jueves, 9 de julio de 2015

DE LA LIBERTAD


Raudel y Yeny

La libertad es uno de los anhelos más discutidos en casi toda la historia de la humanidad.
Aunque muchas personas no tienen muy bien definido el término; en rigor es uno de los principios por los que más se ha luchado, se ha sufrido y a la vez, ha tentado a los hombres y mujeres de todos los tiempos.
Recientemente alguien inquiría sobre su carencia de libertad en un medio hostil cuando al mismo tiempo me preguntaba directamente que yo pensaba sobre la libertad.
Aunque la pregunta era interesante, entendí que inicialmente debía de escuchar su concepto sobre lo que él entendía que era la libertad. Los ejemplos que en la ocasión presentó y su definición, evidentemente distaban mucho a lo que él buscaba o anhelaba en el momento en que me dirigió su pregunta.
¿Si no puede definir adecuadamente “qué es libertad”, como entonces pudiera sostener una conversación sobre la libertad? ¿Pudiera el hombre como individuo singular o en comunidad, sentirse un ser libre? ¿Qué presupuestos constitucionales pudieran garantizar esta libertad?
Esto es indudablemente, un anhelo que todos los hombres sentimos, añoramos pero a la vez, desde muchos aspectos nos da temor.
La libertad de conciencia, la libertad de religión; de manifestar un criterio con respeto, la libertad de ser diferente, de pensar diferente, de vestirme diferente y de hacer cosas diferentes no solo perturba a la persona que la ejerce sino además, a todos aquellos que le rodean y que conviven en comunidad.
Millard Erickson en su Teología Sistemática al tratar sobre la libertad define que para este fin la persona debe; primero, conocer que es libre; segundo, desear ser libre y como tercer elemento, disponer de los medios para ser libre.
De aquí entonces que podemos afirmar que la libertad, como un don de Dios; debe ser ejercida como un derecho inalienable de todo hombre así como además, administrarse adecuadamente por el Estado Secular.
Desde la cosmología cristiana a la que me siento adherido por mi fe, los principios a hacerse valer están vasados en una ética-moral, pero que no queda refrenada y reducida tan solo dentro del universo cristiano. La libertad como Don de Dios va mucho más allá de las fronteras del propio cristianismo sin olvidar por ello quien fue quien en verdad nos hizo libre.
La libertad entonces no es concebible como una verdad escatológica y mucho menos un asunto del que pueden o tiene el derecho de disponer solo un grupo privilegiado de personas. Más allá de toda duda entonces es un derecho de cada persona y que debe ser ejercido y administrado adecuadamente.
La mala administración de la misma muchas veces tiende, desafortunadamente, a confundir “Libertad” con “Libertinaje” y en otras, cuando el Derecho en materia de orden queda relegado o desplazado; se puede entonces interpretar como anarquía.
En una conferencia celebrada en Múnich, Alemania; en la Academia Católica de Baviera en el año 2004 donde uno de los conferencistas invitados era el filósofo Racionalista Jϋrgen Habermas, en su exposición sobre la encarnación del pensamiento liberal secular (¿Fundamentos pre políticos del Estado democrático de derecho?) vincula la voluntad humana al sugerir que un ordenamiento liberal necesitaría de la solidaridad de sus ciudadanos como fuente, y de que esta fuente podría desaparecer a causa de una secularización “descarrilada” de la sociedad; por lo que propone a fin de mantener el equilibrio de la civilización, “entender el proceso de secularización cultural y social como un doble proceso de aprendizaje que fuerce tanto a las tradiciones de la Ilustración como a las enseñanzas religiosas a una reflexión sobre sus respectivo límites.
Habermas al referirse a “una secularización descarrilada”; hace directamente referencia al mal uso que pudiera darse a la libertad individual en el momento de ejercerla en el bien de la sociedad.
El hecho que desde su posición racionalista dé crédito a la tradición religiosa no es menos importante que el sentido ético que busca como motivación a fin de encontrar el “summun bonum” (más alto bien) en el momento de ofrecer al individuo las garantías esperadas del Estado Secular.
La ética no es más que el estudio científico de la vida moral humana determinada por su ideal y su forma verdadera.
No se equivoca al respecto en lo absoluto. El mal uso de nuestra libertad en el momento de ejercerla en un ámbito colectivo en la solidaridad de los ciudadanos, no solo ha afectado directamente a la sociedad sino además, nuestro medio ambiente.
El medio en el que nos movemos y crecen nuestros hijos es deteriorado, contaminado y cada día aportamos los recursos para su destrucción y agotamiento de sus reservas como consecuencia del mal uso de nuestra libertad. Las noticias diarias al respecto y los fallidos esfuerzos humanos son muestras fehacientes de lo que nuestra civilización está haciendo con el mundo en que vivimos.
Otro tanto sucede en el aspecto social.
La palabra del día con la que pudiéramos ilustrar abiertamente nuestras pretensiones de libertad es el equivalente a DEMOCRACIA.
Joseph Ratzinger en su dialogo con Habermas, ilustra exactamente la posición del objeto democrático del estado. En si afirma, “Puesto que es difícil encontrar la unanimidad entre los hombres, la formación democrática del consenso no tiene como instrumentos indispensables más que la delegación, por un lado, y por otro la decisión de la mayoría, … pero también las mayorías pueden ser ciegas o injustas. La historia da buenas pruebas de ello. ¿Se puede seguir hablando de justicia y derecho cuando, por ejemplo, una mayoría, incluso si es grande, aplasta con leyes opresivas a una minoría religiosa o racial? Por tanto, con el principio mayoritario queda siempre abierta la cuestión de las bases éticas del derecho”.
De aquí entonces que los recursos disponibles de los que el Estado Democrático se basa sean mucho más exigentes en el momento en lo que respecta a lo individual si se entiende al individuo como autor del Derecho que si se interpretara al individuo como un mero destinatario del Derecho. De estos últimos se espera más bien que no transgredan los límites establecidos por la ley en el uso de su plena libertad.
El concepto ético ejercido por la voluntad humana debe llevar a la persona a la búsqueda de lo bueno, lo recto, lo debido, lo ideal.
Desde este punto pudiéramos ahora cuestionarnos las siguientes inquietudes, ¿Cuál ha de ser en el pleno ejercicio de mi libertad, mi responsabilidad personal y mi deber social?, ¿Cabría pensar que nuestra sociedad cubana en la búsqueda de su ideal de libertad ha seguido todo lo que puede ser entendido como bueno, recto, debido e ideal?, ¿hemos alcanzado la madurez requerida para que nuestro estado laicista garantice los presupuestos normativos de nuestra democracia?, ¿puedo yo HOY sentirme como un ser libre?.
No podemos obviar que por lo general cada persona que desea experimentar, mantener o defender sus principios de libertad, pagan un alto costo por el mismo.
La libertad muchas veces es canjeada por comodidades o cae derrotada ante el cohecho de garantías temporales; o en el peor y fatídico de los casos, son encerradas tras las rejas por representar estos mismos ideales que otros se empeñan en su disímil cosmovisión defender, identificarlos con un “alto peligro social”.
En el más usual de los casos, sucede lo que el escritor Fedor Dostoyevski en su obra “Los Hermanos Kamarasov”, narra en su ficción de Cristo en el Siglo XVI en Sevilla, cuando este se encuentra con un viejo inquisidor quien en abierta reprensión le señala: “En rigor, dice, tenía razón el tentador. Te dispones a ir por el mundo y piensas llevar las manos vacías, vas solo con la promesa de una libertad que los hombres no pueden comprender en su sencillez y en su natural desenfreno; que les amedrenta, pues nada ha habido jamás tan insoportable para el individuo y la sociedad como la libertad. Pero ¿ves esas piedras? Conviértelas en panes y la humanidad correrá tras de ti como un rebaño agradecido y sumiso, temblando de miedo a que retires tu mano y les niegues la comida. Decidiéndote por el pan hubieras satisfecho el general y sempiterno deseo de la humanidad que busca alguien a quien adorar; porque nada hay que agite mas a los hombres que el afán constante de encontrar a quien rendir adoración mientras son libres. Pero tú olvidaste que el hombre prefiere la paz y aun la muerte a la libertad de elegir. Nada le seduce tanto como la libertad de conciencia, pero tampoco le proporciona nada mayores torturas. Y tú, en vez de apoderarte de su libertad, se la aumentaste, sobrecargando el reino espiritual de la humanidad de nuevos dolores perdurables. Quisiste que el hombre te amase libremente, que te siguiera libremente, seducido, cautivado por ti; desprendiendo de la dura ley antigua, el hombre debía, en adelante, decidir por sí mismo en su corazón libre entre el bien y el mal, sin otra guía que tu imagen...”
Ahora, ¿como me puede afectar esto a mi?; es algo ya tan personal que interferir en el mismo sería limitar la libertad personal e individual de una persona, sin embargo; sigo pensando que es importante; lejos de ofuscarnos en disputas o debates que no llevan a nada, más que eso, ser consientes de cómo podemos contribuir en el ejercicio de nuestros derechos como seres libres, a formar una sociedad, a formar parte de un estado democrático, preservar las garantías y presupuesto de la sociedad, el mundo donde nuestros hijo vivirán.

Raudel García Bringas



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