jueves, 11 de junio de 2015

FE EN LA PALABRA DE JEHOVÁ


Por Pr Manuel A Morejón Soler El Vedado, La Habana, JUNIO de 2015


Cuando terminé el culto dominical me llamó la atención una hermana que no compartía el regocijo del resto de la congregación. Ella se había quedado derrumbada en el asiento con un rostro más lúgubre que el de un sepulcro en ruinas. Aunque no la había visto antes, se veía claramente que no era nueva en el lugar, llegué junto ella y le pregunté:
¿Se siente muy mal, hermana?
Estoy muy enferma, pastor, estoy... muriéndome... me dijo entre sollozos.
¿Estás preparada para partir con el Señor?
Pastor... —me contestó solemnemente—: Dios sabe que he tomado su
Palabra y sé que Él me ha de cumplir, me ha de ayudar... según su promesa... y por esto... no tengo miedo de morir, pero tengo un niño de apenas 10 años y quisiera poder criarlo para el Señor .
Estuve por un buen tiempo apartada de la iglesia, pero me sentía mal de salud y me hicieron un chequeo médico y me diagnosticaron cáncer en los pulmones en fase terminal, entonces decidí venir a despedirme de mi iglesia y de pedirle perdón a mi Señor.
Muy consternado, pues no tenía palabras para ministrarle consuelo, la invité a orar. Fuimos hasta el lugar santísimo y después de unos minutos de oración, la hermana comenzó con un fuerte acceso de una tos que hedía a cenicero, pero después de la crisis comenzó a darle gracias al Señor. Fue tan notable su cambio de actitud que discerní que había sucedido un milagro, pero no me atreví a decírselo. Pero ella si se lo creyó, porque me dijo:
Pastor... el Señor me sanó… me abrazó entre sollozos, buscó a su hijito, a su hermana y se fueron con alegría
En esa semana tuvo que ir a suconsulta programada. Cuando el médico la examinó no podía creer en el resultado de su observación, por lo que le ordenó otro chequeo general. Después de una ansiosa espera le dieron el resultado final del último examen: María Elena fue declarada totalmente sana.
Ella actualmente sigue asistiendo a su amada iglesia Getsemaní en la barriada del Wajay, del municipio periférico de Boyeros, con su esposo, su hermana y con un corpulento joven que la incentivó a vivir, hace ya de esto 14 años.

Porque para mí, seguir viviendo es Cristo, y morir, una ganancia.
Y si al seguir viviendo en este cuerpo, mi trabajo puede producir tanto fruto, entonces no sé qué escoger.
Me es difícil decidirme por una de las dos cosas: por un lado, quisiera morir para ir a estar con Cristo, pues eso sería mucho mejor para mí; pero, por otro lado, a causa de ustedes es más necesario que siga viviendo”. (Filipenses 1:21- 24).

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