La experiencia argentina Emilio Fermín Mignone Emilio Fermín
Mignone: Abogado, politólogo, educador y escritor argentino. En la última
década ha actuado con intensidad en el campo de los derechos humanos. Fundador
y presidente del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) y de la
Comisión
Permanente en Defensa de la Educación (COPEDE). Las fuerzas armadas argentinas,
que se adueñaron del poder político el 24 de marzo de 1976. establecieron un
verdadero Estado terrorista, para imponer su proyecto político y
socioeconómico. El instrumento clave de ese sistema represivo consistió en la
detención, desaparición, tortura y asesinato clandestino de millares de
ciudadanos, mientras las autoridades negaban su responsabilidad. En ese marco
el episcopado católico prestó un claro apoyo al régimen. Aunque en algunos
documentos - emitidos por la presión de las víctimas -, indicó la ilicitud de
los hechos que se cometían, no señaló a los responsables. ni rompió con el Estado
criminal. Finalmente optó por callar. Lo dicho no significa que la totalidad de
los miembros de la Iglesia estuvieran en dicha posición. Hubo excepciones en el
mismo episcopado. Esta actitud contrasta con la adoptada por los organismos
similares en Chile, Brasil y Paraguay. La posición referida se explica por los
condicionamientos históricos de dependencia del Estado - que en la Argentina
subsisten - y por la prevalencia de la ideología del nacional - catolicismo
entre los obispos. Arribada la democracia el tema se encuentra en pleno debate.
º Uno de los temas en debate en la Argentina democrática es el papel
desempeñado por la Iglesia católica y otras confesiones, durante la pasada
dictadura militar. Son frecuentes las notas periodísticas y las declaraciones,
pero habrá que esperar º Este articulo es un anticipo del libro que sobre el
tema está preparando el autor. NUEVA
SOCIEDAD NRO. 82 MARZO-ABRIL 1986, PP.
121-128 unos meses hasta que se pueda leer un estudio completo sobre la
cuestión. Las consideraciones que siguen constituyen un adelanto de ese
análisis, que es indispensable, tanto para las instituciones religiosas como
para la sociedad en su conjunto. Iglesia y episcopado Ante todo es preciso
distinguir entre Iglesia y episcopado. En el seno del catolicismo hubo -y hay-
posiciones diferentes, tanto por parte de los fieles como de los sacerdotes y
las comunidades. Pero dado el carácter rígidamente jerarquizado de la Iglesia
católica, la representación y la autoridad que ejerce el episcopado son decisivos.
Esta centralización eclesiástica es tradicional en Argentina. La colegialidad y
la participación, impulsadas por el Concilio Vaticano II, son letra muerta. Por
el contrario, en los últimos años el temor a las innovaciones ha reforzado el
autoritarismo. Organizaciones eclesiales como la Comisión de Justicia y Paz,
Cáritas, la Acción Católica y las federaciones de religiosos, que en otros
países se expresan con relativa autonomía, no están autorizadas a emitir
opiniones, so pena de ser sancionadas por el ejercicio de un "magisterio
paralelo". Con escasas excepciones, la prensa católica se limita a repetir
las consignas y expresiones de los obispos y de la Santa Sede. El Estado
terrorista El 24 de marzo de 1976 las fuerzas armadas dieron un golpe de Estado
y se adueñaron del poder político. El episodio no constituyó una novedad ni una
sorpresa para los argentinos. Era la sexta vez que ocurria en el último medio
siglo. En esta ocasión los propósitos y los medios difirieron de los
anteriores. Las fuerzas armadas asumieron de manera directa el ejercicio del
gobierno, Distribuyeron entre las tres armas los distintos sectores del Estado
y ocuparon con oficiales en actividad o en retiro la mayoria de los cargos
públicos. Se propusieron permanecer indefinidamente en el poder, hasta
consolidar su proyecto político y socioeconómico y asegurar su continuidad El
nombre de "proceso de reorganización nacional", en apariencia
modesto, con que se autodenominó el régimen. encerraba en realidad la
pretensión de fundar una nueva República, realizando una tarea similar a la
Organización Nacional llevada a cabo en el siglo pasado. "El proceso tiene
objetivos, pero no plazos", repetía constantemente el presidente NUEVA
SOCIEDAD NRO. 82 MARZO-ABRIL 1986, PP. 121-128 de facto Videla. y agregaba:
"el proceso se quedará hasta que haya asegurado su descendencia". La
junta militar, integrada por los comandantes de las tres armas, asumió el poder
absoluto, incluso el constituyente y lo ejerció sin limitaciones de ninguna naturaleza.
