jueves, 13 de octubre de 2016

DOCTRINA CRISTIANA

POR W. T. CONNER
VERSIÓN CASTELLANA POR ADOLFO ROBLETO
DEDICO ESTE LIBRO A LA MEMORIA DE MIS TRESMAESTROS EN TEOLOGIA,
CALVIN GOODSPEED,
A. H. STRONG Y
E. Y. MULLINS
ACERCA DEL AUTOR
Walter Thomas Conner nació en el estado de Arkansas, EE. UU. de N. A., el
19 de enero de 1877. Convertido durante una serie de reuniones especiales,
fue ordenado al ministerio en 1899.
Estudió en la Universidad de Baylor, recibiendo el título de Bachiller en Artes
de dicha institución en 1906. Dos años más tarde le fue conferido el título de
Maestro en Artes por la misma institución. Ese mismo año recibió el título de
Bachiller en Teología del Seminario Teológico de Baylor. Durante los años
1908-1910 cursó estudios en el Seminario Teológico de Rochester, siéndole
otorgado el título de Bachiller en Divinidades en 1910. Posteriormente, en
1916, recibió el título de Doctor en Teología del Seminario Teológico Bautista
del Sur y en 1931, obtuvo el título de Doctor en Filosofía.
En el año 1910 inició una larga asociación con el Seminario Teológico del
Sudoeste, ejerciendo el profesorado en la cátedra de teología sistemática por
treinta y nueve años. Como maestro, el doctor Conner combinó ciertos
aspectos de los sistemas teológicos de tres de sus profesores, el doctor Carroll,
de Baylor, el doctor Strong, de Rochester, y el doctor Mullins, del Seminario
Teológico Bautista del Sur.
Aunque la teología del doctor Conner recalca la experiencia cristiana y la obra
del Espíritu Santo, no es enteramente mística. El doctor Conner fue influido por
las corrientes contemporáneas en el campo de la revelación pero no trató de
formular una teoría de inspiración. La posición doctrinal del doctor Conner, su
método pedagógico, su celo misionero, y su característico humor se
entretejieron en la vida del Seminario Teológico Bautista del Sudoeste y en sus
alumnos.
Durante su largo período de actuación contribuyó regularmente con artículos
para las revistas teológicas y denominacionales, dictó conferencias en distintos
campamentos durante los meses de verano, además de dirigir reuniones de
evangelización. Fue el primer pastor de la Iglesia Bautista Gambrell, de la
ciudad de Fort Worth, estado de Texas.
Contrajo matrimonio con la señorita Blanche Ethel Horne en el año 1907 y este
matrimonio fue bendecido con la llegada de seis hijos. El doctor Conner falleció
en la ciudad de Fort Worth el 26 de mayo de 1952.

PREFACIO
Este libro es una revisión de mi libro anterior, Un Sistema de Doctrina
Cristiana. La revisión tiene carácter de una abreviación y simplificación. He
aumentado, no obstante, dos capítulos sobre la iglesia y las ordenanzas. Con
permiso del editor se reproducen estos dos capítulos de mi libro Gospel
Doctrines.
En la preparación de este libro he tenido presente un doble propósito. Uno es
su uso como libro de texto para un curso de Doctrina Cristiana en los colegios
y academias. Encuentro un considerable interés sobre el asunto entre los
maestros de Biblia en los colegios y una aparente necesidad de un libro tal. En
ciertos casos, en que el tiempo es limitado, dichos maestros pueden ver
oportuno o necesario el omitir algunas porciones del libro. Cada maestro,
desde luego, usará su propio juicio en cuanto a determinar qué parte del libro
deberá omitir. Yo sugiero, sin embargo, que en algunos casos puede ser sabio,
si se dispone de tiempo limitado, empezar con el capítulo VII y dar un curso
sobre la doctrina de la salvación y de la vida cristiana. En algunos casos, el
maestro puede ver que sería recomendable dar dos cursos, usando los
capítulos I-VI para el primero y el resto del libro para el segundo.
Tal estudio de la Doctrina Cristiana en un colegio, como se proyecta aquí,
indudablemente que sería de valor a hombres y mujeres laicos y también a
estudiantes ministeriales, ya sea que éstos más tarde entren a un seminario
teológico o no. En caso de que ellos después pensaran en ir a un seminario
teológico, el estudio sería una preparación provechosa para un curso más
extenso en teología sistemática. En caso de que ellos se hubiesen privado del
privilegio de un curso de seminario, el estudio de la doctrina en un colegio sería
más que necesario para ellos.
En la preparación de este libro, sin embargo, he tenido presente al lector
común. Hay cientos de predicadores y de otros obreros cristianos en nuestras
iglesias, que necesitan de un breve tratado sobre la Doctrina Cristiana. La
lectura de dicho libo deberá avivarles la mente y el corazón. Deberá ahondar su
devoción y despertar su actividad en la causa de Cristo. Deberá también
prepararlos para un estudio posterior en este campo. El autor espera que su
libro pueda ser ampliamente útil en estos dos respectos —como libro de texto
para un curso breve sobre Doctrina Cristiana y para lectura general.
Me siento un gran deudor al Rev. S. A. Newman, instructor en el departamento
de Teología Sistemática en el Seminario del Sudoeste, por su ayuda en la
preparación del manuscrito y en el arreglo de los índices. Soy también deudor a
las señoritas Marie Tatum y Wilmoth Woods por su eficiente servicio en la
preparación del manuscrito.

W. T. Conner.
Seminary Hill, Texas.
CONTENIDO
Acerca del Autor
Prefacio
INTRODUCCION Naturaleza y Necesidad de la Doctrina Cristiana
CAPITULO 1 La Capacidad del Hombre Respecto a Dios
CAPITULO 2 Revelación
CAPITULO 3 La Persona de Cristo
CAPITULO 4 La Doctrina de Dios
CAPITULO 5 El Espíritu de Dios
CAPITULO 6 La Trinidad
CAPITULO 7 La Doctrina del Pecado
CAPITULO 8 El Propósito de Dios en la Salvación
CAPITULO 9 La Obra Salvadora de Cristo
CAPITULO 10 Llegando a Ser un Cristiano o el Comienzo de la Salvación
CAPITULO 11 Naturaleza de la Vida Cristiana
CAPITULO 12 La Iglesia
CAPITULO 13 Las Ordenanzas
CAPITULO 14 La Realización Final de la Salvación; El Establecimiento del Reino de Dios
 
INTRODUCCIÓN NATURALEZA Y NECESIDAD DE LA DOCTRINA CRISTIANA
I. Naturaleza
1. Definición
2. Propósito
II. Necesidad
1. Demandada por la naturaleza del hombre
2. Enseñanza destacada en el Nuevo Testamento
3. La vida cristiana basada en la verdad
4. El conocimiento de la verdad necesario para la propagación del evangelio
5. El conocimiento de la verdad necesario para la defensa del evangelio
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En este capítulo introductorio haremos un repaso preliminar de nuestro tema.
Naturalmente, algunas preguntas surgen al abordar cualquier estudio, tales
como: ¿Cuál es el carácter del estudio? ¿Qué necesidad hay de él? En este
estudio introductorio consideraremos estas preguntas.
I. NATURALEZA DE NUESTRO ESTUDIO
1. Definición
La Doctrina Cristiana es esa línea de estudio que se propone mostrar las
enseñanzas de la religión cristiana. Es la exposición organizada de las doctrinas
principales del cristianismo. Es la enseñanza de una forma más o menos
completa y sistemática de las ideas necesarias a un entendimiento de la religión
cristiana.
2. Propósito
El propósito de un tratado sobre la Doctrina Cristiana no es primariamente
probar que el cristianismo es verdadero, sino demostrar lo que los cristianos
creen acerca de su religión. Esto significa que asumimos el punto de vista
cristiano y nos proponemos hacer claro en nuestra mente y en la de otros la
naturaleza y el significado del cristianismo. Nos esforzamos por descubrir y
afirmar cuál es el punto de vista cristiano con referencia a los principales hechos
y fases del cristianismo. Es, de consiguiente, la interpretación del cristianismo tal
como los cristianos la ven. Es un esfuerzo por hacer inteligibles los hechos del
cristianismo.
II. LA NECESIDAD DE LA DOCTRINA CRISTIANA
Mucha gente hoy día tiene poca paciencia con cualquier clase de enseñanza
doctrinal precisa en religión. Esta aversión por la doctrina religiosa no se
confina a los que son completamente indiferentes y hostiles a la religión. Aun
mucha gente religiosa es poco amistosa hacia cualquier clase de enseñanza
doctrinal exacta. Ellos quieren limitar la religión al reino del sentimiento o de la
apacible buena voluntad, o hacerla un asunto de actividad social práctica. Ha
habido mucha discusión en cuanto a si la religión es propiamente una cuestión
de sentimiento, de creencia o de actividad. A decir verdad, la religión es las tres
cosas. Sin el elemento del sentimiento, la religión tiene muy poco poder
motivador; sin la creencia doctrinal, carece del elemento de la inteligencia; sin
actividad práctica, se vuelve insípida y vacía.
Ahora bien, nosotros mantenemos que el elemento de doctrina en el
cristianismo es necesario por las siguientes razones:
1. La naturaleza del hombre necesita de doctrina.
Como se indica arriba, el ideal verdadero de la religión envuelve toda la
naturaleza del hombre. Cuando la religión ministra a un solo aspecto del ser
humano, entonces la religión viene a ser unilateral y pervertida y desarrolla una
gente unilateral y pervertida. Los hombres no pueden esperar ejercitar su
inteligencia en todas las otras fases de las actividades de la vida y luego sofocar
sus intelectos en lo que concierne a la religión. Los hombres pensarán acerca
de la religión; y cuando un hombre piensa acerca de la religión, lo que él piensa
es su doctrina religiosa. El hombre poco amistoso a la doctrina religiosa ha
pensado hasta cierto punto acerca de la religión y a menudo nos dice con gran
vehemencia cuáles son sus pensamientos. Y eso nos da su doctrina o sus
doctrinas religiosas. De modo que, por el mismo hecho, no puede existir la
religión sin algún elemento de doctrina.
2. El cristianismo del Nuevo Testamento pone marcado énfasis en la
enseñanza.
Alrededor de cuarenta y cinco veces en los Cuatro Evangelios, se le llama a
Jesús Maestro, y cerca del mismo número de veces se dice que él enseñaba.f1
Pablo y los otros apóstoles y los caudillos del Nuevo Testamento fueron
maestros. La misma cosa es un hecho acerca de los profetas del Antiguo
Testamento. Este hecho —que el Antiguo y el Nuevo Testamentos pongan gran
énfasis en la enseñanza— es tan evidente que no se necesita argüir más sobre lo
mismo. Los que creen que el Nuevo Testamento debe ser nuestro guía,
probablemente estarán de acuerdo en que la enseñanza o doctrina es necesaria
en el cristianismo. La enseñanza o doctrina era esencial en el cristianismo del
Nuevo Testamento. Para nosotros es necesaria todavía.
El cristianismo del Nuevo Testamento era una religión de la verdad. Hacía
énfasis en la verdad. El cristianismo siempre ha reclamado ser una forma de la
verdad. Si el cristianismo no es una forma de la verdad, entonces los cristianos
han sido siempre engañados en cuanto a la naturaleza de su religión.
Pablo nos dice lo que él predicó como el evangelio. Fue que Cristo murió por
nuestros pecados, conforme a las Escrituras; que fue sepultado; y que fue
resucitado de entre los muertos conforme a las Escrituras (<461503>1 Corintios
15:3, 4). El evangelio, entonces, consiste en ciertos hechos, pero no solamente
en los hechos escuetos (si es que pudiera haber tal cosa), sino también en el
significado de esos hechos. El significado de estos hechos lleva consigo la
conclusión de que el evangelio es un evangelio de verdad, de importancia. El
cristianismo no consiste en hechos ininteligibles, ni de mero sentimiento. El se
basa en hechos, pero en hechos de una importancia muy definida para nosotros
y para nuestra vida espiritual.
3. Es necesario un conocimiento de la verdad en la vida cristiana.
La vida cristiana es una vida de fe. Se llega a ser cristiano por un acto de fe.
Por gracia sois salvos por la fe (<490203>Efesios 2:3). Y todo lo demás que sea la
fe, reclama ser un reconocimiento de la verdad y un acto de confianza basada
en ese conocimiento. Es un acto de aventura basada en la promesa del
evangelio. La fe se basa en la Palabra del evangelio. El evangelio es buenas
nuevas, buenas nuevas de algo que Dios ofrece a los hombres en Cristo Jesús.
La fe es la aceptación de ese ofrecimiento.
Por la fe nosotros entramos a la vida cristiana; por la fe crecemos en la vida
cristiana. La fe es un acto de confianza basada en la promesa del evangelio, y
alimentándose en la Palabra del evangelio, crece la fe. Sin un conocimiento
desarrollado de la verdad, puede haber poco y aun nada de crecimiento en la
vida cristiana. La vida espiritual depende tanto del conocimiento de la verdad
para su desarrollo como la vida física depende del alimento.
4. Un conocimiento de la verdad es necesario para propagar el evangelio.
Uno de los impulsos fundamentales en la vida cristiana es el impulso a propagar
el evangelio. Se señaló antes que el llegar a ser cristiano es un acto racional y
voluntario basado en un conocimiento del evangelio. El que propaga el
evangelio, entonces, debe ser capaz de darle al que desea ganar a la vida
cristiana, un concepto inteligente de lo que significa ser cristiano. El llegar a ser
cristiano no es un asunto de dar un salto ciego en la obscuridad. El propagador
del evangelio debe, de consiguiente, tener un alcance inteligente del significado
del evangelio y debe estar en capacidad de dar una afirmación inteligente
acerca del mismo.
5. Un conocimiento de la verdad es necesario para la defensa del
evangelio.
Algunas veces el evangelio debe ser defendido. Pero no se puede defender
aquello que no tiene significado alguno. Una religión sin doctrina sería una
religión sin significado. Y tal religión no podría ser propagada ni defendida.
En el Nuevo Testamento, especialmente hacia la última parte, encontramos a
Pablo y a otros defendiendo vigorosamente el evangelio en contra de los que lo
negaban o pervertían. Pablo empleó gran parte de su vida y energía
oponiéndose a los judaizantes, y tanto Pablo como Juan defendieron
vigorosamente el evangelio en contra de los gnósticos. Para actuar así ellos
tenían que afirmar el evangelio en términos de significado definido.
El elemento de doctrina en el cristianismo, entonces, es necesario. Hablar de
religión sin doctrina es hablar disparates. Desde luego, esto no es decir que la
doctrina es todo lo que hay en la religión. Es posible dar demasiado énfasis
sobre el lugar de la doctrina. Necesitamos recordar también que la doctrina no
existe por su propia causa: no es ninguna cosa que deba tenerse en la mente y
pensarse solamente. Es un programa de actividad. Todo el Nuevo Testamento
recalca el hecho de que oír la Palabra no es suficiente; debe ponérsela en
acción. La doctrina no es un sistema de ideas sólo para contemplarse; es una
invitación a vida y actividad. No solamente debe oírse la Palabra, también se
debe practicar. Nosotros empero repetimos, la doctrina es necesaria o nuestra
actividad será ciega y sin propósito.
 
