Eilikrines
(adjetivo) y Eilikrineia
(substantivo) son dos palabras sumamente interesantes.
Eilikrines
se encuentra en Filipenses 1:10, donde la Versión Reina Valera
Antigua y revisión de 1960, traduce "sincero", y, la VP
traduce "limpio"; también se encuentra en 2 Pedro. 3:1,
donde la Versión Reina Valera Antigua y revisión de 1960, traduce
"limpio", y, VP "sincero".
Eilikrineia
aparece en 1 Corintios. 5:8 y 2 Corintios. 1:12; 2:17. La traducción
regular de todas las versiones es "sinceridad".
Aunque ni el nombre ni
el adjetivo son muy comunes en el griego clásico, eilikrines
tiene ahí dos usos característicos. En primer lugar, significa
"simple, sin mezcla, puro". Por ejemplo, del fuego, lo más
puro de todo, se dice que es eilikrines.
Se usa, también, respecto de un eclipse "total" de Sol. En
segundo lugar, se utiliza denotando cualidad. Por ejemplo:
inteligencia "pura", entendimiento "cabal", "mal
sin remedio".
En los papiros no es
común ninguna de las dos palabras. Un hombre, en actitud suplicante,
apela a la eilikrineia
de un oficial, pero, en este caso, la palabra debe significar
"probidad", "imparcialidad", "justicia".
La etimología y derivación de estas
palabras griegas siempre han sido dudosas. Hay dos sugerencias.
(I) Pueden derivar de
la palabra griega eilein,
que significa "sacudir una determinada materia en una criba"
hasta extraer de ella la última partícula extraña y dejarla
absolutamente pura. Así, pues, estas palabras describen una pureza
"cribada". Describen el carácter que ha sido tan
purificado por la gracia de Dios, que no hay en él mezcla de mal
alguno.
(II) Pueden derivar de
la combinación de dos vocablos griegos: heile,
que significa "luz del Sol", y
krinein,
que quiere decir "juzgar". En este caso, podrían describir
algo que es capaz de resistir el juicio de la luz solar; algo que,
aun siendo expuesto a la clara luz del Sol, revela no tener faltas ni
imperfecciones.
Aquí estamos ante una
vívida imagen. En los bazares de Oriente, las tiendas eran pequeñas,
obscuras y umbrías. Un artículo, pongamos una pieza de alfarería,
de cristalería o de tela, dentro de los nichos de la barraca,
aparentaría estar en perfectas condiciones; pero el comprador sabio
lo sacaría a la calle y lo sometería al juicio de la luz del Sol,
y, más de una vez, los claros rayos del astro rey revelarían
defectos e imperfecciones que nunca se hubieran notado en lo obscuro
de la tienda.
Teofilacto debió
haber estado pensando en esta línea cuando habló de Eilikrineia
como de "esa pureza y candidez de la mente que no tiene nada
oculto entre sombras ni acechando bajo la superficie".
Esta palabra suscita la siguiente
pregunta: ¿podrían nuestros pensamientos resistir la prueba de ser
expuestos a la plena luz del día? ¿Podrían nuestras más íntimas
motivaciones resistir la prueba de ser dragadas y expuestas a la
fulgurante luz reveladora? Poniendo el asunto en su clímax: ¿podrían
nuestros más recónditos pensamientos y móviles soportar el
escrutinio de la luz del ojo de Dios?
La pureza cristiana es tal, que está
siendo cribada hasta que la última partícula de mal haya
desaparecido; es una pureza que no oculta nada y que sus pensamientos
y deseos más íntimos podrían resistir todo el resplandor de la luz
del día.
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