La
crisis más grande de la vida es la muerte. Agita las emociones como
ninguna
otra
experiencia. Su fuerza poderosa es descrita en una sola relación en
las
siguientes
palabras:
La
muerte hace a una relación lo que Dios no permite que ningún hombre
haga.
La
muerte separa. Cuando esto sucede, la aflicción es inminente como
una
crisis
dolorosa. El matrimonio hace de un hombre y una mujer una carne. La
muerte
rompe esa unidad. La muerte de uno deja al otro como un mero
fragmento
de una persona. Esa experiencia de fragmentación es conocida por
nosotros
como aflicción.f101
El
presente estudio está interesado en las reacciones de los que quedan
después
de la muerte de un amigo o un ser querido. Uno no debería estar
interesado
solamente por la adecuada y apropiada disposición de los restos
físicos
de la persona que ha muerto, sino también por un ministerio adecuado
para
los que están afligidos.
Definición
del dolor
La
forma en que una persona reacciona ante la muerte de alguien que ha
sido
importante
en su vida es comúnmente llamado sentimiento de duelo o dolor.
Esta
reacción puede variar de una angustia extrema del espíritu, en la
que la
persona
llora libremente, o puede ser un sollozo ahogado. A veces hay
personas
que no manifiestan dolor. El dolor ha sido descrito como ansiedad
por
una pérdida significativa.f102
Otros
se refieren al dolor como una fuerza destructiva que es violenta en
sus
ataques
e inflexible en su persistencia.f103
Esto
envuelve la separación de los
seres
queridos, que causa una pérdida profunda que la persona siente por
un
largo
período.
Síntomas
de dolor
El
dolor tiene síntomas o manifestaciones tanto físicos como
emocionales.
Quizá
el estudio más completo en esta área ha sido logrado por Erich
Lindemann,
un siquiatra de Boston, que estudió las reacciones de dolor en las
personas
cuyos familiares y amigos perecieron en un accidente que destruyó el
Club
Nocturno Coconut Grove en 1942.f104
Lindemann
dice que los síntomas
más
severos de aflicción vienen de diez días a dos semanas después de
una
tragedia.f105
Los
síntomas físicos son una sensación de estrechez en la garganta,
ahogo
con dificultades en la respiración, suspiros, una sensación de
vacío en el
estómago
y una falta de fuerza muscular. Los disturbios respiratorios resultan
frecuentemente
cuando la persona es alentada a hablar acerca de su pérdida.
Algunos
se quejan de que no tienen apetito y que tienen que forzarse para
comer.
Dicen que la comida no tiene sabor o que sabe a arena.
Freud
realizó estudios de las reacciones del dolor y enumeró las
características
emocionales
de la aflicción como
(1)
una
melancolía profundamente dolorosa,
(2)
la
anulación de los intereses en el mundo exterior,
(3)
la
pérdida de la capacidad para amar, y
(4)
la
inhibición de toda actividad.f106
Estas
reacciones serán
mencionadas
más detalladamente en las páginas siguientes.
El
propósito del dolor
La
mayoría de las personas están muy perturbadas durante el proceso de
la
aflicción
porque tienen muy poco control sobre la expresión de sus emociones.
No
pueden entender qué les está sucediendo. Temen poder estar
perdiendo la
cordura.
Algunos se esfuerzan por retener las lágrimas, aunque les gustaría
realmente
permitir que salieran.
La
investigación moderna en el área de las reacciones del dolor nos ha
ayudado
a
ver que hay una cierta cantidad de “trabajo de dolor” que una
persona tiene
que
hacer después de experimentar una pérdida por la muerte. Es a
través de
esta
experiencia que una persona se libera a sí misma de la relación
íntima que
ha
existido y vuelve a invertir su capital emocional en nuevas y
productivas
direcciones
para la conservación de la salud y bienestar de su vida futura en la
sociedad.
Las lágrimas son “válvulas de presión” de la naturaleza y
tienen el
efecto
de aliviar y calmar al doliente.f107
La
descarga lacrimal puede resultar del
dolor
emocional tanto como del dolor que evoca el derramamiento de
lágrimas.
“Cuando
los estímulos de aflicción, decepción, enojo o gozo abrumadores
exceden
la tolerancia del organismo, el estado resultante de tensión es
aliviado
por
una liberación de energía de varios órganos o sistema de órganos
que
anulan
la tensión.”f108
EL
PROCESO DEL DOLOR NORMAL
Jackson
establece que las reacciones del dolor pueden estar condicionadas en
cuatro
formas:
(1)
por
la estructura de la personalidad del individuo;
(2)
por
los factores sociales que están en función con relación al
individuo;
(3)
por
la importancia del difunto en la vida del sobreviviente; y
(4)
por
la estructura de los valores del individuo.f109
Es
posible predecir cómo alguien va a reaccionar al dolor por el tipo
de
personalidad
que se tiene. “La persona que es inmadura y dependiente, en su
esfuerzo
por compensar sus sentimientos de insuficiencia personal, exagera su
inversión
en las emociones para apoyar a otros, y es así más vulnerable
emocionalmente
a la pérdida de su objeto amado.”f110
Etapas
en el proceso del dolor
Depresión.
La
depresión es usualmente el primer enemigo amenazante para los
dolientes
cuando viene la pérdida. Tendrán tiempo para sentarse y pensar en
el
ser
querido que se ha ido de esta vida. Se sentirán muy solos,
especialmente si
están
jubilados y tienen mucho tiempo disponible. Son frecuentemente los
casos
en
que el cónyuge puede intentar el suicidio con el fin de estar con la
persona
querida
que ha muerto. Cuando el pastor visita la casa de estas personas,
puede
sentarse y hablar con ellas acerca del ser querido que se ha ido.
Algunas
veces
las personas querrán hacer preguntas acerca de la muerte, el cielo y
la
vida
en el más allá. Ellos pueden querer simplemente participar en
reminiscencias
con el pastor acerca de las experiencias de años anteriores. El
pastor
deberá sentir que este tiempo está bien invertido, porque está
ayudando
a
esas personas a que regresen a su vida normal.
Anhelo.
Por
el anhelo nosotros queremos decir que la persona desea revivir el
pasado
o pasar largos períodos de tiempo pensando en que quiere ir a estar
con
el ser querido que ha muerto. Son incapaces de hacer planes por sí
mismos
para
el futuro, porque la vida ha perdido su sentido para ellos. Esto está
relacionado
estrechamente con la depresión. Las personas mayores tienden a
pasar
más tiempo en esta etapa que las personas jóvenes. Los jóvenes y
los
adultos
jóvenes, más que las personas mayores, tienden a tener más
habilidad
para
involucrarse en su trabajo, lanzarse a nuevas aventuras en sus
negocios y
establecer
nuevas amistades.
Hostilidad.
Una
parte del proceso del dolor es la expresión de cólera que las
personas
tienen por la muerte de alguien importante en sus vidas. Este enojo
puede
manifestarse hacia los médicos y enfermeras, el empresario de las
funerarias
o cualquier otra persona que tuviera algo que ver con el paciente en
los
últimos días de su vida. El pastor escuchará acerca de los errores
del
cirujano,
del cuidado deficiente de las enfermeras en el hospital y las otras
formas
en las que las personas no llegaron a la altura de las expectativas.
El no
deberá
tratar de defender a estas personas, más bien simplemente reconocerá
que
es la forma del doliente para adaptarse a su pérdida.
A
veces la persona está furiosa con el difunto. El esposo puede sentir
que su
esposa
lo ha abandonado dejándole con dos o tres hijos para educar. La
esposa
puede sentir que su difunto esposo no hizo la adecuada preparación
para
su familia en caso de muerte, o que sus negocios no estuvieran en
orden.
Algunas
veces las personas tienen dificultad en expresar su ira hacia la
persona
que
ahora está muerta. Cuando el matrimonio se ha caracterizado por
conflictos,
la persona puede sentir que Dios lo está castigando debido a la
actitud
expresada hacia el cónyuge mientras que estaba vivo. Los niños
tienden
a
sentirse culpables si han estado disgustados con un padre que muere
de
repente.
Sentirán que han contribuido a su muerte. Los padres a veces se
sienten
culpables cuando un niño muere, porque tienden a sentir que no
hicieron
todo
lo posible para prevenir la muerte.
El
pastor debe escuchar activamente a aquellos que comparten con él sus
sentimientos
interiores. No debe tratar de persuadirlos a no sentirse así. La
mejor
terapia es ayudarles a exteriorizar sus sentimientos. Cuando el
pastor
comunica
el mensaje a las personas de que él los acepta con sus sentimientos
negativos,
esto facilitará que ellos confíen en él.
