Un futuro incierto
Las personas se enferman. Van a un médico, que da
órdenes para varios
exámenes, radiografías y estudios para diagnóstico.
A algunos se les dice que el
médico ha descubierto un tumor, un mal
funcionamiento de algún órgano, o
alguna otra condición que parece ser asunto serio.
Algunas veces recomiendan
la cirugía, que se realiza inmediatamente. En otras
ocasiones se recomiendan
otras clases de tratamiento. Casi siempre los
médicos tienen esperanza y
buscan inculcarla en el paciente y los miembros de
la familia. Cuando parece
desesperante la situación, el médico, por lo
general, comparte esta verdad y
sugiere el mejor procedimiento para enfrentar un
futuro incierto.
En una ocasión fui llamado para traducir para el
médico de una paciente que no
entendía inglés. El médico le dijo a la paciente que
tenía cáncer en los
pulmones. Se le había hecho una cirugía previamente,
y habían tenido la
esperanza de que se hubiera removido el tejido
canceroso. Pero ahora era
evidente que el cáncer se había propagado. El médico
explicó detalladamente
el tratamiento que iban a seguir, sin decir
específicamente que no había
esperanza. Cuando la paciente escuchó la noticia,
comenzó a gritar con
sorpresa: “¡Oh, Dios, oh Dios!” Después que el
doctor se hubo ido, ella
continuó verbalizando sus sentimientos de
desesperación. Ella había entendido
que su estado era serio y que había una posibilidad
de morir en poco tiempo. El
médico le dijo que reuniera a su madre, su esposo y
sus hijos para hacer planes
para su cuidado futuro.
Después de unos días la paciente fue dada de alta
del hospital y fue sometida a
un programa de terapia de radiación como paciente
externa. Perdió su cabello
por los tratamientos y compró una peluca inmensa de
color rubio. Su esposo
hizo una promesa al Señor que él no se afeitaría o
cortaría el pelo hasta que ella
estuviera bien. A medida que el tiempo pasaba, su
esposo lucía más y más
barbado y peludo. Ellos venían al hospital de visita
de vez en cuando. Sonreían
calurosamente cada vez y me aseguraban que ella se
estaba sintiendo mejor
cada día. Su enfermedad está aparentemente en
remisión ahora.
En otro caso, una mujer de treinta y ocho años vino
al hospital para exámenes.
Tuvo cirugía y murió en una semana. Tuve pocas
oportunidades de hablar con
ella antes de la cirugía y sólo una vez después. Me
dijo que deseaba que las
cosas pudieran haber sido diferentes en su vida, su
hogar y con sus hijos.
Estaba preocupada acerca de lo que pasaría con ellos
después de que ella
muriera. Hablé con su esposo varias veces. Parecía
sentirse aliviado porque ella
no iba a demorarse ni a sufrir por mucho tiempo. El
estacionó su camión, que
tenía facilidades para dormir adentro, en el
estacionamiento del hospital, con el
fin de estar lo más cerca posible de ella. El lloró
profusamente cuando ella
murió, y parecía estar haciendo planes para el
futuro en la mejor forma posible.
Estas dos ilustraciones muestran las vastas
diferencias en la forma en que las
enfermedades catastróficas afectan a las diferentes
personas. Algunos se
demoran meses o aun años al experimentar una
remisión de la propagación del
cáncer. Entonces de repente son derribados de nuevo.
Otros mueren
rápidamente después de darles primero el
diagnóstico. Es imposible para el
doctor decirle al paciente y a la familia con
certeza cuánto tiempo tienen. De la
actitud del paciente depende mucho.
Reacciones de los que tienen enfermedades
incurables
Estudios extensos han sido realizados en años
recientes con relación a las
reacciones de las personas que están terminalmente
enfermas. La doctora
Elizabeth Kubler-Ross y Carl Nighswonger han
trabajado intensamente en esta
área y nos han dado información sobre el progreso en
la actitud y modo de
pensar del paciente.f119 Ellos mencionan las siguientes
etapas, las cuales ni son
delineadas claramente, ni son necesariamente
progresivas en cada paciente.
Negación. La primera reacción de la mayoría de los pacientes
cuando recibe la
noticia que tienen enfermedad incurable es la negación.
Dicen: “No lo creo. No
puede ser verdad.” O pueden decir: “Esto no me está
sucediendo de verdad.
Los del laboratorio han confundido los informes con
los de otro paciente.”
Comienzan a hablar acerca del hecho de tener solo
cuarenta y cinco años y sus
parientes han vivido setenta años. Pueden aun ir a
otro médico o a otra ciudad
y someterse a exámenes más extensos. Pueden mostrar
más vigor ahora que
antes del diagnóstico y hacerse creer a ellos mismos
que se están sintiendo
mejor.
Cólera. La cólera es la etapa siguiente. Estos pacientes se vuelven
furiosos
contra Dios, sus familiares, sus médicos, su trabajo
y otros. Sienten que Dios
los ha tratado injustamente. Una mujer que había
perdido a su esposo dijo:
‘Sentíamos que Dios nos había hecho una mala jugada
cuando primero nos
dimos cuenta de que mi esposo tenía una enfermedad
incurable.” Ellos critican
fuertemente al médico por no haber descubierto la
enfermedad antes. Acusan a
otros por no darse cuenta de esto con tiempo para
hacer algo. Ellos preguntan:
“¿Por qué no podría haberle sucedido a otra
persona?” Sienten que tienen
mucho todavía para hacer en la vida. Si están en el
hospital resisten colaborar
con el equipo de enfermeras. Resienten el hecho de
haber perdido la autonomía
sobre sus cuerpos y que ahora otros les están dando
órdenes acerca de su
cuerpo y su comportamiento.
El pastor y los otros líderes cristianos necesitan
prestar atención a lo que está
sucediendo al paciente cuando pasa por esta etapa.
Algunas veces nos
sentimos tentados a juzgarlos y decirles que su
cólera es inapropiada. El mejor
ministerio pastoral para estas personas es la
aceptación de sus sentimientos de
furia. Si estuviéramos en esa posición,
probablemente estaríamos manifestando
las mismas emociones. El pastor puede esperar
cólera. Si no la encuentra en la
superficie, probablemente está reprimida mientras
que él está presente en el
cuarto. A veces los miembros de la familia
informarán que el paciente está
colérico e indispuesto cuando otros no están
presentes. Si el pastor no
encuentra ira, puede sospechar que el paciente está
encubriendo sus
emociones.
Regateo. Durante el estado del regateo la persona reconoce
que el malestar es
real, es real lo que le está sucediendo y la muerte
es inevitable. La persona
empieza a regatear con Dios, pidiendo más tiempo.
Expresa su deseo de
continuar viviendo hasta que una meta importante sea
alcanzada por ella o algún
miembro de la familia. Pide sólo un poco más de
tiempo hasta que su nieto se
haya graduado de La escuela secundaria o la universidad.
Si logra esta meta,
entonces la persona establece otra meta un poco más
lejana en el futuro y
comienza a esforzarse por alcanzarla.
Cuando el pastor visita durante esta etapa de
enfermedad, la persona expresa
felicidad por estar todavía viva y habla de la meta
inmediata que tiene por
delante. Aprenden a vivir con su cáncer y a hablar
acerca de él abiertamente.
Se dan cuenta de que deben aprovechar cada minuto
que tienen. Usualmente,
experimentan una intimidad mayor en su matrimonio y
en otras relaciones.
Pueden querer hablar con el pastor acerca de sus
intereses espirituales que son
de gran importancia para ellos ahora que se dan
cuenta que su tiempo es corto.
Depresión. La depresión está presente desde que la persona se
da cuenta de
que tiene una enfermedad incurable. A medida que la
enfermedad progresa, la
persona ve que hay poca o ninguna esperanza. La
persona se debilita
físicamente. La depresión se profundiza. La persona
se da cuenta de que está
gastando una gran cantidad de dinero en su tratamiento.
Se preocupa acerca de
los gastos médicos y del entierro. Se da cuenta de
que nunca podrá regresar al
trabajo y de que muchas metas que tenía en la vida
no serán logradas. El
paciente prefiere estar solo y duerme una gran parte
del tiempo. Los visitantes
no son tan importantes como antes. Algunas veces el
equipo del hospital o los
miembros de la familia deben despertar al paciente y
presionarle para que tome
los medicamentos y para que atienda otras
necesidades.
Cuando el pastor visita durante esta etapa de la
enfermedad, encuentra que las
personas tienen pocos deseos de hablar. Usualmente
dejan que el pastor tome
la iniciativa para decir lo que está sucediendo en
la iglesia y entre las personas
de la comunidad. Por lo general están contentas con
la lectura de un pasaje
corto de la Biblia y una oración breve. El pastor
necesita poder responderles
donde están y no pensar que tiene que intentar
levantar sus ánimos. Por el
contrario, debe responder en una manera calurosa y
amigable y asegurarles de
su amor e interés por ellas y los miembros de su
familia.
Aceptación. Los pacientes alcanzan una etapa en la que aceptan
su
enfermedad y la verdad de lo breve de su tiempo.
Usualmente se vuelven más
tranquilos. Dependiendo de la enfermedad, pueden
perder la fuerza y aun la
conciencia en los últimos días. Duermen más y
algunas veces solicitan que
ningún visitante venga a verlos. Los adultos algunas
veces solicitan que sus hijos
no vuelvan a visitarlos. Expresan muy poca emoción.
Muestran poco interés en
lo que está sucediendo en el mundo. Un paciente de
sesenta y cinco años me
dijo que él sabía que estaba muriendo y que no
quería preguntarle nada a nadie.
Dijo que él lo sabía por la forma de actuar de su
esposa cuando venía a
visitarlo, pero que él no quería conversar sobre el
tema con ella. Tampoco le
preguntaba al doctor acerca de su condición. Era
amigable, pero simplemente
no quería saber nada acerca de su futuro. Parecía
contento consigo mismo y
con su situación. En unos pocos días, murió
calmadamente.
Esperanza. La esperanza está presente desde los comienzos de
una
enfermedad incurable, pero disminuye a medida que
progresa la enfermedad.
Al principio, el paciente busca y experimenta con
todas las clases de
tratamiento y pone mucha esperanza en nuevas formas
de tratamiento que están
siendo desarrolladas. Algunos oran y creen que Dios
los va a curar. Un
prominente pastor de una iglesia en una gran ciudad
anunció que Dios lo curaría
después de que los cirujanos lo operaran y
declararon que solo tenía un tiempo
corto de vida. La iglesia tenía servicios de oración
que duraban toda la noche
para orar por la sanidad de él. Hasta su muerte
sostuvo que Dios lo curaría.
Después que murió, muchos de sus feligreses
insistían en que Dios lo había
curado de verdad de su enfermedad, pero que Dios lo
quería en el cielo con él.
A veces el paciente experimenta remisión a causa de
algún tratamiento. El
doctor y el paciente se regocijan por este hecho y
están agradecidos porque el
paciente tiene más tiempo. Algunas veces las personas
que creen que se
mueren, recobran su salud y viven normalmente por
largo tiempo. Es imposible
predecir cuándo morirán las personas. La esperanza
es un elemento importante
en sus vidas. Debemos animar siempre a las personas
a tener esperanza y fe en
el poder de Dios para curar. Como ministros, somos
agentes de la esperanza.
Podemos citar pasajes de la Biblia que animen a
todos a tener esperanza.
(<450502>450502>Romanos 5:2; <520103>520103>1
Tesalonicenses 1:3; <560102>560102>Tito 1:2; <600103>600103>1 Pedro
1:3).
El cuidado pastoral a los enfermos
desahuciados
El cuidado pastoral para los enfermos incurables
debe responder al paciente
desde su marco de referencia, dependiendo de donde
están en el proceso
particular de su enfermedad. La mayoría del tiempo
debe ser invertido en
escuchar para apoyar. Estas personas pueden querer
abrir sus corazones y
decirle al pastor cosas que han estado ocultas de
los demás. Pueden querer
tener tiempo para confesarse de pecado. Querrán
saber más acerca de Dios, la
muerte y la vida eterna. Querrán hablar acerca de
sus temores. O pueden
desear hablar acerca del futuro de su cónyuge o sus
hijos. El pastor debe estar
preparado para responder al paciente, dependiendo de
dónde está en su
estado mental y en su peregrinación espiritual.
El pastor siempre debe evitar el ir al cuarto del
enfermo con su propia agenda,
y especialmente cuando un miembro está muriendo.
Debe sentirse libre para
hablar con las personas acerca de la fe de ellas, y
la mayoría de las personas
estará ansiosa por aclarar cualquier pregunta o duda
que tenga. El pastor puede
afirmar la fe que percibe y escucha en las
expresiones del paciente. Puede
hablar calmadamente con él acerca de la necesidad de
confiar en Cristo al
enfrentar un futuro incierto.
A veces los miembros de la familia solicitan que el
pastor esté presente cuando
el médico tiene que decirle al paciente que tiene
una enfermedad incurable. El
pastor debe aceptar esta invitación, pero debe ser
cuidadoso de no actuar
como si Dios fuera a intervenir y cambiar el
diagnóstico médico. No deberá
ofrecer una cura divina, ni tampoco debe ser
fatalista y actuar como si la
situación fuera desesperante. Puede asegurar a las
personas de su interés por
ellas y su disposición para ir y ministrarles de
cuando en cuando. Es apropiado
orar en voz bien baja con la familia y solicitar la
ayuda de Dios en esta
situación. Además, debe estar disponible para hablar
con los diferentes
miembros de la familia cuando la oportunidad se
presente. Su cuidado pastoral
en esta ocasión es muy importante para el paciente y
los miembros de su
familia.
Conclusión
El pastor o laico ejercitará el cuidado pastoral y
la consejería dentro de una
armazón teológica que está basada en la Biblia y es
apropiado a los problemas
que las personas enfrentan en nuestros días.
Fundamental en este ministerio es
una teología que sea adecuada para satisfacer las
múltiples demandas de un
ministerio dinámico en un mundo cambiante.
La relación que establece el pastor o laico con
aquellos a quienes ministra será
el elemento principal para brindar cambio en la
actitud, creencia y
comportamiento. Por esta razón el pastor buscará
establecer y mantener una
relación que facilitará el ministerio. Hemos
enfatizado el lugar del ministerio de
presencia, porque esta presencia fue básica en el
ejemplo de Jesús cuando él se
identificó con las personas necesitadas de su
ministerio. Sus ejemplos nos
inspiran a darnos nosotros mismos en un ministerio
de encarnación para otros.
El pastor usará todo lo que ha podido aprender de
las disciplinas seculares
incluyendo las ciencias del comportamiento, en sus
intentos para ministrar.
Estas disciplinas serán suplementarias, la base para
el pastor será la teológica y
bíblica. Las verdades bíblicas nos dan las normas
para vivir exitosamente y, por
lo tanto, serán determinantes en nuestro ministerio.
El pastor eficaz y el seglar
aprenderán las aplicaciones apropiadas de estas
verdades y los momentos
apropiados para su utilización. Los recursos de la
Biblia, la oración, la
adoración individual y en grupos, y la meditación
privada serán valiosos medios
de ayuda para aquellos que ministran. Equipar a las
personas a escoger y
utilizar sabiamente entre estos recursos será un
ministerio significativo para
aquellos que están luchando con los problemas tanto
como para prevenir los
problemas futuros.
Hemos buscado señalar temas en la superficie y
debajo de la superficie que
hayan contribuido a los problemas que ocasionaron la
necesidad para el
cuidado pastoral y la consejería. Hemos evitado
deliberadamente el método
que ofrece respuestas estereotipadas, porque
sentimos que tienden a pasar por
alto los temas específicos, los cuales contribuyen a
la dificultad y la
individualidad de cada persona. El pastor y laico
pueden relacionarse con las
personas, explorar con ellas su situación, y de ese
modo ayudarles a obtener
una comprensión de cómo pueden trabajar hacia una
solución. A través del uso
de recursos espirituales que están disponibles en la
fe cristiana cada persona
puede encontrar la dinámica que él o ella necesita
para avanzar en nuevas
direcciones en su vida.
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