Por: Aimée Cabrera
El curso escolar
2014-2015 está a punto de culminar. Este periodo es de exámenes finales en casi
todos los niveles. Los alumnos hacen un esfuerzo extra por mantener buenos
resultados o, al menos aprobar.
Los que comienzan un
nivel superior sienten alegría y temor a la vez; algunos tienen ya sus nuevos
uniformes y no pierden la esperanza de estrenar mochilas o calzados el próximo
septiembre.
Los maestros,
profesores y educadores en su conjunto están enfrascados en la revisión de las
pruebas, recogida de libros de texto y otras actividades docentes. Los padres
presienten un ligero descanso por no tener que levantar a la prole tan
temprano.
Otras situaciones
ocurren por las carencias que, en general afectan al ciudadano medio en la Cuba
actual. Las diferencias de clases son abismales. Es por ello que tanto el curso
escolar como las vacaciones no tienen el mismo impacto para todos los niños y
adolescentes por igual.
Los meses de julio y
agosto se convierten en una locura que desanda barrios, centros recreacionales
y la playa abierta con su mar caliente y gratuito. En la Habana los hay que se
bañan en el Malecón, otros van al campismo o a cualquier lugar que sea sinónimo
de esparcimiento.
En esta avalancha de
alegría, de despertarse tarde, de jugar sin control, se agiganta la separación
existente entre la escuela y la casa. Es algo así como una huelga general donde
todos se ponen de acuerdo en no recordar
nada que tenga que ver con responsabilidades.
Los deberes están
emparentados con los valores. La educación para que sea digna tiene que ser
integral. Tiene que haber respeto. Los adultos tienen que forjar el respeto en
los niños y adolescentes. El respeto define a las naciones y está relacionado con
muchos aspectos que no deben ser olvidados en las vacaciones de fin de curso.
No es menos cierto que
hay padres que deben trabajar mientras sus hijos están en casa pero la vida de
los más pequeños necesita un orden. No todo el tiempo es para jugar con desenfreno
en la calle o el parque, mucho menos para estar sentados frente al televisor o
la computadora durante horas.
Tiene que haber un
tiempo en que padres e hijos estén juntos. Momento propicio para establecer
comunicación. Todos deben hablar, dar opiniones, saberse escuchar, apreciar
sugerencias, reflexionar y ser justos.
Qué lindo es ver un fin
de semana a los padres con sus hijos de
paseo, asistiendo a la iglesia, con un tiempo organizado que les permite
regocijarse y ser bendecidos en el espíritu. Es triste ver mujeres solas con
sus hijos y ver pocos niños y jóvenes en la iglesia, sobre todo en las
vacaciones. Ellos no son culpables del todo; la espiritualidad germina cuando el
amor está en todas partes.
La sistematicidad en
los hábitos es clave para que el niño viva en un hogar armónico. La escuela
también juega su papel formador. En estos tiempos en que se habla tanto del
rescate de valores, los adultos deben acercarse a los más jóvenes con amor,
paciencia y respeto.
“Ya todo está dicho o
inventado”-decían los viejos en mi niñez; y es esta una frase casi siempre
acertada. “Lecciones Familiares” de Teodoro Guerrero es un libro hermoso
del Siglo XIX.
Conservo un ejemplar
que fue adquirido por mi madre en una librería de uso cuando era muy joven. El
prólogo titulado “Un Libro de Oro para la Niñez” fue escrito por Luisa Pérez de
Zambrana en la Habana, 1869.
Este tesoro ahora mío,
fue de la tercera edición ilustrada que se editó en Madrid en la imprenta,
fundición y estereotipia de D. Juan Aguado, sita en Calle del Cid, número 4,
(Recoletos) en el año 1871.
El primer capítulo se
dedica “A los padres de familia” y comienza así: “El padre, el profesor, el mundo.-He aquí los tres maestros del género
humano. El padre siembra la semilla de la virtud en el alma del niño; el
profesor riega el arbusto, derramando la savia por la inteligencia del
adolescente; el mundo sazona el fruto de la ciencia de la vida del hombre”.
“Esa trinidad del magisterio es una cadena de
eslabones indisolubles; cuando uno se rompe, no es posible perfeccionar la
obra. Si la semilla no se siembra a tiempo y por una mano inteligente, no llega
a germinar; si el arbusto se tuerce, será difícil enderezarlo; si el árbol no
se cuida, o dará el fruto dañado o no dará fruto”
Por eso es tan importante
el nivel primario. Es la base para la vida digna de todo ser humano. El maestro
o su auxiliar deben dar ejemplo en todo. Son al igual que los padres los
espejos donde se mira la inocencia que, deja de serla cuando estos están
empañados.
Los valores no se
escriben o se repiten de manera mecánica. Los valores se forjan en las personas
desde antes de comenzar a asistir a la escuela. La cortesía, saber saludar, dar
gracias, pedir permiso, cooperar y ser solidario son formas de ser educado y
respetuoso.
A ello hay que agregar
el estudio de lo que se aprende en el aula, repasar los contenidos anteriores,
leer sobre los mismos. Los horarios de la tarde deben aprovecharse en la
escuela. Los niños pueden competir en equipos y así como un juego, repasan las asignaturas
que corresponden al grado que estudian.
En la casa puede
hacerse algo parecido pues no siempre las reuniones deben ser para realizar
actividades alejadas de la docencia como las “piyamadas”, fiestas y paseos con
colegas de clases.
Los niños y jóvenes
deben aprender a disfrutar lo que enriquezca su cultura. Un tema que les guste
pueden ampliarlo en una composición escrita, un dibujo, fotos, asistir a
bibliotecas, museos o instituciones afines donde personal calificado pueda aclarar
dudas e incentivarlos mucho más.
No todos los padres,
abuelos o adultos de la casa tienen el tiempo o la preparación para ayudar al
respecto. Entonces el maestro no puede “irse de vacaciones” sin coordinar
con entidades diversas que estén
cercanas a la escuela, donde algunos alumnos puedan interactuar positivamente.
En décadas pasadas había
círculos de interés que motivaban a los alumnos a interesarse por estudios o
trabajos futuros. Algunos no los escogían como carrera profesional pero adquirieron
conocimientos que les ayudaron en su vida adulta.
Estamos a finales de
junio, todos están a punto de coger vacaciones de una forma u otra. Es como una
carrera a lo loco. Si se pudiera se tiraran libros y lápices al aire o por las calles. ¡Calma! Que no se puede ver el
descanso y la diversión como una ola gigante porque podemos golpearnos con la arena.
Tenemos que enseñarlos
a que se diviertan a través del
aprendizaje con amor y respeto, para que
se conviertan en futuros hombres y mujeres de bien. La decencia es una virtud
que incluye todas esas cualidades a las que llamamos valores. A divertirse
pues, con el amor y el respeto, llenos de la
sabiduría que deben sembrar padres, familiares y educadores.
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