POR
W. T. CONNER
VERSIÓN
CASTELLANA POR ADOLFO
ROBLETO
DEDICO
ESTE LIBRO A LA MEMORIA DE MIS TRESMAESTROS
EN TEOLOGIA,
CALVIN
GOODSPEED,
A.
H. STRONG Y
E.
Y. MULLINS
ACERCA
DEL AUTOR
Walter
Thomas Conner nació en el estado de Arkansas, EE. UU. de N. A., el
19
de enero de 1877. Convertido durante una serie de reuniones
especiales,
fue
ordenado al ministerio en 1899.
Estudió
en la Universidad de Baylor, recibiendo el título de Bachiller en
Artes
de
dicha institución en 1906. Dos años más tarde le fue conferido el
título de
Maestro
en Artes por la misma institución. Ese mismo año recibió el título
de
Bachiller
en Teología del Seminario Teológico de Baylor. Durante los años
1908-1910
cursó estudios en el Seminario Teológico de Rochester, siéndole
otorgado
el título de Bachiller en Divinidades en 1910. Posteriormente, en
1916,
recibió el título de Doctor en Teología del Seminario Teológico
Bautista
del
Sur y en 1931, obtuvo el título de Doctor en Filosofía.
En
el año 1910 inició una larga asociación con el Seminario Teológico
del
Sudoeste,
ejerciendo el profesorado en la cátedra de teología sistemática
por
treinta
y nueve años. Como maestro, el doctor Conner combinó ciertos
aspectos
de los sistemas teológicos de tres de sus profesores, el doctor
Carroll,
de
Baylor, el doctor Strong, de Rochester, y el doctor Mullins, del
Seminario
Teológico
Bautista del Sur.
Aunque
la teología del doctor Conner recalca la experiencia cristiana y la
obra
del
Espíritu Santo, no es enteramente mística. El doctor Conner fue
influido por
las
corrientes contemporáneas en el campo de la revelación pero no
trató de
formular
una teoría de inspiración. La posición doctrinal del doctor
Conner, su
método
pedagógico, su celo misionero, y su característico humor se
entretejieron
en la vida del Seminario Teológico Bautista del Sudoeste y en sus
alumnos.
Durante
su largo período de actuación contribuyó regularmente con
artículos
para
las revistas teológicas y denominacionales, dictó conferencias en
distintos
campamentos
durante los meses de verano, además de dirigir reuniones de
evangelización.
Fue el primer pastor de la Iglesia Bautista Gambrell, de la
ciudad
de Fort Worth, estado de Texas.
Contrajo
matrimonio con la señorita Blanche Ethel Horne en el año 1907 y
este
matrimonio
fue bendecido con la llegada de seis hijos. El doctor Conner falleció
en
la ciudad de Fort Worth el 26 de mayo de 1952.
PREFACIO
Este
libro es una revisión de mi libro anterior, Un
Sistema de Doctrina
Cristiana.
La revisión tiene carácter de una abreviación y simplificación.
He
aumentado,
no obstante, dos capítulos sobre la iglesia y las ordenanzas. Con
permiso
del editor se reproducen estos dos capítulos de mi libro Gospel
Doctrines.
En
la preparación de este libro he tenido presente un doble propósito.
Uno es
su
uso como libro de texto para un curso de Doctrina Cristiana en los
colegios
y
academias. Encuentro un considerable interés sobre el asunto entre
los
maestros
de Biblia en los colegios y una aparente necesidad de un libro tal.
En
ciertos
casos, en que el tiempo es limitado, dichos maestros pueden ver
oportuno
o necesario el omitir algunas porciones del libro. Cada maestro,
desde
luego, usará su propio juicio en cuanto a determinar qué parte del
libro
deberá
omitir. Yo sugiero, sin embargo, que en algunos casos puede ser
sabio,
si
se dispone de tiempo limitado, empezar con el capítulo VII y dar un
curso
sobre
la doctrina de la salvación y de la vida cristiana. En algunos
casos, el
maestro
puede ver que sería recomendable dar dos cursos, usando los
capítulos
I-VI para el primero y el resto del libro para el segundo.
Tal
estudio de la Doctrina Cristiana en un colegio, como se proyecta
aquí,
indudablemente
que sería de valor a hombres y mujeres laicos y también a
estudiantes
ministeriales, ya sea que éstos más tarde entren a un seminario
teológico
o no. En caso de que ellos después pensaran en ir a un seminario
teológico,
el estudio sería una preparación provechosa para un curso más
extenso
en teología sistemática. En caso de que ellos se hubiesen privado
del
privilegio
de un curso de seminario, el estudio de la doctrina en un colegio
sería
más
que necesario para ellos.
En
la preparación de este libro, sin embargo, he tenido presente al
lector
común.
Hay cientos de predicadores y de otros obreros cristianos en nuestras
iglesias,
que necesitan de un breve tratado sobre la Doctrina Cristiana. La
lectura
de dicho libo deberá avivarles la mente y el corazón. Deberá
ahondar su
devoción
y despertar su actividad en la causa de Cristo. Deberá también
prepararlos
para un estudio posterior en este campo. El autor espera que su
libro
pueda ser ampliamente útil en estos dos respectos —como libro de
texto
para
un curso breve sobre Doctrina Cristiana y para lectura general.
Me
siento un gran deudor al Rev. S. A. Newman, instructor en el
departamento
de
Teología Sistemática en el Seminario del Sudoeste, por su ayuda en
la
preparación
del manuscrito y en el arreglo de los índices. Soy también deudor a
las
señoritas Marie Tatum y Wilmoth Woods por su eficiente servicio en
la
preparación
del manuscrito.
—W.
T. Conner.
Seminary
Hill, Texas.
CONTENIDO
Acerca
del Autor
Prefacio
INTRODUCCION
Naturaleza
y Necesidad de la Doctrina Cristiana
CAPITULO
1
La
Capacidad del Hombre Respecto a Dios
CAPITULO
2
Revelación
CAPITULO
3
La
Persona de Cristo
CAPITULO
4
La
Doctrina de Dios
CAPITULO
5
El
Espíritu de Dios
CAPITULO
6
La
Trinidad
CAPITULO
7
La
Doctrina del Pecado
CAPITULO
8
El
Propósito de Dios en la Salvación
CAPITULO
9
La
Obra Salvadora de Cristo
CAPITULO
10
Llegando
a Ser un Cristiano o el Comienzo de la Salvación
CAPITULO
11
Naturaleza
de la Vida Cristiana
CAPITULO
12
La
Iglesia
CAPITULO
13
Las
Ordenanzas
CAPITULO
14
La
Realización Final de la Salvación; El Establecimiento del Reino
de Dios
INTRODUCCIÓN
NATURALEZA
Y NECESIDAD DE
LA DOCTRINA CRISTIANA
I.
Naturaleza
1.
Definición
2.
Propósito
II.
Necesidad
1.
Demandada
por la naturaleza del hombre
2.
Enseñanza
destacada en el Nuevo Testamento
3.
La
vida cristiana basada en la verdad
4.
El
conocimiento de la verdad necesario para la propagación del
evangelio
5.
El
conocimiento de la verdad necesario para la defensa del evangelio
En
este capítulo introductorio haremos un repaso preliminar de nuestro
tema.
Naturalmente,
algunas preguntas surgen al abordar cualquier estudio, tales
como:
¿Cuál es el carácter del estudio? ¿Qué necesidad hay de él? En
este
estudio
introductorio consideraremos estas preguntas.
I.
NATURALEZA DE NUESTRO ESTUDIO
1.
Definición
La
Doctrina Cristiana es esa línea de estudio que se propone mostrar
las
enseñanzas
de la religión cristiana. Es la exposición organizada de las
doctrinas
principales
del cristianismo. Es la enseñanza de una forma más o menos
completa
y sistemática de las ideas necesarias a un entendimiento de la
religión
cristiana.
2.
Propósito
El
propósito de un tratado sobre la Doctrina Cristiana no es
primariamente
probar
que el cristianismo es verdadero, sino demostrar lo que los
cristianos
creen
acerca de su religión. Esto significa que asumimos el punto de vista
cristiano
y nos proponemos hacer claro en nuestra mente y en la de otros la
naturaleza
y el significado del cristianismo. Nos esforzamos por descubrir y
afirmar
cuál es el punto de vista cristiano con referencia a los principales
hechos
y
fases del cristianismo. Es, de consiguiente, la interpretación del
cristianismo tal
como
los cristianos la ven. Es un esfuerzo por hacer inteligibles los
hechos del
cristianismo.
II.
LA NECESIDAD DE LA DOCTRINA CRISTIANA
Mucha
gente hoy día tiene poca paciencia con cualquier clase de enseñanza
doctrinal
precisa en religión. Esta aversión por la doctrina religiosa no se
confina
a los que son completamente indiferentes y hostiles a la religión.
Aun
mucha
gente religiosa es poco amistosa hacia cualquier clase de enseñanza
doctrinal
exacta. Ellos quieren limitar la religión al reino del sentimiento o
de la
apacible
buena voluntad, o hacerla un asunto de actividad social práctica. Ha
habido
mucha discusión en cuanto a si la religión es propiamente una
cuestión
de
sentimiento, de creencia o de actividad. A decir verdad, la religión
es las tres
cosas.
Sin el elemento del sentimiento, la religión tiene muy poco poder
motivador;
sin la creencia doctrinal, carece del elemento de la inteligencia;
sin
actividad
práctica, se vuelve insípida y vacía.
Ahora
bien, nosotros mantenemos que el elemento de doctrina en el
cristianismo
es necesario por las siguientes razones:
1.
La
naturaleza del hombre necesita de doctrina.
Como
se indica arriba, el ideal verdadero de la religión envuelve toda la
naturaleza
del hombre. Cuando la religión ministra a un solo aspecto del ser
humano,
entonces la religión viene a ser unilateral y pervertida y
desarrolla una
gente
unilateral y pervertida. Los hombres no pueden esperar ejercitar su
inteligencia
en todas las otras fases de las actividades de la vida y luego
sofocar
sus
intelectos en lo que concierne a la religión. Los hombres pensarán
acerca
de
la religión; y cuando un hombre piensa acerca de la religión, lo
que él piensa
es
su doctrina religiosa. El hombre poco amistoso a la doctrina
religiosa ha
pensado
hasta cierto punto acerca de la religión y a menudo nos dice con
gran
vehemencia
cuáles son sus pensamientos. Y eso nos da su doctrina o sus
doctrinas
religiosas. De modo que, por el mismo hecho, no puede existir la
religión
sin algún elemento de doctrina.
2.
El
cristianismo del Nuevo Testamento pone marcado énfasis en la
enseñanza.
Alrededor
de cuarenta y cinco veces en los Cuatro Evangelios, se le llama a
Jesús
Maestro, y cerca del mismo número de veces se dice que él
enseñaba.f1
Pablo
y los otros apóstoles y los caudillos del Nuevo Testamento fueron
maestros.
La misma cosa es un hecho acerca de los profetas del Antiguo
Testamento.
Este hecho —que el Antiguo y el Nuevo Testamentos pongan gran
énfasis
en la enseñanza— es tan evidente que no se necesita argüir más
sobre lo
mismo.
Los que creen que el Nuevo Testamento debe ser nuestro guía,
probablemente
estarán de acuerdo en que la enseñanza o doctrina es necesaria
en
el cristianismo. La enseñanza o doctrina era esencial en el
cristianismo del
Nuevo
Testamento. Para nosotros es necesaria todavía.
El
cristianismo del Nuevo Testamento era una religión de la verdad.
Hacía
énfasis
en la verdad. El cristianismo siempre ha reclamado ser una forma de
la
verdad.
Si el cristianismo no es una forma de la verdad, entonces los
cristianos
han
sido siempre engañados en cuanto a la naturaleza de su religión.
Pablo
nos dice lo que él predicó como el evangelio. Fue que Cristo murió
por
nuestros
pecados, conforme a las Escrituras; que fue sepultado; y que fue
resucitado
de entre los muertos conforme a las Escrituras (<461503>461503>1
Corintios
15:3,
4). El evangelio, entonces, consiste en ciertos hechos, pero no
solamente
en
los hechos escuetos (si es que pudiera haber tal cosa), sino también
en el
significado
de esos hechos. El significado de estos hechos lleva consigo la
conclusión
de que el evangelio es un evangelio de verdad, de importancia. El
cristianismo
no consiste en hechos ininteligibles, ni de mero sentimiento. El se
basa
en hechos, pero en hechos de una importancia muy definida para
nosotros
y
para nuestra vida espiritual.
3.
Es
necesario un conocimiento de la verdad en la vida cristiana.
La
vida cristiana es una vida de fe. Se llega a ser cristiano por un
acto de fe.
Por
gracia sois salvos por la fe (<490203>490203>Efesios
2:3). Y todo lo demás que sea la
fe,
reclama ser un reconocimiento de la verdad y un acto de confianza
basada
en
ese conocimiento. Es un acto de aventura basada en la promesa del
evangelio.
La fe se basa en la Palabra del evangelio. El evangelio es buenas
nuevas,
buenas nuevas de algo que Dios ofrece a los hombres en Cristo Jesús.
La
fe es la aceptación de ese ofrecimiento.
Por
la fe nosotros entramos a la vida cristiana; por la fe crecemos en la
vida
cristiana.
La fe es un acto de confianza basada en la promesa del evangelio, y
alimentándose
en la Palabra del evangelio, crece la fe. Sin un conocimiento
desarrollado
de la verdad, puede haber poco y aun nada de crecimiento en la
vida
cristiana. La vida espiritual depende tanto del conocimiento de la
verdad
para
su desarrollo como la vida física depende del alimento.
4.
Un
conocimiento de la verdad es necesario para propagar el evangelio.
Uno
de los impulsos fundamentales en la vida cristiana es el impulso a
propagar
el
evangelio. Se señaló antes que el llegar a ser cristiano es un acto
racional y
voluntario
basado en un conocimiento del evangelio. El que propaga el
evangelio,
entonces, debe ser capaz de darle al que desea ganar a la vida
cristiana,
un concepto inteligente de lo que significa ser cristiano. El llegar
a ser
cristiano
no es un asunto de dar un salto ciego en la obscuridad. El propagador
del
evangelio debe, de consiguiente, tener un alcance inteligente del
significado
del
evangelio y debe estar en capacidad de dar una afirmación
inteligente
acerca
del mismo.
5.
Un
conocimiento de la verdad es necesario para la defensa del
evangelio.
Algunas
veces el evangelio debe ser defendido. Pero no se puede defender
aquello
que no tiene significado alguno. Una religión sin doctrina sería
una
religión
sin significado. Y tal religión no podría ser propagada ni
defendida.
En
el Nuevo Testamento, especialmente hacia la última parte,
encontramos a
Pablo
y a otros defendiendo vigorosamente el evangelio en contra de los que
lo
negaban
o pervertían. Pablo empleó gran parte de su vida y energía
oponiéndose
a los judaizantes, y tanto Pablo como Juan defendieron
vigorosamente
el evangelio en contra de los gnósticos. Para actuar así ellos
tenían
que afirmar el evangelio en términos de significado definido.
El
elemento de doctrina en el cristianismo, entonces, es necesario.
Hablar de
religión
sin doctrina es hablar disparates. Desde luego, esto no es decir que
la
doctrina
es todo lo que hay en la religión. Es posible dar demasiado énfasis
sobre
el lugar de la doctrina. Necesitamos recordar también que la
doctrina no
existe
por su propia causa: no es ninguna cosa que deba tenerse en la mente
y
pensarse
solamente. Es un programa de actividad. Todo el Nuevo Testamento
recalca
el hecho de que oír la Palabra no es suficiente; debe ponérsela en
acción.
La doctrina no es un sistema de ideas sólo para contemplarse; es una
invitación
a vida y actividad. No solamente debe oírse la Palabra, también se
debe
practicar. Nosotros empero repetimos, la doctrina es necesaria o
nuestra
actividad
será ciega y sin propósito.
CAPÍTULO
1. LA CAPACIDAD DEL HOMBRE RESPECTO
A DIOS
I.
La Opinión Bíblica General del Hombre
1.
El
hombre, más que un organismo físico
2.
El
hombre, una personalidad espiritual
(1)
Inteligencia
(2)
Voluntad
(3)
Afección
racional
(4)
Naturaleza
moral
II.
Poderes Personales Necesarios a la Vida Cristiana
III.
La Sed que el Hombre Tiene de Dios
Si
el hombre ha de vivir una vida religiosa que sea digna de tal nombre,
debe
conocer
a Dios, debe entrar en comunión con Dios. Esto envolverá
necesariamente
dos cosas: revelación de parte de Dios y una capacidad de
parte
del hombre para conocer a Dios; o para usar la más significante
expresión,
el hombre debe ser capaz de amistarse con Dios. El tema de la
revelación
se discutirá más adelante. En este capítulo queremos considerar el
asunto
de la capacidad del hombre para conocer a Dios o para relacionarse
con
él.
Debemos
recordar, sin embargo, que estas dos cuestiones en realidad deben ir
juntas,
que ellas son dos fases de un asunto, y no realmente dos cosas
separadas.
La cuestión referente a si el hombre está en capacidad de
relacionarse
con Dios no puede establecerse aparte del punto de la revelación,
así
como la cuestión de que si el hombre ve no podría establecerse
aparte de
los
objetos de la visión. Desde luego, que el hombre no podría ver a
menos que
hubiera
objetos de visión, como tampoco podría haber objetos para ser
vistos
a
menos que el hombre tuviera la capacidad de ver. Cada cosa envuelve a
la
otra.
Lo mismo es cierto con referencia a la revelación y a la capacidad
del
hombre
de tener relación con Dios. Algunas veces se ha discutido la
capacidad
del
hombre para conocer a Dios como si tal capacidad en el hombre pudiera
ser
alguna cosa afuera de la revelación por parte de Dios. O se ha
discutido la
revelación
como si pudiera existir una revelación independiente de la capacidad
del
hombre para recibir esa revelación. Pero semejantes abstracciones
yerran el
punto.
El hombre no tiene capacidad para conocer a Dios excepto en la
manera
como Dios se revela a sí mismo, ni Dios podría revelarse a sí
mismo a
un
ser que no tuviera capacidad de conocerlo. Lo uno implica lo otro.
Tampoco
debe tomarse esto como si en la religión Dios y el hombre
descansaran
en un mismo plano de igualdad el uno con el otro. Esto no es
cierto.
Dios es siempre el que toma la iniciativa y actúa como creador. El
hombre
reconoce a Dios como soberano y actúa de conformidad. Sin embargo
el
hombre debe tener la capacidad para responder al poder creador y
redentor
de
Dios. En otras palabras, debe haber algo más en el hombre de lo que
hay en
las
cosas o en los animales; de otro modo él no podría ser religioso.
Si no se
encontrara
en el hombre la capacidad que no existe en las cosas o en los
animales,
Dios no podría atraerlo a su compañía.
I.
LA OPINIÓN BÍBLICA GENERAL DEL HOMBRE
1.
El
Hombre, más que un organismo físico.
Resulta
evidente de la experiencia y de la observación por un lado y de la
enseñanza
de las Escrituras por el otro, que el hombre es más que un ser
físico.
Su
cuerpo vino del polvo de la tierra; pero Dios alentó en su nariz
soplo de vida
y
el hombre fue hecho un alma viviente (<010207>010207>Génesis
2:7). Dios hizo al hombre
a
su propia imagen (<010126>010126>Génesis
1:26, 27). Esto evidentemente hace referencia
a
la naturaleza espiritual del hombre, y no a su cuerpo. Esta imagen
divina
puede
reflejarse en el hecho de que el hombre camina erecto,f2
pero
la esencia
de
ello está en algo más hondo, en algo que no es visible al ojo
físico. Hay una
fase
indivisible e inmaterial de esta vida.
2.
El
hombre, una personalidad espiritual.
Lo
que la Biblia da a entender al referirse a que el hombre fue creado
según la
imagen
divina, pudiera expresarse diciendo que el hombre es una persona
espiritual.
Quizá sería mejor decir que él tiene la capacidad de llegar a ser
una
persona
así. La cosa más grande respecto al hombre no es lo que él ahora
es,
sino
lo que es capaz de llegar a ser.
Quizá
sea bueno fijarse en las capacidades del hombre, aquellas que se
envuelven
en su personalidad. ¿Cuáles son los poderes que el hombre posee y
que
lo hacen capaz de crecer en una personalidad espiritual —no poderes
completamente
desarrollados— antes bien, capacidades o potencialidades?
(1)
Uno
de ellos es la inteligencia.
El
poder de pensar, de conocer, distingue al hombre de las cosas y de
los
animales.
Los animales tienen una forma rudimentaria de inteligencia, pero en
este
respecto no se les puede poner en la misma clase con el hombre. El
hombre
tiene el poder de razonar, de reflexionar, de investigar, de sacar
conclusiones,
de guiar su vida por sus pensamientos y conclusiones. Los
animales
inferiores no pueden hacer nada de esto. El hombre no solamente
tiene
el poder de la conciencia; tiene el poder también de la conciencia
de sí
mismo.
El tiene el poder de objetivar su yo, de hacer a su persona un objeto
de
pensamiento,
de conocerse a sí mismo en relación con el mundo en el cual
vivimos
y en relación con otras personas. Ningún perro o caballo o mono ha
mostrado
nunca alguna señal de tal aptitud.
(2)
Otra
capacidad que pertenece al hombre en virtud de su personalidad
espiritual
es el poder o fuerza de voluntad.
El
hombre tiene el poder de escoger, de formarse ideales, de encauzar
sus
energías
hacia la realización de sus ideales. Algunos sostienen que el hombre
no
tiene
libertad, que es totalmente determinado por la herencia y el
ambiente.
Otros
han sostenido que su libertad es prácticamente sin límites, que él
puede
hacer
cuanto le venga en gana. Ninguna de estas posiciones es acertada. El
hombre
es libre, mas su libertad es limitada. El está parcialmente
determinado
por
la herencia y por el ambiente. Por la herencia y por el ambiente
limitaciones
muy
serias le son impuestas, pero hasta cierto punto él puede superarlas
un
poco.
Pudiéramos decir, más bien, que dentro de ciertos límites
determinados
por
la herencia y el ambiente, el hombre tiene dirección propia. No es
totalmente
un esclavo de ambas cosas. Dentro del círculo de ellas, él tiene el
poder
de escogimiento y de determinación personal. Tiene el poder
suficiente
de
elección como para ser un agente moral responsable.
Esta
libertad es encarecida en el momento en que el hombre entra a una
comunión
consciente con Dios en Cristo. El Nuevo Testamento hace resaltar
esta
libertad de los hijos de Dios —aquellos que nacen de nuevo por la
fe en
Cristo.
Esta es una libertad que le da al hombre, en principio, la victoria
sobre
sí
mismo y sobre el mundo. El hombre, poseído por el Espíritu de Dios,
es en
verdad
un ser real en cuanto a su poder sobre las fuerzas hostiles de la
naturaleza
y del pecado. Y aun por naturaleza hay en él un inherente poder de
elección
que lo hace capaz de recibir el evangelio, un poder que no posee
ningún
ser en el reino natural inferior a él.
(3)
También
el hombre posee el poder del afecto racional.
Los
animales inferiores tienen el poder de la afección instintiva. En el
mundo
animal,
la madre se sacrificaría por el bien de su cría. Pero en la vida
humana,
este
poder de sacrificio se levanta hasta el nivel de la cualidad
racional. Esto es,
una
persona puede, y algunas veces lo hace, elevarse hasta el nivel del
sacrificio
deliberado
por el bien de otros. Esto se exhibe en la relación de familia —el
padre
por el hijo o el hijo por el padre. O tal sacrificio puede
manifestarse por
parte
del amigo para el amigo, del patriota para su país, o en muchas
otras
relaciones
humanas.
Luego,
este poder se ve en su mejor expresión solamente donde el hombre ha
sido
purificado del pecado y atraído a la comunión con Dios en Cristo.
La
demostración
suprema de semejante amor la encontramos en la cruz de Cristo;
y
Cristo solo tiene el poder de inspirar ese amor en el corazón de los
hombres
de
modo que llega a ser la pasión consumidora y dominante de la vida.
(4)
Como
una personalidad espiritual, el hombre tiene también una
naturaleza
moral.
Esto
significa que él tiene un sentido de lo bueno y lo malo, que puede
distinguir
entre
lo bueno y lo malo y que se juzga a sí mismo y a otros con
referencia a lo
bueno
y a lo malo.
El
sentido de lo bueno y lo malo es inherente en el hombre; es una parte
de su
constitución
moral. Sin esto él no sería humano; sólo sería una bestia. El
hombre
posee este sentido de lo bueno y lo malo en virtud del hecho de que
él
es
humano. Por el sentido de lo bueno y lo malo damos a entender el
sentimiento
(o intuición) de que existen lo bueno y lo malo y de que nosotros
estamos
obligados a hacer lo bueno y a evitar lo malo. Este sentido de lo
bueno
y
lo malo no puede originarse por experiencia ni en el individuo ni en
la raza.
Tan
lejos como este autor puede ver, dicho sentido viene a la raza y al
individuo
por medio de un acto creativo de Dios. Tampoco puede interpretarse
este
sentido de lo bueno y lo malo en términos de cualquier otra clase de
experiencia.
No puede reducírsele a lo placentero o a lo utilitario. El
sentimiento
de
que una cosa es correcta y de que es agradable o útil son dos tipos
de
experiencia
totalmente diferentes. La sensación de que un acto o curso de
conducta
es bueno o recto no es una sensación de utilidad. Ella participa de
la
naturaleza
de un “imperativo categórico”. Sentimos que estamos obligados
a
hacer
lo que es recto ya sea placentero o conveniente, o no. Podemos
buscar
lo
que es agradable o conveniente; debemos
seguir
lo que es recto. La
obligación
moral es algo que se nos impone. Nosotros no ponemos la
obligación
sobre nosotros mismos. Algunas veces daríamos el mundo si nos
pudiésemos
desprender de ella. Está puesta sobre nosotros por el sistema de
cosas
al cual pertenecemos —según el cristiano cree— por Dios. Esta
sensación
de obligación moral puede ser aumentada o dilucidada, o puede ser
encallecida
por la experiencia; pero claramente se desprende de su naturaleza
que
no es originada por o en la experiencia.
II.
PODERES PERSONALES NECESARIOS A LA VIDA
CRISTIANA
Nos
gustaría ahora señalar que estos poderes o capacidades del hombre
como
una
persona espiritual son esenciales en su vida religiosa. Nosotros
creemos
que
esto podría hacerse evidente con referencia a cualquier tipo de
religión
digna
de considerarse, pero lo consideraremos desde el punto de vista del
evangelio
de Cristo. Siendo que es la Doctrina Cristiana lo que estamos
considerando,
y no la religión en general, veamos cómo estos poderes son
esenciales
a la comunión del hombre con Dios en Cristo. Esto es muy evidente,
sin
embargo, si guardamos en la mente las enseñanzas del Nuevo
Testamento,
no
se hace necesaria una discusión extensa.
El
evangelio del Nuevo Testamento fue un mensaje que cada hombre debía
oír
y
aceptar por sí mismo. Este se dirigía al hombre como un ser
inteligente y
apeló
a su mente y a su voluntad. No se disfrutaba de sus beneficios por
virtud
de
ser un judío, ni en virtud de ser un miembro de una familia en
particular.
Jesús
causó división. El dividió familias (<401021>401021>Mateo
10:21, 35, 36). Los
hombres
se aliaron alrededor de él o en contra de él. El apeló a la
voluntad de
los
hombres. Ellos debían escoger el seguirlo.
Además,
él resumió los requisitos de Dios para el hombre en el amor —amor
a
Dios
y al hombre (<411230>411230>Marcos
12:30, 31). Este amor del que Dios habla no es
afección
natural; es buena voluntad racional. Y se espera de los hijos de Dios
que
tengan esta buena voluntad racional hacia todos los hombres —enemigos
tanto
como amigos. Y sólo de esta manera podemos ser verdaderos hijos de
Dios
(<400543>400543>Mateo
5:43 sigtes.).
Sólo
entonces, como un ser inteligente y libre, con poder para conocer y
elegir,
puede
el hombre responder al evangelio de Cristo y aceptarlo. Solo como un
ser
con naturaleza moral capacitado para distinguir lo bueno de lo malo,
con
capacidad
para amar a Dios y al hombre, puede él vivir la vida requerida por
el
evangelio.
III.
LA SED QUE EL HOMBRE TIENE DE DIOS
Hay
algo en el hombre que no se satisfará con lo visible y lo temporal.
Algo en
él
clama por lo espiritual y por lo eterno. El hombre tiene sed de Dios.
En
medio
de lo visible y lo transitorio, él alcanza lo invisible y lo que
permanece. El
Salmista
expresa este grito universal del corazón humano cuando nos dice:
“Como
el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti,
oh
Dios,
el alma mía” (<194201>194201>Salmo
42:1). Dondequiera que se encuentren los
hombres
han tenido siempre alguna forma de religión. Si hay algunas
excepciones
a esta afirmación, ellas son tan insignificantes que podemos
descuidarnos
de ellas. Todos los hombres de todas las razas y climas han
clamado
por Dios.
Otro
hecho digno de mencionarse es que este anhelo del espíritu humano se
satisface
en Cristo. El es la luz del mundo (<430905>430905>Juan
9:5). Es el pan de vida
(<430635>430635>Juan
6:35). Es el camino, la verdad y la vida (<431406>431406>Juan
14:6). Es al alma lo
que
la luz es al mundo material. Es al espíritu del hombre lo que el pan
es al
cuerpo.
El satisface los anhelos más profundos del espíritu humano.
Así
vemos que el hombre fue hecho para el evangelio, y el evangelio fue
hecho
para
el hombre. Se ajustan el uno al otro como el guante se acomoda en la
mano.
Cada uno fue designado para el otro. La naturaleza del hombre fue
hecha
para Dios, y aparte de Dios el hombre falla en su destino verdadero.
CAPÍTULO
2. REVELACIÓN
I.
El Significado de la Revelación
1.
Definición
2.
Fases
de esta definición
(1)
Es
un acto de Dios
(2)
Es
Dios quien se revela
(3)
Nos
viene por medio de Cristo
(4)
Hace
posible el compañerismo con Dios
II.
El Medio de la Revelación
1.
Conciencia
de Jesús acerca de Dios
2.
La
enseñanza de Jesús respecto a Dios
3.
Carácter
y vida de Jesús
4.
Las
demandas de Jesús en cuanto a sus relaciones con Dios
(1)
Que
Dios lo envió al mundo
(2)
Que
él tenía un conocimiento especial e íntimo de Dios
(3)
Que
él es el único mediador de tal conocimiento de Dios
5.
La
obra redentora de Jesús
6.
Revelación
por medio de la naturaleza
(1)
Es
insuficiente para las necesidades religiosas del hombre
(2)
Es
esencial
III.
La Biblia y la Revelación
1.
Los
Cuatro Evangelios presentan el corazón del evangelio
2.
Los
Hechos registran la obra del evangelio
3.
Las
epístolas interpretan el significado del evangelio
4.
El
Apocalipsis proyecta el triunfo del evangelio
5.
La
Biblia está centralizada en Cristo
6.
La
Biblia es el registro de una revelación progresiva
7.
La
Biblia es el mensaje de Dios dado a través de agencia humana
8.
La
autoridad de la Biblia
Según
se expuso en el capítulo anterior, la religión, si es que ha de
tener
cualquier
realidad que valga la pena, debe ser un asunto de comunión entre
Dios
y el hombre. Pero tal comunión depende de dos cosas: revelación por
parte
de Dios, y una capacidad por parte del hombre para mantener
compañerismo
con Dios. Esto corresponde al hecho de que en todo
conocimiento
son necesarios dos factores: un objeto de conocimiento, y la
actividad
de la mente conocedora. La religión es una relación recíproca
entre
Dios
y el hombre en la cual Dios se manifiesta a sí mismo al hombre y el
hombre
responde a la revelación que Dios hace de sí mismo.
Todas
las religiones mantienen la idea de que en alguna manera Dios (o los
dioses)
se revela a sí mismo al hombre. La idea de revelación de alguna
clase y
de
algún modo es orgánica a la idea de religión. Es muy dudoso, para
decir lo
menos,
que pudiera haber una religión digna de tal nombre de la cual no se
pensara
como siendo dependiente de la revelación.
En
el capítulo anterior consideramos la capacidad del hombre con
respecto a
Dios.
Ahora deseamos examinar la idea de revelación —en particular— la
doctrina
cristiana de la revelación.
I.
EL SIGNIFICADO DE LA REVELACIÓN
Antes
que todo, consideremos el significado de la revelación. ¿Qué es
revelación?
1.
Definición
Revelación,
en el sentido cristiano, es ese descubrimiento personal de Dios en
Cristo,
que hace posible para el hombre conocer a Dios y vivir una vida de
amistad
con él.
2.
Fases
de esta definición
Bien
podemos detenernos con provecho en algunas fases de esta definición
y
así
hacer más claras algunas cosas en el significado de la revelación.
(1)
Nótese
que la revelación es un acto de Dios
Algunas
veces los hombres se han referido al conocimiento del hombre con
respecto
a Dios como una clase de actividad unida de parte de Dios, —de
revelación
del hombre en la parte de Dios y descubrimiento en la parte del
hombre.
Esto puede muy fácilmente ponerse en tal forma que resulte falso. El
conocimiento
del hombre respecto a Dios es una revelación de parte de Dios.
Es
descubrimiento del hombre en el sentido de que es algo nuevo en su
experiencia.
Llega a conocer algo que no conoció antes. Irrumpe en su
conciencia
como una nueva experiencia. Ello es nuevo, no solamente en el
sentido
de que él ahora conoce algo que no conoció antes, sino también en
el
sentido
de que es una nueva clase de experiencia. El hombre no descubre a
Dios
en el mismo sentido o del mismo modo que él descubre la verdad en el
reino
de la ciencia o de la filosofía o de otros campos del saber humano.
No
queremos decir tampoco que Dios se revela al hombre aparte de la
búsqueda
que éste hace de aquél. El hombre busca a Dios y Dios responde a la
búsqueda
del hombre impartiéndole un conocimiento de sí mismo.
Pero
sí queremos decir que, cuando el hombre entra a una comunión
consciente
con Dios, él sabe en su corazón que su búsqueda no produjo esa
comunión.
Es consciente de que Dios produjo este conocimiento de sí mismo
en
el corazón del hombre. Esto significa una cosa más, esto es: que la
búsqueda
que
el hombre hace de Dios es en sí misma la obra de Dios. Como se vio
en el
capítulo
anterior, el hombre debe poseer la capacidad de responder a Dios.
Pero
en esa relación necesitamos recordar dos cosas: Una es que esta
capacidad
es en sí misma el regalo de Dios; la otra es que Dios mismo mueve,
guía
y dirige las aspiraciones del hombre hacia él. Así pues, la
capacidad del
hombre
para conocer a Dios, su impulso hacia Dios, su despertamiento a un
sentido
de la presencia de Dios —todo esto es obra de Dios. Y de esa manera
la
revelación es la obra de Dios desde el principio hasta el fin. Dios
no se revela
a
sí mismo aparte de la respuesta del hombre, pero él promueve la
respuesta
misma.
(2)
No
sólo la revelación es un acto de Dios; es Dios mismo la cosa
revelada.
Revelación
es un descubrimiento de sí mismo. Dios se descubre a sí mismo. El
doctor
Mullins nos recuerda que la revelación es primariamente una
comunicación
de Dios mismo más bien que de una verdad acerca de Dios.f3
Hoy
por hoy existe un decidido movimiento de regreso a la idea de que
Dios
más
bien que el hombre constituye el centro de la religión. Y Dios es el
centro
en
el cristianismo, no sólo en el sentido de que Dios actúa para
hacerse
conocer.
El contenido de la revelación se centraliza en Dios. Dios es la
substancia
de la revelación.
(3)
Otra
cosa implicada en nuestra definición es que la revelación nos viene
a
través
de Cristo. Cristo es tal personificación de Dios que él podía
decir: “El
que
me ha visto, ha visto al Padre” (<431409>431409>Juan
14:9). Este punto será
desarrollado
más adelante en este capítulo.
(4)
La
revelación es tal descubrimiento de parte de Dios, que hace posible
una
vida
de compañerismo con él. La revelación es hacer a Dios conocido.
Pero no
está
designado en primer lugar como para darnos una teoría de Dios y del
universo.
Este no es el propósito. Su propósito es tal descubrimiento de
Dios,
de
modo que pueda darle al hombre un conocimiento de Dios destinado a
traer
al
hombre a un compañerismo con Dios. Esta definición nos da la idea
general
de
revelación en el cristianismo. En la discusión que sigue, algunas
fases de este
asunto
serán desarrolladas más ampliamente.
II.
EL MEDIO DE LA REVELACIÓN
Uno
de los principales factores en la Doctrina Cristiana de la revelación
es que
Cristo
es el medio de la revelación.
1.
Conciencia
de Jesús acerca de Dios.
Una
de las cosas más notables acerca de Jesús —un hecho al mismo
tiempo
obvio
y significativo— es que él era un hombre religioso. Toda su vida
la vivió a
la
vista de Dios y se consagró a él. Todos sus deberes fueron deberes
para con
Dios.
No hubo esfera de la vida en la cual Dios no fuese reconocido. No
hubo
elemento
en la vida que fuera secular, nada que fuera común o impuro. Dios
fue
reconocido
como la Fuente de toda bendición y como el Maestro del destino
de
este mundo y del mundo venidero.
Su
vida fue una vida de comunión sin sombras con Dios. Se distinguió
no
solamente
por el hecho de que fue un hombre cuya vida total era religiosa, sino
también
por el otro hecho de que su comunión con Dios no fue interrumpida.
El
hacer
la voluntad de Dios era su carne y su bebida. Ser consciente de Dios
era
para
él el aliento de vida. Nunca se descubrió en él la menor
conciencia de
desarmonía
o falta de compañerismo con Dios. Las primeras palabras que de él
se
registran son: “¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me
conviene
estar?”
(<420249>420249>Lucas
2:49), mientras que al exhalar su aliento dijo: “Padre, en tus
manos
encomiendo mi espíritu” (<422346>422346>Lucas
23:46). Toda su vida fue de
obediencia
a Dios. Antes de negar la voluntad de su Padre, bebió la copa
amarga
del sufrimiento y de la muerte en la cruz.
2.
La
enseñanza de Jesús respecto a Dios.
Otro
factor en la revelación que Jesús hizo de Dios fue su enseñanza
acerca de
Dios.
Jesús fue un Maestro religioso, y la doctrina de Dios era central en
su
enseñanza.
Se sostiene generalmente por toda clase de estudiantes del Nuevo
Testamento
que la enseñanza de Jesús respecto a Dios es la más elevada que el
mundo
ha visto. Es un Dios de perfecta sabiduría y poder. No hay duda
alguna
acerca
de la personalidad de Dios en el concepto de Jesús. Para él, Dios
no
era
un principio abstracto o un poder impersonal o panteísmo absoluto.
El era
una
persona de justicia perfecta y de amor. El es bueno tanto para con
los
malos
como para con los buenos; envía la lluvia sobre el injusto lo mismo
que
sobre
el justo (<400543>400543>Mateo
5:43-48). Esta bondad hacia los malos es el principal
elemento
en su carácter perfecto, el que debiera ser imitado por los hombres
si
es
que ellos han de ser verdaderos hijos del Padre. Su carácter puede
resumirse
en el nombre Padre. Está interesado en todo lo que concierne a sus
criaturas
sobre la tierra. Los mismos cabellos en su cabeza están todos
contados.
Ni un solo gorrioncito cae a tierra sin su conocimiento
(<401029>401029>Mateo
10:29,
30). Sus hijos pueden confiar en él para la provisión de sus
necesidades
(<400625>400625>Mateo
6:25 sigtes.). El sabe anticipadamente lo que ellos necesitan y por
tanto
pueden pedirle con confianza que supla sus necesidades (<400606>400606>Mateo
6:6-
8).
El no da cosas malas sino buenas, en respuesta a las oraciones de su
pueblo
(<400707>400707>Mateo
7:7-11). Su misericordia se extiende hacia los pecadores y él los
recibirá
gratamente cuando se arrepientan y vengan a él. (Lucas 15). Sin
embargo,
no debemos interpretar esto como significando que las cualidades
más
severas según las enseñó Jesús están ausentes del carácter de
Dios. El
advierte
a los hombres a temer a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo
en
el infierno (<401028>401028>Mateo
10:28). El hombre que tiene el espíritu de odio para
su
hermano o el espíritu implacable, y manifiesta este espíritu en
violencia y en
lenguaje
grosero, está en peligro del juicio y del infierno de fuego
(<400521>400521>Mateo
5:21-26).
3.
Carácter
y vida de Jesús.
Otra
cosa que entra como un importante factor en la revelación que Jesús
hace
de
Dios es su carácter impoluto y su vida de servicio a Dios y al
hombre. Jesús
fue
la perfecta personificación y representación de su propia
enseñanza. El fue
todo
lo que él enseñó. El expuso delante de los hombres el carácter
perfecto de
Dios
como el ideal hacia el cual ellos debían esforzarse por llegar
(<400548>400548>Mateo
5:48).
Ningún discípulo de Jesús ha podido alcanzar este alto ideal.
¿Pero qué
hay
en cuanto a Jesús? Con él la historia es diferente. El fue la
incorporación en
forma
humana de la vida santa de Dios. Ningún hombre pudiera tener una
aspiración
más alta en el reino del carácter que desear ser como él. El vivió
de
tal
modo entre los hombres que llegar a imitarlo fue la pasión de las
más nobles
almas
que lo conocieron.
Este
carácter perfecto de Jesús fue el exponente en forma humana del
carácter
santo
de Dios. Cuando Jesús fue acusado de comer con los publicanos y
pecadores,
su respuesta fue admitir el cargo y entonces dijo tres parábolas
para
mostrar
el amor de Dios hacia los pecadores, consideró a éstas
prácticamente
como
de un infinito valor y estuvo listo a perdonar al pródigo penitente
(Lucas
15).
¿Qué
era esto si no decir que su amor por los pecadores y despreciados era
el
amor
de Dios? Y desde ese día hasta hoy, los pecadores lo han tomado así
y
por
venir a Cristo han encontrado el amor perdonador de Dios. Jesús
declaró
que
él echaba fuera demonios en el poder de Dios (<401222>401222>Mateo
12:22 sigtes.).
Sus
obras de sanar y bendecir a los hombres eran el método por el cual
la
benevolencia
de Dios se manifestaba hacia la humanidad pecadora y
necesitada.
Las obras de Jesús eran las obras del Padre y fueron una
manifestación
de su unidad con el Padre (<431410>431410>Juan
14:10, 11).
4.
Las
demandas de Jesús en cuanto a sus relaciones con Dios.
En
relación con la enseñanza de Jesús referente a Dios y el carácter
de Jesús
como
la personificación de la vida moral de Dios, será bueno pasar
revista a las
demandas
de Jesús concernientes a sus relaciones con Dios. Aquí hay tres
afirmaciones
distintas pero relacionadas entre sí de parte de Jesús.
(1)
Una
es que Dios lo envió al mundo. Jesús
vivió su vida bajo la sensación
de
una visión divina. Su solo deseo era hacer la obra para la cual Dios
lo había
enviado
al mundo. El era claramente consciente de que había salido de Dios
para
cumplir una misión; y para cumplirla él dio su vida (<430434>430434>Juan
4:34; 5:30;
6:38).
(2)
Jesús
también afirmó tener un conocimiento especial e íntimo de Dios,
un
conocimiento de Dios que no poseyó ningún otro. El
dice: “Y nadie
conoció
al Padre, sino el Hijo” (<401127>401127>Mateo
11:27). En este pasaje Jesús
reclama
tener un conocimiento directo e inmediato de Dios que otros hombres
no
tuvieron. Otra vez, hablando del Padre, él dice: “Yo le conozco,
porque de
él
soy y él me envió” (<430729>430729>Juan
7:29). Hablando de él mismo como el buen
pastor,
Jesús dice que él conoce sus ovejas, “así como el Padre me
conoce a
mí,
y yo conozco al Padre” (<431015>431015>Juan
10:15). Este conocimiento de Dios el
cual
Jesús afirma poseer es un conocimiento que fluye de una comunión
directa
y
espiritual entre el Padre y el Hijo.
(3)
Más
todavía, Jesús reclama ser el único mediador de tal conocimiento
a
los hombres. Nadie
conoce al Padre sino el Hijo, “y aquel a quien el Hijo lo
quisiere
revelar” (<401127>401127>Mateo
11:27). He aquí la demanda sorprendente de que
todos
los otros hombres dependen de él para un conocimiento de Dios. Su
propio
conocimiento de Dios es directo e inmediato; el de los otros hombres
es
por
la mediación de él. En este reino, todas las cosas le han sido a él
encomendadas
por el Padre. El es el Señor de este reino. Los otros hombres
dependen
de él. Dios se revela a los otros hombres sólo a través de su
Hijo.
5.
La
obra redentora de Jesús.
Un
elemento esencial en la revelación que Jesús hace de Dios es la
obra
redentora
realizada por Jesús a favor del hombre. El dice que el Hijo del
hombre
vino a buscar y a salvar lo que se había perdido (<421910>421910>Lucas
19:10). Su
misión
fue redentora. El fue un Salvador según su mismo nombre, Jesús, lo
indica
(<400121>400121>Mateo
1:21). El punto que nos interesa es el de mostrar que la obra
de
Jesús al redimir al hombre es una revelación de Dios.
El
punto central acerca de Cristo en el Nuevo Testamento es que él es
el
Salvador
de los pecados. El se dio a sí mismo, aun hasta la muerte de Cruz, a
fin
de que los hombres pudiesen ser salvos.
Como
una parte integral de la obra redentora de Jesús y como la
culminación
de
la misma, la resurrección de Jesús fue la obra de Dios. En el día
de
Pentecostés
Pedro les dijo a las gentes que este Jesús, a quien ellas habían
crucificado,
Dios le había levantado de entre los muertos y le había exaltado a
su
diestra, o sea, la posición de autoridad y de poder supremos
(<440232>440232>Hechos
2:32,
33). No es simplemente el Jesús que vivió entre los hombres sobre
la
tierra
y que murió en la cruz el que revela a Dios ante los hombres; es el
mismo
Jesús
que también resucitó de entre los muertos y ascendió a la gloria.
Todo
aquel
que niegue que Jesús conquistó de ese modo a la muerte y que fue
entronizado
a la diestra de Dios, negará también que en Cristo nosotros
obtenemos
un conocimiento de Dios único y sin paralelo.
