jueves, 11 de junio de 2015

I EFESIOS


INTRODUCCIÓN
La epístola a los Efesios es conmovedora por la forma en que capta
teológicamente el alcance de los propósitos de Dios en Cristo para la iglesia. Es
una carta pastoral cálida y espiritualmente sensible en sus consejos, de tono
pacífico y que fácilmente se desborda en gozosa adoración. Pero también es
muy diferente de las otras cartas de Pablo. Todas, excepto ésta, tratan
situaciones muy específicas que se vivían en las iglesias a las cuales el Apóstol
escribía. Es típico que las epístolas abunden en detalles de color local, que
contengan enseñanzas bien razonadas y retóricamente convincentes sobre las
dimensiones teológicas de algún problema central, y por lo general combinan
esto con aplicaciones de las mismas, cuidadosamente entretejidas en la forma
de apelaciones o ruegos a los lectores. A menudo, las frases del Apóstol son
breves, muchas veces bruscas.
En Efesios, por el contrario, lo que por lo normal sería la parte de la
enseñanza” está, en gran parte, dedicada a la alabanza a Dios (<490103>Efesios
1:3-14) e incluye un comentario de Pablo sobre su oración por los lectores
(<490115>Efesios 1:15—3:21, con importantes digresiones en <490211>Efesios 2:11-22 y
3:2-13). Esto lleva de inmediatamento a la exhortación (caps. 4—6). En toda la
carta la construcción de las oraciones se destaca por su extensión, a la vez que
estas tienen un tinte un tanto litúrgico. Lo que es aun más excepcional es que la
carta dependa en grado sumo de Colosenses: pasaje tras pasaje pueden ser
explicados como una reescritura de los temas claves de Colosenses, y aprox.
una tercera parte de lo escrito se toma directamente de esa carta. ¿Cómo
puede explicarse esto?
PATERNIDAD LITERARIA
Aunque la iglesia primitiva apoyó en forma unánime la autoría paulina de
Efesios, muchos eruditos modernos (incluyendo los comentarios más
importantes, de Schnackenburg y Lincoln) la han discutido. En cambio, han
tratado de explicar la carta como la obra de un alumno y admirador de Pablo,
que presentaba el evangelio a su propia generación posterior. Los argumentos
se basan sobre todo en los puntos que ya hemos mencionado, y en aparentes
cambios sutiles, de una perspectiva paulina a una posterior. Los temas son
demasiado complejos para tratarlos en detalle aquí, pero se resumen en los
comentarios de Caird (pp. 11-29) y Foulkes (pp. 19-49). Nuestra posición es
que Pablo es verdaderamente el autor, y que las supuestas diferencias con el
Pablo que escribió las otras cartas son, o bien malas interpretaciones de Efesios
(algunas de las más importantes serán planteadas en este Comentario), o que
deben ser explicadas en términos de la naturaleza y circunstancias especiales en
que fue escrita la carta.
CIRCUNSTANCIAS
Mientras estaba prisionero en Roma (en algún momento entre los años 61 y 62
d. de J.C.), Pablo tuvo la ocasión de devolver un esclavo convertido al
cristianismo, Onésimo, a su amo cristiano, Filemón, quien vivía en (o cerca de)
Colosas. Para referirse a esta delicada situación, Pablo le escribió a Filemón.
Envió tanto la carta como al esclavo, con uno de sus colaboradores, Tíquico
(<510407>Colosenses 4:7-9), utilizando la ocasión para escribir también a toda la
iglesia en Colosas, advirtiéndoles sobre las falsas enseñanzas que se
avecinaban. Para llegar a Colosas, Tíquico y Onésimo naturalmente hubieran
debido navegar hacia Efeso y luego dirigirse al este por el valle de Lico por la
ruta principal romana hacia el Eufrates. Pablo mismo había basado su misión a
la provincia de Asia (52-55 d. de J.C.) en la ciudad de Efeso, grande y pujante
(<441819>Hechos 18:19—20:17; <461503>1 Corintios 15:32; 16:8, 19; <470108>2 Corintios
1:8-11). Por lo tanto sería natural que le escribiera una carta a la iglesia en esa
ciudad y que también la enviara con Tíquico (cf. <490621>Efesios 6:21, 22 y
<510407>Colosenses 4:7-9).
Sin embargo, la carta que tenemos con el nombre de “Efesios” no fue escrita
primordialmente para los “santos... en Efeso” (<490101>Efesios 1:1). En realidad,
las palabras “en Efeso” no se encuentran en este versículo en los manuscritos
más antiguos, y <490115>Efesios 1:15 y 3:1-3 hacen suponer que Pablo y la mayoría
de sus lectores habían oído informes los unos de los otros, pero nada más.
Además, la carta termina sin los acostumbrados saludos personales que uno
esperaría en una carta dirigida a Efeso (cf. Romanos 16; <510410>Colosenses 4:10-
17). Estas características han sugerido a muchos que la epístola, en realidad,
fue escrita como carta circular para las iglesias de toda la provincia romana de
Asia (incluyendo las siete iglesias que se mencionan en Apocalipsis 1—3).
Quizá lo más plausible sea que haya sido escrita para las iglesias situadas a lo
largo o cerca de la ruta que Tíquico habría tomado desde Efeso a Colosas,
incluyendo Magnesia, Tralles, Hierápolis y Laodicea. (En ese sentido, Efesios
podría ser la carta a la cual <510416>Colosenses 4:16 se refiere como “la carta de
Laodicea”.)
NATURALEZA Y PROPOSITO
La mayoría de las características poco comunes de esta carta pueden
explicarse mejor si comprendemos sus circunstancias. Su propósito no es
enfrentar alguna enseñanza falsa en particular, en una congregación específica,
sino alentar a todas las iglesias (de mayoría gentil) de la zona por la que Tíquico
pasaría. ¿Qué mejor manera de hacerlo para Pablo que celebrando el
cumplimiento en Cristo de los grandes propósitos de Dios (<490103>Efesios 1:3-
14), e incluyendo un comentario respecto a cómo él estaba orando por quienes
leerían la carta, intercediendo para que pudieran captar gozosamente el
mensaje central del evangelio y el maravilloso privilegio al cual habían sido
admitidos (<490115>Efesios 1:15—2:10; 3:1, 14-21)? No es muy realista
argumentar que la carta no sea paulina porque pone a la oración en el lugar en
que Pablo generalmente pone a la enseñanza; la verdad es que la carta enseña
el corazón mismo del evangelio de Pablo en la forma de un llamado a la
adoración y un informe sobre la oración (y las digresiones de <490211>Efesios 2:11-
22 y 3:2-13, explican más en detalle la enseñanza implícita en éstas). La
elección de un formato de adoración y oración para la mayor parte de la
primera sección de la carta en sí determina el estilo más “elevado” y litúrgico,
que luego se extiende de manera natural a toda la carta (y es similar al estilo de
las oraciones de Pablo en otras cartas). Y si Pablo acabara de escribir la carta
a los colosenses, y la tuviese aún a mano, ¿es de sorprenderse tanto que la
reformara para hacerla apta para una lectura más general?
EL MENSAJE CENTRAL DE LA CARTA
Efesios hace que se destaque un tema que ya era importante en Colosenses: la
reconciliación cósmica en Cristo (cf. <490109>Efesios 1:9, 10, 20-23; 2:10-22 y 3:6
con <510119>Colosenses 1:19, 20). El AT sostenía que el universo era creación de
Dios, quien era uno, sin par ni rival, y que en el principio todo estaba en
armonía con él (cf. <050604>Deuteronomio 6:4, que los judíos recitaban diariamente,
y Génesis 1). Según el entendimiento judío, sin embargo, la sujeción voluntaria
de todas las cosas a Dios se disolvió en una rebelión de reclamos de
competencia. Las personas se fueron separando cada vez más de Dios y luego
entre sí, lo cual era simbolizado por la exclusión del huerto del Edén, el
asesinato de Abel y el fiasco de Babel. Dios seguía siendo el Señor del universo
(como lo afirman todos desde <060311>Josué 3:11 hasta Josefo [Ant. 14:24]), aun
le daba unidad, y ella se expresaba en su forma más clara en la obediencia de
Israel al único Dios, siguiendo una ley y adorando en un solo templo. “Las
naciones”, sin embargo, estaban separadas de Dios, y de Israel, por su
adoración a los ídolos. Y aun Israel, llamada a expresar dentro de sí la unidad
de la creación, estaba desfigurada por las facciones. Estaba dividida en sí
misma. En la raíz de todo esto, en lo que al judaísmo concierne, estaba el
conflicto entre el Señor Dios y los poderes de Satanás.
