Como en otros países vecinos, en 1989 una buena parte de la
sociedad rumana estaba hastiada del gobierno socialista de Ceaușescu. Sin
embargo, había una cuestión que hacía diferente el caso de Rumania, y es que
esa república balcánica no había iniciado ningún proceso de
desestalinización del régimen político.
Las políticas impuestas por Ceaușescu en el campo de la economía y el desarrollo
—incluida la construcción de grandes obras y un plan de austeridad draconiano
que debía favorecer la capacidad de Rumania para liquidar su deuda nacional en
el lapso de unos cuantos años— fueron señalados como uno de los factores
determinantes que contribuyeron al incremento de la pobreza en el país. De modo
paralelo a este aumento de las tasas de pobreza, la policía secreta de Rumania
(Securitate) comenzó a hacerse cada vez más ubicua, de modo que el país se
convirtió en un estado policial.
A diferencia de otros líderes de los países miembros del
Pacto de Varsovia, Ceaușescu no fue demasiado pro-soviético, y había optado por
una política exterior independiente. Mientras el presidente de la Unión
Soviética, Mijaíl Gorbachov expresaba la necesidad de reformas, Ceaușescu
apuntaba al estilo de dictadores comunistas como Kim Il Sung de Corea del
Norte, caracterizados por su política de línea dura y de culto a su
personalidad. Poco antes de la caída del Muro de Berlín y la expulsión del
búlgaro Todor Zhivkov del gobierno de su país, el ex-presidente rumano ignoraba
que su posición como el último líder socialista de la vieja guardia en la
Europa Oriental estaba amenazada.
Revuelta en Timișoara
Catedral Ortodoxa de Timişoara. De este edificio partió la
noche del 16 de diciembre de 1989 una manifestación popular, toda vez que pocas
horas antes, la Securitate había dispersado a los simpatizantes de Tőkés de las
inmediaciones de la casa de ese sacerdote magiar.
El 16 de diciembre estalló una protesta en Timişoara
(occidente de Rumania) en respuesta al intento del gobierno socialista de
desahucio en contra de László Tőkés, pastor luterano magiar,[4] y su esposa,
que a la sazón se encontraba embarazada. Por aquellos días, Tőkés había emitido
ciertas críticas hacia el régimen de Ceaușescu en un medio internacional. En su
discurso, el religioso acusaba al gobierno rumano de propiciar el odio racial.
Tőkés fue destituido de su cargo eclesiástico por el obispo de su iglesia, a
petición expresa del gobierno. Además, se le privó del derecho a ocupar un piso
al que tenía derecho en tanto fuera miembro de la congregación religiosa.
Durante algunos días, los simpatizantes del religioso se concentraron en las
inmediaciones de dicha vivienda, con el propósito de evitar el desalojo y
desahucio de Tokés. Las personas que pasaban por las inmediaciones de los
manifestantes, incluidos algunos estudiantes religiosos de la ciudad, ignoraban
los detalles del asunto, pero los simpatizantes del pastor les convencieron
para unirse a la protesta, con el argumento de que se hallaban frente a un
nuevo intento del gobierno para restringir la libertad de culto en Rumania.
Dado que los manifestantes se negaban a dispersarse por su
propia voluntad, el alcalde de Timișoara, Petre Moț, declaró sin efecto la
orden de desalojo contra Tőkés. Mientras tanto, los impacientes manifestantes
—sobre todo cuando el alcalde evitó confirmar la supuesta revocación del
desahucio contra el pastor magiar— comenzaron a vocear consignas
anticomunistas. Ello provocó la intervención de la policía local y de la
Securitate. A las 7:30 pm, la protesta había sido dispersada, pero también es
cierto que para entonces el motivo original de la revuelta popular había
quedado en segundo plano: algunos participantes de la manifestación intentaron
prender fuego a la sede del Comité del Distrito del Partido Comunista Rumano
(PCR) en Timişoara. La Securitate respondió con gas mostaza y chorros de agua,
mientras la policía de la ciudad golpeaba y arrestaba a varios de los amotinados.
Alrededor de las nueve de la noche, el motín en el Comité del PCR se había
dispersado, pero varios de los participantes se reagruparon en las
inmediaciones de la Catedral Ortodoxa de Timișoara e iniciaron una marcha de
protesta por las calles de la ciudad. Nuevamente, se enfrentaron a las fuerzas
de la seguridad pública.
Los disturbios en Timișoara continuaron al día siguiente (17
de diciembre). Los manifestantes tomaron la sede del Comité del Distrito del
PCR, y posteriormente destruyeron documentos oficiales, propaganda política,
textos escritos por Ceauşescu y otros símbolos del régimen socialista. Por
segunda vez, la multitud intentó incendiar el edificio, pero en esta ocasión se
enfrentaron con el ejército. La presencia de las fuerzas militares en las
calles de la ciudad implicaba que habían recibido órdenes desde muy arriba,
presumiblemente del presidente Ceaușescu.
