Si normalmente se le denomina epístola o carta, este
escrito no tiene destinatarios ni firma. En realidad, le faltan tantas
características de una carta que algunos piensan que el título de “epístola” es
una forma de expresión. La consideran un sermón escrito más bien que una carta.
Tal vez la explicación radica en el hecho de que
originalmente el autor quiso que fuera leída en más de una comunidad.
-“Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no
pequéis. Y si alguno peca, abogado tenemos delante del Padre, a Jesucristo el
justo. El es la expiación por nuestros pecados, y no solamente por los
nuestros, sino también por los de todo el Mundo”. (1ª de Juan 2:1-2)
Todos
pecamos
El pecado
es algo que persiste, se abraza al pecador significa más que cometer un pecado,
se refiere al principio interno del cual los actos pecaminosos son sus
manifestaciones externas.
Cuando decimos que no tenemos pecado nos engañamos a
nosotros mismos, no engañamos a ningún otro y la verdad no está en nosotros.
Esto viene muy bien al caso para el hombre moderno que
asegura que el pecado es una idea o una debilidad, y afirma también que tiene
su génesis en los factores hereditarios, en el medio ambiente, en la necesidad
o cosas por el estilo, por lo cual lo considera su suerte y no su culpa. Tal
hombre se engaña a sí mismo.
Todo el trato que Dios tiene con los hombres parte de la
base de que el hombre es pecador y necesita salvación (Romanos 3:23). Negar que
uno sea un pecador es hacerlo a él mentiroso, significa que su palabra no está
en nosotros.
Todo aquel que niega ser un pecador y que con esa actitud
hace de Dios un mentiroso muestra, por ese hecho, que la palabra efectiva de Dios
no mora en él.
La propiciación por nuestros pecados
En contraste, podemos confesar nuestros pecados. El uso
del plural es significativo: confesamos pecados específicos, no simplemente que
pecamos.
Porque Dios es fiel y justo y perdona (Romanos 3:24-25).
Es posible confiar plenamente en Él. Nada nos dice de qué manera va a
limpiarnos de toda maldad. Pero no olvidemos que es la sangre de Cristo la que
limpia (1ª de Juan 1:7). Ninguna otra cosa puede quitar nuestras manchas.
Finalizando por donde comenzamos
Juan designa a sus destinatarios con el nombre de
hijitos. Aquí utiliza un cariñoso diminutivo,
hijitos míos (se repite siete veces en 1 Juan y una o tal
vez dos veces en todo el resto del NT).
Dice que la razón que le mueve a escribirnos es para que
no pequemos y que nuestra comunión sea con el Padre, y con su Hijo Jesús, el
Cristo.
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