Aimée Cabrera.
Las aperturas en Cuba, a todos los niveles
sociales, son en apariencia. Un mal de fondo ante tanta represión desorientó
por completo a la mayoría de los ciudadanos. La religión no escapó de este
malévolo e injusto proceder que, en casos extremos llevó a la cárcel y a peores
castigos, a quienes no temieron expresar sus creencias.
El resto temió perder lo poco que tenía y
comenzó a creer “a su manera”. Las
planillas para optar por un empleo o estudio cuestionaban si se tenía creencia
religiosa. Una respuesta o marca, que denotara afirmación negaba de hecho, que el solicitante pudiera
llevar a cabo su aspiración.
Las estrategias humanas aparecieron aún más
sofisticadas. Lo primero fue alejarse casi, o del todo de su religión. El
respeto al culto desapareció. La asistencia
a los mismos están más cercanas al gusto por la festividad que, según
sea el caso lleva incluida no solo
música.
En el caso de la Iglesia Católica hay algunas
fechas donde los templos se abarrotan y no siempre de quienes conocen y
respetan su doctrina. La celebración más importante en Cuba es el 8 de
septiembre, día en que se venera a la Virgen María de la Caridad del Cobre,
Patrona de Cuba.
Su imagen está presente en cualquier iglesia
católica pero sus santuarios más importantes están en Santiago de Cuba y en
específico en el poblado del Cobre, así como en la capital, en la Calle Salud
entre Campanario y Dragones en el centro de la ciudad.
En el ubicado en el municipio Centro Habana
había cientos de personas el domingo 8 de septiembre, los pasillos laterales y
el central apenas dejaban espacio para mantenerse en pie. El calor producido
por las velas y luces además de lo enrarecido de la atmósfera no dejaba, sin embargo,
abrir del todo los abanicos sin molestar a la persona más cercana.
No todos ponían atención a las sabias
palabras y ejemplos del párroco en su mensaje, porque a no todos les interesaba
escucharlo. La incultura lleva al fanatismo o a hacer lo que se considera más
correcto. Eran frecuentes las personas que entraban en plena misa y no se
contentaban con dejar sus ofrendas en las áreas creadas para ello, las cuales
están cerca de la entrada que está por Dragones.
Los había que, en aquel tumulto, portaban
velas encendidas y recorrían cada imagen, esparciendo cera caliente y empujando
sin al menos pedir permiso. Otros entraban cargando muñecas vestidas de amarillo y blanco, o dorado, a
las cuales paseaban a pesar del poco espacio para mantenerse en pie.
Como mismo esas personas respetan sus
rituales y saben comportarse en los mismos, debieran hacerlo en el marco de la
iglesia, abierta para todo el que desee entrar en ella, aunque hay que saber
mantener la compostura, y al menos guardar silencio.
Este 8 de septiembre casi el 90 % de los
asistentes esperaba que terminara la primera misa de la mañana para participar
en el recital que, cada año brinda el
Mariachi Juvenil en honor de la efeméride. Imposible lograr ver a los
ejecutantes e intérpretes que comenzaron al final de la primera misa. Una vez
que terminaron, los que deseaban entrar a la siguiente no podían hacerlo,
debido a la gran cantidad de personas que trataba de salir, algunos molestos
por la lentitud de quienes llevaban bebés o andaban con bastones.
Bien empezada la misma fue que lograron salir
cientos de personas de la Caridad. Para nada se vació del todo pero se podía
respirar mejor y se lograban sentar los deseosos de participar en este acto tan
importante de la Iglesia, máxime en esa jornada que coincidía con el día
consagrado a Dios.
La idea de que un grupo profesional cante a
la Virgen es loable, quizás no tanto escoger el espacio de su santuario.
Pudiera utilizarse espacios abiertos como el de la Plaza de la Catedral, sin
que sea en un horario nocturno, para que las personas de todos los credos que
quieran participar de estas veladas puedan hacerlo junto otros familiares o
amigos.
Quizás, esta sería una forma de lograr en las
personas una mayor disciplina, respeto y veneración una vez que entren a las
iglesias, sin omitir, posibilidades como la descrita, donde la cultura
hace su aporte, y permite la
participación de quienes deben ver en la Virgen de La Caridad no solo a una
imagen, sino a un símbolo patrio que acompañó a los independentistas en sus
guerras por liberarse del yugo colonial.
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