viernes, 8 de julio de 2016

El Vaticano condena al sacerdote español por filtración de secretos


Lucio Ángel Vallejo Balda es un sacerdote católico, jurista y experto en asuntos económicos español. Es el Secretario de la Prefectura para los Asuntos Económicos de la Santa Sede y ex-colaborador del papa Francisco.Wikipedia
Fecha de nacimiento12 de junio de 1961 (edad 55),Villamediana de Iregua, España
Por: Pablo Ordaz
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El tribunal del Vaticano ha condenado a 18 meses de prisión al sacerdote
español Lucio Ángel Vallejo Balda por la filtración de documentos
secretos de las finanzas de la Santa Sede y a 10 meses a su antigua
colaboradora, la relaciones públicas Francesca Chaouqui. Los periodistas
Gianluigi Nuzzi y Emiliano Fittipaldi han resultado absueltos, así como
Nicola Maio, un antiguo administrativo de la COSEA, la comisión de
investigación instituida en el verano de 2013 por el papa Francisco para
investigar los desmanes financieros de la Santa Sede. En el caso de los
periodistas, el Vaticano reconoce que no podía condenarlos por un
"defecto de jurisdicción". El tribunal justificó además la absolución
"en virtud del derecho divino de libertad de pensamiento y de libertad
de prensa". Ni Vallejo ni Chaouqui tendrán que ingresar en prisión.



La fiscalía pedía tres años y un mes para Vallejo –que ya ha descontado
los ocho meses que ha permanecido en prisión o en arresto domiciliario
en el interior del Vaticano— y tres años y nueve meses para Chaouqui,
quien tras su detención fue puesta en libertad en atención a su entonces
incipiente embarazo –el proceso ha resultado tan largo que el bebé ha
asistido a las últimas sesiones en los brazos de su padre, un
informático que también trabajó para el Vaticano--. Los fiscales
acusaban al monseñor y a su antigua amiga de los delitos de “divulgación
de secretos” y de “asociación para delinquir” por forjar una “alianza de
poder” paralela a la comisión de investigación creada por el Papa y en
la que también participó supuestamente Nicola Maio, quien desempeñaba el
papel de secretario ejecutivo de la COSEA y para el que se pedía un año
y nueve meses. El tribunal del Vaticano también acusó a los periodistas
Gianluigi Nuzzi y Emiliano Fittipaldi por “divulgación de secretos” al
publicar los documentos filtrados en sus respectivos libros, Via Crucis
y Avarizia, pero finalmente retiró los cargos contra Fittipaldi por
falta de pruebas. Para Nuzzi se pedía un año de prisión.

Antes de declarar el juicio visto para sentencia, el fiscal Roberto
Zannotti aseguró que la acusación contra Nuzzi y Fittipaldi no había
sido “un proceso a la libertad de prensa”, pero, a pesar de sus
palabras, es difícil entenderlo de otro modo. Sobre todo porque nada de
lo que denunciaron Nuzzi y Fittipaldi en sus respectivos libros ha
resultado falso, sino todo lo contrario. Sus investigaciones han
certificado lo que ya se barruntó Bergoglio nada más sentarse en la
silla de Pedro. La Santa Sede no tenía nada que ver con “la Iglesia
pobre y para los pobres” que dijo desear en su primera alocución ante la
prensa llegada de todo el mundo, sino más bien todo lo contrario. Un
monumento al lujo y al descontrol.

En la información recopilada por la COSEA, y publicada en sendos libros,
consta un listado de los lujosos apartamentos —algunos de 500 metros
cuadrados— que disfrutan algunos cardenales de la curia. O los 4.000
millones de euros que suponen —tirando por lo bajo y solo en Roma y
alrededores— las propiedades inmobiliarias del Vaticano. O la desviación
de los fondos del hospital del Niño Jesús para que monseñor Tarcisio
Bertone remodelara su lujoso ático o viajara en helicóptero. O el
descontrol de las tiendas libres de impuestos o de la gasolinera del
Vaticano —a las que en realidad solo tendrían que acceder los empleados
pero de las que se beneficia media Roma—. O el negocio fuera de toda
lógica de la llamada “fábrica de santos”, los postuladores que cobran a
precio de oro las candidaturas a santos... “Hay algunos casos”, explicó
en su día Fittipaldi, autor de Avarizia, “en los que los parientes de
los aspirantes a beatos o santos pueden pagar hasta 400.000 euros a los
postuladores”.

Lo curioso es que, durante los últimos meses y a causa del juicio, no se
ha hablado de nada de eso en el Vaticano, sino del sainete en que
degeneró la relación entre Vallejo, un sacerdote de 54 años, y su
antigua amiga y colaborada más cercana, la relaciones públicas italiana
Francesca Immacolata Chaouqui, de 34. De colaboradores pasaron a ser
amigos íntimos –el sacerdote llegó a asegurar que cayó rendido ante los
encantos de la joven—y enseguida a enemigos feroces. “Escúchame,
gusano”, escribió Chaouqui a Vallejo en un mensaje de móvil, “eres un
gilipollas, pero un gilipollas honesto que se ha equivocado al hacerse
cura. He intentado protegerte pero estoy cansada de ser tu niñera. Eres
un medio marica, qué culo roto eres”.

Vallejo y Chaouqui fueron detenidos el 2 de noviembre de 2015 por la
gendarmería del Vaticano, que ya había tenido noticias de la publicación
inminente de los libros de Nuzzi y Fittipaldi. Los dos fueron acusados
por la fiscalía vaticana de sustraer y filtrar abundante documentación
secreta sobre las finanzas de la Santa Sede. Unos documentos a los que
tuvieron acceso como miembros de la COSEA. Vallejo confesó enseguida. No
tenía otra salida. En sus teléfonos y ordenadores permanecían sin borrar
los frecuentes mensajes cruzados con los periodistas.

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