Culpa.
Ya
hemos mencionado la culpa en la sección anterior, porque algunas
veces
la culpa viene inmediatamente después de la cólera. Los
sentimientos de
culpa
aparecen en la mayoría de las personas durante el proceso de
resolver el
dolor.
Se sienten culpables porque no hicieron lo suficiente por la persona
en
los
últimos días antes de la muerte. Hablan diciendo: “Ojalá hubiera
llamado al
doctor
o a la ambulancia antes.” Pueden mencionar una discusión que
tuvieron
con
el difunto en los años anteriores y que aún los hace sentirse
culpables. El
pastor
no tratará de persuadir a las personas a no sentirse culpables. En
vez de
eso,
contestará con empatía y les indicará que él entiende los
sentimientos que
ellas
están expresando. Hará respuestas que indican que está prestando
toda
atención
a la línea de pensamiento del que está hablando. Puede señalar las
cosas
que la persona hizo, las que representaron interés, amor y servicio.
Aceptación
de la pérdida y la reafirmación de la vida. La
etapa final del
proceso
del dolor es la de la aceptación. La persona con el tiempo se da
cuenta
de que la vida continúa. Lentamente el afligido archiva los
recuerdos de
las
relaciones pasadas con la persona que ha muerto. Se aleja de la
tristeza que
ha
prevalecido desde el momento de la muerte. La persona separa los
sentimientos
emocionales de la experiencia de la pérdida. Así, él o ella
comienza
a hacer planes para el futuro que no incluyen a la persona muerta. La
persona
puede hablar de mudarse a otra casa o hasta a otra ciudad e iniciar
nuevos
negocios y aventuras sociales. El estímulo de lo nuevo es
terapéutico
para
ella.
Las
personas que han estado casadas y han perdido a su cónyuge pueden
comenzar
a hablar acerca de la posibilidad de desarrollar amistades con
personas
del sexo opuesto. Pueden hacer referencias a su interés en encontrar
la
oportunidad de conocer a nuevas personas. Deben ser animadas por el
pastor
y otros que trabajen con ellas en los programas de la iglesia. Para
muchos
la oportunidad de casarse de nuevo nunca llegará. En algunas
culturas
puede
ser considerado más bien inapropiado el que la viuda piense en el
matrimonio,
mientras que se espera que el viudo se case después de un tiempo
prudente
a la muerte de la esposa.
La
aceptación de la pérdida sucede paulatinamente. La persona llega a
agradecer
a Dios por la relación que tuvo en el pasado, pero reconoce que ya
no
perdura esta relación. Algunos hacen una visita final y decisiva al
cementerio
y
expresan allí sus últimas manifestaciones del dolor. Un amigo mío
me dijo que
hubo
algo final y decisivo en su visita al cementerio dos años después
del
entierro
de su primera esposa. A los pocos meses él estaba casado de nuevo y
avanzando
en nuevas direcciones en su vida.
Se
dice que el proceso del dolor termina cuando la persona renuncia a su
anhelo
por la persona desaparecida y acepta el mundo real sin ese ser
querido.
El
o ella se involucra en las actividades diarias sin pensar
constantemente en la
persona
que ya no estará presente. Afirma que la vida es buena y desafiante
y
avanza
hacia el futuro con una actitud de confianza.
Indicaciones
anormales de dolor
Si
una persona no es capaz de resolver su dolor en un período de seis
meses a
un
año, entonces hay la posibilidad de que el dolor se ha convertido en
algo
patológico
y destructivo.f111
La
ausencia de manifestaciones de dolor y la
aflicción
prolongada son ambas indicaciones de una necesidad de ayuda en el
manejo
de la situación.
Una
indicación del dolor anormal es cuando el afligido se rehúsa a
reconocer la
pérdida.
Se han reportado casos en que el doliente prepara un lugar en la mesa
a
la hora de comer, para la persona que ha muerto, o rechaza prescindir
de la
ropa
y otros artículos del difunto. Algunos han escrito cartas al
difunto,
actuando
como si él estuviera de viaje. Otros van al cementerio diariamente;
se
sientan
y conversan con el difunto.
Otra
manifestación de duelo anormal es cuando una persona se casa de
nuevo
rápidamente.
El viudo puede casarse con una buena amiga de la difunta, a fin
de
pasar mucho tiempo conversando acerca de la persona que ha partido.
Puede
buscar a alguien que se asemeje físicamente a la persona que ha
muerto
o
a alguien que esté comprometido en el mismo tipo de trabajo. Todas
estas
acciones
son indicaciones de que no ha resuelto su aflicción adecuadamente.
Otro
indicio de duelo no muy sano es llegar a estar involucrado en una
aventura
comercial
muy súbita tomando riesgos innecesarios.
Las
reacciones de la aflicción pueden ser retrasadas por varios meses.
Cuando
una
segunda persona de importancia en la vida del doliente muere, hay una
expresión
excesiva de lágrimas y otras formas de dolor. En este caso la
persona
está doliéndose de la primera pérdida en vez de la segunda.
Algunas
veces
se les dice a los cristianos erróneamente que ellos no deberán
llorar si el
ser
querido era un creyente, porque él se ha ido a un lugar mejor. Esta
enseñanza
reprime la aflicción y hace necesario un trabajo de dolor en el
futuro.
De
otra manera el doliente puede manifestar síntomas sicosomáticos de
enfermedad.
Lindemann
menciona nueve alteraciones en la conducta de la persona doliente a
las
que llama “reacciones distorsionadas”.f112
Estas
son:
(1)
Hiperactividad,
sin manifestar un sentido de pérdida;
(2)
la
adquisición de síntomas pertenecientes a la enfermedad del
difunto;
(3)
una
enfermedad médica reconocida, de naturaleza sicosomática, tal
como
la colitis ulcerosa, la artritis reumatoide y el asma;
(4)
una
alteración en su relación con amigos y parientes;
(5)
hostilidad
furiosa contra personas específicas, posiblemente el
doctor
o el cirujano;
(6)
una
alteración de la conducta que asemeja proporciones
esquizofrénicas;
(7)
la
pérdida por demasiado tiempo de patrones de interacción social;
(8)
actividades
que son perjudiciales a la existencia social y económica
de
uno; y
(9)
depresión
excesiva con tensión, agitación, insomnio, sensaciones de
inutilidad,
autoacusación severa, y una necesidad abierta de castigo.
Tales
personas pueden intentar suicidarse.
Necesitan
la compañía de amigos o familiares por un tiempo o ayuda
profesional
para superar esta etapa de su dolor.
El
papel del ministro con el doliente
La
oportunidad de ayudar. El
doctor Lindemann sugiere que la persona que
sufre
una pérdida por muerte ordinariamente necesita de seis a doce horas
del
tiempo
de alguien para hablar acerca de su pérdida y adaptarse nuevamente a
la
vida normal sin ese ser querido. El siente que el colaborador debe
ser el
médico,
pero reconoce que es imposible en la mayoría de los casos, porque
los
médicos
no disponen de tiempo. Los ministros y trabajadores sociales pueden
desempeñarse
adecuadamente con los casos ordinarios del dolor y remitir los
casos
más serios a un siquiatra.
Michaelson
enfatiza el papel del ministro en esta circunstancia, en la siguiente
declaración:
¿Quién
de todas las personas profesionales puede ayudar a un hombre
a
bien morir? El médico, por supuesto, puede ayudarlo antes de la
muerte,
pero al morir, es demasiado tarde. ¿Quién está allí para
administrar
el bálsamo que puede reducir la picadura de la muerte? El
empresario
de la funeraria puede poner cosméticos en la cara del
difunto
y hacerlo parecer como si estuviera durmiendo. El médico
puede
anestesiar a la persona y reducir el dolor de los últimos suspiros
del
moribundo, y en esta forma reducir el aguijón de la muerte. Pero,
¿quién
puede desafiar la cara de la muerte misma? Yo digo, con toda
posibilidad
de ser acusado de orgullo profesional, que hay solamente
uno:
el ministro. Solo él tiene lo que la Biblia llama “las palabras de
la
vida
eterna”, las cuales son al final, lo que el moribundo necesita.f113
Kean
sugiere que el ministro no deberá esperar a ser consultado en casos
del
dolor.f114
El
deberá, más bien, tomar la iniciativa para ministrar, aunque las
personas
pueden tratar de esconder sus sentimientos.
Algunos
ministros encuentran dificultades en tratar con personas que sufren
de
dolor.
Cuando este es el caso, el ministro necesita hacer un estudio
concienzudo
de su propia salud emocional. Posiblemente tiene problemas
latentes
que necesitan ser tratados. Un ministro rehusó hacer varias visitas
en el
hospital
debido a sus reacciones emocionales severas en tales circunstancias.
Algunos
pastores hacen arreglos para el funeral por teléfono y aparecen en
la
escena
justo a tiempo para el servicio. Luego desaparecen tan pronto como el
servicio
ha finalizado. Estas son indicaciones de que el ministro necesita
pasar
algún
tiempo hablando acerca de sus propias dificultades relacionadas con
la
muerte
y el dolor.
El
mensaje del funeral. Caben
unas pocas sugerencias para el pastor con
relación
al mensaje del servicio fúnebre. El ministro debe hacer un esfuerzo
para
que a través del servicio fúnebre ayude a las personas a enfrentar
la
realidad
de la muerte y sus efectos. Declaraciones tales como: “El no está
muerto;
se ha ido por un tiempo”, son inapropiadas. El pastor tampoco
deberá
identificar
la muerte como la “voluntad de Dios”. El objetivo primario del
mensaje
funeral es ofrecer consuelo al afligido. Deberá ser una afirmación
de
nuestras
creencias cristianas en la vida después de la muerte y en el cielo
como
morada
de los creyentes por toda la eternidad. No necesita ser largo. Puede
referirse
brevemente a la vida del desaparecido. Las referencias deberán ser
verídicas.
Si la persona no vivió una vida ejemplar, no deben hacerse
referencias
a este caso. El pastor hará bien en citar abundantemente la Biblia,
utilizando
los pasajes que ofrecen esperanza en la vida futura.
El
tiempo después del funeral. El
período inmediato después del servicio
fúnebre
ofrece oportunidades al pastor para servir como consejero. El
ministro
debe
mostrar interés genuino y comprensión. Debe facilitar la expresión
libre de
cualquier
emoción que tienen los dolientes.f115
También,
puede ser dañino si les
dice
a las personas que pongan manos a la obra, que dejen sus
preocupaciones
atrás
y que enfrenten el futuro valerosamente.f116
Generalizaciones
como: “Todo
el
mundo se recupera del dolor”, “De aquí a seis meses te sentirás
diferente”, y
“A
su tiempo lo olvidarán”, no dan consuelo. Otra declaración que
comúnmente
se escucha es: “Ella no está muerta de verdad. No la has perdido,
sino
que la has ganado.” Intentos como estos para tranquilizar a la
persona
tienden
a hacerle sentir más el vacío.
El
pastor debe darse cuenta de sus propias limitaciones al tratar con el
doliente.
Debe
estar consciente de la tendencia que las personas tienen de llegar a
ser
demasiado
dependientes de él. No debe cortar su relación con el doliente
repentinamente,
pero tampoco deberá alimentar la dependencia de las personas
sobre
él. Cuando visita a los que están en dolor, les puede decir que su
visita
semanal
será reducida a una visita cada dos o tres semanas, porque otras
personas
están demandando su tiempo también.
EL
MINISTERIO CON LOS QUE AMENAZAN SUICIDARSE
¿Quiénes
intentan suicidarse?
Los
estudios muestran que hay ciertas condiciones que viven las personas,
que
hacen
que los intentos de suicidio sean más frecuentes. Mencionamos
algunas
de
estas condiciones con el fin de que el ministro esté alerta a las
cosas que
representan
señales de alarma.
Aquellos
que han experimentado el duelo recientemente. Las
estadísticas
muestran
que hay un número mayor de intentos de suicidio entre aquellos que
han
perdido un padre o un cónyuge dentro de los dos años anteriores,
que
entre
la población en general. Los estudios también indican que hay cinco
veces
más
intentos de suicidio entre aquellos que experimentan el dolor que
entre la
población
en general.
Una
de las razones para esta situación parece ser la falta de sistemas
de apoyo
para
ayudar a aquellos que han experimentado una muerte. Esto señala la
necesidad
de que el pastor y las personas de la iglesia sean más agresivos en
ofrecer
ayuda para aquellos que están en dolor.
Aquellos
cuyos padres se han divorciado. El
suicidio entre los adolescentes
es
la segunda causa más frecuente de muerte violenta en los Estados
Unidos,
después
de accidentes automovilísticos y de motocicletas. Los estudios
muestran
que una de las causas más frecuentes de intentos de suicidio entre
los
jóvenes
es el divorcio de los padres. El doctor Perry Gross, un cirujano en
una
gran
ciudad, declara que los jóvenes pueden ser lo suficiente
inteligentes para
lograr
entrar en universidades privadas, pero no pueden entender todo lo que
está
en juego cuando sus padres les informan que están considerando el
divorcio.
Esto crea tanta turbación en algunos de ellos, que creen que no hay
razón
para continuar viviendo.
Los
que tienen ciertas tendencias de la personalidad. Hay
ciertas
características
de la personalidad que parecen indicar una gran tendencia al
intento
de suicidio:
(1)
La
personalidad obsesiva es una cuyo mundo tiene que funcionar en una
manera
muy rígida y organizada. Si no lo hace, tiende a ser incapaz de
adaptarse.
No tolera incertidumbre y flexibilidad.
(2)
La
persona con un historial de depresión emocional frecuentemente
intenta
el
suicidio. Esta persona vive bajo una nube oscura donde quiera que
vaya.
Algún
día puede actuar por sus emociones, e intentar ponerle fin a su
vida.
(3)
Otros
intentan el suicidio debido a un sentimiento extremo de amor u odio
hacia
otro. Leemos frecuentemente en los periódicos la cantidad de damas
jóvenes
que se suicidan porque su enamorado las rechaza por otra. Se ha dicho
que
el suicidio es el último acto de la cólera y la venganza.
Verdades
y falsedades acerca del suicidio
E.
S. Shneidman y N. L. Farberow han realizado investigaciones extensas
con
personas
que amenazan con el suicidio, y escribieron un libro definitivo sobre
el
tema,
titulado The
Cry for Help (El
Grito de Ayuda). Ellos registraron un
número
de verdades y de falsedades de las personas que consideran intentar
quitarse
la vida. Primero,
hay
un dicho común que dice que quienes hablan de
matarse
nunca lo harán. Los hechos muestran que ocho de diez personas que
se
suicidan previamente han dado pistas y advertencias acerca de sus
planes.
Por
lo tanto, debemos tomar una amenaza como algo serio. Segundo,
la
persona
que amenaza con el suicidio está jugando con la muerte, con la
esperanza
de que alguien escuchará su grito de ayuda. Realmente, ellos no
quieren
matarse. Tercero,
las
personas pasan por la etapa de pensar en
suicidarse.
Cuando la crisis ha pasado, tienden a adaptarse de nuevo y
encaminarse
en la vida con un propósito. Por lo tanto, nuestra tarea es
ayudarles
a pasar la crisis inmediata que están enfrentando. Cuarto,
el
suicidio
no
es más frecuente entre los ricos que entre los pobres. Los estudios
muestran
que
personas de todos los niveles socioeconómicos intentan quitarse la
vida.
No
es la enfermedad del hombre rico ni la maldición del hombre pobre.
Quinto,
la
tendencia a contemplar el suicidio no es heredada, como algunos
pretenden
creer. Hay casos en los cuales varios miembros de una familia han
intentado
el suicidio, pero no significa que sea una enfermedad o algo heredado
dentro
de la familia. Sexto,
la
persona que intenta suicidarse no es un enfermo
mental
necesariamente. Los estudios de casos de suicidio indican que la
mayoría
de las personas que intentan suicidarse son miserablemente infelices,
pero
no necesariamente están enfermas mentalmente.f117
El
cuidado pastoral para la persona que intenta el suicidio
Esté
alerta a las señales. Cuando
el pastor está involucrado en sus visitas
rutinarias
entre aquellos que están pasando por el dolor, entre los que están
deprimidos
y los que tienen otras dificultades, debe estar alerta para captar
cualquier
señal que indique que quizá la persona está contemplando la idea
de
quitarse
la vida. Contrariamente a la opinión popular, la persona no está
usualmente
temerosa de hablar acerca de sus pensamientos. Recibe
gustosamente
la oportunidad de compartir su agitación interior y está esperando
que
esta persona intervenga de alguna manera para impedir su intento.
Usualmente,
las personas desean que alguien las detenga. English y Pearson
hicieron
esta observación acerca de los pensamientos suicidas:
Aunque
(el paciente) puede ocasionalmente tenerlos y ocultarlos,
generalmente
es muy franco acerca de ellos y recibe con agrado la
oportunidad
de hablar acerca de ellos y busca protección de ellos. No
es
dañino hablar acerca del suicidio porque la discusión no consiente
en
la
idea, ni tampoco ofende o hiere el orgullo de la persona. Si la
pregunta
es formulada calmadamente y hecha en forma franca y abierta
junto
con otras, no tiene significado especial más allá de una búsqueda
racional
de información.f118
Ofrezca
el cuidado pastoral con empatía. En
visitas que el pastor hace entre
los
miembros y miembros en perspectiva de la iglesia puede escuchar las
señales
que le dan las personas. El siguiente relato muestra cómo una
persona
joven
habló abiertamente con un estudiante acerca de sus planes para
suicidarse.
La madre del joven había estado enferma por algún tiempo. El era el
único
medio de sostenimiento para ella y estaba sin trabajo en el momento
actual.
El
siguiente relato recoge palabra por palabra el ministerio del
estudiante:
Estudiante:
Dices que estás sin trabajo.
Joven:
Sí. He estado buscando trabajo por varios días ahora, pero
nadie
desea contratarme.
Estudiante:
Te encuentras muy desanimado debido a la enfermedad de
tu
madre y la dificultad en conseguir trabajo.
Joven:
Sí. Parece ser que todo y todos están en contra mía en este
momento.
No sé qué hacer.
Estudiante:
A veces sientes como si no hubiera solución a tus
problemas.
Joven:
Sí. En realidad yo he decidido darme por vencido.
Estudiante:
¿Qué quieres decir?
Joven:
Bueno, yo he estado conservando estas píldoras por varias
semanas,
de las que el doctor le da a mi madre. Ahora tengo suficientes
para
terminarlo todo. (Muestra un sobre que contiene píldoras.)
Estudiante:
¿Sientes que tu situación es desesperante?
Joven:
Los médicos dicen que mamá no puede vivir mucho más, sólo
unos
pocos días. Cuando ella se haya ido, si yo no puedo conseguir
trabajo,
voy a tomar un puñado de estas píldoras y decir adiós a este...
mundo.
Estudiante:
Bueno, yo sé que has tenido una época difícil con la
enfermedad
de tu madre y no has tenido éxito en conseguir trabajo,
pero
debes darte cuenta de que nosotros cuidamos de ti aquí.
Trataremos
de ayudarte.
Joven:
He estado durmiendo en un cuarto de la iglesia. Pero el pastor
me
dijo que tenía que desocupar. Trasladé a mi madre la semana
pasada
porque los olores de su enfermedad eran feísimos. Ella está
ahora
en un hospital de caridad. El pastor dijo que yo era perezoso o
ya
habría conseguido trabajo. Pero lo he intentado, realmente lo he
hecho.
Ojalá alguien me creyera (empieza a sollozar).
Estudiante:
Bueno, Tomás, yo te creo. Permíteme asegurarte que haré
todo
lo que esté a mi alcance para ayudarte. ¿Por qué no me das esas
píldoras
que tienes y me dejas guardarlas? Hablaré a mis amigos y veré
si
pueden ayudarte.
El
joven entregó las píldoras al estudiante pastor. Este estudiante y
otros
contribuyeron
para comprar comida para el joven. Dentro de una semana su
madre
murió. Los estudiantes y los profesores le dieron dinero suficiente
para
pagar
los gastos del entierro de su madre. A los pocos días después del
funeral
se
fue a otra ciudad con la esperanza de encontrar empleo y estar cerca
de
otros
parientes.
El
relato anterior muestra cómo las personas usualmente hablan
abiertamente
acerca
de las frustraciones que los fuerzan a contemplar el suicidio. Si el
consejero
responde en una manera franca y abierta, sin parecer escandalizado,
la
persona se sentirá en libertad y aprovechará la oportunidad de
ventilar sus
sentimientos.
Si el consejero reacciona con la idea de que este pensamiento es
escandaloso
o un pecado grave, entonces la persona probablemente se
abstendrá
de dar cualquier detalle adicional acerca de sus sentimientos o
planes.
Dé
estimulo positivo realista. El
estudiante fue sincero al ofrecer ayuda y lo
hizo.
El pastor o auxiliador no debe ofrecer esperanza falsa con promesas
no
realistas.
Cada pastor necesita un fondo de emergencia de la iglesia que él
pueda
administrar y de ese modo ayudar a las personas que están
desamparadas.
