“No
reprendas
al escarnecedor, para que no
te aborrezca; corrige al
sabio,
y te amará”.
Proverbios 9.8
Este versículo habla de la
importancia
que tiene la actitud de aquel
que recibe una corrección para
mejorar su
vida.
Porque por mejor que sea el
emisor, por más pertinente que
sea el
mensaje y más correcta la forma
de transmitirlo, si el receptor
no
tiene la disposición adecuada,
habrá problemas.
Cuando corrijas a alguien que no
quiere crecer, progresar y
carezca de
humildad y poder de autocrítica,
te aborrecerá.
Las personas que tienen en poco
la sabiduría, por lo general, se
burlan
de aquellos que la imparten y
terminan enfrentándose con los
que
procuran ayudarlos.
Por eso, cuando reprendas a un
necio, te estarás ganando un
enemigo, no
importa lo que le digas o cómo
se lo digas, igual te
aborrecerá.
Por el contrario, si la persona
que recibe el mensaje es sabia
te amara
y valorará tu aporte, actuando
en consecuencia con lo que le
transmitiste.
Aun si la forma en que se lo
dijiste no fue la mejor, igual
lo recibirá
bien, ya que el sabio le presta
más atención al contenido que a
la
forma, porque sabe que en
definitiva el contenido es lo
que transforma.
Este principio también sirve
para que seas libre de la culpa
de
relaciones estropeadas, ya que
estas se malograron no por lo
que
dijiste, ni la forma en que lo
hiciste, sino porque el que las
recibió
no fue sabio.
Todos necesitamos ser
corregidos, porque todos siempre
podemos ser
mejores, dependerá de nuestra
sabiduría el poder aprovechar el
aporte y
no estropear nuestras
relaciones.
Preguntas de reflexión:
- Cuando alguien te corrige,
¿lo amás o
lo aborrecés?
- Cuando alguien te sugiere
una mejora,
¿la considerás o la ignorás?
No te olvides que cuando
recibís la
corrección primero sos bendecido
con esa mejora y segundo abrís
la
posibilidad a que te sigan
sugiriendo mejoras en el futuro.
Yo bendigo tu vida para
que Dios te
ayude a discernir a quién
corregir y, también, para que
puedas
aprovechar las correcciones
recibidas por los demás.
© 2016 –
Todos
los Derechos Reservados
–
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autoría. Principios
para el éxito
Pastor Daniel González
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