viernes, 19 de junio de 2015

Educación y respeto


  Por: Aimée Cabrera

El curso escolar 2014-2015 está a punto de culminar. Este periodo es de exámenes finales en casi todos los niveles. Los alumnos hacen un esfuerzo extra por mantener buenos resultados o, al menos aprobar.
Los que comienzan un nivel superior sienten alegría y temor a la vez; algunos tienen ya sus nuevos uniformes y no pierden la esperanza de estrenar mochilas o calzados el próximo septiembre.
Los maestros, profesores y educadores en su conjunto están enfrascados en la revisión de las pruebas, recogida de libros de texto y otras actividades docentes. Los padres presienten un ligero descanso por no tener que levantar a la prole tan temprano.
Otras situaciones ocurren por las carencias que, en general afectan al ciudadano medio en la Cuba actual. Las diferencias de clases son abismales. Es por ello que tanto el curso escolar como las vacaciones no tienen el mismo impacto para todos los niños y adolescentes por igual.
Los meses de julio y agosto se convierten en una locura que desanda barrios, centros recreacionales y la playa abierta con su mar caliente y gratuito. En la Habana los hay que se bañan en el Malecón, otros van al campismo o a cualquier lugar que sea sinónimo de esparcimiento.
En esta avalancha de alegría, de despertarse tarde, de jugar sin control, se agiganta la separación existente entre la escuela y la casa. Es algo así como una huelga general donde todos se ponen de acuerdo en  no recordar nada que tenga que ver con responsabilidades.
Los deberes están emparentados con los valores. La educación para que sea digna tiene que ser integral. Tiene que haber respeto. Los adultos tienen que forjar el respeto en los niños y adolescentes. El respeto define a las naciones y está relacionado con muchos aspectos que no deben ser olvidados en las vacaciones de fin de curso.
No es menos cierto que hay padres que deben trabajar mientras sus hijos están en casa pero la vida de los más pequeños necesita un orden. No todo el tiempo es para jugar con desenfreno en la calle o el parque, mucho menos para estar sentados frente al televisor o la computadora durante horas.
Tiene que haber un tiempo en que padres e hijos estén juntos. Momento propicio para establecer comunicación. Todos deben hablar, dar opiniones, saberse escuchar, apreciar sugerencias, reflexionar y  ser justos.
Qué lindo es ver un fin de semana  a los padres con sus hijos de paseo, asistiendo a la iglesia, con un tiempo organizado que les permite regocijarse y ser bendecidos en el espíritu. Es triste ver mujeres solas con sus hijos y ver pocos niños y jóvenes en la iglesia, sobre todo en las vacaciones. Ellos no son culpables del todo; la espiritualidad germina cuando el amor está en  todas partes. 
La sistematicidad en los hábitos es clave para que el niño viva en un hogar armónico. La escuela también juega su papel formador. En estos tiempos en que se habla tanto del rescate de valores, los adultos deben acercarse a los más jóvenes con amor, paciencia y respeto.
“Ya todo está dicho o inventado”-decían los viejos en mi niñez; y es esta una frase casi siempre acertada. “Lecciones Familiares” de Teodoro Guerrero es un libro hermoso del Siglo XIX.
Conservo un ejemplar que fue adquirido por mi madre en una librería de uso cuando era muy joven. El prólogo titulado Un Libro de Oro para la Niñez fue escrito por Luisa Pérez de Zambrana en la Habana, 1869.
Este tesoro ahora mío, fue de la tercera edición ilustrada que se editó en Madrid en la imprenta, fundición y estereotipia de D. Juan Aguado, sita en Calle del Cid, número 4, (Recoletos) en el año 1871.
El primer capítulo se dedica A los padres de familia” y comienza así: “El padre, el profesor, el mundo.-He aquí los tres maestros del género humano. El padre siembra la semilla de la virtud en el alma del niño; el profesor riega el arbusto, derramando la savia por la inteligencia del adolescente; el mundo sazona el fruto de la ciencia de la vida del hombre”.
Esa trinidad del magisterio es una cadena de eslabones indisolubles; cuando uno se rompe, no es posible perfeccionar la obra. Si la semilla no se siembra a tiempo y por una mano inteligente, no llega a germinar; si el arbusto se tuerce, será difícil enderezarlo; si el árbol no se cuida, o dará el fruto dañado o no dará fruto”
Por eso es tan importante el nivel primario. Es la base para la vida digna de todo ser humano. El maestro o su auxiliar deben dar ejemplo en todo. Son al igual que los padres los espejos donde se mira la inocencia que, deja de serla cuando estos están empañados.
Los valores no se escriben o se repiten de manera mecánica. Los valores se forjan en las personas desde antes de comenzar a asistir a la escuela. La cortesía, saber saludar, dar gracias, pedir permiso, cooperar y ser solidario son formas de ser educado y respetuoso.
A ello hay que agregar el estudio de lo que se aprende en el aula, repasar los contenidos anteriores, leer sobre los mismos. Los horarios de la tarde deben aprovecharse en la escuela. Los niños pueden competir en equipos y así como un juego, repasan las asignaturas que corresponden al grado que estudian.
En la casa puede hacerse algo parecido pues no siempre las reuniones deben ser para realizar actividades alejadas de la docencia como las “piyamadas”, fiestas y paseos con colegas de clases.
Los niños y jóvenes deben aprender a disfrutar lo que enriquezca su cultura. Un tema que les guste pueden ampliarlo en una composición escrita, un dibujo, fotos, asistir a bibliotecas, museos o instituciones afines donde personal calificado pueda aclarar dudas e incentivarlos mucho más.
No todos los padres, abuelos o adultos de la casa tienen el tiempo o la preparación para ayudar al respecto. Entonces el maestro no puede “irse de vacaciones” sin coordinar con  entidades diversas que estén cercanas a la escuela, donde algunos alumnos puedan interactuar positivamente.
En décadas pasadas había círculos de interés que motivaban a los alumnos a interesarse por estudios o trabajos futuros. Algunos no los escogían como carrera profesional pero adquirieron conocimientos que les ayudaron en su vida adulta.
Estamos a finales de junio, todos están a punto de coger vacaciones de una forma u otra. Es como una carrera a lo loco. Si se pudiera se tiraran libros y lápices al aire o  por las calles. ¡Calma! Que no se puede ver el descanso y la diversión como una ola gigante porque podemos golpearnos con  la arena.
Tenemos que enseñarlos a que se  diviertan a través del aprendizaje  con amor y respeto, para que se conviertan en futuros hombres y mujeres de bien. La decencia es una virtud que incluye todas esas cualidades a las que llamamos valores. A divertirse pues, con el amor y el respeto, llenos de la  sabiduría que deben sembrar padres, familiares y educadores.


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