AGAR
"Y también del hijo de la sierva haré una
nación, porque es tu descendiente" Génesis 21:9-21.
Léase: Gn 21:9-21. Agar había sido sacada de Egipto
cuando era una niña y vendida como esclava. Probablemente había estado ya con
Sara en Ur de los Caldeos. El caso es que entre muchos criados y criadas, Agar
era tenida en gran estima por su ama, esto es evidente por el hecho que cuando
Sara quería que Abraham tuviera un hijo, cuando ella creía ser estéril, se la
dio a Abraham, para que naciera de Agar el hijo de la promesa. Desde el punto
de vista de Sara era imposible conceder mayor honor a una esclava.
Y con todo, esto constituyó un pecado delante de
Dios, para los tres aunque menos para Agar. Era un pecado y como tal
permaneció, pues el acto sexual no es permisible fuera del matrimonio. Es
verdad que las costumbres de la época eran diferentes, pero esto no anula las
leyes de Dios. Por tanto, los tres eran culpables. En el caso de Abraham y Sara
a esta violación de los preceptos de Dios se añadía el pecado de la
incredulidad. El intento de asegurar el Hijo de la promesa a través de Agar era
el resultado de una falta de fe en la omnipotencia de Dios y la certeza de sus
promesas. Agar, siendo una esclava era, naturalmente, la menos responsable por
tener menos libertad.
Por tanto, no es de sorprender que ni resulte de
este arreglo humano ninguna bendición. Agar "miraba con desprecio a su
señora", ya antes de nacer Ismael, y se escapa de su dueña. Luego, cuando
Sara dio a luz a un hijo, aparecen los celos entre las dos, celos que luego se
trasladan de las madres a los hijos. Ismael se burla de Isaac. Aparece la
discordia entre Abraham y Sara. Sólo después de la intervención de Dios Abraham
despide a Agar. Esta vez sale para el desierto con el hijo.
Pero esto no completa el episodio de Agar, pues de
él ha habido consecuencias visibles aún hoy. De Ismael proceden los árabes, de
los cuales salió Mahoma. Así que la fuerza del Islam que todavía es potente en
tres continentes, está en su origen unida al nombre de Agar.
De hecho, hay en esta circunstancia un misterio que
no ha sido bien comprendido todavía. Es indudable que esta muchacha egipcia
había llegado a un conocimiento del verdadero Dios en la tienda de Abraham. Por
la gracia de Dios había aparecido la fe en su corazón. Y a través de esta
promesa había en ella fe en el Mesías. Agar tiene que haber soñado que iba a
dar a luz al antecesor del Mesías. Y así lo creería durante años, pero en el
curso del tiempo sus ojos se abrirían y entró la desilusión.
Sin embargo, antes y después de esta ilusión de la
fe, Agar fue objeto de un especial cuidado por parte de Dios. Dos veces tuvo el
privilegio de ser testimonio de la aparición del Señor. La primera vez en el
camino de Shur, cuando se había escapado; la segunda en el desierto de
Beerseba, cuando Ismael se estaba muriendo de sed. Con toda esta atención por
parte de Dios es natural que tenga un gran significado en la historia de su
reino. Porque el Señor le dio ricas promesas. En el desierto de Beerseba le
dijo claramente que haría de su hijo una gran nación. Antes le había dicho que
"sería hombre fiero, la mano de todos contra él, su mano contra
todos." Y a Abraham, Dios le dijo que daría prosperidad a Ismael por ser
la simiente de Abraham. Todo esto está registrado en Génesis 16:10-12 y en
21:13, mucho antes del nacimiento de Mahoma. Vemos que la profecía se ha
cumplido literalmente. Y con todo, esta página de la historia, que empieza con
la fe de Agar y termina con la falsa fe del Islam, permanece envuelto en la
niebla. Sólo se puede decir que el pueblo nacido de Agar ha sido empleado por
Dios para disciplinar a su Iglesia. Pero hemos de considerar también que poseen
grandes territorios que constituyen una barrera contra el paganismo. Todos
ellos, muchos millones, creen en un solo Dios, y en la revelación profética de
Dios. Hemos de recordar que los mahometanos reconocen a Jesús como profeta. Su
error es no creer en Jesús como Mesías, y en colocar un falso profeta por
encima de El. Por ello permanecen en parte del Antiguo Testamento y rechazan el
Nuevo. Colocan su fe en el contenido del Corán.
Esto es quizá lo que insinúa Pablo cuando en
Gálatas 4:22 compara a Sara con una mujer libre y a Agar con una esclava, y
místicamente lo interpreta significando que los que no encuentran al Mesías
permanecen "hijos de la esclava", y los otros "hijos de la
libre". Es posible que se refiera a la Jerusalén terrenal, y a la religión
cristiana, que no busca su Jerusalén sobre la tierra, sino eternamente en los
cielos.
