Publicado en Palabra Nueva: Palabra Nueva
Palabra Nueva conversa con monseñor Jorge Serpa, obispo de la diócesis de Pinar del Río y responsable de esta Pastoral.
Por Yarelis Rico Hernández
En
septiembre último, antes de la visita a Cuba del Papa Francisco, el
Gobierno decidió indultar a 3 522 presos. Igual medida se adoptó en los
anteriores viajes apostólicos de Juan Pablo II, en enero de 1998, y de
Benedicto XVI, en marzo de 2012.En la primavera de 2010, la Iglesia
cubana, a través de la Conferencia de Obispos, inició un proceso de
diálogo con el Gobierno que permitió la viabilidad de este gesto
humanitario.
La
liberación de los 75 presos políticos de la llamada primavera negra y
de otros reclusos, entre julio de 2010 y marzo de 2011, junto a acciones
más puntuales, prueba el interés de la Iglesia por las personas que
están detrás del delito o transgresión de la ley. Para llegar a los
reclusos, lo hace por medio de su Pastoral Penitenciaria, la que cada
vez se acerca a un mayor número de ellos,inspirada en la lección de
justicia que Jesús diera a quienes apedreaban a la mujer adúltera:
“Aquel de ustedes que esté sin pecado, que lance la primera piedra” (Jn
8, 7).
Palabra Nueva conversa con monseñor Jorge Serpa, obispo de la diócesis de Pinar del Río y responsable de esta Pastoral.
Monseñor,
históricamente la Iglesia católica ha trabajado con los presos. Sabemos
que se ha ocupado de ellos y de sus familiares. Luego de esta
precisión, se impone decir qué es la Pastoral Penitenciaria.
“Habría
que ir definiendo, primero, ¿qué es pastoral?; es acción. Y
penitenciaria, el lugar donde se lleva a cabo esa acción. La Pastoral
Penitenciaria, sobre todo aquí en Cuba, es parte de la Pastoral Social,
cuyo campo de acción es amplísimo. El conjunto de la Pastoral Social
permite que la Iglesia salga de sus muros parroquiales y llegue al más
necesitado. A través de la Pastoral Penitenciaria, la Iglesia cumple con
el mandato del Señor: ‘Estuve preso y me viniste a visitar’”.
Robar,
matar, no solo son delitos para la justicia, son pecados graves para la
Iglesia. ¿Visita también la Iglesia a asesinos, a homicidas, a
violadores, a ladrones…?
“No
hacemos distinciones. ¿Cristo las hizo? Un preso, un recluso, un
interno –para evitar malentendidos, pues ahora se tiende a cambiar las
palabras para dar un matiz diferente–, es lo mismo. Un preso es una
persona que ha cometido un error, era fulano de tal antes de que se le
celebrara un juicio y, a partir de la sentencia, se convierte en un
delincuente. En uno o dos minutos, esa persona ya no es persona, sino
delincuente.
”Los
agentes de la Pastoral (sacerdote, diácono, religiosa o religiosa,
laico…) no visitan al preso porque sean mejores o peores que él, sino
porque ahí hay una célula que forma parte del cuerpo al cual ellos
también pertenecen: la Iglesia. Ese ‘estuve preso y me viniste a
visitar’ no es una cuestión tan tierna, es una acción muy real. Tan real
que si yo quiero ver a Cristo en el hermano, lo tengo que ver en este
preso. Si no soy capaz de ver en ese preso a Cristo, mi vida cristiana
es ficticia. Por lo tanto, un preso viene siendo como una célula de ese
cuerpo que se halla en un lugar que llamamos, desafortunadamente,
cárcel. Digo ‘desafortunadamente’ porque no debería existir la cárcel”.
¿Por qué es usted tan tajante al decir esto? Viviríamos, entonces, en el paraíso…
“No
se trata de ser ‘tajante’, observo la realidad en la que se mueven los
presos, miro la sociedad en la que nos movemos nosotros y me pregunto:
‘¿La cárcel es lo mejor?’. No lo creo, sobre todo cuando constato que la
mayor parte de los reclusos no es ‘perita en dulce’ y que el mismo
ambiente carcelario los vuelve más agresivos de lo que realmente son si
es que quieren ‘sobrevivir’.
”Además,
el hacinamiento no es ni por mucho el mejor ambiente para crear una
atmósfera de formación para la reinserción y esto se vuelve ocasión para
la indisciplina, que redundará en más años de prisión. No considero,
agrego, que se tenga un personal bien calificado dentro de nuestras
prisiones para lograr devolver a la sociedad, lo que la misma sociedad
fabrica con su mal lograda vivencia de los valores. Y por último, no es
utilizando medios represivos e injustos que se logra un verdadero
trabajo de humanización; el criterio ‘aquí mando yo porque así está
establecido’ no siempre es la mejor forma para conducir la población de
un penal.
”La
acción pastoral de la Iglesia ha de ir dirigida a crear una nueva
conciencia humanística y evangélica (de palabra y de acción) que
modifique los comportamientos ideológicos, sociales, políticos,
jurídicos y eclesiales inadecuados. El resultado de esta nueva
conciencia, es la regeneración social que respete el derecho y la
justicia de las víctimas, claro, pero también la recuperación de la
libertad y la reinserción social de los ‘delincuentes’.
”El
diálogo ha de contribuir a crear conciencia de nuevos criterios que
permitan un mejor trabajo en los distintos niveles y ambientes. Pienso
como cristiano, y me uno al mensaje que el Papa Francisco transmitió en
su visita a la cárcel de Filadelfia en el pasado mes de septiembre:
‘Todos somos juzgados por este Maestro (Jesús) que nos quiere ayudar a
reemprender el camino. A todos nos busca el Señor para darnos su mano’”.
¿Cómo
la Iglesia realiza su acción si tenemos en cuenta que en las cárceles
cubanas no hay capillas y, en consecuencia, tampoco capellanes?
“La
mayor parte de los presos que atendemos no tiene conciencia religiosa
alguna. Yo, por ejemplo, atiendo un grupo de treinta, de ellos solo tres
están bautizados. Pero esos treinta presos no cayeron del cielo, tiene
que existir una motivación para que puedan recibir la asistencia de un
sacerdote. He pedido miles de veces a las autoridades penales que me
dejen llegar a una galera, hablarles a los presos desde una de ellas y
ver qué pasa. Si dicen que la Pastoral Penitenciaria hace tanto bien en
una cárcel, ¿por qué no me dejan platicarle a toda una galera? Mientras,
continuamos haciendo lo que hasta ahora, charlar con el que llega a
nosotros y a través de él extender la invitación a otros”.
¿Siempre es el preso el que pide la asistencia de un sacerdote?
“Lo
pide el preso, lo pide su familia, o tal vez conozcamos de él a través
de otro de los brazos de la Pastoral Social de la Iglesia. Puede ocurrir
que el preso tenga un interés con esa visita que no es el que nosotros
pensamos, pero eso se va transformando poco a poco. Un preso llegó a
decirle a su mamá: ‘Si yo tuviera que escoger de las tres visitas que
tengo, la conyugal, la de la familia y la del sacerdote, escogería la
última. Contigo es siempre lo mismo, y con el sacerdote soy yo el que le
está hablando. Y a mí casi nadie me escucha’”.
Hablaba de encuentros con grupos de presos, ¿no tiene el recluso la posibilidad de hablar con un sacerdote a solas?
“Tiene
dos posibilidades, una es la visita privada del sacerdote con el preso,
si el preso lo pide, y la otra es la colectiva, que le llamamos ‘la
misa’; se ha quedado con ese nombre, pero no es misa, es el encuentro,
la charla, el intercambio con ellos una vez al mes”.
¿Y esto funciona así en todas las prisiones?
¿Y esto funciona así en todas las prisiones?
“Aunque
se ha establecido en todas, quienes tienen que ejecutar la norma dentro
de las prisiones no lo ven claro, muchas veces porque no quieren, pero
sí se les ha hecho ver que es así. Es un derecho que tiene el preso y
así está acordado”.
¿Llega hoy la Iglesia a todas las cárceles cubanas?
“No”.
¿Por qué? ¿Hay algunas en las que no se le permite? ¿Qué dificultades encuentra esta Pastoral para desarrollar su acción?
¿Por qué? ¿Hay algunas en las que no se le permite? ¿Qué dificultades encuentra esta Pastoral para desarrollar su acción?
“El
primer obstáculo es nuestro, tenemos poco personal para trabajar e
incidir en un ambiente muy amplio. La segunda dificultad es el marco tan
cerrado en el que se nos permite trabajar, que por más que se diga que
está abierto, es muy cerrado. Muchas veces las dificultades afloran en
la misma organización que dice que todo está organizado. No es cierto.
Perdemos mucho tiempo esperando a que nos traigan los reclusos, encima
de que somos pocos y perdemos mucho tiempo, imagínate tú”.
