martes, 7 de abril de 2015

Entre máscaras y falsedades


                                              Aimée Cabrera.
La sociedad  civil  cubana actual se viste de viajes, oropeles y rostros frescos que quizás cursaban la escuela secundaria o salían a pasear de la mano de sus padres cuando otros, hoy olvidados, eran acosados junto a sus familiares; esa nueva ola de democráticos son los que se han convertido  en imagen de una nación,  a la que no todos aspiramos.
Durante décadas de falso patriotismo y reglas impuestas por los oportunistas, un rebaño de corderos se amansó a la fuerza para ver como se destruían ciudades enteras en las que la comida y la ropa, de la peor calidad, eran racionadas con tarjetas que aún no han podido ser erradicadas.
Como en un campo de concentración  sin cámara de gas han vivido los cubanos que se han acostumbrado a ponerse y quitarse máscaras para cada ocasión. Los niños y jóvenes, que ya dejaron de serlo, se criaron imitando posturas hipócritas que aniquilaron a la familia, así como a las ideas religiosas, o la libertad de expresión de cada ciudadano.
En el intento por ser auténticos, muchas personas decentes tuvieron que ir a juicios, cumplieron injustas condenas  o  enfermaron y murieron antes de poder al menos exiliarse. Eran tiempos en que había que humillarse, pedir la baja del centro laboral y exponer que se abandonaría  el país.
Hacer ese planteamiento costaba al trabajador soportar las peores degradaciones; al instante era condenado por la opinión pública, era el gusano, lo peor. Si sus hijos estudiaban eran mal vistos y pocos se les acercaban, Cuántas familias sufrieron por esta razón.
Amigos y familiares se alejaban de ellos. Irse definitivo no era un proceso rápido, todo lo contrario, podía durar años. Los niños cumplían la edad militar, las niñas se enamoraban y casaban, los más viejos fallecían. Así y todo, muchas de estas familias son las que ahora ayudan a quienes se mantuvieron en Cuba por ideales falsos o reales.
El mundo se movía al ritmo de chicos como los de Liverpool o los Rolling Stones, la bella Twiggy usaba minifalda y medias a las rodillas. Warhol deleitaba con su obra irreverente, “Paz y Amor” gritaban los que no querían ir a la guerra, mientras en Cuba se trataba de violar a la geografía regional con la creación de más de un Viet Nam.
Los seguidores incondicionales de la Revolución, enemigos acérrimos de todo lo que oliera a inglés o a capitalismo zafaban pantalones ajustados, pelaban al rape a quien usara melena, ponían multas y llevaban a juicio a chicos y chicas que intentaban imitar la moda que veían en las películas con un pullover robado de la marina de guerra y vendido en el mercado negro.
Familiares que se escondían para leer la carta del que estaba fuera de Cuba, inventos para contestarla y que nadie lo supiera. Gafas de sol y pañuelos anudados al cuello para entrar en una iglesia, y gente mucha, pobre y desarrapada husmeando por las esquinas y detrás de las ventanas para informar los comportamientos de los que persistían en tener hábitos considerados pequeño-burgueses, los mismos a los que les gritaron traidores, les tiraron los huevos que son tan difíciles de comprar hoy o, con saña, los golpearon por ser ingratos al gobierno revolucionario.

Campos de trabajo forzoso para los que sufrían las fobias del gobierno caribeño-soviético, planes de la escuela al campo con las peores condiciones para adolescentes casi niños, servicio militar obligatorio en otras tierras de las que pocos regresaban, envidias y odios de los cuadros directivos de las organizaciones de masas y políticas, los mismos que hoy  viven fuera del país o reciben ayudas de sus hijos que para nada son malos por querer vivir bien, esos  que marginaron y destruyeron a tantos amantes de la transparencia y la libertad.
Entre tantos odios y mentiras viven los cubanos dispersos por el mundo. Aún el gobierno no concibe que puedan existir personas que deseen vivir en la Isla y a su vez dar a conocer que no están de acuerdo con la política obsoleta que trata de acercarse, Dios no lo permita, a sus seis décadas.
Se acabó el cuadro con el Sagrado Corazón de Jesús o el de La última Cena  que presidían buena parte de los hogares cubanos. Bastantes feligreses tuvieron que negar su credo, el que fuera; y eso se rebate ahora, pero hace 40 años o más, costaba la pérdida de toda libertad aunque parezca ahora irrisorio.
El cubano con su costumbre de llevar a choteo sus penas más grandes, ríe como el triste payaso para olvidar las penas que no obstante, aniquilan a tantas personas aquejadas de enfermedades  que se expandieron por dentro de sus  cuerpos hoy minados, en el afán de  esconder sus  sentimientos.
Por eso, duele que personas que se deleitan con las noticias de los canales de la Florida que pueden ver en sus antenas conectadas de forma ilegal, critiquen a quienes han sido hostigados por sus ideas políticas. Los mismos televidentes  que se quitan y ponen  caretas para salir a la calle,  ver los programas de la antena o los paquetes guardados en memorias.
La incertidumbre y la inestabilidad son propias de la mentira y la falta de transparencia, de la arrogancia que ha convertido en una tragedia social la posibilidad de garantizar el bienestar de una población que sobrevive no se sabe cómo. Las largas filas y aglomeraciones de personas de todas las edades en el parque de Calzada y K, los que salen llorando y se abrazan por cualquier calle aledaña a la Sección de Intereses de los Estados Unidos de América cuando le niegan la visa, o ríen cuando se la otorgan  dan fe de la desesperación en que viven.
Ahora son nuevos tiempos que imponen nuevas caras y preceptos. La nueva era del On Line descaracteriza o ensalza a diario a quienes pertenecen a la sociedad civil. Sus jóvenes más destacados nacieron en las garras de lo incierto, por lo que algunos  no tienen tiempo para esperar y,  si no son escuchados como quieren, aprovechan sus visados para exiliarse, o raras veces hacen tierra para confraternizar con los que pudieran ser sus futuros seguidores.
Un silencio cómplice rodea a los nuevos líderes que sonríen triunfantes en su falta de sencillez, surgidos de la nada y aplaudidos por los que tratan de manipular el futuro incierto de Cuba desde las comodidades aliadas a las libertades existentes allende los mares,  en abierto coqueteo con posturas antidemocráticas que están a favor de lo novedoso.

Para unos y otros, poco importan los rostros cansados  y envejecidos de quienes no doblegan sus  principios, en los que priman el honor, la humildad y el recuerdo de una historia que no podrá ser borrada.

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