jueves, 26 de marzo de 2015

LA RELIGION EN CUBA




THE CUBAN CENTER - EL CENTRO CUBANO

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LA RELIGIÓN EN CUBA. Por Marcos Antonio Ramos
LAS CREENCIAS RELIGIOSAS ANTES DE 1959
Las instituciones religiosas cubanas no estaban preparadas para enfrentar los cambios radicales que se producirían a partir del primero de enero de 1959 y que se intensificarían durante el tránsito al socialismo en los años sesenta y setenta. Este proceso que sorprendió al mundo también alteró, en forma dramática, el desarrollo de las diversas manifestaciones religiosas enraizadas en el país.
Como la mayoría de sus compatriotas, el presidente de Cuba en el período anterior (1952-1959), general Fulgencio Batista, profesaba el catolicismo, pero su simpatía por el protestantismo era bien conocida por miembros de su círculo íntimo y se remontaba a su breve paso por el Colegio Los Amigos de Banes, institución cuáquera fundada por norteamericanos 1. El trasfondo religioso del gobernante derrocado no era nada extraño en Cuba. Como en tantas otras familias cubanas, en la del Presidente Batista se combinaba la tradición católica de origen español, cierta influencia del protestantismo de origen norteamericano y algunos elementos religiosos procedentes de la cultura afrocubana.
Dos sondeos de opinión religiosa publicados por la Agrupación Católica Universitaria en 1954 y 1957 revelaban que el 72.5% de la población se identificaba con el catolicismo. En las regiones rurales la cifra era mucho menor (52%). El 41% de los campesinos cubanos no se vinculaba con ningún tipo de confesión religiosa, ni siquiera nominalmente. Aunque eran pocos los que se identificaban abiertamente como de creencias afrocubanas o espiritistas en el sondeo, una cuarta parte de los católicos habían consultado a espiritistas y un porcentaje elevado asistía con frecuencia a celebraciones de ritos afrocubanos. Muchas personas que profesaban creencias afrocubanas o espiritistas preferían limitarse a la práctica privada de ritos o ceremonias de ese tipo, pero se identificaban como católicos o simplemente afirmaban «creer en Dios y en los santos» o simplemente decían «creer en Dios». En algunos ambientes sociales y culturales no era conveniente asociarse públicamente con creencias y prácticas rechazadas por las clases dominantes. Por ejemplo, el 99% de los miembros de la clase alta se declaraban católicos, como también el 88% de la clase media y el 68% de los sectores con bajos ingresos. A pesar de que el 47% decía haber asistido a alguna ceremonia religiosa, esto debía entenderse más bien como presencia en bautismos, bodas, funerales, misas de difuntos y procesiones religiosas. Aunque casi la cuarta parte de los católicos afirmaba tener cierta «regularidad» en su práctica, sólo el 4.3% de la población había asistido a misa por lo menos tres veces al año. En cuanto al protestantismo, el 6% de los cubanos profesaba el protestantismo evangélico 2. De acuerdo con informes publicados por entidades misioneras protestantes, la mayor parte de los evangélicos cubanos asistía regularmente al culto. Sumados los católicos y protestantes que asistían al templo todos los fines de semana, se llegaba en el mejor de los casos al 6 o el 7% de la población.
Independientemente de la debilidad de las instituciones religiosas y de la creciente influencia de los cultos sincréticos, se había producido, en los dos decenios anteriores a 1959, un resurgimiento católico, sobre todo en las grandes ciudades, especialmente en La Habana, y un avance protestante en poblaciones del interior y en algunos vecindarios habaneros. Un movimiento religioso sin vínculos con católicos o protestantes, el de los Testigos de Jehová, atraía casi al uno por ciento de la población, contaba con decenas de miles de militantes activos y continuaba su rápida penetración de varias regiones rurales. El viajero podía confundir la situación religiosa en su desplazamiento geográfico: buena asistencia a misa en La Habana y algunas ciudades, capillas protestantes llenas de feligreses en buena parte del interior y una incesante actividad de Testigos de Jehová en zonas rurales 3.
El resurgimiento del catolicismo en las décadas de 1940 y 1950 y los esfuerzos misioneros de protestantes y Testigos de Jehová auguraba mejores días a la práctica religiosa. Por otra parte, las estimaciones de 80% o 95% de católicos en la población han sido rechazadas como carentes de un verdadero rigor científico. Mucho más fiable es la cifra de 96.5% de la población que afirmaba creer en la existencia de Dios. Otras confusiones eran creadas por la impresión de que el protestantismo agrupaba cifras mucho mayores que las indicadas por el 6% que le atribuye el sondeo. Esa equivocación guarda cierta relación con la influencia de las escuelas protestantes en el interior, pero muchos de sus estudiantes y graduados no eran evangélicos4.
Según un artículo publicado por el periodista católico Juan Emilio Friguls en «Diario de la Marina», en 1957 funcionaban en el país 52 colegios católicos de varones y 110 de niñas con una matrícula aproximada de 40,000 alumnos, agrupados en una Confederación de Colegios Católicos Cubanos (5). Otro informe revelaba el funcionamiento de 212 escuelas católicas con 69,960 estudiantes. La Iglesia poseía tres universidades, varios hospitales, clínicas, asilos de niños y ancianos, etc. El clero recibía su formación en tres seminarios teológicos archidiocesanos o diocesanos, además de los institutos teológicos de órdenes religiosas. Numerosos conventos y monasterios de diversas órdenes realizaban normalmente sus funciones en varios lugares del país. Según el Anuario Pontificio de 1960 el número de escuelas católicas, incluyendo privadas o parroquiales, era de 339 con una matrícula de 65,519 estudiantes. El mayor número de estas escuelas pertenecía a órdenes religiosas de hombres y mujeres. Además, existían 101 escuelas protestantes, en las que se educaban cerca de 30,000 estudiantes; la mitad de esas escuelas (alrededor de 50) eran sostenidas directamente por misiones norteamericanas y las otras funcionaban bajo los auspicios de iglesias locales. La Iglesia Católica contaba con seis diócesis con un promedio de 1,132,000 habitantes por circunscripción, 210 parroquias con 32,300 habitantes cada una como promedio; 723 sacerdotes, de los cuales 241 eran diocesanos, y 2,401 religiosas.
El informe estadístico de la Asociación Evangélica de Misiones Extranjeras de 1961 ofrecía cifras alentadoras para la comunidad protestante si se tiene en cuenta que para aquella fecha el movimiento evangélico no había alcanzado todavía las cifras que le caracterizan actualmente en América Latina. En esos momentos funcionaban regularmente en Cuba 1,055 congregaciones protestantes, a las que había que añadir 961 grupos en formación. Unas 26 denominaciones habían ofrecido informes que revelaban una comunidad de 278,244 practicantes, a los que se podía añadir un número relativamente alto de afiliados a movimientos que no habían compartido sus estadísticas con la Asociación. El informe mencionaba la existencia de 1,845 escuelas dominicales, 212 pastores nacionales plenamente entrenados que habían recibido la ordenación, otros 681 pastores y obreros religiosos nacionales trabajaban a tiempo completo o avanzaban en el proceso de ordenación, mientras 383 misioneros extranjeros (mayormente estadounidenses) realizaban labores en el territorio nacional a principios de 1960. Cuatro seminarios teológicos y 9 escuelas bíblicas entrenaban a pastores, misioneros y maestros religiosos; funcionaban dos instituciones de enseñanza universitaria o superior, un asilo de ancianos y otro de huérfanos, siete clínicas y dos escuelas agrícolas6.
Subyacente en el cuadro anterior está el clima de tolerancia que en términos generales prevaleció en Cuba durante todos los años de la República e incluso durante el gobierno de facto del General Batista.
LAS IGLESIAS DURANTE LA GUERRA CIVIL
Al producirse el golpe militar del 10 de marzo de 1952 y establecerse un gobierno de facto bajo la dirección de Batista, se dividió la opinión pública. Un enorme sector dejó conocer su oposición, pero la población se mantuvo en calma. Esa situación se reflejaba en las iglesias. Varias personas vinculadas con la Iglesia Católica o con el protestantismo figuraron en cargos públicos importantes de esa administración, a la vez que numerosos líderes oposicionistas militaban en las iglesias.
El 21 de mayo de 1953 fue disuelto un mitin patriótico auspiciado por las Juventudes de Acción Católica en Guanajay, Pinar del Río. A partir del ataque al Cuartel Moncada en Santiago de Cuba ocurrido el 26 de julio de 1953, lidereado por Fidel Castro se impusieron restricciones a los actos públicos. Después del fracaso del mencionado ataque, la vida de Castro fue respetada gracias a las gestiones del Arzobispo de Santiago de Cuba, Enrique Pérez Serantes.
El número de líderes juveniles de Acción Católica o de las iglesias evangélicas que participaban en los movimientos de oposición era apreciable. Los dos jóvenes opositores muertos durante el proceso que han recibido mayor atención por parte de los historiadores han sido precisamente el líder de la resistencia en las ciudades Frank País, maestro de una escuela protestante e hijo de un ministro bautista, y José Antonio Echeverría (católico), uno de los líderes del fracasado asalto al Palacio Presidencial en 1957. Entre los jóvenes católicos que murieron durante el proceso se encontraban Juan Fernández Duque, Javier Calvo Formoso y Pedro René Fraga y entre los evangélicos Oscar Lucero, Marcelo Salado y Esteban Hernández7.
El Conjunto de Instituciones Cívicas de Cuba, del cual formaban parte movimientos de Acción Católica y el Concilio Cubano de Iglesias Evangélicas emitió documentos de condena a acciones gubernamentales y en busca de una solución nacional. Entre los inspiradores y firmantes de los mismos se encontraba un clérigo, el Pastor de la Primera Iglesia Presbiteriana de La Habana, Reverendo Raúl Fernández Ceballos, miembro de la directiva del Conjunto. Por su parte, el Episcopado Católico, en conferencia celebrada el 25 de febrero de 1958, acordó emitir la declaración «En favor de la paz» solicitando «un gobierno de unión nacional, que pudiera preparar el retorno de nuestra Patria a una vida política pacífica y normal». El documento lo suscribieron los obispos diocesanos, incluyendo al Cardenal Arzobispo de La Habana Manuel Arteaga Betancourt y al Arzobispo de Santiago de Cuba Enrique Pérez Serantes. Este último suscribió varias cartas pastorales apelando a la paz y condenando la violencia. Mientras tanto, algunos sacerdotes católicos y pastores protestantes se unieron a las fuerzas rebeldes en condición de capellanes, entre ellos el más famoso fue el Padre Guillermo Sardíñas a quien se le reconoció el rango de comandante del Ejército Rebelde8.