Aunque los militares no pudieron imponer el orden a los
manifestantes, su participación convirtió la situación en Timişoara en un polvorín:
disparos, muertes, peleas, automóviles incendiados, tanquetas antimotines
enfrentándose a los civiles. Después de las ocho de la noche, las calles entre
la Plaza de la Libertad (rumano: Piaţa Libertăţii) y la Ópera de Timişoara
—incluidos el Puente Decebal y las avenidas Lipovei y Girocului— se
convirtieron en escenario de sangrientos enfrentamientos entre civiles y
militares. Tanquetas, camionetas y vehículos blindados bloquearon los accesos a
la ciudad, mientras desde el cielo los helicópteros del ejército rumano
vigilaban los acontecimientos. Después de la media noche las protestas
disminuyeron su intensidad. Ion Coman, Ilie Matei y Ştefan Guşă inspeccionaron
la ciudad, que parecía haber sido escenario de una guerra en algunas zonas.
Banderas rumanas vacías exhibidas en el Museo Militar de
Bucarest. En Timisoara, los manifestantes cortaron el escudo socialista de la
bandera rumana, que fue exhibida con un agujero en la banda amarilla como
rechazo al régimen socialista.
La mañana del 18 de diciembre de 1989, el centro de la
ciudad había sido ocupado por soldados y agentes de la Securitate vestidos de
civil. El alcalde Moţ convocó una manifestación en la Universidad de Occidente
en Timișoara (rumano: Universitatea de Vest din Timișoara), con el propósito de
condenar los actos vandálicos del día anterior. Además, Moţ decretó la ley
marcial en la ciudad, con lo que quedaron prohibidas las reuniones de más de
dos personas en la ciudad, so pena de cárcel. Desafiando el decreto del
alcalde, un grupo de treinta jóvenes se concentraron en la Catedral de
Timişoara, donde izaron y ondearon la bandera de la Revolución Rumana, que no
era otra que la bandera de la república socialista con un agujero en el sitio
donde debía portar el escudo. Sabiendo que podrían ser atacados por las fuerzas
del orden, comenzaron a cantar Deşteaptă-te, române! (en español, ¡Despierta,
rumano!), antigua canción nacionalista proscrita desde 1947 y actual himno
nacional de Rumania. Los manifestantes de la catedral fueron atacados por las
fuerzas del orden. Algunos de ellos murieron y sus cadáveres fueron ultrajados
en la Plaza de la Victoria. Otros, con mejor suerte, pudieron escapar con vida.
El 19 de diciembre Radu Bălan y Ștefan Gușă visitaron a los
obreros de las fábricas de la ciudad, pero fracasaron en su objetivo de
convencerlos para que retornaran a sus trabajos. Al día siguiente, grandes
contingentes de obreros marcharon por la ciudad. Cien mil obreros se apostaron
en la Plaza de la Opera —llamada actualmente Plaza de la Victoria (rumano:
Piața Victoriei)— y emitieron protestas en contra del régimen socialista: Noi
suntem poporul! ("¡Nosotros somos el pueblo!"), Armata e cu noi!
("¡El ejército está con nosotros!"), Nu vă fie frică, Ceaușescu pică!
("¡No tenemos miedo, Ceaușescu caerá!").
Entre tanto, Emil Bobu y Constantin Dăscălescu fueron
enviados por Elena Ceauşescu —puesto que el presidente rumano se encontraba en
esos días de gira por Irán— a resolver el conflicto. Los comisionados se
reunieron con una delegación de los manifestantes, y aceptaron liberar a un
buen número de los arrestados en los días anteriores. En contraste, se negaron
a aceptar la principal demanda de los amotinados, a saber, la renuncia de
Nicolae Ceaușescu. De esta suerte, la situación política en Rumania continuó
siendo esencialmente la misma que en los días anteriores.
El 21 de diciembre llegaron a Timișoara varios trenes
cargados de obreros procedentes de Oltenia. La intención del gobierno rumano
era emplearlos para reprimir las protestas en Timișoara, aunque finalmente los
obreros oltenos terminaron por unirse a los manifestantes de la ciudad. Uno de
ellos comentó que
Ayer, el jefe de nuestra fábrica y el Partido Comunista nos
reunieron en el campo, nos armaron con garrotes y dijeron que magiares y hooligans
estaban destruyendo Timișoara, y que por ello debíamos venir aquí para ayudar a
controlar los disturbios. Pero hoy, sé que eso no era cierto.
El ejército rumano intervino nuevamente y Timișoara fue
declarada ciudad libre de modo oficial. Nuevos ataques a manifestantes
opositores al régimen de los esposos Ceaușescu se registraron en las ciudades
de Sibiu, Brasov, Arad y Tirgu Mureş tras las manifestaciones en Timișoara.
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