Sea como sea, Agar aparece en las Escrituras por
más razones que meramente estimular nuestra simpatía por el hecho que se perdió
en el desierto. Aparece como un eslabón en la cadena de la Providencia
insondable de Dios. El nombre de Agar está entrelazado con las raíces de la
historia de la Iglesia de Dios.
Preguntas Sugeridas Para Estudio Y Discusión:
1- ¿Cuál fue el pecado de Agar? ¿Por qué era mayor
el pecado de Sara y de Abraham que el suyo?
2- ¿Qué profetizó Dios a Agar que se ha cumplido?
3- ¿Cuál es el mensaje particular de la vida de
Agar para nosotros?
ANA, LA PROFETIZA
"En ese momento se presentó ella, y comenzó
también a expresar su reconocimiento a Dios y a hablar de él a todos los que
aguardaban la redención en Jerusalén". Lucas 2:38
Léase: Lucas 2:36-38. Toda la gloria del nacimiento
de Jesús se concentró sobre el antiguo reino de Judá. Tanto José como María
descendían de la tribu de Judá. Elisabet vivía en Judá y allí nació Juan. Belén
pertenece a Judá.
Sin embargo, Jesús vino para todo Israel, y más que
para Israel, para ser luz a los gentiles. Los magos vinieron como
representantes de los países paganos, para rendir tributo al nuevo Rey. Y Ana,
la profetisa del Templo, vino a confesar la esperanza de sus padres por parte
de Israel, que se hallaba fuera de los dominios propios de Judá. No descendía
de la tribu de Judá. Era hija de Fanuel, de la tribu de Aser. La tribu de Aser
estaba situada en las tribus dispersas. Por eso su cargo en el Templo tenía
significancia especial. Bajo Joroboam, las Diez Tribus se habían emancipado de
la casa de David, y durante los siglos, habían seguido rechazando el Mesías de
Israel y el Dios del Pacto. Ahora vemos que Ana aparece en el Templo, junto a
la figura de Simeón, para saludar al Rey de la Casa de David. Parece como si
Ana viniera a llamarle a que fuera al Lago de Genezaret y a la despreciada
Galilea, a fin de que pudiera recoger un pueblo rebelde a su Reino.
Simeón y Ana eran los dos ancianos. Ana tenía
ochenta y cuatro años. No representaba pues, ni tampoco Simeón, a la nueva
generación. No pertenecían al círculo del cual el Señor escogió sus discípulos,
ni al grupo del que escogió a María y Marta. Al contrario, pertenecían a Israel
que moría. Ana extendió la palma de honor a Cristo, no como representante del
pasado, sino del futuro. Parece como si viniera a ofrecerle la acción de
gracias de cuarenta generaciones a los pies de Jesús, antes de morir.
Ana trajo esta ofrenda como mujer, después que
Simeón lo había hecho como hombre. Así, observamos que los dos sexos, juntos e
individualmente, son llamados a glorificar al Dios de Israel. Junto a Abraham
hallamos a Sara, junto a Barac a Débora, junto a Moisés a Sípora. Y a Ana, de
Aser, junto a Simeón. No era su mujer, sin embargo. Su relación era intensamente
espiritual, que trasciende toda diferencia de sexos. Se había casado, ya hacía
sesenta años, y vivió siete años con su marido. No se nos dice qué fue de él, y
ella no se había casado otra vez. Se hallaba recluida en el Templo, guardando y
sirviendo en él de día y de noche, con ayunos y oraciones. Su vida debió ser de
genuina piedad, y tenía que haber oído de Simeón que el Cristo había de venir
antes de su muerte.
Además de lo dicho, era profetisa, y queda incluida
en la larga serie de los que habían sido heraldos del Profeta y Maestro
venidero a lo largo de los siglos. Cristo representaba a una tribu de reyes.
Zacarías y Elisabet a una tribu de sacerdotes. Ana representaba a los profetas.
Esta última profetisa viene a confirmar lo que habían anunciado los que la
habían precedido, especialmente Isaías y Malaquías. No sólo confesó a Cristo,
sino que "comenzó también a expresar su reconocimiento a Dios y a hablar
de él a todos los que aguardaban la redención en Jerusalén.»
Su testimonio en el Templo fue la última voz de la
profecía que se oyó. La profecía había cumplido su cometido. Juan, el heraldo
del Señor, estaba esperando a la puerta.
Preguntas sugeridas para estudio y discusión
1- ¿Cuál es el significado de Ana en la redención
que nos trajo Cristo?
2- ¿Por qué era Ana la última profetiza?
3- ¿Cuál es el significado de los antecedentes de
Ana para la aceptación de Jesús como el Cristo?
ANA, MADRE DE SAMUEL
«Jehová empobrece, y Él enriquece; abate y
ensalza.» (1a Samuel 2:7).
Léase: 1a Samuel
Ana llegó a ser madre por fe. Se nos presenta en el
relato como una mujer estéril. Luego pasó a ser madre y con ello se completa su
papel. Después de esto su nombre no es mencionado otra vez. Por tanto, la
revelación de Dios ya no se expresa en Ana, la madre, sino en Samuel, el hijo
que ella pidió al Señor.
En algunos aspectos, pues, Ana nos recuerda a Sara,
pero en otros, es totalmente distinta. El amor de Sara, es verdad, estaba en
conflicto con el de otra mujer, antes de que fuera madre. Pero antes de que le
naciera este hijo no podemos hallar el menor rasgo de fe en Sara. La hallamos
riendo en su incredulidad, y es la firme fe de Abraham la que la induce a
creer.
No se puede decir que el marido de Ana ejercía una
influencia similar a la de Abraham en su esposa. No cabe duda que era un buen
hombre. Iba a Silo a adorar en el santuario cada año, y amaba a Ana mucho más
que a Penina, su otra esposa. Para Elcana el problema de Ana era su
esterilidad. Y lo enfocaba desde un punto estrictamente psicológico: «Ana, ¿por
qué lloras?... ¿No te soy yo mejor que diez hijos?» No vemos en parte alguna
que tuviera una fe firme. Se resignaba fácilmente a la condición de Ana. No
participaba en la lucha de la oración con Dios, como hacía Abraham. No ponemos
en duda que oraría de vez en cuando: «Señor, dale a Ana mi querida esposa un
hijo.» Pero estas oraciones generales no implican un conflicto profundo para el
alma, y muchas veces quedan sin contestar.
Por otra parte, Ana tenía una concepción clara de
que Dios podía concederle un hijo. Nuestra generación tiende a confiar en la
ciencia en circunstancias similares, olvidando que es Dios quien rige los
destinos de los hombres. Para Ana todo se reducía a un problema de fe. El hijo
tenía que serle dado por Dios. Y en realidad, Dios había hecho grandes planes
para ella. Este era un momento decisivo en la historia de su pueblo y Dios
había dispuesto que Samuel, el futuro profeta, naciera de Ana. En su espera
prolongada vemos que Dios está preparando a Ana para su decisiva contribución a
la vida de Samuel.
En su tribulación Ana se rinde por completo a la
confianza de Dios. Su fe firme es que Dios puede convertirla en madre. Podemos
llamarle intuición, podemos llamarlo inspiración divina, pero había algo que
instigaba a Ana, que la hacía persistir. No se contentaba sin el hijo. Se
desentendía de todo lo que la rodeaba, incluso de la irritación, que le causaba
Penina, que tenía varios hijos, no daba mucho valor a la consolación que le
prodigaba su esposo; su mirada estaba fija sólo en Dios.
Había llegado otra vez el tiempo en que Elcana y su
esposa iban a Silo para las festividades. Y entrando en el santuario «con
amargura del alma oró a Jehová y lloró abundantemente». Oró con todo el fervor
de su alma. Luchaba con Dios y no estaba dispuesta a ceder hasta recibir
respuesta a su oración. No sabemos todos los motivos en la mente de Ana. Es
posible que no fueran todos ellos puros. La imagen de Penina y el deseo de
triunfar sobre ella y librarse de sus burlas es posible que la empujara. Al leer
su cántico vemos que menciona la satisfacción de haberse resarcido de las
anteriores mofas que ella le hacía. Pero esto era secundario. Su deseo era un
hijo para dedicarlo al Señor, según vemos en el voto solemne que hace. Y Ana
tiene fe en el hecho que Dios puede concedérselo. Veía la respuesta no como
meramente posible, sino cierta. Su fe la inducía a aferrarse al Dios vivo.
La petición fue contestada. El Señor le dio a
Samuel. Como es natural, no toda madre está dispuesta a entregar a su hijo a
Dios en el momento de nacer. A través de Ana, sin embargo, este pensamiento
pasa de Dios a cada madre cristiana. Como Ana tienen que reconocer que Dios es
el que da los hijos. Cuando se hace este reconocimiento las madres están más
dispuestas a dedicar a sus hijos al Señor que los ha creado.
Preguntas sugeridas para estudio y discusión:
1. ¿Qué característica prevaleciente se nos revela
en el carácter de Ana?
2. ¿De quién recibió esta característica?
3. ¿En qué sentido es una lección para nosotros?
¿Qué otra lección nos enseña su vida?
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