martes, 23 de febrero de 2016

OCHO CARACTERÍSTICAS DE UNA IGLESIA EFECTIVA



KEN HEMPHILL

CARACTERÍSTICA 1:
EL PODER SOBERNATURAL
Hemos experimentado tan poco crecimiento de la iglesia que parece que
estamos obsesionados con la adquisición de algún aparato de último modelo
para garantizarlo. Corremos de conferencia en conferencia buscando una nueva
idea o programa para hacer crecer nuestra iglesia. Nuestra desesperación brota
del hecho de que tenemos resultados tan pobres de los programas y planes que
actualmente estamos utilizando, que hemos llegado a creer que el éxito vendrá
por medio de algún método nuevo.
A veces caemos en la trampa de intentar copiar el método de algún pastor
brillante de gran éxito que dio una conferencia sobre el tema: “Cómo hacer que
su iglesia arda.” Llegamos a la casa, enchufamos la “estrategia segura e
instantánea que garantiza hacer crecer la iglesia”, y después miramos
desconsoladamente mientras observamos la renuencia de nuestros miembros
para aceptar tal programa, el cual al fin fracasa en vez de prosperar. Puesto
que el modelo funcionó bien para ese pastor, llegamos a la conclusión que algo
anda mal con nosotros. Por eso, muchos pastores han descubierto que las
conferencias sobre el crecimiento de la iglesia crea en ellos una experiencia
deprimente que lleva al desaliento y a un sentido de culpabilidad. Muchos se
contentan con otro año sin crecimiento y deciden mentalmente no asistir a la
próxima conferencia sobre el crecimiento de la iglesia.
O tal vez habrá tenido la experiencia de haber estado presente en una
conferencia, escuchando las noticias de las estrategias de mercadeo
garantizadas para la iglesia, la tecnología y metodología más nuevas para hacer
más vivos los cultos, o un plan organizacional nuevo que garantiza aumentar su
asistencia en un 20 por ciento la primera semana. Estos planes “con resultados
garantizados” me hacen recordar las propagandas en las revistas de golf de los
aparatos que aseguran que con dichos aparatos usted puede ser tan excelente
en su juego como los profesionales. Si todos aquellos aparatos, bolas y palos
pudieran producir lo que prometen, no habría suficiente espacio en los campos
profesionales para todos nosotros los novatos. El aparato nunca funciona tan
eficazmente en mis propias manos. Mientras escuchamos las garantías de los
profesionales del crecimiento de la iglesia, nos damos cuenta de que no
tenemos el presupuesto, el personal, los dones, ni la oportunidad de utilizar
muchas de estas ideas nuevas. De manera que uno sale de la conferencia con
un sentido de derrota mayor que cuando llegó, convencido de que el
crecimiento de la iglesia es una meta inalcanzable.
Parece que hemos pasado por alto el hecho de que los modelos y métodos
tienen ciertas limitaciones inherentes. Primero, no se puede transferir el
contexto. Lo que funciona en la costa occidental de un país donde hay una
comunidad urbana con espíritu metropolitano no tendrá pertinencia en el interior
rural del mismo país. Cuando imponemos un modelo que ha dado éxito en un
sector en un contexto distinto, puede que resulte ser un inmenso monumento al
fracaso. Segundo, no se puede transferir los dones y la personalidad. Lo
que da buenos resultados para un líder dotado de ciertos dones no funciona
para uno con una mezcla distinta de ellos. Esto no quiere decir que uno es
menos dotado o que tiene menos importancia en la obra del reino. Simplemente
cada quien es diferente. Si uno intenta copiar el estilo de liderazgo y los
métodos de otro, el resultado será que uno es visto como el imitador de un
cantante famoso. El público puede entretenerse o divertirse con una o dos
canciones, pero después se cansa de la falsedad. Tercero, no se puede
transferir la espiritualidad. Su intento de copiar un modelo que funciona en
un lugar puede resultar en la negligencia de sus propios dones espirituales y los
de su iglesia. Cuarto, no se puede transferir los dones únicos de una
congregación específica. No es únicamente que el pastor de esta iglesia
modelo es persona dotada en forma especial, pero también los miembros de su
iglesia tienen dones únicos. Quinto, no se puede transferir el tiempo y la
madurez. Posiblemente ha costado años de trabajo diligente de parte de esta
iglesia modelo, haciendo encuestas, experimentando y elaborando programas
especiales para lograr la dinámica en el ministerio que tienen hoy en día. El
pensar que uno puede duplicar ese ministerio de la noche a la mañana es
tontería absoluta.
Pero no hemos llegado al meollo del asunto todavía. ¿Por qué no están
funcionando los métodos y modelos de crecimiento para la gran mayoría de las
iglesias? ¿Por qué no están creciendo estas iglesias? La razón sencilla es que
los métodos y modelos de crecimiento no pueden lograr el crecimiento. Hemos
dado prioridad a asuntos secundarios. Hemos enfocado en métodos en lugar
de hacerlo en el poder sobrenatural de Dios. Hemos olvidado que Jesús
prometió que él edificaría su iglesia. No podemos substituir métodos, modelos
y estrategias de mercadeo por la unción del poder sobrenatural de Dios. Tal
estrategia sería el equivalente de construir una casa comenzando por el tejado,
lo cual es una imposibilidad. Tenemos que principiar con las bases. Primero,
tenemos que desarrollar el carácter de la iglesia.
Si dependemos de métodos para hacer que nuestra iglesia crezca, corremos el
riesgo de convertir la metodología en un ídolo con la sugerencia de que tal
“método” puede hacer que la iglesia crezca. En algunos casos el crecimiento de
la iglesia ha degenerado en débiles esfuerzos por hacer en forma mecánica lo
que Dios desea hacer en forma sobrenatural. El pecado de la carnalidad es ni
más ni menos que el esfuerzo por hacer trabajo sobrenatural por medio de
capacidad humana. Jeff Jernigan refleja el mismo sentimiento cuando escribe:
“Si los programas y las fórmulas tuviesen la capacidad para generar el
crecimiento, entonces dependeríamos de ellos para movernos hacia la
autosuficiencia en vez de una dependencia activa en la soberanía de Dios por
medio de nuestra fe.”
