INTRODUCCIÓN
La
epístola a los Efesios es conmovedora por la forma en que capta
teológicamente
el alcance de los propósitos de Dios en Cristo para la iglesia. Es
una
carta pastoral cálida y espiritualmente sensible en sus consejos, de
tono
pacífico
y que fácilmente se desborda en gozosa adoración. Pero también es
muy
diferente de las otras cartas de Pablo. Todas, excepto ésta, tratan
situaciones
muy específicas que se vivían en las iglesias a las cuales el
Apóstol
escribía.
Es típico que las epístolas abunden en detalles de color local, que
contengan
enseñanzas bien razonadas y retóricamente convincentes sobre las
dimensiones
teológicas de algún problema central, y por lo general combinan
esto
con aplicaciones de las mismas, cuidadosamente entretejidas en la
forma
de
apelaciones o ruegos a los lectores. A menudo, las frases del Apóstol
son
breves,
muchas veces bruscas.
En
Efesios, por el contrario, lo que por lo normal sería la parte de la
“enseñanza”
está, en gran parte, dedicada a la alabanza a Dios (<490103>490103>Efesios
1:3-14)
e incluye un comentario de Pablo sobre su oración por los lectores
(<490115>490115>Efesios
1:15—3:21, con importantes digresiones en <490211>490211>Efesios
2:11-22 y
3:2-13).
Esto lleva de inmediatamento a la exhortación (caps. 4—6). En toda
la
carta
la construcción de las oraciones se destaca por su extensión, a la
vez que
estas
tienen un tinte un tanto litúrgico. Lo que es aun más excepcional
es que la
carta
dependa en grado sumo de Colosenses: pasaje tras pasaje pueden ser
explicados
como una reescritura de los temas claves de Colosenses, y aprox.
una
tercera parte de lo escrito se toma directamente de esa carta. ¿Cómo
puede
explicarse esto?
PATERNIDAD
LITERARIA
Aunque
la iglesia primitiva apoyó en forma unánime la autoría paulina de
Efesios,
muchos eruditos modernos (incluyendo los comentarios más
importantes,
de Schnackenburg y Lincoln) la han discutido. En cambio, han
tratado
de explicar la carta como la obra de un alumno y admirador de Pablo,
que
presentaba el evangelio a su propia generación posterior. Los
argumentos
se
basan sobre todo en los puntos que ya hemos mencionado, y en
aparentes
cambios
sutiles, de una perspectiva paulina a una posterior. Los temas son
demasiado
complejos para tratarlos en detalle aquí, pero se resumen en los
comentarios
de Caird (pp. 11-29) y Foulkes (pp. 19-49). Nuestra posición es
que
Pablo es verdaderamente el autor, y que las supuestas diferencias con
el
Pablo
que escribió las otras cartas son, o bien malas interpretaciones de
Efesios
(algunas
de las más importantes serán planteadas en este Comentario), o que
deben
ser explicadas en términos de la naturaleza y circunstancias
especiales en
que
fue escrita la carta.
CIRCUNSTANCIAS
Mientras
estaba prisionero en Roma (en algún momento entre los años 61 y 62
d.
de J.C.), Pablo tuvo la ocasión de devolver un esclavo convertido al
cristianismo,
Onésimo, a su amo cristiano, Filemón, quien vivía en (o cerca de)
Colosas.
Para referirse a esta delicada situación, Pablo le escribió a
Filemón.
Envió
tanto la carta como al esclavo, con uno de sus colaboradores, Tíquico
(<510407>510407>Colosenses
4:7-9), utilizando la ocasión para escribir también a toda la
iglesia
en Colosas, advirtiéndoles sobre las falsas enseñanzas que se
avecinaban.
Para llegar a Colosas, Tíquico y Onésimo naturalmente hubieran
debido
navegar hacia Efeso y luego dirigirse al este por el valle de Lico
por la
ruta
principal romana hacia el Eufrates. Pablo mismo había basado su
misión a
la
provincia de Asia (52-55 d. de J.C.) en la ciudad de Efeso, grande y
pujante
(<441819>441819>Hechos
18:19—20:17; <461503>461503>1
Corintios 15:32; 16:8, 19; <470108>470108>2
Corintios
1:8-11).
Por lo tanto sería natural que le escribiera una carta a la iglesia
en esa
ciudad
y que también la enviara con Tíquico (cf.
<490621>490621>Efesios
6:21, 22 y
<510407>510407>Colosenses
4:7-9).
Sin
embargo, la carta que tenemos con el nombre de “Efesios” no fue
escrita
primordialmente
para
los “santos... en Efeso” (<490101>490101>Efesios
1:1). En realidad,
las
palabras “en Efeso” no se encuentran en este versículo en los
manuscritos
más
antiguos, y <490115>490115>Efesios
1:15 y 3:1-3 hacen suponer que Pablo y la mayoría
de
sus lectores habían oído informes los unos de los otros, pero nada
más.
Además,
la carta termina sin los acostumbrados saludos personales que uno
esperaría
en una carta dirigida a Efeso (cf.
Romanos
16; <510410>510410>Colosenses
4:10-
17).
Estas características han sugerido a muchos que la epístola, en
realidad,
fue
escrita como carta circular para las iglesias de toda la provincia
romana de
Asia
(incluyendo las siete iglesias que se mencionan en Apocalipsis 1—3).
Quizá
lo más plausible sea que haya sido escrita para las iglesias
situadas a lo
largo
o cerca de la ruta que Tíquico habría tomado desde Efeso a Colosas,
incluyendo
Magnesia, Tralles, Hierápolis y Laodicea. (En ese sentido, Efesios
podría
ser la carta a la cual <510416>510416>Colosenses
4:16 se refiere como “la carta de
Laodicea”.)
NATURALEZA
Y PROPOSITO
La
mayoría de las características poco comunes de esta carta pueden
explicarse
mejor si comprendemos sus circunstancias. Su propósito no es
enfrentar
alguna enseñanza falsa en particular, en una congregación
específica,
sino
alentar a todas las iglesias (de mayoría gentil) de la zona por la
que Tíquico
pasaría.
¿Qué mejor manera de hacerlo para Pablo que celebrando el
cumplimiento
en Cristo de los grandes propósitos de Dios (<490103>490103>Efesios
1:3-
14),
e incluyendo un comentario respecto a cómo él estaba orando por
quienes
leerían
la carta, intercediendo para que pudieran captar gozosamente el
mensaje
central del evangelio y el maravilloso privilegio al cual habían
sido
admitidos
(<490115>490115>Efesios
1:15—2:10; 3:1, 14-21)? No es muy realista
argumentar
que la carta no sea paulina porque pone a la oración en el lugar en
que
Pablo generalmente pone a la enseñanza; la verdad es que la carta
enseña
el
corazón mismo del evangelio de Pablo en la forma
de
un llamado a la
adoración
y un informe sobre la oración (y las digresiones de <490211>490211>Efesios
2:11-
22
y 3:2-13, explican más en detalle la enseñanza implícita en
éstas). La
elección
de un formato de adoración y oración para la mayor parte de la
primera
sección de la carta en sí determina el estilo más “elevado” y
litúrgico,
que
luego se extiende de manera natural a toda la carta (y es similar al
estilo de
las
oraciones de Pablo en otras cartas). Y si Pablo acabara de escribir
la carta
a
los colosenses, y la tuviese aún a mano, ¿es de sorprenderse tanto
que la
reformara
para hacerla apta para una lectura más general?
EL
MENSAJE CENTRAL DE LA CARTA
Efesios
hace que se destaque un tema que ya era importante en Colosenses: la
reconciliación
cósmica en Cristo (cf.
<490109>490109>Efesios
1:9, 10, 20-23; 2:10-22 y 3:6
con
<510119>510119>Colosenses
1:19, 20). El AT sostenía que el universo era creación de
Dios,
quien era uno, sin par ni rival, y que en el principio todo estaba en
armonía
con él (cf.
<050604>050604>Deuteronomio
6:4, que los judíos recitaban diariamente,
y
Génesis 1). Según el entendimiento judío, sin embargo, la sujeción
voluntaria
de
todas las cosas a Dios se disolvió en una rebelión de reclamos de
competencia.
Las personas se fueron separando cada vez más de Dios y luego
entre
sí, lo cual era simbolizado por la exclusión del huerto del Edén,
el
asesinato
de Abel y el fiasco de Babel. Dios seguía siendo el Señor del
universo
(como
lo afirman todos desde <060311>060311>Josué
3:11 hasta Josefo [Ant.
14:24]),
aun
le
daba unidad, y ella se expresaba en su forma más clara en la
obediencia de
Israel
al único Dios, siguiendo una ley y adorando en un solo templo. “Las
naciones”,
sin embargo, estaban separadas de Dios, y de Israel, por su
adoración
a los ídolos. Y aun Israel, llamada a expresar dentro de sí la
unidad
de
la creación, estaba desfigurada por las facciones. Estaba dividida
en sí
misma.
En la raíz de todo esto, en lo que al judaísmo concierne, estaba el
conflicto
entre el Señor Dios y los poderes de Satanás.
En
contraste con lo que estaba sucediendo en ese momento, el día del
Señor
era
considerado como ese día en que Dios sujetaría a sí mismo todos
los
poderes
que competían contra él y restauraría así la armonía en el
universo. Por
eso,
como lo dice <381409>381409>Zacarías
14:9: “Entonces Jehovah será rey sobre toda la
tierra.
En aquel día Jehovah será único, y Unico será su nombre.” El
Mesías es,
por
lo tanto, un Príncipe de Paz (<230906>230906>Isaías
9:6) que hasta pacifica a la
naturaleza
(<231101>231101>Isaías
11:1-9; 2 Baruc
73:1).
Cuando él venga toda oposición
será
derribada, Israel será restaurado, todas las naciones vendrán y
reverenciarán
al único Dios (Tobías
14:6;
Oráculos
Sibilinos 3:808),
y lo
adorarán
en el templo único de Jerusalén (<230202>230202>Isaías
2:2-4; 56:6, 7; 60—62;
<330401>330401>Miqueas
4:1-4; <380820>380820>Zacarías
8:20-23; 14:16-19; Jubileos
4:26).
Todo
esto podría llamarse “reconciliación cósmica”. Efesios enseña
que este
propósito
ha sido comenzado en Cristo y será consumado en él. En él ha sido
destruida
la separación y ha comenzado la reunificación: la vieja división
de la
humanidad
en judíos y gentiles ha sido superada (<490210>490210>Efesios
2:10-16); y la
otra
separación más antigua existente entre la humanidad y Dios también
fue
vencida
(<490217>490217>Efesios
2:17, 18). Cristo ha comenzado a “llenar” y a unir el
universo
(<490410>490410>Efesios
4:10), trayendo paz. Pero decir que estas cosas han
comenzado
en él es también decir que son experimentadas por quienes están
unidos
a él, es decir, los creyentes. Esto lleva a una visión
sobrecogedora y
majestuosa
de la iglesia. La iglesia universal de judíos y gentiles es el lugar
que
Jesús
llena (<490123>490123>Efesios
1:23); es el lugar donde el mundo y los poderes verán
la
reconciliación cósmica que ya ha comenzado (<490306>490306>Efesios
3:6-10). Por su
unión
con Cristo, la iglesia ya es ese templo celestial único
(<490219>490219>Efesios
2:19-
21),
y debe, por sobre todo, luchar para mantener esa unidad que es
testimonio
del
propósito de Dios (<490401>490401>Efesios
4:1-6). El ruego de Pablo en los caps. 4—6
permite
descubrir cómo vivir de un modo que refleje la nueva creación de
Dios,
una
creación de unidad, armonía y paz.
Esta
nota de unidad cósmica en Cristo ha sido confundida algunas veces
con el
universalismo
(es decir, que finalmente Dios salvará a todas sus criaturas, aun a
los
poderes que le son hostiles). Eso no es lo que se indica aquí:
<490506>490506>Efesios
5:6
sigue anticipando la ira de Dios sobre los que persisten en la
desobediencia,
y
<490505>490505>Efesios
5:5 advierte de los pecados que excluyen del reino de Dios. Lo
que
se afirma es que la totalidad de la nueva creación estará unida en
Cristo,
pero
que hay partes de la antigua creación que no participarán de la
nueva.
Escritores
posteriores, como Ignacio e Ireneo, dieron énfasis a la unidad
institucional
de la iglesia católica en la tierra, bajo un régimen de obispos,
ancianos
y diáconos. En contraste los énfasis que encontramos aquí son los
paulinos
comunes en una iglesia única, universal, de judíos y gentiles, como
manifestación
histórica del templo celestial, y la reunificación mundial (como
veremos
en el Comentario). Pablo estaba en prisión precisamente por haber
intentado
fortalecer la unidad entre las iglesias judías y gentiles (ver sobre
<490313>490313>Efesios
3:13).
Dos
características de la carta, relacionadas con esto, resultan
especialmente
importantes:
el énfasis en “los gobernantes de estas tinieblas”
(<490612>490612>Efesios
6:12),
y el hincapié en la salvación actual. C. Arnold ha demostrado que
en
Efeso
y sus alrededores existían creencias mágicas dominantes, y temor a
los
poderes
espirituales asociados con las mismas. Colosenses fue escrita en
parte
para
contrarrestar tales temores (<510113>510113>Colosenses
1:13, 16; 2:8, 15, 18, 20),
por
lo que no es de sorprenderse que Efesios contemple nuevamente el
tema.
Arnold
ha demostrado que hay en Efesios alusiones mucho mayores a tales
temores,
que lo que generalmente se supone, y que el propósito de la carta
es,
en
gran parte, contrarrestar esos temores insistiendo en el mayor poder
que hay
en
Cristo y en los creyentes unidos a él (ver sobre <490119>490119>Efesios
1:19-23; 2:1-7;
3:9,
10; 15, 16, 20; 4:8; 6:10-17).
Muchos
eruditos creen que Efesios distorsiona la tensión genuinamente
paulina
entre
lo que recibiremos y seremos cuando se concrete la nueva era o la
nueva
creación,
y lo que ya experimentamos de ella en Cristo. Efesios, se dice, tiene
demasiado
poco sobre la salvación futura, quizá presumiendo que ya está
virtualmente
cumplida en forma total en Cristo. El hecho, sin embargo, es que
los
énfasis de Pablo difieren según el contexto. Para los corintios,
demasiado
seguros
de sí mismos, subrayó el “todavía no”; para los gálatas, que
dudaban
sobre
si adoptar la ley para asegurarse la salvación, subrayó el “ya”.
Tanto
Colosenses
como Efesios subrayan el “ya” para alentar a los creyentes que
tienden
a temer a los poderes espirituales del universo. Si ya han sido
salvos de
esos
poderes, es en el sentido limitado de que han sido unidos al
victorioso
Cristo
en los lugares celestiales y, por lo tanto, están por cierto bajo la
influencia
de
él (<490201>490201>Efesios
2:1-9). Los creyentes ahora son libres para
contraatacar
desde una posición segura. La batalla, no obstante, no ha
terminado
(<490610>490610>Efesios
6:10-20), aunque el resultado esté asegurado por
nuestra
unión con Cristo (cf.
<510301>510301>Colosenses
3:1-4). El presente es el día malo
(<490612>490612>Efesios
6:12, 13, 16), y nuestra verdadera redención está en el futuro
(<490430>490430>Efesios
4:30; cf.
1:14,
4:13); de allí el énfasis en que comprendamos
(“conozcamos”)
nuestra esperanza
(<490118>490118>Efesios
1:18).
EL
DESAFIO PRINCIPAL DE EFESIOS
Esta
carta es un desafío al individualismo pietista y su correspondiente
doctrina
débil
de la iglesia que tantas veces encontramos en el ámbito evangélico.
“¡No
mires
a la iglesia!”, decimos; “¡mira a Cristo!” Pero Pablo espera
que el que
viene
de afuera vea el propósito unificador de Cristo y Dios para el mundo
precisamente
en la iglesia. El desafío puesto delante de un protestantismo actual
fragmentado
y en permanente división difícilmente podría ser más punzante:
Efesios
nos llama a construir puentes, no campos minados. También es un
desafío
a quienes proponen iglesias para blancos e iglesias para negros,
iglesias
para
ricos, clase media y “trabajadores”, etc. Tales grupos homogéneos
naturalmente
pueden llevarse mejor entre sí, pero ¿cómo reflejarán el
evangelio
de
la reconciliación? Efesios nos desafía a todos a encontrar mejores
formas de
convertir
a nuestras iglesias en comunidades reales de personas, cuyas vidas y
experiencias
de adoración en unidad como
iglesia, sean
testimonios de la
unidad
cósmica iniciada en Cristo, y que estén profundamente imbuidas de
su
presencia.
Ver
también el artículo “Leyendo las epístolas”.
BOSQUEJO
DEL CONTENIDO
<490101>490101>Efesios
1:1, 2——Destinatarios y saludo
<490103>490103>Efesios
1:3—3:21— —Acción de gracias y oración de Pablo
1:3-14—
Celebración del eterno plan de Dios
1:15—2:10
Pablo comienza su informe relacionado con su gratitud, y sus
oraciones
por los lectores de la carta
2:11-22—
Una digresión: la iglesia, la reconciliación cósmica y la unidad;
el
nuevo
templo
3:1—
Pablo continúa hablando sobre sus oraciones por los lectores
3:2-13—
Una digresión: el ministerio apostólico de Pablo
3:14-21—
Pablo finaliza el informe sobre su oración. Doxología
<490401>490401>Efesios
4:1—6:20— —Palabras de aliento para vivir en la práctica
el
evangelio de la reconciliación cósmica y unidad en Cristo
4:1-6—
Apelación inicial a vivir una vida que evidencie la armonía de
lanueva
creación
4:7-16—
Los dones de la victoria de Cristo y el crecimiento hacia Cristo
4:17—6:9—
Apelación a abandonar la vida de la vieja humanidad y vivir
según
la nueva creación
<490610>490610>Efesios
6:10-20— Apelación final: ¡Luchemos juntos la batalla
espiritual!
<490621>490621>Efesios
6:21-24——Posdata
COMENTARIO
1:1,
2 DESTINATARIOS Y SALUDO
Esta
parte sigue básicamente la forma de la introducción y los saludos
de otras
cartas
paulinas. Las palabras en
Efeso no
aparecen en los mss. más antiguos,
pero
la construcción gramatical que quedó en ellos sugiere que mss. aun
más
antiguos
incluían dos nombres de lugares. A. Van Room sugiere que el texto
decía:
“A los santos y fieles en Cristo Jesús que están en Hierápolis y
Laodicea”,
pero es más posible que la inclusión de los nombres Efeso
y
Laodicea
(los dos extremos del viaje que realizaría Tíquico) sean la causa
por
la
que la carta llegó a ser conocida como Efesios (ver Introducción).
1:3—3:21
ACCION DE GRACIAS Y ORACION DE PABLO
1:3-14
Celebración del eterno plan de Dios
Pablo
abre el cuerpo de la carta con un panegírico a Dios (como en
<470103>470103>2
Corintios
1:3, 4, cf.
