancy tenía un viejo radio que había
comprado a comienzo de los 60’s y no funcionaba; un día se empeña en arreglarlo
y un compañero de trabajo de Rafael se brinda para traer un técnico de radio y
así lo hizo. El radio comenzó a funcionar bien pero unos días después tenía
ruidos muy extraño. Esta vez Rafael buscó la ayuda de un ingeniero
electrónico de confianza que trabajaba
de manera ocasional en una iglesia bautista cerca de su casa. Este comenzó a
revisar el radio y en un momento le pidió a Rafael y a Nancy que no hablaran,
siguió su trabajo, lo detuvo y le pidió a Rafael que salieran al pasillo
exterior. Para asombro de Rafael este le dijo que el radio tenía instalado un
micrófono de escucha que iba a retirarlo
de inmediato y destruirlo. Unos días después el compañero de trabajo de Rafael
y el “técnico” de radio llegaron para
“revisar” de nuevo el equipo pero él no lo permitió; meses después se
encontró al “técnico” y este le evadió. Esto sucedió según me dijo Rafael a
finales del 1977. No sé cuánto hay de cierto o fabulación en esto; pero de lo
que si estoy seguro es que si algún lugar en La Habana era conveniente para los
oscuros propósitos… de instalar un mecanismo de escucha era en aquel
apartamento.
También
me conto Rafael que un día vinieron a su trabajo unos funcionarios y le dijeron
que debía comenzar a enseñar idioma Francés a una persona en particular para lo
cual debía de establecer un horario diario de una o dos horas , las clases
serian personales y con absoluta privacidad. En la primera clase fue que
conoció quien era el alumno, se trataba de Carlos Lage Dávila, quien fuera Vice
Presidente del Consejo de Estado. Le enseñó por casi un año… ¿aprendió? le
pregunte y me contesto: muy bien.
En
los años siguientes Rafael Zaldívar
desempeño su trabajo como bien hacía, siempre dedico tiempo a su Iglesia y
participo durante años en el Coro Shalom. Esto último lo llevo a múltiples
viajes al exterior. Nunca dejo de ser el amigo sincero de buenas
intenciones que mostraba un respeto y
aprecio sin reservas.
De
regreso a La Habana, retomamos una relación afectada por las distancias. Cuando
en el año 1992 fui detenido y en múltiples ocasiones citado por la policía
política, fui de inmediato a su casa y le explique la situación a fin de no
comprometerlo con mi amistad. Me dijo sin equívocos: siempre has venido a esta
casa y siempre has sido un amigo leal, quiero que sigas viniendo a conversar
porque nada puede suprimir esta amistad de tantos años. Todos los domingos
después del servicio de la Iglesia almorzábamos juntos y dedicábamos buen
tiempo a las conversaciones que tanto disfrutaba. Nunca supo que la policía
política me había amenazado con que harían un registro a su apartamento, “el de
la viejita que usted visita” me dijeron.
Pude
saber en la forma discreta pero directa con que decía las cosas, como impidió
que alguien, manipulado por la policía política, progresara en su intento de
intimidarme en tanto que a otro miserable lo detuvo sin más cuando intentó
atacarme con infames calumnias.
Cuando
un amigo se va se detienen los caminos, en realidad los caminos se hicieron
estrechos cuando deje la Habana y fui a trabajar al oriente del país; fue entonces
que no hubo más conversaciones. Cuando fue posible nos escuchamos y
compartimos, cuando nos necesitamos nos encontramos. Compartimos sobresaltos y
tristezas, algunas alegrías y la necesaria paz que da una Fe compartida y unas
ideas marcadas por la virtud y el enojo.
Siempre
entendí que realmente éramos amigos. He hice lo que todo amigo hace, agradecer
a Dios por una amistad tan prolongada como intensa. Gracias por haber sido mi
amigo.
En
soledad e insania pasó sus últimos tiempos sin que pudiéramos comprenderlo
todo; ya no lo vamos a hacer. Ni preferimos solo recordarle; cuando llegó el
momento de dejarnos sé que falto una mano que estrechara su despedida, fue la
mía…., lo siento. El amigo estaba distante y cansado, el amigo es el vencido.
Hace
algún tiempo escribí un artículo sobre la amistad y entre otras cosas dije:
Cuando
todos se han ido… ¿por qué pensar que el amigo llega? Es así de cierto. ¿Será
que han llegado las horas de conjurar esas amistades equívocas que vienen en
horas de la noche a turbar el sueño del vencido?..................., En cuanto
a dar la bienvenida a los nuevos amigos o amigas. Ya se hace tarde; se ha
acortado demasiado el tiempo. Al vencido le faltan los amigos, si estos vienen,
solo les digo que no se demoren; porque los amigos verdaderos suelen llegar
tarde.
Tú
en cambio fuiste el amigo bueno y
espléndido que nunca llego tarde.