El estudiante también alistó la colaboración de otros para el
joven
y para los gastos del entierro de su madre. Usualmente el pastor
puede
encontrar
una fuente de esperanza que pueda ofrecer a la persona en crisis.
Cuando
es apropiado el uso de recursos espirituales, no deberá vacilar en
ofrecer
la lectura de alguna parte de la Biblia y orar con la persona en
crisis.
Deberá
también ofrecerse para comunicarse con amigos y parientes y
animarlos
a
darle un poco de atención especial por un tiempo, hasta que sea
capaz de
enfrentar
sus problemas. A veces hay grupos especiales en la iglesia a los que
les
gusta visitar y ministrar a las personas que tienen necesidades
especiales.
Recomiende
buscar especialistas cuando sea indicado. A
veces es necesario
remitir
a la persona a un siquiatra o a una agencia de salud mental con el
fin de
prevenir
su intento de quitarse la vida. El pastor debe ser capaz de evaluar
la
situación
y decidir acerca del problema. Si no hay parientes o amigos que estén
disponibles
para ayudar a la persona, el pastor puede tomar la iniciativa para
recomendarles
que vayan a donde un especialista o a una agencia de caridad en
la
comunidad. Cada país tendrá recursos diferentes y programas médicos
de
caridad
que varían dependiendo de su necesidad. Cobran una cantidad que es
proporcional
a los ingresos de la persona o a los ingresos de la familia. Aunque
esta
ayuda no es tan amplia como la que recibiría la persona si tuviera
los
recursos
para un hospital privado o un terapeuta personal, estas agencias
prestan
un servicio valioso. Ayudan a la mayoría de las personas a superar
la
crisis
y enfrentarse con su situación en el futuro.
Qué
hacer en caso de un suicidio verdadero
A
pesar de todo lo que el pastor y los otros hacen para ministrar a
alguien que
amenaza
con suicidarse, probablemente el pastor tiene ocasión durante su
carrera
para ministrar a los miembros de la familia de uno que se ha quitado
la
vida.
Pueden haber aparecido como las personas menos indicadas para hacer
semejante
cosa y puede que no haya dado indicaciones de su angustia. Lo más
importante
para hacer bajo estas condiciones es estar presente con los
sobrevivientes
con el fin de que ellos puedan ventilar sus propias emociones.
Sorpresa,
pena, ofensa, culpa, cólera, pueden mezclarse todos juntos y
demorar
meses para disolverse. Estos parientes necesitarán varias horas del
tiempo
del pastor u otras personas con el fin de que ellos se adapten a los
efectos
de experiencia tan trágica. El pastor debe alistar laicos para
ayudar que
deben
ser entrenados para escuchar y participar en este ministerio. Debe
entrenarlos
por unas semanas. Esto se puede hacer mientras los laicos
acompañan
al pastor en las visitas que hace entre los miembros de su
comunidad.
El
pastor debe ayudar a la familia que ha experimentado el suicidio
animándola
a
enfrentar su dolor abiertamente y sin tratar de esconder la verdad.
El ocultar
información
de esta naturaleza causa un efecto negativo sobre los miembros de
la
familia. Ellos siempre se preguntan si la gente sabe la verdad cuando
hablan
acerca
de la muerte de su ser querido. Es mejor promover la salud mental y
espiritual
admitiendo y enfrentando abiertamente lo que ha sucedido. En una
conferencia
que dio una siquiatra en un hospital general, ella compartió
abiertamente
la información que su primer esposo se había quitado la vida.
Luego,
mencionó en privado que se sentía mucho mejor y dijo que en el
futuro
ella
tenía menos que ocultar. Esto provocó franqueza entre todos los
miembros
del
grupo.
A
veces los miembros sobrevivientes de la familia tienen sentimientos
intensos
de
culpa acerca de sus fallas hacia aquel que se ha quitado la vida.
Pueden
tener
ira intensa, la que limita su eficacia en su trabajo. En este sentido
podemos
decir que el suicidio logra su meta, porque trae sufrimiento a los
que
sobreviven.
Un buen ministerio pastoral ayuda a estas personas a lograr la paz
con
ellas mismas y con el difunto y les anima a comenzar nuevas
experiencias
estimulantes
en el futuro. La mejor ayuda que puede dar el pastor es estar
dispuesto
a escuchar y responder con empatía a los que comparten su culpa y
su
enojo.
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