¿Puede darse el caso de algún recluso que pida la atención de un sacerdote y se le niegue?
“Sí”.
¿Motivos?
“Sí”.
¿Motivos?
“Nunca explican el por qué, casi siempre nos enteramos por papeles o cartas que nos hacen llegar los presos”.
¿Y una vez que conocen la verdadera razón?
“Eso no cambia nada”.
La
población penal nuestra es elevada, se halla entre las diez primeras
del mundo. Contrasta esta realidad con nuestra condición de isla y país
pequeño con un sistema socialista. ¿A qué puede deberse ese
significativo aumento de presos en Cuba?
“Si
tú miras el número de presos que hay y te detienes en las causas, las
que abundan son cohecho, malversación, robo… Todo eso es producto de una
sociedad que se tiene que revisar. Gústele a quien le guste y pésele a
quien le pese. Y, por supuesto, una causa procesada por cohecho es
difícil de manejar en juicio, pues están implicadas muchas personas que
si bien tienen que ver con el hecho, no son culpables. Sin embargo, en
ocasiones, pagan sentencias muy altas.
”A
partir del decreto 310, del 2013, se ha ido haciendo una revisión del
Código Penal. Lo que se busca, en esencia, es una reinserción de la
persona preparándola hacia y para la sociedad. Pero esto resulta muy
difícil, porque es la sociedad la que fabrica al delincuente. Significa
que no solamente el Estado y Gobierno cubanos tengan que hacer frente a
esta situación desde el punto de vista legal; también la población, la
Iglesia, el pueblo, la sociedad misma tiene que revisar la situación que
provoca la delincuencia. Si no hay una sociedad que se piense en una
forma diferente, tenemos ahí una sociedad que está germinando
delincuencia. Por lo tanto, todos nos tenemos que sentir responsables de
esa situación.
”La
idea es que aquel que cometió el error, tiene también el derecho de que
se le respete porque no deja nunca de tener la posibilidad de ser
recuperado. Todo hombre, por delincuente que sea, no pierde el derecho a
ser recuperado y por lo tanto se le debe respetar. Por eso la pena de
muerte no debe existir, la cadena perpetua tampoco. El hombre debe
cumplir, quizás, una sentencia por un delito cometido, pero siempre
tener la certeza de que su vida puede ser distinta, y ese derecho no
puede quitársele nunca”.
¿Cómo definiría nuestro sistema de justicia?
¿Cómo definiría nuestro sistema de justicia?
“Hay
muchas teorías que se están manejando ahora, de derecha, de izquierda, y
más de izquierda hacia la derecha. Nosotros tenemos que pensar que
nuestra sociedad se define hoy como socialista. De esta manera, se
despoja de otros apellidos innecesarios. No iban con nosotros porque
cambiaban toda una mentalidad. Está bien, estamos en una sociedad
socialista, pero la misma sociedad socialista ha enseñado que el
legislador debe, por encima de todo, buscar los medios para favorecer
que nunca haya un delincuente y no tener que llegar a un castigo”.
¿La
Pastoral Penitenciaria asume casos que por irregularidades en el
proceso judicial o de acuerdo con la misma ley, cumplan sanción, en
ocasiones injustas o exageradas?
“Uno
conoce la historia de la persona cuando entra en comunicación con ella.
El pecado existe, la delincuencia existe. ¿Qué tipo de delincuente eres
tú? Lo sabré cuando me lo digas, y si no me lo dices no me interesa; no
me interesa tu error o delincuencia, me interesas tú como persona. Eso
me tranquiliza enormemente, soy muy feliz yendo a una cárcel y regreso
siempre más contento, repleto de experiencias, anécdotas, realidades que
jamás pensé conocer, vivir. Gente llena de esperanza, gente que ha
tenido la posibilidad de encontrarse con Dios en medio de situaciones
extremas, gente que cuenta experiencias. Dime si no es lindo que un
preso te diga: ‘si de las tres posibilidades de visita que tengo al mes,
la familiar, la conyugal y el sacerdote, me dieran a escoger una, me
quedaría con la del sacerdote’. ¿Por qué? Porque la sociedad, en su
conjunto, tiende siempre a mirar el error que se cometió y no la persona
que lo cometió”.
¿Considera usted que nuestro sistema de justicia puede generar sanciones injustas o desproporcionadas?
