viernes, 13 de septiembre de 2013

Poco interés y respeto.

Aimée Cabrera.

Las aperturas en Cuba, a todos los niveles sociales, son en apariencia. Un mal de fondo ante tanta represión desorientó por completo a la mayoría de los ciudadanos. La religión no escapó de este malévolo e injusto proceder que, en casos extremos llevó a la cárcel y a peores castigos, a quienes no temieron expresar sus creencias.

El resto temió perder lo poco que tenía y comenzó  a creer “a su manera”. Las planillas para optar por un empleo o estudio cuestionaban si se tenía creencia religiosa. Una respuesta o marca, que denotara afirmación  negaba de hecho, que el solicitante pudiera llevar a cabo su aspiración.
Las estrategias humanas aparecieron aún más sofisticadas. Lo primero fue alejarse casi, o del todo de su religión. El respeto al culto desapareció. La asistencia  a los mismos están más cercanas al gusto por la festividad que, según sea el caso lleva incluida  no solo música.


En el caso de la Iglesia Católica hay algunas fechas donde los templos se abarrotan y no siempre de quienes conocen y respetan su doctrina. La celebración más importante en Cuba es el 8 de septiembre, día en que se venera a la Virgen María de la Caridad del Cobre, Patrona de Cuba.
Su imagen está presente en cualquier iglesia católica pero sus santuarios más importantes están en Santiago de Cuba y en específico en el poblado del Cobre, así como en la capital, en la Calle Salud entre Campanario y Dragones en el centro de la ciudad.
En el ubicado en el municipio Centro Habana había cientos de personas el domingo 8 de septiembre, los pasillos laterales y el central apenas dejaban espacio para mantenerse en pie. El calor producido por las velas y luces además de lo enrarecido de la atmósfera no dejaba, sin embargo, abrir del todo los abanicos sin molestar a la persona más cercana.
No todos ponían atención a las sabias palabras y ejemplos del párroco en su mensaje, porque a no todos les interesaba escucharlo. La incultura lleva al fanatismo o a hacer lo que se considera más correcto. Eran frecuentes las personas que entraban en plena misa y no se contentaban con dejar sus ofrendas en las áreas creadas para ello, las cuales están cerca de la entrada que está por Dragones.
Los había que, en aquel tumulto, portaban velas encendidas y recorrían cada imagen, esparciendo cera caliente y empujando sin al menos pedir permiso. Otros entraban cargando muñecas  vestidas de amarillo y blanco, o dorado, a las cuales paseaban a pesar del poco espacio para mantenerse en pie.
Como mismo esas personas respetan sus rituales y saben comportarse en los mismos, debieran hacerlo en el marco de la iglesia, abierta para todo el que desee entrar en ella, aunque hay que saber mantener la compostura, y al menos guardar silencio.


Este 8 de septiembre casi el 90 % de los asistentes esperaba que terminara la primera misa de la mañana para participar en el recital que, cada año  brinda el Mariachi Juvenil en honor de la efeméride. Imposible lograr ver a los ejecutantes e intérpretes que comenzaron al final de la primera misa. Una vez que terminaron, los que deseaban entrar a la siguiente no podían hacerlo, debido a la gran cantidad de personas que trataba de salir, algunos molestos por la lentitud de quienes llevaban bebés o andaban con bastones.

Bien empezada la misma fue que lograron salir cientos de personas de la Caridad. Para nada se vació del todo pero se podía respirar mejor y se lograban sentar los deseosos de participar en este acto tan importante de la Iglesia, máxime en esa jornada que coincidía con el día consagrado a Dios.
La idea de que un grupo profesional cante a la Virgen es loable, quizás no tanto escoger el espacio de su santuario. Pudiera utilizarse espacios abiertos como el de la Plaza de la Catedral, sin que sea en un horario nocturno, para que las personas de todos los credos que quieran participar de estas veladas puedan hacerlo junto otros familiares o amigos.
Quizás, esta sería una forma de lograr en las personas una mayor disciplina, respeto y veneración una vez que entren a las iglesias, sin omitir, posibilidades como la descrita, donde la cultura hace  su aporte, y permite la participación de quienes deben ver en la Virgen de La Caridad no solo a una imagen, sino a un símbolo patrio que acompañó a los independentistas en sus guerras por liberarse del yugo colonial.


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