domingo, 5 de abril de 2015

Domingo de Resurrección


Evangelio según San Juan 20,1-9.

El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada.
Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: "Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto".
Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro.
Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes.
Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró.
Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo,
y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte.
Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó.
Todavía no habían comprendido que, según la Escritura, él debía resucitar de entre los muertos.


Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.



Leer el comentario del Evangelio por :

San Máximo de Turín (¿-c. 420), obispo
Sermón 53 sobre el salmo 117 ; PL 57, 361

«Este es el día de alegría y de gozo»

     «Este es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo» (Salmo 117:24). No es por casualidad, hermanos míos, que hoy leemos este salmo en el que el profeta nos invita a la alegría y al gozo, en el que el santo David invita a toda la creación a celebrar este día; porque la resurrección de Cristo ha abierto el abismo en el que se encontraban los muertos, los recién bautizados de la Iglesia han rejuvenecido la tierra, el Espíritu Santo ha mostrado el cielo. Los infiernos, una vez abiertos, han devuelto a los muertos; la tierra rejuvenecida hace surgir a los resucitados; y el cielo con toda su grandeza se abre para acoger a los que suben hacia él.  

 El ladrón ha subido al  paraíso (Lucas 23,43); los cuerpos de los santos entran en la ciudad santa (Mateot 27,53)... Por la resurrección de Cristo, todos los elementos, como por impulso, se levantan a las alturas. El infierno retorna a los ángeles que guardaba cautivos, la tierra manda al cielo a los que estaban cubiertos por ella, el cielo presenta al Señor a los que él ha acogido... La resurrección de Cristo es vida para los difuntos, perdón para los pecadores, gloria para los santos. Es así que el gran David invita a toda la creación a celebrar la resurrección de Cristo y la incita a exultar de gozo y de alegría en este día que ha hecho el Señor.
  
Pero diréis..., el cielo y el infierno no han sido creados para el día de este mundo; a estos elementos ¿se les puede pedir celebrar un día que se les escapa totalmente? ¡Es que este día que ha hecho el Señor todo lo penetra, todo lo contiene, abraza conjuntamente el cielo, la tierra y el infierno! La luz que es Cristo no ha podido ser frenada por los muros, ni rota por los elementos, ni ensombrecida por las tinieblas. La luz de Cristo es verdaderamente un día sin noche, un día sin fin. Resplandece por todas partes, brilla por todas partes, permanece en todas partes.

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