En contraste con lo que estaba sucediendo en ese momento, el día del Señor
era considerado como ese día en que Dios sujetaría a sí mismo todos los
poderes que competían contra él y restauraría así la armonía en el universo. Por
eso, como lo dice <381409>Zacarías 14:9: “Entonces Jehovah será rey sobre toda la
tierra. En aquel día Jehovah será único, y Unico será su nombre.” El Mesías es,
por lo tanto, un Príncipe de Paz (<230906>Isaías 9:6) que hasta pacifica a la
naturaleza (<231101>Isaías 11:1-9; 2 Baruc 73:1). Cuando él venga toda oposición
será derribada, Israel será restaurado, todas las naciones vendrán y
reverenciarán al único Dios (Tobías 14:6; Oráculos Sibilinos 3:808), y lo
adorarán en el templo único de Jerusalén (<230202>Isaías 2:2-4; 56:6, 7; 60—62;
<330401>Miqueas 4:1-4; <380820>Zacarías 8:20-23; 14:16-19; Jubileos 4:26).
Todo esto podría llamarse “reconciliación cósmica”. Efesios enseña que este
propósito ha sido comenzado en Cristo y será consumado en él. En él ha sido
destruida la separación y ha comenzado la reunificación: la vieja división de la
humanidad en judíos y gentiles ha sido superada (<490210>Efesios 2:10-16); y la
otra separación más antigua existente entre la humanidad y Dios también fue
vencida (<490217>Efesios 2:17, 18). Cristo ha comenzado a “llenar” y a unir el
universo (<490410>Efesios 4:10), trayendo paz. Pero decir que estas cosas han
comenzado en él es también decir que son experimentadas por quienes están
unidos a él, es decir, los creyentes. Esto lleva a una visión sobrecogedora y
majestuosa de la iglesia. La iglesia universal de judíos y gentiles es el lugar que
Jesús llena (<490123>Efesios 1:23); es el lugar donde el mundo y los poderes verán
la reconciliación cósmica que ya ha comenzado (<490306>Efesios 3:6-10). Por su
unión con Cristo, la iglesia ya es ese templo celestial único (<490219>Efesios 2:19-
21), y debe, por sobre todo, luchar para mantener esa unidad que es testimonio
del propósito de Dios (<490401>Efesios 4:1-6). El ruego de Pablo en los caps. 4—6
permite descubrir cómo vivir de un modo que refleje la nueva creación de Dios,
una creación de unidad, armonía y paz.
Esta nota de unidad cósmica en Cristo ha sido confundida algunas veces con el
universalismo (es decir, que finalmente Dios salvará a todas sus criaturas, aun a
los poderes que le son hostiles). Eso no es lo que se indica aquí: <490506>Efesios
5:6 sigue anticipando la ira de Dios sobre los que persisten en la desobediencia,
y <490505>Efesios 5:5 advierte de los pecados que excluyen del reino de Dios. Lo
que se afirma es que la totalidad de la nueva creación estará unida en Cristo,
pero que hay partes de la antigua creación que no participarán de la nueva.
Escritores posteriores, como Ignacio e Ireneo, dieron énfasis a la unidad
institucional de la iglesia católica en la tierra, bajo un régimen de obispos,
ancianos y diáconos. En contraste los énfasis que encontramos aquí son los
paulinos comunes en una iglesia única, universal, de judíos y gentiles, como
manifestación histórica del templo celestial, y la reunificación mundial (como
veremos en el Comentario). Pablo estaba en prisión precisamente por haber
intentado fortalecer la unidad entre las iglesias judías y gentiles (ver sobre
<490313>Efesios 3:13).
Dos características de la carta, relacionadas con esto, resultan especialmente
importantes: el énfasis en “los gobernantes de estas tinieblas” (<490612>Efesios
6:12), y el hincapié en la salvación actual. C. Arnold ha demostrado que en
Efeso y sus alrededores existían creencias mágicas dominantes, y temor a los
poderes espirituales asociados con las mismas. Colosenses fue escrita en parte
para contrarrestar tales temores (<510113>Colosenses 1:13, 16; 2:8, 15, 18, 20),
por lo que no es de sorprenderse que Efesios contemple nuevamente el tema.
Arnold ha demostrado que hay en Efesios alusiones mucho mayores a tales
temores, que lo que generalmente se supone, y que el propósito de la carta es,
en gran parte, contrarrestar esos temores insistiendo en el mayor poder que hay
en Cristo y en los creyentes unidos a él (ver sobre <490119>Efesios 1:19-23; 2:1-7;
3:9, 10; 15, 16, 20; 4:8; 6:10-17).
Muchos eruditos creen que Efesios distorsiona la tensión genuinamente paulina
entre lo que recibiremos y seremos cuando se concrete la nueva era o la nueva
creación, y lo que ya experimentamos de ella en Cristo. Efesios, se dice, tiene
demasiado poco sobre la salvación futura, quizá presumiendo que ya está
virtualmente cumplida en forma total en Cristo. El hecho, sin embargo, es que
los énfasis de Pablo difieren según el contexto. Para los corintios, demasiado
seguros de sí mismos, subrayó el “todavía no”; para los gálatas, que dudaban
sobre si adoptar la ley para asegurarse la salvación, subrayó el “ya”. Tanto
Colosenses como Efesios subrayan el “ya” para alentar a los creyentes que
tienden a temer a los poderes espirituales del universo. Si ya han sido salvos de
esos poderes, es en el sentido limitado de que han sido unidos al victorioso
Cristo en los lugares celestiales y, por lo tanto, están por cierto bajo la
influencia de él (<490201>Efesios 2:1-9). Los creyentes ahora son libres para
contraatacar desde una posición segura. La batalla, no obstante, no ha
terminado (<490610>Efesios 6:10-20), aunque el resultado esté asegurado por
nuestra unión con Cristo (cf. <510301>Colosenses 3:1-4). El presente es el día malo
(<490612>Efesios 6:12, 13, 16), y nuestra verdadera redención está en el futuro
(<490430>Efesios 4:30; cf. 1:14, 4:13); de allí el énfasis en que comprendamos
(“conozcamos”) nuestra esperanza (<490118>Efesios 1:18).
EL DESAFIO PRINCIPAL DE EFESIOS
Esta carta es un desafío al individualismo pietista y su correspondiente doctrina
débil de la iglesia que tantas veces encontramos en el ámbito evangélico. “¡No
mires a la iglesia!”, decimos; “¡mira a Cristo!” Pero Pablo espera que el que
viene de afuera vea el propósito unificador de Cristo y Dios para el mundo
precisamente en la iglesia. El desafío puesto delante de un protestantismo actual
fragmentado y en permanente división difícilmente podría ser más punzante:
Efesios nos llama a construir puentes, no campos minados. También es un
desafío a quienes proponen iglesias para blancos e iglesias para negros, iglesias
para ricos, clase media y “trabajadores”, etc. Tales grupos homogéneos
naturalmente pueden llevarse mejor entre sí, pero ¿cómo reflejarán el evangelio
de la reconciliación? Efesios nos desafía a todos a encontrar mejores formas de
convertir a nuestras iglesias en comunidades reales de personas, cuyas vidas y
experiencias de adoración en unidad como iglesia, sean testimonios de la
unidad cósmica iniciada en Cristo, y que estén profundamente imbuidas de su
presencia.
Ver también el artículo “Leyendo las epístolas”.
BOSQUEJO DEL CONTENIDO
<490101>Efesios 1:1, 2——Destinatarios y saludo
<490103>Efesios 1:3—3:21— —Acción de gracias y oración de Pablo
1:3-14— Celebración del eterno plan de Dios
1:15—2:10 Pablo comienza su informe relacionado con su gratitud, y sus
oraciones por los lectores de la carta
2:11-22— Una digresión: la iglesia, la reconciliación cósmica y la unidad; el
nuevo templo
3:1— Pablo continúa hablando sobre sus oraciones por los lectores
3:2-13— Una digresión: el ministerio apostólico de Pablo
3:14-21— Pablo finaliza el informe sobre su oración. Doxología
<490401>Efesios 4:1—6:20— —Palabras de aliento para vivir en la práctica
el evangelio de la reconciliación cósmica y unidad en Cristo
4:1-6— Apelación inicial a vivir una vida que evidencie la armonía de
lanueva creación
4:7-16— Los dones de la victoria de Cristo y el crecimiento hacia Cristo
4:17—6:9— Apelación a abandonar la vida de la vieja humanidad y vivir
según la nueva creación
<490610>Efesios 6:10-20— Apelación final: ¡Luchemos juntos la batalla
espiritual!
<490621>Efesios 6:21-24——Posdata
COMENTARIO
1:1, 2 DESTINATARIOS Y SALUDO
Esta parte sigue básicamente la forma de la introducción y los saludos de otras
cartas paulinas. Las palabras en Efeso no aparecen en los mss. más antiguos,
pero la construcción gramatical que quedó en ellos sugiere que mss. aun más
antiguos incluían dos nombres de lugares. A. Van Room sugiere que el texto
decía: “A los santos y fieles en Cristo Jesús que están en Hierápolis y
Laodicea”, pero es más posible que la inclusión de los nombres Efeso y
Laodicea (los dos extremos del viaje que realizaría Tíquico) sean la causa por
la que la carta llegó a ser conocida como Efesios (ver Introducción).
1:3—3:21 ACCION DE GRACIAS Y ORACION DE PABLO
1:3-14 Celebración del eterno plan de Dios
Pablo abre el cuerpo de la carta con un panegírico a Dios (como en <470103>2
Corintios 1:3, 4, cf. <600103>1 Pedro 1:3-5). Este párrafo de gozosa celebración
(que en gr. consiste de una única y extensa oración) no tiene el metro regular de
los himnos gr., ni el paralelismo línea por línea de los salmos judíos, pero es una
composición cuidadosamente estructurada en seis partes. Puede
comprendérsela mejor, considerándola una oración imponente, o un llamado a
la adoración, destinada a hacer elevar la mirada de los lectores de ellos mismos
y sus temores hacia la majestad y el amor de Dios revelados en su plan en
desarrollo, y al privilegio de participar en él. El contenido (como sucede con la
acción de gracias de Pablo en otras cartas) está cuidadosamente seleccionado
para presentar los temas principales de la carta; esta sección es, por lo tanto,
una clave para comprender la carta como un todo.
Como en otras oraciones judías similares, este panegírico comienza declarando
a Dios digno de ser bendecido (3a), y una descripción que justifica y amplía esa
declaración. Esta descripción se divide en seis secciones (3b, 4; 5, 6; 7, 8; 9,
10; 11, 12; 13, 14), pero no todas tienen la misma importancia. El uso que
Pablo hace del idioma gr. destaca tres cláusulas en particular, haciéndolas más
importantes en la composición. Dice que Dios nos ha bendecido... con toda
bendición espiritual (3b); nos predestinó... para adopción como hijos (5); y
nos ha dado a conocer el misterio de su voluntad (9).
Las secciones armadas alrededor de estas cláusulas (3b, 4; 5, 6 y 9, 10)
presentan la esencia de lo que Pablo está diciendo. En cada caso el centro de
la atención está en el accionar del Padre (es decir, él es el sujeto del verbo), y
el concepto es que Dios debe ser considerado digno de alabanza precisamente
porque ha realizado las acciones señaladas. En las otras tres secciones Dios no
es el sujeto de las acciones, sino que el énfasis está en lo que “nosotros” (todos
los cristianos) hemos recibido en el Hijo (7, 8; 11, 12), o en lo que los lectores
han comenzado a experimentar a través del Espíritu (13, 14; nótese el cambio a
vosotros”), como consecuencia del obrar de Dios.
La concentración de tiempos pretéritos ha llevado a que muchos intérpretes
pensaran equivocadamente que en Efesios la salvación se ve como algo
completo. Sin embargo, como veremos, sería más exacto decir que Pablo
celebra el hecho de que la salvación futura ha sido inaugurada y asegurada en
Cristo.
3, 4 Las palabras iniciales quizá puedan traducirse mejor como “digno de
bendición es... Dios”, en lugar del Bendito sea... Dios con que traducen la
mayoría de las versiones castellanas, o como “Alabemos al... Padre” (DHH); y
lo que sigue nos da la razón por la cual considerarlo digno de ser bendecido.
No obstante, Pablo no está presentando un argumento; está exaltando a Dios e
invita implícitamente a sus lectores a hacerlo también, por lo cual estas
traducciones alternativas son las que reflejan el verdadero sentido. Pablo
identifica luego a Dios como el Padre de nuestro Señor Jesucristo, ya que es
precisamente en el Hijo (y en el evangelio de lo que el Padre llevó a cabo a
través de él) que los lectores han llegado verdaderamente a conocer a Dios y
han comenzado a reconocerlo como digno de ser alabado.
La primera razón para declarar que Dios es digno de ser alabado es que nos
ha bendecido (3b) en forma muy especial. Pablo, naturalmente, sabe que ni él
ni sus lectores han experimentado aún por sí mismos toda bendición
espiritual; por ello agrega algunas condiciones. Hemos recibido esa bendición
en los lugares celestiales y en Cristo. Es decir, que las bendiciones de la era
que vendrá (cf. <490121>Efesios 1:21), o el reino de Dios, han sido decididamente
entregadas a Cristo quien reina a la diestra de Dios (“en los lugares celestiales”,
<490120>Efesios 1:20, 21), y por lo tanto están aseguradas para nosotros, su
pueblo, por medio de él. Más aun, al estar unidos con él (cf. <490206>Efesios 2:6),
ya comenzamos a participar en algunas de estas bendiciones tan esperadas
(veremos cuáles, y cómo, a medida que avancemos en la carta).
Esta bendición esencialmente futura, que hemos comenzado a experimentar en
Cristo, se nos asegura aun más en base a la elección de Dios (4). Aun antes de
la creación, Dios eligió un pueblo (en Cristo) que estaría delante de él, santo y
sin mancha, en amor. Nótese que aquí el concepto no es principalmente la
elección individual de cada persona para conformar la iglesia (aunque eso
puede estar implícito), siendo santos y sin mancha delante de él en el mundo
(como en <504415>Filipenses 2:15). El concepto principal es, en cambio, que Dios
eligió eternamente un pueblo en Cristo (nosotros, es decir, la iglesia) para ser
santos y sin mancha delante de él en el juicio final (como en <510122>Colosenses
1:22, que Pablo tiene en mente aquí) y, por tanto, entrar en la plenitud de las
bendiciones de la era mesiánica y de la nueva creación.
5, 6 Esta sección explora con mayor profundidad el pensamiento expresado en
el v. 4. La idea central es recordarnos que el beneplácito de la voluntad de
Dios para su pueblo es nuestra futura adopción plena por medio de
Jesucristo... como hijos suyos (5). Pablo creía que en cierto sentido los
creyentes ya disfrutan el ser hijos de Dios, esa obediencia filial por amor,
inspirada por el Espíritu Santo (cf. <450814>Romanos 8:14, 15; <480406>Gálatas 4:6).
No obstante, consideraba esto como un anticipo o una muestra de una
adopción como hijos mucho más plena. Por eso dice que la creación aguarda la
manifestación de los hijos de Dios (<450819>Romanos 8:19), y que nosotros aún
aguardamos “la adopción como hijos” (<450823>Romanos 8:23), que será
producida por la resurrección y la nueva creación. Probablemente esté
hablando aquí de esa adopción de la “nueva creación”, si consideramos este
pasaje juntamente con <490104>Efesios 1:4 y 12-14. En otras palabras, Dios ha
elegido a la iglesia para esa plena y gloriosa adopción como hijos suyos que
resultará de nuestra resurrección-transformación a la semejanza de Jesús (en
este sentido pleno, por medio de Jesucristo; cf. <461504>1 Corintios 15:42-49;
<500321>Filipenses 3:21; <510304>Colosenses 3:4).
Debido a que esta adopción como hijos es el resultado de la gracia y la
voluntad de Dios, puestas en acción por medio de Jesucristo, redundará en
alabanza a Dios (6a). Y dado que ya estamos unidos a Cristo por medio del
Espíritu, puede decirse que esa gracia, incluyendo la adopción, ya nos es
libremente otorgada; siempre que esto responda a la afirmación en el Amado
(esto es, en Cristo; cf. <410111>Marcos 1:11; 9:7; <510113>Colosenses 1:13).
7, 8 Esta sección subordinada desarrolla el v. 6b. En nuestra unión con Cristo
ya participamos de los beneficios de la redención futura del mundo del mal que
Dios aseguró por medio de la muerte expiatoria de Cristo (la sangre es una
metáfora bíblica que representa la muerte de sacrificio para la expiación [fuera
la muerte con pérdida de sangre, o no; cf. <320114>Jonás 1:14], porque
originalmente lo que se ofrecía en realidad era la sangre de los sacrificios de
animales). El beneficio particular que Pablo destaca para mención especial aquí
(como en <510114>Colosenses 1:14) es el perdón de nuestras transgresiones, no
porque sea la única parte de la bendición futura que ya experimentamos ahora,
sino porque es la raíz de las otras. Hasta que se haya solucionado el problema
de los pecados, la humanidad está separada de Dios y de sus beneficios (ver
<490201>Efesios 2:1-3; 11-22; 4:17-19; 5:8-14). En realidad, Pablo aclara que la
gracia del perdón va acompañada de las otras gracias de sabiduría y
entendimiento espirituales, que constituyen el centro de nuestro andar con
Dios como Padre (y por la profundización de la cual ora en <490115>Efesios 1:15-
23; 3:14-19).