CAPÍTULO 1. LA CAPACIDAD DEL HOMBRE RESPECTO A DIOS
I. La Opinión Bíblica General del Hombre
1. El hombre, más que un organismo físico
2. El hombre, una personalidad espiritual
(1) Inteligencia
(2) Voluntad
(3) Afección racional
(4) Naturaleza moral
II. Poderes Personales Necesarios a la Vida Cristiana
III. La Sed que el Hombre Tiene de Dios
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Si el hombre ha de vivir una vida religiosa que sea digna de tal nombre, debe
conocer a Dios, debe entrar en comunión con Dios. Esto envolverá
necesariamente dos cosas: revelación de parte de Dios y una capacidad de
parte del hombre para conocer a Dios; o para usar la más significante
expresión, el hombre debe ser capaz de amistarse con Dios. El tema de la
revelación se discutirá más adelante. En este capítulo queremos considerar el
asunto de la capacidad del hombre para conocer a Dios o para relacionarse
con él.
Debemos recordar, sin embargo, que estas dos cuestiones en realidad deben ir
juntas, que ellas son dos fases de un asunto, y no realmente dos cosas
separadas. La cuestión referente a si el hombre está en capacidad de
relacionarse con Dios no puede establecerse aparte del punto de la revelación,
así como la cuestión de que si el hombre ve no podría establecerse aparte de
los objetos de la visión. Desde luego, que el hombre no podría ver a menos que
hubiera objetos de visión, como tampoco podría haber objetos para ser vistos
a menos que el hombre tuviera la capacidad de ver. Cada cosa envuelve a la
otra. Lo mismo es cierto con referencia a la revelación y a la capacidad del
hombre de tener relación con Dios. Algunas veces se ha discutido la capacidad
del hombre para conocer a Dios como si tal capacidad en el hombre pudiera
ser alguna cosa afuera de la revelación por parte de Dios. O se ha discutido la
revelación como si pudiera existir una revelación independiente de la capacidad
del hombre para recibir esa revelación. Pero semejantes abstracciones yerran el
punto. El hombre no tiene capacidad para conocer a Dios excepto en la
manera como Dios se revela a sí mismo, ni Dios podría revelarse a sí mismo a
un ser que no tuviera capacidad de conocerlo. Lo uno implica lo otro.
Tampoco debe tomarse esto como si en la religión Dios y el hombre
descansaran en un mismo plano de igualdad el uno con el otro. Esto no es
cierto. Dios es siempre el que toma la iniciativa y actúa como creador. El
hombre reconoce a Dios como soberano y actúa de conformidad. Sin embargo
el hombre debe tener la capacidad para responder al poder creador y redentor
de Dios. En otras palabras, debe haber algo más en el hombre de lo que hay en
las cosas o en los animales; de otro modo él no podría ser religioso. Si no se
encontrara en el hombre la capacidad que no existe en las cosas o en los
animales, Dios no podría atraerlo a su compañía.
I. LA OPINIÓN BÍBLICA GENERAL DEL HOMBRE
1. El Hombre, más que un organismo físico.
Resulta evidente de la experiencia y de la observación por un lado y de la
enseñanza de las Escrituras por el otro, que el hombre es más que un ser físico.
Su cuerpo vino del polvo de la tierra; pero Dios alentó en su nariz soplo de vida
y el hombre fue hecho un alma viviente (<010207>Génesis 2:7). Dios hizo al hombre
a su propia imagen (<010126>Génesis 1:26, 27). Esto evidentemente hace referencia
a la naturaleza espiritual del hombre, y no a su cuerpo. Esta imagen divina
puede reflejarse en el hecho de que el hombre camina erecto,f2 pero la esencia
de ello está en algo más hondo, en algo que no es visible al ojo físico. Hay una
fase indivisible e inmaterial de esta vida.
2. El hombre, una personalidad espiritual.
Lo que la Biblia da a entender al referirse a que el hombre fue creado según la
imagen divina, pudiera expresarse diciendo que el hombre es una persona
espiritual. Quizá sería mejor decir que él tiene la capacidad de llegar a ser una
persona así. La cosa más grande respecto al hombre no es lo que él ahora es,
sino lo que es capaz de llegar a ser.
Quizá sea bueno fijarse en las capacidades del hombre, aquellas que se
envuelven en su personalidad. ¿Cuáles son los poderes que el hombre posee y
que lo hacen capaz de crecer en una personalidad espiritual —no poderes
completamente desarrollados— antes bien, capacidades o potencialidades?
(1) Uno de ellos es la inteligencia.
El poder de pensar, de conocer, distingue al hombre de las cosas y de los
animales. Los animales tienen una forma rudimentaria de inteligencia, pero en
este respecto no se les puede poner en la misma clase con el hombre. El
hombre tiene el poder de razonar, de reflexionar, de investigar, de sacar
conclusiones, de guiar su vida por sus pensamientos y conclusiones. Los
animales inferiores no pueden hacer nada de esto. El hombre no solamente
tiene el poder de la conciencia; tiene el poder también de la conciencia de sí
mismo. El tiene el poder de objetivar su yo, de hacer a su persona un objeto de
pensamiento, de conocerse a sí mismo en relación con el mundo en el cual
vivimos y en relación con otras personas. Ningún perro o caballo o mono ha
mostrado nunca alguna señal de tal aptitud.
(2) Otra capacidad que pertenece al hombre en virtud de su personalidad
espiritual es el poder o fuerza de voluntad.
El hombre tiene el poder de escoger, de formarse ideales, de encauzar sus
energías hacia la realización de sus ideales. Algunos sostienen que el hombre no
tiene libertad, que es totalmente determinado por la herencia y el ambiente.
Otros han sostenido que su libertad es prácticamente sin límites, que él puede
hacer cuanto le venga en gana. Ninguna de estas posiciones es acertada. El
hombre es libre, mas su libertad es limitada. El está parcialmente determinado
por la herencia y por el ambiente. Por la herencia y por el ambiente limitaciones
muy serias le son impuestas, pero hasta cierto punto él puede superarlas un
poco. Pudiéramos decir, más bien, que dentro de ciertos límites determinados
por la herencia y el ambiente, el hombre tiene dirección propia. No es
totalmente un esclavo de ambas cosas. Dentro del círculo de ellas, él tiene el
poder de escogimiento y de determinación personal. Tiene el poder suficiente
de elección como para ser un agente moral responsable.
Esta libertad es encarecida en el momento en que el hombre entra a una
comunión consciente con Dios en Cristo. El Nuevo Testamento hace resaltar
esta libertad de los hijos de Dios —aquellos que nacen de nuevo por la fe en
Cristo. Esta es una libertad que le da al hombre, en principio, la victoria sobre
sí mismo y sobre el mundo. El hombre, poseído por el Espíritu de Dios, es en
verdad un ser real en cuanto a su poder sobre las fuerzas hostiles de la
naturaleza y del pecado. Y aun por naturaleza hay en él un inherente poder de
elección que lo hace capaz de recibir el evangelio, un poder que no posee
ningún ser en el reino natural inferior a él.
(3) También el hombre posee el poder del afecto racional.
Los animales inferiores tienen el poder de la afección instintiva. En el mundo
animal, la madre se sacrificaría por el bien de su cría. Pero en la vida humana,
este poder de sacrificio se levanta hasta el nivel de la cualidad racional. Esto es,
una persona puede, y algunas veces lo hace, elevarse hasta el nivel del sacrificio
deliberado por el bien de otros. Esto se exhibe en la relación de familia —el
padre por el hijo o el hijo por el padre. O tal sacrificio puede manifestarse por
parte del amigo para el amigo, del patriota para su país, o en muchas otras
relaciones humanas.
Luego, este poder se ve en su mejor expresión solamente donde el hombre ha
sido purificado del pecado y atraído a la comunión con Dios en Cristo. La
demostración suprema de semejante amor la encontramos en la cruz de Cristo;
y Cristo solo tiene el poder de inspirar ese amor en el corazón de los hombres
de modo que llega a ser la pasión consumidora y dominante de la vida.
(4) Como una personalidad espiritual, el hombre tiene también una
naturaleza moral.
Esto significa que él tiene un sentido de lo bueno y lo malo, que puede distinguir
entre lo bueno y lo malo y que se juzga a sí mismo y a otros con referencia a lo
bueno y a lo malo.
El sentido de lo bueno y lo malo es inherente en el hombre; es una parte de su
constitución moral. Sin esto él no sería humano; sólo sería una bestia. El
hombre posee este sentido de lo bueno y lo malo en virtud del hecho de que él
es humano. Por el sentido de lo bueno y lo malo damos a entender el
sentimiento (o intuición) de que existen lo bueno y lo malo y de que nosotros
estamos obligados a hacer lo bueno y a evitar lo malo. Este sentido de lo bueno
y lo malo no puede originarse por experiencia ni en el individuo ni en la raza.
Tan lejos como este autor puede ver, dicho sentido viene a la raza y al
individuo por medio de un acto creativo de Dios. Tampoco puede interpretarse
este sentido de lo bueno y lo malo en términos de cualquier otra clase de
experiencia. No puede reducírsele a lo placentero o a lo utilitario. El sentimiento
de que una cosa es correcta y de que es agradable o útil son dos tipos de
experiencia totalmente diferentes. La sensación de que un acto o curso de
conducta es bueno o recto no es una sensación de utilidad. Ella participa de la
naturaleza de un “imperativo categórico”. Sentimos que estamos obligados a
hacer lo que es recto ya sea placentero o conveniente, o no. Podemos buscar
lo que es agradable o conveniente; debemos seguir lo que es recto. La
obligación moral es algo que se nos impone. Nosotros no ponemos la
obligación sobre nosotros mismos. Algunas veces daríamos el mundo si nos
pudiésemos desprender de ella. Está puesta sobre nosotros por el sistema de
cosas al cual pertenecemos —según el cristiano cree— por Dios. Esta
sensación de obligación moral puede ser aumentada o dilucidada, o puede ser
encallecida por la experiencia; pero claramente se desprende de su naturaleza
que no es originada por o en la experiencia.
II. PODERES PERSONALES NECESARIOS A LA VIDA
CRISTIANA
Nos gustaría ahora señalar que estos poderes o capacidades del hombre como
una persona espiritual son esenciales en su vida religiosa. Nosotros creemos
que esto podría hacerse evidente con referencia a cualquier tipo de religión
digna de considerarse, pero lo consideraremos desde el punto de vista del
evangelio de Cristo. Siendo que es la Doctrina Cristiana lo que estamos
considerando, y no la religión en general, veamos cómo estos poderes son
esenciales a la comunión del hombre con Dios en Cristo. Esto es muy evidente,
sin embargo, si guardamos en la mente las enseñanzas del Nuevo Testamento,
no se hace necesaria una discusión extensa.
El evangelio del Nuevo Testamento fue un mensaje que cada hombre debía oír
y aceptar por sí mismo. Este se dirigía al hombre como un ser inteligente y
apeló a su mente y a su voluntad. No se disfrutaba de sus beneficios por virtud
de ser un judío, ni en virtud de ser un miembro de una familia en particular.
Jesús causó división. El dividió familias (<401021>Mateo 10:21, 35, 36). Los
hombres se aliaron alrededor de él o en contra de él. El apeló a la voluntad de
los hombres. Ellos debían escoger el seguirlo.
Además, él resumió los requisitos de Dios para el hombre en el amor —amor a
Dios y al hombre (<411230>Marcos 12:30, 31). Este amor del que Dios habla no es
afección natural; es buena voluntad racional. Y se espera de los hijos de Dios
que tengan esta buena voluntad racional hacia todos los hombres —enemigos
tanto como amigos. Y sólo de esta manera podemos ser verdaderos hijos de
Dios (<400543>Mateo 5:43 sigtes.).
Sólo entonces, como un ser inteligente y libre, con poder para conocer y elegir,
puede el hombre responder al evangelio de Cristo y aceptarlo. Solo como un
ser con naturaleza moral capacitado para distinguir lo bueno de lo malo, con
capacidad para amar a Dios y al hombre, puede él vivir la vida requerida por el
evangelio.

III. LA SED QUE EL HOMBRE TIENE DE DIOS
Hay algo en el hombre que no se satisfará con lo visible y lo temporal. Algo en
él clama por lo espiritual y por lo eterno. El hombre tiene sed de Dios. En
medio de lo visible y lo transitorio, él alcanza lo invisible y lo que permanece. El
Salmista expresa este grito universal del corazón humano cuando nos dice:
Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh
Dios, el alma mía” (<194201>Salmo 42:1). Dondequiera que se encuentren los
hombres han tenido siempre alguna forma de religión. Si hay algunas
excepciones a esta afirmación, ellas son tan insignificantes que podemos
descuidarnos de ellas. Todos los hombres de todas las razas y climas han
clamado por Dios.
Otro hecho digno de mencionarse es que este anhelo del espíritu humano se
satisface en Cristo. El es la luz del mundo (<430905>Juan 9:5). Es el pan de vida
(<430635>Juan 6:35). Es el camino, la verdad y la vida (<431406>Juan 14:6). Es al alma lo
que la luz es al mundo material. Es al espíritu del hombre lo que el pan es al
cuerpo. El satisface los anhelos más profundos del espíritu humano.
Así vemos que el hombre fue hecho para el evangelio, y el evangelio fue hecho
para el hombre. Se ajustan el uno al otro como el guante se acomoda en la
mano. Cada uno fue designado para el otro. La naturaleza del hombre fue
hecha para Dios, y aparte de Dios el hombre falla en su destino verdadero.

CAPÍTULO 2. REVELACIÓN
I. El Significado de la Revelación
1. Definición
2. Fases de esta definición
(1) Es un acto de Dios
(2) Es Dios quien se revela
(3) Nos viene por medio de Cristo
(4) Hace posible el compañerismo con Dios
II. El Medio de la Revelación
1. Conciencia de Jesús acerca de Dios
2. La enseñanza de Jesús respecto a Dios
3. Carácter y vida de Jesús
4. Las demandas de Jesús en cuanto a sus relaciones con Dios
(1) Que Dios lo envió al mundo
(2) Que él tenía un conocimiento especial e íntimo de Dios
(3) Que él es el único mediador de tal conocimiento de Dios
5. La obra redentora de Jesús
6. Revelación por medio de la naturaleza
(1) Es insuficiente para las necesidades religiosas del hombre
(2) Es esencial
III. La Biblia y la Revelación
1. Los Cuatro Evangelios presentan el corazón del evangelio
2. Los Hechos registran la obra del evangelio
3. Las epístolas interpretan el significado del evangelio
4. El Apocalipsis proyecta el triunfo del evangelio
5. La Biblia está centralizada en Cristo
6. La Biblia es el registro de una revelación progresiva
7. La Biblia es el mensaje de Dios dado a través de agencia humana
8. La autoridad de la Biblia
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Según se expuso en el capítulo anterior, la religión, si es que ha de tener
cualquier realidad que valga la pena, debe ser un asunto de comunión entre
Dios y el hombre. Pero tal comunión depende de dos cosas: revelación por
parte de Dios, y una capacidad por parte del hombre para mantener
compañerismo con Dios. Esto corresponde al hecho de que en todo
conocimiento son necesarios dos factores: un objeto de conocimiento, y la
actividad de la mente conocedora. La religión es una relación recíproca entre
Dios y el hombre en la cual Dios se manifiesta a sí mismo al hombre y el
hombre responde a la revelación que Dios hace de sí mismo.
Todas las religiones mantienen la idea de que en alguna manera Dios (o los
dioses) se revela a sí mismo al hombre. La idea de revelación de alguna clase y
de algún modo es orgánica a la idea de religión. Es muy dudoso, para decir lo
menos, que pudiera haber una religión digna de tal nombre de la cual no se
pensara como siendo dependiente de la revelación.
En el capítulo anterior consideramos la capacidad del hombre con respecto a
Dios. Ahora deseamos examinar la idea de revelación —en particular— la
doctrina cristiana de la revelación.

I. EL SIGNIFICADO DE LA REVELACIÓN
Antes que todo, consideremos el significado de la revelación. ¿Qué es
revelación?
1. Definición
Revelación, en el sentido cristiano, es ese descubrimiento personal de Dios en
Cristo, que hace posible para el hombre conocer a Dios y vivir una vida de
amistad con él.
2. Fases de esta definición
Bien podemos detenernos con provecho en algunas fases de esta definición y
así hacer más claras algunas cosas en el significado de la revelación.
(1) Nótese que la revelación es un acto de Dios
Algunas veces los hombres se han referido al conocimiento del hombre con
respecto a Dios como una clase de actividad unida de parte de Dios, —de
revelación del hombre en la parte de Dios y descubrimiento en la parte del
hombre. Esto puede muy fácilmente ponerse en tal forma que resulte falso. El
conocimiento del hombre respecto a Dios es una revelación de parte de Dios.
Es descubrimiento del hombre en el sentido de que es algo nuevo en su
experiencia. Llega a conocer algo que no conoció antes. Irrumpe en su
conciencia como una nueva experiencia. Ello es nuevo, no solamente en el
sentido de que él ahora conoce algo que no conoció antes, sino también en el
sentido de que es una nueva clase de experiencia. El hombre no descubre a
Dios en el mismo sentido o del mismo modo que él descubre la verdad en el
reino de la ciencia o de la filosofía o de otros campos del saber humano.
No queremos decir tampoco que Dios se revela al hombre aparte de la
búsqueda que éste hace de aquél. El hombre busca a Dios y Dios responde a la
búsqueda del hombre impartiéndole un conocimiento de sí mismo.
Pero sí queremos decir que, cuando el hombre entra a una comunión
consciente con Dios, él sabe en su corazón que su búsqueda no produjo esa
comunión. Es consciente de que Dios produjo este conocimiento de sí mismo
en el corazón del hombre. Esto significa una cosa más, esto es: que la búsqueda
que el hombre hace de Dios es en sí misma la obra de Dios. Como se vio en el
capítulo anterior, el hombre debe poseer la capacidad de responder a Dios.
Pero en esa relación necesitamos recordar dos cosas: Una es que esta
capacidad es en sí misma el regalo de Dios; la otra es que Dios mismo mueve,
guía y dirige las aspiraciones del hombre hacia él. Así pues, la capacidad del
hombre para conocer a Dios, su impulso hacia Dios, su despertamiento a un
sentido de la presencia de Dios —todo esto es obra de Dios. Y de esa manera
la revelación es la obra de Dios desde el principio hasta el fin. Dios no se revela
a sí mismo aparte de la respuesta del hombre, pero él promueve la respuesta
misma.
(2) No sólo la revelación es un acto de Dios; es Dios mismo la cosa revelada.
Revelación es un descubrimiento de sí mismo. Dios se descubre a sí mismo. El
doctor Mullins nos recuerda que la revelación es primariamente una
comunicación de Dios mismo más bien que de una verdad acerca de Dios.f3
Hoy por hoy existe un decidido movimiento de regreso a la idea de que Dios
más bien que el hombre constituye el centro de la religión. Y Dios es el centro
en el cristianismo, no sólo en el sentido de que Dios actúa para hacerse
conocer. El contenido de la revelación se centraliza en Dios. Dios es la
substancia de la revelación.
(3) Otra cosa implicada en nuestra definición es que la revelación nos viene a
través de Cristo. Cristo es tal personificación de Dios que él podía decir: “El
que me ha visto, ha visto al Padre” (<431409>Juan 14:9). Este punto será
desarrollado más adelante en este capítulo.
(4) La revelación es tal descubrimiento de parte de Dios, que hace posible una
vida de compañerismo con él. La revelación es hacer a Dios conocido. Pero no
está designado en primer lugar como para darnos una teoría de Dios y del
universo. Este no es el propósito. Su propósito es tal descubrimiento de Dios,
de modo que pueda darle al hombre un conocimiento de Dios destinado a traer
al hombre a un compañerismo con Dios. Esta definición nos da la idea general
de revelación en el cristianismo. En la discusión que sigue, algunas fases de este
asunto serán desarrolladas más ampliamente.

II. EL MEDIO DE LA REVELACIÓN
Uno de los principales factores en la Doctrina Cristiana de la revelación es que
Cristo es el medio de la revelación.
1. Conciencia de Jesús acerca de Dios.
Una de las cosas más notables acerca de Jesús —un hecho al mismo tiempo
obvio y significativo— es que él era un hombre religioso. Toda su vida la vivió a
la vista de Dios y se consagró a él. Todos sus deberes fueron deberes para con
Dios. No hubo esfera de la vida en la cual Dios no fuese reconocido. No hubo
elemento en la vida que fuera secular, nada que fuera común o impuro. Dios fue
reconocido como la Fuente de toda bendición y como el Maestro del destino
de este mundo y del mundo venidero.
Su vida fue una vida de comunión sin sombras con Dios. Se distinguió no
solamente por el hecho de que fue un hombre cuya vida total era religiosa, sino
también por el otro hecho de que su comunión con Dios no fue interrumpida. El
hacer la voluntad de Dios era su carne y su bebida. Ser consciente de Dios era
para él el aliento de vida. Nunca se descubrió en él la menor conciencia de
desarmonía o falta de compañerismo con Dios. Las primeras palabras que de él
se registran son: “¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me conviene
estar?” (<420249>Lucas 2:49), mientras que al exhalar su aliento dijo: “Padre, en tus
manos encomiendo mi espíritu” (<422346>Lucas 23:46). Toda su vida fue de
obediencia a Dios. Antes de negar la voluntad de su Padre, bebió la copa
amarga del sufrimiento y de la muerte en la cruz.
2. La enseñanza de Jesús respecto a Dios.
Otro factor en la revelación que Jesús hizo de Dios fue su enseñanza acerca de
Dios. Jesús fue un Maestro religioso, y la doctrina de Dios era central en su
enseñanza. Se sostiene generalmente por toda clase de estudiantes del Nuevo
Testamento que la enseñanza de Jesús respecto a Dios es la más elevada que el
mundo ha visto. Es un Dios de perfecta sabiduría y poder. No hay duda alguna
acerca de la personalidad de Dios en el concepto de Jesús. Para él, Dios no
era un principio abstracto o un poder impersonal o panteísmo absoluto. El era
una persona de justicia perfecta y de amor. El es bueno tanto para con los
malos como para con los buenos; envía la lluvia sobre el injusto lo mismo que
sobre el justo (<400543>Mateo 5:43-48). Esta bondad hacia los malos es el principal
elemento en su carácter perfecto, el que debiera ser imitado por los hombres si
es que ellos han de ser verdaderos hijos del Padre. Su carácter puede
resumirse en el nombre Padre. Está interesado en todo lo que concierne a sus
criaturas sobre la tierra. Los mismos cabellos en su cabeza están todos
contados. Ni un solo gorrioncito cae a tierra sin su conocimiento (<401029>Mateo
10:29, 30). Sus hijos pueden confiar en él para la provisión de sus necesidades
(<400625>Mateo 6:25 sigtes.). El sabe anticipadamente lo que ellos necesitan y por
tanto pueden pedirle con confianza que supla sus necesidades (<400606>Mateo 6:6-
8). El no da cosas malas sino buenas, en respuesta a las oraciones de su pueblo
(<400707>Mateo 7:7-11). Su misericordia se extiende hacia los pecadores y él los
recibirá gratamente cuando se arrepientan y vengan a él. (Lucas 15). Sin
embargo, no debemos interpretar esto como significando que las cualidades
más severas según las enseñó Jesús están ausentes del carácter de Dios. El
advierte a los hombres a temer a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo
en el infierno (<401028>Mateo 10:28). El hombre que tiene el espíritu de odio para
su hermano o el espíritu implacable, y manifiesta este espíritu en violencia y en
lenguaje grosero, está en peligro del juicio y del infierno de fuego (<400521>Mateo
5:21-26).
3. Carácter y vida de Jesús.
Otra cosa que entra como un importante factor en la revelación que Jesús hace
de Dios es su carácter impoluto y su vida de servicio a Dios y al hombre. Jesús
fue la perfecta personificación y representación de su propia enseñanza. El fue
todo lo que él enseñó. El expuso delante de los hombres el carácter perfecto de
Dios como el ideal hacia el cual ellos debían esforzarse por llegar (<400548>Mateo
5:48). Ningún discípulo de Jesús ha podido alcanzar este alto ideal. ¿Pero qué
hay en cuanto a Jesús? Con él la historia es diferente. El fue la incorporación en
forma humana de la vida santa de Dios. Ningún hombre pudiera tener una
aspiración más alta en el reino del carácter que desear ser como él. El vivió de
tal modo entre los hombres que llegar a imitarlo fue la pasión de las más nobles
almas que lo conocieron.
Este carácter perfecto de Jesús fue el exponente en forma humana del carácter
santo de Dios. Cuando Jesús fue acusado de comer con los publicanos y
pecadores, su respuesta fue admitir el cargo y entonces dijo tres parábolas para
mostrar el amor de Dios hacia los pecadores, consideró a éstas prácticamente
como de un infinito valor y estuvo listo a perdonar al pródigo penitente (Lucas
15).
¿Qué era esto si no decir que su amor por los pecadores y despreciados era el
amor de Dios? Y desde ese día hasta hoy, los pecadores lo han tomado así y
por venir a Cristo han encontrado el amor perdonador de Dios. Jesús declaró
que él echaba fuera demonios en el poder de Dios (<401222>Mateo 12:22 sigtes.).
Sus obras de sanar y bendecir a los hombres eran el método por el cual la
benevolencia de Dios se manifestaba hacia la humanidad pecadora y
necesitada. Las obras de Jesús eran las obras del Padre y fueron una
manifestación de su unidad con el Padre (<431410>Juan 14:10, 11).
4. Las demandas de Jesús en cuanto a sus relaciones con Dios.
En relación con la enseñanza de Jesús referente a Dios y el carácter de Jesús
como la personificación de la vida moral de Dios, será bueno pasar revista a las
demandas de Jesús concernientes a sus relaciones con Dios. Aquí hay tres
afirmaciones distintas pero relacionadas entre sí de parte de Jesús.
(1) Una es que Dios lo envió al mundo. Jesús vivió su vida bajo la sensación
de una visión divina. Su solo deseo era hacer la obra para la cual Dios lo había
enviado al mundo. El era claramente consciente de que había salido de Dios
para cumplir una misión; y para cumplirla él dio su vida (<430434>Juan 4:34; 5:30;
6:38).
(2) Jesús también afirmó tener un conocimiento especial e íntimo de Dios,
un conocimiento de Dios que no poseyó ningún otro. El dice: “Y nadie
conoció al Padre, sino el Hijo” (<401127>Mateo 11:27). En este pasaje Jesús
reclama tener un conocimiento directo e inmediato de Dios que otros hombres
no tuvieron. Otra vez, hablando del Padre, él dice: “Yo le conozco, porque de
él soy y él me envió” (<430729>Juan 7:29). Hablando de él mismo como el buen
pastor, Jesús dice que él conoce sus ovejas, “así como el Padre me conoce a
mí, y yo conozco al Padre” (<431015>Juan 10:15). Este conocimiento de Dios el
cual Jesús afirma poseer es un conocimiento que fluye de una comunión directa
y espiritual entre el Padre y el Hijo.
(3) Más todavía, Jesús reclama ser el único mediador de tal conocimiento
a los hombres. Nadie conoce al Padre sino el Hijo, “y aquel a quien el Hijo lo
quisiere revelar” (<401127>Mateo 11:27). He aquí la demanda sorprendente de que
todos los otros hombres dependen de él para un conocimiento de Dios. Su
propio conocimiento de Dios es directo e inmediato; el de los otros hombres es
por la mediación de él. En este reino, todas las cosas le han sido a él
encomendadas por el Padre. El es el Señor de este reino. Los otros hombres
dependen de él. Dios se revela a los otros hombres sólo a través de su Hijo.
5. La obra redentora de Jesús.
Un elemento esencial en la revelación que Jesús hace de Dios es la obra
redentora realizada por Jesús a favor del hombre. El dice que el Hijo del
hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido (<421910>Lucas 19:10). Su
misión fue redentora. El fue un Salvador según su mismo nombre, Jesús, lo
indica (<400121>Mateo 1:21). El punto que nos interesa es el de mostrar que la obra
de Jesús al redimir al hombre es una revelación de Dios.
El punto central acerca de Cristo en el Nuevo Testamento es que él es el
Salvador de los pecados. El se dio a sí mismo, aun hasta la muerte de Cruz, a
fin de que los hombres pudiesen ser salvos.
Como una parte integral de la obra redentora de Jesús y como la culminación
de la misma, la resurrección de Jesús fue la obra de Dios. En el día de
Pentecostés Pedro les dijo a las gentes que este Jesús, a quien ellas habían
crucificado, Dios le había levantado de entre los muertos y le había exaltado a
su diestra, o sea, la posición de autoridad y de poder supremos (<440232>Hechos
2:32, 33). No es simplemente el Jesús que vivió entre los hombres sobre la
tierra y que murió en la cruz el que revela a Dios ante los hombres; es el mismo
Jesús que también resucitó de entre los muertos y ascendió a la gloria. Todo
aquel que niegue que Jesús conquistó de ese modo a la muerte y que fue
entronizado a la diestra de Dios, negará también que en Cristo nosotros
obtenemos un conocimiento de Dios único y sin paralelo.
Podemos resumir el punto, diciendo que en Jesús tenemos una revelación
histórica y objetiva de Dios según el lenguaje del cuarto Evangelio. “A Dios
nadie le vio jamás: el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le
declaró” (<430118>Juan 1:18). El escritor dice aquí que Dios, a quien los hombres
nunca han podido colocar dentro del plano visual, ha llegado ser del
conocimiento de ellos a través del unigénito Hijo. En el primer versículo del
capítulo, él declara que el Verbo eterno era con Dios y era Dios mismo. Luego
nos dice que todas las cosas por él (por el Verbo) fueron hechas (v. 3). Nos
dice también que este Verbo se hizo carne y que habitó entre nosotros y que
los hombres vieron su gloria, gloria como la del unigénito del Padre (v. 14).
Esta Palabra eterna es la revelación del Padre.
La idea del Nuevo Testamento acerca de la revelación es la de que Cristo
Jesús, por la vida que él vivió, por las palabras que él habló, por las obras de
misericordia que él hizo, especialmente por su muerte y resurrección, y por la
vida divina que él comunicó a los hombres, revela a Dios. El revela a Dios, no
en el sentido de alzar una cortina de modo que los hombres puedan contemplar
a Dios a distancia, sino en el sentido de que él incorpora a Dios en la vida de
los hombres. El trae a los hombres a la comunión con Dios.
Una palabra más debe decirse aquí acerca de lo que se da a entender cuando
se dice que Cristo es el medio de la revelación. La idea no es la de que la
revelación es algo aparte de él y que nos viene por medio de él. El mismo es
esa revelación. El es la substancia tanto como el medio de la revelación. La
revelación se identifica con él. En él los hombres conocen a Dios.
6. La revelación a través de la naturaleza.
Al decir nosotros que Cristo es el instrumento de la revelación, con ello no
queremos decir que el hombre y la naturaleza no constituyen medios de la
revelación. Tal cosa no sería cierta.
La Biblia claramente reconoce que la naturaleza (y el hombre) es un medio de
revelación. Los escritores de la Biblia admiten que la naturaleza es la obra de
Dios y que, por lo tanto, ella expresa algo de la sabiduría y del poder de Dios.
Los cielos cuentan la gloria de Dios (<191901>Salmo 19:1). En substancia, este es el
testimonio de toda la Biblia. Jesús considera a la naturaleza como la esfera de la
operación de Dios y como el medio de expresar su voluntad. Pablo enseña que
la naturaleza y el hombre revelan a Dios (Romanos capítulos 1 y 2).
Además, la historia y la experiencia humana testifican en favor del hecho de que
la naturaleza le ha hablado siempre al hombre acerca de algo metafísico. La
conciencia del hombre siempre ha sido una conciencia religiosa. En todos los
lugares el hombre ha creído en un poder que está por encima del mundo, poder
que le ha hablado a través del mundo que le rodea, y ha creído también en la
voz de su propia alma que le habla en su interior.
Con respecto a esta revelación de Dios a través de la naturaleza, sobre dos
cosas puede hacerse hincapié.
(1) Una de ellas es que esta revelación a través de la naturaleza
(incluyendo al hombre) no es suficiente para las necesidades religiosas del
hombre. Esta revelación no le trae al hombre una voz clara que le diga que hay
un Dios misericordioso que lo salva del pecado. Esta voz sólo llega a través de
Cristo. En ninguna otra parte del mundo, excepto en Cristo, encontramos un
evangelio que nos salve del pecado. De aquí que la única revelación que puede
considerarse como la revelación cristiana, es la que nos viene por medio del
evangelio de Cristo. Ninguna otra revelación puede igualarse a la del evangelio.
(2) Pero esto no significa que la revelación que recibimos a través de la
naturaleza y del hombre sea sin valor.
En todas partes la Biblia presupone tal revelación y construye sobre ella. En la
Biblia Dios se dirige al hombre como un ser que tiene naturalmente una
conciencia religiosa. Se da por aceptado que el hombre tiene conciencia de
Dios y que puede conocer a Dios. De aquí que aun cuando la revelación de
Dios a través de la naturaleza no es suficiente, ella, sin embargo, es esencial. Sin
la conciencia religiosa del hombre, la revelación de Dios en la Biblia y en Cristo
hubiera sido imposible.

III. LA BIBLIA Y LA REVELACIÓN
Cristo es la revelación de Dios al hombre. El unigénito Hijo declaró al Padre
(<430118>Juan 1:18). El es la substancia de la revelación. El registro de esta
revelación —los medios literarios de su transmisión a nosotros— es la Biblia.
La revelación produjo la Biblia. O, limitando por ahora nuestra consideración
sólo al Nuevo Testamento, la revelación produjo al Nuevo Testamento. Dios
dio a Cristo como la expresión de su voluntad para el género humano. De este
descubrimiento personal por parte de Dios surgió el Nuevo Testamento.
1. Los Cuatro Evangelios son el corazón de la Biblia.
El centro de la Biblia son los Cuatro Evangelios, los cuales nos brindan el relato
del nacimiento, de la vida, de las enseñanzas, de la muerte, de la resurrección y
de la ascensión de Jesús. Si quitáramos de la Biblia los Cuatro Evangelios, este
Libro se quedaría sin corazón. La mayor parte del Libro perdería su
significado. La Biblia es un grupo de literatura que encuentra su unidad en
Cristo; y si el relato de su vida sobre la tierra se sacara de la literatura, ya no
podríamos hablar más de esta como un Libro, siendo que su unidad habría
desaparecido. El es la llave de todo lo que le precede, y todo lo que viene
después guarda relación con él.
2. El Libro de Los Hechos registra la obra del evangelio.
El Libro de Los Hechos contiene la historia empezada en los Evangelios.
(Véase <440101>Hechos 1:1). El nos da a entender que Cristo es un Cristo
superhistórico. El vivió en la historia; pero en su muerte y en su resurrección se
elevó sobre la historia y su actuación sobre la historia viene de arriba. El es “un
evangelio perpendicular a un mundo horizontal”. El derrama desde arriba una
corriente de nueva vida sobre las debilitadas fuerzas morales y espirituales del
mundo. Esa es la única esperanza del mundo.
La primera gran demostración de esto la tenemos en el día de Pentecostés.
Pentecostés fue la liberación del poder redentor del Calvario. El Cristo
resucitado envió a su Espíritu sobre su pueblo con el propósito de que éste
hiciera la obra que Cristo le había comisionado que hiciera (<440108>Hechos 1:8;
2:33).
De manera que en el Libro de Los Hechos tenemos un bosquejo del plan
redentor de Cristo (<440108>Hechos 1:8), y la inauguración del movimiento que
llevó adelante este plan. Tenemos el relato de cómo el evangelio rompió las
estrechas limitaciones raciales de los judíos, llegando a ser un evangelio de
alcances mundiales.
3. Las Epístolas interpretan el significado del evangelio.
Las Epístolas del Nuevo Testamento son mayormente tratados escritos por
Pablo y por otros apóstoles o por personas que se relacionaron muy de cerca
con el grupo apostólico. Estas Cartas explican los principios de la nueva
religión, corrigen los errores que aparecían en las iglesias, y aplican los
principios de la nueva religión a diversos asuntos de la vida personal,
doméstica, social y eclesiástica. Pero todas las cosas vuelven a Cristo y a lo
que él ha hecho por los hombres así como a lo que significa para la vida
humana.
4. El Apocalipsis predice el triunfo del evangelio.
El Apocalipsis anuncia el triunfo final del reino de Dios en la tierra. El
representa el fiero conflicto que se libraba en los días de Juan entre el Cristo
resucitado y las fuerzas del mal —principalmente la falsa religión y las fuerzas
civiles corruptas. Se escribió con el propósito de llevar seguridad y esperanza a
los atribulados cristianos de aquel día, respecto a la victoria final que
indefectiblemente llegaría. Era la victoria que Cristo ganaría por su Espíritu
obrando por medio de sus iglesias. Dicho libro representa el triunfo final del
movimiento que vemos inaugurándose en Los Hechos.
5. La Biblia tiene su centro en Cristo.
Es así como vemos que Cristo constituye el corazón y el centro del Nuevo
Testamento. ¿Pero qué diremos en cuanto al Antiguo Testamento? Podemos
decirlo en una palabra: El Antiguo Testamento era una preparación para Cristo
y para su venida.
Dios escogió a Abraham y a sus descendientes como su pueblo en un sentido
especial —no solamente por causa de ellos sino también por causa del mundo
(<011201>Génesis 12:1-3). Dios tuvo un trato muy particular para este pueblo y le
dio un conocimiento de él, que ningún otro pueblo poseyó. Por medio de su
trato providencial con dicho pueblo, de sus juicios sobre sus pecados, de su
paciencia, de su gentileza y misericordia, por medio de las instituciones para el
culto y de los caudillos que les levantó, y especialmente por el hecho de
revelarse a ellos a través de los profetas, fue que Dios preparó el camino para
Cristo y para su obra salvadora. Con tales métodos, él hizo ahondar en ellos su
sentido de Dios y su necesidad de él; afinó el sentido de ellos con relación al
pecado, contrastándolo con su santidad; él preparó el camino para la
inauguración de una religión espiritual y para su introducción en el Imperio
Romano. El afianzó de tal modo esta religión, que las fuerzas del mal no podían
desarraigarla.
Para corroborar esta tesis no se necesitan referencias específicas del Nuevo
Testamento. Tal tesis es la de Jesús y la de todos los escritores del Nuevo
Testamento. Y ella arroja un caudal de luz sobre el Antiguo Testamento y sobre
los tratados de Dios, allí relatados, con su pueblo escogido.
6. La Biblia es el registro de una revelación progresiva.
La Biblia es el registro de una revelación progresiva, que tuvo su culminación en
Cristo.
Pocos hombres se atreven a negar en el día de hoy que la revelación registrada
en la Biblia es progresiva. Y no obstante, esto no ha sido claramente captado.
El autor del Libro de los Hebreos, en el primer versículo de su epístola
demuestra que él entendió este principio. Jesús lo entendió también. El vino a
completar una revelación que era incompleta (<400517>Mateo 5:17). Eso es lo que
enseña Pablo. El dice que Cristo vino en el cumplimiento del tiempo
(<480404>Gálatas 4:4). Una revelación, históricamente condicionada, difícilmente
dejaría de ser progresiva. Podemos ver esto en la doctrina de Dios en la Biblia.
En la primera parte del Antiguo Testamento se pone énfasis en el poder de
Dios. No se desatienden sus cualidades morales, pero éstas no reciben el
énfasis que encontramos después en los Salmos y en los Profetas. Y no
arribamos al pináculo del concepto bíblico de Dios, sino hasta que llegamos a la
revelación de Dios en Cristo según se registra en el Nuevo Testamento.
Pero, ¿a qué se debe la prolongada dilación en llevar la revelación hasta su fin?
La razón es porque la entrega de una revelación por parte de Dios está moral y
espiritualmente condicionada por parte del hombre. Había condiciones morales,
sociales, políticas y espirituales envueltas. Estas condiciones debían alcanzar su
madurez antes de que la revelación final de Dios pudiera ser dada. Dios no
tiene prisa. Para cumplir sus propósitos, él espera hasta que todas las cosas
estén en forma correcta.
Esto no debe interpretarse en el sentido de que la revelación sea sólo una
evolución naturalista, o en el sentido de que ella puede ser dada sólo en cuanto
las cosas se desarrollan por sí mismas de modo que haya una revelación que
dar. Una parte de la revelación consiste en la creación por parte de Dios de
aquellas condiciones que hacen posible que el hombre reciba la revelación.
Dios puede dar solamente en la proporción en que el hombre puede recibir;
pero la receptividad del hombre es creación de Dios. Pero para crear esta
receptividad, o, en otras palabras, para producir las condiciones necesarias
para la recepción de una revelación, Dios está limitado por las condiciones que
él tiene que manejar.
En lo que Jesús dijo acerca del divorcio, vemos que reconoció este principio en
su aplicación a las cuestiones morales (<401903>Mateo 19:3-12). Si uno mira las
enseñanzas de la Biblia como estando todas ellas sobre el mismo plano moral y
espiritual, entonces estas dificultades no tienen solución. Sobre la base de una
revelación progresiva, algunos asuntos, como el de la destrucción total de los
enemigos por orden expresa de Dios, se pueden entender con mayor facilidad.
Asuntos como ése no pueden resolverse con sólo atribuirlos a la soberanía de
Dios. Aun el Dios soberano debe actuar correctamente. Pero cuando
recordamos que los hombres que Dios estaba usando para llevar adelante sus
propósitos fueron hombres de ideales morales muy bajos en comparación con
los hombres de épocas posteriores, y cuando recordamos que las naciones que
iban a ser destruidas eran tan depravadas moral y espiritualmente que su
completo exterminio era probablemente lo más beneficioso para el mundo,
entonces estas cuestiones no son tan difíciles. ¿Acaso no usa Dios todavía a las
naciones para castigarse entre ellas mismas? ¿Y no es cierto todavía que el
inocente sufre a causa de los pecados de otros? O, tómese el caso de los
salmos imprecatorios. Parece que el Salmista pensaba que sería una cosa
piadosa la destrucción de los niños de sus enemigos (<19d708>Salmo 137:8, 9).
¿Debe el cristiano en el día de hoy tener tales sentimientos para con sus
enemigos? Por cierto que no. Pero cada hombre debe ser juzgado según las
normas de su tiempo y no por las de un tiempo posterior. Además, si Dios no
podía emplear a hombres imperfectos, ¿cuánto tiempo hubiera tenido que
esperar para encontrar al hombre que sí podía utilizar? El manifiesta su
sabiduría al usar a hombres imperfectos, especialmente si éstos son rectos de
corazón y se mueven en la dirección correcta.
Viniendo al uso práctico de la Biblia, nadie cree que todas las partes de ella
sean de igual valor. No hay ninguno que colocaría las listas genealógicas del
Antiguo Testamento en el mismo nivel que <430316>Juan 3:16. Y sin embargo, esto
no significaría que las listas genealógicas no tienen su lugar. Mi dedo meñique
no es de una importancia tan vital para mi cuerpo como lo es mi corazón, y no
obstante, es una parte de mi cuerpo y no haría que me lo cortaran
innecesariamente. Si un hombre quisiera emparejar su cuerpo permitiendo que
le cortaran todos los miembros sin los cuáles él pudiera vivir, semejante
despropósito nos recordaría las llamadas “Biblias mutiladas”.
7. La Biblia, entonces, es el mensaje de Dios transmitido por agencia
humana.
La Biblia no tiene su origen en la vida del hombre, sino que fue enviada de Dios
para resolver las necesidades de la vida del hombre.
¿Es la Biblia un libro humano o un libro divino? Es ambas cosas. Fue escrita
por hombres inspirados por Dios. Su mensaje vino de Dios, pero él usó a los
escritores bíblicos para comunicar ese mensaje a los hombres. Y al escribir ese
mensaje, cada escritor fue libre. El escritor no perdió su individualidad. El
hombre fue libre, sin perder su individualidad, como si Dios nada hubiera tenido
que ver con la entrega del mensaje y con su reducción a la forma escrita. Cada
escritor tiene su propio estilo y su modo particular de pensar. El dice las cosas
a su propia manera.
Una de las principales causas que han originado problemas con respecto a la
Biblia ha sido la suposición en la mente de los hombres, a menudo
inconscientemente mantenida, de que los elementos humano y divino eran
mutuamente antagónicos y exclusivos. Esta suposición ha acarreado resultados
perniciosos en muchos lugares. Por ejemplo, en la doctrina de la persona de
Cristo, en la doctrina de la salvación por gracia en relación con la libertad del
hombre, en la doctrina de la regeneración y de la fe, en la doctrina de la
conservación y de la perseverancia, etc. En relación con la Biblia, los hombres
a menudo han supuesto que, si Dios inspiró a los hombres a escribir la Biblia,
que el hombre, entonces, deja de ser él mismo, ya que no puede tener
pensamientos propios, ni escribir en su propio estilo, ni decir las cosas según él
las piensa; de hecho, que el hombre debe convertirse en un instrumento pasivo,
si acaso no inconsciente, en las manos de Dios; mas todo esto no es otra cosa
sino desconocer que la verdadera expresión del hombre está en el uso
adecuado de sus poderes.
La grandeza moral y espiritual de la Biblia está en su inspiración divina. Hay
desde el principio en la Biblia una grandeza moral y espiritual tal, que no se
encuentra en ningún otro tipo de literatura. En este respecto, la Biblia forma su
propia clase. Posee esta cualidad en virtud del hecho de que es inspirada por
Dios. Tiene la vida de Dios en su mensaje. Esta cualidad de la revelación no
proviene del hombre; proviene de Dios. Y sin embargo, no es tan extraña a la
vida del hombre como la ceniza lo sería al ojo. Es más bien lo que la luz es para
los ojos, es decir, que los ojos fueron hechos para la luz, y sin la luz no podrían
desempeñar bien su función.
La Biblia, entonces, es el libro inspirado por Dios (<550316>2 Timoteo 3:16, 17;
<610121>2 Pedro 1:21). Es el mensaje de Dios para un mundo perdido. Tiene en sí
mismo la vitalidad de Dios. En él el hombre encuentra a Dios. Quizá sería más
cierto decir que en él Dios halla al hombre. Es esto lo que le da el poder a la
Biblia sobre la vida de los hombres. Es esto lo que le da al cristiano su
confianza con referencia a la Biblia en cuanto al futuro religioso del género
humano. El lugar que ocupará la Biblia en el futuro de la vida humana, estará
determinado principalmente por lo que la Biblia hace por la vida religiosa de los
hombres y no por lo que los críticos decidan acerca del origen y de las fechas
de sus libros. Siempre que los hombres hallen a Dios en el mensaje de la Biblia,
también la amarán y vivirán en conformidad con sus enseñanzas.
8. La autoridad de la Biblia.
La Biblia tiene tanta autoridad como la voz de Dios la tiene para el alma
humana. Ella encuentra al hombre, lo escudriña, y lo hace darse cuenta de su
necesidad de ayuda espiritual. Si Dios le habla al hombre, debe hablarle en
tonos de autoridad. Dios no está simplemente ofreciéndole al hombre consejos
sobre cuestiones espirituales, como si el hombre pudiera aceptarlos o
rechazarlos indiferentemente. El se refiere al pecado del hombre, a su salvación
y destino, en tonos que revelan su autoridad. Hay un imperativo moral en el
mensaje. En el día de hoy, los hombres hablan de un Dios democrático como si
Dios fuera uno del rebaño como son los otros, y como si su voz no tuviese más
autoridad de la que tiene cualquier otro miembro del grupo. La Biblia no
conoce a esa clase de Dios. El Dios de la Biblia es un Dios de santidad que le
habla al hombre con toda la autoridad.
La autoridad de la Biblia no intercepta la libertad del hombre. Pero aquí
encontramos una objeción. La objeción es la de que una autoridad externa de
esta clase impide la libertad del hombre, con su autonomía moral y espiritual.
Se objeta el que la sumisión a cualquier autoridad externa resulta subversiva a
la libertad del hombre lo mismo que a su más alto desarrollo. Esta es una
noción equivocada. No hay conflicto entre la sumisión a la verdadera autoridad
y la libertad. A decir verdad, la única manera por la que el hombre puede
realizar su verdadera libertad es por la sumisión a la autoridad legítima. El
rehusar someterse a la autoridad legítima no es libertad. Tal cosa no es más que
anarquía espiritual.
Y sin embargo, la mayor parte de la objeción a la autoridad de la Biblia se basa
en esta noción equivocada con referencia a la relación entre la autoridad y la
libertad.
Hagamos un esfuerzo para presentar esta afirmación con mayor claridad. Una
cosa que nos puede ayudar es recordar que la autoridad de la Biblia es la
autoridad de Cristo. Se sigue esto de lo que se ha dicho acerca de la relación
entre la Biblia y Cristo. Nosotros no tenemos dos autoridades, esto es, una
autoridad de Cristo y otra de la Biblia; sólo tenemos una. Cristo nos habla a
través de la Biblia. Después de todo, la autoridad es personal en su naturaleza.
Nuestra última autoridad en el cristianismo es la autoridad de Cristo como la
revelación de Dios. La Biblia es el instrumento por el cual nosotros conocemos
la voluntad de Cristo. Como la revelación de la mente y de la voluntad de
Cristo, la Biblia tiene autoridad. Pero la autoridad de Cristo no esclaviza sino
que liberta. Pablo se gloriaba en su libertad como cristiano y no obstante, él se
llamaba el esclavo de Cristo. Es por la sumisión a la autoridad espiritual de
Cristo que el hombre halla su libertad espiritual.
La autoridad de la Biblia es entonces, la autoridad de la gracia de Dios puesta a
nuestro alcance por medio de Cristo, la gracia que liberta de la culpa y de la
servidumbre del pecado. Según lo demuestra Pablo en Romanos capítulo 6,
sólo hay dos posibles amos para el hombre: Cristo o el pecado. Cuando
Cristo, como el mediador de la gracia de Dios nos liberta del pecado, nos
convierte en siervos suyos. De consiguiente, la autoridad que nos gobierna
como cristianos, es la autoridad del santo amor de Dios en Cristo Jesús. Esta
es una esclavitud, es cierto, pero es una esclavitud voluntaria de amor. La
gracia captura nuestro corazón y nos hace libres de la servidumbre del pecado.
CAPÍTULO 3. LA PERSONA DE CRISTO
I. Jesús como Hombre
1. El hecho de su humanidad
2. Su crecimiento como hombre
3. La impecabilidad de Jesús
II. Jesús como Sobrenatural
1. El nacimiento virginal
2. Los milagros
3. La resurrección
4. Jesús y el Antiguo Testamento
III. Jesús como Salvador
IV. Jesús como Señor
V. Jesús como Divino
1. El examen de algunos pasajes
2. La actitud de fe hacia él
VI. Jesús Glorificado
Hemos considerado a Cristo como la revelación de Dios. Necesitamos
considerar ahora la enseñanza cristiana con respecto a la persona de Cristo.
Por supuesto, las dos cosas están directa y vitalmente relacionadas. Lo que
Cristo es como la revelación de Dios es un elemento vital en la doctrina de su
persona y determinará en gran parte lo que nosotros pensaremos de él en otros
respectos. Por otra parte, nuestra doctrina de la persona de Cristo
necesariamente determinará en gran parte lo que nosotros pensemos de él
como la revelación de Dios. Esta es una de las cuestiones fundamentales de la
teología cristiana, y es también un asunto que ha mantenido la atención de los
pensadores en esta esfera, desde los días del Nuevo Testamento hasta el
presente.

I. JESÚS COMO HOMBRE
La designación favorita que Jesús usó para referirse a él mismo fue el término
Hijo del hombre”. Cualquier otra cosa que esto signifique, implica que él es
humano, que es uno con la humanidad.
1. El hecho de su humanidad.
Parece muy extraño que alguien hubiese puesto en tela de duda la genuina
humanidad de Jesús. Teóricamente, son muy pocos los que han abrigado esa
duda. Eso hicieron, sin embargo, los docetistas, quienes sostuvieron que el
cuerpo de Jesús no era real; que él no era un hombre real, sino sólo Dios
apareciendo en forma humana. Aunque tal opinión constituyó una herejía fatal,
sin embargo, ésta sirve para mostrar, por otra parte, cuán firmemente se había
sembrado en la mente de los cristianos y en la historia cristiana primitiva la
convicción de la divinidad de Cristo. A lo largo de la historia cristiana, muchos
teólogos han dado tanto énfasis a la deidad de Cristo y han creído que hay tal
abismo entre Dios y el hombre, que prácticamente han anulado la vida humana
de Jesús. Este es un procedimiento fundamentalmente equivocado. Debemos
empezar con los hechos de la vida de Jesús según están estos registrados en el
Nuevo Testamento. Si así lo hacemos, nosotros debiéramos argüir en pro de
una vida humana para Jesús. Más bien empezaremos con eso como un dato, y
eso no será nuestro punto de parada sino nuestro punto de salida. Ninguno que
tome con seriedad el Nuevo Testamento pondrá alguna vez en tela de duda la
humanidad de Jesús. El Nuevo Testamento protesta enfáticamente contra una
tendencia docetista que estaba apareciendo antes de la terminación de la época
del Nuevo Testamento (<430114>Juan 1:14; <620101>1 Juan 1:1-3; 4:2, 3;
<510220>Colosenses 2:20-23).
El Nuevo Testamento nos dice acerca del nacimiento de Jesús, de sus
relaciones familiares, de cómo vivió en su hogar en Nazaret y estaba sujeto a
sus padres; de que tuvo gozo, fue tentado, anhelaba la simpatía humana, oraba,
era obediente a Dios, de que tuvo un cuerpo, una mente y un alma, de cómo
sufrió, murió y se levantó de la tumba. Usualmente, miramos al Evangelio de
Juan y a su Primera Epístola como una exposición de la divinidad de Cristo.
Esto es cierto; pero debe notarse también cómo esos escritos hacen énfasis en
su humanidad. El Evangelio nos dice que él se hizo carne y habitó entre
nosotros, que él se sintió cansado, que tuvo hambre y sed; mientras que la
Epístola comienza haciendo énfasis en el hecho de que el escritor, al igual que
otros, había visto, oído, mirado y palpado la Palabra de vida (<430118>Juan 1:18;
4:6; <620101>1 Juan 1:1-3).
Aun cuando Pablo tiene muy poco que decir acerca de la vida terrenal de
Jesús, él habla de Jesús como teniendo que nacer de mujer (<480404>Gálatas 4:4),
como siendo un hombre (<540205>1 Timoteo 2:5), de su muerte y resurrección
(<461503>1 Corintios 15:3, 4), de él como la cabeza de una nueva humanidad
espiritual como el postrer Adán (<461502>1 Corintios 15:22; <450512>Romanos 5:12).
El Libro de los Hebreos hace hincapié especial en la humanidad de Jesús. El
echó mano de la humanidad o tomó nuestra naturaleza, porque fue el hombre a
quien él vino a salvar (<580214>Hebreos 2:14). El puede sentir compasión a causa
de nuestras flaquezas, porque él ha sido tentado en todo como nosotros,
aunque sin pecado (<580415>Hebreos 4:15). El dirigió su oración a Dios con fuerte
clamor y lágrimas (<580507>Hebreos 5:7). Aunque era Hijo, sintió temor y aprendió
obediencia (<580508>Hebreos 5:8).
Por todas partes el Nuevo Testamento presenta a Jesús como hombre. Esto es
tan obvio que no es necesario que nos detengamos más en este punto.
2. Su crecimiento como hombre.
Como hombre, Jesús estuvo sujeto a la ley del crecimiento y el desarrollo.
Lucas nos dice que él crecía en sabiduría y en edad (estatura) y en gracia para
con Dios y los hombres (<420252>Lucas 2:52). Aquí parece que hay un crecimiento
humano normal. Hay un desarrollo mental —crecía en sabiduría. Hay un
desarrollo físico —crecía en estatura. Hay un desarrollo religioso —crecía en
gracia (o favor) con Dios. Hay un desarrollo social —crecía en favor con los
hombres.
Lo vemos en el templo como un muchacho a la edad de doce años, anheloso
por aprender. El estaba escuchando a los rabinos inquiriendo de ellos como un
estudiante animoso (<420246>Lucas 2:46).
El autor de la Epístola a los Hebreos indica que había un desarrollo moral por
parte de Jesús. El aprendió a obedecer a través de las cosas que sufrió
(<580508>Hebreos 5:8). Fue hecho perfecto por medio de los sufrimientos
(<580210>Hebreos 2:10).
No tenemos suficiente información como para estar en capacidad de formarnos
alguna idea definida acerca del desarrollo de la vida religiosa y de la conciencia
de Jesús. Más adelante vemos algunos de sus hábitos religiosos. El tenía la
costumbre de asistir al culto de la sinagoga en Nazaret (<420416>Lucas 4:16).
Sabemos muy bien que era un hombre de oración (<410135>Marcos 1:35;
<421101>Lucas 11:1). Conocía muy bien las Escrituras del Antiguo Testamento
(<420417>Lucas 4:17).
No hemos de pensar acerca del desarrollo moral y religioso de Jesús como
verificándose sin lucha y sin esfuerzo de su parte. Hubiera sido un desarrollo
submoral, sobre un plano más bajo de lo moral y lo personal. Sus tentaciones y
luchas fueron reales. Sus batallas contra el pecado y contra el mal no fueron
simulacros de batalla. Algunas veces cometemos el error de pensar que no
puede haber tentaciones a menos que haya algo de bajo e innoble en nuestra
vida a lo cual la tentación pueda apelar. Pero esto es una equivocación.
Discutiremos esto más ampliamente más adelante.
3. La impecabilidad de Jesús.
Jesús fue tentado; pero salió avante y victorioso de todas sus tentaciones.
El fue sin pecado. Desafió a sus enemigos a que lo redarguyeran de pecado
(<430846>Juan 8:46). Perdonó los pecados (<410205>Marcos 2:5; <420748>Lucas 7:48). Dijo
que su sangre sería derramada para la remisión de los pecados (<402628>Mateo
26:28). El tuvo una conciencia de comunión íntima con Dios (<401127>Mateo 11:27;
<431142>Juan 11:42; 14:6-11).
Hay otra cosa de gran importancia: Jesús enseñó que todos los hombres debían
confesar sus pecados y orar por el perdón de los mismos (<400612>Mateo 6:12;
<421104>Lucas 11:4). Denunció a los que pretendían ser más justos que los demás.
Y sin embargo él nunca tuvo pecados que confesar, nunca imploró el perdón
para él, y jamás manifestó la menor conciencia de pecado. ¿Qué diremos de
Aquel que enseñó que todos los otros hombres debían confesar sus pecados
mientras él no confesó ningún pecado de su parte? ¿No tendremos que decir
que fue sin pecado o que fue un perverso moral de tal clase que no conoció ni
siquiera su propia condición moral? Uno que, de ser un pecador, estaba tan
ciego por la obscuridad moral y por su propio engaño que no podía conocer su
propia condición espiritual y sus necesidades, de seguro que no podría ser el
guía indicado para otros en cuestiones espirituales.
Pablo, Pedro, el Libro a los Hebreos y Juan, todos manifiestan una creencia en
la impecabilidad de Jesús. Pablo dice que el que no conoció pecado, Dios le
hizo pecado por nosotros (<470502>2 Corintios 5:21). Pedro dice que el justo murió
por el injusto (<600318>1 Pedro 3:18). El Libro a los Hebreos dice que él fue
tentado en todo, como nosotros, empero sin pecado (<580415>Hebreos 4:15, Cf.
7:26-28). Juan dice que cuando el cristiano peca, abogado tiene para con el
Padre, a Jesucristo, el justo (<620201>1 Juan 2:1). El Nuevo Testamento como un
todo representa a Jesús como no teniendo pecado.
Más todavía, Jesús es presentado en el Nuevo Testamento como nuestro ideal
perfecto, como nuestro ejemplo a seguir. El desafió a los hombres a seguirle y
no aceptó excusa alguna. Demandó de los hombres que lo pusieran a él y a su
causa en primer lugar. (Véase <401034>Mateo 10:34, y también más adelante en
este capítulo sobre el Señorío). Pablo pide que otros le sigan a él como él
siguió a Cristo (<461101>1 Corintios 11:1. Compárese con 4:16; <500417>Filipenses
4:17; 4:9). Por ningún motivo Pablo se creyó a sí mismo como la
personificación del ideal último. Cristo encarnó ese ideal y Pablo debía ser
imitado sólo en la medida en que él encarnó el espíritu de Cristo. Pablo pidió a
los hombres que le siguieran sólo porque él podía decir “Para mí el vivir es
Cristo” (<500121>Filipenses 1:21). Juan dice que nosotros debemos andar así como
él anduvo (<620206>1 Juan 2:6) y Pedro nos llama la atención al ejemplo de Jesús
para que nosotros lo imitemos, especialmente en el asunto del sufrimiento
inocente a causa de los malhechores (<600219>1 Pedro 2:19; 3:14).

II. JESÚS COMO SOBRENATURAL
Desde los días del Nuevo Testamento hasta la época presente se ha estado
librando una fiera batalla alrededor del tema de la persona de Cristo. El
unitarismo moderno ha considerado a Jesús como sólo un hombre. Su
tendencia ha sido excluir cada vez más todo lo que parezca sobrehumano en la
persona de Jesús.
Pero si Jesús fue sin pecado, como queda dicho antes, eso mismo introduce en
la persona de Jesús un elemento que lo señala como distinto de todos los otros
hombres. Y de ese modo él supera a la vida humana ordinaria. Más todavía, si
él es inmaculado, ese hecho necesita de explicación. No es posible tener un
hecho, si es que es un hecho, suspendido en el aire. No puede quedarse
aislado. Debe cimentarse en algo más profundo que el hecho mismo. La
impecabilidad no es una cualidad de la vida humana según se conoce ésta sobre
la tierra. Ya esto sugiere, si acaso no exige, el que nosotros lo consideremos a
él como algo más que un simple hombre.
1. El nacimiento virginal.
Mateo y Lucas representan a Jesús como nacido de María sin un padre
humano. Según el relato que ellos dan, fue engendrado por el Espíritu Santo.
Parece haber suficientes diferencias entre estos dos relatos como para probar
que los dos son diferentes; ninguno de los dos escritores ha copiado del otro.
El hecho de que los otros escritores del Nuevo Testamento no mencionan el
nacimiento virginal no es prueba de que éste no haya tenido lugar. Posiblemente
los otros escritores no tuvieron noticia sobre esto, o si la tuvieron, no vieron la
necesidad de mencionarlo. Nosotros podemos entender que un tema como
ése, naturalmente sería manejado con mucha reserva entre los primeros
discípulos. De aquí que bien pudo haber permanecido oculto fuera de un
pequeño círculo de amigos de la familia, y si los otros escritores del Nuevo
Testamento no supieron nada del asunto, naturalmente un asunto semejante no
sería un tema de conversación común, y los hombres no escribirían
innecesariamente sobre eso.
Algunos hacen a un lado los relatos como si éstos no tuviesen valor religioso
alguno. Pero es lo cierto que un origen como el que tuvo la vida terrenal de
Jesús se ajusta muy bien con el relato de la clase de vida que él vivió. Si su vida
hubiera sido como la de los otros hombres, entonces sería muy natural esperar
que él hubiese tenido un origen igual al de los otros hombres. Pero el
nacimiento virginal calza muy bien dentro del relato de su vida inmaculada.
<420135>Lucas 1:35 indica que hubo alguna conexión entre la santidad de Jesús y el
hecho de que el poder del Altísimo hiciera sombra sobre María. La
intervención del Espíritu Santo en el origen de Jesús nos ayuda a entender
cómo Jesús pudo ser, entre todos los hombres, la única excepción en no verse
dominado por el pecado.
2. Los milagros.
Otro aspecto prominente de este relato de la vida de Jesús son sus milagros.
Preeminentemente, Jesús es un obrador de milagros. Si sacamos el elemento
milagroso de los registros evangélicos, habremos despedazado a tal punto
dichos registros, que de ellos no nos quedaría nada digno de confianza. El
elemento milagroso está tan profundamente metido en los registros evangélicos,
que sería imposible remover este elemento y dejar algo en los registros que
fuera de valor. El esfuerzo por volver a un Cristo no milagroso ha fracasado
ostensiblemente. No importa cuán minuciosamente se analicen los registros
evangélicos, el carácter que nosotros obtenemos de Cristo en cada etapa del
depósito, es esencialmente el mismo. El Jesús que no es más que maestro de
ética y religión, sin que se tenga en cuenta el elemento milagroso de su vida, es
un Jesús que no puede encontrarse sino únicamente en la imaginación de
algunos críticos que la dan preferencia a sus propias opiniones sobre el relato
de los Evangelios. Al hacer cualquier crítica sana del testimonio de los
Evangelios, el elemento milagroso de la vida de Cristo prevalece.
3. La Resurrección.
Los relatos del Evangelio nos dicen que en la mañana del día tercero algunas
mujeres fueron al sepulcro y lo encontraron vacío. Un ángel les anunció que
Jesús se había levantado (<402801>Mateo 28:1-8 y los pasajes paralelos). Jesús
mismo se les apareció a ellas (<402809>Mateo 28:9, 10; Juan Cap. 20). Se le
apareció a Pedro (<461505>1 Corintios 15:5). También se apareció a dos de ellos
en el camino hacia Emaús (<422413>Lucas 24:13). Se les apareció a los discípulos,
excepto Tomás (<422436>Lucas 24:36; <432019>Juan 20:19). Tiempo después se les
apareció a los once, estando Tomás presente (<432026>Juan 20:26). Se apareció a
los once en Galilea (<402816>Mateo 28:16).
Pablo nos dice que Jesús se apareció a Jacobo, a Pedro, a él mismo, y a más
de quinientos en una ocasión (<461505>1 Corintios 15:5). Nótese que Pablo pone su
propia visión de Cristo en la misma categoría de sus apariciones a Jacobo y a
Pedro. Parece que Pablo la clasifica como una aparición objetiva, no
simplemente una visión subjetiva. Nótese también que él dice que de los
quinientos a quienes se les apareció, más de la mitad vivían durante el tiempo en
que Pablo escribió.
Resulta evidente de los relatos evangélicos que los discípulos no esperaban que
Jesús resucitara de entre los muertos (<422411>Lucas 24:11, 21; <432024>Juan 20:24,
25; <402817>Mateo 28:17). Algunas veces se dice que ellos esperaban tal
acontecimiento. Cuando Jesús fue crucificado, todas sus esperanzas se
desvanecieron; ellos desistieron entonces con desesperación; no creerían, sino
hasta sentirse abrumados por la evidencia. Y tuvieron tal evidencia
(<440103>Hechos 1:3). No fue una mera aparición lo que los convenció de que
Jesús vivía.
Se admite generalmente que los discípulos creyeron que Jesús se levantó de los
muertos. La idea de que ellos se robaron el cuerpo de Jesús y de que
informaron que él había resucitado está ahora generalmente descartada. ¿Cómo
es que los discípulos llegaron a creer que Cristo resucitó? Sus opiniones
preconcebidas estaban en la otra dirección. No había nada en la situación
social que produjera tal creencia por parte de ellos. Todo estaba en contra de
que ellos creyeran excepto la evidencia. Si llegaron a creerlo, debió haber sido
porque hubo evidencia con plena fuerza convincente. Ellos eran hombres de
inteligencia ordinaria que sabían cómo usar sus sentidos. La evidencia es que
vieron a Jesús, le oyeron hablar, lo palparon y tuvieron relación con él. Ellos
registran las enseñanzas que Jesús les dio durante ese período. No hay manera
de dar explicación de la creencia de los discípulos acerca de que Jesús
resucitó, excepto en la suposición de que él resucitó.
La creencia de que Jesús había resucitado produjo en ellos un cambio
extraordinario. Fueron transformados de una banda de hombres desalentados y
despreciados, en una compañía de propagandistas alegres, militantes y
agresivos. ¿Pudo una creencia equivocada en la resurrección de Jesús, basada
en alguna clase de aparición que ellos reconocieron como tal, haber operado
esta transformación en los discípulos?
Cuando salieron a predicar, predicaron que Jesús se había levantado de los
muertos. Este mensaje probó ser un mensaje de poder. ¿Cómo un mensaje
semejante podía abrirse paso en una situación semejante? ¿Fue un mensaje de
verdad o fue simplemente una noción equivocada de ellos? ¿Por qué un falso
informe de que Jesús se había levantado de los muertos habría de producir tal
transformación en ellos y en otros por medio de ellos?
Luego tenemos el testimonio de Pablo. ¿Qué fue lo que trajo el cambio en
Pablo? ¿Qué fue lo que cambió a Saulo el perseguidor de la iglesia, en Pablo el
más grande cristiano y defensor del cristianismo que el mundo ha conocido?
Pablo dice que lo que produjo en él tal cambio fue la aparición a él del Cristo
resucitado. El dice que vio a Cristo ¿Se equivocó Pablo? ¿Qué es lo que
convenció a Pablo de que Jesús vivía? Recuérdese que el testimonio de Pablo
nos viene en cartas que prácticamente todos los críticos admiten haber sido
escritas por él antes del año 60 d. de J.C. Toda la evidencia está en favor de la
tesis de que Jesús se levantó de los muertos.
4. Jesús y el Antiguo Testamento.
Jesús y todos los escritores del Nuevo Testamento lo consideraron como el
Mesías del Antiguo Testamento y como el cumplimiento de la religión del
Antiguo Testamento. Esta afirmación es tan obvia como para requerir prueba.
Jesús fue condenado a muerte, no por el testimonio de sus enemigos, sino por
su propia confesión de que él era el Cristo, el Hijo de Dios. Esto lo dijo Jesús
bajo juramento (<402663>Mateo 26:63-66; <411460>Marcos 14:60-64). El estaba
siendo juzgado por el sanedrín; y sobre la base de que él había de este modo
pronunciado una blasfemia fue que lo condenaron a muerte.
Como el Mesías por mucho tiempo esperado, él fue considerado como el
cumplimiento de todo el orden de cosas del Antiguo Testamento. Difícilmente
pudiera esto ser cierto acerca de uno que no hubiera sido más que un hombre.
Una cosa es clara: el Nuevo Testamento considera a Jesús como a un ser
sobrenatural.

III. JESÚS COMO SALVADOR
El centro de la doctrina neotestamentaria de Cristo es la experiencia de los
crisrianos del Nuevo Testamento acerca de su poder salvador y de la
realización de su señorío espiritual en su vida. El motivo que había tras de la
exaltación que elos hicieron de él fue un motivo religioso y práctico y no un
motivo especulativo. A decir verdad, la impresión es la de que ellos no eran
conscientes de estar tratando con un problema de pensamiento; simplemente
dicen lo que conocen por experiencia. Ellos están diciendo lo que han visto y
oído. No argumentan; dan testimonio.
Los Evangelios presentan a Jesús como Salvador. El ángel anunció a José que
él (Jesús) sería llamado Jesús, porque él salvaría a su pueblo de sus pecados
(<400121>Mateo 1:21). Un ángel también anunció a los pastores que les había
nacido un Salvador, Cristo el Señor (<420211>Lucas 2:11). Jesús dijo que el Hijo
del hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido (<421910>Lucas 19:10).
El no vino para ser servido sino para servir y dar su vida en rescate por muchos
(<411045>Marcos 10:45). Su sangre fue derramada para la remisión de los pecados
(<402628>Mateo 26:28).
En el cuarto Evangelio él es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo
(<430129>Juan 1:29). El Hijo del hombre sería levantado en la cruz para que todo
aquel que cree en él no se pierda, mas tenga vida eterna (<430314>Juan 3:14, 15).
Dios dio a su Hijo Unigénito para que todo aquel que cree en él no se pierda,
mas tenga vida eterna (<430316>Juan 3:16). El que en él cree no es condenado
(<430318>Juan 3:18). El que cree en el Hijo tiene vida eterna (<430336>Juan 3:36).
Conocer a Dios y a Jesucristo a quien él envió es la vida eterna (<431703>Juan
17:3). El propósito del escritor fue el de que los hombres creyesen en él como
el Cristo y que al creer en él tuviesen vida eterna (<432031>Juan 20:31).
En Los Hechos es presentado como el único Salvador. No hay otro nombre
debajo del cielo dado a los hombres por el cual podamos ser salvos
(<440412>Hechos 4:12). Pedro le dice a Cornelio y a toda su casa que todos los
profetas dieron testimonio de él, que por su nombre todo aquel que cree
recibirá remisión de pecados (<441043>Hechos 10:43). La predicación de Pablo es
que por Jesucristo todo el que en él cree es justificado de todas las cosas que
por la ley de Moisés los hombres no pueden ser justificados (<441339>Hechos
13:39). Cuando el carcelero preguntó qué debía hacer para ser salvo, Pablo y
Silas dijeron: “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo” (<441631>Hechos 16:31).
Pablo nos dice en <450116>Romanos 1:16 que el evangelio es potencia de Dios para
salud a todo aquel que cree, al judío primeramente y también al griego.
Podemos encontrar lo que él entendió por evangelio leyendo en <461501>1 Corintios
15:1. Allí Pablo nos dice que él predicó el evangelio, y cuando nos dice qué es
lo que predicó, nos declara lo siguiente: “Que Cristo fue muerto por nuestros
pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al
tercer día, conforme a las Escrituras”. El dedica buena parte de sus cartas a los
romanos y a los gálatas, para mostrar cómo el pecador es justificado por la fe
en Cristo. Para los que están en Cristo, no hay condenación (<450801>Romanos
8:1). Para el que está en Cristo, hay una nueva creación (<470501>2 Corintios 5:17).
La realización del poder salvador de Cristo es un asunto de experiencia
espiritual. Fue el Padre celestial quien le reveló a Pedro el mesianismo de Jesús,
y no carne ni sangre (<401617>Mateo 16:17). La fe es la condición para la salvación
y la fe es el poder de la estimación espiritual. Una de las expresiones favoritas
de Pablo es “en Cristo”. Es en la unión con él que nosotros somos justificados,
regenerados y que recibimos vida eterna.
IV. JESÚS COMO SEÑOR
Jesús es también el Señor. El es el Señor en virtud del hecho de que es nuestro
Salvador. Por ser Salvador del hombre, tiene dominio moral en la vida de ese
hombre. De hecho, ningún hombre es salvo a menos que Dios se enseñoree de
él en Cristo.
En los Evangelios Sinópticos Cristo hace demandas que ningún otro hombre
jamás ha hecho. Si los hombres han de ser sus discípulos, deben negarse a sí
mismos, tomar su cruz y seguirle (<410834>Marcos 8:34). Se necesita tener en
cuenta el precio antes de hacerse su discípulo, porque más tarde puede
encontrar las condiciones muy difíciles de cumplir. Debe dejarse todo para ser
su discípulo (<421433>Lucas 14:33). Jesús le dijo al joven rico que debía vender
todo lo que tenía, darlo a los pobres, y después seguirlo (<421822>Lucas 18:22). No
debe mirarse hacia atrás, no debe volverse para enterrar a los muertos, ni
regresar a decir adiós a los seres queridos (<420959>Lucas 9:59-62). Su madre, sus
hermanos, sus hermanas son aquellos que hacen la voluntad de Dios (Mar
3:35). Es necesario convertirse y ser como niño (<401803>Mateo 18:3), llevar su
yugo y aprender de él (<401129>Mateo 11:29). El que obedece sus enseñanzas
edifica sobre roca sólida, mientras que el que no practica lo que Jesús enseña
edifica sobre fundamento de arena (<400724>Mateo 7:24-27). Jesús reclama tener
un conocimiento de Dios que ninguno otro tiene y ser el único mediador de ese
conocimiento ante los hombres. Es el medio de la transmisión de ese
conocimiento a quien él quiere darlo (<401127>Mateo 11:27).
El reclama ser el árbitro de los destinos de los hombres. Su evangelio debe ser
predicado a todos los hombres (<402613>Mateo 26:13). El ha de volver con gloria y
poder a juzgar a las naciones y a separar al justo del malvado (<402531>Mateo
25:31).
Estas pretensiones serían absurdas en cualquier hombre, por muy grande que
sea, a menos que fuera más que hombre. Cristo pide que los hombres lo
pongan a él en primer lugar, antes que a la familia, a los amigos, a la
prosperidad material y a la vida misma.
En Los Hechos, habiendo Jesús ascendido al cielo, es considerado como
Señor y como Cristo (<440236>Hechos 2:36). Está a la diestra de Dios, y Esteban
dirige su oración a él (<440760>Hechos 7:60).
En el cuarto Evangelio, es el Unigénito Hijo de Dios. Todo juicio le es
encomendado a él (<430522>Juan 5:22). Es la resurrección y la vida (<431125>Juan
11:25). La fe en él trae vida eterna (<430336>Juan 3:36). Todos deben honrar al
Hijo así como honran al Padre (<430523>Juan 5:23).
Pablo lo considera como el Señor en el sentido absoluto del término. El sólo es
el único Señor (<461205>1 Corintios 12:5). En su resurrección, es colocado en una
posición de poder que corresponde con su naturaleza divina (<450104>Romanos
1:4). Es el postrer Adán, la cabeza de una nueva humanidad espiritual (<461504>1
Corintios 15:45-49). Dióle Dios un nombre que es sobre todo nombre; para
que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla, y toda lengua confiese que
Jesucristo es el Señor, a la gloria de Dios Padre (<502609>Filipenses 2:9-11).
Esta es la actitud de todos los escritores del Nuevo Testamento hacia Cristo.
Esto se destaca especialmente en el Apocalipsis. Cuando Juan lo ve en su
gloria, en el primer capítulo, cae a sus pies como muerto. Cristo es reconocido
como el Rey de reyes y el Señor de señores (19:16). Hay una protesta en el
libro contra el culto a los ángeles, pero no hay ninguna contra la adoración de
Cristo.
El reconocimiento del señorío de Cristo es un asunto de discernimiento
espiritual. Pablo dice que nadie puede llamar a Jesús Señor, excepto por el
Espíritu Santo (<461203>1 Corintios 12:3). Esto es lo mismo que decir que el
reconocimiento del señorío de Jesús es un asunto de fe. Por fe nosotros le
aceptamos como el Señor de nuestra vida. El acto de la fe es un acto por el
cual nosotros confiamos en él como Salvador y al mismo tiempo nos rendimos
a él como Señor.


V. JESÚS COMO DIVINO
Desde los tiempos del Nuevo Testamento, el pueblo cristiano ha adorado y
rendido reverencia a Cristo Jesús como divino.
1. Examen de algunos pasajes particulares.
Regresemos nuestra mirada a la enseñanza del Nuevo Testamento en relación
con este asunto. Todo lo que se ha dicho acerca de su señorío y mucho más de
lo dicho previamente, tiene que ver con este punto. El hecho de que Jesús hizo
tales demandas es una indicación de que en su propia mente él era más que
humano. La petición a sus discípulos de una obediencia sin trabas y de la
inalterable lealtad, sería cosa muy rara de haber sido él sólo hombre. Luego,
¿qué diremos de su pretensión de que él juzgará al mundo? También afirmó el
tener poder de perdonar los pecados (<410205>Marcos 2:5). En el día del juicio los
hombres serán condenados o recibirán la aprobación, en conformidad con la
recta actitud de ellos hacia él a través de su pueblo como sus representantes
(<402534>Mateo 25:34). ¿Qué es lo que hay en él que le da una relación tan vital y
universal con los hombres, que hacerles bien a ellos es como hacérselo a él, y
no hacerles bien a ellos es como no hacérselo a él? Estas son algunas de las
indicaciones hechas en los Evangelios Sinópticos.
Si tomamos en consideración ahora el cuarto Evangelio, la evidencia resulta aun
más clara. En el prólogo (<430101>Juan 1:1-18) se habla de Jesús como existiendo
desde el principio; como existiendo (cara a cara con) con Dios; y como siendo
Dios. El es eterno; personalmente es distinto de Dios y, sin embargo, es Dios
en su naturaleza. La expresión “Theos en ho logos” (el Verbo era Dios), es
una expresión tan exacta como para que el autor pudiera usarla para decir que
el Verbo era absolutamente divino en su naturaleza, siendo al mismo tiempo
personalmente distinto de Dios. El autor dice que todas las cosas por él fueron
hechas, y que sin él (Jesús) nada de lo que es hecho fue hecho. Aquí se afirma
que él fue el agente mediador en la creación. No se dice que él fue la fuente
absoluta de la creación, sino más bien el medio por quien la creación se llevó a
cabo. Pero con toda seguridad que el autor piensa acerca de él como divino, al
atribuirle una función creadora. El es universalmente la luz de los hombres.
Alumbra a todo hombre que viene a este mundo. Aquí se piensa de Cristo
como sosteniendo una relación universal con los hombres. Toda luz es suya;
toda verdad es suya —la luz de la naturaleza, de la razón, de la conciencia.
Este así descrito vino a ser carne y habitó entre los hombres. Los hombres
vieron su gloria, gloria como la del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de
verdad. El autor pone a éste que es lleno de gracia y de verdad en superioridad
a Moisés. La ley por Moisés fue dada; la gracia y la verdad por Jesucristo
vinieron.
Evidentemente este escritor piensa con respecto a Cristo como antecediendo al
tiempo en su ser; como divino en su naturaleza; como creador en su relación
con el universo; como manteniendo una relación universal con los hombres;
como viniendo en la carne y manifestando la gloria de Dios.
Otro pasaje importante se encuentra en <430517>Juan 5:17-29. Jesús se engarza en
una controversia con los judíos acerca de la curación de un hombre en el
sábado. En el versículo 17 él dice: “Mi padre hasta ahora obra, y yo obro”.
Los judíos buscaban cómo matarlo porque decían que había blasfemado al
hacerse igual a Dios. Entonces, ellos deben haber entendido a Jesús haciéndose
el Hijo de Dios en un sentido único. Si Jesús no tuvo la intención de reclamar
para sí mismo la divinidad, ¿por qué no mitigó la ira de ellos diciéndoles que
habían entendido mal su demanda? Pero en lugar de hacer esto, él sigue con
una defensa de tal demanda. El reclama tener poder de dar vida a los hombres
(versículo 21). Todo juicio le ha sido dado al Hijo (versículo 22). Todos deben
honrar al Hijo como honran al Padre, y el que no honra al Hijo, no honra al
Padre (versículo 23). Luego él reafirma su poder de dar vida ahora a los
muertos espiritualmente (versículo 25). El tiene autoridad de ejecutar juicio
porque es el Hijo del Hombre (versículo 27). Levantará en el futuro a todos los
muertos físicamente (versículo 28). Por cierto que el autor de este pasaje quiso
atribuirle deidad absoluta a Cristo, siendo que reclama funciones divinas para
él, y que él debe ser honrado por los hombres como es honrado el Padre.
Ningún judío hubiera hablado así de alguien, a menos que pensase de ese
alguien como absolutamente divino.
En otra controversia con los judíos, que consta en <430858>Juan 8:58, Jesús dijo:
Antes que Abraham fuese, yo soy”. Otra vez ellos tomaron piedras para
lanzárselas. Apenas les había dicho que Abraham vio su día y se regocijó. Ellos
dijeron que Jesús no tenía ni siquiera cincuenta años de edad; ¿había él,
entonces, visto a Abraham? En respuesta a esta pregunta Jesús parece afirmar
que él trasciende al tiempo, que es eterno. Posiblemente usa de propósito el
título que corresponde a Jehová en el Antiguo Testamento (<020314>Éxodo 3:14).
Parece que los judíos captaron el significado de las palabras de Jesús e
interpretaron la afirmación como si fuese una blasfemia.
En <432028>Juan 20:28, Tomás se dirigió a Jesús como “¡Señor mío, y Dios mío!”
Cualquiera otra cosa que pudiera decirse respecto a esta afirmación, lo más
importante es que Jesús aceptó la designación. Si Tomás se equivocó al usar tal
frase, ¿por qué Jesús no lo corrigió? Su aceptación de esta forma de
tratamiento es su endorso virtual de sí mismo.
En los escritos de Pablo hay abundante evidencia de que él pensó acerca de
Cristo como divino. La interpretación más natural de <450905>Romanos 9:5 es la de
que allí él llama a Cristo, Dios. Esta es la intepretación dada por Sanday y
otros. El dice que Cristo es de los padres en cuanto a la carne; esto es, en el
lado humano de su ser; mientras que en el lado más alto de su ser, él es sobre
todas las cosas, Dios bendito por siempre. Tenemos un concepto similar en
<450104>Romanos 1:4. El dice allí que, en cuanto a la carne, por el lado humano de
su ser, él nació de la simiente de David, pero que, conforme al espíritu de
santidad, o por el lado espiritual de su ser, él fue determinado (margen de la
Revised Version), marcado o colocado en una posición de poder por la
resurrección de entre los muertos. Esto es, por la resurrección de entre los
muertos, Jesús vino a una posición de poder que le perteneció a él en virtud de
su posesión del espíritu de santidad o naturaleza divina. Es posible que en
<560213>Tito 2:13 Pablo intentó llamar Dios a Cristo, pero esto es más incierto.
Uno de los pasajes sobresalientes de Pablo sobre la cristología es el de
<501405>Filipenses 2:5-11. Pablo dice que Cristo preexistió en la forma de Dios y
en un plano de igualdad con Dios. Por “forma de Dios” él evidentemente no
quiere decir una mera forma o estado del ser como distinguiéndola de la
substancia o de la realidad que le pertenece. Porque él prosigue diciéndonos
que Cristo tomó la “forma de siervo”, hecho semejante a los hombres.
Evidentemente, con esto no quiere dar a entender que Cristo fue humano sólo
en apariencia; lo que Pablo quiere decir es que Cristo llegó a ser un hombre
real en su naturaleza y en su vida. De igual manera, eso da a entender por
forma de Dios”, que Cristo era Dios en su naturaleza o en la esencia de su ser,
tanto como en su apariencia o forma. Y por la frase “siendo igual a Dios”,
Pablo nos da a entender que en algún sentido real Cristo era igual con el Padre.
En los versículos del 9 al 11, Pablo se refiere a la exaltación de Cristo como un
premio moral a su humillación y muerte voluntarias. Lo que él dice indica que
piensa en cuanto a Cristo como viniendo a una posición de señorío y de
soberanía absolutos en relación con toda la raza humana. Cuando Cristo llega a
esta posición de autoridad y de poder, trae consigo su humanidad glorificada.
El alcanza esta exaltación debido a su sufrimiento redentor el cual culminó en su
muerte. Su posición de soberanía es ahora el resultado de su obra.
Otro pasaje cristológico sobresaliente en los escritos de Pablo es el de
<510115>Colosenses 1:15. Aquí él dice que Cristo es la imagen del Dios invisible;
esto es, es tal reproducción o semejanza del Dios que dentro de sí mismo es
invisible a los hombres, que este Dios se hace manifiesto o conocido de los
hombres. Este Cristo es el primogénito de toda la creación. Ocupa la posición
de autoridad y de poder en la creación de Dios, sujeto únicamente al Padre
mismo, exactamente igual que el hijo primogénito ocupó tal posición en la
familia oriental. Pablo dice que todas las cosas, sin excepción, fueron creadas
en él y por él. Dios crea, pero él crea en el Hijo y a través de él, así como él
salva en el Hijo y a través de él.
Dios no tiene relación con el mundo, ni creadora ni redentora, excepto por
medio de Cristo como el agente de su energía y de su poder fluyentes. Pablo
está de acuerdo con la afirmación de Juan (<430103>Juan 1:3) en tomar a Cristo, no
como la fuente absoluta, sino como el agente de mediación en la creación.
Todas las cosas, dice él fueron creadas para el. El es la meta tanto como el
agente de la creación. Fue en referncia con él que todas las cosas fueron
hechas. La Creación tiene su plan básico y racional en él. El es antes que todas
las cosas y todas las cosas subsisten por él. Cristo no es tan sólo la meta hacia
la cual la creación se mueve, sino que él está detrás de ella como su base y
sostén. Todas las cosas se mantienen juntas o subsisten en él. Entonces Pablo
se vuelve a sus funciones más distintamente redentoras como distintas de las
cósmicas. Dos o tres afirmaciones necesitan nuestra atención. Fue el propósito
de Dios que Cristo tuviera la preeminencia en todas las cosas. El debía estar
sobre toda la creación. De acuerdo con el versículo 20, su obra de
reconciliación, verificada por medio de la sangre derramada en la cruz, es en
algún sentido universal, incluyendo las cosas existentes en el cielo así como las
cosas que hay sobre la tierra.
Se hace difícil ver cómo pudieran leerse esas declaraciones de Pablo y negar
que Pablo sostuvo en el sentido más alto y absoluto, la deidad de Cristo.
(Véase también Hebreos capítulo 1; de hecho, todo el Nuevo Testamento.
Especialmente el Apocalipsis es claro en su lenguaje sobre este punto).
Pablo y Juan representan a Cristo como existiendo antes de que él viviera
sobre la tierra. Juan dice que Cristo estaba en el principio con Dios (<430101>Juan
1:1). El representa a Jesús diciendo: “Antes que Abraham fuese, yo soy”
(<430858>Juan 8:58), y, “Padre, glorifícame tú cerca de ti mismo con aquella gloria
que tuve cerca de ti antes que el mundo fuese” (<431705>Juan 17:5). Pablo dice que
Cristo existió en la forma de Dios y en un plano de igualdad con Dios
(<501706>Filipenses 2:6). Las afirmaciones de Pedro en <600111>1 Pedro 1:11, 20 se
interpretan mejor como significando preexistencia.
Veamos ahora que estos escritores probablemente no comenzaron con la idea
de la preexistencia partiendo de eso a la vida terrenal. Probablemente ellos
comenzaron con el Cristo glorificado según lo conocieron en sus propias
experiencias y partieron de eso a la idea de su preexistencia. Su existencia
eterna era necesaria para explicar su poder redentor.
Seguramente que ellos no concibieron esta preexistencia como una
preexistencia ideal; o sea, que Cristo preexistió solamente en la mente y en el
propósito de Dios. Con toda seguridad que este no fue el pensamiento de
Pablo, porque él dice que este Cristo preexistente se vació a sí mismo al
hacerse hombre. El pensamiento de Pablo, entonces, es que el hacerse hombre
fue acto de su propia voluntad, lo cual hubiera sido imposible de haber Pablo
estado pensando en su preexistencia únicamente en la mente y en el propósito
de Dios. Con esto concuerda la declaración de Juan en <430114>Juan 1:14, cuando
dice que el Verbo fue hecho carne. El Cristo del Nuevo Testamento no es un
hombre deificado por sus celosos discípulos; él es el eterno Hijo de Dios que
voluntariamente se hizo hombre para redimir a la humanidad perdida.
2. La actitud de fe hacia él.
Esta cuestión de la deidad de Cristo en el Nuevo Testamento, sin embargo, no
depende tanto de la exégesis de algunos pasajes particulares como de la actitud
espiritual total de los primeros cristianos hacia Cristo. Ellos eran judíos. Desde
los primeros días, un estricto e inflexible monoteísmo había sido plantado en sus
mentes. Era una parte de la atmósfera nacional y religiosa en la cual ellos habían
nacido y habían sido criados. Y no obstante, su actitud hacia Cristo es tal, que
no pudiera describirse en otra forma que no fuera la de idolatría, en el caso de
que Cristo no fuera divino. Ellos confiaron en él, le adoraron y le sirvieron en el
mismo grado en que los hombres pueden confiar en Dios, adorarlo y servirlo. Y
lo que es cierto en cuanto a ellos y cierto también respecto de miles de
hombres y de mujeres en cada generación desde la época del Nuevo
Testamento hasta el tiempo presente y de millones de los que viven en el día de
hoy. ¿Cuál es esa actitud? Esta puede resumirse en la palabra “fe”. En el
Nuevo Testamento, Cristo es el objeto de la fe. Esto mismo aparece como una
verdad en cada uno de sus libros, desde los Evangelios Sinópticos en adelante.
La fe es la confianza en Jesús como Salvador del pecado. Esa confianza es un
abandono incondicional y sin reservas del alma en Cristo. Es una confianza tal
como uno justamente sólo pudiera ejercerla en Dios. El pecado va contra Dios.
Sólo Dios puede perdonar los pecados. En esto los críticos de Jesús estaban
en lo correcto (<410205>Marcos 2:5). Si Cristo reclamó perdonar los pecados, él
fue divino o blasfemo. Confiar en Cristo para la salvación es confiar en él como
Dios. El Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.
Pero sólo Dios puede salvar. Cristo y Dios son uno en la salvación. Un hombre
cree en Cristo para ser salvo, o cree en Dios según se revela en Cristo. Las dos
afirmaciones significan la misma cosa. La fe en Cristo y la fe en Dios son sólo
una fe, no dos. Dios está en Cristo reconciliando al mundo a sí (<470501>2 Corintios
5:19). La obra de Cristo al salvar, entonces, es la obra de Dios.
Ella es también rendirse a él como Señor. Salvación y señorío en Cristo son
inseparables. La fe del Nuevo Testamento abarca un reconocimiento del
señorío de Jesús y una rendición a su señorío. La fe no es solamente recibir a
Cristo, es también la entrega del ser a Cristo. En principio, esta actitud es una
actitud de abandono total de la persona a otra.
VI. JESÚS GLORIFICADO
Después de la resurrección, el Nuevo Testamento representa a Jesús
ascendiendo al cielo. Sacó a sus discípulos de Jerusalén y los llevó al monte de
las Olivas, y allí, a la vista de sus discípulos, ascendió al cielo (<422450>Lucas 24:50,
51; <440109>Hechos 1:9). Pero no dejó de ser real a sus discípulos. Era para ellos
ahora una realidad espiritual más bien que una presencia corporal. Ahora
piensan en él como sentado a la diestra de la Majestad en las alturas
(<440233>Hechos 2:33; 7:56; <580103>Hebreos 1:3; compárese con <461502>1 Corintios
15:25). Después de los Evangelios, todo el Nuevo Testamento está escrito
desde el punto de vista del Cristo exaltado. Los escritores no miran tanto hacia
atrás al Jesús histórico, sino que miran ahora hacia arriba al Cristo glorificado.
Miremos algunos pasajes específicos del Nuevo Testamento sobre esta
cuestión. Uno es la afirmación de Mateo en la cual se representa a Jesús como
diciendo: “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra” (<402818>Mateo
28:18). Después de darles a sus discípulos la gran comisión sobre esta base
(nótese el “por lo tanto” del versículo 19), él sigue diciendo: “Y he aquí, yo
estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo (<402820>Mateo 28:20).
Jesús hizo esta afirmación después de su resurrección. Tómese nota del alcance
que tiene aquí la autoridad dada a Jesús. Es una autoridad que llegó a ser suya.
Evidentemente es una autoridad que le fue dada en la resurrección. Ella
representa su victoria suprema sobre el pecado y la muerte. Entonces él
promete su omnipresencia espiritual con su pueblo así como ellos pongan en
marcha sus órdenes. En una afirmación hecha antes de la resurrección, él
promete estar en medio siempre que dos o tres se reúnan en su nombre
(<401820>Mateo 18:20). Sin duda que al hacer esta promesa, Jesús contempla su
estado después de su resurrección y su relación para entonces con sus
discípulos.
Otra declaración significativa se encuentra en <440236>Hechos 2:36. Pedro dice:
Sepa pues ciertísimamente toda la casa de Israel, que a éste Jesús que
vosotros crucificasteis, Dios ha hecho Señor y Cristo”. Aquí Pedro está
explicando a sus oyentes la importancia de lo que acaba de acontecer en el día
de Pentecostés. El explica que el Espíritu Santo ha sido derramado por el
Cristo resucitado y exaltado. En cumplimiento del <19b001>Salmo 110:1, Dios ha
levantado de entre los muertos a Jesús y hálo exaltado a una posición de
autoridad y de poder a su diestra. Jesús, quien ha sido de esa manera exaltado,
habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto
que ellos ahora ven y oyen. Entonces él dice que la importancia de todo esto,
en cuanto a Jesús concierne, es que Dios ha hecho a este Jesús a quien ellos
crucificaron, Señor y Cristo. Dios hizo esto en la resurrección y en la ascensión.
Esto queda evidenciado por la venida el Espíritu Santo.
Dios lo ha exaltado. Dios le ha vestido con autoridad universal y poder. Este
poder es espiritual en su naturaleza según se demuestra por el derramamiento
del Espíritu Santo. En carácter es moral, no físico ni militar. Esto se garantiza en
el hecho de que es el mismo Jesús a quien ellos habían conocido y quien había
muerto antes que permitir a sus discípulos emplear la fuerza para defenderlo o
antes que echar mano al poder espiritual sobrenatural de los ángeles para
defenderlo.
El libro de Los Hechos se escribió para poner de manifiesto la actividad de este
Cristo exaltado. El primer tratado de Lucas era acerca de lo que Jesús
comenzó a hacer y a enseñar, implicando que este otro es acerca de lo que
Jesús continúa haciendo y enseñando (<440101>Hechos 1:1). El programa del Cristo
resucitado se expone en <440108>Hechos 1:8. El resto del libro se ocupa en
demostrar cómo la actividad evangelística y misionera de los primeros
discípulos consistió en llevar adelante este programa, a medida que el Cristo
ascendido operaba por su espíritu en su pueblo. Del Pentecostés en adelante en
el Nuevo Testamento, la presencia y la actividad del Espíritu son siempre
consideradas como la presencia y la actividad espirituales del Jesús glorificado.
El está presente por su Espíritu con su pueblo y actúa en ellos y por medio de
ellos en el establecimiento de su reino sobre la tierra.
Es indudable que en <450104>Romanos 1:4 Pablo quiere decir la misma cosa que
Pedro dice en <440236>Hechos 2:36. No simplemente, como las traducciones lo
indicarían, que Jesús por la resurrección fue declarado o demostró ser el Hijo
de Dios, sino más bien que Dios en la resurrección colocó a Jesús en una
posición de poder que estaba en conformidad con su más alta naturaleza
espiritual (conforme al espíritu de santidad). Durante su vida terrenal, su
naturaleza superior se vio limitada, constreñida, pudiera decirse, a un estado o
condición de humillación el cual él voluntariamente aceptó a fin de poder
redimir al hombre. La resurrección constituyó su liberación; ella fue su día de
emancipación. Se removieron los límites. Las puertas eternas se alzaron y el
Rey de la Gloria marchó hacia su trono.
Esencialmente, la misma opinión está envuelta en lo que Pablo dice en <461502>1
Corintios 15:20-28. Cristo es las primicias de los muertos. Habiéndose
levantado de los muertos, él reina ahora a la diestra de Dios. El permanecerá
allí hasta abolir todo gobierno y autoridad y poder. Esto es, todo rival o poder
opositor en el universo será sometido. El apogeo de este reino conquistador
vendrá cuando Cristo venga otra vez a levantar los cuerpos muertos de su
pueblo. Todas las cosas serán entonces sujetas por Cristo, exceptuando sólo a
Dios quien ha sujetado todas las cosas a Cristo.
Quizás el pasaje más notable en el Nuevo Testamento sobre esta cuestión es
<502609>Filipenses 2:9-11. Allí Pablo dice que Dios exaltó grandemente a Cristo, y
le dio un nombre que es sobre todo nombre. El tiene el lugar supremo en el
universo de Dios. Toda rodilla de los que están en el cielo, y en la tierra y
debajo de la tierra, ha de postrarse delante de él. Toda lengua confesará que él
es el Señor a la gloria de Dios Padre. Esta soberanía absoluta le viene a Cristo
como una recompensa moral por su humillación y su muerte voluntarias. Porque
él se despojó a sí mismo, Dios lo exaltó.
En el Apocalipsis Juan registra su visión del Cristo glorificado en el primer
capítulo (vv. 10-20). Aparece en su poder y majestad. Sus pies, que habían
sido traspasados, son ahora pies de bronce bruñido. La fuerza del sol está en
su rostro. El sostiene a los mensajeros de las iglesias en su mano y anda en
majestad entre las iglesias. Una espada aguda de dos filos procede de su boca.
El Hijo de Dios se apresta para la guerra. El Apocalipsis nos presenta una vista
de la guerra que él libra contra la obscuridad y el pecado. Esa guerra nunca
cesa sino hasta que el pecado es conquistado y la justicia y la verdad reinen en
el mundo de Dios.
Sería interesante notar cómo este pensamiento del Cristo exaltado es tratado en
el Libro a los Hebreos y en otros lugares del Nuevo Testamento. Pero estos
pasajes son suficientes para mostrar que el pensamiento es fundamental en el
pensamiento de los escritores del Nuevo Testamento. El cristianismo no es una
religión que simplemente mira en retrospección al Cristo histórico; mira arriba al
Cristo glorificado y le rinde adoración.
En su glorificación él se levantó por sobre las limitaciones de tiempo y de
espacio. Volvió al estado de gloria que tenía con el Padre antes que el mundo
fuese (<431705>Juan 17:5). Sus limitaciones de conocimiento y poder fueron
eliminadas. El es ahora espiritualmente omnipresente (<401820>Mateo 18:20;
28:20). Su poder y su presencia espirituales pueden probarse en la experiencia
y se han probado miríadas de veces. Cada vez que un pecador se torna a él en
penitencia y encuentra en él el perdón de sus pecados, la transformación moral
y la victoria sobre el poder del pecado, se da cuenta de la omnipotencia moral
de Jesús. Se hace por él sólo aquello que Dios puede hacer. Otra vez, él es el
Compañero invisible pero universal de su pueblo. A medida que salen a
proclamar en su nombre las buenas nuevas de salvación y a extender su reino
en el mundo, sienten su presencia con ellos en cumplimiento de su promesa; y
en esa presencia ellos encuentran su gozo y su inspiración para su servicio.

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