El calendario hebreo es un calendario lunisolar, es decir,
que se basa tanto en el ciclo de la Tierra alrededor del Sol (año), como en el
de la Luna al rodear a la Tierra (mes). La versión actual, por la que se rigen
las festividades judías, fue concluida por el sabio Hilel II hacia el año 359.
Este calendario se basa en un complejo algoritmo, que permite predecir las
fechas exactas de luna nueva, así como las distintas estaciones del año,
basándose en cálculos matemáticos y astronómicos, prescindiendo desde aquel
momento de las observaciones empíricas de que se valieron hasta entonces.
En su concepción compleja tanto solar como lunar, el
calendario hebreo se asemeja al chino, sin que se sepa de influencia alguna que
haya tenido el uno sobre el otro; y también al calendario utilizado por los
pueblos de la península arábiga hasta la aparición del Islam, en el siglo VII
de la Era cristiana. En cambio, se distingue del calendario gregoriano de
amplio uso universal, basado exclusivamente en el ciclo solar-anual; y también
del que rige al mundo musulmán desde Mahoma hasta nuestros días, que es
puramente lunar.
El calendario hebreo comienza con la Génesis del Mundo, que
aconteció, según la tradición judía, el día domingo 7 de octubre del año 3761
a. C.; fecha equivalente al 1 del mes de Tishrei del año 1. De esta manera, el
año gregoriano de 2011 equivale al año hebreo de 5772 (que comenzó al atardecer
del 28 de septiembre del 2011 y finalizará el 16 de septiembre 2012). Para
convertir un año del calendario gregoriano a su correspondiente hebreo, basta
con sumar o restar la cifra de 3760 (2011 + 3760 = 5771).
Contenido
• 1 Los
fundamentos del calendario hebreo
1.1 El día judío
1.2 El mes hebraico
1.3 El año judío
1.4 El año bisiesto, embolismal o "preñado"
1.5 La semana en el calendario hebraico
• 2 Véase también
• 3
Referencias
3.1 Inglés
• 4 Enlaces
externos
Los fundamentos del calendario hebreo
El día judío
El día, en el calendario hebreo, comienza con la salida de 3
estrellas, y culmina con el ocaso. En esto se diferencia del día según el
calendario gregoriano, que discurre exactamente de medianoche a medianoche.
La costumbre de ver al día comenzar con la caída del
crepúsculo es tan antigua como la Biblia misma, y se basa en el texto bíblico
del Génesis 1:5, que al cabo de cada día comenta "Y fue la tarde, y fue la
mañana...", de lo que se entiende que cada uno de los días de la creación
comenzaba por la tarde. Más explícitamente aún, al prescribir la Biblia el
ayuno del Día del Perdón, el Yom Kipur: "El día décimo de este séptimo mes
será el día de la Expiación... Será para vosotros día de descanso completo y
ayunaréis; el día nueve del mes, por la tarde, de tarde a tarde, guardaréis
descanso" (Levítico 23:27-32). Desde entonces, es práctica corriente y
antiquísima, que las festividades judías comiencen al caer el Sol. Y no sólo
ellas: la consabida costumbre de comenzar la celebración de la Navidad con la
cena de Nochebuena, tiene sus raíces en tal milenaria usanza hebrea.
Cabe destacar, no obstante, que estudios arqueológicos han
revelado que también en la antigua Babilonia se señalaba el comienzo del día al
atardecer, y se estima que es ese el origen de la costumbre.
El mes hebraico
El mes en el calendario hebreo se basa en el ciclo que
cumple la Luna al circunscribir por completo a la Tierra, captando el ojo
humano desde nuestro planeta 4 diferentes estados principales de la Luna, a
saber: Luna nueva, Cuarto creciente, Luna llena o plenilunio, y Cuarto
menguante. Tal ciclo dura aproximadamente 29 días y medio. Resulta asombroso
comprobar que ya los antiguos sabios hebreos supieron calcular la duración
exacta de tal ciclo, estimando de acuerdo con sus conocimientos astronómicos
que el periplo del satélite en torno al planeta Tierra tenía una duración de
'29 días, 12 horas, y otras 793/1080 de hora' (o sea, otros 44 minutos y 3.33
segundos), siendo su error de cálculo de medio segundo. Debido a que la
cantidad de días en un mes debía ser exacta, el calendario hebreo estipuló
meses de 29 y de 30 días, intercaladamente.