9, 10 Esta sección vuelve a la afirmación de lo que Dios ha hecho y, por lo
tanto, por qué es digno de ser alabado, y constituye el clímax de esa
afirmación. Dios nos ha hecho conocer, tanto en entendimiento como en
experiencia, el misterio que siempre ha estado en el centro de su voluntad. En
Efesios “misterio” significa algo demasiado magnífico para ser comprendido en
su totalidad. El misterio que Dios nos ha hecho conocer es la implicación
central de lo que él “se propuso en Cristo”, es decir, en su ministerio, muerte y
resurrección-glorificación. Es un misterio relativo al cumplimiento de los
tiempos, lo cual, ante todo, denota los tiempos que siguen al fin de esta era (el
reino de Dios y la nueva creación). Pero Pablo cree que el cumplimiento de los
tiempos ya está anticipado en que Cristo está en el trono en los lugares
celestiales, y que los creyentes comparten eso con él. El contenido del misterio
es la intención de Dios “de reunir todas las cosas en Cristo, tanto las que están
en los cielos, como las que están en la tierra” (la expresión en la RVA [ver
también BJ], que en Cristo sean reunidas bajo una cabeza..., es el resultado
de una mala etimología, aunque a la luz de los vv. 20-23, expresa bien cómo es
que Pablo cree que Dios llevará a cabo esa unidad). Para comprender la
significación teológica de esta unidad, y su importancia central en la carta, ver la
Introducción. Esencialmente, entonces, Dios es digno de ser alabado porque
nos ha mostrado en Cristo y en la iglesia el comienzo de su plan maestro para
restaurar al cosmos a sí mismo, y a la armonía perdida a causa de la rebelión y
consiguiente separación.
11, 12 Al igual que la próxima sección, estos versículos ya no centran la
atención en la actividad de Dios y, como los vv. 7, 8, exploran nuestra
participación en todo esto en Cristo. En parte repiten la seguridad de que al
unirnos con Cristo estamos predestinados a convertirnos en trofeos de la gracia
de Dios que provocan alabanza a Dios por parte de la creación (cf. 6a). Este
énfasis en la ordenación previa no anula la realidad de la elección y
responsabilidad humanas, como lo aclaran las apelaciones que se encuentran en
el resto de la carta, sino que nos aseguran del poder soberano de Dios, que
todo lo abarca, y su propósito directivo que actúa en el creyente (ver Carson).
Tal énfasis habría sido particularmente apropiado para los lectores de la zona
de Efeso que tenían una tendencia especial a temer a la influencia decisiva de
otros poderes (ver Arnold).
Muchas traducciones (especialmente la BJ) y comentaristas consideran que el
v. 12 hace una distinción entre nosotros los judíos o cristianos judíos, que
primero hemos esperado en Cristo, y vosotros (13), los cristianos gentiles
que llegaron luego a la fe. Pero el “nosotros” en los vv. 3-10 se refiere a todos
los creyentes (no sólo a los judíos), y aquí también (ver Lincoln). Es correcto
como traduce la RVA el v. 12: para que nosotros, que primero [es decir,
ahora] hemos esperado en Cristo, seamos [entonces, en el juicio final] para
la alabanza de su gloria.
13, 14 La sección final destaca la participación de los lectores en todo esto
(así, el cambio a vosotros). En Cristo, habiendo creído el evangelio, ellos
también fueron señalados como pueblo de Dios (p. ej. <260904>Ezequiel 9:4-6 y
<660701>Apocalipsis 7:1-8, la idea de que Dios pone una marca de identificación en
sus hijos). El sello utilizado para marcarlos era nada menos que el don
prometido del Espíritu Santo. Como en Hechos 2, la promesa en cuestión es
principalmente la de <290228>Joel 2:28, 29, pero comprendida en forma
distintivamente cristiana. Por medio de este don ellos recibieron sabiduría e
iluminación para comprender lo que el evangelio implica (<490117>Efesios 1:17-20;
cf. 3:5); fortaleza interior en el evangelio (<490316>Efesios 3:16; cf. 6:17); acceso a
Dios y a Cristo, y la presencia de la deidad habitando en ellos (<490218>Efesios
2:18, 22; 3:16, 17); el comienzo de la unidad cósmica prometida (<490403>Efesios
4:3, 4); inspiración para una vida piadosa y una adoración en gratitud
(<490430>Efesios 4:30; 5:18-20) y ayuda en la oración (<490618>Efesios 6:18). Todas
estas actividades marcan a los creyentes como pueblo de Dios y son
indispensables para la existencia cristiana continuada. El sello del Espíritu no es
una especie de segunda bendición; el habiendo creído (13b) significa
efectivamente “cuando creísteis”, es decir, “una vez que pusisteis vuestra
confianza en el evangelio” (DHH, “cuando creyeron en Cristo”). Estas
actividades del Espíritu anticipan en tipo y calidad lo que él hará más
plenamente en la nueva creación, de modo que el Espíritu con el que Dios nos
marca como posesión suya es también correctamente llamado la garantía, las
arras”, “prenda”, o aun la “primera cuota” de nuestra herencia (cf.
<450823>Romanos 8:23; <470102>2 Corintios 1:22; 5:5). Pero las bendiciones que ahora
recibimos sólo son una figura de lo que vendrá: según Pablo aún aguardamos
nuestra herencia en la redención final y total del mundo que Dios llevará a
cabo al final de los tiempos. En <490430>Efesios 4:30 Pablo nuevamente hace
hincapié en esto, recordándonos que fuimos sellados con el Espíritu “para el día
de la redención” que vendrá. Entonces el propósito de Dios, iniciado en Cristo,
será llevado a su consumación, y viéndolo desde el comienzo hasta el final
evocará la alabanza que la creación da a su Creador.
1:15—2:10 Pablo comienza su informe relacionado con su gratitud, y sus
oraciones por los lectores de la carta
1:15-19a Palabras de acción de gracias. En las cartas griegas se
acostumbraba comenzar con una declaración de agradecimiento a los dioses, y
asegurando a los lectores que se estaba intercediendo por ellos. Pablo utilizó
normalmente esta forma, aunque desarrollándola en una forma distintivamente
cristiana. La acción de gracias en sí misma (15, 16), que es específicamente por
lo que Dios está haciendo en los lectores y, por lo tanto, tiene un enfoque
diferente de los temas más generales de un panegírico, es breve, comparada
con sus otras cartas (aunque Gálatas no tiene ninguna), y notablemente
desprovista de detalles personales (cf. <510103>Colosenses 1:3, 4 y <570104>Filemón
1:4, 5, que siguen otro modelo). El “informe” sobre sus oraciones que sigue es,
sin embargo, extraordinariamente largo, y mucho más entretejido con
enseñanzas que lo habitual. Se prolonga al menos hasta el v. 23 (en gr., los vv.
15-23 son, en realidad, una oración gramatical compuesta) o más
probablemente hasta <490210>Efesios 2:10, y Pablo lo retoma en <490301>Efesios 3:1,
14-21. Estos fenómenos poco comunes probablemente se explican por el
propósito general de la carta y por la intención de que fuera leída en varias
congregaciones sin relación entre sí.
La oración habitual de Pablo por sus lectores es, dice él, para que reciban
espíritu de sabiduría y de revelación (17), es decir que sean iluminados; que
conozcan a Dios más profundamente, y que comprendan la naturaleza de la
esperanza cristiana (18) y la naturaleza del poder de Dios que ya actúa en los
cristianos (19a). Esta última afirmación la ejemplifica en dos formas diferentes:
dice que ha sido revelada en la resurrección y exaltación de Cristo mismo
(19b-23), y se revela en que nosotros hemos sido traídos de la “muerte”
espiritual a la “vida” en unión con Cristo (<490201>Efesios 2:1-10).
15, 16 La expresión inicial, por esta razón, se retrotrae a <490114>Efesios 1:14, y
por intermedio de este versículo a la totalidad de <490103>Efesios 1:3-14. Pablo da
gracias por los lectores de la provincia romana de Asia porque Dios los ha
llevado a participar de su salvación. Brevemente, da gracias también por lo que
ha oído sobre su fe y su amor (como en Colosenses y Filemón), indicando que
ve estas características como frutos de la gracia de Dios. Estos versículos son
claras evidencias de que Pablo no estaba escribiendo principalmente a Efeso
(donde permaneció durante tres años); muestra un conocimiento más detallado
de las congregaciones colosenses en las acciones de gracias de las cartas
destinadas a ellas (y nos dice que nunca las visitó personalmente:
<510201>Colosenses 2:1) de lo que muestra aquí.
17-19 Estos tres versículos centran la atención en el contenido de la oración de
Pablo. La oración del v. 17 pidiendo espíritu de sabiduría y de revelación es
representativa de una forma de hablar típicamente judía; significa que Pablo ora
para que experimenten al Espíritu que ya han recibido, otorgándoles estas
cosas. Nótese que el propósito de la petición no es que reciban una
información especial, sino que tengan una percepción y un conocimiento más
profundos de Dios mismo (tal como se ha revelado en Cristo). Sabiduría,
iluminación y revelación eran los dones más típicos que un judío podía esperar
del Espíritu. Se menciona poder con mucha menos frecuencia (cf. <023103>Éxodo
31:3; <053409>Deuteronomio 34:9; <231102>Isaías 11:2; 1 Enoc 49:3; 1QS 4:3-5).
La oración del v. 18 es igualmente una oración para pedir que les sean abiertos
los ojos de su entendimiento espiritual. Algunas versiones traducen lit.
corazón” (BJ; y ver nota de la RVA) que es un sinónimo parcial de mente,
voluntad y espíritu, y significa el centro de percepción y decisión. Aunque
Pablo, más que todos los escritores del NT, deseaba explicar y argumentar su
teología para el entendimiento racional, tenía en claro que ésta sólo es una parte
de la tarea. El corazón de una persona no necesita solamente conceptos
teológicos más refinados, sino la obra del Espíritu integrando estos con su
percepción y así reestructurando su voluntad y su vida. Pablo ora para que sus
lectores puedan conocer (comprender) la esperanza que los espera en este
sentido más pleno. Si realmente comprenden que Dios desea hacer de ellos,
junto con todos los santos, una maravillosa herencia para sí mismo, ese
conocimiento (“por su gracia, seré un príncipe, no una rana”) los transformará
con gozo y amor. Israel es frecuentemente descripto como herencia de Dios en
el AT: ver, p. ej. <050420>Deuteronomio 4:20; <193312>Salmo 33:12; <236317>Isaías 63:17;
<241016>Jeremías 10:16. Aquí Pablo lo aplica a la iglesia glorificada, y ora para que
ellos comprendan la esperanza que domina su panegírico inicial (<490114>Efesios
1:14, 5, 6, 12).
La tercera parte de la oración de Pablo (19a) es que los lectores comprendan
la naturaleza y la potencia del poder de Dios que ya está actuando en ellos. Si
los creyentes miran solamente lo que ven que Dios está haciendo en sus propias
vidas ahora, fácilmente pueden subestimar el poder de Dios, sobre todo porque
se manifestó en un amor con forma de cruz. Los lectores de Efeso, viniendo
como venían de un ambiente plagado de creencias mágicas, quizá hayan
considerado que el poder de Diana era más imponente y temible que el de Dios
(Diana de los efesios era considerada la reina de los poderes celestiales,
incluyendo los potentes poderes del zodíaco, y los dioses del mundo
subterráneo; ver Arnold). Esto podría haber erosionado su confianza en Dios, y
debilitado su determinación en el conflicto espiritual en el que estaban
involucrados. Pablo sabía que las dimensiones espectaculares del poder de
Dios en su pueblo sólo serían plenamente reveladas al final de esta creación
(por eso, lo que dice en <490105>Efesios 1:5, 6, 9, 10, 14), pero podía mostrar a
los lectores dónde mirar en el presente para verlo (<490119>Efesios 1:19b—2:10).
19b-23 El poder salvador de Dios revelado en la resurrección-exaltación
de Cristo. Dado que Cristo es el Hombre verdaderamente representativo, su
resurrección y glorificación son una figura de lo que Dios cumplirá en nosotros
(cf. <461504>1 Corintios 15:45-49; <500321>Filipenses 3:21). Existe, naturalmente, una
diferencia: la autoridad con la cual fue investido Jesús en su exaltación es única,
aunque hay un sentido en que la compartimos (ver 2:6). Pero es esta misma
diferencia la que lleva a Pablo a otra forma de asegurar a los efesios del poder
de Dios en ellos, ya que termina diciendo que Jesús, a quien le ha sido dado
todo el poder, es dado por Dios a la iglesia, la cual él llena (22, 23). Eso, por
supuesto, significa que la plena autoridad y poder con que ha sido investido
Jesús están activos en la iglesia.
Las afirmaciones de que Jesús había resucitado y que estaba exaltado a la
diestra de Dios (20) eran tradicionales en la iglesia, y la última es parafraseada
en el lenguaje del <19b001>Salmo 110:1 (cf. <440234>Hechos 2:34-36; <450834>Romanos
8:34; <510301>Colosenses 3:1 y <580103>Hebreos 1:3, 13). Habla de la entronización de
Jesús como gobernador cósmico a quien le es dado el lugar de honor en el
círculo celestial (de ahí, en los lugares celestiales). Jesús no ha perdido su
influencia terrenal por la ascensión, precisamente lo opuesto: ha sido llevado al
lugar donde tiene la máxima influencia sobre los asuntos de la tierra. Por ello,
ningún otro poder o potestad, ni en la tierra ni en el cielo, bueno o malo, puede
compararse a él; su autoridad, como aquel que está a la diestra de Dios, es
sobre todo (21). Los lectores originales habrían comprendido el concepto:
ninguno de los poderes que ellos tendían a temer podría compararse con Jesús.
Mientras que en el <19b001>Salmo 110:1 Dios invita al Señor celestial a sentarse a
su diestra “hasta que ponga a tus enemigos como estrado de tus pies”, el v. 22a
aquí insiste en que Dios ya sometió... todas las cosas bajo los pies de Jesús.
Esto no significa dejar de ser realista acerca de la continuidad del mal, sino un
pasar del lenguaje del Salmo 110 al del <190806>Salmo 8:6. (Pablo hace lo mismo
en <461502>1 Corintios 15:25-27.) Aquí, Jesús se ve como un segundo Adán a
quien se le da la tarea de ejercer dominio sobre el cosmos. Como tal, él es
cabeza sobre todas las cosas (22b), es decir, gobernante o dueño, un
significado de “cabeza” que ha sido bien comprobado en el gr. bíblico y en
otros lugares. La esencia de lo que sigue en el v. 22b es, entonces, bien
traducida por la RVA: Dios... le puso a él por cabeza sobre todas las cosas
para la iglesia. Pablo difícilmente podría haber dado un retrato más dramático
del poder que actúa en la iglesia pero, para enfatizarlo aun más, describe a la
iglesia de dos maneras diferentes.
Primera, denomina a la iglesia cuerpo de Cristo (23a). En 1 Corintios la iglesia,
como “cuerpo” de Cristo, tiene sus propios oídos, ojos y cabeza (<461201>1
Corintios 12:16-21): es un cuerpo completo que pertenece a Jesús y está
íntimamente unido a él (<460601>1 Corintios 6:15; 12:12). Probablemente, es lo que
Pablo quiere decir aquí también, no que la iglesia sea apenas un torso sin
cabeza, para la cual Jesús mismo es la cabeza; ya que el v. 22 describe a Jesús
como cabeza del cosmos, no de la iglesia, y utiliza “cabeza” en el sentido de
gobernador”, no de parte anatómica. Pero describir a la iglesia como su
cuerpo”, tan poco tiempo después de haber descripto a Jesús como “cabeza”,
casi inevitablemente destaca al menos la connotación de la unión entre ambos
(cf. <490416>Efesios 4:16; 5:23, 28, y el más notable, “él es la cabeza del cuerpo,
que es la iglesia” en <510118>Colosenses 1:18).
23 Continúa describiendo a Jesús como aquel que todo lo llena en todo (cf.
<490410>Efesios 4:10). “Llenar” es una metáfora de “estar presente en, y activo en
relación con”, o “extender su influencia, o regir sobre”. Como “cabeza” sobre
todas las cosas, Jesús las “llena”; así, entonces, comienza a cumplir el misterio
del que se habla en los vv. 9 y 10, comienza la tarea de dominar la rebelión y
traer todas las cosas a la unidad y la armonía en sí mismo. Pero, dice Pablo, la
iglesia es, de manera suprema, su plenitud (es decir, aquello que él llena); y lo
explicará más detalladamente en <490201>Efesios 2:1-22.
En suma, Pablo ora para que sus lectores comprendan que el poder que obra
en la iglesia es el mismo poder que producirá la nueva creación, un nuevo
universo en total armonía, unido bajo Cristo. En su unión con Cristo la iglesia ya
ha recibido un anticipo de ese final.
2:1-10 El poder salvador de Dios revelado en la salvación de la iglesia.
Es lamentable que se haya realizado una división para comenzar un nuevo
capítulo aquí, ya que hay buenas razones para creer que esta sección forma un
párrafo único con <490115>Efesios 1:15-23. Allí Pablo explicó el poder de Dios en
la iglesia tal como se revela en la resurrección del Hombre representativo, que
es el don que Dios ha dado a la iglesia para ser el gobernador exaltado del
cosmos, a la iglesia. Aquí Pablo desea atraer la atención hacia el mismo poder
de Dios, pero ahora en la medida en que este se revela en la acción de Dios de
sacarnos de la muerte e introducirnos en la vida. Comienza en el v. 1 con el
conectivo directo “y” (que la RVA omite), y parece que quiso escribir “y
vosotros, estando muertos en vuestras transgresiones y pecados, os dio vida
con Cristo...” (en paralelo con <510212>Colosenses 2:12, 13; 3:1, 2). Sin embargo,
debió desviarse de esta afirmación directa para explicar eso de estar muertos
en vuestros delitos y pecados. Y luego de pintar un panorama sombrío de la
anterior condición de sus lectores (2), necesitaba dejar en claro en el v. 3 que
no solamente vosotros, sino nosotros, fuimos los que estábamos en esa
situación de la que Dios, misericordiosamente, nos salvó. Finalmente, en los vv.
5 y 6, Pablo vuelve al punto en que comenzó, pero ahora en la primera persona
del plural: “Aun estando nosotros muertos en delitos, nos dio vida juntamente
con Cristo...” Aquí se revela aun más la naturaleza del poder de Dios en la
iglesia que Pablo ora para que sus lectores comprendan, porque ciertamente
dará significado a sus vidas, gozo a sus corazones, adoración agradecida a sus
labios y fortaleza a su lucha.
1-3 Estabais muertos en vuestros delitos es, nuevamente, una forma judía de
expresión; su fuerza es hermosamente ilustrada por un midrash (comentario
judío) sobre <210905>Eclesiastés 9:5 que habla de “los malvados que aún mientras
viven son llamados muertos”. Aquellos que están atados al pecado están
destinados a la muerte y, por lo tanto, ya pertenecen a su reino; aquello que
consideran como la vida es nada más que un anticipo de la muerte, ya que no
tiene a Dios (cf. <430524>Juan 5:24; <620314>1 Juan 3:14 y 1QH 11:10-14). Aunque en
otros lugares Pablo enseña que este estado de cosas es el resultado del
pecado, ése no es el concepto aquí; en cambio, la condición en vuestros
delitos y pecados es lo que caracterizaba su existencia anterior. Estas cosas
eran el fruto corrupto de su “muerte”. En el v. 2 Pablo atribuye esta vida
marcada por el pecado fundamentalmente a dos factores relacionados entre sí:
la influencia de este mundo (es decir, la creación caída actual y las fuerzas que
ésta genera en la sociedad, vistas como en rebelión a Dios y en contraste con la
nueva creación” o “nueva era” que se espera), y la influencia de Satanás,
descripta aquí como el príncipe de la potestad del aire. El gr. aer denotaba
los cielos más bajos, los más cercanos a la tierra y muchas veces se
consideraba que eran el lugar donde habitaban los seres espirituales de maldad.
La idea de que Satanás actúa en los hijos de desobediencia (BJ, “en los
rebeldes”) se halla en otras partes de la literatura judía; p. ej. en La Ascensión
de Isaías se dice que Satanás “se regocijó en Jerusalén por causa de Manasés
y lo fortaleció para que llevara a la apostasía y la falta de la ley que se difundió
en Jerusalén” (<490202>Efesios 2:2-4; cf. 2 Reyes 21; 2 Crónicas 33). Esto podría
sonar como un determinismo al mal por el cual no somos responsables, pero el
v. 3 también culpa con igual justicia a nuestra propia naturaleza rebelde con sus
deseos y pensamientos corruptos. Todo esto hizo que fuéramos lo que Pablo
denomina “hijos de ira” (como bien traducen la mayoría de las versiones
castellanas; BJ, “destinados a la cólera”); es decir, aquellos que son
condenados a sufrir la santa ira de Dios dirigida al pecado.
4-7 Lo que Dios, entonces, en su amor y misericordia ha hecho concretamente
por nosotros se presenta como un contraste directo y asombroso con la
condenación que visualiza el v. 3, y así, de esta manera tan dramática, revela la
naturaleza del poder de Dios que actúa en nosotros. El v. 5 lo muestra como un
poder de resurrección que nos transfiere de la “muerte” a la “vida”. Esto podría
ser entendido sencillamente como la metáfora de una relación restaurada (como
en <421532>Lucas 15:32), pero probablemente signifique algo más que eso. Decir
que nos dio vida (la expresión se refiere comúnmente a la resurrección)
juntamente con Cristo parece ser una forma abreviada de decir: “Seremos
resucitados juntamente con Cristo a una vida en la nueva creación, y podemos
hablar de eso como si fuera algo ya logrado porque, primero, el hecho decisivo
de la resurrección del Hombre representativo, Jesús, ya sucedió, y segundo, ya
comenzamos a participar de algunos aspectos de esa vida en la nueva creación
en nuestra actual unión con él.”
Lo mismo debe decirse para el v. 6, que habla de que hemos sido exaltados y
sentados con Cristo en los lugares celestiales (es decir, con Cristo en su
trono, a la diestra de Dios; el v. 6 sigue el modelo de <490120>Efesios 1:20).
Aunque Pablo enseña que los creyentes participarán del juicio y del gobierno
de la nueva creación (ver, p. ej. <460602>1 Corintios 6:2; cf. <660321>Apocalipsis 3:21),
con igual firmeza insiste en que no es así todavía (<460408>1 Corintios 4:8). Estos
versículos, en realidad, no dicen cosas demasiado diferentes entre sí.
Muchos comentaristas han instado a creer que Efesios aquí se separa del Pablo
verdadero, enseñando que la salvación está completa, la batalla ha concluido, y
que los creyentes ya reinan en los lugares celestiales. El escritor (que
generalmente se cree es un discípulo de Pablo) es, entonces, acusado de ser
triunfalista. Pero este concepto no toma en serio el énfasis en la esperanza de
<490103>Efesios 1:3-23; y resta importancia a <490420>Efesios 4:20—5:15, 6:10-18 y
en especial a <490612>Efesios 6:12, que ciertamente muestran la existencia cristiana
actual como en conflicto con las conductas de nuestra vieja humanidad
pecadora, y con los poderes de esta era. Los vv. 5, 6 pueden comprenderse
mejor si se considera que apuntan hacia adelante: lo que dicen es ahora muy
cierto sólo de Cristo, pero puede ser afirmado con respecto a nosotros en el
sentido secundario de que él nos representa, de que él determina nuestro
futuro y que estamos unidos a él ahora por el Espíritu. En forma similar, el
tiempo presente perfecto con que traducen la BA y BJ “habéis sido salvados”
en el v. 5 (y v. 8) no significa que el escritor piense que nuestra salvación ya
está completa, sino que nuestra completa salvación ya ha sido asegurada y
revelada en Cristo, y se está produciendo en nosotros: realmente hemos
comenzado a experimentar el ser transferidos del reino de la muerte al de la
resurrección y la vida. Estos versículos deben ser entendidos como una
elucidación más completa de la clase de afirmación que Pablo hace en
<510113>Colosenses 1:13; 3:1-4. El v. 7 (como un eco de <490106>Efesios 1:6, 7, 18,
21) nos muestra que es el futuro el que revelará la salvación y la gracia que
ahora sólo se conocen por fe.
8-10 Este resumen, en parte repite el lenguaje de los debates en Gálatas y
Romanos sobre la justificación por la fe sin compromiso con la ley mosaica. Lo
que Pablo quiere destacar aquí, no obstante, es algo diferente, si bien
complementario. Dice que la salvación que hemos experimentado ya, al ser
transferidos de “muerte” a “vida” en unión con Cristo, es una revelación
dramática del poder de Dios, lleno de gracia, precisamente porque deriva por
completo de él. No es producto de, ni recompensa dada por, nuestras obras;
es el don de Dios para la fe (el gr. que usa Pablo no sugiere que esté diciendo
que la fe también sea puramente gracia de Dios, aunque eso quede implícito a
partir de otras consideraciones). Esto, aclara rápidamente Pablo, no significa
que las obras carezcan de importancia. Pero nuestra vida y nuestras obras
anteriores sólo contribuyeron a la condenación de la que necesitábamos ser
liberados. En contraste con esto, el v. 10 presenta a nuestra salvación en
términos de la nueva creación que Dios hace de nosotros en Cristo (cf. 2
Corintios 3—5; 5:17; <480615>Gálatas 6:15). De esta forma, con Jesús, somos
primicias de la nueva creación y hemos sido transformados para que realmente
podamos hacer verdaderas buenas obras. Esto será explicado en mayor detalle
en <490417>Efesios 4:17—6:20.
2:11-22 Una digresión: la iglesia, la
reconciliación cósmica y la unidad; el nuevo templo
Aquí Pablo deja de hablar de sus oraciones por los lectores de su carta y, por
lo tanto, en términos formales, los vv. 11-22 constituyen una digresión. No
obstante, en otro sentido, son el corazón teológico de la carta; porque las
verdades contenidas en ellos subyacen y explican el panegírico y la oración de
Pablo, y refuerzan su mensaje. Si Efesios es la corona de los escritos teológicos
de Pablo, 2:11-22 es quizá la gema principal; pero como una piedra bellamente
tallada tiene una profundidad y una sutileza que no son fáciles de resumir.
Estructuralmente, la sección es dominada por un contraste “entonces-ahora”
(que amplía el anterior, similar, en los vv. 1-7). Comienza en los vv. 11-13 que
subrayan principalmente el “entonces” (nótese en otro tiempo [v. 11], en
aquel tiempo [v. 12], y el contrastante ahora en Cristo Jesús [v. 13]) y se
resume en los vv. 19-22, que enfatizan el “ahora”. Los vv. 14-16 (con el
resumen de los vv. 17, 18) presentan la parte central y la transición, dividiendo
así la totalidad de los vv. 11-22 en tres partes.
El contraste entre el “entonces” y el “ahora” que hace Pablo se presenta
principalmente en términos del gran tema de la anterior separación (12, 19),
exclusión (13) u hostilidad (16), y la actual reconciliación (16), unidad (15, 16)
o paz (17). En resumen, el pasaje nos habla de cómo Dios ha comenzado la
reconciliación cósmica que fue su plan eterno (1:9, 10). Existen dos importantes
dimensiones en esto. Los vv. 11-15 se concentran primordialmente en cómo,
en Cristo, la gran barrera que separaba a judíos y gentiles ha sido quitada, y los
gentiles son unidos al Israel creyente. Podríamos llamar a esto “reconciliación
horizontal”. Pero los vv. 16-22 tienen un énfasis diferente; explican cómo tanto
judíos como gentiles son reconciliados con Dios (16, 17), reciben acceso a él
(18), y cómo entran al templo celestial en que él habita (19-22). Podemos
llamar a esto “reconciliación vertical”. Tendremos que observar
cuidadosamente cómo estas dos reconciliaciones se relacionan (y cómo se
llevan a cabo) en los comentarios más detallados sobre las secciones
individuales.