LAS IGLESIAS EN LA PRIMERA ETAPA
DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO
Con la llegada de los revolucionarios al poder no se produjo de inmediato ningún cambio que afectara la capacidad de las organizaciones religiosas para realizar sus labores y por espacio de dos años las iglesias cristianas pudieron mantener sus instituciones educativas, sociales y culturales. Tanto el Presidente de la República Manuel Urrutia Lleó como el Comandante en Jefe del Ejército Rebelde Fidel Castro y otros miembros del gabinete aparentemente profesaban el catolicismo. Castro había sido formado en escuelas católicas, especialmente en el Colegio Belén, de la Compañía de Jesús. Entre los más activos laicos católicos en el gobierno sobresalían Jose M. Illán, subsecretario o viceministro de Hacienda y Andrés Valdespino, uno de los más prominentes intelectuales del país, quien tuvo rango de subsecretario (viceministro) en el primer gabinete revolucionario. Varios dirigentes laicos católicos fueron llamados a colaborar en los ministerios de Obras Públicas, Comercio, Estado y Bienestar Social. También en la Confederación de Trabajadores de Cuba, el Banco de Fomento Agrícola e Industrial (BANFAIC), el Instituto de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), y en el Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA)9.
Los protestantes no se quedaron atrás: entre los designados estaban Faustino Pérez (Ministro de Recuperación de Bienes Malversados), Manuel Ray Rivero (Ministro de Obras Públicas) y José A. Naranjo (Ministro de Gobernación). El Reverendo Daniel Alvarez (presbiteriano) fue designado subsecretario o viceministro de Bienestar Social y otros clérigos y laicos fueron nombrados en cargos provinciales y locales. El nuevo director del Reformatorio para Menores de Torrens era el Reverendo Manuel B. Salabarría, conocido pastor metodista. En las labores previas al futuro «Año de la Alfabetización» figuraban en cargos importantes los Reverendos Raúl Fernández Ceballos (presbiteriano), Agustín González (bautista) y varios laicos cristianos10.
Las iglesias evangélicas no tuvieron necesidad de reorganizarse al producirse la caída de Batista. La Iglesia Católica designó un nuevo obispo para Cienfuegos en reemplazo de Monseñor Eduardo Martínez Dalmau; Monseñor Eduardo Boza Masvidal pasó a ocupar los cargos de Obispo Auxiliar de La Habana y Rector de la Universidad Católica de Santo Tomás de Villanueva. El Obispo de Pinar del Rio, Evelio Díaz Cia, académico correspondiente de la Real Academia Española, fue designado Arzobispo coadjutor de La Habana. Algunos comentaristas hicieron críticas a la actuación del Cardenal Arzobispo de La Habana Manuel Arteaga Betancourt por ciertos vínculos que se le atribuían con el gobierno de Batista. Esos mismos comentaristas resaltaban la vinculación revolucionaria de sacerdotes católicos y pastores protestantes. En los primeros meses de 1959, los ministros evangélicos homenajearon al Comandante Raúl Castro, ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias en acto celebrado en el Colegio Candler (metodista) donde cursaba estudios Fidel Castro Diaz-Balart, hijo del Jefe de la Revolución.
Unos pocos clérigos, a título personal, objetaron los fusilamientos de personeros del gobierno anterior y de miembros de las Fuerzas Armadas. Sólo la Sociedad de los Amigos (la iglesia cuáquera), cuyas congregaciones y escuelas radicaban sobre todo en el norte de Oriente, pidió oficialmente al gobierno, como iglesia nacional, que suspendiera los fusilamientos11. Además de la pequeña iglesia cuáquera, pidieron clemencia para los antiguos partidarios del gobierno de Batista algunos obispos católicos y pastores protestantes, entre ellos, el Arzobispo de Santiago de Cuba, pero sin solicitar oficialmente como iglesias el cese inmediato de los fusilamientos.
Un hecho importante en que se vieron involucrados líderes religiosos tuvo relación con la demanda, por parte de laicos y clérigos católicos, de que se enseñara religión en las escuelas públicas. Importantes órganos de difusión se hicieron eco de la propuesta. La medida permitiría a todas las religiones enseñar en las escuelas públicas la doctrina religiosa preferida por los padres de los alumnos. Los evangélicos cubanos, por su larga tradición laicista en torno a la educación pública, entendieron que la medida favorecía al catolicismo que adquiriría así una influencia más decisiva por contar con mayores recursos. Los evangélicos presentaron un frente unido y en un reportaje especial en la revista «Bohemia» hicieron declaraciones varios de los principales dirigentes de las iglesias. También se opusieron a la posición católica connotados voceros del Partido Socialista Popular y el periodista Euclides Vázquez Candela del diario «Revolución», que condenó la propuesta calificándola de penetración clerical. El gobierno aclaró que ciertas declaraciones habían sido malinterpretadas por la prensa y que se insistiría en el principio constitucional de laicismo en las escuelas públicas12.
La influencia del catolicismo aumentaba entre muchos sectores. En los sindicatos obreros, varios laicos de reconocida ejecutoria alcanzaban posiciones de dirección y la Juventud Obrera Católica (JOC) nutría sus filas. José de Jesús Planas, Reynol González y otros, alcanzaban posiciones en la Confederación de Trabajadores de Cuba (CTC). Por su larga lista de contribuciones al movimiento revolucionario, los cristianos, sobre todo de confesión católica, lograron hacer sentir su presencia.
Durante los días 28 y 29 de noviembre de 1959 se celebró un gran Congreso Católico Nacional al cual asistieron importantes figuras del gobierno incluyendo al Primer Ministro Castro y al nuevo Presidente Osvaldo Dorticós Torrado (el Presidente Urrutia había renunciado a mediados de año). Una misa pública atrajo a cientos de miles de personas procedentes de todo el territorio nacional. Para aquel entonces se dejaban sentir las primeras tensiones entre la Iglesia y el Estado; voceros de la Iglesia Católica empezaban a manifestar su inquietud por la creciente influencia marxista en el gobierno. El Congreso tenía entre sus objetivos manifestar la fortaleza del catolicismo e indicar su oposición a un entendimiento con el comunismo13.
Esas tensiones aumentaron durante el 1960. Era evidente que el Partido Socialista Popular (PSP) y personas inclinadas al marxismo eran designadas para posiciones importantes. El 7 de Agosto de 1960 se difundió una Circular Colectiva del Episcopado Cubano con críticas al restablecimiento de relaciones comerciales, culturales y diplomáticas con la URSS y los países del bloque socialista. El contenido del documento era anticomunista y revelaba serias preocupaciones acerca del destino de Cuba y de la Iglesia.
A fines de 1960 no se publicaba ya ningún diario independiente pues todos habían sido confiscados; entre ellos «Diario de la Marina» una publicación privada que defendía las posiciones teológicas y sociales de la Iglesia Católica. Sólo el diario habanero «El Mundo» publicaba regularmente noticias sobre religión en sus secciones católica y evangélica. La revista católica «La Quincena» dejó de publicarse por decisión de la jerarquía católica. Su director, el Padre Ignacio Biaín, un prominente intelectual, no era partidario de una confrontación abierta. A pesar de su crítica a la influencia comunista, el Padre Biaín buscaba un entendimiento con la política oficial. Algunas pequeñas publicaciones católicas y protestantes distribuidas exclusivamente entre la feligresía continuaron funcionando ocasional o regularmente sin referencias a la política.
GRANDES ENFRENTAMIENTOS ENTRE EL GOBIERNO
Y LA IGLESIA CATÓLICA (1960-1961)
El 11 de Agosto de 1961, en uno de sus discursos, Fidel Castro criticó abiertamente al Episcopado: «...me gustaría ver una hoja pastoral condenando los crímenes del imperialismo, los horrores del imperialismo...entonces veremos que quienes condenan a una Revolución que está con el pobre, que está con el humilde, que predica el amor al prójimo y la confraternidad entre los hombres...quien condene una Revolución como esta, traiciona a Cristo, y al mismo Cristo serían capaces de crucificarlo otra vez».
El 4 de agosto de 1961 había sido «municipalizado» el Cementerio Colón de La Habana, construido a partir de 1862, el único cementerio importante propiedad de la Iglesia Catolica que no había sido secularizado durante la intervención norteamericana. Igual suerte correrían los cementerios Bautista y Hebreo, así como el de la comunidad china. Las iglesias conservaron cierto control sobre aquellos aspectos funerales que le concernían, entre ellos la celebración de ceremonias14.
Se produjeron algunos incidentes frente a templos católicos en los cuales partidarios del gobierno expresaron su oposición a la Pastoral. El diario del Partido Socialista Popular (PSP) «Noticias de Hoy» pidió una depuración del clero en Cuba, acusando al Cardenal Arteaga y al Nuncio Apostólico Luis Centoz de estar al servicio de los enemigos de la Revolución. Otro incidente importante del verano de 1960 fue la solidaridad expresada por las Organizaciones Católicas Nacionales con el Episcopado y la suspensión de algunos programas radiales y de televisión católicos, entre ellos, «Un mensaje para todos» transmitido por la principal emisora de televisión del país, CMQ.
Así las cosas, el Episcopado publicó una «Carta abierta al Sr. Primer Ministro Dr. Fidel Castro» el 4 de diciembre de 1960 expresando su pesar por la detención de sacerdotes motivada por la lectura de una carta pastoral anterior, amenazas de represalias a otros, una campaña antirreligiosa, la clausura de casi todos los programas católicos de radio y televisión, ataques personales contra obispos, formación de asociaciones católicas progubernamentales, así como declaraciones de funcionarios y voceros oficiales vinculando el anticomunismo con la contrarrevolución15.
Nuevos grupos católicos promovidos por el gobierno, pero sin autorización eclesiástica, criticaban la posición del Episcopado. La más conocida de esas asociaciones llevaba como nombre «Con la cruz y con la patria» y sus líderes principales eran Lula Horstman, Antonio Pruna y el sacerdote católico Germán Lence. En marzo de 1961, durante la conmemoración del primer aniversario de la explosión del vapor «La Coubre», Castro hizo nuevos ataques a la posición de la mayoría de los sacerdotes.
La situación empeoró a partir del desembarco de una expedición de cubanos exiliados, la Brigada 2506, el 17 de abril de 1961. El día anterior, en el entierro de siete bajas ocurridas con motivo de bombardeos preliminares, Castro proclamó el carácter socialista de la Revolución. Al producirse la invasión, derrotada a los pocos días, la presencia de tres sacerdotes católicos fue resaltada en la prensa, en discursos oficiales y en el juicio a que fueron sometidos los expedicionarios. Un ministro protestante también integraba la brigada invasora.
