“Yo
les
doy vida eterna, y nunca perecerán.... Mi Padre, que me las ha dado, es
más grande que todos; y de la mano del Padre nadie las puede
arrebatar.” Juan 10:28-29 (NVI)
Cuando estaba creciendo, una de las cosas que me impresionaba de mi
padre eran sus manos grandes. Ahora tengo manos grandes, ¡pero mi
papá tendía manos inmensas! Cuando el hacía carpintería, el martillo se
veía pequeñísimo en sus
manos.
Mi Padre Celestial tiene unas manos
realmente grandes. ¡Él sostiene todo el mundo con sus manos!
¿Qué tan grandes son las manos de Dios?
Las manos de Dios son lo suficientemente grandes para bendecirte. Jesús a menudo tocaba a las personas para bendecirlas.
Él ponía sus manos sobre las personas y las bendecía. Él hace lo mismo por ti. Isaías 62:3 dice,
“El
Señor te sostendrá en su mano para que todos te vean, como una corona espléndida en la mano de Dios” (NTV).
Las manos de Dios tienen cicatrices para nunca olvidarte. En el cielo, las únicas cicatrices que habrá, serán
las de Jesús. ¿Crees que Dios podría olvidarte? Él tiene un recordatorio constante en las cicatrices de los clavos en sus
manos. La Biblia dice,
“¿Puede una madre olvidar a su niño de pecho, y dejar de amar al hijo que ha dado a luz? Aun cuando
ella lo olvidara, ¡yo no te olvidaré! Grabada te llevo en las palmas de mis manos;” (Isaías 49:15-16ª NVI).
Las manos de Dios son lo suficientemente fuertes para mantenerte seguro eternamente. Juan 10:28-29 dice,
“Yo les doy
vida eterna, y nunca perecerán, ni nadie podrá arrebatármelas de la mano. Mi Padre, que me las ha dado, es más grande que
todos; y de la mano del Padre nadie las puede arrebatar.” (NVI).
Una vez que pones tu vida en las manos de Dios, nadie te podrá arrebatar de ahí. Tal vez pienses, “¿No puedes
simplemente saltar hacia afuera?” ¿Qué tan grande crees que son las manos de Dios? Nunca podrás llegar al borde de sus
manos. Cada aspecto de tu vida está en sus manos.
Cuando mis hijos estaban pequeños, yo acostumbraba pararme en la orilla de la piscina y decirles: “confía en mí,
salta”. Siempre tenían miedo. ¿Será él lo suficientemente fuerte para sostenerme? ¿Están resbalosas
sus manos? ¿Qué sucederá si él no me atrapa? Pero al final ellos tenían suficiente fe para saltar a mis brazos, y
por supuesto yo los agarraba. Entonces, ¡querían seguirlo haciendo cien veces más!
Tu padre está esperando a que saltes hoy. Él está diciendo, “Confía en mí. Puedes confiar en mí.
Estoy trabajando tras bambalinas. Y puedo manejar lo que tú me entregues”. ¿Quieres que la mano de Dios esté en tu vida?
¿Quieres que tu vida esté en las manos de Dios? Puedes confiarle tu vida y tu futuro.
Reflexiona sobre esto:
- ¿Qué problema o circunstancia grande en tu vida has evitado entregar a Dios?
- ¿Cómo has visto la providencia y el cuidado de Dios por ti en el pasado?
- ¿Es cómodo o frustrante para ti que Dios trabaje “tras bambalinas”? ¿Por qué?
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