<600103>600103>1
Pedro 1:3-5). Este párrafo de gozosa celebración
(que
en gr. consiste de una única y extensa oración) no tiene el metro
regular de
los
himnos gr., ni el paralelismo línea por línea de los salmos judíos,
pero es una
composición
cuidadosamente estructurada en seis partes. Puede
comprendérsela
mejor, considerándola una oración imponente, o un llamado a
la
adoración, destinada a hacer elevar la mirada de los lectores de
ellos mismos
y
sus temores hacia la majestad y el amor de Dios revelados en su plan
en
desarrollo,
y al privilegio de participar en él. El contenido (como sucede con
la
acción
de gracias de Pablo en otras cartas) está cuidadosamente
seleccionado
para
presentar los temas principales de la carta; esta sección es, por lo
tanto,
una
clave para comprender la carta como un todo.
Como
en otras oraciones judías similares, este panegírico comienza
declarando
a
Dios digno de ser bendecido (3a), y una descripción que justifica y
amplía esa
declaración.
Esta descripción se divide en seis secciones (3b, 4; 5, 6; 7, 8; 9,
10;
11, 12; 13, 14), pero no todas tienen la misma importancia. El uso
que
Pablo
hace del idioma gr. destaca tres cláusulas en particular,
haciéndolas más
importantes
en la composición. Dice que Dios nos
ha bendecido... con toda
bendición
espiritual (3b);
nos
predestinó... para adopción como hijos (5);
y
nos
ha dado a conocer el misterio de su voluntad (9).
Las
secciones armadas alrededor de estas cláusulas (3b, 4; 5, 6 y 9, 10)
presentan
la esencia de lo que Pablo está diciendo. En cada caso el centro de
la
atención está en el accionar del Padre (es decir, él es el sujeto
del verbo), y
el
concepto es que Dios debe ser considerado digno de alabanza
precisamente
porque
ha realizado las acciones señaladas. En las otras tres secciones
Dios no
es
el sujeto de las acciones, sino que el énfasis está en lo que
“nosotros” (todos
los
cristianos) hemos recibido en
el
Hijo (7, 8; 11, 12), o en lo que los lectores
han
comenzado a experimentar a través del Espíritu (13, 14; nótese el
cambio a
“vosotros”),
como consecuencia del obrar de Dios.
La
concentración de tiempos pretéritos ha llevado a que muchos
intérpretes
pensaran
equivocadamente que en Efesios la salvación se ve como algo
completo.
Sin embargo, como veremos, sería más exacto decir que Pablo
celebra
el hecho de que la salvación futura
ha
sido inaugurada y asegurada en
Cristo.
3,
4 Las
palabras iniciales quizá puedan traducirse mejor como “digno de
bendición
es... Dios”, en lugar del Bendito
sea... Dios con
que traducen la
mayoría
de las versiones castellanas, o como “Alabemos al... Padre”
(DHH); y
lo
que sigue nos da la razón por la cual considerarlo digno de ser
bendecido.
No
obstante, Pablo no está presentando un argumento; está exaltando a
Dios e
invita
implícitamente a sus lectores a hacerlo también, por lo cual estas
traducciones
alternativas son las que reflejan el verdadero sentido. Pablo
identifica
luego a Dios como el Padre
de nuestro Señor Jesucristo, ya
que es
precisamente
en el Hijo (y en el evangelio de lo que el Padre llevó a cabo a
través
de él) que los lectores han llegado verdaderamente a conocer a Dios
y
han
comenzado a reconocerlo como digno de ser alabado.
La
primera razón para declarar que Dios es digno de ser alabado es que
nos
ha
bendecido (3b)
en forma muy especial. Pablo, naturalmente, sabe que ni él
ni
sus lectores han experimentado aún por sí mismos toda
bendición
espiritual;
por
ello agrega algunas condiciones. Hemos recibido esa bendición
en
los lugares celestiales y
en
Cristo. Es
decir, que las bendiciones de la era
que
vendrá (cf.
<490121>490121>Efesios
1:21), o el reino de Dios, han sido decididamente
entregadas
a Cristo quien reina a la diestra de Dios (“en los lugares
celestiales”,
<490120>490120>Efesios
1:20, 21), y por lo tanto están aseguradas para nosotros, su
pueblo,
por medio de él. Más aun, al estar unidos con él (cf.
<490206>490206>Efesios
2:6),
ya
comenzamos a participar en algunas de estas bendiciones tan esperadas
(veremos
cuáles, y cómo, a medida que avancemos en la carta).
Esta
bendición esencialmente futura, que hemos comenzado a experimentar
en
Cristo,
se nos asegura aun más en base a la elección de Dios (4). Aun antes
de
la
creación, Dios eligió un pueblo (en Cristo) que estaría delante de
él, santo y
sin
mancha, en amor. Nótese que aquí el concepto no es principalmente
la
elección
individual de cada persona para conformar la iglesia (aunque eso
puede
estar implícito), siendo santos
y sin mancha delante de él en
el mundo
(como
en <504415>504415>Filipenses
2:15). El concepto principal es, en cambio, que Dios
eligió
eternamente un pueblo en Cristo (nosotros, es decir, la iglesia) para
ser
santos
y sin mancha delante de él en el juicio final (como en
<510122>510122>Colosenses
1:22,
que Pablo tiene en mente aquí) y, por tanto, entrar en la plenitud
de las
bendiciones
de la era mesiánica y de la nueva creación.
5,
6 Esta
sección explora con mayor profundidad el pensamiento expresado en
el
v. 4. La idea central es recordarnos que el beneplácito de la
voluntad de
Dios
para su pueblo es nuestra futura adopción plena por
medio de
Jesucristo...
como hijos suyos (5).
Pablo creía que en cierto sentido los
creyentes
ya disfrutan el ser hijos de Dios, esa obediencia filial por amor,
inspirada
por el Espíritu Santo (cf.
<450814>450814>Romanos
8:14, 15; <480406>480406>Gálatas
4:6).
No
obstante, consideraba esto como un anticipo o una muestra de una
adopción
como hijos mucho más plena. Por eso dice que la creación aguarda la
manifestación
de los hijos de Dios (<450819>450819>Romanos
8:19), y que nosotros aún
aguardamos
“la adopción como hijos” (<450823>450823>Romanos
8:23), que será
producida
por la resurrección y la nueva creación. Probablemente esté
hablando
aquí de esa adopción de la “nueva creación”, si consideramos
este
pasaje
juntamente con <490104>490104>Efesios
1:4 y 12-14. En otras palabras, Dios ha
elegido
a la iglesia para esa plena y gloriosa adopción como hijos suyos que
resultará
de nuestra resurrección-transformación a la semejanza de Jesús (en
este
sentido pleno, por
medio de Jesucristo; cf. <461504>461504>1
Corintios 15:42-49;
<500321>500321>Filipenses
3:21; <510304>510304>Colosenses
3:4).
Debido
a que esta adopción como hijos es el resultado de la gracia y la
voluntad
de Dios, puestas en acción por medio de Jesucristo, redundará en
alabanza
a Dios (6a). Y dado que ya estamos unidos a Cristo por medio del
Espíritu,
puede decirse que esa gracia, incluyendo la adopción, ya nos es
libremente
otorgada; siempre que esto responda a la afirmación en
el Amado
(esto
es, en Cristo; cf.
<410111>410111>Marcos
1:11; 9:7; <510113>510113>Colosenses
1:13).
7,
8 Esta
sección subordinada desarrolla el v. 6b. En nuestra unión con
Cristo
ya
participamos de los beneficios de la redención futura del mundo del
mal que
Dios
aseguró por medio de la muerte expiatoria de Cristo (la sangre
es
una
metáfora
bíblica que representa la muerte de sacrificio para la expiación
[fuera
la
muerte con pérdida de sangre, o no; cf.
<320114>320114>Jonás
1:14], porque
originalmente
lo que se ofrecía en realidad era la sangre de los sacrificios de
animales).
El beneficio particular que Pablo destaca para mención especial aquí
(como
en <510114>510114>Colosenses
1:14) es el
perdón de nuestras transgresiones, no
porque
sea la única parte de la bendición futura que ya experimentamos
ahora,
sino
porque es la raíz de las otras. Hasta que se haya solucionado el
problema
de
los pecados, la humanidad está separada de Dios y de sus beneficios
(ver
<490201>490201>Efesios
2:1-3; 11-22; 4:17-19; 5:8-14). En realidad, Pablo aclara que la
gracia
del perdón va acompañada de las otras gracias de sabiduría
y
entendimiento
espirituales,
que constituyen el centro de nuestro andar con
Dios
como Padre (y por la profundización de la cual ora en
<490115>490115>Efesios
1:15-
23;
3:14-19).
9,
10 Esta
sección vuelve a la afirmación de lo que Dios ha hecho y, por lo
tanto,
por qué es digno de ser alabado, y constituye el clímax de esa
afirmación.
Dios nos ha hecho conocer, tanto en entendimiento como en
experiencia,
el misterio
que
siempre ha estado en el centro de su voluntad. En
Efesios
“misterio” significa algo demasiado magnífico para ser
comprendido en
su
totalidad. El misterio que Dios nos ha hecho conocer es la
implicación
central
de lo que él “se propuso en Cristo”, es decir, en su ministerio,
muerte y
resurrección-glorificación.
Es un misterio relativo al cumplimiento de los
tiempos,
lo cual, ante todo, denota los tiempos que siguen al fin de esta era
(el
reino
de Dios y la nueva creación). Pero Pablo cree que el cumplimiento de
los
tiempos
ya está anticipado en que Cristo está en el trono en los lugares
celestiales,
y que los creyentes comparten eso con él. El contenido del misterio
es
la intención de Dios “de reunir todas las cosas en Cristo, tanto
las que están
en
los cielos, como las que están en la tierra” (la expresión en la
RVA [ver
también
BJ], que
en Cristo sean reunidas bajo una cabeza..., es
el resultado
de
una mala etimología, aunque a la luz de los vv. 20-23, expresa bien
cómo es
que
Pablo cree que Dios llevará a cabo esa unidad). Para comprender la
significación
teológica de esta unidad, y su importancia central en la carta, ver
la
Introducción.
Esencialmente, entonces, Dios es digno de ser alabado porque
nos
ha mostrado en Cristo y en la iglesia el comienzo de su plan maestro
para
restaurar
al cosmos a sí mismo, y a la armonía perdida a causa de la rebelión
y
consiguiente
separación.
11,
12 Al
igual que la próxima sección, estos versículos ya no centran la
atención
en la actividad de Dios y, como los vv. 7, 8, exploran nuestra
participación
en todo esto en Cristo. En parte repiten la seguridad de que al
unirnos
con Cristo estamos predestinados a convertirnos en trofeos de la
gracia
de
Dios que provocan alabanza a Dios por parte de la creación (cf.
6a).
Este
énfasis
en la ordenación previa no anula la realidad de la elección y
responsabilidad
humanas, como lo aclaran las apelaciones que se encuentran en
el
resto de la carta, sino que nos aseguran del poder soberano de Dios,
que
todo
lo abarca, y su propósito directivo que actúa en el creyente (ver
Carson).
Tal
énfasis habría sido particularmente apropiado para los lectores de
la zona
de
Efeso que tenían una tendencia especial a temer a la influencia
decisiva de
otros
poderes (ver Arnold).
Muchas
traducciones (especialmente la BJ) y comentaristas consideran que el
v.
12 hace una distinción entre nosotros los judíos o cristianos
judíos, que
primero
hemos esperado en Cristo, y
vosotros
(13),
los cristianos gentiles
que
llegaron luego a la fe. Pero el “nosotros” en los vv. 3-10 se
refiere a todos
los
creyentes (no sólo a los judíos), y aquí también (ver Lincoln).
Es correcto
como
traduce la RVA el v. 12: para
que nosotros, que primero [es
decir,
ahora]
hemos
esperado en Cristo, seamos [entonces,
en el juicio final] para
la
alabanza de su gloria.
13,
14 La
sección final destaca la participación de los lectores en todo esto
(así,
el cambio a vosotros).
En Cristo, habiendo creído el evangelio, ellos
también
fueron señalados como pueblo de Dios (p. ej. <260904>260904>Ezequiel
9:4-6 y
<660701>660701>Apocalipsis
7:1-8, la idea de que Dios pone una marca de identificación en
sus
hijos). El sello utilizado para marcarlos era nada menos que el don
prometido
del Espíritu
Santo. Como
en Hechos 2, la promesa en cuestión es
principalmente
la de <290228>290228>Joel
2:28, 29, pero comprendida en forma
distintivamente
cristiana. Por medio de este don ellos recibieron sabiduría e
iluminación
para comprender lo que el evangelio implica (<490117>490117>Efesios
1:17-20;
cf.
3:5);
fortaleza interior en el evangelio (<490316>490316>Efesios
3:16; cf.
6:17);
acceso a
Dios
y a Cristo, y la presencia de la deidad habitando en ellos
(<490218>490218>Efesios
2:18,
22; 3:16, 17); el comienzo de la unidad cósmica prometida
(<490403>490403>Efesios
4:3,
4); inspiración para una vida piadosa y una adoración en gratitud
(<490430>490430>Efesios
4:30; 5:18-20) y ayuda en la oración (<490618>490618>Efesios
6:18). Todas
estas
actividades marcan a los creyentes como pueblo de Dios y son
indispensables
para la existencia cristiana continuada. El sello del Espíritu no es
una
especie de segunda bendición; el habiendo
creído (13b)
significa
efectivamente
“cuando creísteis”, es decir, “una vez que pusisteis vuestra
confianza
en el evangelio” (DHH, “cuando creyeron en Cristo”). Estas
actividades
del Espíritu anticipan en tipo y calidad lo que él hará más
plenamente
en la nueva creación, de modo que el Espíritu con el que Dios nos
marca
como posesión suya es también correctamente llamado la garantía,
las
“arras”,
“prenda”, o aun la “primera cuota” de nuestra herencia (cf.
<450823>450823>Romanos
8:23; <470102>470102>2
Corintios 1:22; 5:5). Pero las bendiciones que ahora
recibimos
sólo son una figura de lo que vendrá: según Pablo aún aguardamos
nuestra
herencia en
la redención final y total del mundo que Dios llevará a
cabo
al final de los tiempos. En <490430>490430>Efesios
4:30 Pablo nuevamente hace
hincapié
en esto, recordándonos que fuimos sellados con el Espíritu “para
el día
de
la redención” que vendrá. Entonces el propósito de Dios,
iniciado en Cristo,
será
llevado a su consumación, y viéndolo desde el comienzo hasta el
final
evocará
la alabanza que la creación da a su Creador.
1:15—2:10
Pablo comienza su informe relacionado con su gratitud, y sus
oraciones
por los lectores de la carta
1:15-19a
Palabras de acción de gracias. En
las cartas griegas se
acostumbraba
comenzar con una declaración de agradecimiento a los dioses, y
asegurando
a los lectores que se estaba intercediendo por ellos. Pablo utilizó
normalmente
esta forma, aunque desarrollándola en una forma distintivamente
cristiana.
La acción de gracias en sí misma (15, 16), que es específicamente
por
lo
que Dios está haciendo en los lectores y, por lo tanto, tiene un
enfoque
diferente
de los temas más generales de un panegírico, es breve, comparada
con
sus otras cartas (aunque Gálatas no tiene ninguna), y notablemente
desprovista
de detalles personales (cf.
<510103>510103>Colosenses
1:3, 4 y <570104>570104>Filemón
1:4,
5, que siguen otro modelo). El “informe” sobre sus oraciones que
sigue es,
sin
embargo, extraordinariamente largo, y mucho más entretejido con
enseñanzas
que lo habitual. Se prolonga al menos hasta el v. 23 (en gr., los vv.
15-23
son, en realidad, una oración gramatical compuesta) o más
probablemente
hasta <490210>490210>Efesios
2:10, y Pablo lo retoma en <490301>490301>Efesios
3:1,
14-21.
Estos fenómenos poco comunes probablemente se explican por el
propósito
general de la carta y por la intención de que fuera leída en varias
congregaciones
sin relación entre sí.
La
oración habitual de Pablo por sus lectores es, dice él, para que
reciban
espíritu
de sabiduría y de revelación (17), es decir que sean iluminados;
que
conozcan
a Dios más profundamente, y que comprendan la naturaleza de la
esperanza
cristiana (18) y la naturaleza del poder de Dios que ya actúa en los
cristianos
(19a). Esta última afirmación la ejemplifica en dos formas
diferentes:
dice
que ha sido revelada en la resurrección y exaltación de Cristo
mismo
(19b-23),
y se revela en que nosotros
hemos
sido traídos de la “muerte”
espiritual
a la “vida” en unión con Cristo (<490201>490201>Efesios
2:1-10).
15,
16 La
expresión inicial, por
esta razón, se
retrotrae a <490114>490114>Efesios
1:14, y
por
intermedio de este versículo a la totalidad de <490103>490103>Efesios
1:3-14. Pablo da
gracias
por los lectores de la provincia romana de Asia porque Dios los ha
llevado
a participar de su salvación. Brevemente, da gracias también por lo
que
ha
oído sobre su fe y su amor (como en Colosenses y Filemón),
indicando que
ve
estas características como frutos de la gracia de Dios. Estos
versículos son
claras
evidencias de que Pablo no estaba escribiendo principalmente a Efeso
(donde
permaneció durante tres años); muestra un conocimiento más
detallado
de
las congregaciones colosenses en las acciones de gracias de las
cartas
destinadas
a ellas (y nos dice que nunca las visitó personalmente:
<510201>510201>Colosenses
2:1) de lo que muestra aquí.
17-19
Estos
tres versículos centran la atención en el contenido de la oración
de
Pablo.
La oración del v. 17 pidiendo espíritu
de sabiduría y de revelación es
representativa
de una forma de hablar típicamente judía; significa que Pablo ora
para
que experimenten al Espíritu que ya
han recibido, otorgándoles
estas
cosas.
Nótese que el propósito de la petición no es que reciban una
información
especial, sino que tengan una percepción y un conocimiento más
profundos
de Dios mismo (tal como se ha revelado en Cristo). Sabiduría,
iluminación
y revelación eran los dones más típicos que un judío podía
esperar
del
Espíritu. Se menciona poder
con
mucha menos frecuencia (cf.
<023103>023103>Éxodo
31:3;
<053409>053409>Deuteronomio
34:9; <231102>231102>Isaías
11:2; 1
Enoc 49:3;
1QS
4:3-5).
La
oración del v. 18 es igualmente una oración para pedir que les sean
abiertos
los
ojos de su entendimiento espiritual. Algunas versiones traducen lit.
“corazón”
(BJ; y ver nota de la RVA) que es un sinónimo parcial de mente,
voluntad
y espíritu, y significa el centro de percepción y decisión. Aunque
Pablo,
más que todos los escritores del NT, deseaba explicar y argumentar
su
teología
para el entendimiento racional, tenía en claro que ésta sólo es
una parte
de
la tarea. El corazón de una persona no necesita solamente conceptos
teológicos
más refinados, sino la obra del Espíritu integrando estos con su
percepción
y así reestructurando su voluntad y su vida. Pablo ora para que sus
lectores
puedan conocer (comprender) la
esperanza que
los espera en este
sentido
más pleno. Si realmente comprenden que Dios desea hacer de ellos,
junto
con todos los santos, una maravillosa herencia
para
sí mismo, ese
conocimiento
(“por su gracia, seré un príncipe, no una rana”) los
transformará
con
gozo y amor. Israel es frecuentemente descripto como herencia de Dios
en
el
AT: ver, p. ej. <050420>050420>Deuteronomio
4:20; <193312>193312>Salmo
33:12; <236317>236317>Isaías
63:17;
<241016>241016>Jeremías
10:16. Aquí Pablo lo aplica a la iglesia glorificada, y ora para que
ellos
comprendan la esperanza que domina su panegírico inicial
(<490114>490114>Efesios
1:14,
5, 6, 12).
La
tercera parte de la oración de Pablo (19a) es que los lectores
comprendan
la
naturaleza y la potencia del poder de Dios que ya está actuando en
ellos. Si
los
creyentes miran solamente lo que ven que Dios está haciendo en sus
propias
vidas
ahora, fácilmente pueden subestimar el poder de Dios, sobre todo
porque
se
manifestó en un amor con forma de cruz. Los lectores de Efeso,
viniendo
como
venían de un ambiente plagado de creencias mágicas, quizá hayan
considerado
que el poder de Diana era más imponente y temible que el de Dios
(Diana
de los efesios era considerada la reina de los poderes celestiales,
incluyendo
los potentes poderes del zodíaco, y los dioses del mundo
subterráneo;
ver Arnold). Esto podría haber erosionado su confianza en Dios, y
debilitado
su determinación en el conflicto espiritual en el que estaban
involucrados.
Pablo sabía que las dimensiones espectaculares del poder de
Dios
en su pueblo sólo serían plenamente reveladas al final de esta
creación
(por
eso, lo que dice en <490105>490105>Efesios
1:5, 6, 9, 10, 14), pero podía mostrar a
los
lectores dónde mirar en el presente para verlo (<490119>490119>Efesios
1:19b—2:10).
19b-23
El poder salvador de Dios revelado en la resurrección-exaltación
de
Cristo. Dado
que Cristo es el Hombre verdaderamente representativo, su
resurrección
y glorificación son una figura de lo que Dios cumplirá en nosotros
(cf.
<461504>461504>1
Corintios 15:45-49; <500321>500321>Filipenses
3:21). Existe, naturalmente, una
diferencia:
la autoridad con la cual fue investido Jesús en su exaltación es
única,
aunque
hay un sentido en que la compartimos (ver 2:6). Pero es esta misma
diferencia
la que lleva a Pablo a otra forma de asegurar a los efesios del poder
de
Dios en ellos, ya que termina diciendo que Jesús, a quien le ha sido
dado
todo
el poder, es dado por Dios a la iglesia,
la
cual él llena
(22,
23). Eso, por
supuesto,
significa que la plena autoridad y poder con que ha sido investido
Jesús
están activos en la iglesia.
Las
afirmaciones de que Jesús había resucitado y que estaba exaltado a
la
diestra
de Dios (20) eran tradicionales en la iglesia, y la última es
parafraseada
en
el lenguaje del <19b001>19b001>Salmo
110:1 (cf.
<440234>440234>Hechos
2:34-36; <450834>450834>Romanos
8:34;
<510301>510301>Colosenses
3:1 y <580103>580103>Hebreos
1:3, 13). Habla de la entronización de
Jesús
como gobernador cósmico a quien le es dado el lugar de honor en el
círculo
celestial (de ahí, en
los lugares celestiales).
Jesús no ha perdido su
influencia
terrenal por la ascensión, precisamente lo opuesto: ha sido llevado
al
lugar
donde tiene la máxima influencia sobre los asuntos de la tierra. Por
ello,
ningún
otro poder o potestad, ni en la tierra ni en el cielo, bueno o malo,
puede
compararse
a él; su autoridad, como aquel que está a la diestra de Dios, es
sobre
todo
(21).
Los lectores originales habrían comprendido el concepto:
ninguno
de los poderes que ellos tendían a temer podría compararse con
Jesús.
Mientras
que en el <19b001>19b001>Salmo
110:1 Dios invita al Señor celestial a sentarse a
su
diestra “hasta que ponga a tus enemigos como estrado de tus pies”,
el v. 22a
aquí
insiste en que Dios ya sometió...
todas las cosas bajo
los pies de Jesús.
Esto
no significa dejar de ser realista acerca de la continuidad del mal,
sino un
pasar
del lenguaje del Salmo 110 al del <190806>190806>Salmo
8:6. (Pablo hace lo mismo
en
<461502>461502>1
Corintios 15:25-27.) Aquí, Jesús se ve como un segundo Adán a
quien
se le da la tarea de ejercer dominio sobre el cosmos. Como tal, él
es
cabeza
sobre todas las cosas (22b),
es decir, gobernante o dueño, un
significado
de “cabeza” que ha sido bien comprobado en el gr. bíblico y en
otros
lugares. La esencia de lo que sigue en el v. 22b es, entonces, bien
traducida
por la RVA: Dios...
le puso a él por cabeza sobre todas las cosas
para
la iglesia. Pablo
difícilmente podría haber dado un retrato más dramático
del
poder que actúa en la iglesia pero, para enfatizarlo aun más,
describe a la
iglesia
de dos maneras diferentes.
Primera,
denomina a la iglesia cuerpo
de
Cristo (23a). En 1 Corintios la iglesia,
como
“cuerpo” de Cristo, tiene sus propios oídos, ojos y cabeza
(<461201>461201>1
Corintios
12:16-21): es un cuerpo completo que pertenece a Jesús y está
íntimamente
unido a él (<460601>460601>1
Corintios 6:15; 12:12). Probablemente, es lo que
Pablo
quiere decir aquí también, no que la iglesia sea apenas un torso
sin
cabeza,
para la cual Jesús mismo es la cabeza; ya que el v. 22 describe a
Jesús
como
cabeza
del
cosmos, no de la iglesia, y utiliza “cabeza” en el sentido de
“gobernador”,
no de parte anatómica. Pero describir a la iglesia como su
“cuerpo”,
tan poco tiempo después de haber descripto a Jesús como “cabeza”,
casi
inevitablemente destaca al menos la connotación de la unión entre
ambos
(cf.
<490416>490416>Efesios
4:16; 5:23, 28, y el más notable, “él es la cabeza del cuerpo,
que
es la iglesia” en <510118>510118>Colosenses
1:18).
23
Continúa
describiendo a Jesús como aquel
que todo lo llena en todo (cf.
<490410>490410>Efesios
4:10). “Llenar” es una metáfora de “estar presente en, y
activo en
relación
con”, o “extender su influencia, o regir sobre”. Como “cabeza”
sobre
todas
las cosas, Jesús las “llena”; así, entonces, comienza a cumplir
el misterio
del
que se habla en los vv. 9 y 10, comienza la tarea de dominar la
rebelión y
traer
todas las cosas a la unidad y la armonía en sí mismo. Pero, dice
Pablo, la
iglesia
es, de manera suprema, su plenitud
(es
decir, aquello que él llena); y lo
explicará
más detalladamente en <490201>490201>Efesios
2:1-22.
En
suma, Pablo ora para que sus lectores comprendan que el poder que
obra
en
la iglesia es el mismo poder que producirá la nueva creación, un
nuevo
universo
en total armonía, unido bajo Cristo. En su unión con Cristo la
iglesia ya
ha
recibido un anticipo de ese final.
2:1-10
El
poder salvador de Dios revelado en la salvación de la iglesia.
Es
lamentable que se haya realizado una división para comenzar un nuevo
capítulo
aquí, ya que hay buenas razones para creer que esta sección forma
un
párrafo
único con <490115>490115>Efesios
1:15-23. Allí Pablo explicó el poder de Dios en
la
iglesia tal como se revela en la resurrección del Hombre
representativo, que
es
el don que Dios ha dado a la iglesia para ser el gobernador exaltado
del
cosmos,
a la iglesia. Aquí Pablo desea atraer la atención hacia el mismo
poder
de
Dios, pero ahora en la medida en que este se revela en la acción de
Dios de
sacarnos
de la muerte e introducirnos en la vida. Comienza en el v. 1 con el
conectivo
directo “y” (que la RVA omite), y parece que quiso escribir “y
vosotros,
estando muertos en vuestras transgresiones y pecados, os dio vida
con
Cristo...” (en paralelo con <510212>510212>Colosenses
2:12, 13; 3:1, 2). Sin embargo,
debió
desviarse de esta afirmación directa para explicar eso de estar
muertos
en
vuestros delitos y pecados. Y
luego de pintar un panorama sombrío de la
anterior
condición de sus lectores (2), necesitaba dejar en claro en el v. 3
que
no
solamente vosotros,
sino
nosotros,
fuimos
los que estábamos en esa
situación
de la que Dios, misericordiosamente, nos salvó. Finalmente, en los
vv.
5
y 6, Pablo vuelve al punto en que comenzó, pero ahora en la primera
persona
del
plural: “Aun estando nosotros muertos en delitos, nos dio vida
juntamente
con
Cristo...” Aquí se revela aun más la naturaleza del poder de Dios
en la
iglesia
que Pablo ora para que sus lectores comprendan, porque ciertamente
dará
significado a sus vidas, gozo a sus corazones, adoración agradecida
a sus
labios
y fortaleza a su lucha.
1-3
Estabais
muertos en vuestros delitos es,
nuevamente, una forma judía de
expresión;
su fuerza es hermosamente ilustrada por un midrash
(comentario
judío)
sobre <210905>210905>Eclesiastés
9:5 que habla de “los malvados que aún mientras
viven
son llamados muertos”. Aquellos que están atados al pecado están
destinados
a la muerte y, por lo tanto, ya pertenecen a su reino; aquello que
consideran
como la vida es nada más que un anticipo de la muerte, ya que no
tiene
a Dios (cf.
<430524>430524>Juan
5:24; <620314>620314>1
Juan 3:14 y 1QH
11:10-14).
Aunque en
otros
lugares Pablo enseña que este estado de cosas es el resultado del
pecado,
ése no es el concepto aquí; en cambio, la condición en vuestros
delitos
y pecados es
lo que caracterizaba su existencia anterior. Estas cosas
eran
el fruto corrupto de su “muerte”. En el v. 2 Pablo atribuye esta
vida
marcada
por el pecado fundamentalmente a dos factores relacionados entre sí:
la
influencia de este
mundo (es
decir, la creación caída actual y las fuerzas que
ésta
genera en la sociedad, vistas como en rebelión a Dios y en contraste
con la
“nueva
creación” o “nueva era” que se espera), y la influencia de
Satanás,
descripta
aquí como el
príncipe de la potestad del aire. El
gr. aer
denotaba
los
cielos más bajos, los más cercanos a la tierra y muchas veces se
consideraba
que eran el lugar donde habitaban los seres espirituales de maldad.
La
idea de que Satanás actúa
en los hijos de desobediencia (BJ,
“en los
rebeldes”)
se halla en otras partes de la literatura judía; p. ej. en La
Ascensión
de
Isaías se
dice que Satanás “se regocijó en Jerusalén por causa de Manasés
y
lo fortaleció para que llevara a la apostasía y la falta de la ley
que se difundió
en
Jerusalén” (<490202>490202>Efesios
2:2-4; cf.
2
Reyes 21; 2 Crónicas 33). Esto podría
sonar
como un determinismo al mal por el cual no somos responsables, pero
el
v.
3 también culpa con igual justicia a nuestra propia naturaleza
rebelde con sus
deseos
y pensamientos corruptos. Todo esto hizo que fuéramos lo que Pablo
denomina
“hijos de ira” (como bien traducen la mayoría de las versiones
castellanas;
BJ, “destinados a la cólera”); es decir, aquellos que son
condenados
a sufrir la santa ira de Dios dirigida al pecado.
4-7
Lo
que Dios, entonces, en su amor y misericordia ha hecho concretamente
por
nosotros se presenta como un contraste directo y asombroso con la
condenación
que visualiza el v. 3, y así, de esta manera tan dramática, revela
la
naturaleza
del poder de Dios que actúa en nosotros. El v. 5 lo muestra como un
poder
de resurrección que nos transfiere de la “muerte” a la “vida”.
Esto podría
ser
entendido sencillamente como la metáfora de una relación restaurada
(como
en
<421532>421532>Lucas
15:32), pero probablemente signifique algo más que eso. Decir
que
nos
dio vida (la
expresión se refiere comúnmente a la resurrección)
juntamente
con Cristo parece
ser una forma abreviada de decir: “Seremos
resucitados
juntamente con Cristo a una vida en la nueva creación, y podemos
hablar
de eso como si fuera algo ya logrado porque, primero, el hecho
decisivo
de
la resurrección del Hombre representativo, Jesús, ya sucedió, y
segundo, ya
comenzamos
a participar de algunos aspectos de esa vida en la nueva creación
en
nuestra actual unión con él.”
Lo
mismo debe decirse para el v. 6, que habla de que hemos sido
exaltados y
sentados
con Cristo en
los lugares celestiales (es
decir, con Cristo en su
trono,
a la diestra de Dios; el v. 6 sigue el modelo de <490120>490120>Efesios
1:20).
Aunque
Pablo enseña que los creyentes participarán del juicio y del
gobierno
de
la nueva creación (ver, p. ej. <460602>460602>1
Corintios 6:2; cf.
<660321>660321>Apocalipsis
3:21),
con
igual firmeza insiste en que no es así todavía (<460408>460408>1
Corintios 4:8). Estos
versículos,
en realidad, no dicen cosas demasiado diferentes entre sí.
Muchos
comentaristas han instado a creer que Efesios aquí se separa del
Pablo
verdadero,
enseñando que la salvación está completa, la batalla ha concluido,
y
que
los creyentes ya reinan en los lugares celestiales. El escritor (que
generalmente
se cree es un discípulo de Pablo) es, entonces, acusado de ser
triunfalista.
Pero este concepto no toma en serio el énfasis en la esperanza de
<490103>490103>Efesios
1:3-23; y resta importancia a <490420>490420>Efesios
4:20—5:15, 6:10-18 y
en
especial a <490612>490612>Efesios
6:12, que ciertamente muestran la existencia cristiana
actual
como en conflicto con las conductas de nuestra vieja humanidad
pecadora,
y con los poderes de esta era. Los vv. 5, 6 pueden comprenderse
mejor
si se considera que apuntan hacia adelante: lo que dicen es ahora muy
cierto
sólo de Cristo, pero puede ser afirmado con respecto a nosotros en
el
sentido
secundario de que él nos representa, de que él determina nuestro
futuro
y que estamos unidos a él ahora por el Espíritu. En forma similar,
el
tiempo
presente perfecto con que traducen la BA y BJ “habéis sido
salvados”
en
el v. 5 (y v. 8) no significa que el escritor piense que nuestra
salvación ya
está
completa, sino que nuestra completa salvación ya ha sido asegurada y
revelada
en Cristo, y se está produciendo en nosotros: realmente hemos
comenzado
a experimentar el ser transferidos del reino de la muerte al de la
resurrección
y la vida. Estos versículos deben ser entendidos como una
elucidación
más completa de la clase de afirmación que Pablo hace en
<510113>510113>Colosenses
1:13; 3:1-4. El v. 7 (como un eco de <490106>490106>Efesios
1:6, 7, 18,
21)
nos muestra que es el futuro el que revelará la salvación y la
gracia que
ahora
sólo se conocen por fe.
8-10
Este
resumen, en parte repite el lenguaje de los debates en Gálatas y
Romanos
sobre la justificación por la fe sin compromiso con la ley mosaica.
Lo
que
Pablo quiere destacar aquí, no obstante, es algo diferente, si bien
complementario.
Dice que la salvación que hemos experimentado ya, al ser
transferidos
de “muerte” a “vida” en unión con Cristo, es una revelación
dramática
del poder de Dios, lleno de gracia, precisamente porque deriva por
completo
de él. No es producto de, ni recompensa dada por, nuestras obras;
es
el don
de Dios para
la fe (el gr. que usa Pablo no sugiere que esté diciendo
que
la fe también sea puramente gracia de Dios, aunque eso quede
implícito a
partir
de otras consideraciones). Esto, aclara rápidamente Pablo, no
significa
que
las obras carezcan de importancia. Pero nuestra vida y nuestras obras
anteriores
sólo contribuyeron a la condenación de la que necesitábamos ser
liberados.
En contraste con esto, el v. 10 presenta a nuestra salvación en
términos
de la nueva creación que Dios hace de nosotros en Cristo (cf.
2
Corintios
3—5; 5:17; <480615>480615>Gálatas
6:15). De esta forma, con Jesús, somos
primicias
de la nueva creación y hemos sido transformados para que realmente
podamos
hacer verdaderas buenas obras. Esto será explicado en mayor detalle
en
<490417>490417>Efesios
4:17—6:20.
2:11-22
Una digresión: la iglesia, la
reconciliación
cósmica y la unidad; el nuevo templo
Aquí
Pablo deja de hablar de sus oraciones por los lectores de su carta y,
por
lo
tanto, en términos formales, los vv. 11-22 constituyen una
digresión. No
obstante,
en otro sentido, son el corazón teológico de la carta; porque las
verdades
contenidas en ellos subyacen y explican el panegírico y la oración
de
Pablo,
y refuerzan su mensaje. Si Efesios es la corona de los escritos
teológicos
de
Pablo, 2:11-22 es quizá la gema principal; pero como una piedra
bellamente
tallada
tiene una profundidad y una sutileza que no son fáciles de resumir.
Estructuralmente,
la sección es dominada por un contraste “entonces-ahora”
(que
amplía el anterior, similar, en los vv. 1-7). Comienza en los vv.
11-13 que
subrayan
principalmente el “entonces” (nótese en
otro tiempo [v.
11], en
aquel
tiempo [v.
12], y el contrastante ahora
en Cristo Jesús [v.
13]) y se
resume
en los vv. 19-22, que enfatizan el “ahora”. Los vv. 14-16 (con el
resumen
de los vv. 17, 18) presentan la parte central y la transición,
dividiendo
así
la totalidad de los vv. 11-22 en tres partes.
El
contraste entre el “entonces” y el “ahora” que hace Pablo se
presenta
principalmente
en términos del gran tema de la anterior separación (12, 19),
exclusión
(13) u hostilidad (16), y la actual reconciliación (16), unidad (15,
16)
o
paz (17). En resumen, el pasaje nos habla de cómo Dios ha comenzado
la
reconciliación
cósmica que fue su plan eterno (1:9, 10). Existen dos importantes
dimensiones
en esto. Los vv. 11-15 se concentran primordialmente en cómo,
en
Cristo, la gran barrera que separaba a judíos y gentiles ha sido
quitada, y los
gentiles
son unidos al Israel
creyente.
Podríamos llamar a esto “reconciliación
horizontal”.
Pero los vv. 16-22 tienen un énfasis diferente; explican cómo tanto
judíos
como gentiles son reconciliados con
Dios (16,
17), reciben acceso a él
(18),
y cómo entran al templo celestial en que él habita (19-22). Podemos
llamar
a esto “reconciliación vertical”. Tendremos que observar
cuidadosamente
cómo estas dos reconciliaciones se relacionan (y cómo se
llevan
a cabo) en los comentarios más detallados sobre las secciones
individuales.
11-13
La
primera sección llama a los lectores, predominantemente cristianos
gentiles,
a recordar su anterior estado, apartados del pueblo de Dios. Ellos
eran
entonces
lo que muchos judíos llamarían “la incircuncisión”. La
circuncisión
era
la
señal del pacto con Israel y, por lo tanto, lo que distinguía a los
judíos del
resto
del mundo. El judaísmo podía por tanto referirse a sí mismo como
la
circuncisión,
es decir, “el pueblo del pacto de Dios”, y despreciar al resto
del
mundo
que estaba fuera del pacto, llamándolo la incircuncisión.
El
punto
central
no era que sólo los judíos practicaran esa operación quirúrgica
menor
(otros
semitas también lo hacían), sino su significación como un rito de
entrada
al
pacto mosaico.
Pablo
comienza su descripción de la condición anterior de los gentiles,
utilizando
el lenguaje que cualquier judío usaría para referirse al estar
“fuera” del
pacto.
Igualmente claro, sin embargo, es que Pablo no estaba satisfecho con
esta
forma de llamar a las cosas, y siente que necesita aclararlo diciendo
que
únicamente
los judíos son los
de la llamada circuncisión. Para
Pablo, la de
ellos
se trata de una circuncisión realizada meramente por hombres, ya
que,
para
él, la mayoría de las veces la circuncisión de los judíos es nada
más que
una
operación externa, y la relación con Dios que se supone que ésta
simboliza
no
se ha convertido en una realidad interna obrada por Dios. Para Pablo
es la
familia
de la fe y su relación con Dios la que realmente cumple lo que
significa la
circuncisión
(ver <450228>450228>Romanos
2:28, 29), y esto se aplica más profundamente a
los
cristianos (<500303>500303>Filipenses
3:3; <510211>510211>Colosenses
2:11).
Pablo
vuelve al punto principal en el v. 12. Anteriormente, como gentiles
incrédulos,
sus lectores no podrían haber tenido parte con Cristo, porque el
Mesías
es primero que nada rey de
Israel (<450905>450905>Romanos
9:5). Estaban
separados
de la ciudadanía de Israel: el pueblo de Dios que recibe su
bendición.
El hecho de que Pablo eligiera la palabra ciudadanía
sugiere
que no
está
pensando aquí en la nación de Israel, sino más particularmente en
los fieles
judíos
vistos como viviendo una teocracia. La exclusión de los gentiles de
la
comunidad
del pueblo de Dios significaba que no tenían parte en los pactos que
prometían
la salvación mesiánica. (El lenguaje aquí hace fuerte eco de
<450904>450904>Romanos
9:4.) Quizá hayan tenido muchas “esperanzas” y “dioses”,
pero
estos
habrían resultado ser huecos, ya que los gentiles estaban sin el
verdadero
Dios
y sin la esperanza que él daba, y que ahora estaba comenzando a
cumplir.
Ahora
en Cristo Jesús (13),
la situación de ellos ha cambiado drásticamente, y
Pablo
elige una metáfora bíblica muy común para expresar el contraste.
El
concepto
de estar acercados
y
lejos
se
origina en <235719>235719>Isaías
57:19, y domina
la
descripción de Pablo en los vv. 17 y 18 (en los que, en realidad,
usa las
mismas
palabras que Isaías). En el v. 13, sin embargo, utiliza el lenguaje
en una
forma
que refleja más cercanamente el uso de esta metáfora en el judaísmo
contemporáneo.
El verbo “acercar” se había convertido en un término común
para
significar el hecho de hacer que un no judío se hiciera prosélito,
uniéndolo
así
a la congregación de Israel. Esto hacía que la persona estuviera
“cerca” en
dos
sentidos, ambos atestiguados en el judaísmo. La persona se “acerca”
al
resto
del pueblo de Dios y se “acerca” al Dios del cual ese pueblo está
“cerca”.
Tiene
acceso al templo (el lugar especial de la presencia divina) y al Dios
que
estaba
presente, en forma más general, en medio de su pueblo. Como veremos,
Pablo
está pensando en un pueblo de Dios transformado y en un templo
celestial,
pero por lo demás, las figuras utilizadas en el v. 13 son similares.
14-18
En
estos versículos llegamos al corazón mismo de la manera en que
Pablo
entendía el evangelio de la reconciliación. Comienza en los vv. 14
y 15
con
la dimensión horizontal. Se dice primero que Jesús es
nuestra paz, en
el
sentido
de que él unió las dos grandes partes en que estaba dividida la
humanidad
(la incircuncisión y la circuncisión). El (¡en principio!)
destruyó la
hostilidad
entre
judíos y gentiles, quitando la gran barrera
que
los separaba, y
que
inevitablemente se había convertido en ocasión de sospechas y
animosidad
mutuas.
La barrera en cuestión era la ley mosaica, con su detallado código
de
santidad,
que hacía imposible que los judíos fieles vivieran en estrecha
proximidad
con los gentiles.
En
cuanto a estas reglas, la carta de Aristeas (c.
100
a. de J.C.) sostiene que
“el
legislador [Moisés] nos rodeó de empalizadas firmes y muros de
hierro para
evitar
que nos mezclemos con cualquiera de los otros pueblos en cualquier
asunto,
manteniéndonos así puros de cuerpo y alma... adorando al único
Dios
todopoderoso”
(139), o, nuevamente: “Y por lo tanto, para que no fuéramos
contaminados
por nadie, ni fuéramos infectados con perversiones al asociarnos
con
personas sin valor, él nos ha cercado por todos lados con
purificaciones
prescritas
en asuntos de comida y bebida, de tocar y de escuchar y de ver”
(149).
La barrera material que en el templo prohibía el paso de los
gentiles, so
pena
de muerte, a los atrios donde adoraba Israel, era apenas la expresión
externa
de los requisitos de la ley mosaica.
La
enemistad que la ley de Moisés había causado entre la humanidad
pecadora,
se nos dice, fue derribada en
su carne (14),
una referencia a la
muerte
de Cristo en la cruz que Colosenses expresa como el despojarse del
“cuerpo
pecaminoso carnal” (<510122>510122>Colosenses
1:22; 2:11, 12; ver v. 16). Fue
derribada
cuando la ley mosaica, como una unidad y como un pacto indivisible
con
Israel, fue transcendida y reemplazada por las condiciones de la
nueva
creación
y correspondiente pacto, inaugurado en Cristo (cf.
<470303>470303>2
Corintios
3:3-18).
Que esto no significa que Pablo esté en contra de la ley debiera
resultar
claro en base al resto de la carta (ver el uso específico de la
Torah en
<490531>490531>Efesios
5:31—6:3). En cambio, el buen propósito para el cual sirvió la
ley
mosaica,
al preservar a Israel de la influencia impía de las otras naciones,
dio
lugar
al propósito aun más elevado declarado en el v. 15 y que refleja el
plan
eterno
de Dios (<490109>490109>Efesios
1:9, 10). Dios deseaba crear un
solo hombre de
judíos
y gentiles. Para comprobar la importancia central de este concepto en
la
teología
de Pablo véase, p. ej. <461201>461201>1
Corintios 12:13; <480328>480328>Gálatas
3:28 y
<510311>510311>Colosenses
3:11.
16
Nos
hace volver ahora la atención a la dimensión vertical. Hasta aquí
casi
podríamos
tener la impresión (reflejada en la forma en que Marcus Barth
entiende
el pasaje) de que el “acontecimiento de Cristo” deja a la
condición de
Israel
casi sin cambios: los gentiles son meramente agregados a él, y así
benditos
con él. Ese, sin embargo, no es el concepto que quiere dar Pablo, ya
que
continúa afirmando que ese solo
cuerpo creado
de judíos y gentiles fue
reconciliado
con Dios en la cruz. Esto presupone que Israel también sufrió una
separación
de Dios por el pecado (cf.
<490203>490203>Efesios
2:3) que debía ser superada
en
la cruz; y que sólo experimenta esa reconciliación en la medida que
participa
de
la nueva humanidad, el cuerpo de Cristo, la iglesia compuesta de
judíos y
gentiles
creyentes. Naturalmente, no debemos forzar nuestra interpretación de
las
palabras de Pablo para hacer significar que la iglesia universal de
judíos y
gentiles
fuera creada primero, y sólo después de esto reconciliada con Dios
en
la
cruz. Su concepto es, en cambio, que Jesús en la cruz representó no
sólo a
los
judíos sino también a la humanidad gentil, como el postrer Adán
(<450512>450512>Romanos
5:12-21; <461504>461504>1
Corintios 15:45; <501405>501405>Filipenses
2:5-11). En
primera
instancia fue en forma única en
sí mismo (15)
que él hizo un solo
hombre
nuevo de los dos; y luego sólo al unirse a él en un cuerpo se
experimenta
la reconciliación cósmica. Esto significa que la iglesia en
realidad
es,
para Pablo, una tercera entidad: ni judía, ni gentil, sino una nueva
humanidad.
Detrás
del lenguaje de crear una nueva humanidad yace la esperanza judía de
que
en el final Dios recreará el mundo en forma más maravillosa aun que
su
primera
creación antes de la caída. Como parte de esto, el pueblo de Dios
sería
transformado, y recibiría cuerpos resucitados correspondientes al
mundo
en
que vivirían, conformando así una nueva clase de humanidad que
viviría en
total
armonía con Dios y entre sí. Para Pablo, eso es exactamente lo que
comienza
con la resurrección de Cristo, que es el modelo de la nuestra, e
inclusive
está comenzando en nosotros (ver Romanos 8; <461504>461504>1
Corintios 15:45-
49;
2 Corintios 3—5; <480615>480615>Gálatas
6:15; <500321>500321>Filipenses
3:21). Pero
observemos
que todo esto es cierto únicamente en
sí mismo, en
Cristo; es sólo
la
iglesia que está en unión con Cristo la que realmente comienza a
experimentar
esta unidad cósmica.
17,
18 Recapitulan
este concepto en términos de la cita modificada de
<235719>235719>Isaías
57:19 y una explicación más detallada. Las palabras y
vino y
anunció
las buenas nuevas: paz... no
se refieren ni a la encarnación y el
ministerio
de Jesús ni al Cristo ascendido por medio de la predicación
apostólica,
sino que puede comprendérselas mejor considerándolas como un
resumen
de los vv. 14-16 que se refieren entonces específicamente a la cruz
y
la
resurrección. Las palabras y
anunció... paz resuenan
como <235207>235207>Isaías
52:7,
pero
el resto sigue aprox. a <235719>235719>Isaías
57:19. Originalmente este pasaje se
aplicaba
a la bendición de Dios sobre los judíos de Jerusalén (los de
cerca)
y
los
judíos de la Diáspora (los de lejos),
pero aquí se lo aplica al haber
alcanzado
un nuevo nivel de cumplimiento en la “paz” mesiánica de
reconciliación
que Cristo trae entre creyentes judíos (los de cerca)
y creyentes
gentiles
(los de lejos),
y entre la nueva humanidad así creada y Dios. El v. 18
rescata
este concepto, expresándolo en una metáfora tomada de las leyes del
templo.
En el AT, sólo el sumo sacerdote, como representante de Israel,
tenía
acceso
inmediato a Dios en el sentido de que era el único que podía entrar
al
lugar
santísimo, y eso solamente en el día de la Expiación. Israel
estaba a cierta
distancia,
y los gentiles un poco más lejos. Pero a través de la muerte y
resurrección
de Cristo ambos tienen ahora acceso inmediato a Dios por medio
del
don del Espíritu Santo, que trae la presencia consciente de Dios a
cada
persona.
En
todo esto el apóstol Pablo no declara explícitamente cómo
es
que la cruz
efectúa
la reconciliación entre la humanidad y Dios. El mismo uso de la
palabra
implica
una separación o enemistad entre ambos lados que ha sido sanada. Por
parte
de la humanidad, la hostilidad hacia Dios es provocada por nuestra
reacción
de rebeldía ante su amoroso y justo reclamo de nuestra obediencia
filial.
Por parte de Dios también podemos hablar de un cierto elemento de
alejamiento
de la humanidad; precisamente, de su santa y amorosa ira contra
nuestro
pecado (<490203>490203>Efesios
2:3; 4:17, 18; 5:3-6). Es esta última la que aquí
Pablo,
como siempre, cree que es nuestro problema fundamental y que ha sido
solucionado
en la cruz (es decir, antes de que cualquiera de nosotros creyera y
se
apropiara de esa reconciliación que se le ofrecía). Por esto
continuamente
destaca
la rica “misericordia” (4) y “gracia” (<490102>490102>Efesios
1:2, 6, 7, etc.) de
Dios.
Aquí sí nos dice cómo
logra
Dios esto: no dice que es por expiación
sustitutiva
(para lo cual puede verse, en este comentario, <450325>450325>Romanos
3:25;
5:9-11;
<470501>470501>2
Corintios 5:19-21; <480313>480313>Gálatas
3:13). Parece darlo por sabido
(<490107>490107>Efesios
1:7; 5:2, 25, 26) y en esta carta parece más preocupado por
hablar
en detalle sobre sus consecuencias: la restauración de la relación
con
Dios,
y particularmente el alcance universal de la unidad, armonía y paz
que
Dios
se propone en Cristo.
19-22
Un
concepto final subraya la gloria de lo que Dios ha logrado en Cristo
para
sus lectores gentiles que anteriormente eran “los de afuera”
(retomando lo
dicho
en el v. 13). Han tenido el privilegio de llegar a ser conciudadanos
de
los
santos, esto
es, no de los judíos o de los cristianos judíos, sino del resto del
pueblo
de
Dios y
de ser miembros plenos de la familia
[celestial]
de Dios (su
ciudad-templo).
Ya en <480426>480426>Gálatas
4:26 Pablo había desairado a los
judaizantes,
diciendo que los creyentes en Cristo no pertenecen a la Jerusalén
terrenal,
sino a la celestial (cf.
<500320>500320>Filipenses
3:20). La fuerza teológica de esta
afirmación
deriva de la presunción de que la era que vendrá ya está hecha
realidad
en el cielo, y que Jerusalén, tal como será en la nueva creación,
está
esperando
para “descender” (ver, p. ej. <662101>662101>Apocalipsis
21:1-4 y 21:10—
22:5).
Decir que ya somos ciudadanos de esta ciudad-templo es decir que
ahora,
en
unión con Cristo, participamos en esa ciudad celestial que irradia
la
gloria
de Dios, y que será finalmente revelada y desplazará todo lo que
conocemos
como realidad en esta era. Puede verse un punto de vista similar, es
decir,
que la iglesia ahora participa en y manifiesta la adoración de la
congregación
glorificada de los santos de los últimos tiempos en la ciudad
celestial,
en <581222>581222>Hebreos
12:22-24. La idea de ser miembros de la ciudadtemplo
continúa
el tema del acceso a Dios presentado en el v. 18, dado que la
ciudad
celestial está llena de la radiante presencia de Dios. Ciertamente,
según
<662205>662205>Apocalipsis
22:5, él mismo es su luz, desplazando noche y día.
En
los vv. 20-22 tenemos esencialmente el mismo mensaje, pero con un
ligero
cambio
de conceptos. Los creyentes son ahora retratados como las piedras
mismas
con las que ese templo celestial está siendo construido
gradualmente.
Gran
parte de los judíos esperaba un nuevo templo en la Jerusalén de la
era
venidera,
y ya algunos de ellos habían llegado a pensar que el pueblo de Dios
constituiría
esa santa morada de Dios (cf.
la
enseñanza de Jesús en <430219>430219>Juan
2:19).
Este es el punto de vista que se expresa aquí, y se dice que ya está
cumpliéndose
(como en <460301>460301>1
Corintios 3:16, 17; <470601>470601>2
Corintios 6:16, 17;
<600204>600204>1
Pedro 2:4-10). Los lectores de Pablo están, dice el Apóstol, ahora
mismo
siendo edificados
sobre el fundamento de los apóstoles y de los
profetas.
La
sintaxis gr. en esta expresión, en que un artículo rige a los dos
sustantivos
(como en 3:5), sugiere un grupo fundacional, los apóstoles
funcionando
como profetas (es decir, que traen revelación), y no dos (como
sugiere
aquí la RVA), aunque en 4:11 se habla de un grupo separado de
profetas.
Jesús mismo se identifica como la
piedra angular, aquella
a partir de
la
cual se construye el resto del fundamento hacia afuera, siguiendo la
línea de
lo
que serán las paredes. El punto central aquí sería, entonces, que
el templo se
construye
hacia arriba y hacia afuera a partir de la revelación dada en
Cristo,
por
medio de la elaboración e implementación reveladora del misterio a
través
de
las figuras profético-apostólicas (ver 3:4-11, en especial el v.
5). Pero todo
está
edificado sobre Cristo, sostenido por él, y la forma del edificio es
determinada
por Cristo, la piedra angular. Una interpretación alternativa hace
de
Cristo la “piedra clave” (la última que se agrega, la que
mantiene unida a
toda
la estructura del edificio); pero esto depende de un sentido que sólo
después
tomó la expresión “piedra angular”, y no se presta
verdaderamente
para
el concepto de un templo en construcción, ya que implicaría que
Cristo
aún
no tiene lugar en él.
El
último versículo del capítulo recuerda a los lectores el enorme
privilegio que
significa
para ellos ser parte de toda esta construcción. Son incorporados a
ese
edificio,
la iglesia única y universal, la cual Dios constituye en morada de
él por
medio
del Espíritu. Y son incorporados a él precisamente al unirse con
Cristo,
en
quien todas las cosas están siendo llevadas a la armonía y la paz
cósmicas,
que
pueden existir gracias a la reconciliación iniciada en la cruz.
3:1
Pablo continúa hablando sobre sus oraciones por los lectores
Después
de su importante digresión (<490211>490211>Efesios
2:11-22) Pablo retoma en el
v.
1 el informe sobre su oración por las iglesias gentiles
(<490115>490115>Efesios
1:15—
2:10).
Pero, habiéndose presentado a sí mismo como sujeto de la frase, se
desvía
hacia una segunda digresión, ¡aun antes de llegar al verbo
principal!
Todas
las versiones castellanas respetan la interrupción, aunque la DHH
redondea
este corte abrupto, traduciendo “yo, Pablo, estoy preso por causa
de
Cristo
Jesús...”, pero Pablo mismo no termina la frase sino en el v. 14,
en que
repite
las palabras iniciales. (Esto es prueba de que la carta es real,
escrita con
cierto
apuro; no es una cuidadosa presentación actualizada de la teología
de
Pablo
escrita por una generación posterior.)
(Continuará)
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