Cuando
terminé el culto dominical me llamó la atención una hermana que no
compartía el regocijo del resto de la congregación. Ella se había
quedado derrumbada en el asiento con un rostro más lúgubre que el
de un sepulcro en ruinas. Aunque no la había visto antes, se veía
claramente que no era nueva en el lugar, llegué junto ella y le
pregunté:
— ¿Se
siente muy mal, hermana?
—Estoy
muy enferma, pastor, estoy... muriéndome... me dijo entre sollozos.
— ¿Estás
preparada para partir con el Señor?
—Pastor...
—me contestó solemnemente—: Dios sabe que he tomado su
Palabra
y sé que Él me ha de cumplir, me ha de ayudar... según su
promesa... y por esto... no tengo miedo de morir, pero tengo un niño
de apenas 10 años y quisiera poder criarlo para el Señor .
Estuve
por un buen tiempo apartada de la iglesia, pero me sentía mal de
salud y me hicieron un chequeo médico y me diagnosticaron cáncer en
los pulmones en fase terminal, entonces decidí venir a despedirme de
mi iglesia y de pedirle perdón a mi Señor.
Muy
consternado, pues no tenía palabras para ministrarle consuelo, la
invité a orar. Fuimos hasta el lugar santísimo y después de unos
minutos de oración, la hermana comenzó con un fuerte acceso de una
tos que hedía a cenicero, pero después de la crisis comenzó a
darle gracias al Señor. Fue tan notable su cambio de actitud que
discerní que había sucedido un milagro, pero no me atreví a
decírselo. Pero ella si se lo creyó, porque me dijo:
—Pastor...
el Señor me sanó… me abrazó entre sollozos, buscó a su hijito,
a su hermana y se fueron con alegría
En
esa semana tuvo que ir a suconsulta programada. Cuando el médico la
examinó no podía creer en el resultado de su observación, por lo
que le ordenó otro chequeo general. Después de una ansiosa espera
le dieron el resultado final del último examen: María Elena fue
declarada totalmente sana.
Ella
actualmente sigue asistiendo a su amada iglesia Getsemaní en la
barriada del Wajay, del municipio periférico de Boyeros, con su
esposo, su hermana y con un corpulento joven que la incentivó a
vivir, hace ya de esto 14 años.
“Porque
para mí, seguir viviendo es Cristo, y morir, una ganancia.
Y
si al seguir viviendo en este cuerpo, mi trabajo puede producir tanto
fruto, entonces no sé qué escoger.
Me
es difícil decidirme por una de las dos cosas: por un lado, quisiera
morir para ir a estar con Cristo, pues eso sería mucho mejor para
mí; pero, por otro lado, a causa de ustedes es más necesario que
siga viviendo”. (Filipenses 1:21- 24).
No hay comentarios:
Publicar un comentario