“Estamos
hablando de hombres que aplican leyes. Por lo tanto, la posibilidad de
la equivocación, o la pobreza en el manejo de los criterios, o la carga
política que está detrás de muchos juicios por los momentos que se estén
viviendo, influyen y limitan muchas veces la libertad de los que tienen
la competencia de sancionar. No es secreto para nadie la desproporción
existente en muchos casos entre el delito cometido y la sanción que se
aplica.
”Es
lamentable que el reo tenga que someterse a la decisión de los
legisladores aunque sea injusta o desproporcionada la sanción”.
”Cuando
un preso me dice (refiriéndose a alguna autoridad): ‘ese sí es un
hombre y un hombre justo’ (esto lo escucho con frecuencia), me confirma
lo que creo firmemente: en esa persona está todavía el poder discernir
entre lo que está bien hecho y lo que está mal hecho”.
Lleva siete años atendiendo esta Pastoral, lo hizo antes pero en otro país, en Colombia. ¿Diferencias?
“Sencilla mi respuesta. En aquel otro sitio decía cuando llegaba a la cárcel: ‘capitán, voy para allá’; aquí digo: ‘capitán, déjeme entrar, por favor’”.
Lleva siete años atendiendo esta Pastoral, lo hizo antes pero en otro país, en Colombia. ¿Diferencias?
“Sencilla mi respuesta. En aquel otro sitio decía cuando llegaba a la cárcel: ‘capitán, voy para allá’; aquí digo: ‘capitán, déjeme entrar, por favor’”.
Un trabajo de este tipo, en las condiciones de Cuba, implica un asesoramiento jurídico. ¿Lo tiene esta Pastoral?
“Esta
es una pastoral de frontera, no es nada fácil llevarla adelante. Por lo
tanto, cuando hay dificultades, lo mejor que nos puede suceder es
sentir el apoyo y que muchos podamos reflexionar sobre el mismo tema
para llegar a conclusiones más certeras. De lo contrario, seríamos un
tiro al blanco: primero disparamos y después buscamos cuál es el punto
al que queríamos disparar. Entonces el trabajo en equipo es fundamental.
”La
Pastoral la conforma, en primer lugar, el obispo de la diócesis, a
quien corresponde nombrar una comisión diocesana que se encarga de
planificar y ejecutar las acciones. Esta comisión tiene o debe
desarrollar con cierta frecuencia reuniones con el obispo. Como todo en
el mundo, el monopolio del inmovilismo existe también en las pastorales.
Entonces, para no caer en los errores del inmovilismo –siempre lo he
hecho así–,el obispo trabaja con su equipo diocesano y este, a su vez,
con sus representantes en diferentes lugares de acción”.
Retomo mi pregunta, ¿son asesorados?
Retomo mi pregunta, ¿son asesorados?
“Sí,
tenemos abogados muy cercanos y otros implicados en la propia Pastoral.
A mí, personalmente, me gusta reunirme con los abogados. Saber qué es
la ley; ¿qué me ampara o no esa ley? ¿Qué me permite?”.
Ha
contribuido la Iglesia con su Pastoral Penitenciaria a disminuir el
número de presos. Pienso en los indultos, las mediaciones
Iglesia-Estado, etcétera…
“Sí,
eso es un hecho. Pero hay varias cosas que habría que tener en cuenta
no solo para responder la pregunta, también para aclarar afirmaciones,
noticias muy mediáticas que se han generado tras estas acciones que has
mencionado y otras muchas que se han producido en relación con la
población penal cubana. Esos procesos de liberación de presos, de
revisión de alguna causa, los trabajo como responsable de esta Pastoral,
pero a través de la Conferencia de Obispos, como corresponde”.
Sin embargo, esta labor es más reconocida cuando se trata de presos políticos.
“Realmente
la Pastoral Penitenciaria atiende al preso, no hacemos distinción
alguna, si es de un color o de otro, mujer u hombre. Atendemos al preso
porque él así lo quiere, lo desea. Sabemos que hay presos que cumplen su
condena por inseguridad social, que es como se le llama ahora para
definir un problema o una situación que termina siendo política.
”Hace
poco tiempo me llamó un periodista extranjero acreditado en Cuba, a
quien le acababan de entregar un listado de presos políticos. Le
respondí, ‘¿no será el mismo que yo tengo?’; ‘pero no sé cuál es el que
usted tiene’, me dijo. Le propuse intercambiarnos las listas. Y,
efectivamente, con excepción de dos o tres nombres, el resto coincidía.
