martes, 23 de febrero de 2016

Dónde está el amor




                                  Aimée Cabrera.
Cuando pienso que provengo de una familia de padres tan excepcionales y de ascendencia católica  me siento a veces como en un vaivén cuando por un lado, amo entrar en sus templos y recibo la bienvenida del Espíritu.
Rodeada a veces, por hermanas en fe que amo tanto, sin embargo, hay aspectos doctrinales y costumbres que no acabo de entender y, asimilar para ponerlas en práctica, ¡qué horror! Veo comportamientos que me recuerdan a una isla colonial de siglos pasados y otros de extrema derecha me llevan en el tiempo al Medioevo.
De visita a un asilo que no voy a decir su nombre para visitar a un grupo de ancianitos que no tienen quienes los visiten- me refiero a familiares- lo primero que aprecio como una bendición del Altísimo es la sonrisa con que me reciben.
Siempre trato de no llegar con las manos vacías: un paquetico de refresco instantáneo para los que no toleran la leche, unas galleticas, alimentos muy humildes pero que pueden conservar en sus taquillas.
Apenas pueden desplazarse con movimientos coherentes y, por eso me da envidia ver a otros diseminados por el patio donde sobresalen bellas plantas junto a la quietud perenne de ese local todo, que es en extremo grande pero se asemeja a un laberinto con barreras: “hasta aquí te toca conocer”- parece decir una figura invisible y autoritaria.
Son muy pocas las ocasiones en que comparto con ellas, las visitas de cortos horarios y la lejanía se confabula contra ese encuentro que ambas partes necesitan. Son personas que están en gozo perenne con el Dios de misericordia, a pesar de los maltratos que sufren porque la falta de afecto es falta de amor; de por sí  inconcebible en personas que han hecho votos pero aplican  el evangelio según ellas mismas: dónde está el amor.
“Escucha, oh Dios, la voz de mi queja;
Guarda mi vida del temor del enemigo,
Escóndeme del consejo secreto de los malignos,
De la conspiración de los que hacen iniquidad,
Que afilan como espada su lengua;
 Lanzan cual saeta suya, palabra amarga,
 Para asaetear a escondidas al íntegro
De repente lo asaetean, y no temen.
Obstinados en su inicuo designio,
Tratan de esconder los lazos,
Y dicen: ¿Quién los ha de ver?
Sal 64:1-5.
Pero Dios los ve y se preguntará dónde está el amor de quien amedrenta con su comportamiento de “latigazos recónditos” a esos que están en apariencia desamparados, en busca de una mano que llegue para auxiliarlos con amabilidad, de una voz que requiera con un tono adecuado, entonces  por qué quitar de un tirón el cable del televisor porque ver una telenovela es pecado, ¿no es más pecado la soberbia? No es menos cierto que “El que carece de entendimiento menosprecia a su prójimo
Mas el hombre prudente calla”. Pr11.12
Eso mismo hacen esas  personas, guardan silencio  porque ellos temen y aman a Dios y aún siendo maltratados son capaces de amar y perdonar esas crueldades. Lo mismo sucede cuando se sientan a la mesa a degustar  una sopa que parece agua, y  todos saben que ellas prueban exquisitos manjares, dónde está el amor.
Y qué les pasará a los que no se mueven o desvarían por trastornos neurológicos degenerativos, ¿recibirán buen trato de esos hábitos injustos? ¿Habrá una mano amiga o martirizante? ¿Habrá una frase de dirección o un empujón? ¿No son esas actitudes más pecaminosas? Dónde está pues el amor.
El amor está en Dios. “Porque yo Jehová soy tu Dios, quien te sostiene de tu mano derecha, y te dice: No temas, yo te ayudo” Is 41: 13-dice Dios a esos ancianitos pero con la misma sabiduría de Su justicia  también recuerda al hábito enmascarado ¡Ay de ti, que saqueas, y nunca fuiste saqueado; que haces deslealtad, bien que nadie contra ti la hizo! Cuando acabes de saquear, serás tú saqueado; y cuando acabes de hacer deslealtad, se hará contra ti! Is 33:1.
¡Qué falta de humanidad! ¡Qué mal testimonio! Y  lo peor es que muchos conozcan de estos y otros hechos y prefieran callar por aquello de que hay pocas personas consagradas para cuidar, ¿Que consagración?  Y ¿Qué cuidados? Si los que pueden poner un alto a tanta ignominia se callan, seguimos en ascenso ¿Qué hace el Vaticano? ¿Le importa más al Vaticano quedar como estrella de Hollywood ante el mundo y abandonar al que está en un asilo que se supone deba estar sustentado en la obra del amor.
Hay que sacar a toda esa gente que denigra a la Iglesia Apostólica y llevarlas a aprender sin lujos y comodidades, en plena calle, donde se hace el banquete diario qué cosa  es el amor, sin las hipocresías de cuando están delante de sus superiores y sonríen y saludan con buenas maneras, qué es el amor, sino algo espontáneo, una empatía cercana a la incondicionalidad. No es difícil, es  el mismo que dan quienes no profesan religiones cristianas o no creen en nada porque ante esos ejemplos muchos lo que hacen es apartarse.
A esos falsos cristianos dedico, para terminar proverbios 3: 1-8, pidiéndole a Dios no sea difícil para ellos aprenderlos, no solo de memoria, sino saber llevarlos a la práctica.
Hijo mío, no te olvides de mi ley,
Y tu corazón guarde mis mandamientos;
Porque largura de días y años de vida y paz te aumentarán,
Nunca se aparten de ti la misericordia y la verdad;
Átalas a tu cuello,
Escríbelas en la tabla de tu corazón;
Y hallarás gracia y buena opinión
Ante los ojos de Dios y de los hombres
Fíate de Jehová de todo tu corazón,
Y no te apoyes en tu propia prudencia.
Reconócelo en todos tus caminos,
Y él enderezará tus veredas.
No seas sabio en tu propia opinión;
Teme a Jehová, y apártate del mal;
Porque será medicina a tu cuerpo,
Y refrigerio para tus huesos.  




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