El primero de mayo de 1961, durante la celebración del primero de Mayo, Castro anunció la nacionalización de las escuelas privadas, gran parte de las cuales eran propiedad de las iglesias. Entre los pocos directores de colegios que dejaron conocer su apoyo a la medida se destacó el Dr. Emilio Rodríguez Busto, del Colegio Presbiteriano «La Progresiva» de Cárdenas, uno de los principales planteles del país, institución sostenida directamente por una junta de la Iglesia Presbiteriana estadounidense. La Ley del 6 de junio de 1961 declaró pública la función de la enseñanza. Los seminarios teológicos e institutos de formación bíblica y teológica fueron respetados. La Iglesia Católica contaba con tres: El Buen Pastor, San Basilio y San Alberto Magno. El de San Alberto Magno, en Colón, Matanzas, dejó de funcionar por falta de profesores. Una situación similar afectó a los institutos de formación y noviciados de las órdenes religiosas católicas. De estos últimos se mantuvieron los de algunas órdenes femeninas como el de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl. Los bautistas retuvieron sus dos seminarios en La Habana y Santiago de Cuba. Las iglesias Presbiteriana, Metodista y Episcopal (Anglicana) retuvieron su escuela ecuménica, el Seminario Evangélico de Teología en Matanzas. Además continuaron abiertos los seminarios de las iglesias del Nazareno, Evangélica Pentecostal (Asambleas de Dios), Evangélica «Los Pinos Nuevos» y Adventista del Séptimo Día. El Instituto Bíblico de las Asambleas de Dios, radicado en Manacas, fue cerrado en 1963 y su director, el misionero norteamericano Floyd Woodworth fue expulsado del país ese mismo año junto con unos pocos misioneros estadounidenses y puertorriqueños que se habían negado a abandonar el país en 1961. A pesar de la intervención de su principal escuela en Santa Clara, a los adventistas se les permitió ofrecer clases de bachillerato por algún tiempo, pero bajo la supervisión del gobierno. El Colegio servía no sólo a Cuba sino a toda la zona del Caribe. La concesión la obtuvo Ernesto (Che) Guevara, a quien un grupo de adventistas había salvado la vida en la Sierra Maestra al ofrecerle atención adecuada durante sus ataques de asma. Después de la salida de Cuba de Guevara, no sólo el Colegio sino el seminario que funcionaba en el plantel fueron confiscados. Dejaron de funcionar, por la salida de los misioneros norteamericanos, las escuelas bíblicas de los bautistas libres y de la United World Mission16.
En enero de 1961, al anunciarse la ruptura de relaciones diplomáticas de Estados Unidos con Cuba, se intensificó el éxodo de misioneros y empleados de las iglesias con nacionalidad norteamericana, la gran mayoría de los cuales eran miembros de denominaciones protestantes. A partir de 1961 las tensiones que en 1960 eran evidentes en relación con el catolicismo se notaban también entre la comunidad protestante, ya que la salida de los misioneros y la nacionalización de los planteles ejerció una enorme influencia sobre ese sector. A pesar de que no se procedió todavía a confiscar los hospitales, clínicas y programas sociales de las organizaciones religiosas, las escuelas eran las instituciones más importantes para las iglesias del país.
Cientos de miles de cubanos iniciaron el proceso de salir del país. La Iglesia Católica fue afectada grandemente por el alto número de practicantes y de líderes que empezó a abandonar Cuba. Proporcionalmente el sector más afectado sería la comunidad hebrea (que salió de Cuba en su inmensa mayoría). En cuanto a los protestantes perdieron un número muy alto de pastores y maestros, además de muchos feligreses activos. Estas salidas se intensificarían hasta octubre de 1962 al producirse la crisis de los cohetes.
En mayo de 1961 se inicia la suspensión total de los programas religiosos de radio y televisión. Los protestantes fueron los más afectados debido al alto número de transmisiones radiales que hasta entonces habían mantenido tanto en las plantas nacionales como en las locales. A los pocos meses se hizo una excepción, permitiéndose temporalmente la transmisión de la Hora Bautista por CMQ aunque mucho más temprano (las siete de la mañana los domingos). Esas transmisiones se suspendieron definitivamente en marzo de 1963. Con el tiempo se pudo conocer la intervención a favor de sus antiguos correligionarios por parte de un ex líder de la juventud bautista, Aníbal Escalante Dellundé, considerado entonces como uno de los tres o cuatro hombres más importantes en el gobierno. Eventualmente, Escalante sería defenestrado por su condición de líder principal de un grupo comunista opositor a Castro conocido como «la microfacción».
El incidente más dramático con la Iglesia Católica tuvo lugar en La Habana en septiembre de 1961. Al celebrarse la procesión correspondiente a la festividad de la Virgen de la Caridad del Cobre (el día 8), unas 4000 personas se congregaron en torno al templo de la Iglesia de la Caridad en La Habana, cuyo párroco era Monseñor Eduardo Boza Masvidal. La multitud reunida comenzó a moverse hacia el Palacio Presidencial a los gritos de «Cuba sí, Rusia no», «Libertad» y «Viva Cristo Rey». Durante una confrontación con la policía, el joven obrero Arnaldo Socorro perdió la vida. Alrededor de 200 jóvenes llegaron a Palacio y pidieron hablar con el Primer Ministro, sin obtener resultado. La Confederación de Trabajadores de Cuba (CTC), controlada ya por el gobierno, acusó a clérigos de la Iglesia por la muerte de Socorro17.
En medio de esas tensiones, el gobierno, que meses atrás había amenazado con la deportación de clérigos extranjeros, requisó varias parroquias y casas de religiosas. Unos 131 sacerdotes y religiosos, fueron obligados a abordar el vapor español «Covadonga», a punto de zarpar para el norte de España. Entre los expulsados se encontraban no solo extranjeros sino numerosos cubanos, incluyendo a Boza Masvidal, que fue llevado allí a última hora y el futuro obispo auxiliar de Miami Agustín Aleido Román. El grupo estaba compuesto por 33 cubanos, 86 españoles y 12 de otras nacionalidades (sobre todo canadienses y franceses). Se trataba de 43 sacerdotes diocesanos y 88 religiosos de 14 congregaciones diferentes; entre ellos estaban 68 sacerdotes y 20 hermanos, (religiosos que no habían recibido la ordenación sacerdotal).
Años después se produjo otro incidente importante relacionado con sacerdotes. El Padre Miguel Angel Loredo fue condenado a 15 años de prisión, acusado de dar refugio a una persona acusada de intento de secuestro de avión. El Padre Loredo fue puesto en libertad en 1976 y después de un período de trabajo en el seminario y en otras actividades diocesanas abandonó el país en los años ochenta. Otro conocido sacerdote, el Padre Serafín Ajuria, Superior de la Orden Franciscana en Cuba, fue puesto en libertad después de varios días de detención18.
EL ÉXODO HEBREO EN CUBA
A partir de 1960 se intensificó la salida del país de miles de miembros de la comunidad hebrea establecida en el país. La población judía había alcanzado cifras que oscilaban entre los 10 y los 12 mil, aunque era mucho mayor debido a un alto número de personas de origen hebreo que no mantenían vínculos formales con las sinagogas y organizaciones hebreas. En el período 1960-1962 alrededor de 4,800 judíos cubanos abandonaron el país. La población judía era generalmente de clase media o media alta. En 1965 sólo 2,300 judíos permanecían en Cuba (1,900 en La Habana y 400 en el interior). El primero de enero de 1961 un grupo de judíos comunistas (algunos hebreos habían formado parte del Partido Comunista de Cuba desde su primera fundación en 1925) acompañados de un centenar de estudiantes judíos tomaron control del Patronato de la Comunidad Hebrea. Las cinco sinagogas continuaron funcionando, pero la asistencia se redujo tanto que algunas tuvieron que cerrar. El Colegio Theodor Herzl del Centro Israelita fue nacionalizado a pesar de que se había eximido originalmente a las escuelas privadas judías del decreto de nacionalización. Se hicieron arreglos para ofrecer cursos de Hebreo, Yiddish e historia hebrea en clases vespertinas en el plantel Herzl, que al nacionalizarse recibió el nombre de Alberto Einstein. Los judíos que se mantuvieron en Cuba se secularizaron completamente o se integraron mediante el matrimonio con el resto de la población, pero a partir de los años noventa se produciría un resurgimiento. Ante la ausencia de cantores y rabinos, se hizo necesario que visitantes del exterior ministraran ocasionalmente a las necesidades religiosas de la comunidad19.
CONFRONTACIONES CON LOS PROTESTANTES (1961-1965)
La nacionalización de las escuelas religiosas y la suspensión de los programas de radio y televisión, incidentes ocurridos en 1961, habían deteriorado la relación con los protestantes. Como en el caso de los católicos, un sector mantuvo su apoyo a la Revolución. La figura principal de ese grupo lo era el Reverendo Raúl Fernández Ceballos, pastor de la Primera Iglesia Presbiteriana de La Habana y redactor de la sección «Notas Evangélicas» del diario habanero «El Mundo». Varios pastores de las diferentes denominaciones mantuvieron su apoyo a la Revolución a pesar de las tensiones. La salida de los misioneros extranjeros y de un buen número de pastores nacionales afectó sobre todo a las iglesias Presbiteriana y Metodista. En el caso de la Iglesia Presbiteriana, entre los pocos pastores que permanecieron en el país un grupo apoyaba firmemente el proceso revolucionario, entre ellos el conocido teólogo Sergio Arce Martínez. La situación empeoró a partir de 1962. Cargamentos de Biblias fueron confiscados y el trabajo de las Sociedades Bíblicas de distribuir las Escrituras se hizo difícil. Esa entidad había mantenido en Cuba su oficina para las Antillas, primero bajo la dirección de José Marcial Dorado que dejó el país para ocupar un escaño en las Cortes Españolas de la República en 1931. Su sucesor, también español, Joaquín González Molina, abandonó Cuba en 1961 por la situación política y a partir de entonces los encargados del trabajo experimentaron serias dificultades. En marzo de 1963 un discurso de Fidel Castro, transmitido a todo el país por radio y televisión, señaló la hostilidad existente entre el gobierno revolucionario y ciertos grupos o «sectas», entre los cuales incluyó especialmente al Bando Evangélico Gedeón, a los pentecostales y a los Testigos de Jehová. Como ya aclaramos, estos últimos no son considerados protestantes o evangélicos, pero su uso extensivo de materiales bíblicos los hace confundirse con la comunidad protestante.
En algunas poblaciones las restricciones impuestas a esos grupos se extendieron a las iglesias evangélicas en general. Se inició un proceso para aplicar estrictamente los reglamentos del Registro de Asociaciones, impuesto por el gobierno español. Algunas congregaciones se negaron a ofrecer la información solicitada como la lista de sus miembros, incluyendo sus direcciones y otros datos, así como informes detallados acerca de sus reuniones. En buena parte del país se restringió el número de actividades y ritos que podían realizarse regularmente sin permisos especiales solicitados con gran antelación.
En junio de 1963, la revista «Cuba Socialista» publicó un extenso artículo del líder comunista Blas Roca con el título «La lucha ideológica contra las sectas religiosas». En el mismo se planteaba un programa de combate contra los movimientos religiosos mencionados por Castro en su discurso, lo cual se había ido extendiendo también a los adventistas del Séptimo Día (por su observancia estricta del sábado, como era también el caso de los miembros del Bando Gedeón, a los que despectivamente se les llamaba «batiblancos» por el uniforme utilizado por sus misioneros y propagandistas). Años después, las actividades de los Testigos de Jehová, opuestos al servicio militar y al saludo a la bandera nacional, fueron declaradas ilegales y sus locales de culto (Salones del Reino) fueron clausurados20.
En este mismo período se iniciaron las confiscaciones de asilos de niños controlados por la Iglesia Católica y las iglesias protestantes. Solo se les permitió la posesión y funcionamiento de asilos de ancianos. Las actividades del Ejército de Salvación, cuyo énfasis está en la asistencia social, quedaron reducidas al mínimo en todo el país. Los hospitales, clínicas y dispensarios de las iglesias fueron también confiscados. El ministro de Salud Pública en este período, Dr. José Ramón Machado Ventura, médico de procedencia bautista, aplicó estrictamente la política oficial.
El 26 de julio de 1963 se proclamó el Servicio Militar Obligatorio y varios pastores protestantes y seminaristas fueron llamados a filas a pesar de las protestas de las iglesias. Alguna consideración fue otorgada ocasionalmente a los escasos miembros cubanos de la Iglesia de los Amigos (cuáqueros) por su condición de iglesia pacifista de gran prestigio internacional21.
Desde 1962, un antiguo militante del PSP, el doctor José Felipe Carneado, de trato amable, atendía los asuntos religiosos como Secretario del Partido Comunista para la Ciencia y la Cultura. En 1985 su oficina fue elevada de categoría a nivel de Departamento adscrito al Comité Central del partido. El doctor Carneado trataba directamente con la jerarquía católica y con líderes protestantes, sobre todo con Fernández Ceballos, que fungía como secretario del Concilio Cubano de Iglesias Evangélicas (esta institución cambió su nombre por el de Consejo Ecuménico, y finalmente por el de Consejo de Iglesias de Cuba). En la práctica, aunque sin el título, Carneado funcionaba como una especie de ministro de Religión no solo en cuanto al partido sino también para el gobierno. En puridad de verdad, Carneado se limitó a imponer la política oficial y muchas de las decisiones no fueron tomadas por él, sobre todo en el caso de algunas autoridades locales que llevaron a cabo una virtual persecución contra ciertos grupos religiosos, lo cual no exime de responsabilidades al principal encargado del tema religioso.
En 1965 se crearon las llamadas Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP) con el propósito de ocupar en trabajos agrícolas para el gobierno a personas que no eran lo suficientemente confiables como para ser incorporadas al Servicio Militar Obligatorio. Miles de creyentes, sobre todo Testigos de Jehová, fueron reclutados, así como ministros, sacerdotes y seminaristas de las diversas iglesias junto a infinidad de homosexuales y personas cuya conducta era considerada «inapropiada». Como se indica en el capítulo VI el duro régimen impuesto a los reclutas, forzados a trabajar diariamente desde la madrugada hasta altas horas de la tarde provocó varias protestas, entre ellas la del Concilio Cubano de Iglesias Evangélicas. El gobierno suspendió las unidades militares de trabajo pocos años después ante una gran protesta internacional.
Antes de 1965 los bautistas habían protestado por confiscaciones de iglesias en Buenavista, Taguayabón y Vueltas y las misioneras norteamericanas Ruby Miller y Lucille Kerrigan, que se habían negado a abandonar el país, fueron expulsadas en 1963. De los bautistas extranjeros, sólo permanecieron en Cuba el doctor Herbert Caudill, representante en el país de la Junta de Misiones Domésticas (nacionales) de los bautistas del Sur de Estados Unidos, su esposa, y su yerno David Fite, profesor de Griego en el Seminario Bautista en La Habana y su esposa. En 1965 se radicó una causa contra 48 pastores y algunos laicos, acusados de diversionismo ideológico, actividades contrarrevolucionarias, vínculos con la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y sobre todo de tráfico de divisas. La acusación más importante parece haber sido la de utilizar fondos denominacionales para cambio de moneda americana por cubana, contraviniendo disposiciones vigentes. Algunos de los detenidos, al ser juzgados, fueron condenados a largas condenas de prisión, lo cual obligó a la obra bautista de la parte occidental de Cuba a reorganizarse ante la falta de clero. El doctor Caudill perdió la vista en prisión y logró finalmente abandonar el país acompañado por Fite. Nunca antes en la historia de Cuba se había puesto en prisión por períodos tan prologados a tantos clérigos22.
REORGANIZACIÓN DEL PROTESTANTISMO EN CUBA
(1961-1968)
Al avanzar la década de los años sesenta, en medio de una llamada «ofensiva revolucionaria» que terminó con los últimos vestigios de libre empresa en el país, las iglesias quedaron reducidas a una mínima expresión. Por una parte se mantuvo la tolerancia de cultos, pero muchos locales usados para la adoración por las iglesias protestantes fueron cerrados. Los motivos que se esgrimieron oscilaban entre la poca asistencia a los mismos y las pobres condiciones en que se encontraban.
El proceso dirigido a obtener permisos para la reparación de templos se fue complicando. A pesar de esa situación casi mil templos y capillas continuaron funcionando en la comunidad evangélica. El número de practicantes se redujo, aunque no tanto como en el caso de la Iglesia Católica. El carácter descentralizado de las organizaciones protestantes facilitó la presencia y actividad en sus directivas tanto de partidarios del gobierno como de opositores connotados y personas alejadas del quehacer político. La mayor parte de la feligresía católica y protestante se refugió en el «apoliticismo» que ha caracterizado a un sector pietista en muchas geografías.
En este período se produce una total cubanización del protestantismo cubano, regresando a la situación existente durante la colonia española en la primera etapa del movimiento evangélico (1883-1898) cuando las iglesias estaban totalmente en manos de los cubanos. Al llegar el año 1959 sólo las iglesias Presbiteriana y Los Amigos (cuáqueros) estaban totalmente dirigidas por cubanos. A pesar de la existencia de estructuras nacionales, como en el caso de los bautistas, vinculados en Cuba Occidental con los bautistas del sur de EU y en Cuba Oriental con los del norte de ese mismo país, los misioneros ejercían una influencia decisiva, lo cual era aún más evidente en la Iglesia Metodista, que contaba con el mayor número de misioneros norteamericanos, y en la Iglesia Episcopal (anglicana) presidida por el obispo Hugo Blankingship, figura de gran relieve entre la colonia norteamericana residente en La Habana. La Iglesia Evangélica Pentecostal, con amplia feligresía en regiones rurales, estuvo brevemente bajo la dirección del cubano Ezequiel Alvarez, pero en 1959 tenía como superintendente al puertorriqueño Ramón L. Nieves y como directores del Instituto Bíblico a educadores teológicos procedentes de EU. Con la salida de cientos de misioneros estadounidenses, la presencia estadounidense en el protestantismo cubano desapareció, sin otras relaciones que las fraternales y la recepción de ayuda financiera para proyectos especiales, todo eso sujeto a las legislaciones de ambos países. Para 1965 sólo permanecían en el país dos misioneras de EU, una vinculada a la Iglesia Presbiteriana y otra dedicada a un trabajo con los niños y jóvenes. Unos pocos misioneros protestantes canadienses continuaron trabajando después de la interrupción del trabajo del Orfanatorio Salem en Santa Clara.
En 1961 fue consagrado como Obispo de Cuba de la Iglesia Episcopal el doctor Romualdo González Agüeros (ciudadano cubano nacido en España). Sus sucesores han sido cubanos nativos. En la Iglesia Metodista el doctor Carlos Pérez Ramos se convirtió en apoderado de la Junta de Misiones de la Iglesia Metodista de EU en Cuba hasta su salida en 1964. En 1967 el Reverendo Armando Rodríguez Borges fue instalado como obispo de la Iglesia Metodista en Cuba, al proclamarse la total autonomía de la misma. Hasta ese momento la Conferencia Metodista de Cuba había estado bajo la jurisdicción de un obispo que servía al mismo tiempo como Obispo de la Florida y Cuba. La Iglesia Presbiteriana se convirtió en Iglesia Presbiteriana Reformada en 1967, con total independencia de la iglesia madre en Estados Unidos. A partir de 1960, entre los bautistas de Cuba Oriental, no hubo más superintendentes de misiones procedentes de EU. Esa situación se extendió a los de Cuba Occidental en 1965 con la prisión del Dr. Caudill. También quedaron en manos cubanas las iglesias pentecostales, los adventistas del Séptimo Día y todos los 54 movimientos protestantes que trabajan en el país. Casi todas las denominaciones norteamericanas, trataron de mantener sus contactos con sus iglesias hermanas en Cuba por medio de visitas y de ayuda económica, la cual se ha canalizado frecuentemente por instituciones protestantes internacionales. A mediados de la década de los sesenta, Cuba recibió la visita de una figura importante del protestantismo y de la Iglesia Cristiana en general, el doctor John A. McKay, presidente emérito del Seminario Teológico de Princeton, una de las más altas casas de estudios teológicos en el mundo. El ministro presbiteriano, muy relacionado históricamente con el estadista peruano Victor Raúl Haya de la Torre, declaró lo siguiente: «No encontré evidencia alguna de persecución religiosa. De hecho, miembros del clero reciben consideración especial». Por supuesto que MacKay sólo visitó a aquellas personas y lugares adonde le llevaron. La discriminación ideológica imperaba en el país y obraba en contra de la comunidad religiosa, con excepción de los partidarios de la Revolución en las filas eclesiásticas.
RELIGIOSIDAD AFROCUBANA, ESPIRITISMO
Y CULTURA OFICIAL
La religiosidad sincrética, sobre todo en su expresión con mayor arraigo popular, la «santería» y las otras religiones afrocubanas, ha representado un elemento de gran importancia en la religión en Cuba. La presencia de creencias espíritas no puede dejar de ser tenida en cuenta.
La presencia en el país de una enorme población de origen africano, el mestizaje y la influencia cultural africana sobre gran parte del pueblo ha sido evidente desde el siglo pasado. Al producirse el triunfo de la revolución castrista la mayoría de los partidarios o practicantes de estas creencias no se identificaban claramente como tales. Al desaparecer la influencia de ciertas clases sociales y abandonar el país un alto número de religiosos de las iglesias tradicionales, la influencia de la religión afrocubana empezó a llenar un gran vacío. Por otra parte, a pesar de que el gobierno desalentó al principio estas prácticas y creencias, incluso calificándolas de superstición, su interés por penetrar ideológicamente a la población de origen africano le impuso la necesidad de aceptar lo afrocubano como parte de la cultura nacional. No es posible entrar en aspectos científicos del estudio de un número tan grande de cultos o religiones. De acuerdo con la profesora Natalia Bolívar, los estudiosos debaten si la santería y otras religiones afrocubanas proceden del sincretismo, de una aculturación o de la transculturación defendida por el gran antropólogo y etnólogo cubano Fernando Ortiz. Como estos grupos no están estructurados ni pertenecen a organizaciones reconocidas internacionalmente, como el catolicismo o el protestantismo histórico, resultaba mucho más fácil permitir que se expresaran -en una combinación de cultura, entretenimiento y religión- los cultos sincréticos, cuyas ceremonias tienen lugar mayormente en los hogares y durante las procesiones de santos católicos que se identifican en el sincretismo afrocubano con deidades africanas: San Lázaro, la Caridad del Cobre, Santa Bárbara, la virgen de Regla, etc. Las peregrinaciones al Santuario de San Lázaro en el Rincón continuaron formando parte del calendario de actividades de muchos cubanos. En los años setenta, sobre todo al vincularse Cuba de manera especial con países africanos, se alentaron visitas al país de reyes tribales y de líderes religiosos o «babalawos». En 1987, el líder de los yorubas, Oba Okundadade Sijuwade Olubuse II fue recibido por Castro y otros miembros del Buró Político del Partido Comunista.
Se ha especulado intensamente acerca de la posibilidad de que muchos miembros importantes del partido y el gobierno hayan mantenido sus creencias afrocubanas, e incluso las hayan practicado, sobre lo cual ha habido evidencias en los últimos tiempos. Independientemente de casos particulares y de naturales limitaciones impuestas por autoridades oficiales, la religión afrocubana no ha experimentado siempre el mismo tipo de problemas que las iglesias tradicionales, lo cual no significa que se les haya otorgado un status de religión oficial, como algunos críticos han señalado. Sin embargo el estudio de obras fundamentales como las de Ortiz y Lydia Cabrera ha sido aceptado por instituciones oficiales de cultura. La penetración de lo afrocubano en la población ascendió a niveles extraordinarios a pesar de la preocupación oficial. Para fines de la década del ochenta podía sostenerse que entre el 55 y el 60% de la población profesaba o practicaba elementos de estas formas de religiosidad23.
Según el estudioso Juan Luis Martín, el espiritismo llegó a Cuba en 1856 y los escritos del francés Allan Kardec circularon copiosamente entre la población. Existe cierta interrelación entre el espiritismo, las religiones sincréticas y el catolicismo en Cuba. Tradicionalmente las tres formas principales de espiritismo eran el «científico» o «de mesa», el «de cordón» y el «cruzao». El «científico» puede considerarse más apegado al espiritismo original, en el «de cordón» hay alguna influencia afrocubana y el «cruzao» es una mezcla del «de cordón» y la Regla Conga. En 1960 los delegados cubanos al V Congreso Espiritista Panamericano hicieron declaraciones a nombre de la Confederación Nacional Espiritista de Cuba en apoyo de la revolución. En 1961 se oficializó el funcionamiento de los centros y asociaciones inscritas hasta ese momento y su Confederación Nacional (disuelta en 1963). En 1987 funcionaban em el país 112 centros espíritas inscritos en el Registro Nacional de Asociaciones. La mayor influencia está en La Habana y provincias orientales como Holguín y Granma. A pesar de que solo 4041 personas pertenecían oficialmente a esos centros, el número de espiritistas se considera en decenas de miles, con un sector aun mucho mayor con alguna influencia espiritista (24).
HACIA UN MODUS VIVENDI CON EL CATOLICISMO (1969-1978)
A partir de 1969 empiezan a producirse algunos cambios menores que indicaban cierto mejoramiento de las relaciones entre la Iglesia Católica y el gobierno. Curiosamente, ese año se suspendió la celebración de las Navidades como día feriado con motivo del fracasado esfuerzo de la zafra de los 10 millones. Pero las actividades del Pro-Nuncio Apostólico Cessare Zacchi habían contribuido a un relativo acercamiento entre el Vaticano y el Gobierno Revolucionario. El diplomático del Vaticano instaba a los católicos cubanos a integrarse al proceso revolucionario y Zacchi disfrutaba de la amistad y simpatía del Jefe del Gobierno. Los nuevos obispos católicos adoptaban una política mucho más paciente y flexible que la de sus antecesores como Díaz y Pérez Serantes. El Arzobispo de La Habana Francisco Oves, admitido en el país después de su expulsión en 1961, había adoptado una nueva política, no demasiado diferente a la cautela del Concilio Cubano de Iglesias Evangélicas, institución paraeclesial que ha agrupado tradicionalmente al sector ecuménico del protestantismo cubano.
La Segunda Conferencia del Episcopado Latinoamericano celebrada en Medellín, Colombia, en 1968 marcó nuevos rumbos para el catolicismo en la región. La Iglesia cubana había sentido el impacto del Segundo Concilio Vaticano en aspectos tales como la liturgia y el ecumenismo, pero la reunión latinoamericana indicaba una disposición a explorar nuevas relaciones con los movimientos de cambio. El 10 de abril de 1969 la Iglesia publicó un comunicado muy diferente a las pastorales de 1960. No se condenaba la política oficial sino una «...injusta situación de bloqueo que contribuye a sumar sufrimientos innecesarios y a hacer más difícil la búsqueda del desarrollo». Se inicia un proceso al cual algunos denominan como de las «pastorales de la paz» en busca de una nueva relación con la realidad cubana. En esa misma época se produce la sustitución de Monseñor Evelio Díaz y el nombramiento de Oves en la archidiócesis habanera. Con la sustitución de Díaz terminaba toda una etapa en la historia de la jerarquía eclesiástica cubana pues los nuevos designados para cargos episcopales no eran personas grandemente conflictivas para el gobierno.
A partir de 1962 eran evidentes las limitaciones impuestas a las organizaciones del apostolado seglar de la Acción Católica cubana. En 1967 la Acción Católica cubana se disolvió, aceptando un acuerdo del Episcopado. La Acción Católica fue reemplazada por un proyecto de Apostolado Seglar Organizado que integró a los laicos en las Comisiones Episcopales y en los Consejos y Comisiones diocesanas y parroquiales. Hasta octubre de 1967 en que algunos laicos pudieron asistir al III Congreso Mundial para el Apostolado Seglar en Roma, la única representación católica cubana a nivel internacional había sido la de los obispos que asistieron a las sesiones del Segundo Concilio Vaticano en Roma (25).
A fines de los años sesenta se produce una apertura ecuménica al ponerse en efecto algunas decisiones del Segundo Concilio Vaticano. En las actividades ecuménicas se destacarían por los católicos Monseñor Fernando Azcárate y el Padre Carlos Manuel de Céspedes y por los protestantes los líderes de las Iglesias Presbiteriana, Episcopal y Metodista, con alguna participación ocasional de bautistas y cuáqueros. Brevemente funcionó un Centro de Estudios Ecuménicos (CENDESEC) como institución ecuménica católica con participación de evangélicos (26).
A partir de 1961 se había dificultado el funcionamiento del Seminario El Buen Pastor de la archidiócesis de La Habana y el principal centro de formación teológica católica del país. En marzo de 1966 el Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias solicitó por conducto de la Nunciatura Apostólica la venta de los edificios y terrenos del seminario para uso militar. Una comisión mixta con participación de la Iglesia fijó el precio y el gobierno se comprometió a renovar cualquier edificio designado para continuar la educación del clero. Eventualmente se reanudaría la formación teológica utilizando al antiguo Palacio Cardenalicio en la capital que había sido anteriormente utilizado para el histórico Seminario de San Carlos y San Ambrosio, nombre que fue utilizado nuevamente por el seminario archidiocesano. El rector de El Buen Pastor, Monseñor Evelio Ramos, pudo participar en el proceso, pero falleció en 1976 y el seminario quedó bajo un liderazgo menos tradicional. Ramos ostentaba al morir el rango de Obispo Auxiliar de La Habana. Entre los más connotados administradores académicos del seminario ha estado el Padre (ahora Monseñor) Carlos Manuel de Céspedes quien ocupó por bastante tiempo la rectoría del plantel. Ha funcionado también el Seminario menor de San Basilio en Santiago de Cuba27.
TRES DOCUMENTOS OFICIALES SOBRE RELIGIÓN
EN LOS SETENTA
Entre 1971 y 1976 son publicados tres documentos del gobierno cubano relacionados con la religión. El primero consiste en las «Conclusiones del Congreso Nacional de Educación y Cultura» (1971). El segundo es la Resolución «Sobre la política en relación con la religión, la Iglesia y los creyentes», adoptada por el Primer Congreso del Partido Comunista en diciembre de 1975 y el más importante es la Constitución Socialista que entró en vigor en 1976.
El Congreso Nacional de Educación y Cultura sostuvo como política la separación absoluta de la Iglesia y el Estado así como el rechazo a cualquier estímulo o ayuda a grupos religiosos o a pedir algo de ellos. La Resolución del Primer Congreso del Partido Comunista se pronunció por la libertad de cultos, pero ésta dista de ser libertad religiosa como se la entiende en la gran mayoría de los países. La religión es identificada como «ideología», diferente por supuesto de la marxista-leninista, considerada oficial en Cuba. La Constitución de 1976, conducente a la legalidad socialista y la institucionalización de la sociedad cubana bajo el liderazgo del Partido Comunista, establece una posición oficial del Estado ante la religión mediante su artículo 54: «El Estado Socialista, que basa su actividad y educa al pueblo en la concepción materialista del universo, reconoce y garantiza la libertad de conciencia, el derecho de cada uno a profesar cualquier creencia religiosa y a practicar dentro del respeto a la ley, el culto de su preferencia. La ley regula las actividades de las instituciones religiosas. Es ilegal y punible oponer la fe o la creencia religiosa a la Revolución, a la educación o al cumplimiento de los deberes de trabajar, defender la Patria con las armas, reverenciar sus símbolos y los demás deberes establecidos por la Constitución». Lo de «defender la Patria con las armas» y «reverenciar sus símbolos» dejaba fuera de la ley a los Testigos de Jehová. Los tres documentos mencionados seguían en sus lineamientos generales las orientaciones de otros partidos y estados socialistas, si bien quedaban por debajo de las libertades otorgadas en Polonia y la República Democrática Alemana y no establecían, ni siquiera simbólicamente como en algunas otras constituciones socialistas, la prohibición de discriminar por motivos religiosos en los centros de trabajo28.
HACIA LA DISTENSIÓN (1979-1992)
Varios autores ofrecen distintas fechas para determinar los inicios de una especie de distensión entre la Iglesia y el Estado. Es cierto que los momentos de mayor tensión ocurren en 1961. Otras confrontaciones ocurren en 1963 y 1965 y muchos aceptaron con cierto grado de realismo y resignación la difícil situación de la comunidad religiosa. Después de la salida de Monseñor Luis Centoz, los diplomáticos encargados de la Nunciatura Apostólica como Encargados de Negocios, Nuncios Apostólicos o Pro-Nuncios con rango de Embajador: Monseñores Cessare Zacchi, Mario Tagliaferri, Giuseppe Laigueglia, Giulio Einaudi y Bienamino Stella realizaron esfuerzos encaminados a una gradual normalización de las relaciones con el Estado. Por su parte los embajadores cubanos ante la Santa Sede durante las primeras décadas del proceso: Luis Amado Blanco y José Antonio Portuondo, católico el primero y marxista el segundo, no contribuyeron demasiado al proceso a no ser en aspectos formales. En 1974 la visita a Cuba de Monseñor Agostino Casaroli, entonces Secretario del Consejo para Asuntos Públicos de la Iglesia despertó algunas esperanzas de acercamiento, pero lo más importante, además de resaltar las buenas relaciones entre Cuba y el Vaticano, fue que sirvió para indicar de nuevo la vinculación estrecha entre Roma y el Episcopado cubano. No es menos cierto que al acercarse el fin de la década de 1970 e iniciarse la de 1980 las condiciones objetivas habían cambiado. En América Latina había tomado gran fuerza la teología de la liberación, favorable a cambios revolucionarios en el continente.
Esta escuela teológica, iniciada por el Padre Gustavo Gutiérrez en Perú no ha logrado arraigarse en la feligresía cubana, a no ser en clases de seminarios teológicos, cursillos y ponencias en actividades auspiciadas por católicos y protestantes partidarios del gobierno asi como por el Consejo de Iglesias y la Conferencia de Cristianos por la Paz (con sede en Praga), representada en Cuba por el Reverendo Raúl Fernández Ceballos y los doctores Sergio Arce y Raúl Gómez Treto, entre otros. Por otra parte, sacerdotes conocidos se habían asociado a movimientos guerrilleros o revolucionarios, como Camilo Torres en Colombia y Ernesto Cardenal en Nicaragua. Se habían creado movimientos de Cristianos por el Socialismo o Sacerdotes por el Socialismo. Además de estas actividades de connotados católicos, el creciente movimiento protestante de América Latina, aunque controlado numéricamente por elementos conservadores o tradicionales, incluía ahora una izquierda intelectual apoyada precisamente por el ala izquierda del protestantismo internacional, con cuantiosos recursos. Las visitas de Castro a la protestante Jamaica (1977) y a la católica Chile (1971) habían servido para establecer puntos de contacto con comunidades de religiosos partidarios de su revolución28.
Varias visitas de líderes religiosos extranjeros contribuyeron a crear un nuevo ambiente. Algunos pastores evangélicos y sacerdotes católicos cubanos visitaron Cuba durante las sesiones del diálogo entablado entre el gobierno y un sector del exilio en 1978. El pastor bautista exiliado José Reyes fungió como presidente del «Comité de los 75» durante el diálogo. A partir de esa época aumentó considerablemente el número de visitas al país de líderes religiosos exiliados y de extranjeros de todo tipo de confesiones.
En el año 1984 visitó Cuba el arzobispo de Lille, Francia, Monseñor Jean Vilnet, como parte de una comisión encargada de entregar contribuciones de la iglesia francesa a obras sociales del gobierno cubano. Ya para aquel entonces las críticas al embargo norteamericano eran frecuentes en círculos católicos y protestantes en Estados Unidos, Europa y América Latina. Ese mismo año de 1984 se produce la visita del Reverendo Jesse Jackson, ministro bautista y líder del movimiento de derechos civiles en Estados Unidos, así como precandidato a la Presidencia por el Partido Demócrata. La visita de Jackson adquirió proporciones gigantescas. Fidel Castro le acompañó a un acto ecuménico en el templo de la Iglesia Metodista Universitaria, situado en K y 25 en el Vedado. Al transmitirse el servicio religioso a todo el país con la presencia de Castro, algo inusitado y sorprendente para la población, acostumbrada a una política secularizante, se produjeron incidentes en varias poblaciones en los que creyentes locales buscaban reconocimiento a sus derechos como parte integral de la sociedad, entre otras razones porque Castro había participado en un culto religioso en el cual hasta hizo uso de la palabra desde el púlpito. El gran organizador del acto había sido el Reverendo Raúl Suárez Ramos, quien había fundado no sólo el Centro Martin Luther King sino la Coordinación Obrero Estudiantil Bautista de Cuba (COEBAC) que agrupaba a un sector considerado como progresista o revolucionario entre los bautistas cubanos30.
Dos años después, en 1986, Castro permite la publicación y difusión de un libro, «Castro y la Religión», conteniendo las entrevistas que le hizo Frei Betto, un religioso católico brasileño partidario de la teología de la liberación. Ciertos conceptos favorables a la participación de cristianos en el proceso revolucionario hacen que se flexibilize la política hacia la religión en el país.
Los católicos llevan a cabo ese mismo año de 1986 su Encuentro Nacional Eclesial (ENEC) en La Habana. Entre las cuestiones que discutieron los centenares de delegados estaba el diálogo entre la Iglesia y el gobierno. Este evento recibió alguna atención limitada en los medios de difusión del país.
El 2 de abril de 1990 se celebra una reunión entre Fidel Castro, varios funcionarios (incluyendo a Carlos Aldana, del Departamento Ideologico del PCC y persona con vinculaciones familiares con el protestantismo) y el responsable de la oficina para la atención de los asuntos religiosos, José Felipe Carneado, y 75 líderes protestantes. Castro reconoció la existencia de problemas importantes con la comunidad religiosa, criticó «el ateísmo proveniente de manuales importados» y prometió rectificaciones. La larga sesión de cinco horas y media fue transmitida por televisión a todo el país, provocando comentarios por todas partes ante el cambio de política o estrategia. Hasta entonces, aparte la visita del Reverendo Jackson, no se había difundido en forma tan amplia una actividad en la que participaran religiosos junto a Fidel Castro.
La reunión tenía relación con el Consejo Ecuménico de Cuba (antiguo Concilio Cubano de Iglesias Evangélicas) integrado por varias denominaciones protestantes. Aunque mirado con sospecha por un amplio sector evangélico, este grupo había iniciado su diálogo con el gobierno hacía años. Un nuevo liderazgo, encabezado sobre todo por el Reverendo Raúl Suárez Ramos había introducido una política más agresiva, demandando cautelosamente nuevas concesiones al funcionamiento de las iglesias por parte del gobierno.
Varias organizaciones del Consejo Ecuménico han participado con los católicos considerados como revolucionarios en actividades de acercamiento a las estructuras de gobierno. Esto causa reacciones de todo tipo. Suárez, que encabeza desde Marianao el Centro Martin Luther King para promover relaciones con movimientos de derechos civiles y afroamericanos en Estados Unidos, tuvo que abandonar la Convención Bautista de Cuba Occidental, nada inclinada a esa actitud, e integra una nueva denominación de corte más liberal, la Fraternidad Bautista de Cuba. Muchos protestantes cubanos, no necesariamente partidarios del gobierno, deciden intentar acercamientos con el propósito de conseguir mejoras. Por ejemplo, se flexibiliza la distribución de la Biblia, la cual, junto con el libro de Betto «Fidel Castro y la Religión» se convierte en un «best seller» en el país y supera en venta cualquier otra publicación. También se otorgan más frecuentemente permisos para visitas al extranjero a los pastores protestantes y sacerdotes católicos residentes en Cuba.
El proceso del «glasnost» y la «perestroika» animó a muchos cubanos a esperar reformas, las cuales sólo llegaron a Cuba en forma muy limitada. A pesar de ello el contenido ideológico disminuyó considerablemente sobre todo a partir de los años 1989-1990 con la desaparición tanto del bloque socialista de Europa Oriental como de la URSS.
Con ese marco de referencia, se celebró en 1991 el IV Congreso del Partido Comunista de Cuba (10-14 de octubre). En la «Resolución sobre los estatutos» del partido se introdujo el siguiente punto: «Suprimir en la práctica de los procesos de crecimiento del partido cualquier interpretación de los actuales estatutos que entrañe negar a un revolucionario de vanguardia en razón de sus creencias religiosas, el derecho de ser admitido en el partido». El proceso continuó con cambios a la constitución cubana de 1975-1976 por parte de la Asamblea Nacional del Poder Popular; por ejemplo, el artículo 8 se lee de la siguiente manera: «El Estado reconoce, respeta y garantiza la libertad religiosa. En la República de Cuba las instituciones religiosas están separadas del Estado. las distintas creencias y religiones gozan de igual consideración». En los artículos 42 y 55 se proscribe la discriminación por motivos religiosos. También se anunció una nueva legislación para regular las relaciones del Estado con las instituciones religiosas. El Estado regresó a su condición oficial de «laico» (como en el período 1902-1959) y el «ateismo» dejó de ser oficial aunque la llamada «concepción científica» del materialismo contínua enseñándose en las escuelas y no se ha logrado todavía el pleno ejercicio de la libertad religiosa considerada ahora como legal, pero sin una aplicación total e incondicional.
HACIA LA VISITA DE JUAN PABLO II A CUBA (1992-1998)
El 8 de septiembre de 1993, la Conferencia de Obispos de Cuba publica un largo documento analizando la situación nacional, el diálogo con el exilio, el deterioro de la moral y otros asuntos, la cual se publica con el nombre de «El amor todo lo espera». Dicho texto convoca al diálogo entre cubanos, condena de nuevo el «Bloqueo» o embargo y se pronuncia a favor de una amnistía. Años antes se habían producido declaraciones de rango episcopal oponiéndose a la pena de muerte, específicamente en el caso del fusilamiento del general Arnaldo Ochoa y otros militares. Se inició una polémica intensa en la cual participaron diarios y escritores oficiales rechazando aspectos significativos del documento. El artículo más difundido fue «Los ilustrísimos once, el amor a Caifás y la restauración colonial» escrito por Félix Pita Astudillo. La Iglesia también dejó oir su voz en 1994 con motivo del éxodo de nuevos exiliados conocidos como «balseros», lamentando tanto la emigración como las circunstancias que la provocan y criticando el hundimiento del barco «13 de marzo» en el que intentaban salir de Cuba numerosos cubanos, muchos de los cuales perdieron la vida. También se emitió una crítica seria el 24 de febrero al ser derribadas dos avionetas del grupo «Hermanos al Rescate» por la fuerza aérea cubana.
Independientemente de los anteriores acontecimientos y de una visita a Miami de Jaime Ortega Alamino, Arzobispo de La Habana elevado al rango cardenalicio en noviembre de 1994, continuaron las gestiones para una visita del pontífice reinante Juan Pablo II. El gobierno cubano mejoró sus relaciones con Ortega Alamino después de que este hiciera declaraciones cautelosas en Miami, las cuales no fueron muy bien acogidas por un gran sector del exilio. Por otra parte, un sacerdote católico que había hecho declaraciones críticas acerca de la realidad cubana, el Padre José Conrado Rodríguez, de Palma Soriano, fue enviado por su obispo a cursar estudios en España. La posición antiembargo de la Iglesia Católica norteamericana, de un sector del protestantismo histórico, del episcopado católico cubano y del Consejo Ecuménico de Cuba contribuyeró a crear un clima favorable a la visita papal. De acuerdo con el escritor católico Raúl Gómez Treto: «Cuando el Papa Juan Pablo II visitó México en vísperas de la III Conferencia del CELAM en Puebla, 1979, a poco de iniciarse su sorpresivo pontificado, Fidel Castro, como Jefe del Estado cubano visitó al pronuncio Tagliaferri en la Nunciatura de La Habana para ofrecer personalmente la hospitalidad del pueblo y del Gobierno de Cuba a Su Santidad en caso que quisiera visitar, descansar o hacer escala técnica en nuestro país»31. Una visita del Pontífice a Miami en los años ochenta mejoró su imagen ante Castro ya que no pronunció palabras de apoyo a la emigración cubana y su causa.
El 19 de noviembre de 1996 Fidel Castro visitó la sede romana y se reunió con Juan Pablo II en la biblioteca privada del Vaticano. Esa entrevista de 35 minutos pudo haber sellado el arreglo para la visita papal. Un equipo de representantes de la Iglesia y el Partido Comunista trabajaría poco después en los detalles de los preparativos.
El 14 de diciembre de 1997 el gobierno cubano autorizó la celebración de las Navidades que regresaron así, temporalmente, a su carácter de día feriado. En 1998, después de la visita papal este feriado se convirtió en permanente, como lo habían pedido católicos, protestantes y religiosos sincréticos por muchos años.
El 21 de enero de 1998 llegó a La Habana Juan Pablo II y fue recibido en el Aeropuerto Internacional José Martí por Fidel Castro. El Pontífice, como Jefe de Estado, recibió todo tipo de honores oficiales. En su discurso de bienvenida, Castro criticó la colonización española y comparó aquella situación con el momento presente, dentro de su propia interpretación de la realidad cubana: «Hoy, Santidad, de nuevo se intenta el genocidio, pretendiendo rendir por hambre, enfermedad y asfixia económica total a un pueblo que se niega a someterse a los dictados y al imperio de la más poderosa potencia económica, política y militar de la historia, mucho más poderosa que la antigua Roma, que durante siglos hizo devorar por las fieras a los que se negaban a renegar de su fe.»
El Sumo Pontífice, considerado por los católicos romanos como Vicario de Cristo, y por los otros cristianos como Obispo de Roma y líder espiritual de la mayor de las iglesias, pronuncia su primer discurso en la patria del Padre Félix Varela Morales, pionero del ideal independentista y sacerdote católico. La frase más importante de su discurso pudo haber sido esta: «Que Cuba se abra con sus magníficas posibilidades al mundo y que el mundo se abra a Cuba para que este pueblo, que como todo hombre y nación busca la verdad, que trabaja por salir adelante, que anhela la concordia y la paz, pueda mirar al futuro con esperanza»32.
Por espacio de cuatro días el pueblo cubano se volcó en gran número a recibir al Papa. El mismo Castro, en un discurso pronunciado horas antes del viaje, había pedido la asistencia masiva de la población y que se respetara su mensaje aun en puntos de desacuerdo; es más, identificó a Juan Pablo II como una especie de aliado coyuntural en algunos temas, como la lucha contra el neoliberalismo. En Santa Clara el Papa condenó los abortos y defendió los derechos básicos; en Camagüey condenó «el alcoholismo, la droga, los abusos sexuales y la prostitución»; en Santiago de Cuba coronó a la Virgen de la Caridad del Cobre. Los actos y los discursos eran transmitidos al país y al mundo por la televisión nacional e internacional.
No se produjeron incidentes desagradables, a no ser una dama que fue sacada, en forma aparentemente pacífica, de la concentración en La Habana. La asistencia fue estimada por lo menos en cientos de miles en La Habana y lo más probable es que en alguna ciudad del interior alcanzara al menos un centenar de miles. Los obispos dieron la bienvenida al Pontífice en discursos breves. El más dramático se produjo en Santiago de Cuba; el Arzobispo Primado Pedro Meurice Estiú dijo -ante una multitud que incluía a Raúl Castro, hermano de Fidel Castro y segundo hombre del país-: «Un numero creciente de cubanos ha confundido la patria con un partido, la nación con el proceso histórico que hemos vivido en las últimas décadas y la cultura con una ideología».
El 25 de enero de 1998, en la Plaza de la Revolución (antigua Plaza Cívica), el Pontífice habló ante una enorme multitud comparable a la de las grandes concentraciones de los primeros tiempos del proceso revolucionario. Entre los presentes estaba Fidel Castro acompañado por el Premio Nobel de Literatura colombiano Gabriel García Márquez y por altas figuras del gobierno y el partido. Un gigantesco mural del Sagrado Corazón de Jesús de veinte metros de altura presidía la reunión. El Papa no habló acerca del marxismo, pero sí criticó al «neoliberalismo capitalista». En la capital cubana fue recibido por Fidel Castro para una nueva entrevista. El Papa visitó también la Universidad de La Habana con un discurso en honor del Padre Félix Varela, forjador de la nacionalidad cubana. En la Nunciatura recibió a un grupo de líderes protestantes y judíos del país.
En relación con el viaje se logró la excarcelación de un número de presos políticos. Debe decirse que Cuba acogió en esos días a infinidad de obispos y a numerosos cardenales que acompañaron al Papa, sobre todo de América Latina. En medio de todo eso, un poeta anónimo escribió esta letrilla:
«Prendes la televisión
Y hay un sacerdote hablando
Y en la radio están cantando
Un canto de procesión
Ay mi Dios, ¡qué confusión!
Ay qué lío tan siniestro,
¡Ay San Martí, San Maestro,
santo Comité Central!
¿Canto el Himno Nacional
o murmuro un Padre Nuestro?»
LA RELIGIÓN EN CUBA AL LLEGAR EL 40 ANIVERSARIO
Las cuatro décadas del proceso revolucionario encabezado por Fidel Castro han dejado una profunda huella en el ambiente religioso. Cuba ha dejado de ser un país con una mayoría absoluta de creyentes católicos. Ninguno de los cálculos del número de feligreses, profesantes o activistas, pasaría la prueba de un riguroso análisis científico. Es posible que entre un 30 y un 40 por ciento de los cubanos se considere católico, como afirman algunos, pero ese porcentaje, que refleja más bien el número de bautizados, pudiera confundir puesto que recoge el remanente de las generaciones anteriores de cubanos que se bautizaban en su casi totalidad, pero que abandonaron toda profesión de fe. Habría que incluir como creyentes a antiguos católicos y protestantes que militan en las filas del PCC.
La religiosidad sincrética, sutilmente alentada por el régimen, puede prevalecer numéricamente y ya hemos utilizado cifras entre el 55 y el 60% de la población, pero esto indica una influencia y no siempre una militancia o afiliación definida. Cientos de miles de cubanos, por no decir millones, se consideran «santeros» y católicos, o cristianos, al mismo tiempo. En todo el país abundan las sociedades y asociaciones de los «abakuá», «yoruba», «regla Conga», «regla Ocha», «regla arará» o «regla arada», el «culto Yebbe», etc., pero la forma de identificarse utilizada por algunos grupos se presta a confusión. El espiritismo también ha sobrevivido en estos cuarenta años, pero sin el esplendor y el crecimiento de los cultos afrocubanos. En cuanto a los protestantes o evangélicos las iglesias ofrecen más bien cifras de miembros inscritos en congregaciones o parroquias. La comunidad total es mucho mayor ya que un gran sector asiste a sus templos, pendiente de ser aceptado a la plena «membresía» (anglicismo utilizado por esas iglesias), lo cual representa un largo proceso. Es bastante realista estimar la comunidad que asiste con alguna regularidad a los templos evangélicos,entre 300,000 y medio millón, menos del 5% de la población. Les caracteriza un grado más alto de práctica religiosa, con lo cual compensan su desventaja numérica con los católicos nominales o los santeros. En algunas poblaciones el número de evangélicos que asisten al templo el fin de semana, si se suman todas las confesiones, supera al de católicos; pero en La Habana y en otras ciudades importantes la situación es diferente. El catolicismo sigue siendo la religión tradicional, como lo demostró la visita del Papa, aunque la religiosidad cubana es numéricamente sincrética, católica y protestante, en ese orden. La Iglesia Católica cuenta ahora con nuevas diócesis como Guantánamo-Baracoa, Bayamo-Manzanillo, Santa Clara y Holguín que no existían en 1959. Hay 11 obispos, uno de ellos con rango de cardenal, el segundo en la historia del país, 147 sacerdotes diocesanos, de los cuales 108 son cubanos y 134 sacerdotes religiosos, de los cuales 37 son cubanos. El 51% del total de 281 sacerdotes son cubanos. Hay 52 órdenes femeninas y 21 masculinas. Prevalecen las órdenes femeninas, elogiadas hasta por Castro en los peores tiempos de la religión en Cuba por su benemérito e indiscutible servicio a los ancianos y los hospitales. Nuevos misioneros católicos extranjeros son admitidos gradualmente al país; no así en el caso de los protestantes y otras confesiones. Los católicos disponen de 811 templos: 688 «activos» y 123 ocupados por el Estado. En total funcionan 253 parroquias. Los Testigos de Jehová, alejados de las anteriores categorías tienen 80,000 adherentes, casi todos activos. El gobierno ha iniciado una política de relativa tolerancia permitiéndoles asistir a reuniones en los hogares después de décadas de ilegalidad. Curiosamente, se han ido formando grupos islámicos y budistas en el país, así como toda una variedad de partidarios de la «Nueva Era» y de grupos inclinados al esoterismo. Para muchos grupos es difícil sobrevivir por mucho tiempo sin autorización legal expresa, complicada por las exigencia del Registro de Asociaciones, prácticamente cerrado para algunos. Cuba es el único país de América sin mormones33.
La Oficina de Atención de Asuntos Religiosos ha sido elevada de categoría dentro del Comite Central, al cual pertenece su directora actual la Licenciada Caridad Diego Bello. La actuación de esta alta funcionaria en la década de los noventa ha conducido a mayor eficiencia administrativa. Los asuntos de los diversos sectores de creencia religiosa han sido atendidos por funcionarios subalternos, pero los temas de mayor importancia son llevados a la licenciada Diego Bello, como antes a Carneado. Un sector ecuménico ha publicado hasta libros acerca de ese último funcionario, o dedicados a su memoria después de su fallecimiento, lo cual resulta curioso a muchos observadores ya que a Carneado le correspondió dirigir el departamento en épocas de mayor tensión y represión.
La situación de los locales de culto no sólo le presenta dificultades a los Testigos de Jehová, cuyos centros de culto fueron cerrados décadas atrás, sino también a la comunidad protestante, cuyos edificios atraen ahora muchos más feligreses que en 1959, forzándoles a alterar sus horarios de culto para poder acomodar feligreses. Los protestantes disponen de entre 850 y 1000 capillas y templos. Las 54 denominaciones cuentan con más de un millar de pastores ordenados y un número mucho mayor de obreros laicos de tiempo completo o parcial. Las confesiones más numerosas son los bautistas (divididos en cuatro jurisdicciones o grupos: Occidental, Oriental, Libre y «Fraternidad") seguidos de los pentecostales (cuyo mayor grupo es la Iglesia Evangélica Pentecostal o Asambleas de Dios), los adventistas del Séptimo Día, la Iglesia Metodista (que ha resurgido en forma fenomenal en la última década) y la Convención Evangélica «Los Pinos Nuevos» (autóctona). Con menos feligreses que los grupos anteriores, pero experimentando un crecimiento apreciable, está la Iglesia Presbiteriana Reformada. También han mejorado las cifras de la Iglesia Episcopal, aunque no en forma impresionante. Un buen crecimiento parecen experimentar denominaciones históricamente pequeñas en Cuba: Liga Evangélica, Iglesia Apostólica, Iglesias de Dios, Iglesias de Cristo, Iglesia del Nazareno, Iglesia Evangélica de confesión Luterana, etc. El Bando Evangélico Gedeón o «Soldados de la Cruz» ha resurgido después de las enormes restricciones de los años sesenta y setenta. Sus militantes de tiempo completo ya no visten siempre de blanco como antes y hasta han logrado mantener en funcionamiento un asilo de ancianos en Colón. Los protestantes han acudido a un nuevo sistema para enfrentar el crecimiento: se reunen regularmente en no menos de 3000 hogares, lo que ha sido llamado por el pueblo «casas culto», sobre todo en lugares donde no existen templos. Los católicos han acudido a sus propias «casas de misión» (560), es decir, hogares privados abiertos al culto.
Los datos de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba para 1996 son alentadores. En 1996 se bautizaron 75,005 personas, hubo 9,139 primeras comuniones, 4,674 confirmaciones y 1,513 matrimonios religiosos. Las cifras de los protestantes son comparables a las de los católicos. El número de bautismos protestantes es menor debido a su teología ya que muchas de las denominaciones más numerosas en Cuba no bautizan niños pequeños. En cuanto a los hebreos, unas 500 familias practican los ritos tradicionales de su religión. Aunque esas cifras no pueden compararse a las de católicos y protestantes se trata de un avance significativo.
La política oficial ha tenido altas y bajas. Con frecuencia se cierran «casas culto», como sucedió hace unos pocos años en Camagüey, pero los cubanos encuentran formas de reunirse en otro hogar donde las circunstancias y el vecindario son más propicios. En los últimos años las publicaciones católicas alcanzan el número de 14. La principal es «Vida Cristiana, de una sola hoja y tirada de 85,000 ejemplares distribuidos durante la misa. «Palabra nueva» del Obispado de La Habana edita 8,000 ejemplares. La revista «Vitral» de Pinar del Río ha ganado un premio internacional y es considerada más independiente que cualquier otra. Los protestantes tienen sus propias publicaciones que circulan entre la feligresía como «Heraldo Cristiano» de los presbiterianos y «La Voz Bautista». Sus teólogos han conseguido publicar gracias a una imprenta ecuménica en Matanzas y a las relaciones con editoriales protestantes. La literatura religiosa entra con alguna dificultad al país, y con evidentes limitaciones, pero es mucho más abundante que antes de 1992.
La Iglesia evidentemente busca un mayor espacio, sobre todo la Católica que dispone de los programas sociales de «Cáritas» y el auxilio de una Nunciatura Apostólica que le añade un ángulo diplomático del que carecen otras confesiones, pero estas últimas han podido hacer funcionar pequeños programas asistenciales y mantener, como los católicos, asilos de ancianos y programas o proyectos sociales en esta o aquella población. Las frecuentes visitas de clérigos al extranjero y los contactos con iglesias integradas por exiliados cubanos facilitan que llegue alguna ayuda a las congregaciones, además de la recibida por conductos eclesiásticos formales.
Cada cierto tiempo se le permite al Cardenal Arzobispo predicar brevemente por radio y televisión; el Consejo de Iglesias (antiguo Consejo Ecuménico) lo hace una vez al mes por la estación musical de La Habana CMBF. Pero el acceso a los medios de difusión es muy limitado, a no ser para expresar apoyo a alguna medida oficial, combatir el embargo, anunciar una visita de un alto funcionario a un acto religioso, describir alguna entrevista de los gobernantes o la Oficina de Atención de Asuntos Religiosos o dar la bienvenida a algún grupo solidario como los «Pastores por la Paz», movimiento ecuménico con base en EU y que pretende romper el embargo y llevar ayuda material y religiosa a Cuba.
La presencia de tres pastores protestantes y algunos laicos católicos como miembros de la Asamblea Nacional del Poder Popular no debe ser exagerada pues el llamado parlamento lo componen cerca de 600 diputados. Pero la realidad es que la única apertura que ha hecho el gobierno hasta ahora, a no ser en aspectos como la dolarización y las comunicaciones con el extranjero, ha sido en el campo de la religión, en el cual el gobierno ha encontrado nuevos y eficaces aliados internacionales después de la caída del socialismo en Europa.
Revistas como «Temas», publicada con aprobación oficial, difunden por el mundo artículos sobre estudios científicos relacionados con la religión en Cuba y es posible encontrar unos cuantos creyentes en los claustros universitarios y en el estudiantado. En 1983 se creó el Departamento de Estudios sociorreligiosos (DESR) que depende del Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas (CIPS) y este a su vez del Ministerio de Ciencias, Tecnología y Medio Ambiente.
Hasta hace algún tiempo algunas carreras como Filosofía, Historia, Ciencias Politicas, Periodismo, etc., estaban cerradas a los creyentes, a no ser con probada militancia revolucionaria y aún en ese caso con dificultades. Esta situación ha mejorado relativamente, pero no existe una satisfacción absoluta por parte de la comunidad religiosa. La Historia de las Religiones es enseñada en la Universidad de La Habana como asignatura, explicada por el periodista Enrique López Oliva, pero no se han creado escuelas de estudios teológicos en las numerosas universidades del país. Recientemente se abrió un Instituto Superior de Estudios Bíblicos y Teológicos en La Habana, pero se trata de un programa ecuménico para formar líderes y no recibe ayuda oficial.
Algunos entienden que la Iglesia ha sido beneficiada por su política contra el embargo. Otros estiman que son muchos los clérigos y laicos que muestran clara oposición o disidencia ante el gobierno. Por otra parte, siempre hay referencias a religiosos partidarios de la Revolución.
Cabría resumir la situación actual diciendo que a pesar de ciertas modificaciones y concesiones, los creyentes aún no disponen del espacio que anhelan y merecen tener. Como señala un autor cubano, el renacimiento religioso de los años 90 coexiste con el mantenimiento de una represión, que es ahora más bien sutil, pero que consiste en formas múltiples de control, tanto directas como indirectas33. No obstante, en forma gradual y con los inevitables altibajos impuestos por la historia reciente, la tendencia es hacia una mayor influencia de la religión en el archipiélago cubano34.
NOTAS BIBLIOGRÁFICAS

1 Roberto Fernández Miranda, Mis relaciones con el Presidente Batista, manuscrito para publicación, 1998. pag. 17.
2 John M. Kirk, Between God and the Party, (University of South Florida Press, Tampa, 1989). pags.45-46. Sus datos son extraídos de la Encuesta Nacional sobre el sentimiento religioso del pueblo de Cuba realizada por la Agrupación Católica Universitaria en 1954.
3 Marcos Antonio Ramos, Panorama del Protestantismo en Cuba, (Editorial Caribe, Miami-San José, 1986). pags. 635-640.
4 Ibid.
5 Juan Emilio Friguls, La Iglesia Católica en la República, «Diario de la Marina», La Habana, Septiembre 15, 1957.
6 Clyde W. Taylor & Wade T. Coggins, editores, Protestant Missions in Latin America: A Statistical Survey, (Evangelical Foreign Mission Association, Washington, 1961), pags. 107-113.
7 Marcos Antonio Ramos, op. cit., pags. 487-507.
8 Ibid.
9 Manuel Fernández, Religión y Revolución en Cuba, (Saeta Ediciones, Miami-Caracas, 1984). pags. 41-42.
10 Marcos Antonio Ramos, op. cit., pags. 517-523.
11 Ibid.
12 Ibid.
13 Raúl Gómez Treto, La Iglesia católica durante la construcción del socialismo en Cuba, (Departamento Ecuménico de Investigaciones, San José, 1987). pags. 27-30.
14 Raúl Gómez Treto, op. cit., pag. 46.
15 En las obras citadas de Raúl Gómez Treto, Manuel Fernández, John M. Kirk y Marcos Antonio Ramos, entre otras, se ofrecen numerosos datos acerca de esta situación. También puede consultarse de Marcos Antonio Ramos, Protestantism and Revolution in Cuba (University of Miami, Coral Gables, 1989).
16 Marcos Antonio Ramos, op. cit. en nota 3, pags. 526-572.
17 John M. Kirk, op. cit. pags. 102-105.
18 Ibid. pags. 110-112.
19 Robert M. Levine, Tropical Diaspora: The Jewish Experience in Cuba, (University of Florida, Gainesville, 1993). pags. 251-255.
20 Blas Roca, «La Lucha Ideologica contra las Sectas Religiosas» en Cuba Socialista, año III, No. 22, junio de 1963, pags. 28-41.
21 Hiram Hilty, Friends in Cuba, Friends United Press, Richmond, 1977 Capítulo XII.
22 Marcos Antonio Ramos, op. cit. pags. 532-533.
23 La cifra se basa en estudios de Jacobo Guiribitey, Coordinador de CEHILA (Comisión de Historia de la Iglesia en Latinoamérica) y director de Heraldo Cristiano, La Habana, Cuba. Una explicación bastante detallada del estado actual de los cultos sincréticos se encuentra en el libro de Román Orozco y Natalia Bolívar, CubaSanta, (El País/Aguilar, Madrid, 1998).
24 Aníbal Argüelles, Los llamados cultos sincréticos, (Editorial Academia, La Habana, 1991). pags. 184-192.
25 Raúl Gómez Treto, op. cit. pags. 63-65.
26 Ibid. pags. 74-75.
27 Ibid. pags. 59-61.
28 Manuel Fernández, op.cit. pags. 139-151.
29 El período de distensión es discutido ampliamente, entre otras, en las obras de Manuel Fernández, Raúl Gómez Treto, John M. Kirk y Marcos Antonio Ramos y más recientemente en CubaSanta de Román Orozco y Natalia Bolívar, así como en Y Dios entró en La Habana de Manuel Vázquez Montalbán, (El País/Aguilar, Madrid, 1998).
30 Marcos Antonio Ramos, op. cit. pag. 537. Consúltese también su obra Protestantism and Revolution in Cuba.
31 Raúl Gómez Treto, op. cit. pags. 111-113.
32 Detalles sobre la visita papal han sido publicados en varias obras, la más reciente la de Manuel Vázquez Montalbán Y Dios entró en La Habana.
33 Juan Clark, Religious Repression in Cuba (Miami: Cuban Living Conditions Project, 1998) pags 88-90.
34 Los acontecimientos de los últimos años en Cuba, además de haber sido descritos en varias obras mencionadas, han sido objeto de una serie de artículos y trabajos publicados entre otros por la doctora María Cristina Herrera, el periodista Pablo Alfonso, Monseñor Carlos Manuel de Céspedes, así como el autor de este trabajo. Por supuesto, que debe tenerse en cuenta la contribución de la prensa internacional sobre todo en asuntos como la visita papal a Cuba, la apertura religiosa y la represión. Las publicaciones religiosas cubanas mencionadas en este libro son de suma importancia, así como la nueva obra teológica Camino. Sobre el tema de los derechos humanos y la religión en Cuba es importante señalar la precitada obra del Dr. Juan Clark, en la cual se documenta minuciosamente la discriminación ideológica a la que han sido sometidos los creyentes religiosos y sobre todo los activistas de las diferentes iglesias. La obra de Monseñor Ismael Testé Historia Eclesiástica de Cuba (Imprenta el Monte Carmelo, Burgos, 1969-1975) publicada en varios volúmenes en España es indispensable para entender el desarrollo del catolicismo en Cuba.
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