La Biblia abunda en ejemplos donde los hombres intentaron ayudar a Dios en
realizar su obra. Abraham, por ejemplo, intentó ayudar a Dios a cumplir su
promesa sobrenatural de darle prole, primero adoptando a su esclavo y
después engendrando un hijo con Agar, sierva de Sara (Génesis 15-16). Los
resultados fueron desastrosos, como se podría anticipar. En dos ocasiones los
israelitas fueron censados. La primera ocasión registrada en Números 1, era en
respuesta al mandato de Dios y tenía el propósito de cuidar y proteger al
pueblo. El segundo caso fue idea de David y brotó de su orgullo en la fuerza
militar de Israel (1 Crónicas 12). En esta ocasión el censo de Israel fue
condenado porque representaba la confianza en la fuerza militar para librarles
de los enemigos. Dios quería que Israel se diera cuenta de que él mismo era el
responsable por su victoria.
Cuando el crecimiento de la iglesia resulta de la obra sobrenatural del Espíritu
Santo, entonces la gloria siempre será para Cristo, y no para el líder o el
método. Tenemos que ejercer cuidado en el campo del crecimiento de la iglesia
para no llegar a creer que podemos lograr que la iglesia crezca por medio de
métodos que carecen del poder sobrenatural.
Quisiera dejar bien claro que no estoy sugiriendo que no necesitemos estudiar y
aprender los principios para crecimiento y los métodos efectivos que Dios ha
bendecido en las iglesias que están creciendo. Dios no es Dios de confusión;
con frecuencia elige obrar por medio de las estructuras y organizaciones. No
estoy proponiendo que desechemos las conferencias sobre crecimiento de las
iglesias. Pero sí estoy argumentando a favor de la premisa que el crecimiento de
la iglesia es por definición un evento sobrenatural, y por consiguiente, tiene que
principiar con un encuentro sobrenatural con el Dios Santo. La primera
prioridad del pastor y la iglesia tiene que ser el desarrollar una relación
profunda con él. El crecimiento no es resultado de una operación que
realizamos sobre la iglesia; más bien es una consecuencia de una relación
correcta con Cristo, la Cabeza de la iglesia. Por tanto, el crecimiento no
es el fin en sí mismo. Es resultado de la investidura sobrenatural del poder
divino.
Cuando una iglesia se enamora profundamente de Jesús, la mayoría de los
detalles del crecimiento de la iglesia se resuelven por sí solos. Es de esta
relación profunda de amor por Jesús de donde emerge el deseo de ganar a los
perdidos, servir a los santos y compartir los bienes materiales con los
necesitados. Sin embargo, siempre que intentemos imponer los métodos de
crecimiento sobre los miembros que no están espiritualmente preparados, los
resultados serán una carnalidad caótica. Muchos pastores y laicos motivados
regresan de una conferencia sobre el crecimiento de la iglesia o un retiro
espiritual con una visión dinámica para sus iglesias, pero se encuentran con un
grupo de miembros indiferentes u hostilidad abierta. ¿Por qué? Porque en la
mayoría de los casos las iglesias no tenían una relación correcta con su Cabeza,
de tal carácter que pudieran experimentar el cambio para lograr el crecimiento.
Antes de comisionar a Pedro para apacentar sus ovejas, Jesús le preguntó tres
veces si lo amaba de veras (<432115>Juan 21:15-19). “Simón, hijo de Jonás, ¿me
amas tú más que éstos?” Los eruditos de la Biblia han debatido constantemente
sobre el significado de las palabras “más que éstos”. ¿Estaba pidiendo a Pedro
comparar su amor con el de los demás apóstoles, o estaba preguntando si su
amor era mayor que el que sentía por todo lo que le rodeaba, incluyendo su
negocio de la pesca, los amigos y la familia? ¿Es posible que Jesús nos esté
preguntando si le amamos de verdad, más que nuestro amor por todos los
métodos o por la satisfacción personal que puede producirnos el crecimiento
de la iglesia? Es posible llegar a estar más enamorados con el hacer crecer la
iglesia que profundizar una relación dinámica con el Dios santo. Dios no quiere
simplemente que el pastor sea un practicante exitoso del crecimiento de la
iglesia; quiere que esté profundamente enamorado de él, para que él pueda
hacer que su iglesia crezca, usando al pastor como instrumento.
Este capítulo considera las bases escriturarias para la investidura sobrenatural
para el crecimiento. Primero, la promesa del Señor de la iglesia en Mateo 16;
segundo, un vistazo a nuestra iglesia modelo en Antioquía; tercero, un vistazo a
la experiencia personal de Pablo; cuarto, un breve resumen del patrón de las
Escrituras; quinto, un vistazo a la oración de Pablo para la investidura de la
iglesia, y, finalmente, las implicaciones prácticas del estudio.
LA PROMESA DEL SEÑOR
Sería raro intentar hablar de crecimiento de la iglesia sin primero prestarle
atención al establecimiento de la iglesia por el mismo Señor. En Mateo 16
entramos en un momento crítico en el ministerio de nuestro Señor. Si miramos
los capítulos anteriores y consideramos el contexto de este pasaje, descubrimos
que Cristo había estado en un viaje prolongado de predicación durante el cual
hizo muchos milagros. Algunos de los espectadores habían comenzado a
especular con relación a su identidad. Las exclamaciones expresando títulos
mesiánicos, tales como: “Señor, Hijo de David” eran comunes (<401522>Mateo
15:22). Así vemos en <401601>Mateo 16:1 que los fariseos y los saduceos habían
llegado a donde Jesús para probarle y para buscar una señal del cielo. En otras
palabras, estaban pidiendo que verificara si era verdaderamente el Mesías.
Jesús no quiso dar una señal excepto la de Jonás, la cual simbolizaba su muerte
y su resurrección.
En seguida, Mateo hace un análisis sobre los discípulos que estaban aún
luchando para creer en la capacidad de Jesús para suplir sus necesidades
diarias (<401605>Mateo 16:5-12). Ellos habían interpretado literalmente su
declaración en cuanto a la levadura de los fariseos, porque tenían hambre. Por
consiguiente, no habían captado el impacto espiritual de su declaración. Su
percepción y madurez espiritual no eran aún tan profundas.
Por esa razón, la confesión de Pedro y la subsiguiente estrategia de Jesús para
alcanzar al mundo son sorprendentes. Primero, Jesús inquirió acerca de las
opiniones que circulaban con relación a su identidad. Los discípulos
respondieron que algunos creían que era Juan el Bautista que había resucitado
de la muerte. Otros dijeron que era Elías, y otros lo identificaron con Jeremías u
otro de los profetas (<401613>Mateo 16:13,14). Esta era una lista impresionante de
personajes proféticos; sin embargo, estaba lejos de la verdad. Jesús era y es el
Mesías, el Hijo del Dios viviente. Pedro, el vocero de los doce, se atrevió a
verbalizar esta idea tan audaz: “¡Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente!”
(<401616>Mateo 16:16).
Tal vez nos hemos vuelto indiferentes a la naturaleza radical de la confesión
expresada por Pedro. Recuerde que dentro de pocos años varios de estos
mismos discípulos morirían por esta confesión. No era confesión simplemente
radical, era herejía escandalosa. Pedro estaba diciendo que Jesús era el Mesías
ungido de Dios, el cumplimiento de todas las promesas proféticas, el que había
de traer redención al mundo. Pero aún más, era Hijo del Dios viviente, no un
mero rey humano, sino Dios encarnado. Si usted ha llegado a creer esto,
entonces esta convicción siempre tiene que controlar su pensamiento sobre la
naturaleza de la iglesia.
Jesús inmediatamente afirmó la confesión de Pedro, declarando que éste había
sido el receptor de una revelación divina. ¡Qué momento tan transcendental en
la historia! Era el plan redentor de Dios en forma humana. Pero había aún más:
“Mas yo también te digo que tú eres Pedro; y sobre esta roca edificaré mi
iglesia” (<401618>Mateo 16:18).
La confesión apostólica de Pedro —que Jesús es el Cristo—, es la piedra, la
base segura sobre la cual está edificada su iglesia. Una canción popular capta
bien este concepto poderoso cuando dice: “Sobre la roca de la revelación,
edificaré una fuerte y poderosa nación.”
El plan de Dios para redimir al mundo hizo necesaria la llegada de su Hijo, el
Mesías, a fin de morir en la cruz para pagar la pena de los pecados de la
humanidad. Pero su misión era más que esto. El vino para edificar una
comunidad, una comunidad mesiánica a la cual daría las llaves del reino, una
comunidad en la cual las decisiones tomadas serían de tal magnitud cósmica,
que el proceso de atar y desatar que ocurría en esa comunidad, perduraría
durante toda la eternidad. Jesús vino para establecer y edificar la iglesia —un
pueblo llamado para llegar a ser su cuerpo, su edificio, su esposa— una raza
escogida, un sacerdocio real, una nación santa, un pueblo que el mismo Dios
poseería (<600209>1 Pedro 2:9).
Esta comprensión de la iglesia por sí sola nos da razón para hablar del
crecimiento de la misma. Jesús vino para establecer la iglesia; prometió que él
mismo la edificaría; murió para redimir la iglesia; triunfó sobre todas las
autoridades, poderes y dominios para que pudiera llenar la iglesia a fin de que
ésta llegara a ser la expresión plena de él, que llena todo en todo (<490122>Efesios
1:22,23); y un día regresará a por su iglesia.
Hasta que Jesús regrese a por su iglesia, es nuestro privilegio y responsabilidad
vivir en santidad y obediencia para que seamos vasos a través de los cuales su
poder fluya para la edificación de su iglesia. El crecimiento auténtico de la
iglesia brota de una correcta comprensión teológica de la misma, su naturaleza
y su misión. En un estudio reciente dirigido por la Iglesia Luterana del Sínodo
de Misuri, Estados Unidos de América, los especialistas descubrieron que un
factor principal en el crecimiento es la comprensión de que la iglesia tiene una
misión que va más allá de la membresía actual. El crecimiento de la iglesia es
ordenado por el origen, la naturaleza y el propósito de la iglesia, y la gran
necesidad mundial.
El crecimiento auténtico de la iglesia es una actividad divinamente
prometida para la iglesia que esté correctamente relacionada con Cristo.
El primer paso para todo crecimiento es una investidura sobrenatural.
Debemos notar que el crecimiento de la iglesia es al mismo tiempo sobrenatural
y natural. Dios diseñó a su iglesia para crecer, desea que crezca, y la ha
investido del poder para crecer. Por estas razones el crecimiento de la iglesia es
algo natural. Es sobrenatural porque solamente Dios puede hacerlo acontecer.
Por eso, cuando vemos una iglesia que está creciendo, él recibe la gloria. El
poder de sus socios en esta actividad, es resultado de su gracia, nada más. No
podemos confeccionar el crecimiento genuino; esta es actividad soberana de
Dios.
LA IGLESIA EN ANTIOQUÍA
¿Qué podemos descubrir de la investidura sobrenatural del poder de la iglesia
en Antioquía? <441121>Hechos 11:21 nos dice que la mano del Señor estaba con
ellos. Esta frase señala claramente una investidura sobrenatural y los resultados
indican esto: “Y un gran número que creyó se convirtió al Señor” (v. 21). Sería
de valor para cualquier pastor o laico hacer un estudio de las referencias a “la
mano del Señor” en el Antiguo y el Nuevo Testamentos. Cuando la mano del
Señor está con o sobre uno, la actividad está investida de poder sobrenatural y
da resultados. Cuando el Señor quita su mano o coloca su mano en contra de
alguien, los resultados siempre son desastrosos. Un ejemplo de esto es el caso
del rey Saúl. Cuando Dios quitó de él su mano de unción e investidura, los
resultados fueron inmediatos y catastróficos.
¿Siente la mano de Dios sobre su iglesia y su ministerio? ¿Qué evidencia le lleva
a esa conclusión? Sin la unción sobrenatural del Señor, no se puede hacer nada
de significado perdurable.
La iglesia en Antioquía fue establecida por laicos que estaban esparcidos por la
persecución que resultó con el caso de Esteban (Hechos 8). No había ningún
apóstol entre ellos. Estos laicos, desarraigados de su tierra natal y de la
seguridad económica, comenzaron a predicar el mensaje del Señor Jesús a los
griegos. Por estar en relación correcta y obediente a su Cabeza, él les dio la
investidura del poder sobrenatural para testificar, y gran número se convirtió a
Cristo. La iglesia en Antioquía fue fundada por laicos cuya prioridad era
caminar en obediencia a Cristo. De esa obediencia brotaron testimonios que
edificaron la iglesia.
La segunda frase significativa se encuentra en <441123>Hechos 11:23: “Cuando él
(Bernabé) llegó y vio la gracia de Dios, se regocijó y exhortó a todos a que con
corazón firme permaneciesen en el Señor.” ¿Cómo puede uno ver o ser testigo
ocular de la gracia de Dios? Con frecuencia pensamos en experimentar o sentir
la gracia de Dios, pero ¿alguna vez ha pensado usted en ver la gracia de Dios?
¿Qué vio Bernabé para convencerlo que estaba siendo testigo ocular de nada
menos que la actividad de la gracia de Dios? Varias cosas brotan
inmediatamente del texto. Bernabé observó que grandes números de personas
estaban llegando al Señor (11:24). La conversión siempre es señal de la
actividad de Dios. Vio que estaban verdaderamente entregados a la oración y
al ayuno (13:1-3). Cuando el pueblo de Dios tiene un encuentro verdadero con
él, desarrolla un apetito insaciable para la comunicación constante con él.
Bernabé también percibió que estaban dando ofrendas en forma sacrificial y
espontánea. Según 11:27-30 esta iglesia respondió inmediatamente al mensaje
del profeta Agabo acerca de la gran hambre que había de afectar a los
hermanos en la iglesia en Judea. Bernabé vio una iglesia con una visión para el
mundo. La iglesia de Antioquía principió lo que ahora solemos llamar los viajes
misioneros de Pablo.
Tal vez el testimonio más visible de la gracia de Dios era el compañerismo
establecido en la iglesia en Antioquía entre judíos y gentiles. En su epístola a los
Gálatas, Pablo relató cómo los judíos y los gentiles estaban acostumbrados a
comer juntos en Antioquía (<480211>Gálatas 2:11,12). Aparentemente estaban
participando juntos en la cena del Señor. Esto tal vez no nos impresiona como
algo muy significativo, pero el comer juntos judíos y gentiles no se concebía en
el primer siglo. Las barreras que les dividían no eran solamente raciales, sino
también religiosas y culturales. Pero estas barreras aparentemente
inquebrantables fueron derribadas en un momento por la gracia de Dios.
Cuando una iglesia es tocada por la gracia de Dios, experimentará la sanidad
de las relaciones y estilos de vida moldeados por las normas sobrenaturales del
reino de Dios. Cuando el Dios del universo mora entre su pueblo, siempre se
verá la evidencia de la gracia de Dios. Si no captamos tal evidencia,
lógicamente tenemos que preguntarnos: “¿Estamos completamente entregados
al Señor?”
La última frase digna de destacarse se encuentra en <441126>Hechos 11:26: “Y los
discípulos fueron llamados cristianos por primera vez en Antioquía.” La palabra
“cristiano” probablemente era un término despectivo para designar a los
discípulos en Antioquía usado por la comunidad secular que los rodeaba. Tal
vez estaban acusando a los discípulos de intentar ser “cristos diminutos”, o sea,
imitadores de Cristo. Debemos orar para que el mundo secular que está a la
puerta de nuestras iglesias nos acuse de ser imitadores de Cristo.
LA EXPERIENCIA DE PABLO
El apóstol Pablo tendría que ser clasificado como uno de los grandes
organizadores de iglesias y un gran especialista en el crecimiento de la iglesia de
todas las épocas. Las epístolas paulinas han probado ser de mucha ayuda en
guiar a los líderes cristianos de todas las generaciones que han buscado
desarrollar patrones bíblicos para el crecimiento de la iglesia. Miremos dos
pasajes que presentan en síntesis el pensamiento de Pablo acerca del
crecimiento de la iglesia. Uno vamos a considerarlo aquí; el segundo será
utilizado para concluir este capítulo, ya que es una oración para la iglesia.
La iglesia de Corinto presentó a Pablo suficientes problemas pastorales para
ocuparlo de por vida. Los creyentes en Corinto estaban impresionados
especialmente con los predicadores elocuentes y con sus métodos y mensajes
poderosos. El enfoque en personas había creado divisiones en la iglesia.
Algunos de los creyentes estaban diciendo: “Yo soy de Pablo”, mientras otros
decían: “Yo soy de Apolos”, y otros: “Yo soy de Cefas”, y otro grupo decía:
“Yo soy de Cristo” (<460101>1 Corintios 1:12). Este deseo apasionado de los
corintios de identificarse con cierto líder aparentemente giró alrededor de la
búsqueda de enseñanzas sabias y la atracción a ciertos dones espectaculares
del Espíritu.
Pablo decidió que era necesario rebajar su orgullo espiritual. Declaró que no
podía hablarles como personas espirituales porque estaban comportándose en
forma carnal; su conflicto y sus celos claramente indicaban esto (<460301>1
Corintios 3:1-3). Su adhesión a ciertos líderes espirituales revelaba este
pensamiento carnal. Se portaban como si estos hombres por sí mismos fueran
los responsables por la edificación de la iglesia.
Escuche la respuesta de Pablo: ¿Qué, pues, es Apolos? ¿y qué es Pablo? Sólo
siervos por medio de los cuales habéis creído; y a cada uno según el Señor le
concedió. Yo planté, Apolos regó; pero Dios dio el crecimiento. Así que, ni el
que planta es algo, ni el que riega; sino Dios, quien da el crecimiento (<460305>1
Corintios 3:5-7). Dos veces en un corto párrafo Pablo subraya la verdad que el
crecimiento de la iglesia es producido por Dios. Ciertamente utiliza vasos
humanos pero sólo Dios es el que da el crecimiento (compárese <480208>Gálatas
2:8, 9).
Durante once años tuve el privilegio de ser pastor de la Primera Iglesia Bautista
de Norfolk, Virginia, EE.UU.A. Experimentamos un crecimiento explosivo y
sobrenatural durante ese tiempo. Yo estaba muy consciente de la mano del
Señor sobre la iglesia. Siempre recordé a los miembros que los pastores
anteriores y los laicos habían desempeñado un papel muy significativo en
plantar y sembrar la semilla que tuvimos el privilegio de cosechar, pero el
aumento venía como obra de Dios. Salí de Norfolk en junio de 1992 para ser
director del recién establecido Centro Bautista para el Crecimiento de la
Iglesia. Durante ese período interino, cuando no había pastor, una reportera
local de asuntos religiosos llegó a la iglesia para averiguar “cómo andaban los
asuntos” en la Primera Iglesia Bautista de Norfolk. Ella preguntó a un laico qué
haría la iglesia sin el doctor Hemphill. El respondió en forma sencilla y a la vez
profunda: “Seguimos haciendo lo mismo que cuando él estaba aquí: Visitamos a
los perdidos y alimentamos a los salvos. Además, esta iglesia no fue construida
sobre Ken Hemphill; fue construida sobre Cristo.” ¡Amén! Fue un gozo
observar que la Primera Iglesia de Norfolk continuó su crecimiento durante ese
período interino y ahora sigue creciendo con su nuevo pastor, el doctor Bob
Reccord.
El crecimiento de la iglesia es una actividad sobrenatural en la cual Dios por su
gracia nos ha llamado para unirnos a él y nos ha investido del poder para
hacerlo. Nuestra responsabilidad es la de responder a Dios, estar preparado
para unirnos a él y estar dispuestos para aprovechar las oportunidades que él
nos da. Uno no tiene que edificar una “mega-iglesia” para ser exitoso en el
crecimiento de la iglesia, pero sí tiene que ser un mayordomo de crecimiento en
el contexto geográfico donde Dios le ha colocado. Sí tiene que estar disponible
y sumiso para que Dios pueda utilizarle a la medida que edifica su iglesia. Es
una experiencia que debe llenarnos de un sentimiento de humildad cuando nos
damos cuenta de que Dios está obrando en forma sobrenatural en y por medio
de nosotros.
EL PATRÓN DE LAS ESCRITURAS
El patrón de la actividad de Dios es consistente en todas las Escrituras. Dios
siempre está obrando. Desea a un pueblo por medio del cual puede trabajar.
Cuando la gente se une a Dios en una actividad sobrenatural, el plan y la obra
de Dios se ejecutan por su poder; por consiguiente, él recibe la gloria. Cuando
los seres humanos, no importa la nobleza de sus motivos, intentan hacer la obra
de Dios por medio de las fuerzas y las estrategias humanas, los resultados son
fracasos carnales. Permítame advertirle: aun el éxito estadístico puede indicar
fracaso espiritual si se logra por esfuerzos humanos.
Consideremos primero dos relatos del Antiguo Testamento. Dios deseó liberar
a su pueblo de la esclavitud en Egipto. Se dice en <020307>Éxodo 3:7 que Dios
había visto su aflicción y escuchado su clamor. Nótese la relación entre la
actividad divina y las oraciones concertadas del pueblo de Dios. El versículo 8
dice: “Yo he descendido para librarlos de la mano de los egipcios.” ¿Cómo?,
preguntamos. Dios llamó a Moisés para ser ese instrumento por medio del cual
su poder podría manifestarse. “Pero ahora, vé, pues yo te envío al faraón para
que saques de Egipto a mi pueblo, a los hijos de Israel” (<020310>Éxodo 3:10).
Moisés hizo dos preguntas, y la primera no era pertinente. Primero preguntó:
“¿Quién soy yo para ir al faraón?”(<020311>Éxodo 3:11). No simplemente fue una
pregunta sin relevancia, también fue irreverente. ¿Quiénes son los seres
humanos para cuestionar el llamado de Dios? La segunda pregunta llega más al
punto. Preguntó qué debiera decir cuando ellos le preguntaran quién le había
mandado. Como respuesta, Dios dijo a Moisés: “YO SOY EL QUE SOY”
(<020314>Éxodo 3:14). Soy el Creador que no fue creado, el Dios soberano del
universo quien ha estado activo durante toda la historia; yo te estoy mandando,
este era el mensaje del nombre de Dios.
Una vez que se conoce a Dios, se pueden predecir los resultados. Los hijos de
Israel, al darse cuenta de que Dios había visto su aflicción, “se inclinaron y
adoraron” (véase <020431>Éxodo 4:31). El encuentro con el faraón que Moisés
temía, había de ser de naturaleza sobrenatural, y Moisés fue sólo un instrumento
en la mano de Dios. Vea <020606>Éxodo 6:6-8. Subraye las frases que indican una
actividad sobrenatural. “Yo soy Jehovah. Yo os libraré de las cargas de Egipto
y os libertaré de su esclavitud. Os redimiré con brazo extendido y con grandes
actos justicieros. ... Y os llevaré a la tierra por la cual alcé mi mano jurando que
la daría a Abraham, a Isaac y a Jacob. Yo os la daré en posesión. Yo
Jehovah.” Todo el pasaje recalca las palabras: “Yo Jehovah.” Todos
conocemos el resto de la historia del encuentro sobrenatural con el faraón y la
separación de las aguas del mar Rojo. La obra de Dios siempre se logra en
forma sobrenatural.
Para hacer crecer la iglesia con efectividad, tenemos que aprender más acerca
de Dios. Nos hace falta una renovación de nuestro pensar teológico. Para
algunos hoy en día, la teología se ve como algo no pertinente, y para otros es
un impedimento para el crecimiento de la iglesia. Nuestro celo por lograr algo
práctico, algo que da resultados, revela la superficialidad de nuestra
comprensión de la naturaleza de Dios.
El mayor peligro del énfasis exagerado sobre los métodos y la técnica de
mercadeo no es que algunos no funcionen en cierta circunstancia. Es posible
añadir grandes números a nuestra lista de asistentes por medio de tácticas
hábiles de mercadeo y métodos novedosos. El gran peligro es que tales éxitos
nos den la ilusión de que son nuestros esfuerzos humanos los que han traído el
crecimiento de la iglesia. De esta manera, en forma sutil podemos quitarle la
gloria a Dios, el único que capacita a la iglesia para crecer.
Por el otro lado, estamos tentados a veces a mirar nuestros recursos limitados y
concluir que nuestra iglesia nunca podrá crecer. Cuando tenga la tentación de
pensar así, cuando tenga dudas de su capacidad como líder, recuerde que fue
la debilidad de Pablo la que llegó a ser el foro para la manifestación de la fuerza
de Dios (2 Corintios 9—10). Dios se especializa en hacer cosas grandes por
medio de lo insignificante. Cuando Dios utiliza lo que parece ser nada para
hacer algo, es seguro que él recibirá la gloria. No permita que el temor de que
su iglesia no puede crecer lo paralice. Tal miedo arroja duda sobre aquel que
declara que es Señor de todo. El Señor soberano ha prometido que él edificará
su iglesia.
En Josué 6 leemos de la derrota sobrenatural de la ciudad amurallada de
Jericó. El plan pudo haber aparecido como una tontería desde la perspectiva
humana, pero los planes de Dios son más altos que los nuestros. Dios exigió la
obediencia de parte de Israel a su plan. El pueblo marchó alrededor de la
ciudad, y Dios destruyó los muros y les dio la victoria. Aquella victoria,
sobrenatural y fuera de lo común, en Jericó, fue seguida por una derrota
rotunda y humillante en Hai. ¿Cuál fue la causa del fracaso? Sencillamente esto:
la toma de Hai fue un esfuerzo humano que brotaba de la arrogancia humana
(<060703>Josué 7:3). Los espías insistían en que era necesario mandar a pocos
guerreros porque la ciudad de Hai era débil. Sin embargo, los soldados de Hai
los derrotaron, “de modo que el corazón del pueblo desfalleció y vino a ser
como agua” (<060705>Josué 7:5). La fuente del problema era la relación del pueblo
con su Dios: estaba distorsionada por el orgullo pecaminoso. El Señor le dijo a
Josué: “Israel ha pecado. Han quebrantado mi pacto que yo les había
mandado” (<060711>Josué 7:11). Por su pecado el pueblo de Israel no pudo hacer
frente a sus enemigos. ¿Cuál era la solución? “Levántate, purifica al pueblo y di:
‘Purificaos ...’” (<060713>Josué 7:13). Antes de que cualquiera iglesia pueda
experimentar el crecimiento sobrenatural, tiene que adquirir una comprensión
clara de quién es Dios en su santidad y soberanía; esto, como consecuencia,
traerá un sentido profundo de contrición y arrepentimiento por los pecados, y
llevará al avivamiento y a la investidura espiritual. Dios está buscando vasos
limpios por medio de los cuales pueda demostrar su poder glorioso. Nuestros
métodos y programas fracasarán mientras que no haya un encuentro
sobrenatural con el Dios Santo.
El patrón del Nuevo Testamento es el mismo. Echemos una mirada ligera al
libro de los Hechos. Si el deseo de su corazón es entender el crecimiento de la
iglesia, debe sumergirse en el libro de los Hechos de los Apóstoles. Sólo puedo
sugerir un patrón, y dejar que usted haga el resto. Nótese que en <440108>Hechos
1:8 los discípulos estaban esperando para recibir la unción del Espíritu Santo
antes de comenzar cualquier actividad para el crecimiento de la iglesia. ¿Cómo
se prepararon para la unción sobrenatural? Lea <440114>Hechos 1:14: “Todos estos
perseveraban unánimes en oración junto con las mujeres y con María la madre
de Jesús, y con sus hermanos.” El crecimiento de la iglesia es inaugurado por
medio de un encuentro sobrenatural con el Señor viviente, y esto ocurre
solamente dentro del contexto de la oración concertada y unida. Si quiere ver
crecer su iglesia, enséñeles a sus miembros a orar.
Pentecostés señala el comienzo y la investidura de la iglesia del Nuevo
Testamento. Indica una transformación única en la vida de los miembros de la
iglesia primitiva. Después de Pentecostés podemos percibir un cristianismo
cargado de alta potencia. Si nosotros y los miembros de la iglesia no hemos
tenido una experiencia pentecostal, nunca vamos a ser testigos osados y nunca
vamos a experimentar el crecimiento sobrenatural de la iglesia.
Los resultados del Pentecostés son multifacéticos. Hubo un culto de bautismos
para tres mil recién convertidos. Los discípulos se comprometieron a un
ministerio de enseñanza apostólica y un ministerio en la comunidad, los cuales
les llevaron a compartir en forma espontánea los bienes y las propiedades con
cualquiera persona necesitada. Veamos el gozo contagioso de los miembros de
la iglesia mientras iban de casa en casa, compartiendo sus comidas con alegría
y sinceridad de corazón. Alababan a Dios y adquirían favor con todo el pueblo.
Nótese también, que a medida que el pueblo de Dios alababa al Señor, él “...
añadía diariamente a su número los que habían de ser salvos” (2:47,
itálicas del autor).
Permítame un comentario marginal. En nuestra pasión de dirigirnos hacia los
perdidos en nuestros cultos, haciendo esfuerzo por atraer a los simpatizantes,
es posible sacrificar algo de lo misterioso y lo sobrenatural del poder de Dios,
que atrae así a su pueblo, mientras éste lo adora. Nos olvidamos del hecho de
que Jesús con frecuencia les dijo a los discípulos que nadie puede llegar a Dios
a menos que Dios los atraiga (<430644>Juan 6:44; 12:32). Si removemos los
aspectos distintivamente bíblicos de nuestros cultos de adoración, posiblemente
estemos cambiando un pozo profundo por una cisterna rota. Consideraremos la
adoración en forma más detallada en un capítulo posterior.
Al seguir el relato en los Hechos, encontramos a Pedro y Juan frente al
Sanedrín (Hechos 4). Lo que asombró al Sanedrín no era la metodología de los
primeros apóstoles; sino más bien, “... viendo la valentía de Pedro y Juan, y
teniendo en cuenta que eran hombres sin letras e indoctos, se asombraban y
reconocían que habían estado con Jesús” (<440413>Hechos 4:13). La presencia y el
poder del Señor resucitado les capacitó para compartir con valentía. Cuando
fueron amenazados, no acudieron al César, quejándose de que sus derechos
concedidos por la constitución habían sido violados; más bien acudieron al Rey
de reyes. “Cuando acabaron de orar, el lugar en donde estaban reunidos
tembló, y todos fueron llenos del Espíritu Santo y hablaban la palabra de Dios
con valentía” (<440431>Hechos 4:31).
El crecimiento rápido de la iglesia primitiva creó oportunidades singulares para
los primeros apóstoles para buscar la dirección del Señor. En Hechos 6 la
iglesia momentáneamente dejó de crecer, porque era difícil asimilar a los
nuevos miembros y a la vez ministrar a las necesidades de todos en la
congregación. Las viudas helénicas sintieron que estaban siendo descuidadas.
Por eso, nació el ministerio de los diáconos para suplir las necesidades de esta
iglesia creciente. Nótese la confirmación: “Y la palabra de Dios crecía, y el
número de los discípulos se multiplicaba en gran manera en Jerusalén”
(<440607>Hechos 6:7).
Al estudiar la iglesia en Antioquía vemos que continúa con el patrón de los
Hechos. Notemos que el énfasis a través del libro de los Hechos está en la
actividad de Dios en añadir discípulos a la iglesia. Dios estaba obrando en
forma soberana, dando el crecimiento a su iglesia por medio de los
instrumentos humanos entregados a él, y es mi convicción que el Dios inmutable
desea hacer lo mismo en nuestra generación.
LA ORACIÓN DE PABLO PARA SU IGLESIA
La epístola a los Efesios es probablemente mi favorita en toda la Biblia. Fue
escrita como epístola compañera de Colosenses por Pablo desde la cárcel en
Roma. Epafrodito, líder de la iglesia en Colosas, había visitado a Pablo en la
cárcel. Durante el tiempo que tenían de estar juntos, él había compartido con
Pablo su preocupación por las enseñanzas heréticas que las iglesias de Asia
Menor estaban enfrentando. Esta enseñanza herética podría haber sembrado
las semillas del gnosticismo, pero para aquel tiempo el gnosticismo no estaba
bien desarrollado. Los maestros falsos habían creado bastante entusiasmo con
la idea de experimentar la “plenitud” de Dios. Tal vez percibieron a Jesús como
un camino entre varios para experimentar tal plenitud, pero descontaron su
naturaleza única como el único camino. La herejía que enfrentaba la iglesia
primitiva era parecida al pensamiento contemporáneo de la “Nueva Era”.
Satanás no tiene ideas nuevas; simplemente envuelve las herejías viejas en
paquetes nuevos.
En la epístola a los Colosenses Pablo se enfrentó en forma directa a las
enseñanzas falsas. “Mirad que nadie os lleve cautivos por medio de filosofías y
vanas sutilezas, conforme a la tradición de hombres, conforme a los principios
elementales del mundo, y no conforme a Cristo. Porque en él habita
corporalmente toda la plenitud de la Deidad” (<510208>Colosenses 2:8,9). Cristo
contiene la suficiencia plena para que los cristianos puedan vivir en forma
victoriosa.
Sin embargo, Pablo estaba preocupado por todas las iglesias en Asia Menor,
de modo que tomó esta oportunidad para escribir la epístola más general a los
Efesios para ser compartida entre todos. En esta epístola Pablo atacó la herejía
en forma diferente por medio de exaltar a la iglesia. Como se dará cuenta,
nuestro punto de vista de Cristo y el de la iglesia están entrelazados en forma
integral. Cuando estamos convencidos de que Cristo es el Mesías, el único
medio de redención, entonces su cuerpo terrenal, la iglesia, adquiere un
significado grande y eterno.
La epístola a los Efesios está dirigida para llamar a los cristianos a adquirir la
plenitud del poder para que la iglesia pueda ser verdaderamente la iglesia como
Dios, al crearla, tuvo la intención de que fuera. Por ejemplo, en el primer
capítulo, Pablo oró para que los creyentes tuviesen un espíritu de sabiduría y
revelación para que conociesen la esperanza de su llamamiento, las riquezas de
la gloria de su herencia en los santos, y la grandeza de su poder para con los
que creen, conforme a la operación del dominio de su fuerza (1:15-19). Estas
promesas están aseguradas por la operación de la fuerza divina, con que Dios
levantó a Jesús de la muerte. Pero nótese la conclusión: “Aun todas las cosas
las sometió Dios bajo sus pies y le puso a él por cabeza sobre todas las cosas
para la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de aquel que todo lo llena en
todo” (1:22,23). Recuérdese que en <510119>Colosenses 1:19 Pablo declaró que
en Jesús habita toda la plenitud de Dios. En Efesios Pablo declaró que la iglesia
estaba investida del poder para expresar la plenitud de Dios. ¿Cree usted que
el Cristo exaltado quiere expresar su plenitud por medio de su iglesia? ¿Cree
que lo hará?
En Efesios 2 Pablo principia con una discusión sobre la dádiva maravillosa de la
gracia de Dios: la salvación. Pero en la segunda mitad de este capítulo Pablo
pasa rápidamente para subrayar las implicaciones conjuntas de nuestra
salvación. Los que hemos sido salvos por su gracia somos hechura de Dios, la
cual se expresa en la iglesia, que se compone de judíos y gentiles, regenerados
en una sola persona nueva. Los efesios ahora eran conciudadanos con los
santos, miembros de la familia de Dios, edificados sobre el fundamento de los
apóstoles y los profetas, creciendo en un templo santo que Dios mismo ocupa.
En la primera mitad del tercer capítulo Pablo confesó su sentido de asombro
reverencial al recibir la comisión de gracia para predicar a los gentiles de las
inescrutables riquezas de Cristo. Más allá de eso, había sido elegido para
revelar un misterio que había sido escondido desde antes de la creación: la
iglesia compuesta de judíos y gentiles y ahora el centro de acción de la
actividad creativa de Dios. “Y para aclarar a todos cuál es la administración del
misterio que desde la eternidad había estado escondido en Dios, quien creó
todas las cosas. Todo esto es para que ahora sea dada a conocer, por medio
de la iglesia, la multiforme sabiduría de Dios a los principados y las autoridades
en los lugares celestiales, conforme al propósito eterno que realizó en Cristo
Jesús, nuestro Señor” (3:9-11). La iglesia es el enfoque central de la creación
de Dios, diseñada para manifestar su gloria y sabiduría. ¿Es así en su iglesia?
Por el gran llamado de la iglesia Pablo ofreció una oración apasionada por ella,
que encontramos en <490314>Efesios 3:14-19:
Primero, oró para que ellos experimentaran el fortalecimiento sobrenatural,
porque su tarea fue una de naturaleza sobrenatural.
Segundo, oró para que Cristo habitase en ellos por medio de la fe. El Señor
tiene que ser Señor de la iglesia. ¿En verdad es él el señor de sus planes para
alcanzar a la comunidad donde ministra? ¿Piensa según el poder de Cristo o el
suyo? ¿Es él el señor de sus sesiones de negocio? ¿Es él el señor de sus
reuniones para planificar el presupuesto?
Tercero, oró para que conocieran el amor de Cristo que excede a todo
conocimiento. Mientras al principio puede parecer contradictorio orar para
conocer algo que excede a todo conocimiento, la paradoja se resuelve con la
frase: “con todos los santos” (v. 18). Solamente podemos conocer la plenitud
del amor de Dios dentro del contexto de la familia. Cada uno de nosotros
podemos saber por experiencia algunos de los aspectos del amor de Dios,
pero todos juntos podemos comenzar a captar la magnificencia de su amor.
Cuarto, Pablo oró para que fuesen llenos de la plenitud de Dios. Otra vez
tenemos la palabra plenitud. Como Cristo reflejó la plenitud de Dios
(<510119>Colosenses 1:19), Dios ahora nos ha investido de ese poder en la iglesia
para expresar esa plenitud. Pablo oró para que llegasen a ser todo lo que fue la
intención de Dios al mandar a Cristo para morir por ellos.
Pablo terminó su oración con una bendición que es a la vez conmovedora y
desafiante. ¡Escuche!: “Y a aquel que es poderoso para hacer todas las cosas
mucho más abundantemente de lo que pedimos o pensamos, según el poder
que actúa en nosotros, a él sea la gloria en la iglesia y en Cristo Jesús, por
todas las generaciones de todas las edades, para siempre. Amén” (<490320>Efesios
3:20, 21).
Dios puede hacer más de lo que usted puede soñar o pedir, y él desea hacerlo
para poder hacer crecer su iglesia. Note que es este el poder que obra en
nosotros. El crecimiento de la iglesia es un encuentro divino y humano. Cuando
el crecimiento sobrenatural acontece, la gloria será para el Cristo resucitado.
Los espectadores sabrán que es algo más allá del logro humano. Cuando Dios
hace crecer su iglesia, siempre habrá algo misterioso en el proceso. No es que
seamos culpables de emprender demasiado en la iglesia; al contrario, es que no
hemos estado dispuestos para esperar algo sobrenatural. Henry Blackaby ha
notado: “Nos hemos contentado hoy con vivir sin la presencia manifiesta de
Dios.”
Un autor ha argumentado que la razón principal por la falta de crecimiento
descansa en el mercadeo. “Mi insistencia, basada en un estudio concienzudo de
las actividades en las iglesias de América hoy en día, se debe a que el problema
principal que ataca la iglesia es que no ha abrazado una técnica de mercadeo en
un medio ambiente que es sin duda orientado hacia el mercadeo.” Tal vez su
iglesia puede mejorar su imagen por medio de un programa de mercadeo, pero
en ninguna manera será eso su problema principal. El aspecto principal del
crecimiento de la iglesia en nuestro día no será resuelto con debates sobre los
métodos tradicionales y los no tradicionales; no se resolverá con programas
nuevos ni estrategias de mercadeo; y no será resuelto con el desarrollo de
modelos nuevos de liderazgo pastoral. El problema mayor es una tendencia a
rechazar lo sobrenatural; y esto se resolverá solamente si tenemos un nuevo
encuentro con el Dios viviente.
No tenemos problema con creer en un Dios sobrenatural en el pasado, eso es
historia. También tenemos la confianza de que un día él regresará en forma
sobrenatural para recibir a su iglesia, esa es nuestra esperanza cierta.
Luchamos, sin embargo, para creer que él puede dar el crecimiento a nuestra
iglesia hoy en día, y eso es problema de fe y obediencia.
Yo sé lo que está pensando. “Pero, es que usted no entiende mis
circunstancias.” “No se da cuenta de la apatía de mis miembros.” O, tal vez,
“No conoce las debilidades de nuestro predicador.” Tal vez usted no conoce el
poder del Dios omnipotente. El problema no son nuestras circunstancias ni la
falta de recursos; el problema es la falta de investidura sobrenatural.
En una de las primeras iglesias donde serví como pastor me encontré con una
manera de pensar carnal de esta índole. Había sido pastor unos seis meses
cuando llegó el tiempo para preparar el presupuesto para el año siguiente, y en
la mayoría de las iglesias esta es una época de experiencias espirituales
profundas. Yo estaba proponiendo varios programas que exigían fondos extras.
Alguien suavemente me recordó que la inflación era solamente de cuatro por
ciento en aquel año y preguntó en voz alta si yo sabía de dónde vendrían los
fondos para aumentos de tales proporciones. Primero yo respondí, en forma
algo jocosa, que no sabía que Dios, quien es el dueño de “millares de animales
en los collados”, sufriera tanto el efecto de la inflación. Al darme cuenta de que
nadie captó el chiste, seguí con el asunto. Sugerí que tal vez alcanzaríamos a
unas familias nuevas que estarían dispuestas para dar, y que tal vez Dios
cambiaría el corazón de algunos de los miembros quienes estaban robando a
Dios porque se quedaban con su diezmo. Mi inquisidor me miró de una manera
que parecía decir: “Le perdonamos porque es un mero predicador”, y dijo:
“Pastor, usted no conoce a esta gente como yo. No van a cambiar.” Yo
respondí en forma instintiva, pero con honestidad: “Tal vez no conoces a mi
Dios como yo. Si Dios no está dedicado a cambiar las vidas y actitudes, más
vale cerrar las puertas y dejar de asistir a la iglesia.”
Es cierto que luchamos con el poder sobrenatural de Dios en el presente para
dar el crecimiento a su iglesia. ¿Se ha dado por vencido en su iglesia? ¿Ha
ensayado con todos los métodos y modelos disponibles, pero sin resultados
visibles? ¿Por qué no intenta el plan de Dios? Deténgase ahora mismo para
confesar su pecado de incredulidad y apatía, y pídale a Dios que comience su
obra sobrenatural en usted.
Las “obras mayores” prometidas por el Señor en <431412>Juan 14:12 fueron hechas
posibles por su muerte, resurrección y ascensión. El Señor exaltado, la Cabeza
de la iglesia, quiere hacer por nuestro medio lo que sólo Dios puede hacer. Uno
no puede hacerlo acontecer, pero él puede, por medio de usted. La palabra “y”
en <431413>Juan 14:13 puede ser una de las palabras más importantes para
conectar palabras en el Nuevo Testamento.”Y todo lo que pidáis en mi
nombre, eso haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo.” Dios no está
preocupado por su capacidad de dar el crecimiento a la iglesia; sino en su
disponibilidad.
¿CUÁLES SON LAS IMPLICACIONES?
1. Su iglesia puede crecer. Dios mismo lo prometió, y él desea obrar por medio
de su pueblo para hacer que su iglesia crezca.
2. Un encuentro sobrenatural con el Señor resucitado tiene que preceder a la
implementación de esta metodología. Un despertar sobrenatural se evidenciará
por su conciencia de la pecaminosidad humana y de la santidad de Dios, y así
le llevará al arrepentimiento y a la purificación.
3. Habrá evidencias visibles de un despertar espiritual. Primero, creará un
hambre renovado por la oración seria. Segundo, se verá en una pasión
renovada para alcanzar a los perdidos. Uno no puede tener un encuentro con el
Dios Santo sin compartir su carga por los perdidos. Tercero, resultará en la
sanidad de las relaciones entre el pueblo de Dios. Cuarto, creará una atmósfera
de generosidad espontánea que es elemento esencial para el crecimiento de la
iglesia. Quinto, llevará al desarrollo de una metodología para lograr hacer la
obra a la cual Dios le ha llamado.
4. La metodología sana proviene de Dios y nos capacita para participar en su
obra sobrenatural. Una vez que haya ocurrido el encuentro sobrenatural, el
pueblo de Dios empezará a inquirir sobre los métodos más efectivos para hacer
la obra de Dios. Es en este punto que la iglesia es receptiva para hacer los
cambios que el iglecrecimiento requiere. Sin embargo, si intenta introducir
nuevos métodos a una iglesia no avivada, se enfrentará solamente con la
confusión carnal.
5. Puesto que el crecimiento de la iglesia es sobrenatural, la oración es la
sustancia de todo crecimiento auténtico de la iglesia.
6. Los predicadores o laicos que desean que sus iglesias crezcan y alcancen a
sus comunidades, primero tienen que ser personas consagradas a Dios y
personas de oración.
Cuando el pueblo de Dios se enamora profundamente de él, él le investirá
de poder para capacitarlo a participar mientras él edifica su iglesia.

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