“Dadme
la libertad, o dadme la muerte...,” clamó
Patrick
Henry (29 de mayo de 1736 – 6 de junio de 1799 oriundo del Condado
de Virginia, Estados Unidos). Amante de la libertad en general, fue
una figura prominente en la Revolución americana, conocido y
recordado principalmente por su discurso "Give me liberty or
give me death" ("Dadme la libertad o dadme la muerte").
Henry
fue uno de los más influyentes defensores de la Revolución
americana y de los predicadores bautistas que eran perseguidos por
predicar sin licencia. También denunció la corrupción de los
oficiales del gobierno y fue un ferviente defensor de los derechos
del hombre.
Eso
es actuar como personas libres que no se valen de su libertad para
disimular la maldad, sino que viven como siervos de Dios. (1Pedro
2:16)
Cuando
el apóstol Pedro dijo que se debían respetar a las autoridades (1
de Pedro 2: 13-14), hablaba del Imperio Romano que estaba bajo la
autoridad de Nerón, un tirano notoriamente cruel. Es obvio que no
les dijo a los creyentes que debían comprometer su fe. Pedro ya le
había expresado al Sumo Sacerdote: “Es necesario obedecer a Dios
antes que a los hombres.” (Hechos 5:29)
Esclavos
de corrupción
Existen
actualmente líderes que engañan con su apariencia, pero que son
como fuentes sin agua, para quienes está reservada la más densa
oscuridad. Estos pronuncian discursos arrogantes y sin sentido,
seducen con los instintos naturales desenfrenados a quienes apenas
comienzan a apartarse de los que viven en el error.
Una
persona es esclavo de aquello que lo domina. Muchos creen que
libertad es hacer lo que uno quiere. Pero nadie es totalmente libre
en ese sentido, si nos negamos a seguir a Dios, seguiremos nuestros
propios deseos pecaminosos y llegaremos a ser esclavos de los
caprichos de nuestro cuerpo.
Cristo
nos libertó para que vivamos en libertad. Por lo tanto,
mantengámonos firmes para que no seamos sometidos nuevamente al yugo
de esclavitud. (Gálatas 5:1)
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