Al último de un mes hebreo, la Luna está completamente a
oscuras, y no es visible desde la Tierra. Al despuntar el Cuarto creciente, se
alcanza a ver apenas a la Luna como una finísima guadaña, que desaparece en el
horizonte minutos después del ocaso: es el comienzo del mes hebreo. Con el correr
de los días, crece paulatinamente la parte iluminada de la Luna que se aprecia
desde la Tierra, hasta llegar al plenilunio que marca exactamente la mitad del
mes. A partir de ahí, vuelve la Luna a menguar con el discurrir de los días,
hasta desaparecer por completo, culminando también del mismo modo el mes del
calendario hebreo.
Los nombres de los meses hebreos, tal como los conocemos en
nuestros días, tienen sus orígenes en la antigua Babilonia, de donde fueron
adoptados por los judíos allí desterrados por el rey Nabucodonosor II, exilio
que duró 70 años (586 a. C. - 516 a. C.). Más antiguamente, los meses eran
denominados tan sólo por su orden numérico, comenzando en la primavera (boreal)
por el mes primero, Nisán, y culminando con el duodécimo, Adar. En el
Pentateuco se menciona a Nisán como el primer mes del año, al haber sido aquél
en que el pueblo de Israel se liberó de la esclavitud de los faraones de
Egipto: "Este mes os será principio de los meses; para vosotros será éste
el primero en los meses del año" (Éxodo 12:2). Otros nombres de meses
mencionados en ciertos libros de la Biblia, especialmente en el Libro de los
Reyes, como el "mes de Ziv" (1Reyes 6:37), o "el mes de Bul, que
es el mes octavo" (1Reyes 6:38), y también "el mes de Eitanim, que es
el mes séptimo" (1Reyes 8:2), fueron seguramente tomados de nombres de
meses fenicios, ya que son mencionados en el contexto de las relaciones
comerciales entre el Rey Salomón y el Rey Hiram de Fenicia. Los nombres
babilónicos, que han llegado hasta nuestros días, aparecen por primera vez en
el Libro de Ester y en los de Esdras y Nehemías, y fueron adoptados asimismo
por otros idiomas, como el turco moderno (Nisan = abril; Temmuz = julio; Eylül
= septiembre; Şubat = febrero).
La duración de los meses hebreos oscila entre los 29 y los
30 días, de la siguiente forma:
1. Tishrei
(30 días) (תשרי) - cae
aproximadamente en septiembre u octubre
2. Jeshván
(29 ó 30 días) (חשוון,
llamado también Marjeshván - מרחשוון)
- octubre o noviembre
3. Kislev
(30 ó 29 días) (כסלו) -
noviembre o diciembre
4. Tevet (29
días) (טבת) - diciembre o
enero
5. Shevat
(30 días) (שבט) - enero o
febrero
6. Adar (29
días) (אדר) - febrero o
marzo
7. Nisán (30
días) (ניסן) - marzo o
abril
8. Iyar (29
días) (אייר) - abril o
mayo
9. Siván (30
días) (סיוון) - mayo o
junio
10. Tamuz (29
días) (תמוז) - junio o
julio
11. Av (30
días) (אב) - julio o
agosto
12. Elul (29
días) (אלול) - agosto o
septiembre
El año hebreo, según la cuenta bíblica, comenzaba con el mes
de Nisán, llamado en la Biblia "el mes primero" (Éxodo 12:2), y
concluía en el mes de Adar; mientras que más adelante primó la concepción del
comienzo del año en el mes de Tishrei, con la festividad de Rosh Hashaná (ראש השנה, literalmente "cabeza de año"),
culminando el año en el mes de Elul, tal como rige el calendario hebreo hasta
nuestros días.
Desde el punto de vista religioso, el calendario hebreo
cuenta con 4 diferentes "cabezas de año", siendo cada una de ellas el
comienzo de la cuenta anual para diferentes finalidades:
• 1
de Nisán, es el principio de año de acuerdo a la cuenta bíblica, al conmemorar
la salida de Egipto; y era el principio del año para los reyes: de tal modo,
aun si un rey de Israel asumiera el trono el 29 del mes de Adar, ya al ser el
día siguiente el primero de Nisán, se consideraba su segundo año de reinado.
• 1
de Elul, el principio del año para realizar la cuenta del diezmo de ganado a
apartar según las prescripciones religiosas.
• 1
de Tishrei, el principio del año según el calendario hebreo moderno,
conmemorando el aniversario de la Creación del mundo, y era la fecha en que
comenzaba la cuenta de los años, los años sabáticos (cada séptimo año, en que
las tierras quedaban incultas y en barbecho), y los jubileos (cada 50 años, en
que prescribían las deudas y los esclavos quedaban libres).
• 15
de Shevat, el año nuevo de los árboles, siendo ésta la fecha de su despertar
luego del letargo invernal.
El año judío
Un año hebreo incluye un ciclo completo de las cuatro
estaciones del año, y, a su vez, debe contar con un número exacto de meses
lunares. De esta manera, el año hebreo puede tener tanto 12 meses (año simple),
como 13 (año bisiesto, o en hebreo שנה
מעוברת, "año
preñado").
Hoy en día es sabido que las estaciones del año se deben a
la traslación de la Tierra en torno al Sol, ciclo denominado en astronomía
"año trópico" (365 días, 5 horas, 48 minutos y 44 segundos). Al ser
el año trópico sensiblemente más largo que el año lunar de 12 meses (354 días,
8 horas y 49 minutos), se iría corriendo la Pascua judía indefectiblemente
hacia el invierno, contrariamente al precepto bíblico, si el año hebreo durase
12 meses de manera constante. Para evitarlo, se agrega un décimotercer mes a
fin de año, cada vez que la diferencia acumulativa entre el año solar y el
lunar, de unos 11 días por año, alcanza a formar un mes entero. .
El año bisiesto, embolismal o "preñado"
El año hebreo bisiesto es un año de 13 meses, denominado en
hebreo "shaná me'ubéret" (שנה
מעוברת, "año
preñado" o embolismal), metaforizando al mes agregado cual si fuera el
feto de una mujer embarazada; y de aquí que los métodos de institución de tal
año, se llamen "ibur" (del hebreo עיבור,
"preñamiento"); y en castellano, embolismo. El embolismo del
calendario hebreo, consiste en la duplicación del mes de Adar, de manera que se
intercala un nuevo mes de 30 días, llamado Adar "A" (אדר א, "Adar álef"), antes del mes de Adar
original, que pasa a ser Adar "Bis" (אדר
ב, "Adar bet").
La principal razón por la que fue elegido justamente el mes de Adar para su
duplicación es por ser el mes inmediato anterior a Nisán, el mes de la
primavera, el de la salida de Egipto y en el que cae la Pascua judía,
"Pésaj" (פסח),
según indica la Biblia: "Guardarás el mes de Aviv (= primavera), y harás
pascua a Yahveh tu Dios; porque en el mes de Aviv te sacó Yahveh tu Dios de
Egipto" (Deuteronomio 16:1). Otro motivo radica en que Adar era
antiguamente el último mes del año, e históricamente se prefería hacer el
agregado a fin de año. Ello se asemeja a lo ocurrido con el 29 de febrero,
agregado justamente allí porque antiguamente era febrero el último mes del año
romano.
El método original de embolismo, desarrollado alrededor del
siglo VI a. C., establecía que habría de agregarse un mes más, en tres años de
cada ciclo de ocho. Ya en el siglo V a. C., se perfeccionó el sistema,
estipulándose de ahí en adelante que el agregado habría de hacerse en siete
años por cada ciclo de diecinueve. Se estima que dichas técnicas tienen sus
raíces en los conocimientos de astronomía de los babilonios, muy adelantados
para su época, y del astrónomo griego Metón (siglo V a. C.), y son aceptadas
hasta el día de hoy. El Diccionario de la Real Academia Española define ciclo
lunar, llamado también ciclo decemnovenal o decemnovenario, como el
"período de 19 años, en que los novilunios y demás fases de la Luna
vuelven a suceder en los mismos días del año, con diferencia de hora y media
aproximadamente"; en tanto el ciclo cuádruple de 76 años, es llamado
calípico. De esto se deduce que cada 19 años coincidirán entre sí las fechas
del calendario hebreo y el gregoriano; aunque puede existir un desfase de uno o
dos días, debido a movimientos efectuados en el calendario hebreo por motivos
religiosos (ver más adelante, "la semana en el calendario hebreo").
En el año 359, perfeccionó el sabio Hilel II los cálculos y
métodos conocidos, y estableció los mecanismos de embolismo del año utilizados
hasta el día de hoy, que han sido corroborados por las últimas y más modernas
observaciones astronómicas. Dichos cálculos ya eran conocidos desde cientos de
años atrás, pero hasta aquellos tiempos se preferían los métodos empíricos para
establecer el comienzo del mes —dos testigos que habían de atestiguar ante el
gran Sanedrín que habían visto el naciente de la Luna— y el comienzo de la primavera,
basándose en la maduración de las mieses y a la llegada del equinoccio de
primavera (el 20 de marzo en el hemisferio norte), que es la fecha en que el
día y la noche tienen la misma duración; mientras que el almanaque era
utilizado en caso de impedimentos, como días nublados.
Se cree que la razón por la cual publicó Hilel II el
calendario hebreo tal como se utiliza desde sus tiempos hasta nuestros días,
proviene de una de las decisiones tomadas por el Cristianismo en el primer
Concilio de Nicea, celebrado el año 325, a instancias del emperador Constantino
I el Grande. Según la tradición cristiana, Jesús de Nazaret fue crucificado el
Viernes Santo, coincidente con el viernes de la Pascua judía. El Concilio
decidió desvincularse del judaísmo también en este aspecto, y prescindir de la
necesidad de averiguar año tras año, la fecha exacta de la Pascua judía. A tal
efecto, se estipuló que el primer día de la Pascua cristiana, el Domingo de
Pascua o de Resurrección, se celebre el primer domingo después de la luna
llena, inmediatamente luego del equinoccio de primavera. Cabe destacar que al
independizar al calendario litúrgico cristiano del hebreo, perdió el primero la
flexibilidad y el equilibrio que caracterizan a este último, lo que terminó
causando, con el correr de los siglos, el corrimiento de la Pascua cristiana
hacia el invierno, desfase que hubo de ser corregido al cabo de un milenio por
el papa Gregorio XIII, por medio de su calendario gregoriano. De todos modos,
la decisión de Nicea despertó el temor entre los judíos de la época, que los
cristianos les prohibiesen anunciar los comienzos de mes y los embolismos de
cada año, indispensables para el normal discurrimiento de la vida judía; y de
ahí la necesidad de un calendario preestablecido de antemano y aceptado por
todas las diásporas del pueblo judío. Mientras en la Biblia Mateo 28:1.
Encontramos que el primer día de la semana revisaron donde estaba, siendo
domingo, el fue crucificado el miércoles.
Un año trópico, o circunvolución de la Tierra en torno al
Sol, conlleva en sí 12,368 ciclos lunares, o vueltas que efectúa Selene
alrededor de nuestro planeta. Esto implica que 19 años trópicos, equivalen a
234,992 ciclos de la Luna, un número prácticamente entero. Desde esta base se
establece que cada 19 años, habrá de haber 235 meses, o 12 años comunes (de
doce meses), y 7 años embolismales o "preñados", con trece meses cada
uno: los años número 3, 6, 8, 11, 14, 17 y 19 de cada ciclo decemnovenario.
Para saber si determinado año hebreo es o no bisiesto, hay que dividirlo por el
número 19: si el cociente obtenido luego de la división, nos deja un resto
luego del entero con uno de los siguientes guarismos: 0, 3, 6, 8, 11, 14 ó 17,
estamos ante un año de 13 meses. Así, el año hebreo de 5765, equivalente al
gregoriano de 2005, al dividirlo por 19 nos da 303 enteros, y un resto de 8 (5765/19
= 303 8/19). Por ende, el año de 5765 fue bisiesto, y se le agregó como tal el
mes de Adar "A" antes del último mes del año, el mes de Adar
"Bis".
La semana en el calendario hebraico
Judíos rezando en la sinagoga en Yom Kipur (1878), pintura
del pintor judío polaco Maurycy Gottlieb (1856-1879).
El calendario hebreo no solamente combina entre el año solar
y el mes lunar; sino que ambos ciclos complementados, han de convivir
exitosamente también con otro de los legados del calendario de los judíos al resto
del mundo: el ciclo semanal de siete días.
Los días de la semana hebrea se basan en los seis días de la
Creación, según relata el primer capítulo del libro del Génesis, siendo su
nombre el mismo que les adjudica la Biblia, que son simplemente los nombres de
los números ordinales en hebreo, del primero al sexto —denominación que se
conserva en el idioma portugués, salvo el domingo; pero que se ha perdido en la
mayoría de las lenguas occidentales, que adoptaron nombres de deidades paganas
para los días de la semana— y en el séptimo día, en el que Dios descansó de su
labor (Génesis 2:1-3): el Shabat, del hebreo שבת,
shabbat, descanso; nombre que fue adoptado por una buena parte de las lenguas
(castellano sábado, francés samedi, italiano sábato, portugués sábado, catalán
dissabte, alemán Samstag, polaco sobota, griego sávvato, árabe asSabt,
indonesio sabtu, rumano sâmbătă). Así pues, y basándose en el relato bíblico,
comienza la semana hebrea el día domingo (יום
ראשון, "yom
rishón", "el día primero"), y no el lunes como en la sociedad
occidental, y culmina el sábado, el día consagrado al descanso. Actualmente en
algunos países como el Reino Unido y también en los calendarios cristianos se
suele tener el domingo como el primer día de la semana, siguiendo ésta tradición
hebrea, aún dando importancia a este primer día, en especial en los calendarios
litúrgicos al conmemorar la Resurreción de Jesús de Nazaret.
El ciclo hebdomadario, y muy especialmente la santidad de la
festividad del Sábado —que es considerada la más sagrada de las celebraciones
judías, superada tan sólo por el Yom Kipur o Día del Perdón, precisamente
denominado también "Sábado de Sábados"— impone otra serie de ajustes
al calendario hebreo, que debe de adaptarse a las necesidades derivadas del Sábado
en primer lugar, y luego de otras fiestas y ritos judíos.
De esta manera, se propone el calendario hebreo impedir que
ciertas celebraciones, se superpongan o hasta se contradigan entre sí. El
primer caso sería la gran inconveniencia que acarrearía el coincidir el Sábado,
en el que se prohíbe cocinar, e inmediatamente luego o antes de él, el Yom
Kipur, en el que los feligreses observan un rígido ayuno. Ya en el terreno de
las contradicciones, no sería aceptable que el último día de la Fiesta de las
Cabañas (סוכות, Sucot),
uno de cuyos preceptos es agitar vigorosamente las ramas de aravá o sauce,
cayese en Sábado, en que esta actividad está expresamente prohibida, por ser
una de las 39 actividades prohibidas el séptimo y último día de cada semana
(Mishná, Tratado del Shabat, 7:2).
Cumpliendo con el precepto de sacudir las ramas de aravá en
la festividad de Sucot
Este difícil pero fundamental equilibrio, se obtiene
mediante cálculos que prescriben en cuál de los días de la semana podrá caer el
primer día del año judío (según la usanza de nuestros días), que es también el
primer día de la festividad de Rosh Hashaná, el Año Nuevo judío. Así, las
reglas del calendario hebreo estipulan que en ningún caso, podrá el primer día
de Rosh Hashaná y del año —el primer día del mes de Tishrei— coincidir un
domingo, o un miércoles, o un viernes.
Para compensar el desfase que la imposición de esta regla
puede conllevar en el delicado equilibrio del calendario; y una vez culminado
el mes de Tishrei, durante el cual se suceden las principales fiestas judías, y
especialmente aquellas que acarrean los problemas que el almanaque debe
resolver (Rosh Hashaná, Yom Kipur, Sucot), se vuelve a equilibrar el
calendario, agregando uno, dos o tres días en los dos meses posteriores a Tishrei:
los meses de Jeshván y Kislev.
De esta regla surge, que existen tres tipos de año en el
calendario hebreo:
• "Año
faltante" (שנה חסרה, "shaná
jaserá"), en cuyo caso tanto el mes de Jeshván como el de Kislev tienen 29
días cada uno, de lo cual resulta que dicho año contará con 353 días.
• "Año
normal" (שנה כסדרה, "shaná
kesidrá"), en cuyo caso Jeshván traerá 29 días en tanto Kislev vendrá con
30, de lo cual resulta un total anual de 354 días.
• "Año
completo" (שנה שלמה, "shaná shelemá"),
en cuyo caso tanto Jeshván como Kislev cuentan cada uno con 30 días, y por lo
tanto se trata de un año con 355 días en su total.
Los años bisiestos respectivos a cada uno de los tipos de
años detallados, tendrán a su vez, sumado el mes agregado de Adar "A"
que siempre cuenta con 30 días, 383, 384 ó 385 días.
El calendario hebreo vuelve a repetir su ciclo, tomando en
cuenta las variaciones en días, meses y años, una vez cada 247 años, con una
pequeña diferencia de 50 minutos entre ambos. Para que la repetición entre dos
años hebreos sea perfecta, tienen que transcurrir entre uno y otro nada menos
que 689.472 años.
No hay comentarios:
Publicar un comentario