Afuera hay una efervescencia grande y confunden delincuentes con presos
políticos. Pero aclaremos, sí tenemos casos de presos políticos,
personas con largas condenas para las que he pedido –y no me cansaré de
hacerlo–, como Iglesia, una revisión. Te hablo de personas cumpliendo
cuarenta y siete, cuarenta años de prisión. En mi grupo hay siete color
naranja, que son las cadenas perpetuas, y algunos de ellos son
políticos”.
¿Pero es que no queda claro cuándo se le considera político y cuándo no?
“Aquí presos políticos son los famosos 75, de los cuales muchos ni siquiera tenían ‘los requisitos’ para serlo”.
Monseñor, ahorita me hablaba del inmovilismo. Esta es una Pastoral que, por sus características, debe renovarse…
“Mira,
a mí no me ha hecho daño, y llevo siete años en ella, más daño me hace
la lucha con el exterior. Creo que hay gente a la que Dios le ha dado
ese carisma, y hay que aprovecharlo porque no todo el mundo lo tiene,
pero para evitar caer en ese inmovilismo que como sociedad nos carcome,
es bueno que se hagan las comisiones diocesanas para poderle dar vida
nueva a los que están”.
Estas
comisiones, monseñor, en las que tanto insiste, y de las que no creo
que su única función sea dar vida a los que están, ¿existen, funcionan
como deben en todas las diócesis?
“Cuando
se trabaja en equipo, se comparte mejor, se corrigen errores que se
pueden cometer y nuevas luces afloran para mejorar la calidad del
trabajo que se está haciendo, de ahí la importancia de las ‘comisiones
diocesanas’. Además, es incalculable el valor del ‘grupo’ en cualquier
trabajo que se haga –y en este más–, pues el peso de cualquier carga, es
más llevadero si muchos ponen el hombro.
”Estas
comisiones diocesanas existen en todas las diócesis, no todas tienen la
misma vitalidad y se nota el resultado de los trabajos, pero hay que
insistir en su importancia”.
Quienes trabajan en esta Pastoral, son, en su mayoría, personas mayores…
Quienes trabajan en esta Pastoral, son, en su mayoría, personas mayores…
“Cuando
nació la Pastoral fue así, pero últimamente están incorporándose
personas más jóvenes. Yo tengo en mi comisión una psicóloga de
veintitantos años, otro en la diócesis de treinta y tantos años. Para
viejo estoy yo”.
¿Entre qué edades oscila la mayor parte de la población penal cubana?
“Entre
los treinta, cuarenta años. Son más hombres que mujeres en prisión, por
supuesto. Desafortunadamente, hay muchos delitos por cohecho,
malversación, y también por falsificación de documentos. Estos delitos
cumplen sanción entre ocho y doce años de prisión. Hay sentencias altas,
sí, pero lo que más me preocupa son las llamadas sentencias ampliadas.
Una persona entra a cumplir diez, doce años –que habría que revisar si
la pena está acorde con el delito cometido, pero, bueno, para eso hay
jueces–, y muchas veces se le suman más años por indisciplina dentro de
prisión. Cuando vienes a ver, ese recluso tiene más años que cumplir por
indisciplina que por la misma condena”.
¿Cree que debiera existir, como antes, capilla en las prisiones?
“Sí,
por supuesto, al menos en las prisiones más conocidas o connotadas.
Claro, debemos recordar que antes había menos prisiones que ahora. Según
se me ha referido recientemente, en Cuba existen más de 250 prisiones.
Solo en Pinar del Río hay más de diez”.
Monseñor, celebramos, como Iglesia, el Año Jubilar Extraordinario de la Misericordia. Históricamente, el jubileo católico ha permitido un perdón general e indulgencias, y la población penal se ha visto beneficiada por estos tiempos de fiesta extendida. ¿Tendrá nuestra comunidad penitenciaria una nueva oportunidad? ¿Abogará por ello la Iglesia?
Monseñor, celebramos, como Iglesia, el Año Jubilar Extraordinario de la Misericordia. Históricamente, el jubileo católico ha permitido un perdón general e indulgencias, y la población penal se ha visto beneficiada por estos tiempos de fiesta extendida. ¿Tendrá nuestra comunidad penitenciaria una nueva oportunidad? ¿Abogará por ello la Iglesia?
“Hace
poco tuvimos un indulto importante. La Iglesia siempre abogará por la
libertad de sus hijos, estén donde estén. Lo decía el Papa Francisco en
su visita a la cárcel de Palmasola, Bolivia, en julio de 2015: “Jesús
quiere levantarnos siempre. Esta certeza nos moviliza a trabajar por
nuestra dignidad. Reclusión no es lo mismo que exclusión’”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario