La Iglesia católica resistió fuerte hostilidad en la década de 1960, cuando era severamente reprimida y los fieles sufrieron injusta persecución, con el envío de muchos –incluido el joven sacerdote Jaime Ortega– a las Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP), reales campos de trabajo forzado existentes de 1965 a 1968. No fue hasta 1992, comenzada la fuerte crisis ocasionada por la pérdida de las ventajosas relaciones económicas con la Unión Soviética y el llamado campo socialista, que las autoridades cambiaron la política hacia todas las religiones, con la simbólica decisión de permitir la militancia en el Partido Comunista a los creyentes.
En 1993, la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba (COCC), presidida por Ortega, emitió el documento “El amor todo lo espera”, que analizaba la situación existente en el país y llamaba al “diálogo franco, amistoso, libre, en que cada cual exprese su sentir verbal y cordialmente. Un diálogo no para ajustar cuentas (…) Un diálogo que pase por la misericordia, la amnistía y la reconciliación (…) La disensión puede ser una fuente de enriquecimiento (…) No hay por qué temer a las réplicas y las discrepancias, porque las críticas revelan lo que los incondicionales ocultan”.
El recorrido del papa Juan Pablo II en 1998, y en especial sus palabras durante la multitudinaria misa oficiada en la Plaza de la Revolución ante Fidel Castro, contribuyó a iniciar la reflexión de los cubanos sobre la situación existente y sus potencialidades como ciudadanos, e impulsó el viraje en las relaciones Iglesia-Estado. Las visitas de los papas Benedicto XVI en 2013, y Francisco en 2015, fueron la prolongación.
En 2010, el cardenal Ortega, respaldado por la COCC y en colaboración con el Gobierno de España, desempeñó un importante papel en la excarcelación de 53 de los 75 prisioneros de conciencia, que permanecían en las cárceles desde la Primavera Negra de marzo de 2003 con condenas de hasta 28 años. La mayoría de ellos decidió emigrar a ese país europeo, que los acogió junto a un gran número de sus familiares.
Con posterioridad, algunas declaraciones del Cardenal sobre la inexistencia de presos políticos han provocado fuertes críticas. Pero no puede olvidarse que en 1994 él emitió un mensaje por el hundimiento del remolcador ’13 de marzo’, y era el cardenal cuando la COCC fue la única institución cubana que realizó una declaración por las arbitrarias detenciones de la primavera de 2003, emitida el 11 de abril. Durante 7 años, la mujeres familiares de los 75 recibieron ayuda de los integrantes de la Iglesia católica de Cuba a todos los niveles en sus duros avatares cotidianos y los días de visitas a las prisiones distantes cientos de kilómetros de sus hogares. Asimismo, esas mujeres, meses después conocidas como Damas de Blanco, fueron acogidas en la misa dominical en la Iglesia Santa Rita de Casia, en Miramar, La Habana.
Monseñor Juan García tendrá grandes retos, más allá de su tradicional cercanía a la población y la evangelización, a lo cual ha demostrado gran dedicación en su desempeño desde cura hasta arzobispo, según testimonian los camagüeyanos. Tendrá que asumir relaciones al más alto nivel con las autoridades nacionales y la intensa actividad internacional del cardenal Ortega, quien se convirtió en apreciado consejero y negociador. Su papel fue notable durante el período de diálogo entre los gobiernos de Cuba y Estados Unidos, acompañados por el Papa Francisco, que resultaron en el restablecimiento de las relaciones diplomáticas. Pero puede esperarse que Monseñor García, como “pastor que huele a oveja”, profundice su cercanía al pueblo cubano al tiempo que acometa con éxitos las demás complejas tareas.
Monseñor Juan García Rodríguez nació el 11 de julio de 1948. Su padre era trabajador ferroviario y su madre ama de casa. Siendo adolescente ingresó en el Seminario San Basilio de El Cobre y terminó su formación teológica en el Seminario San Carlos y San Ambrosio como parte del primer grupo que realizó todo el período de formación sacerdotal en Cuba. Fue ordenado en el templo parroquial de Morón el 25 de enero de 1972, cuando aún no había cumplido los 24 años.
Ejerció sus primeros años en la actual diócesis de Ciego de Ávila, Morón y Jatibonico. En 1989 pasó a la parroquia de Florida y otras comunidades vecinas. El 15 de marzo de 1997 recibió el nombramiento de obispo auxiliar de Camagüey (con el título de Obispo Gummi de Proconsolare). A fines de 1998, la diócesis de Camagüey fue elevada al rango de arquidiócesis, de la que resultó el primer arzobispo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario