jueves, 1 de octubre de 2015

Tarea espiritual de urgencia




Aimée Cabrera.

La visita del Papa Francisco a Cuba del 19 al 22 de septiembre tuvo un impacto positivo en parte de la población fuera o no católica. El Jefe de Estado del Vaticano dejó que le llevaran a su presencia niños y enfermos o, simplemente fue él a bendecirlos o saludarlos.
Los recorridos anteriores de dos santidades: Juan Pablo II y Benedicto XVI fueron de beneplácito para los católicos pero no tuvieron la consonancia de parte de una población que quedó hechizada anta tanta naturalidad y amor por parte de un Pontífice.
Su  agenda apretada y dinámica olvidó sus 79 años. Con paso firme y con perenne sonrisa aprovechó cada minuto en que permaneció en la Habana,  Holguín y  Santiago de Cuba.
Inolvidable ha sido, de todos sus encuentros, el que sostuvo con los jóvenes a un costado del antiguo Seminario de San Carlos y San Ambrosio. Allí lo esperaron bajo pertinaz lluvia una muchedumbre alegre y deseosa de escucharle.
Un joven seleccionado dio lectura al sentir de la juventud cubana que tiene espiritualidad suficiente para desear ayudar a que se realice un cambio social favorecedor para todos los cubanos.
El Santo Padre lo escuchó y, a continuación hizo comentarios acertados sobre los puntos planteados por el joven. El Espíritu de Dios estaba en esa multitud abrazando a quienes eran católicos o no, invitando al banquete eterno de Jesús donde todos somos iguales en humildad y amor.
De este encuentro debiera hacerse un video que pudieran ver en las aulas todos los jóvenes para debatir sobre sus vidas y qué ocurre a su alrededor, cómo viven y hasta qué punto se confabulan con lo mal hecho, por permanecer en silencio o con los audífonos de la indolencia activados para evadirse por completo de situaciones lastimosas que se agudizan ante la impotencia de quienes las sufren.
El miso día que partió la Delegación del Vaticano hacia los Estados Unidos, el Noticiero televisivo del Canal Habana mostró un reportaje en el que la población se quejaba de la falta de cortesía en las paradas de ómnibus en especial con los ancianos.
Mientras varias personas eran entrevistadas pasó a toda velocidad un joven que robó un bolso que estaba al lado de su dueño, sentado en un banco de la parada. La escena fue conmovedora y deprimente. A pleno día y en una arteria tan céntrica como la Calle 23 entre J y K en el Vedado ocurría un hecho delictivo y no había un policía o una pareja de agentes que frenaran a aquel ladronzuelo que, por su vestimenta parecía un adolescente.
La delincuencia juvenil es espeluznante en la capital cubana. En grupos, en pareja o solos se arriesgan a arrancar cadenas, relojes , bolsos, o están al tanto de quién tiene ciertas comodidades hogareñas para robárselas, es hasta peligroso que un chofer vaya en moto o en carro por una zona alejada, puede perder la vida y su transporte es vendido   entero o por piezas al momento.
Es usual ver en las aceras de cualquier municipio capitalino a los grupos de jóvenes que juegan con intereses y se acompañan de bebidas alcohólicas que combinan con medicamentos, sin olvidar que otros, terminan los paseos fumando porros  u oliendo cocaína si pueden darse esos gustos en extremo caros.
La falta de divulgación de estos hechos por parte de las autoridades competentes y la negativa a que la prensa oficial los de a conocer (el caso mencionado que fuera mostrado  fue excepcional) aumentan el peligro para la población indefensa.
Se ha visto a través de más de 50 años que la escuela no cuenta con educadores que puedan hacer un verdadero trabajo educativo con sus estudiantes donde prime la moral y cívica por encima de la política; la familia está diseminada dentro y fuera de la Isla.
Por ello es tan importante el papel de la iglesia católica o de diversas denominaciones cristianas así como otras religiones y fraternidades para que sus miembros sientan el deber de hacer un poco más por su comunidad, por su ciudad y por su país. 
Las personalidades de élite deben bajar al pueblo y confraternizar con quienes tienen cada vez menos, a esos hay que hablarles, hay que escucharlos, hay que sonreírles, hay que lavarles los pies, hay que besarlos.
Los que sabemos, estamos en el momento de enseñar a los que no saben a rezar, a orar por sí mismos y por los demás, para que sí no creen sepan, al menos tener buenos pensamientos fundamentados en la honra y la decencia.
“Recen por mí” y si no creen “deséenme cosas buenas” dijo Francisco a los jóvenes, al final de su encuentro, experiencia y ejemplo desplegados por el Papa que debemos llevar a la práctica con mucho  de los  niños y jóvenes de la Cuba actual.

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