11-13 La primera sección llama a los lectores, predominantemente cristianos
gentiles, a recordar su anterior estado, apartados del pueblo de Dios. Ellos eran
entonces lo que muchos judíos llamarían “la incircuncisión”. La circuncisión era
la señal del pacto con Israel y, por lo tanto, lo que distinguía a los judíos del
resto del mundo. El judaísmo podía por tanto referirse a sí mismo como la
circuncisión, es decir, “el pueblo del pacto de Dios”, y despreciar al resto del
mundo que estaba fuera del pacto, llamándolo la incircuncisión. El punto
central no era que sólo los judíos practicaran esa operación quirúrgica menor
(otros semitas también lo hacían), sino su significación como un rito de entrada
al pacto mosaico.
Pablo comienza su descripción de la condición anterior de los gentiles,
utilizando el lenguaje que cualquier judío usaría para referirse al estar “fuera” del
pacto. Igualmente claro, sin embargo, es que Pablo no estaba satisfecho con
esta forma de llamar a las cosas, y siente que necesita aclararlo diciendo que
únicamente los judíos son los de la llamada circuncisión. Para Pablo, la de
ellos se trata de una circuncisión realizada meramente por hombres, ya que,
para él, la mayoría de las veces la circuncisión de los judíos es nada más que
una operación externa, y la relación con Dios que se supone que ésta simboliza
no se ha convertido en una realidad interna obrada por Dios. Para Pablo es la
familia de la fe y su relación con Dios la que realmente cumple lo que significa la
circuncisión (ver <450228>Romanos 2:28, 29), y esto se aplica más profundamente a
los cristianos (<500303>Filipenses 3:3; <510211>Colosenses 2:11).
Pablo vuelve al punto principal en el v. 12. Anteriormente, como gentiles
incrédulos, sus lectores no podrían haber tenido parte con Cristo, porque el
Mesías es primero que nada rey de Israel (<450905>Romanos 9:5). Estaban
separados de la ciudadanía de Israel: el pueblo de Dios que recibe su
bendición. El hecho de que Pablo eligiera la palabra ciudadanía sugiere que no
está pensando aquí en la nación de Israel, sino más particularmente en los fieles
judíos vistos como viviendo una teocracia. La exclusión de los gentiles de la
comunidad del pueblo de Dios significaba que no tenían parte en los pactos que
prometían la salvación mesiánica. (El lenguaje aquí hace fuerte eco de
<450904>Romanos 9:4.) Quizá hayan tenido muchas “esperanzas” y “dioses”, pero
estos habrían resultado ser huecos, ya que los gentiles estaban sin el verdadero
Dios y sin la esperanza que él daba, y que ahora estaba comenzando a cumplir.
Ahora en Cristo Jesús (13), la situación de ellos ha cambiado drásticamente, y
Pablo elige una metáfora bíblica muy común para expresar el contraste. El
concepto de estar acercados y lejos se origina en <235719>Isaías 57:19, y domina
la descripción de Pablo en los vv. 17 y 18 (en los que, en realidad, usa las
mismas palabras que Isaías). En el v. 13, sin embargo, utiliza el lenguaje en una
forma que refleja más cercanamente el uso de esta metáfora en el judaísmo
contemporáneo. El verbo “acercar” se había convertido en un término común
para significar el hecho de hacer que un no judío se hiciera prosélito, uniéndolo
así a la congregación de Israel. Esto hacía que la persona estuviera “cerca” en
dos sentidos, ambos atestiguados en el judaísmo. La persona se “acerca” al
resto del pueblo de Dios y se “acerca” al Dios del cual ese pueblo está “cerca”.
Tiene acceso al templo (el lugar especial de la presencia divina) y al Dios que
estaba presente, en forma más general, en medio de su pueblo. Como veremos,
Pablo está pensando en un pueblo de Dios transformado y en un templo
celestial, pero por lo demás, las figuras utilizadas en el v. 13 son similares.
14-18 En estos versículos llegamos al corazón mismo de la manera en que
Pablo entendía el evangelio de la reconciliación. Comienza en los vv. 14 y 15
con la dimensión horizontal. Se dice primero que Jesús es nuestra paz, en el
sentido de que él unió las dos grandes partes en que estaba dividida la
humanidad (la incircuncisión y la circuncisión). El (¡en principio!) destruyó la
hostilidad entre judíos y gentiles, quitando la gran barrera que los separaba, y
que inevitablemente se había convertido en ocasión de sospechas y animosidad
mutuas. La barrera en cuestión era la ley mosaica, con su detallado código de
santidad, que hacía imposible que los judíos fieles vivieran en estrecha
proximidad con los gentiles.
En cuanto a estas reglas, la carta de Aristeas (c. 100 a. de J.C.) sostiene que
el legislador [Moisés] nos rodeó de empalizadas firmes y muros de hierro para
evitar que nos mezclemos con cualquiera de los otros pueblos en cualquier
asunto, manteniéndonos así puros de cuerpo y alma... adorando al único Dios
todopoderoso” (139), o, nuevamente: “Y por lo tanto, para que no fuéramos
contaminados por nadie, ni fuéramos infectados con perversiones al asociarnos
con personas sin valor, él nos ha cercado por todos lados con purificaciones
prescritas en asuntos de comida y bebida, de tocar y de escuchar y de ver”
(149). La barrera material que en el templo prohibía el paso de los gentiles, so
pena de muerte, a los atrios donde adoraba Israel, era apenas la expresión
externa de los requisitos de la ley mosaica.
La enemistad que la ley de Moisés había causado entre la humanidad
pecadora, se nos dice, fue derribada en su carne (14), una referencia a la
muerte de Cristo en la cruz que Colosenses expresa como el despojarse del
cuerpo pecaminoso carnal” (<510122>Colosenses 1:22; 2:11, 12; ver v. 16). Fue
derribada cuando la ley mosaica, como una unidad y como un pacto indivisible
con Israel, fue transcendida y reemplazada por las condiciones de la nueva
creación y correspondiente pacto, inaugurado en Cristo (cf. <470303>2 Corintios
3:3-18). Que esto no significa que Pablo esté en contra de la ley debiera
resultar claro en base al resto de la carta (ver el uso específico de la Torah en
<490531>Efesios 5:31—6:3). En cambio, el buen propósito para el cual sirvió la ley
mosaica, al preservar a Israel de la influencia impía de las otras naciones, dio
lugar al propósito aun más elevado declarado en el v. 15 y que refleja el plan
eterno de Dios (<490109>Efesios 1:9, 10). Dios deseaba crear un solo hombre de
judíos y gentiles. Para comprobar la importancia central de este concepto en la
teología de Pablo véase, p. ej. <461201>1 Corintios 12:13; <480328>Gálatas 3:28 y
<510311>Colosenses 3:11.
16 Nos hace volver ahora la atención a la dimensión vertical. Hasta aquí casi
podríamos tener la impresión (reflejada en la forma en que Marcus Barth
entiende el pasaje) de que el “acontecimiento de Cristo” deja a la condición de
Israel casi sin cambios: los gentiles son meramente agregados a él, y así
benditos con él. Ese, sin embargo, no es el concepto que quiere dar Pablo, ya
que continúa afirmando que ese solo cuerpo creado de judíos y gentiles fue
reconciliado con Dios en la cruz. Esto presupone que Israel también sufrió una
separación de Dios por el pecado (cf. <490203>Efesios 2:3) que debía ser superada
en la cruz; y que sólo experimenta esa reconciliación en la medida que participa
de la nueva humanidad, el cuerpo de Cristo, la iglesia compuesta de judíos y
gentiles creyentes. Naturalmente, no debemos forzar nuestra interpretación de
las palabras de Pablo para hacer significar que la iglesia universal de judíos y
gentiles fuera creada primero, y sólo después de esto reconciliada con Dios en
la cruz. Su concepto es, en cambio, que Jesús en la cruz representó no sólo a
los judíos sino también a la humanidad gentil, como el postrer Adán
(<450512>Romanos 5:12-21; <461504>1 Corintios 15:45; <501405>Filipenses 2:5-11). En
primera instancia fue en forma única en sí mismo (15) que él hizo un solo
hombre nuevo de los dos; y luego sólo al unirse a él en un cuerpo se
experimenta la reconciliación cósmica. Esto significa que la iglesia en realidad
es, para Pablo, una tercera entidad: ni judía, ni gentil, sino una nueva
humanidad.
Detrás del lenguaje de crear una nueva humanidad yace la esperanza judía de
que en el final Dios recreará el mundo en forma más maravillosa aun que su
primera creación antes de la caída. Como parte de esto, el pueblo de Dios
sería transformado, y recibiría cuerpos resucitados correspondientes al mundo
en que vivirían, conformando así una nueva clase de humanidad que viviría en
total armonía con Dios y entre sí. Para Pablo, eso es exactamente lo que
comienza con la resurrección de Cristo, que es el modelo de la nuestra, e
inclusive está comenzando en nosotros (ver Romanos 8; <461504>1 Corintios 15:45-
49; 2 Corintios 3—5; <480615>Gálatas 6:15; <500321>Filipenses 3:21). Pero
observemos que todo esto es cierto únicamente en sí mismo, en Cristo; es sólo
la iglesia que está en unión con Cristo la que realmente comienza a
experimentar esta unidad cósmica.
17, 18 Recapitulan este concepto en términos de la cita modificada de
<235719>Isaías 57:19 y una explicación más detallada. Las palabras y vino y
anunció las buenas nuevas: paz... no se refieren ni a la encarnación y el
ministerio de Jesús ni al Cristo ascendido por medio de la predicación
apostólica, sino que puede comprendérselas mejor considerándolas como un
resumen de los vv. 14-16 que se refieren entonces específicamente a la cruz y
la resurrección. Las palabras y anunció... paz resuenan como <235207>Isaías 52:7,
pero el resto sigue aprox. a <235719>Isaías 57:19. Originalmente este pasaje se
aplicaba a la bendición de Dios sobre los judíos de Jerusalén (los de cerca) y
los judíos de la Diáspora (los de lejos), pero aquí se lo aplica al haber
alcanzado un nuevo nivel de cumplimiento en la “paz” mesiánica de
reconciliación que Cristo trae entre creyentes judíos (los de cerca) y creyentes
gentiles (los de lejos), y entre la nueva humanidad así creada y Dios. El v. 18
rescata este concepto, expresándolo en una metáfora tomada de las leyes del
templo. En el AT, sólo el sumo sacerdote, como representante de Israel, tenía
acceso inmediato a Dios en el sentido de que era el único que podía entrar al
lugar santísimo, y eso solamente en el día de la Expiación. Israel estaba a cierta
distancia, y los gentiles un poco más lejos. Pero a través de la muerte y
resurrección de Cristo ambos tienen ahora acceso inmediato a Dios por medio
del don del Espíritu Santo, que trae la presencia consciente de Dios a cada
persona.
En todo esto el apóstol Pablo no declara explícitamente cómo es que la cruz
efectúa la reconciliación entre la humanidad y Dios. El mismo uso de la palabra
implica una separación o enemistad entre ambos lados que ha sido sanada. Por
parte de la humanidad, la hostilidad hacia Dios es provocada por nuestra
reacción de rebeldía ante su amoroso y justo reclamo de nuestra obediencia
filial. Por parte de Dios también podemos hablar de un cierto elemento de
alejamiento de la humanidad; precisamente, de su santa y amorosa ira contra
nuestro pecado (<490203>Efesios 2:3; 4:17, 18; 5:3-6). Es esta última la que aquí
Pablo, como siempre, cree que es nuestro problema fundamental y que ha sido
solucionado en la cruz (es decir, antes de que cualquiera de nosotros creyera y
se apropiara de esa reconciliación que se le ofrecía). Por esto continuamente
destaca la rica “misericordia” (4) y “gracia” (<490102>Efesios 1:2, 6, 7, etc.) de
Dios. Aquí sí nos dice cómo logra Dios esto: no dice que es por expiación
sustitutiva (para lo cual puede verse, en este comentario, <450325>Romanos 3:25;
5:9-11; <470501>2 Corintios 5:19-21; <480313>Gálatas 3:13). Parece darlo por sabido
(<490107>Efesios 1:7; 5:2, 25, 26) y en esta carta parece más preocupado por
hablar en detalle sobre sus consecuencias: la restauración de la relación con
Dios, y particularmente el alcance universal de la unidad, armonía y paz que
Dios se propone en Cristo.
19-22 Un concepto final subraya la gloria de lo que Dios ha logrado en Cristo
para sus lectores gentiles que anteriormente eran “los de afuera” (retomando lo
dicho en el v. 13). Han tenido el privilegio de llegar a ser conciudadanos de
los santos, esto es, no de los judíos o de los cristianos judíos, sino del resto del
pueblo de Dios y de ser miembros plenos de la familia [celestial] de Dios (su
ciudad-templo). Ya en <480426>Gálatas 4:26 Pablo había desairado a los
judaizantes, diciendo que los creyentes en Cristo no pertenecen a la Jerusalén
terrenal, sino a la celestial (cf. <500320>Filipenses 3:20). La fuerza teológica de esta
afirmación deriva de la presunción de que la era que vendrá ya está hecha
realidad en el cielo, y que Jerusalén, tal como será en la nueva creación, está
esperando para “descender” (ver, p. ej. <662101>Apocalipsis 21:1-4 y 21:10—
22:5). Decir que ya somos ciudadanos de esta ciudad-templo es decir que
ahora, en unión con Cristo, participamos en esa ciudad celestial que irradia la
gloria de Dios, y que será finalmente revelada y desplazará todo lo que
conocemos como realidad en esta era. Puede verse un punto de vista similar, es
decir, que la iglesia ahora participa en y manifiesta la adoración de la
congregación glorificada de los santos de los últimos tiempos en la ciudad
celestial, en <581222>Hebreos 12:22-24. La idea de ser miembros de la ciudadtemplo
continúa el tema del acceso a Dios presentado en el v. 18, dado que la
ciudad celestial está llena de la radiante presencia de Dios. Ciertamente, según
<662205>Apocalipsis 22:5, él mismo es su luz, desplazando noche y día.
En los vv. 20-22 tenemos esencialmente el mismo mensaje, pero con un ligero
cambio de conceptos. Los creyentes son ahora retratados como las piedras
mismas con las que ese templo celestial está siendo construido gradualmente.
Gran parte de los judíos esperaba un nuevo templo en la Jerusalén de la era
venidera, y ya algunos de ellos habían llegado a pensar que el pueblo de Dios
constituiría esa santa morada de Dios (cf. la enseñanza de Jesús en <430219>Juan
2:19). Este es el punto de vista que se expresa aquí, y se dice que ya está
cumpliéndose (como en <460301>1 Corintios 3:16, 17; <470601>2 Corintios 6:16, 17;
<600204>1 Pedro 2:4-10). Los lectores de Pablo están, dice el Apóstol, ahora
mismo siendo edificados sobre el fundamento de los apóstoles y de los
profetas. La sintaxis gr. en esta expresión, en que un artículo rige a los dos
sustantivos (como en 3:5), sugiere un grupo fundacional, los apóstoles
funcionando como profetas (es decir, que traen revelación), y no dos (como
sugiere aquí la RVA), aunque en 4:11 se habla de un grupo separado de
profetas. Jesús mismo se identifica como la piedra angular, aquella a partir de
la cual se construye el resto del fundamento hacia afuera, siguiendo la línea de
lo que serán las paredes. El punto central aquí sería, entonces, que el templo se
construye hacia arriba y hacia afuera a partir de la revelación dada en Cristo,
por medio de la elaboración e implementación reveladora del misterio a través
de las figuras profético-apostólicas (ver 3:4-11, en especial el v. 5). Pero todo
está edificado sobre Cristo, sostenido por él, y la forma del edificio es
determinada por Cristo, la piedra angular. Una interpretación alternativa hace
de Cristo la “piedra clave” (la última que se agrega, la que mantiene unida a
toda la estructura del edificio); pero esto depende de un sentido que sólo
después tomó la expresión “piedra angular”, y no se presta verdaderamente
para el concepto de un templo en construcción, ya que implicaría que Cristo
aún no tiene lugar en él.
El último versículo del capítulo recuerda a los lectores el enorme privilegio que
significa para ellos ser parte de toda esta construcción. Son incorporados a ese
edificio, la iglesia única y universal, la cual Dios constituye en morada de él por
medio del Espíritu. Y son incorporados a él precisamente al unirse con Cristo,
en quien todas las cosas están siendo llevadas a la armonía y la paz cósmicas,
que pueden existir gracias a la reconciliación iniciada en la cruz.
3:1 Pablo continúa hablando sobre sus oraciones por los lectores
Después de su importante digresión (<490211>Efesios 2:11-22) Pablo retoma en el
v. 1 el informe sobre su oración por las iglesias gentiles (<490115>Efesios 1:15—
2:10). Pero, habiéndose presentado a sí mismo como sujeto de la frase, se
desvía hacia una segunda digresión, ¡aun antes de llegar al verbo principal!
Todas las versiones castellanas respetan la interrupción, aunque la DHH
redondea este corte abrupto, traduciendo “yo, Pablo, estoy preso por causa de
Cristo Jesús...”, pero Pablo mismo no termina la frase sino en el v. 14, en que
repite las palabras iniciales. (Esto es prueba de que la carta es real, escrita con
cierto apuro; no es una cuidadosa presentación actualizada de la teología de
Pablo escrita por una generación posterior.)
(Continuará)

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