Pr. Manuel Alberto Morejon Soler
El significado de este término
compuesto es suficientemente obvio, para todos debiera ser familiar
con el significado de sus dos partes. Pero el asunto indicado por el
nombre es por ningún medio tan fácil de entender. Por eso que hay
una tan extraña y alarmante incompatibilidad entre el concepto del
diablo y de un objeto de adoración, que la combinación en este caso
bien puede presentar una grave dificultad.
Mientras más somos capaces de entender
acerca del personaje y la historia del Demonio y acerca de la
verdadera naturaleza de la adoración, más difícil es creer que el
hombre pueda ser conducido, incluso en la mayor extremidad de locura
y maldad, a la adoración del Demonio.
A pesar de todo, increíble como pueda
parecer, es desafortunadamente verdad que alguna adoración de este
tipo ha predominado varias veces y en medio de diversas razas de la
humanidad.
Las siguientes consideraciones pueden
ayudar en algún grado a aclarar la dificultad presentada por este
singular fenómeno.
En primer lugar sería bueno recalcar la
analogía entre la adoración hecha a un ser divino y el tributo que
se paga a un rey. Ambas del mismo modo son pruebas sensibles de
servicio y sujeción.
El caso de los reyes, aparte del
complaciente servicio pagado a un solo y legítimo soberano, pueden
haber tributos pagados a algunos opresores extranjeros o chantajes de
mala gana pagados a algunos piratas o intrusos en orden de desaprobar
los males que pueden ser temidos en sus manos.
Y por tanto en el caso de adoración
religiosa; podemos encontrar que en el rudo politeísmo de razas
bárbaras, los dioses no eran sólo varios en número sino que
diversos en carácter.
Además de la adoración de buena
voluntad ofrecida a seres buenos y benefactores en el servicio del
amor y gratitud, existe una especie de chantaje litúrgico ofrecido a
los dioses malignos o demonios en orden de apaciguarlos y prevenir su
ira.
En la manera de ser, cuando pasamos de
Politeísmo al filosófico Dualismo, donde los mundos de luz y
tinieblas, del bien y del mal, claramente definidos, están
constantemente combatiéndose los unos contra otros por sobre el
hombre bueno que ofrece adoración al dios bueno, Ahura Mazda,
existen los adoradores del malvado Daeva, quienes sacrifican para los
demonios y para Ahriman sus jefes, el principio de la maldad.
Otra fuente de esta extraordinaria
adoración puede ser encontrada en el hecho que en los primeros días
cada nación tenía sus propios dioses; de aquí la rivalidad racial
y odio algunas veces dirigido por una nación para considerar las
divinidades protectoras, de sus enemigos tales como demonios
malignos.
De esta manera muchos que sólo adoran
dioses a quienes ellos mismos consideran como seres buenos serían
llamados adoradores del demonio por hombres de otras naciones. Tal
puede ser el caso con los adoradores de Daeva en el Avesta.
De la misma manera los griegos y romanos
pueden haber adorado a sus divinidades, con cariño creyéndolos
buenos. Pero las Sagradas Escrituras Cristianas declaran que todos
los dioses de los gentiles son demonios. Esta declaración, puede ser
añadida, no fueron las palabras de una raza rival sino que la
enseñanza de la Sagrada Escritura.
A Pesar de que los Padres y teólogos
expliquen el asunto, los ángeles caídos además de tentar y atacar
a los hombres de otras maneras han trabajado sus miedos y excitando
su codicia, traído para que les rindan adoración bajo el título de
ídolos.
Si no en todos los casos, parece ser que
en la mayoría de las adoraciones paganas, especialmente en sus
peores y más envilecidas formas, fue ofrecida a los demonios.
Esto puede explicar algunas de las
manifestaciones en los antiguos oráculos paganos. Y algo del mismo
tipo en las manifestaciones demoníacas en medio de modernos
demonólatras en la India.
No ha habido reducción de naciones
paganas, ya que en conexión con las prácticas mágicas y ocultismo
algunas formas de adoraciones demoníacas aparecen en la historia
hereje de Europa medieval. Görres, en su gran trabajo en el
Misticismo Cristiano, da algunos detalles curiosos y repulsivos de su
obsceno ceremonial.
De avanzados años parece ser que ha
habido recrudecimiento de esta superstición maligna en ciertos
países de Europa. Aunque hay auténtica evidencia que confirma la
existencia de estas prácticas diabólicas, la verdad es tirada por
tierra con un montón de leyendas, muchos cargos de este tipo son
falsos o enormemente exagerados y una cantidad de personas inocentes
han sido cruelmente muertas bajo cargos de brujería o adoración
demoníaca.
Está bien también recordar las palabras
de San Agustín: “Non uno modo sacrificatur traditoribus angelis”;
y posiblemente la calumnia y la crueldad pueden ser formas más
peligrosas de adoración demoníaca que todos los ritos oscuros de la
medicina africana o magos medievales. W.
H. KENT
Traducido por Rodrigo Díaz García
The
Catholic Encyclopedia, Volume I Copyright © 1907 by Robert Appleton
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