Pero la caracteristica peculiar -y ominosa-, de la dictadura de las fuerzas
armadas residió en la decisión de sus comandos, avalada por la oficialidad
superior, de ejecutar un sistema de lucha antisubversiva" al margen de
toda prescripción legal y por métodos atroces" 1 . Se concibi6 y se llevó,
al decir de la misma Cámara, un verdadero "plan criminal", al
servicjo del cual fueron colocados todos los elementos del Estado, El
instrumento clave del sistema consistió en detener y hacer desaparecer a
millares de disidentes o enemigos potenciales que fueron asesinados
clandestinamente luego de salvajes tormentos 2 . Los cadáveres eran
incinerados, enterrados anónimamente o arrojados al Río de La Plata y el Océano
Atlántico. Al mismo tiempo las autoridades negaban su responsabilidad. Se creó
un verdadero Estado terrorista, que al mismo tiempo intentaba presentarse como
defensor de los valores y principios de la "civilización occidental y
cristiana" de la democracia y de los derechos humanos. El episcopado y el
Estado terrorista Las cabezas del episcopado católico - Tortalo, Aramburu,
Primatesta-, no podían desconocer los planes de las fuerzas armadas. La noche
previa al pronunciamiento dos de los jefes de la conspiración -el general Jorge
Videla y el almirante Emilio Massera-, se reunieron con la jerarquía
eclesiástica en la sede de la Conferencia Episcopal, ubicada en Paraguay 1867
de la capital federal. El mismo día del golpe de Estado los integrantes de la
junta militar - Videla, Massera y Agosti-, mantuvieron una larga sesión con
monseñor Adolfo Tortolo, arzobispo de Paraná, vicario castrense y presidente de
la Conferencia Episcopal argentina. Este es amigo íntimo de Videla y Agosti,
ambos oriundos de la ciudad de Mercedes, provincia de Buenos Aires, donde
Tortolo residió muchos años ejerciendo el cargo de vicario de la diócesis. Al
día siguiente del golpe de Estado los obispos y el Nuncio apostólico, Pio Laghi
comenzaron a recibir pedidos de ayuda ante la ola de torturas, detenciones y
desapariciones. No cabe duda que las descripciones que escucharon les
permitieron adquirir rápida conciencia -si es que no la tenían-, de la
utilización 1 Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional
Federal de la Capital Federal, sentencia en la causa seguida a los ex integrantes
de las juntas militares. 2 Mignone, Emilio F.: Les déclarations abusives de
disparitions, instrument d' une politique. en "Le refus de l'oubli - La
politique de disparition forcée de personnes", Berger - Levrault, París,
1982, pp. 151-183. NUEVA SOCIEDAD NRO. 82 MARZO-ABRIL 1986, PP. 121-128
sistemática de métodos violatorios de la dignidad de la persona humana. Sólo
tres prelados adoptaron una actitud pública de protesta, Enrique Angelelli
obispo de la Rioja, asesinado por las fuerzas armadas, simulando un accidente
de tránsito, el 4 de agosto de 1976; Jaime de Nevares, de Neuquén, que se
incorporó como presidente honorario de la Asamblea Permanente por los Derechos
Humanos; y Miguel Hesayne, de Viedma. Monseñor Jorge Novak, de Quilmes, integrante
del Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos, que adoptó la misma
posición, fue recién consagrado el 19 de septiembre de 1976. Los más sensibles
-Zaspe, de Santa Fe, Devoto, de Goya, Marengo, de Azul, Kemerer, de Posadas,
Ponce de León, de San Nicolás, muerto también en un sospechoso accidente
automovilístico-, oían con afecto a las familias agredidas y procuraban
confortarlas. Algunos realizaban averiguaciones privadas, que concluían siempre
con una negativa. Pero la mayoría del numeroso episcopado, que supera el número
de ochenta miembros entre diocesanos, titulares y auxiliares, se acopló a las
explicaciones de los militares, justificando su acción y poniendo en duda los
relatos de las víctimas. Los dos cardenales -Juan Carlos Aramburu, arzobispo de
Buenos Aires y Raúl Primatesta, arzobispo de Córdoba y Tortolo, presidente de
la Conferencia Episcopal, cerraron sus puertas a las víctimas. Su actitud fue
de adhesión a la dictadura militar, que a cada paso se declaraba
"cristiana", a la que consideraban indispensable para defender al
país del comunismo. La primera carta pastoral de la Conferencia Episcopal
argentina, posterior al golpe de Estado, sus cripta el 15 de mayo de 1976, pone
de manifiesto esa actitud Los obispos se ven obligados a indicar, en términos
generales, la ilegitimidad de los secuestros y asesinatos, pero no señalan a
los responsables -a quienes conocen- y se esfuerzan por establecer atenuantes y
justificaciones con respecto al régimen militar. "Hay hechos que son más
que un error: son un pecado -expresa el documento-, los condenamos sin matices,
sea quien fuere su autor. ... es el asesinar, con secuestro previo o sin él y
cualquiera sea el bando del asesinado ... Pero hay que recordar que seria fácil
errar con buena voluntad contra el bien común si se pretendieran. .. que los
organismos de seguridad actuaran con pureza química de tiempo de paz, mientras
corre sangre cada día; que se arreglaran desórdenes cuya profundidad todos
conocemos, sin aceptar los cortes drásticos que la situación exige; o no
aceptar el sacrificio en aras del bien común de aquella cuota de libertad que
la coyuntura pide; o que se buscara con pretendidas razones evangélicas
implantar soluciones marxistas". Estas generalidades, escritas en tiempo
condicional y plagadas de mitigaciones compensatorias, que suenan a pedido de
disculpa, se publicaban en medio del terror desatado por el régimen, cuando
diariamente se producian centenares de NUEVA SOCIEDAD NRO. 82 MARZO-ABRIL 1986,
PP. 121-128 secuestros, torturas y asesinatos ejecutados por agentes de las
fuerzas armadas y de seguridad Los obispos firmantes de la pastoral no podían
ignorarlo. A esa altura de los acontencimientos estaban advertidos que las
gestiones privadas y personales a nada conducían. Si en ese momento la
Conferencia Episcopal argentina hubiera reaccionado con energía, señalando de
manera directa a los responsables y condenando al régimen, se hubieran salvado
decenas de miles de vidas. La impensable imagen del cardenal Aramburu
utilizando el púlpito de la Catedral metropolitana para denunciar el crimen,
pudo haber detenido el genocidio. Esta es la gravísima responsabilidad ante
Dios, ante el pueblo cristiano, ante la nación, ante la humanidad, del
episcopado católico argentino. Se podrá objetar que no es justo responsabilizar
al episcopado de lo ocurrido cuando otros sectores de la sociedad -sin hablar
de los cómplices-, igualmente importantes, como la dirigencia política y
gremial, también callaron. No intento defenderlos y en otra ocasión
corresponderá su análisis. Pero importa señalar, con toda claridad, que en las
circunstancias en que se dio el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976, sólo
la jerarquía católica estaba en condiciones de ejercer una influencia decisiva.
El régimen militar pretendía fundar su acción en la defensa de los valores
cristianos y no hubiera podido soportar una critica abierta de los obispos. El
vicario castrense Por las razones que explicaré más adelante, los obispos
argentinos se encuentran más cómodos con una dictadura que con un régimen
democrático. En este caso la identificación de algunos sectores del episcopado
llegó al extremo de proporcionar fundamentos doctrinarios, no sólo al sistema
político en si, sino a los métodos represivos adoptados. Esta tarea estuvo a
cargo del vicariato castrense, cuya titularidad ejercía en 1976 monseñor Adolfo
Tortolo. Este, según me ha referido un obispo, llegó a defender, en las
asambleas episcopales, la legitimidad de la tortura, con argumentos de teólogos
medievales y contra la doctrina explícita enseñada por los últimos papas, en
particular Paulo VI. El vicariato es consecuencia de un acuerdo formalizado
entre la Santa Sede y el gobierno de facto del general Aramburu, el 28 de junio
de 1957. Consiste en la designación de un obispo, con el cargo de vicario
castrense, bajo cuya jurisdicción espiritual se encuentran los miembros de las
fuerzas armadas y sus familias. De él dependen los denominados capellanes
militares. NUEVA SOCIEDAD NRO. 82 MARZO-ABRIL 1986, PP. 121-128 Estos
sacerdotes, encabezados por el vicario del ejército monseñor Victoria Bonamin,
justificaron los métodos de la represión, incluso la tortura y las ejecuciones
clandestinas de prisioneros. Cuando teníamos problemas de conciencia, ha
manifestado el almirante Zariategui, acudíamos a nuestros asesores espirituales
y estos nos tranquilizaban. Los documentos a este respecto son abundantes, pero
su mención excede los límites del presente artículo. Los condicionamientos
históricos ¿ Cuáles son las razones que dplican esta actitud del episcopado
católico argentino, contradictoria con el actual contexto doctrinario de la
Iglesia católica? La pregunta es particularmente interesante por la diferencia
con la posición adoptada por otros episcopados latinoamericanos -el chileno, el
brasileño, el paraguayo- en situaciones similares y aun menos graves. La
primera explicación hay que buscarla en el condicionamiento histórico. Como es
conocido la Santa Sede, por una serie de bulas iniciadas por la Universalis
Ecclesiae de Julio 11, en 1508, entregó a la monarquía española el patronato
sobre la Iglesia católica en Indias. En virtud de esta concesión el rey de
España disponía del derecho de presentar los obispos para su consagración por
el sumo pontífice, cobraba el diezmo, autorizaba la instalación de órdenes
religiosas, parroquias, etc. El patronato fue mantenido por la Constitución
Nacional de 1853, que rige actualmente, junto con otras normas que resultan
contradictorias con los principios de la libertad de cultos y el pluralismo,
aceptados por la Santa Sede en multitud de concordatos. Si bien el catolicismo
no es religión del Estado, éste "sostiene el culto católico, apostólico,
romano". (art. 2o.). En la práctica el presupuesto de culto está limitado
a sufragar los gastos de los obispados. Tradicionalmente esta erogación poseía
la forma de un subsidio, pero la dictadura militar lo convirtió en un sueldo
para cada obispo, equivalente al 85% de la remuneración de los jueces penales.
Según mi información, tres obispos han rechazado esta asignación, pero ignoro
sus nombres. A ello se agrega un sistema de becas para los alumnos de los
seminarios diocesanos, que el régimen castrense convirtió en una designación
similar a la de un empleado administrativo. El sistema de presentación de
obispos al papa por el presidente de la nación, eligiendo el candidato de una
tema propuesta por el senado (art 86, inciso 8) subsistió hasta el año 1966, en
que se firmó un acuerdo con la Santa Sede, eliminando esa atribución. Quedó
igualmente suprimida la facultad del primer magistrado de otorgar el pase o
retener las bulas y otros documentos de la Silla Apostólica. Pero sigue en
vigencia el artículo 76 que impone que el Presidente de la República pertenezca
a la religión católica, apostólica y romana. NUEVA SOCIEDAD NRO. 82 MARZO-ABRIL
1986, PP. 121-128 Surge de lo expuesto una tradición de subordinación de la
Iglesia al poder político y una dependencia económica del Estado, que la
dictadura militar procuró vigorizar como compensación por la actitud
complaciente del episcopado frente a sus desafueros. La diócesis de Buenos
Aires fue particular beneficiaria de diversos aportes económicos, entre ellos
el cobro de una olvidada indemnización por la utilización de un antiguo predio
eclesiático frente a la catedral. En junio de 1978 el equipo sacerdotal de
villas de emergencia protestó públicamente por la expulsión violenta de más de
200.000 personas, llevada a cabo por el intendente de la capital federal,
brigadier Osvaldo Cacciatore. El cardenal Aramburu. arzobispo de la ciudad, en
vez de sumarse a esta denuncia de una grave violación a los derechos del sector
más desprotegido de la población, sancionó a los clérigos firmantes del
documento, aduciendo que con su actitud obstaculizaban gestiones en trámite
ante la municipalidad Los obispos que representaron al episcopado en la reunión
de Puebla, apoyaron las posiciones más conservadoras. De acuerdo con la
información proporcionada por un observador laico, el doctor Carlos Alberto
Floria, en una conferencia en la Universidad de Belgrano, los delegados
argentinos sostuvieron que la dictadura militar de su país no aplicaba la
doctrina de la seguridad nacional. En otras palabras. El episcopado argentino
no ha superado la situación de dependencia del poder político heredada del
período colonial, a diferencia de lo ocurrido en Chile y Brasil, donde la
Iglesia católica está separada del Estado. La ideología del
nacional-catolicismo Pero el problema es más grave que una situación de
dependencia histórica y económica. Se trata de una cuestión de formación, de
mentalidad En la mayoría de los obispos subsiste la ideología del
nacionalcatolicismo, heredada también de España, en virtud de la cual el
mantenimiento y el avance de la religión no depende de la evangelización
libremente practicada, sino de la existencia de una estructura estatal que la
protege. El catolicismo, según esta concepción, forma parte de la nacionalidad
y no puede sufrir menoscabo, porque ello significa un ataque a la patria 3 .
Obispos y militares coinciden en esta versión trasnochada de la ubicación del
cristianismo en la humanidad. Es una concepción antievangélica que ha sido
abandonada despues de los pontificados de Juan XXIII y Paulo VI y del Concilio
Vaticano II (basta leer la constitución "Sobre la Iglesia y el mundo actual",
que 3 Urbina. Fernando: "Contenido de las ideologias del nacional -
catolicismo. Sus caracteristicas." en Iglesia y Sociedad en España. 1939 -
1975. Editoria) Popular. Madrid. 1977. pp. 86-106. NUEVA SOCIEDAD NRO. 82
MARZO-ABRIL 1986, PP. 121-128 persiste en Argentina. Como lo señalaba en otras
épocas respecto a la Iglesia española Enrique Tierno Galván, el episcopado
argentino tiene influencia oficial y política pero no religiosa. Frente a
cualquier dificultad acude al Estado en busca de defensa, en vez de ejercitar
su legítimo derecho de instruir a los fieles y lograr su adhesión libre y
voluntaria. A lo expuesto se suman circunstancias conyunturales. La decidida
acción de la Iglesia en Chile, donde existe un fuerte grupo de obispos
conservadores, se debió en gran medida a la fuerte personalidad del cardenal
Silva Henríquez, arzobispo de Santiago. Tan es así que la conocida Vicaria de
la Solidaridad, que ha jugado un papel descollante en la defensa de los
derechos humanos, es una dependencia de la diócesis santiaguina y no del
episcopado nacional, donde hubiera encontrado dificultades. En Brasil, con
sectores episcopales igualmente reaccionarios, ha predominado el sector
progresista encabezado por obispos con sedes importantes como el cardenal Evaristo
Arns, don Helder Cámara y los hermanos Lorscheider. La Iglesia argentina, en
cambio, padece de un episcopado con líderes de una notoria ignorancia
teológica, mediocres y débiles, meros burócratas que viven aislados de las
vivencias intelectuales del mundo contemporáneo. La actitud por ellos expresada
obtuvo la adhesión de la mayoría compuesta por obispos de provincia formados en
la ideología antes mencionada. Cuando monseñor Nevares propuso en una asamblea
episcopal la creación de un órgano eclesial destinado a la defensa de los
derechos humanos conculcados, la moción fue rechazada por gran mayoría. Su
acción quedó entonces reducida a su lejana diócecis de Neuquén. El episcopado
argentino, conscientemente, dio la espalda a los más pobres y desprotegidos de
sus hermanos: los detenidos -desaparecidos, que murieron en total abandono,
como Cristo en la cruz. Recordemos el grito de angustia que nos trasmiten
Marcos y Mateo: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?".
Desde una perspectiva cristiana -que es la del autor- puede afirmarse que el
episcopado católico argentino optó por la adhesión al poder político, con
abandono del deber de prestar el testimonio evangelico que su misión le impone.
Presionado por las denuncias de las víctimas, el episcopado emitió en 1977
documentos doctrinarios donde expone, con dudas, los hechos -sin señalar a los
responsables-, y reseña la doctrina cristiana en defensa de la dignidad de la
persona humana 4 . Pero por su carácter genérico, en la mayoria de los casos o
secreto, en otros, estas presentaciones en nada modificaron la situación. La
irritación de la dictadura se diluyó en algunos almuerzos del comité ejecutivo
de la Conferencia Episcopal con el general Videla y nada pasó. 4 Conferencia
Episcopal Argentina: Documentos del Episcopado Argentino - 1965-1981. Editorial
Claretiana, Buenos Aires 1982. 489 pp; La Iglesia y los derechos humanos.
Conferencia Episcopal Argentina. Buenos Aires 1984. 65 pags.
NUEVA SOCIEDAD
NRO. 82 MARZO-ABRIL 1986, PP. 121-128 El episcopado creyó haber cumplido de
esta manera con la incómoda obligación que le exigía parte de la sociedad y se
detuvo. Las desapariciones, las torturas y los asesinatos siguieron. La voz del
episcopado sólo volvió a oirse para apoyar el llamado documento final de la junta
militar del 28 de abril de 1983, que mereció condenas de todos los ángulos,
incluso del Vaticano 5 . La Iglesia y la democracia La reapertura democrática
argentina plantea a la Iglesia argentina un desafio. Este es el tema de un
lúcido editorial, mal recibido en el episcopado, de la revista católica
Criterio. Es evídente que la mayoria de los prelados vivían más cómodos con el
régimen dictatorial, autoproclamado cristiano, que con una democracia
pluralista como la actual, pese a su moderación. La concepción del nacional
catolicismo ha vuelto a resurgir, junto con gritos de alarma, en temas como el
de la pornografia, el divorcio o el anuncio de la exhibición de la película
"Je vous salue Marie". Los obispos, en vez de confiar en la adhesión
de los fieen un país de mayória católica, recurren al Estado. Cabe recordar a
este aspecto que Argentina es uno de los pocos países, junto con Andorra,
Malta, Irlanda y Paraguay, que no admite el divorcio víncular. En el tema de
los derechos humanos se han escuchado voces de autocrítica dentro del
episcopado, pero parten de obispos periféricos: de Navares, Hesayne, Novak,
Laguna. La Conferencia Episcopal y sus máximas autoridades no admiten la menor
censura en su actuación. Por el contrario, en las últimas designaciones, como
la de monseñor Antonio Quarracino, presidente del CELAM, en la sede arzobispal
de La Plata, la línea conservadora y promilitar se reafirma. Cabe esperar, sin
embargo, como concluye el editorialista de Criterio, que el debate iniciado
"quizá revele que en la Argentina a lo mejor también existe una Iglesia
secreta que aún no ha manifestado plenamente su vitalidad"6 . 5 La Nación.
Buenos Aires. viernes 6 de mayo de 1983. 6 Criterio. Buenos Aires. número 1947.
11 de julio de 1985. p. 329.
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