Podemos
resumir el punto, diciendo que en Jesús tenemos una revelación
histórica
y objetiva de Dios según el lenguaje del cuarto Evangelio. “A Dios
nadie
le vio jamás: el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él
le
declaró”
(<430118>430118>Juan
1:18). El escritor dice aquí que Dios, a quien los hombres
nunca
han podido colocar dentro del plano visual, ha llegado ser del
conocimiento
de ellos a través del unigénito Hijo. En el primer versículo del
capítulo,
él declara que el Verbo eterno era con Dios y era Dios mismo. Luego
nos
dice que todas las cosas por él (por el Verbo) fueron hechas (v. 3).
Nos
dice
también que este Verbo se hizo carne y que habitó entre nosotros y
que
los
hombres vieron su gloria, gloria como la del unigénito del Padre (v.
14).
Esta
Palabra eterna es la revelación del Padre.
La
idea del Nuevo Testamento acerca de la revelación es la de que
Cristo
Jesús,
por la vida que él vivió, por las palabras que él habló, por las
obras de
misericordia
que él hizo, especialmente por su muerte y resurrección, y por la
vida
divina que él comunicó a los hombres, revela a Dios. El revela a
Dios, no
en
el sentido de alzar una cortina de modo que los hombres puedan
contemplar
a
Dios a distancia, sino en el sentido de que él incorpora a Dios en
la vida de
los
hombres. El trae a los hombres a la comunión con Dios.
Una
palabra más debe decirse aquí acerca de lo que se da a entender
cuando
se
dice que Cristo es el medio de la revelación. La idea no es la de
que la
revelación
es algo aparte de él y que nos viene por medio de él. El mismo es
esa
revelación. El es la substancia tanto como el medio de la
revelación. La
revelación
se identifica con él. En él los hombres conocen a Dios.
6.
La
revelación a través de la naturaleza.
Al
decir nosotros que Cristo es el instrumento de la revelación, con
ello no
queremos
decir que el hombre y la naturaleza no constituyen medios de la
revelación.
Tal cosa no sería cierta.
La
Biblia claramente reconoce que la naturaleza (y el hombre) es un
medio de
revelación.
Los escritores de la Biblia admiten que la naturaleza es la obra de
Dios
y que, por lo tanto, ella expresa algo de la sabiduría y del poder
de Dios.
Los
cielos cuentan la gloria de Dios (<191901>191901>Salmo
19:1). En substancia, este es el
testimonio
de toda la Biblia. Jesús considera a la naturaleza como la esfera de
la
operación
de Dios y como el medio de expresar su voluntad. Pablo enseña que
la
naturaleza y el hombre revelan a Dios (Romanos capítulos 1 y 2).
Además,
la historia y la experiencia humana testifican en favor del hecho de
que
la
naturaleza le ha hablado siempre al hombre acerca de algo metafísico.
La
conciencia
del hombre siempre ha sido una conciencia religiosa. En todos los
lugares
el hombre ha creído en un poder que está por encima del mundo,
poder
que
le ha hablado a través del mundo que le rodea, y ha creído también
en la
voz
de su propia alma que le habla en su interior.
Con
respecto a esta revelación de Dios a través de la naturaleza, sobre
dos
cosas
puede hacerse hincapié.
(1)
Una
de ellas es que esta revelación a través de la naturaleza
(incluyendo
al hombre) no es suficiente para las necesidades religiosas del
hombre.
Esta
revelación no le trae al hombre una voz clara que le diga que hay
un
Dios misericordioso que lo salva del pecado. Esta voz sólo llega a
través de
Cristo.
En ninguna otra parte del mundo, excepto en Cristo, encontramos un
evangelio
que nos salve del pecado. De aquí que la única revelación que
puede
considerarse
como la revelación cristiana, es la que nos viene por medio del
evangelio
de Cristo. Ninguna otra revelación puede igualarse a la del
evangelio.
(2)
Pero
esto no significa que la revelación que recibimos a través de la
naturaleza
y del hombre sea sin valor.
En
todas partes la Biblia presupone tal revelación y construye sobre
ella. En la
Biblia
Dios se dirige al hombre como un ser que tiene naturalmente una
conciencia
religiosa. Se da por aceptado que el hombre tiene conciencia de
Dios
y que puede conocer a Dios. De aquí que aun cuando la revelación de
Dios
a través de la naturaleza no es suficiente, ella, sin embargo, es
esencial. Sin
la
conciencia religiosa del hombre, la revelación de Dios en la Biblia
y en Cristo
hubiera
sido imposible.
III.
LA BIBLIA Y LA REVELACIÓN
Cristo
es la revelación de Dios al hombre. El unigénito Hijo declaró al
Padre
(<430118>430118>Juan
1:18). El es la substancia de la revelación. El registro de esta
revelación
—los medios literarios de su transmisión a nosotros— es la
Biblia.
La
revelación produjo la Biblia. O, limitando por ahora nuestra
consideración
sólo
al Nuevo Testamento, la revelación produjo al Nuevo Testamento. Dios
dio
a Cristo como la expresión de su voluntad para el género humano. De
este
descubrimiento
personal por parte de Dios surgió el Nuevo Testamento.
1.
Los
Cuatro Evangelios son el corazón de la Biblia.
El
centro de la Biblia son los Cuatro Evangelios, los cuales nos brindan
el relato
del
nacimiento, de la vida, de las enseñanzas, de la muerte, de la
resurrección y
de
la ascensión de Jesús. Si quitáramos de la Biblia los Cuatro
Evangelios, este
Libro
se quedaría sin corazón. La mayor parte del Libro perdería su
significado.
La Biblia es un grupo de literatura que encuentra su unidad en
Cristo;
y si el relato de su vida sobre la tierra se sacara de la literatura,
ya no
podríamos
hablar más de esta como un Libro, siendo que su unidad habría
desaparecido.
El es la llave de todo lo que le precede, y todo lo que viene
después
guarda relación con él.
2.
El
Libro de Los Hechos registra la obra del evangelio.
El
Libro de Los Hechos contiene la historia empezada en los Evangelios.
(Véase
<440101>440101>Hechos
1:1). El nos da a entender que Cristo es un Cristo
superhistórico.
El vivió en la historia; pero en su muerte y en su resurrección se
elevó
sobre la historia y su actuación sobre la historia viene de arriba.
El es “un
evangelio
perpendicular a un mundo horizontal”. El derrama desde arriba una
corriente
de nueva vida sobre las debilitadas fuerzas morales y espirituales
del
mundo.
Esa es la única esperanza del mundo.
La
primera gran demostración de esto la tenemos en el día de
Pentecostés.
Pentecostés
fue la liberación del poder redentor del Calvario. El Cristo
resucitado
envió a su Espíritu sobre su pueblo con el propósito de que éste
hiciera
la obra que Cristo le había comisionado que hiciera (<440108>440108>Hechos
1:8;
2:33).
De
manera que en el Libro de Los Hechos tenemos un bosquejo del plan
redentor
de Cristo (<440108>440108>Hechos
1:8), y la inauguración del movimiento que
llevó
adelante este plan. Tenemos el relato de cómo el evangelio rompió
las
estrechas
limitaciones raciales de los judíos, llegando a ser un evangelio de
alcances
mundiales.
3.
Las
Epístolas interpretan el significado del evangelio.
Las
Epístolas del Nuevo Testamento son mayormente tratados escritos por
Pablo
y por otros apóstoles o por personas que se relacionaron muy de
cerca
con
el grupo apostólico. Estas Cartas explican los principios de la
nueva
religión,
corrigen los errores que aparecían en las iglesias, y aplican los
principios
de la nueva religión a diversos asuntos de la vida personal,
doméstica,
social y eclesiástica. Pero todas las cosas vuelven a Cristo y a lo
que
él ha hecho por los hombres así como a lo que significa para la
vida
humana.
4.
El
Apocalipsis predice el triunfo del evangelio.
El
Apocalipsis anuncia el triunfo final del reino de Dios en la tierra.
El
representa
el fiero conflicto que se libraba en los días de Juan entre el
Cristo
resucitado
y las fuerzas del mal —principalmente la falsa religión y las
fuerzas
civiles
corruptas. Se escribió con el propósito de llevar seguridad y
esperanza a
los
atribulados cristianos de aquel día, respecto a la victoria final
que
indefectiblemente
llegaría. Era la victoria que Cristo ganaría por su Espíritu
obrando
por medio de sus iglesias. Dicho libro representa el triunfo final
del
movimiento
que vemos inaugurándose en Los Hechos.
5.
La
Biblia tiene su centro en Cristo.
Es
así como vemos que Cristo constituye el corazón y el centro del
Nuevo
Testamento.
¿Pero qué diremos en cuanto al Antiguo Testamento? Podemos
decirlo
en una palabra: El Antiguo Testamento era una preparación para
Cristo
y
para su venida.
Dios
escogió a Abraham y a sus descendientes como su pueblo en un sentido
especial
—no solamente por causa de ellos sino también por causa del mundo
(<011201>011201>Génesis
12:1-3). Dios tuvo un trato muy particular para este pueblo y le
dio
un conocimiento de él, que ningún otro pueblo poseyó. Por medio de
su
trato
providencial con dicho pueblo, de sus juicios sobre sus pecados, de
su
paciencia,
de su gentileza y misericordia, por medio de las instituciones para
el
culto
y de los caudillos que les levantó, y especialmente por el hecho de
revelarse
a ellos a través de los profetas, fue que Dios preparó el camino
para
Cristo
y para su obra salvadora. Con tales métodos, él hizo ahondar en
ellos su
sentido
de Dios y su necesidad de él; afinó el sentido de ellos con
relación al
pecado,
contrastándolo con su santidad; él preparó el camino para la
inauguración
de una religión espiritual y para su introducción en el Imperio
Romano.
El afianzó de tal modo esta religión, que las fuerzas del mal no
podían
desarraigarla.
Para
corroborar esta tesis no se necesitan referencias específicas del
Nuevo
Testamento.
Tal tesis es la de Jesús y la de todos los escritores del Nuevo
Testamento.
Y ella arroja un caudal de luz sobre el Antiguo Testamento y sobre
los
tratados de Dios, allí relatados, con su pueblo escogido.
6.
La
Biblia es el registro de una revelación progresiva.
La
Biblia es el registro de una revelación progresiva, que tuvo su
culminación en
Cristo.
Pocos
hombres se atreven a negar en el día de hoy que la revelación
registrada
en
la Biblia es progresiva. Y no obstante, esto no ha sido claramente
captado.
El
autor del Libro de los Hebreos, en el primer versículo de su
epístola
demuestra
que él entendió este principio. Jesús lo entendió también. El
vino a
completar
una revelación que era incompleta (<400517>400517>Mateo
5:17). Eso es lo que
enseña
Pablo. El dice que Cristo vino en el cumplimiento del tiempo
(<480404>480404>Gálatas
4:4). Una revelación, históricamente condicionada, difícilmente
dejaría
de ser progresiva. Podemos ver esto en la doctrina de Dios en la
Biblia.
En
la primera parte del Antiguo Testamento se pone énfasis en el poder
de
Dios.
No se desatienden sus cualidades morales, pero éstas no reciben el
énfasis
que encontramos después en los Salmos y en los Profetas. Y no
arribamos
al pináculo del concepto bíblico de Dios, sino hasta que llegamos a
la
revelación
de Dios en Cristo según se registra en el Nuevo Testamento.
Pero,
¿a qué se debe la prolongada dilación en llevar la revelación
hasta su fin?
La
razón es porque la entrega de una revelación por parte de Dios está
moral y
espiritualmente
condicionada por parte del hombre. Había condiciones morales,
sociales,
políticas y espirituales envueltas. Estas condiciones debían
alcanzar su
madurez
antes de que la revelación final de Dios pudiera ser dada. Dios no
tiene
prisa. Para cumplir sus propósitos, él espera hasta que todas las
cosas
estén
en forma correcta.
Esto
no debe interpretarse en el sentido de que la revelación sea sólo
una
evolución
naturalista, o en el sentido de que ella puede ser dada sólo en
cuanto
las
cosas se desarrollan por sí mismas de modo que haya una revelación
que
dar.
Una parte de la revelación consiste en la creación por parte de
Dios de
aquellas
condiciones que hacen posible que el hombre reciba la revelación.
Dios
puede dar solamente en la proporción en que el hombre puede recibir;
pero
la receptividad del hombre es creación de Dios. Pero para crear esta
receptividad,
o, en otras palabras, para producir las condiciones necesarias
para
la recepción de una revelación, Dios está limitado por las
condiciones que
él
tiene que manejar.
En
lo que Jesús dijo acerca del divorcio, vemos que reconoció este
principio en
su
aplicación a las cuestiones morales (<401903>401903>Mateo
19:3-12). Si uno mira las
enseñanzas
de la Biblia como estando todas ellas sobre el mismo plano moral y
espiritual,
entonces estas dificultades no tienen solución. Sobre la base de una
revelación
progresiva, algunos asuntos, como el de la destrucción total de los
enemigos
por orden expresa de Dios, se pueden entender con mayor facilidad.
Asuntos
como ése no pueden resolverse con sólo atribuirlos a la soberanía
de
Dios.
Aun el Dios soberano debe actuar correctamente. Pero cuando
recordamos
que los hombres que Dios estaba usando para llevar adelante sus
propósitos
fueron hombres de ideales morales muy bajos en comparación con
los
hombres de épocas posteriores, y cuando recordamos que las naciones
que
iban
a ser destruidas eran tan depravadas moral y espiritualmente que su
completo
exterminio era probablemente lo más beneficioso para el mundo,
entonces
estas cuestiones no son tan difíciles. ¿Acaso no usa Dios todavía
a las
naciones
para castigarse entre ellas mismas? ¿Y no es cierto todavía que el
inocente
sufre a causa de los pecados de otros? O, tómese el caso de los
salmos
imprecatorios. Parece que el Salmista pensaba que sería una cosa
piadosa
la destrucción de los niños de sus enemigos (<19d708>19d708>Salmo
137:8, 9).
¿Debe
el cristiano en el día de hoy tener tales sentimientos para con sus
enemigos?
Por cierto que no. Pero cada hombre debe ser juzgado según las
normas
de su tiempo y no por las de un tiempo posterior. Además, si Dios no
podía
emplear a hombres imperfectos, ¿cuánto tiempo hubiera tenido que
esperar
para encontrar al hombre que sí podía utilizar? El manifiesta su
sabiduría
al usar a hombres imperfectos, especialmente si éstos son rectos de
corazón
y se mueven en la dirección correcta.
Viniendo
al uso práctico de la Biblia, nadie cree que todas las partes de
ella
sean
de igual valor. No hay ninguno que colocaría las listas genealógicas
del
Antiguo
Testamento en el mismo nivel que <430316>430316>Juan
3:16. Y sin embargo, esto
no
significaría que las listas genealógicas no tienen su lugar. Mi
dedo meñique
no
es de una importancia tan vital para mi cuerpo como lo es mi corazón,
y no
obstante,
es una parte de mi cuerpo y no haría que me lo cortaran
innecesariamente.
Si un hombre quisiera emparejar su cuerpo permitiendo que
le
cortaran todos los miembros sin los cuáles él pudiera vivir,
semejante
despropósito
nos recordaría las llamadas “Biblias mutiladas”.
7.
La
Biblia, entonces, es el mensaje de Dios transmitido por agencia
humana.
La
Biblia no tiene su origen en la vida del hombre, sino que fue enviada
de Dios
para
resolver las necesidades de la vida del hombre.
¿Es
la Biblia un libro humano o un libro divino? Es ambas cosas. Fue
escrita
por
hombres inspirados por Dios. Su mensaje vino de Dios, pero él usó a
los
escritores
bíblicos para comunicar ese mensaje a los hombres. Y al escribir ese
mensaje,
cada escritor fue libre. El escritor no perdió su individualidad. El
hombre
fue libre, sin perder su individualidad, como si Dios nada hubiera
tenido
que
ver con la entrega del mensaje y con su reducción a la forma
escrita. Cada
escritor
tiene su propio estilo y su modo particular de pensar. El dice las
cosas
a
su propia manera.
Una
de las principales causas que han originado problemas con respecto a
la
Biblia
ha sido la suposición en la mente de los hombres, a menudo
inconscientemente
mantenida, de que los elementos humano y divino eran
mutuamente
antagónicos y exclusivos. Esta suposición ha acarreado resultados
perniciosos
en muchos lugares. Por ejemplo, en la doctrina de la persona de
Cristo,
en la doctrina de la salvación por gracia en relación con la
libertad del
hombre,
en la doctrina de la regeneración y de la fe, en la doctrina de la
conservación
y de la perseverancia, etc. En relación con la Biblia, los hombres
a
menudo han supuesto que, si Dios inspiró a los hombres a escribir la
Biblia,
que
el hombre, entonces, deja de ser él mismo, ya que no puede tener
pensamientos
propios, ni escribir en su propio estilo, ni decir las cosas según
él
las
piensa; de hecho, que el hombre debe convertirse en un instrumento
pasivo,
si
acaso no inconsciente, en las manos de Dios; mas todo esto no es otra
cosa
sino
desconocer que la verdadera expresión del hombre está en el uso
adecuado
de sus poderes.
La
grandeza moral y espiritual de la Biblia está en su inspiración
divina. Hay
desde
el principio en la Biblia una grandeza moral y espiritual tal, que no
se
encuentra
en ningún otro tipo de literatura. En este respecto, la Biblia forma
su
propia
clase. Posee esta cualidad en virtud del hecho de que es inspirada
por
Dios.
Tiene la vida de Dios en su mensaje. Esta cualidad de la revelación
no
proviene
del hombre; proviene de Dios. Y sin embargo, no es tan extraña a la
vida
del hombre como la ceniza lo sería al ojo. Es más bien lo que la
luz es para
los
ojos, es decir, que los ojos fueron hechos para la luz, y sin la luz
no podrían
desempeñar
bien su función.
La
Biblia, entonces, es el libro inspirado por Dios (<550316>550316>2
Timoteo 3:16, 17;
<610121>610121>2
Pedro 1:21). Es el mensaje de Dios para un mundo perdido. Tiene en sí
mismo
la vitalidad de Dios. En él el hombre encuentra a Dios. Quizá sería
más
cierto
decir que en él Dios halla al hombre. Es esto lo que le da el poder
a la
Biblia
sobre la vida de los hombres. Es esto lo que le da al cristiano su
confianza
con referencia a la Biblia en cuanto al futuro religioso del género
humano.
El lugar que ocupará la Biblia en el futuro de la vida humana,
estará
determinado
principalmente por lo que la Biblia hace por la vida religiosa de los
hombres
y no por lo que los críticos decidan acerca del origen y de las
fechas
de
sus libros. Siempre que los hombres hallen a Dios en el mensaje de la
Biblia,
también
la amarán y vivirán en conformidad con sus enseñanzas.
8.
La
autoridad de la Biblia.
La
Biblia tiene tanta autoridad como la voz de Dios la tiene para el
alma
humana.
Ella encuentra al hombre, lo escudriña, y lo hace darse cuenta de su
necesidad
de ayuda espiritual. Si Dios le habla al hombre, debe hablarle en
tonos
de autoridad. Dios no está simplemente ofreciéndole al hombre
consejos
sobre
cuestiones espirituales, como si el hombre pudiera aceptarlos o
rechazarlos
indiferentemente. El se refiere al pecado del hombre, a su salvación
y
destino, en tonos que revelan su autoridad. Hay un imperativo moral
en el
mensaje.
En el día de hoy, los hombres hablan de un Dios democrático como si
Dios
fuera uno del rebaño como son los otros, y como si su voz no tuviese
más
autoridad
de la que tiene cualquier otro miembro del grupo. La Biblia no
conoce
a esa clase de Dios. El Dios de la Biblia es un Dios de santidad que
le
habla
al hombre con toda la autoridad.
La
autoridad de la Biblia no intercepta la libertad del hombre. Pero
aquí
encontramos
una objeción. La objeción es la de que una autoridad externa de
esta
clase impide la libertad del hombre, con su autonomía moral y
espiritual.
Se
objeta el que la sumisión a cualquier autoridad externa resulta
subversiva a
la
libertad del hombre lo mismo que a su más alto desarrollo. Esta es
una
noción
equivocada. No hay conflicto entre la sumisión a la verdadera
autoridad
y
la libertad. A decir verdad, la única manera por la que el hombre
puede
realizar
su verdadera libertad es por la sumisión a la autoridad legítima.
El
rehusar
someterse a la autoridad legítima no es libertad. Tal cosa no es más
que
anarquía
espiritual.
Y
sin embargo, la mayor parte de la objeción a la autoridad de la
Biblia se basa
en
esta noción equivocada con referencia a la relación entre la
autoridad y la
libertad.
Hagamos
un esfuerzo para presentar esta afirmación con mayor claridad. Una
cosa
que nos puede ayudar es recordar que la autoridad de la Biblia es la
autoridad
de Cristo. Se sigue esto de lo que se ha dicho acerca de la relación
entre
la Biblia y Cristo. Nosotros no tenemos dos autoridades, esto es, una
autoridad
de Cristo y otra de la Biblia; sólo tenemos una. Cristo nos habla a
través
de la Biblia. Después de todo, la autoridad es personal en su
naturaleza.
Nuestra
última autoridad en el cristianismo es la autoridad de Cristo como
la
revelación
de Dios. La Biblia es el instrumento por el cual nosotros conocemos
la
voluntad de Cristo. Como la revelación de la mente y de la voluntad
de
Cristo,
la Biblia tiene autoridad. Pero la autoridad de Cristo no esclaviza
sino
que
liberta. Pablo se gloriaba en su libertad como cristiano y no
obstante, él se
llamaba
el esclavo de Cristo. Es por la sumisión a la autoridad espiritual
de
Cristo
que el hombre halla su libertad espiritual.
La
autoridad de la Biblia es entonces, la autoridad de la gracia de Dios
puesta a
nuestro
alcance por medio de Cristo, la gracia que liberta de la culpa y de
la
servidumbre
del pecado. Según lo demuestra Pablo en Romanos capítulo 6,
sólo
hay dos posibles amos para el hombre: Cristo o el pecado. Cuando
Cristo,
como el mediador de la gracia de Dios nos liberta del pecado, nos
convierte
en siervos suyos. De consiguiente, la autoridad que nos gobierna
como
cristianos, es la autoridad del santo amor de Dios en Cristo Jesús.
Esta
es
una esclavitud, es cierto, pero es una esclavitud voluntaria de amor.
La
gracia
captura nuestro corazón y nos hace libres de la servidumbre del
pecado.
CAPÍTULO
3. LA PERSONA DE CRISTO
I.
Jesús como Hombre
1.
El
hecho de su humanidad
2.
Su
crecimiento como hombre
3.
La
impecabilidad de Jesús
II.
Jesús como Sobrenatural
1.
El
nacimiento virginal
2.
Los
milagros
3.
La
resurrección
4.
Jesús
y el Antiguo Testamento
III.
Jesús como Salvador
IV.
Jesús como Señor
V.
Jesús como Divino
1.
El
examen de algunos pasajes
2.
La
actitud de fe hacia él
VI.
Jesús Glorificado
Hemos
considerado a Cristo como la revelación de Dios. Necesitamos
considerar
ahora la enseñanza cristiana con respecto a la persona de Cristo.
Por
supuesto, las dos cosas están directa y vitalmente relacionadas. Lo
que
Cristo
es como la revelación de Dios es un elemento vital en la doctrina de
su
persona
y determinará en gran parte lo que nosotros pensaremos de él en
otros
respectos.
Por otra parte, nuestra doctrina de la persona de Cristo
necesariamente
determinará en gran parte lo que nosotros pensemos de él
como
la revelación de Dios. Esta es una de las cuestiones fundamentales
de la
teología
cristiana, y es también un asunto que ha mantenido la atención de
los
pensadores
en esta esfera, desde los días del Nuevo Testamento hasta el
presente.
I.
JESÚS COMO HOMBRE
La
designación favorita que Jesús usó para referirse a él mismo fue
el término
“Hijo
del hombre”. Cualquier otra cosa que esto signifique, implica que
él es
humano,
que es uno con la humanidad.
1.
El
hecho de su humanidad.
Parece
muy extraño que alguien hubiese puesto en tela de duda la genuina
humanidad
de Jesús. Teóricamente, son muy pocos los que han abrigado esa
duda.
Eso hicieron, sin embargo, los docetistas, quienes sostuvieron que el
cuerpo
de Jesús no era real; que él no era un hombre real, sino sólo Dios
apareciendo
en forma humana. Aunque tal opinión constituyó una herejía fatal,
sin
embargo, ésta sirve para mostrar, por otra parte, cuán firmemente
se había
sembrado
en la mente de los cristianos y en la historia cristiana primitiva la
convicción
de la divinidad de Cristo. A lo largo de la historia cristiana,
muchos
teólogos
han dado tanto énfasis a la deidad de Cristo y han creído que hay
tal
abismo
entre Dios y el hombre, que prácticamente han anulado la vida humana
de
Jesús. Este es un procedimiento fundamentalmente equivocado. Debemos
empezar
con los hechos de la vida de Jesús según están estos registrados
en el
Nuevo
Testamento. Si así lo hacemos, nosotros debiéramos argüir en pro
de
una
vida humana para Jesús. Más bien empezaremos con eso como un dato,
y
eso
no será nuestro punto de parada sino nuestro punto de salida.
Ninguno que
tome
con seriedad el Nuevo Testamento pondrá alguna vez en tela de duda
la
humanidad
de Jesús. El Nuevo Testamento protesta enfáticamente contra una
tendencia
docetista que estaba apareciendo antes de la terminación de la época
del
Nuevo Testamento (<430114>430114>Juan
1:14; <620101>620101>1
Juan 1:1-3; 4:2, 3;
<510220>510220>Colosenses
2:20-23).
El
Nuevo Testamento nos dice acerca del nacimiento de Jesús, de sus
relaciones
familiares, de cómo vivió en su hogar en Nazaret y estaba sujeto a
sus
padres; de que tuvo gozo, fue tentado, anhelaba la simpatía humana,
oraba,
era
obediente a Dios, de que tuvo un cuerpo, una mente y un alma, de cómo
sufrió,
murió y se levantó de la tumba. Usualmente, miramos al Evangelio de
Juan
y a su Primera Epístola como una exposición de la divinidad de
Cristo.
Esto
es cierto; pero debe notarse también cómo esos escritos hacen
énfasis en
su
humanidad. El Evangelio nos dice que él se hizo carne y habitó
entre
nosotros,
que él se sintió cansado, que tuvo hambre y sed; mientras que la
Epístola
comienza haciendo énfasis en el hecho de que el escritor, al igual
que
otros,
había visto, oído, mirado y palpado la Palabra de vida
(<430118>430118>Juan
1:18;
4:6;
<620101>620101>1
Juan 1:1-3).
Aun
cuando Pablo tiene muy poco que decir acerca de la vida terrenal de
Jesús,
él habla de Jesús como teniendo que nacer de mujer (<480404>480404>Gálatas
4:4),
como
siendo un hombre (<540205>540205>1
Timoteo 2:5), de su muerte y resurrección
(<461503>461503>1
Corintios 15:3, 4), de él como la cabeza de una nueva humanidad
espiritual
como el postrer Adán (<461502>461502>1
Corintios 15:22; <450512>450512>Romanos
5:12).
El
Libro de los Hebreos hace hincapié especial en la humanidad de
Jesús. El
echó
mano de la humanidad o tomó nuestra naturaleza, porque fue el hombre
a
quien
él vino a salvar (<580214>580214>Hebreos
2:14). El puede sentir compasión a causa
de
nuestras flaquezas, porque él ha sido tentado en todo como nosotros,
aunque
sin pecado (<580415>580415>Hebreos
4:15). El dirigió su oración a Dios con fuerte
clamor
y lágrimas (<580507>580507>Hebreos
5:7). Aunque era Hijo, sintió temor y aprendió
obediencia
(<580508>580508>Hebreos
5:8).
Por
todas partes el Nuevo Testamento presenta a Jesús como hombre. Esto
es
tan
obvio que no es necesario que nos detengamos más en este punto.
2.
Su
crecimiento como hombre.
Como
hombre, Jesús estuvo sujeto a la ley del crecimiento y el
desarrollo.
Lucas
nos dice que él crecía en sabiduría y en edad (estatura) y en
gracia para
con
Dios y los hombres (<420252>420252>Lucas
2:52). Aquí parece que hay un crecimiento
humano
normal. Hay un desarrollo mental —crecía en sabiduría. Hay un
desarrollo
físico —crecía en estatura. Hay un desarrollo religioso —crecía
en
gracia
(o favor) con Dios. Hay un desarrollo social —crecía en favor con
los
hombres.
Lo
vemos en el templo como un muchacho a la edad de doce años, anheloso
por
aprender. El estaba escuchando a los rabinos inquiriendo de ellos
como un
estudiante
animoso (<420246>420246>Lucas
2:46).
El
autor de la Epístola a los Hebreos indica que había un desarrollo
moral por
parte
de Jesús. El aprendió a obedecer a través de las cosas que sufrió
(<580508>580508>Hebreos
5:8). Fue hecho perfecto por medio de los sufrimientos
(<580210>580210>Hebreos
2:10).
No
tenemos suficiente información como para estar en capacidad de
formarnos
alguna
idea definida acerca del desarrollo de la vida religiosa y de la
conciencia
de
Jesús. Más adelante vemos algunos de sus hábitos religiosos. El
tenía la
costumbre
de asistir al culto de la sinagoga en Nazaret (<420416>420416>Lucas
4:16).
Sabemos
muy bien que era un hombre de oración (<410135>410135>Marcos
1:35;
<421101>421101>Lucas
11:1). Conocía muy bien las Escrituras del Antiguo Testamento
(<420417>420417>Lucas
4:17).
No
hemos de pensar acerca del desarrollo moral y religioso de Jesús
como
verificándose
sin lucha y sin esfuerzo de su parte. Hubiera sido un desarrollo
submoral,
sobre un plano más bajo de lo moral y lo personal. Sus tentaciones y
luchas
fueron reales. Sus batallas contra el pecado y contra el mal no
fueron
simulacros
de batalla. Algunas veces cometemos el error de pensar que no
puede
haber tentaciones a menos que haya algo de bajo e innoble en nuestra
vida
a lo cual la tentación pueda apelar. Pero esto es una equivocación.
Discutiremos
esto más ampliamente más adelante.
3.
La
impecabilidad de Jesús.
Jesús
fue tentado; pero salió avante y victorioso de todas sus
tentaciones.
El
fue sin pecado. Desafió a sus enemigos a que lo redarguyeran de
pecado
(<430846>430846>Juan
8:46). Perdonó los pecados (<410205>410205>Marcos
2:5; <420748>420748>Lucas
7:48). Dijo
que
su sangre sería derramada para la remisión de los pecados
(<402628>402628>Mateo
26:28).
El tuvo una conciencia de comunión íntima con Dios (<401127>401127>Mateo
11:27;
<431142>431142>Juan
11:42; 14:6-11).
Hay
otra cosa de gran importancia: Jesús enseñó que todos los hombres
debían
confesar
sus pecados y orar por el perdón de los mismos (<400612>400612>Mateo
6:12;
<421104>421104>Lucas
11:4). Denunció a los que pretendían ser más justos que los demás.
Y
sin embargo él nunca tuvo pecados que confesar, nunca imploró el
perdón
para
él, y jamás manifestó la menor conciencia de pecado. ¿Qué
diremos de
Aquel
que enseñó que todos los otros hombres debían confesar sus pecados
mientras
él no confesó ningún pecado de su parte? ¿No tendremos que decir
que
fue sin pecado o que fue un perverso moral de tal clase que no
conoció ni
siquiera
su propia condición moral? Uno que, de ser un pecador, estaba tan
ciego
por la obscuridad moral y por su propio engaño que no podía conocer
su
propia
condición espiritual y sus necesidades, de seguro que no podría ser
el
guía
indicado para otros en cuestiones espirituales.
Pablo,
Pedro, el Libro a los Hebreos y Juan, todos manifiestan una creencia
en
la
impecabilidad de Jesús. Pablo dice que el que no conoció pecado,
Dios le
hizo
pecado por nosotros (<470502>470502>2
Corintios 5:21). Pedro dice que el justo murió
por
el injusto (<600318>600318>1
Pedro 3:18). El Libro a los Hebreos dice que él fue
tentado
en todo, como nosotros, empero sin pecado (<580415>580415>Hebreos
4:15, Cf.
7:26-28).
Juan dice que cuando el cristiano peca, abogado tiene para con el
Padre,
a Jesucristo, el justo (<620201>620201>1
Juan 2:1). El Nuevo Testamento como un
todo
representa a Jesús como no teniendo pecado.
Más
todavía, Jesús es presentado en el Nuevo Testamento como nuestro
ideal
perfecto,
como nuestro ejemplo a seguir. El desafió a los hombres a seguirle y
no
aceptó excusa alguna. Demandó de los hombres que lo pusieran a él
y a su
causa
en primer lugar. (Véase <401034>401034>Mateo
10:34, y también más adelante en
este
capítulo sobre el Señorío). Pablo pide que otros le sigan a él
como él
siguió
a Cristo (<461101>461101>1
Corintios 11:1. Compárese con 4:16; <500417>500417>Filipenses
4:17;
4:9). Por ningún motivo Pablo se creyó a sí mismo como la
personificación
del ideal último. Cristo encarnó ese ideal y Pablo debía ser
imitado
sólo en la medida en que él encarnó el espíritu de Cristo. Pablo
pidió a
los
hombres que le siguieran sólo porque él podía decir “Para mí el
vivir es
Cristo”
(<500121>500121>Filipenses
1:21). Juan dice que nosotros debemos andar así como
él
anduvo (<620206>620206>1
Juan 2:6) y Pedro nos llama la atención al ejemplo de Jesús
para
que nosotros lo imitemos, especialmente en el asunto del sufrimiento
inocente
a causa de los malhechores (<600219>600219>1
Pedro 2:19; 3:14).
II.
JESÚS COMO SOBRENATURAL
Desde
los días del Nuevo Testamento hasta la época presente se ha estado
librando
una fiera batalla alrededor del tema de la persona de Cristo. El
unitarismo
moderno ha considerado a Jesús como sólo un hombre. Su
tendencia
ha sido excluir cada vez más todo lo que parezca sobrehumano en la
persona
de Jesús.
Pero
si Jesús fue sin pecado, como queda dicho antes, eso mismo introduce
en
la
persona de Jesús un elemento que lo señala como distinto de todos
los otros
hombres.
Y de ese modo él supera a la vida humana ordinaria. Más todavía,
si
él
es inmaculado, ese hecho necesita de explicación. No es posible
tener un
hecho,
si es que es un hecho, suspendido en el aire. No puede quedarse
aislado.
Debe cimentarse en algo más profundo que el hecho mismo. La
impecabilidad
no es una cualidad de la vida humana según se conoce ésta sobre
la
tierra. Ya esto sugiere, si acaso no exige, el que nosotros lo
consideremos a
él
como algo más que un simple hombre.
1.
El
nacimiento virginal.
Mateo
y Lucas representan a Jesús como nacido de María sin un padre
humano.
Según el relato que ellos dan, fue engendrado por el Espíritu
Santo.
Parece
haber suficientes diferencias entre estos dos relatos como para
probar
que
los dos son diferentes; ninguno de los dos escritores ha copiado del
otro.
El
hecho de que los otros escritores del Nuevo Testamento no mencionan
el
nacimiento
virginal no es prueba de que éste no haya tenido lugar. Posiblemente
los
otros escritores no tuvieron noticia sobre esto, o si la tuvieron, no
vieron la
necesidad
de mencionarlo. Nosotros podemos entender que un tema como
ése,
naturalmente sería manejado con mucha reserva entre los primeros
discípulos.
De aquí que bien pudo haber permanecido oculto fuera de un
pequeño
círculo de amigos de la familia, y si los otros escritores del Nuevo
Testamento
no supieron nada del asunto, naturalmente un asunto semejante no
sería
un tema de conversación común, y los hombres no escribirían
innecesariamente
sobre eso.
Algunos
hacen a un lado los relatos como si éstos no tuviesen valor
religioso
alguno.
Pero es lo cierto que un origen como el que tuvo la vida terrenal de
Jesús
se ajusta muy bien con el relato de la clase de vida que él vivió.
Si su vida
hubiera
sido como la de los otros hombres, entonces sería muy natural
esperar
que
él hubiese tenido un origen igual al de los otros hombres. Pero el
nacimiento
virginal calza muy bien dentro del relato de su vida inmaculada.
<420135>420135>Lucas
1:35 indica que hubo alguna conexión entre la santidad de Jesús y
el
hecho
de que el poder del Altísimo hiciera sombra sobre María. La
intervención
del Espíritu Santo en el origen de Jesús nos ayuda a entender
cómo
Jesús pudo ser, entre todos los hombres, la única excepción en no
verse
dominado
por el pecado.
2.
Los
milagros.
Otro
aspecto prominente de este relato de la vida de Jesús son sus
milagros.
Preeminentemente,
Jesús es un obrador de milagros. Si sacamos el elemento
milagroso
de los registros evangélicos, habremos despedazado a tal punto
dichos
registros, que de ellos no nos quedaría nada digno de confianza. El
elemento
milagroso está tan profundamente metido en los registros
evangélicos,
que
sería imposible remover este elemento y dejar algo en los registros
que
fuera
de valor. El esfuerzo por volver a un Cristo no milagroso ha
fracasado
ostensiblemente.
No importa cuán minuciosamente se analicen los registros
evangélicos,
el carácter que nosotros obtenemos de Cristo en cada etapa del
depósito,
es esencialmente el mismo. El Jesús que no es más que maestro de
ética
y religión, sin que se tenga en cuenta el elemento milagroso de su
vida, es
un
Jesús que no puede encontrarse sino únicamente en la imaginación
de
algunos
críticos que la dan preferencia a sus propias opiniones sobre el
relato
de
los Evangelios. Al hacer cualquier crítica sana del testimonio de
los
Evangelios,
el elemento milagroso de la vida de Cristo prevalece.
3.
La
Resurrección.
Los
relatos del Evangelio nos dicen que en la mañana del día tercero
algunas
mujeres
fueron al sepulcro y lo encontraron vacío. Un ángel les anunció
que
Jesús
se había levantado (<402801>402801>Mateo
28:1-8 y los pasajes paralelos). Jesús
mismo
se les apareció a ellas (<402809>402809>Mateo
28:9, 10; Juan Cap. 20). Se le
apareció
a Pedro (<461505>461505>1
Corintios 15:5). También se apareció a dos de ellos
en
el camino hacia Emaús (<422413>422413>Lucas
24:13). Se les apareció a los discípulos,
excepto
Tomás (<422436>422436>Lucas
24:36; <432019>432019>Juan
20:19). Tiempo después se les
apareció
a los once, estando Tomás presente (<432026>432026>Juan
20:26). Se apareció a
los
once en Galilea (<402816>402816>Mateo
28:16).
Pablo
nos dice que Jesús se apareció a Jacobo, a Pedro, a él mismo, y a
más
de
quinientos en una ocasión (<461505>461505>1
Corintios 15:5). Nótese que Pablo pone su
propia
visión de Cristo en la misma categoría de sus apariciones a Jacobo
y a
Pedro.
Parece que Pablo la clasifica como una aparición objetiva, no
simplemente
una visión subjetiva. Nótese también que él dice que de los
quinientos
a quienes se les apareció, más de la mitad vivían durante el
tiempo en
que
Pablo escribió.
Resulta
evidente de los relatos evangélicos que los discípulos no esperaban
que
Jesús
resucitara de entre los muertos (<422411>422411>Lucas
24:11, 21; <432024>432024>Juan
20:24,
25;
<402817>402817>Mateo
28:17). Algunas veces se dice que ellos esperaban tal
acontecimiento.
Cuando Jesús fue crucificado, todas sus esperanzas se
desvanecieron;
ellos desistieron entonces con desesperación; no creerían, sino
hasta
sentirse abrumados por la evidencia. Y tuvieron tal evidencia
(<440103>440103>Hechos
1:3). No fue una mera aparición lo que los convenció de que
Jesús
vivía.
Se
admite generalmente que los discípulos creyeron que Jesús se
levantó de los
muertos.
La idea de que ellos se robaron el cuerpo de Jesús y de que
informaron
que él había resucitado está ahora generalmente descartada. ¿Cómo
es
que los discípulos llegaron a creer que Cristo resucitó? Sus
opiniones
preconcebidas
estaban en la otra dirección. No había nada en la situación
social
que produjera tal creencia por parte de ellos. Todo estaba en contra
de
que
ellos creyeran excepto la evidencia. Si llegaron a creerlo, debió
haber sido
porque
hubo evidencia con plena fuerza convincente. Ellos eran hombres de
inteligencia
ordinaria que sabían cómo usar sus sentidos. La evidencia es que
vieron
a Jesús, le oyeron hablar, lo palparon y tuvieron relación con él.
Ellos
registran
las enseñanzas que Jesús les dio durante ese período. No hay
manera
de
dar explicación de la creencia de los discípulos acerca de que
Jesús
resucitó,
excepto en la suposición de que él resucitó.
La
creencia de que Jesús había resucitado produjo en ellos un cambio
extraordinario.
Fueron transformados de una banda de hombres desalentados y
despreciados,
en una compañía de propagandistas alegres, militantes y
agresivos.
¿Pudo una creencia equivocada en la resurrección de Jesús, basada
en
alguna clase de aparición que ellos reconocieron como tal, haber
operado
esta
transformación en los discípulos?
Cuando
salieron a predicar, predicaron que Jesús se había levantado de los
muertos.
Este mensaje probó ser un mensaje de poder. ¿Cómo un mensaje
semejante
podía abrirse paso en una situación semejante? ¿Fue un mensaje de
verdad
o fue simplemente una noción equivocada de ellos? ¿Por qué un
falso
informe
de que Jesús se había levantado de los muertos habría de producir
tal
transformación
en ellos y en otros por medio de ellos?
Luego
tenemos el testimonio de Pablo. ¿Qué fue lo que trajo el cambio en
Pablo?
¿Qué fue lo que cambió a Saulo el perseguidor de la iglesia, en
Pablo el
más
grande cristiano y defensor del cristianismo que el mundo ha
conocido?
Pablo
dice que lo que produjo en él tal cambio fue la aparición a él del
Cristo
resucitado.
El dice que vio a Cristo ¿Se equivocó Pablo? ¿Qué es lo que
convenció
a Pablo de que Jesús vivía? Recuérdese que el testimonio de Pablo
nos
viene en cartas que prácticamente todos los críticos admiten haber
sido
escritas
por él antes del año 60 d. de J.C. Toda la evidencia está en favor
de la
tesis
de que Jesús se levantó de los muertos.
4.
Jesús
y el Antiguo Testamento.
Jesús
y todos los escritores del Nuevo Testamento lo consideraron como el
Mesías
del Antiguo Testamento y como el cumplimiento de la religión del
Antiguo
Testamento. Esta afirmación es tan obvia como para requerir prueba.
Jesús
fue condenado a muerte, no por el testimonio de sus enemigos, sino
por
su
propia confesión de que él era el Cristo, el Hijo de Dios. Esto lo
dijo Jesús
bajo
juramento (<402663>402663>Mateo
26:63-66; <411460>411460>Marcos
14:60-64). El estaba
siendo
juzgado por el sanedrín; y sobre la base de que él había de este
modo
pronunciado
una blasfemia fue que lo condenaron a muerte.
Como
el Mesías por mucho tiempo esperado, él fue considerado como el
cumplimiento
de todo el orden de cosas del Antiguo Testamento. Difícilmente
pudiera
esto ser cierto acerca de uno que no hubiera sido más que un hombre.
Una
cosa es clara: el Nuevo Testamento considera a Jesús como a un ser
sobrenatural.
III.
JESÚS COMO SALVADOR
El
centro de la doctrina neotestamentaria de Cristo es la experiencia de
los
crisrianos
del Nuevo Testamento acerca de su poder salvador y de la
realización
de su señorío espiritual en su vida. El motivo que había tras de
la
exaltación
que elos hicieron de él fue un motivo religioso y práctico y no un
motivo
especulativo. A decir verdad, la impresión es la de que ellos no
eran
conscientes
de estar tratando con un problema de pensamiento; simplemente
dicen
lo que conocen por experiencia. Ellos están diciendo lo que han
visto y
oído.
No argumentan; dan testimonio.
Los
Evangelios presentan a Jesús como Salvador. El ángel anunció a
José que
él
(Jesús) sería llamado Jesús, porque él salvaría a su pueblo de
sus pecados
(<400121>400121>Mateo
1:21). Un ángel también anunció a los pastores que les había
nacido
un Salvador, Cristo el Señor (<420211>420211>Lucas
2:11). Jesús dijo que el Hijo
del
hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido
(<421910>421910>Lucas
19:10).
El
no vino para ser servido sino para servir y dar su vida en rescate
por muchos
(<411045>411045>Marcos
10:45). Su sangre fue derramada para la remisión de los pecados
(<402628>402628>Mateo
26:28).
En
el cuarto Evangelio él es el Cordero de Dios que quita el pecado del
mundo
(<430129>430129>Juan
1:29). El Hijo del hombre sería levantado en la cruz para que todo
aquel
que cree en él no se pierda, mas tenga vida eterna (<430314>430314>Juan
3:14, 15).
Dios
dio a su Hijo Unigénito para que todo aquel que cree en él no se
pierda,
mas
tenga vida eterna (<430316>430316>Juan
3:16). El que en él cree no es condenado
(<430318>430318>Juan
3:18). El que cree en el Hijo tiene vida eterna (<430336>430336>Juan
3:36).
Conocer
a Dios y a Jesucristo a quien él envió es la vida eterna
(<431703>431703>Juan
17:3).
El propósito del escritor fue el de que los hombres creyesen en él
como
el
Cristo y que al creer en él tuviesen vida eterna (<432031>432031>Juan
20:31).
En
Los Hechos es presentado como el único Salvador. No hay otro nombre
debajo
del cielo dado a los hombres por el cual podamos ser salvos
(<440412>440412>Hechos
4:12). Pedro le dice a Cornelio y a toda su casa que todos los
profetas
dieron testimonio de él, que por su nombre todo aquel que cree
recibirá
remisión de pecados (<441043>441043>Hechos
10:43). La predicación de Pablo es
que
por Jesucristo todo el que en él cree es justificado de todas las
cosas que
por
la ley de Moisés los hombres no pueden ser justificados
(<441339>441339>Hechos
13:39).
Cuando el carcelero preguntó qué debía hacer para ser salvo, Pablo
y
Silas
dijeron: “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo”
(<441631>441631>Hechos
16:31).
Pablo
nos dice en <450116>450116>Romanos
1:16 que el evangelio es potencia de Dios para
salud
a todo aquel que cree, al judío primeramente y también al griego.
Podemos
encontrar lo que él entendió por evangelio leyendo en <461501>461501>1
Corintios
15:1.
Allí Pablo nos dice que él predicó el evangelio, y cuando nos dice
qué es
lo
que predicó, nos declara lo siguiente: “Que Cristo fue muerto por
nuestros
pecados,
conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al
tercer
día, conforme a las Escrituras”. El dedica buena parte de sus
cartas a los
romanos
y a los gálatas, para mostrar cómo el pecador es justificado por la
fe
en
Cristo. Para los que están en Cristo, no hay condenación
(<450801>450801>Romanos
8:1).
Para el que está en Cristo, hay una nueva creación (<470501>470501>2
Corintios 5:17).
La
realización del poder salvador de Cristo es un asunto de experiencia
espiritual.
Fue el Padre celestial quien le reveló a Pedro el mesianismo de
Jesús,
y
no carne ni sangre (<401617>401617>Mateo
16:17). La fe es la condición para la salvación
y
la fe es el poder de la estimación espiritual. Una de las
expresiones favoritas
de
Pablo es “en Cristo”. Es en la unión con él que nosotros somos
justificados,
regenerados
y que recibimos vida eterna.
IV.
JESÚS COMO SEÑOR
Jesús
es también el Señor. El es el Señor en virtud del hecho de que es
nuestro
Salvador.
Por ser Salvador del hombre, tiene dominio moral en la vida de ese
hombre.
De hecho, ningún hombre es salvo a menos que Dios se enseñoree de
él
en Cristo.
En
los Evangelios Sinópticos Cristo hace demandas que ningún otro
hombre
jamás
ha hecho. Si los hombres han de ser sus discípulos, deben negarse a
sí
mismos,
tomar su cruz y seguirle (<410834>410834>Marcos
8:34). Se necesita tener en
cuenta
el precio antes de hacerse su discípulo, porque más tarde puede
encontrar
las condiciones muy difíciles de cumplir. Debe dejarse todo para ser
su
discípulo (<421433>421433>Lucas
14:33). Jesús le dijo al joven rico que debía vender
todo
lo que tenía, darlo a los pobres, y después seguirlo (<421822>421822>Lucas
18:22). No
debe
mirarse hacia atrás, no debe volverse para enterrar a los muertos,
ni
regresar
a decir adiós a los seres queridos (<420959>420959>Lucas
9:59-62). Su madre, sus
hermanos,
sus hermanas son aquellos que hacen la voluntad de Dios (Mar
3:35).
Es necesario convertirse y ser como niño (<401803>401803>Mateo
18:3), llevar su
yugo
y aprender de él (<401129>401129>Mateo
11:29). El que obedece sus enseñanzas
edifica
sobre roca sólida, mientras que el que no practica lo que Jesús
enseña
edifica
sobre fundamento de arena (<400724>400724>Mateo
7:24-27). Jesús reclama tener
un
conocimiento de Dios que ninguno otro tiene y ser el único mediador
de ese
conocimiento
ante los hombres. Es el medio de la transmisión de ese
conocimiento
a quien él quiere darlo (<401127>401127>Mateo
11:27).
El
reclama ser el árbitro de los destinos de los hombres. Su evangelio
debe ser
predicado
a todos los hombres (<402613>402613>Mateo
26:13). El ha de volver con gloria y
poder
a juzgar a las naciones y a separar al justo del malvado
(<402531>402531>Mateo
25:31).
Estas
pretensiones serían absurdas en cualquier hombre, por muy grande que
sea,
a menos que fuera más que hombre. Cristo pide que los hombres lo
pongan
a él en primer lugar, antes que a la familia, a los amigos, a la
prosperidad
material y a la vida misma.
En
Los Hechos, habiendo Jesús ascendido al cielo, es considerado como
Señor
y como Cristo (<440236>440236>Hechos
2:36). Está a la diestra de Dios, y Esteban
dirige
su oración a él (<440760>440760>Hechos
7:60).
En
el cuarto Evangelio, es el Unigénito Hijo de Dios. Todo juicio le es
encomendado
a él (<430522>430522>Juan
5:22). Es la resurrección y la vida (<431125>431125>Juan
11:25).
La fe en él trae vida eterna (<430336>430336>Juan
3:36). Todos deben honrar al
Hijo
así como honran al Padre (<430523>430523>Juan
5:23).
Pablo
lo considera como el Señor en el sentido absoluto del término. El
sólo es
el
único Señor (<461205>461205>1
Corintios 12:5). En su resurrección, es colocado en una
posición
de poder que corresponde con su naturaleza divina (<450104>450104>Romanos
1:4).
Es el postrer Adán, la cabeza de una nueva humanidad espiritual
(<461504>461504>1
Corintios
15:45-49). Dióle Dios un nombre que es sobre todo nombre; para
que
en el nombre de Jesús se doble toda rodilla, y toda lengua confiese
que
Jesucristo
es el Señor, a la gloria de Dios Padre (<502609>502609>Filipenses
2:9-11).
Esta
es la actitud de todos los escritores del Nuevo Testamento hacia
Cristo.
Esto
se destaca especialmente en el Apocalipsis. Cuando Juan lo ve en su
gloria,
en el primer capítulo, cae a sus pies como muerto. Cristo es
reconocido
como
el Rey de reyes y el Señor de señores (19:16). Hay una protesta en
el
libro
contra el culto a los ángeles, pero no hay ninguna contra la
adoración de
Cristo.
El
reconocimiento del señorío de Cristo es un asunto de discernimiento
espiritual.
Pablo dice que nadie puede llamar a Jesús Señor, excepto por el
Espíritu
Santo (<461203>461203>1
Corintios 12:3). Esto es lo mismo que decir que el
reconocimiento
del señorío de Jesús es un asunto de fe. Por fe nosotros le
aceptamos
como el Señor de nuestra vida. El acto de la fe es un acto por el
cual
nosotros confiamos en él como Salvador y al mismo tiempo nos
rendimos
a
él como Señor.
V.
JESÚS COMO DIVINO
Desde
los tiempos del Nuevo Testamento, el pueblo cristiano ha adorado y
rendido
reverencia a Cristo Jesús como divino.
1.
Examen
de algunos pasajes particulares.
Regresemos
nuestra mirada a la enseñanza del Nuevo Testamento en relación
con
este asunto. Todo lo que se ha dicho acerca de su señorío y mucho
más de
lo
dicho previamente, tiene que ver con este punto. El hecho de que
Jesús hizo
tales
demandas es una indicación de que en su propia mente él era más
que
humano.
La petición a sus discípulos de una obediencia sin trabas y de la
inalterable
lealtad, sería cosa muy rara de haber sido él sólo hombre. Luego,
¿qué
diremos de su pretensión de que él juzgará al mundo? También
afirmó el
tener
poder de perdonar los pecados (<410205>410205>Marcos
2:5). En el día del juicio los
hombres
serán condenados o recibirán la aprobación, en conformidad con la
recta
actitud de ellos hacia él a través de su pueblo como sus
representantes
(<402534>402534>Mateo
25:34). ¿Qué es lo que hay en él que le da una relación tan vital
y
universal
con los hombres, que hacerles bien a ellos es como hacérselo a él,
y
no
hacerles bien a ellos es como no hacérselo a él? Estas son algunas
de las
indicaciones
hechas en los Evangelios Sinópticos.
Si
tomamos en consideración ahora el cuarto Evangelio, la evidencia
resulta aun
más
clara. En el prólogo (<430101>430101>Juan
1:1-18) se habla de Jesús como existiendo
desde
el principio; como existiendo (cara a cara con) con Dios; y como
siendo
Dios.
El es eterno; personalmente es distinto de Dios y, sin embargo, es
Dios
en
su naturaleza. La expresión “Theos
en ho logos” (el
Verbo era Dios), es
una
expresión tan exacta como para que el autor pudiera usarla para
decir que
el
Verbo era absolutamente divino en su naturaleza, siendo al mismo
tiempo
personalmente
distinto de Dios. El autor dice que todas las cosas por él fueron
hechas,
y que sin él (Jesús) nada de lo que es hecho fue hecho. Aquí se
afirma
que
él fue el agente mediador en la creación. No se dice que él fue la
fuente
absoluta
de la creación, sino más bien el medio por quien la creación se
llevó a
cabo.
Pero con toda seguridad que el autor piensa acerca de él como
divino, al
atribuirle
una función creadora. El es universalmente la luz de los hombres.
Alumbra
a todo hombre que viene a este mundo. Aquí se piensa de Cristo
como
sosteniendo una relación universal con los hombres. Toda luz es
suya;
toda
verdad es suya —la luz de la naturaleza, de la razón, de la
conciencia.
Este
así descrito vino a ser carne y habitó entre los hombres. Los
hombres
vieron
su gloria, gloria como la del Unigénito del Padre, lleno de gracia y
de
verdad.
El autor pone a éste que es lleno de gracia y de verdad en
superioridad
a
Moisés. La ley por Moisés fue dada; la gracia y la verdad por
Jesucristo
vinieron.
Evidentemente
este escritor piensa con respecto a Cristo como antecediendo al
tiempo
en su ser; como divino en su naturaleza; como creador en su relación
con
el universo; como manteniendo una relación universal con los
hombres;
como
viniendo en la carne y manifestando la gloria de Dios.
Otro
pasaje importante se encuentra en <430517>430517>Juan
5:17-29. Jesús se engarza en
una
controversia con los judíos acerca de la curación de un hombre en
el
sábado.
En el versículo 17 él dice: “Mi padre hasta ahora obra, y yo
obro”.
Los
judíos buscaban cómo matarlo porque decían que había blasfemado
al
hacerse
igual a Dios. Entonces, ellos deben haber entendido a Jesús
haciéndose
el
Hijo de Dios en un sentido único. Si Jesús no tuvo la intención de
reclamar
para
sí mismo la divinidad, ¿por qué no mitigó la ira de ellos
diciéndoles que
habían
entendido mal su demanda? Pero en lugar de hacer esto, él sigue con
una
defensa de tal demanda. El reclama tener poder de dar vida a los
hombres
(versículo
21). Todo juicio le ha sido dado al Hijo (versículo 22). Todos deben
honrar
al Hijo como honran al Padre, y el que no honra al Hijo, no honra al
Padre
(versículo 23). Luego él reafirma su poder de dar vida ahora a los
muertos
espiritualmente (versículo 25). El tiene autoridad de ejecutar
juicio
porque
es el Hijo del Hombre (versículo 27). Levantará en el futuro a
todos los
muertos
físicamente (versículo 28). Por cierto que el autor de este pasaje
quiso
atribuirle
deidad absoluta a Cristo, siendo que reclama funciones divinas para
él,
y que él debe ser honrado por los hombres como es honrado el Padre.
Ningún
judío hubiera hablado así de alguien, a menos que pensase de ese
alguien
como absolutamente divino.
En
otra controversia con los judíos, que consta en <430858>430858>Juan
8:58, Jesús dijo:
“Antes
que Abraham fuese, yo soy”. Otra vez ellos tomaron piedras para
lanzárselas.
Apenas les había dicho que Abraham vio su día y se regocijó. Ellos
dijeron
que Jesús no tenía ni siquiera cincuenta años de edad; ¿había
él,
entonces,
visto a Abraham? En respuesta a esta pregunta Jesús parece afirmar
que
él trasciende al tiempo, que es eterno. Posiblemente usa de
propósito el
título
que corresponde a Jehová en el Antiguo Testamento (<020314>020314>Éxodo
3:14).
Parece
que los judíos captaron el significado de las palabras de Jesús e
interpretaron
la afirmación como si fuese una blasfemia.
En
<432028>432028>Juan
20:28, Tomás se dirigió a Jesús como “¡Señor mío, y Dios
mío!”
Cualquiera
otra cosa que pudiera decirse respecto a esta afirmación, lo más
importante
es que Jesús aceptó la designación. Si Tomás se equivocó al usar
tal
frase,
¿por qué Jesús no lo corrigió? Su aceptación de esta forma de
tratamiento
es su endorso virtual de sí mismo.
En
los escritos de Pablo hay abundante evidencia de que él pensó
acerca de
Cristo
como divino. La interpretación más natural de <450905>450905>Romanos
9:5 es la de
que
allí él llama a Cristo, Dios. Esta es la intepretación dada por
Sanday y
otros.
El dice que Cristo es de los padres en cuanto a la carne; esto es, en
el
lado
humano de su ser; mientras que en el lado más alto de su ser, él es
sobre
todas
las cosas, Dios bendito por siempre. Tenemos un concepto similar en
<450104>450104>Romanos
1:4. El dice allí que, en cuanto a la carne, por el lado humano de
su
ser, él nació de la simiente de David, pero que, conforme al
espíritu de
santidad,
o por el lado espiritual de su ser, él fue determinado (margen de la
Revised
Version), marcado o colocado en una posición de poder por la
resurrección
de entre los muertos. Esto es, por la resurrección de entre los
muertos,
Jesús vino a una posición de poder que le perteneció a él en
virtud de
su
posesión del espíritu de santidad o naturaleza divina. Es posible
que en
<560213>560213>Tito
2:13 Pablo intentó llamar Dios a Cristo, pero esto es más incierto.
Uno
de los pasajes sobresalientes de Pablo sobre la cristología es el de
<501405>501405>Filipenses
2:5-11. Pablo dice que Cristo preexistió en la forma de Dios y
en
un plano de igualdad con Dios. Por “forma de Dios” él
evidentemente no
quiere
decir una mera forma o estado del ser como distinguiéndola de la
substancia
o de la realidad que le pertenece. Porque él prosigue diciéndonos
que
Cristo tomó la “forma de siervo”, hecho semejante a los hombres.
Evidentemente,
con esto no quiere dar a entender que Cristo fue humano sólo
en
apariencia; lo que Pablo quiere decir es que Cristo llegó a ser un
hombre
real
en su naturaleza y en su vida. De igual manera, eso da a entender por
“forma
de Dios”, que Cristo era Dios en su naturaleza o en la esencia de
su ser,
tanto
como en su apariencia o forma. Y por la frase “siendo igual a
Dios”,
Pablo
nos da a entender que en algún sentido real Cristo era igual con el
Padre.
En
los versículos del 9 al 11, Pablo se refiere a la exaltación de
Cristo como un
premio
moral a su humillación y muerte voluntarias. Lo que él dice indica
que
piensa
en cuanto a Cristo como viniendo a una posición de señorío y de
soberanía
absolutos en relación con toda la raza humana. Cuando Cristo llega a
esta
posición de autoridad y de poder, trae consigo su humanidad
glorificada.
El
alcanza esta exaltación debido a su sufrimiento redentor el cual
culminó en su
muerte.
Su posición de soberanía es ahora el resultado de su obra.
Otro
pasaje cristológico sobresaliente en los escritos de Pablo es el de
<510115>510115>Colosenses
1:15. Aquí él dice que Cristo es la imagen del Dios invisible;
esto
es, es tal reproducción o semejanza del Dios que dentro de sí mismo
es
invisible
a los hombres, que este Dios se hace manifiesto o conocido de los
hombres.
Este Cristo es el primogénito de toda la creación. Ocupa la
posición
de
autoridad y de poder en la creación de Dios, sujeto únicamente al
Padre
mismo,
exactamente igual que el hijo primogénito ocupó tal posición en la
familia
oriental. Pablo dice que todas las cosas, sin excepción, fueron
creadas
en
él y por él. Dios crea, pero él crea en el Hijo y a través de él,
así como él
salva
en el Hijo y a través de él.
