Un ex editor de una revista
publicada por la Iglesia afirmó que una “élite” eclesiática no confía en que el
gobierno actual pueda manejar una transición
Afirma que el diálogo con el
gobierno de Raúl Castro ha sido “mal visto” dentro de la alta jerarquía de la
Iglesia
Acusó al Arzobispado de La Habana de
desviar fondos recaudados en nombre de la revista hacia otras actividades
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Nora Gámez Torres
Un sector importante de la jerarquía
de la Iglesia Católica cubana no vería con buenos ojos el acercamiento de esa
institución al gobierno presidido por Raúl Castro, según declaraciones del ex
director de una publicación editada por la Arquidiócesis de La Habana.
En una entrevista con un estudiante
graduado circulada este martes, Lenier González, uno de los antiguos editores
de la revista Espacio Laical —hasta junio del 2014, cuando hizo oficial
su renuncia— dijo que la publicación encontró “una resistencia muy fuerte
dentro de la Iglesia entre determinados elementos de la jerarquía y del clero”
porque la Iglesia “estaba acostumbrada a darle espacio a las voces críticas del
Gobierno…. Hubiesen preferido una revista más beligerante con el Gobierno, pero
no poseen ni la integridad ni el coraje para hacerlo”.
González dijo que en las “élites de
la Iglesia” prevalecía una visión “muy monolítica…sobre la ilegitimidad del
‘evento Revolución’. Incluir en las páginas de la revista a actores cercanos al
gobierno cubano nos trajo muchos problemas dentro de la institución”.
El ex editor de la revista —junto a
Roberto Veiga— afirmó que “nunca hubo por parte del gobierno cubano, o de los
órganos de la Seguridad del Estado, la más mínima gestión para hacernos la vida
imposible. Los que sí intentaron hacernos la vida un infierno fueron
determinados actores eclesiales”, que no fueron nombrados en el texto de la
entrevista.
Asimismo, afirmó que el acoso de
esos miembros de la jerarquía católica empeoró cuando el Cardenal Jaime Ortega
comenzó a negociar con el gobierno de Castro en el 2010 para liberar a un grupo
de presos políticos, a petición de esposas y familiares agrupadas en el
Movimiento Damas de Blanco, un proceso que según él “polarizó políticamente a
la Iglesia”.
“Decían que la Iglesia no ganaba
nada. Pensaban que el relevo de Fidel y de Raúl no podría llevar adelante las
transformaciones del país, que no saldrían ilesos de la negociación del bloqueo
con Estados Unidos, que iban a perder el control del país y que llevarían al
gobierno hacia su implosión. En ese contexto, Espacio Laical le daba
espacio a sectores gubernamentales y, entonces, en la mente de esta gente, eso
‘mostraba’ a la Iglesia muy cercana al gobierno. El Cardenal estaba implicado
estructuralmente en esa política de diálogo —eso era mal visto dentro de la
Iglesia— pero era más fácil atacar a Roberto y a Lenier, que atacar
directamente a Jaime”, comentó.
El Cardenal Ortega ha sido blanco de
las críticas de sectores de la oposición dentro y fuera de Cuba por lo que
perciben ha sido una postura complaciente con el gobierno de Castro. Más
recientemente, recibió duras críticas por unas declaraciones a una radio
española en la que afirmaba que en Cuba no quedaban presos políticos.
Poco a poco se han ido conociendo
los detalles de la participación de Ortega en las negociaciones secretas entre
el gobierno de Estados Unidos y Cuba, que culminaron en el acuerdo de
restablecer relaciones. Ortega le entregó al presidente Barack Obama una carta
enviada por el Papa Francisco, durante un
encuentro secreto que tuvo lugar en la Casa Blanca, de acuerdo con el libro Diplomacia
Encubierta con Cuba: Historia Secreta de Negociaciones entre Washington y La Habana,
de Peter Kornbluh y William Leogrande.
Anteriormente Ortega había recibido
una carta del senador Patrick Leahy pidiéndole que intercediera ante el Papa
para que considerara como una cuestión “humanitaria” el posible canje de tres
de los cinco agentes cubanos de la Red Avispa. La carta fue enviada a través de
Julia Sweig, en ese momento directora del programa de Estudios Latinoamericanos
del Council on Foreign Relations, quién la hizo llegar vía Fedex precisamente a
González y Veiga, quienes estaban en Miami para una conferencia y entregaron la
misiva a Ortega a su regreso. González confirmó esta información al Nuevo
Herald pero declinó comentar sobre la entrevista.
El politólogo Armando Chaguaceda,
activo colaborador de Espacio Laical, cree que es más “pausible” que la
salida de los editores fuera el resultado no solo de la incomodidad de algunos
sectores eclesiásticos con la inclusión de voces de izquierda en la revista,
como sugiere González, sino también con los temores de quienes estaban activamente
promoviendo un acercamiento con el gobierno para lograr más espacios dentro de
la sociedad cubana.
Chaguaceda señaló que justo cuando
los editores anunciaron su renuncia, debido a presiones dentro de la Iglesia,
la revista estaba incluyendo voces más críticas y debates sobre reformas a la
Constitución, el modo en que el Partido Comunista participa del gobierno y el
sistema de elección del Presidente, lo cual podría haber atemorizado a ese
sector que quería mantener buenas relaciones con el gobierno.
En otra polémica alegación en la
entrevista, González afirmó que el Arzobispado ingresaba dinero a nombre de Espacio
Laical pero luego este era utilizado en otras actividades:
“El Arzobispado de La Habana
ingresaba anualmente decenas de miles de dólares en calidad de ‘apoyo’ a Espacio
Laical. Se les hizo creer a varias entidades extranjeras que ellas pagaban,
‘en exclusiva’, la revista. Nosotros tenemos documentados detalladamente cuatro
casos. Luego ese dinero era destinado a otros fines. La revista era muy prestigiosa
dentro y fuera de Cuba, y les sirvió para gestionar mucho dinero a costa de
nuestro trabajo. Y es bueno decir que de todo este dinero, Roberto y yo
recibíamos 40 CUC cada uno al final de mes; y los recursos para gestionar la
publicación eran pírricos”.
El comunicado enviado el martes,
incluye una entrevista con el también ex editor de la revista Roberto Veiga,
que usó un tono más moderado para explicar su salida de esa publicación. Tras
su partida de la revista, ambos fundaron el proyecto Cuba Posible, que se
presenta como “un laboratorio de ideas” y está vinculado al Centro
Cristiano de Reflexión y Diálogo-Cuba. Las entrevistas aparecen
publicadas también en el sitio web de Cuba
Posible.
Espacio Laical fue criticada por algunos miembros
de la oposición por promover la “oposición leal”, una postura que reconoce al
gobierno actual como actor principal de una transición. Aunque sus editores
destacaron que la revista había trazado “puentes” para incluir una “pluralidad”
de voces de dentro y fuera de Cuba, González afirmó que la revista era, a la
vez, “excluyente” con quienes quieren “un cambio de régimen” en la isla, apoyen
el embargo o promuevan la “violencia interna”.
La revista publicó comentarios de
disidentes que asistieron a sus debates pero no publicaba de manera regular
artículos de opositores pues solo Oscar Espinosa Chepe y su esposa, Miriam
Leyva se acercaron a Espacio Laical “con una propuesta de colaboración”,
explicó González.
No obstante, la revista, con una
tirada de unos 4,500 ejemplares que se distribuían en todo el país, logró
ganarse una audiencia por la calidad de los debates sobre temas polémicos de la
realidad social cubana, que no aparecían en los medios oficiales.
“Espacio Laical propuso un
periodismo político con un perfil escaso en Cuba” y “amplió de modo importante
los discursos que circulaban en ese momento en la isla”, comentó desde Ecuador,
el jurista Julio César Guanche, que integra también el Consejo de Dirección de
Cuba Posible.
Para Guanche, la revista contribuyó
a un diálogo “entre sectores religiosos y la sociedad cubana” sin ser solamente
una revista “católica”. “Por sus páginas pasaron muchos temas distintos y
muchas personas diferentes. Creo que cumplió una función cívica e intelectual
de enorme importancia”, subrayó.
De modo similar, Chaguaceda destacó
que la revista “se convirtió en el principal medio de opinión informada de la
Cuba de las reformas de Raúl Castro” y “fue bastante plural para el contexto en
que se hizo” aunque consideró que era “falaz incluir en el mismo saco a una
minoría casi inexistente” de quienes en Cuba promueven un cambio de sistema a
través de la violencia y a opositores que buscan una vía pacífica pero que
quieren un cambio de gobierno o incluso, apoyan el embargo.
“Se trata de una exclusión
ideológica y política, de la oposición política que se asume como tal”, comentó
el profesor de la Universidad de Guanajuato en México.
La Arquidiócesis de La Habana no
contestó inmediatamente a una petición de comentario para esta historia.
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