Dios
no tiene relación con el mundo, ni creadora ni redentora, excepto
por
medio
de Cristo como el agente de su energía y de su poder fluyentes.
Pablo
está
de acuerdo con la afirmación de Juan (<430103>430103>Juan
1:3) en tomar a Cristo, no
como
la fuente absoluta, sino como el agente de mediación en la creación.
Todas
las cosas, dice él fueron creadas para el. El es la meta tanto como
el
agente
de la creación. Fue en referncia con él que todas las cosas fueron
hechas.
La Creación tiene su plan básico y racional en él. El es antes que
todas
las
cosas y todas las cosas subsisten por él. Cristo no es tan sólo la
meta hacia
la
cual la creación se mueve, sino que él está detrás de ella como
su base y
sostén.
Todas las cosas se mantienen juntas o subsisten en él. Entonces
Pablo
se
vuelve a sus funciones más distintamente redentoras como distintas
de las
cósmicas.
Dos o tres afirmaciones necesitan nuestra atención. Fue el propósito
de
Dios que Cristo tuviera la preeminencia en todas las cosas. El debía
estar
sobre
toda la creación. De acuerdo con el versículo 20, su obra de
reconciliación,
verificada por medio de la sangre derramada en la cruz, es en
algún
sentido universal, incluyendo las cosas existentes en el cielo así
como las
cosas
que hay sobre la tierra.
Se
hace difícil ver cómo pudieran leerse esas declaraciones de Pablo y
negar
que
Pablo sostuvo en el sentido más alto y absoluto, la deidad de
Cristo.
(Véase
también Hebreos capítulo 1; de hecho, todo el Nuevo Testamento.
Especialmente
el Apocalipsis es claro en su lenguaje sobre este punto).
Pablo
y Juan representan a Cristo como existiendo antes de que él viviera
sobre
la tierra. Juan dice que Cristo estaba en el principio con Dios
(<430101>430101>Juan
1:1).
El representa a Jesús diciendo: “Antes que Abraham fuese, yo soy”
(<430858>430858>Juan
8:58), y, “Padre, glorifícame tú cerca de ti mismo con aquella
gloria
que
tuve cerca de ti antes que el mundo fuese” (<431705>431705>Juan
17:5). Pablo dice que
Cristo
existió en la forma de Dios y en un plano de igualdad con Dios
(<501706>501706>Filipenses
2:6). Las afirmaciones de Pedro en <600111>600111>1
Pedro 1:11, 20 se
interpretan
mejor como significando preexistencia.
Veamos
ahora que estos escritores probablemente no comenzaron con la idea
de
la preexistencia partiendo de eso a la vida terrenal. Probablemente
ellos
comenzaron
con el Cristo glorificado según lo conocieron en sus propias
experiencias
y partieron de eso a la idea de su preexistencia. Su existencia
eterna
era necesaria para explicar su poder redentor.
Seguramente
que ellos no concibieron esta preexistencia como una
preexistencia
ideal; o sea, que Cristo preexistió solamente en la mente y en el
propósito
de Dios. Con toda seguridad que este no fue el pensamiento de
Pablo,
porque él dice que este Cristo preexistente se vació a sí mismo al
hacerse
hombre. El pensamiento de Pablo, entonces, es que el hacerse hombre
fue
acto de su propia voluntad, lo cual hubiera sido imposible de haber
Pablo
estado
pensando en su preexistencia únicamente en la mente y en el
propósito
de
Dios. Con esto concuerda la declaración de Juan en <430114>430114>Juan
1:14, cuando
dice
que el Verbo fue hecho carne. El Cristo del Nuevo Testamento no es un
hombre
deificado por sus celosos discípulos; él es el eterno Hijo de Dios
que
voluntariamente
se hizo hombre para redimir a la humanidad perdida.
2.
La
actitud de fe hacia él.
Esta
cuestión de la deidad de Cristo en el Nuevo Testamento, sin embargo,
no
depende
tanto de la exégesis de algunos pasajes particulares como de la
actitud
espiritual
total de los primeros cristianos hacia Cristo. Ellos eran judíos.
Desde
los
primeros días, un estricto e inflexible monoteísmo había sido
plantado en sus
mentes.
Era una parte de la atmósfera nacional y religiosa en la cual ellos
habían
nacido
y habían sido criados. Y no obstante, su actitud hacia Cristo es
tal, que
no
pudiera describirse en otra forma que no fuera la de idolatría, en
el caso de
que
Cristo no fuera divino. Ellos confiaron en él, le adoraron y le
sirvieron en el
mismo
grado en que los hombres pueden confiar en Dios, adorarlo y servirlo.
Y
lo
que es cierto en cuanto a ellos y cierto también respecto de miles
de
hombres
y de mujeres en cada generación desde la época del Nuevo
Testamento
hasta el tiempo presente y de millones de los que viven en el día de
hoy.
¿Cuál es esa actitud? Esta puede resumirse en la palabra “fe”.
En el
Nuevo
Testamento, Cristo es el objeto de la fe. Esto mismo aparece como una
verdad
en cada uno de sus libros, desde los Evangelios Sinópticos en
adelante.
La
fe es la confianza en Jesús como Salvador del pecado. Esa confianza
es un
abandono
incondicional y sin reservas del alma en Cristo. Es una confianza tal
como
uno justamente sólo pudiera ejercerla en Dios. El pecado va contra
Dios.
Sólo
Dios puede perdonar los pecados. En esto los críticos de Jesús
estaban
en
lo correcto (<410205>410205>Marcos
2:5). Si Cristo reclamó perdonar los pecados, él
fue
divino o blasfemo. Confiar en Cristo para la salvación es confiar en
él como
Dios.
El Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.
Pero
sólo Dios puede salvar. Cristo y Dios son uno en la salvación. Un
hombre
cree
en Cristo para ser salvo, o cree en Dios según se revela en Cristo.
Las dos
afirmaciones
significan la misma cosa. La fe en Cristo y la fe en Dios son sólo
una
fe, no dos. Dios está en Cristo reconciliando al mundo a sí
(<470501>470501>2
Corintios
5:19).
La obra de Cristo al salvar, entonces, es la obra de Dios.
Ella
es también rendirse a él como Señor. Salvación y señorío en
Cristo son
inseparables.
La fe del Nuevo Testamento abarca un reconocimiento del
señorío
de Jesús y una rendición a su señorío. La fe no es solamente
recibir a
Cristo,
es también la entrega del ser a Cristo. En principio, esta actitud
es una
actitud
de abandono total de la persona a otra.
VI.
JESÚS GLORIFICADO
Después
de la resurrección, el Nuevo Testamento representa a Jesús
ascendiendo
al cielo. Sacó a sus discípulos de Jerusalén y los llevó al monte
de
las
Olivas, y allí, a la vista de sus discípulos, ascendió al cielo
(<422450>422450>Lucas
24:50,
51;
<440109>440109>Hechos
1:9). Pero no dejó de ser real a sus discípulos. Era para ellos
ahora
una realidad espiritual más bien que una presencia corporal. Ahora
piensan
en él como sentado a la diestra de la Majestad en las alturas
(<440233>440233>Hechos
2:33; 7:56; <580103>580103>Hebreos
1:3; compárese con <461502>461502>1
Corintios
15:25).
Después de los Evangelios, todo el Nuevo Testamento está escrito
desde
el punto de vista del Cristo exaltado. Los escritores no miran tanto
hacia
atrás
al Jesús histórico, sino que miran ahora hacia arriba al Cristo
glorificado.
Miremos
algunos pasajes específicos del Nuevo Testamento sobre esta
cuestión.
Uno es la afirmación de Mateo en la cual se representa a Jesús como
diciendo:
“Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra”
(<402818>402818>Mateo
28:18).
Después de darles a sus discípulos la gran comisión sobre esta
base
(nótese
el “por lo tanto” del versículo 19), él sigue diciendo: “Y he
aquí, yo
estoy
con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo (<402820>402820>Mateo
28:20).
Jesús
hizo esta afirmación después de su resurrección. Tómese nota del
alcance
que
tiene aquí la autoridad dada a Jesús. Es una autoridad que llegó a
ser suya.
Evidentemente
es una autoridad que le fue dada en la resurrección. Ella
representa
su victoria suprema sobre el pecado y la muerte. Entonces él
promete
su omnipresencia espiritual con su pueblo así como ellos pongan en
marcha
sus órdenes. En una afirmación hecha antes de la resurrección, él
promete
estar en medio siempre que dos o tres se reúnan en su nombre
(<401820>401820>Mateo
18:20). Sin duda que al hacer esta promesa, Jesús contempla su
estado
después de su resurrección y su relación para entonces con sus
discípulos.
Otra
declaración significativa se encuentra en <440236>440236>Hechos
2:36. Pedro dice:
“Sepa
pues ciertísimamente toda la casa de Israel, que a éste Jesús que
vosotros
crucificasteis, Dios ha hecho Señor y Cristo”. Aquí Pedro está
explicando
a sus oyentes la importancia de lo que acaba de acontecer en el día
de
Pentecostés. El explica que el Espíritu Santo ha sido derramado por
el
Cristo
resucitado y exaltado. En cumplimiento del <19b001>19b001>Salmo
110:1, Dios ha
levantado
de entre los muertos a Jesús y hálo exaltado a una posición de
autoridad
y de poder a su diestra. Jesús, quien ha sido de esa manera
exaltado,
habiendo
recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto
que
ellos ahora ven y oyen. Entonces él dice que la importancia de todo
esto,
en
cuanto a Jesús concierne, es que Dios ha hecho a este Jesús a quien
ellos
crucificaron,
Señor y Cristo. Dios hizo esto en la resurrección y en la
ascensión.
Esto
queda evidenciado por la venida el Espíritu Santo.
Dios
lo ha exaltado. Dios le ha vestido con autoridad universal y poder.
Este
poder
es espiritual en su naturaleza según se demuestra por el
derramamiento
del
Espíritu Santo. En carácter es moral, no físico ni militar. Esto
se garantiza en
el
hecho de que es el mismo Jesús a quien ellos habían conocido y
quien había
muerto
antes que permitir a sus discípulos emplear la fuerza para
defenderlo o
antes
que echar mano al poder espiritual sobrenatural de los ángeles para
defenderlo.
El
libro de Los Hechos se escribió para poner de manifiesto la
actividad de este
Cristo
exaltado. El primer tratado de Lucas era acerca de lo que Jesús
comenzó
a hacer y a enseñar, implicando que este otro es acerca de lo que
Jesús
continúa haciendo y enseñando (<440101>440101>Hechos
1:1). El programa del Cristo
resucitado
se expone en <440108>440108>Hechos
1:8. El resto del libro se ocupa en
demostrar
cómo la actividad evangelística y misionera de los primeros
discípulos
consistió en llevar adelante este programa, a medida que el Cristo
ascendido
operaba por su espíritu en su pueblo. Del Pentecostés en adelante
en
el
Nuevo Testamento, la presencia y la actividad del Espíritu son
siempre
consideradas
como la presencia y la actividad espirituales del Jesús glorificado.
El
está presente por su Espíritu con su pueblo y actúa en ellos y por
medio de
ellos
en el establecimiento de su reino sobre la tierra.
Es
indudable que en <450104>450104>Romanos
1:4 Pablo quiere decir la misma cosa que
Pedro
dice en <440236>440236>Hechos
2:36. No simplemente, como las traducciones lo
indicarían,
que Jesús por la resurrección fue declarado o demostró ser el Hijo
de
Dios, sino más bien que Dios en la resurrección colocó a Jesús en
una
posición
de poder que estaba en conformidad con su más alta naturaleza
espiritual
(conforme al espíritu de santidad). Durante su vida terrenal, su
naturaleza
superior se vio limitada, constreñida, pudiera decirse, a un estado
o
condición
de humillación el cual él voluntariamente aceptó a fin de poder
redimir
al hombre. La resurrección constituyó su liberación; ella fue su
día de
emancipación.
Se removieron los límites. Las puertas eternas se alzaron y el
Rey
de la Gloria marchó hacia su trono.
Esencialmente,
la misma opinión está envuelta en lo que Pablo dice en <461502>461502>1
Corintios
15:20-28. Cristo es las primicias de los muertos. Habiéndose
levantado
de los muertos, él reina ahora a la diestra de Dios. El permanecerá
allí
hasta abolir todo gobierno y autoridad y poder. Esto es, todo rival o
poder
opositor
en el universo será sometido. El apogeo de este reino conquistador
vendrá
cuando Cristo venga otra vez a levantar los cuerpos muertos de su
pueblo.
Todas las cosas serán entonces sujetas por Cristo, exceptuando sólo
a
Dios
quien ha sujetado todas las cosas a Cristo.
Quizás
el pasaje más notable en el Nuevo Testamento sobre esta cuestión es
<502609>502609>Filipenses
2:9-11. Allí Pablo dice que Dios exaltó grandemente a Cristo, y
le
dio un nombre que es sobre todo nombre. El tiene el lugar supremo en
el
universo
de Dios. Toda rodilla de los que están en el cielo, y en la tierra y
debajo
de la tierra, ha de postrarse delante de él. Toda lengua confesará
que él
es
el Señor a la gloria de Dios Padre. Esta soberanía absoluta le
viene a Cristo
como
una recompensa moral por su humillación y su muerte voluntarias.
Porque
él
se despojó a sí mismo, Dios lo exaltó.
En
el Apocalipsis Juan registra su visión del Cristo glorificado en el
primer
capítulo
(vv. 10-20). Aparece en su poder y majestad. Sus pies, que habían
sido
traspasados, son ahora pies de bronce bruñido. La fuerza del sol
está en
su
rostro. El sostiene a los mensajeros de las iglesias en su mano y
anda en
majestad
entre las iglesias. Una espada aguda de dos filos procede de su boca.
El
Hijo de Dios se apresta para la guerra. El Apocalipsis nos presenta
una vista
de
la guerra que él libra contra la obscuridad y el pecado. Esa guerra
nunca
cesa
sino hasta que el pecado es conquistado y la justicia y la verdad
reinen en
el
mundo de Dios.
Sería
interesante notar cómo este pensamiento del Cristo exaltado es
tratado en
el
Libro a los Hebreos y en otros lugares del Nuevo Testamento. Pero
estos
pasajes
son suficientes para mostrar que el pensamiento es fundamental en el
pensamiento
de los escritores del Nuevo Testamento. El cristianismo no es una
religión
que simplemente mira en retrospección al Cristo histórico; mira
arriba al
Cristo
glorificado y le rinde adoración.
En
su glorificación él se levantó por sobre las limitaciones de
tiempo y de
espacio.
Volvió al estado de gloria que tenía con el Padre antes que el
mundo
fuese
(<431705>431705>Juan
17:5). Sus limitaciones de conocimiento y poder fueron
eliminadas.
El es ahora espiritualmente omnipresente (<401820>401820>Mateo
18:20;
28:20).
Su poder y su presencia espirituales pueden probarse en la
experiencia
y
se han probado miríadas de veces. Cada vez que un pecador se torna a
él en
penitencia
y encuentra en él el perdón de sus pecados, la transformación
moral
y
la victoria sobre el poder del pecado, se da cuenta de la
omnipotencia moral
de
Jesús. Se hace por él sólo aquello que Dios puede hacer. Otra vez,
él es el
Compañero
invisible pero universal de su pueblo. A medida que salen a
proclamar
en su nombre las buenas nuevas de salvación y a extender su reino
en
el mundo, sienten su presencia con ellos en cumplimiento de su
promesa; y
en
esa presencia ellos encuentran su gozo y su inspiración para su
servicio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario