¿Estás bromeando? ¿Otro libro sobre iglecrecimiento?
Ya tengo varios en mi
biblioteca, y no los he leído todos. Ni siquiera he
comenzado a implementar los
pasos, principios y métodos que se recomiendan en
ellos. ¿Para qué
coleccionar más libros sobre el crecimiento de la
iglesia? Lo cual me recuerda
otro asunto que me perturba. ¿Cuántos pasos, claves
y principios pueden
existir? Un autor enumera tres, otro siete o diez o
doce. ¡Es para morirse! Ya
he cubierto pasos suficientes para subir la torre
Eiffel, y ¿qué tengo como
resultado?
Por cierto, el asunto está un poco enredado. Un
escritor nos asegura que las
células son la ola del futuro, otro fomenta las
escuelas dominicales, mientras
otro promueve patrones en el culto de adoración que
atraen a los inconversos.
Un autor aboga a favor de la predicación de sermones
bíblicos y expositivos,
mientras el otro recomienda los sermones cortos que
tratan temas que ofrecen
soluciones a las necesidades inmediatas de los
oyentes.
Uno me dice que debo organizar a los miembros para
una campaña de
visitación mientras que otro afirma que el
evangelismo personal y la visitación
son fósiles de una generación pasada. Un
conferencista cita las estadísticas para
probar que la mayoría de los que son ganados vienen
por medio de los cultos
de adoración. Dicen que la adoración es la “puerta
principal” de entrada, pero
otros insisten en que ahora la gente quiere entrar
por una “puerta lateral”,
refiriéndose a las actividades que llenan otras
necesidades de la gente. La
verdad es que a veces me es difícil hasta encontrar
la puerta de mi propia
oficina.
Esto me lleva a otra queja. ¿A quiénes están
hablando estos “expertos”?
Hablan de cultos que atraen a los perdidos por medio
de dramas, canciones de
alabanza y luces de teatro. ¡Deben de estar
bromeando! ¡Sería una gran
bendición si al menos pudiera encontrar a alguien
para ayudarme a preparar el
boletín semanal! ¿Luces de teatro y sistemas de
sonido de último modelo? Me
quedaría contento con reponer unas cuantas bombillas
fundidas y con utilizar un
micrófono que no fuera una reliquia. Y, hablando de
sistemas de sonido, el
poseer uno nuevecito no dará ningún resultado
positivo mientras el sordo de
don Tomás esté manejando los botones de control. Es
el presidente de los
diáconos, pero siente que su llamado es manejar los
controles del sistema de
sonido en la iglesia. Creo que necesita unos botones
con que entretenerse
mientras estoy predicando. ¿Cuántas veces será
necesario ajustar los controles
del micrófono mientras yo estoy predicando? ¿Cuántas
variedades de chillidos
puede producir un solo hombre con los controles?
Pensé que por fin había encontrado el anuncio de una
conferencia que me
ayudaría. Se titulaba: “Enfocando a los ‘boomers’.”f1 Armado con la convicción
de que esta táctica cambiaria el rumbo de nuestra
iglesia, fui en busca de estos
“boomers” en mi pueblo. Puesto que el censo mostraba
una población de
apenas seiscientos, decidí engrandecer mi escala de
acción para incluir a todo
el municipio. Esto me daba un total de cuatro mil
como esfera de acción.
¡Ahora podría darles duro a los “boomers”! Primero,
hice un estudio de las
estadísticas demográficas. Descubrí que había 397
“boomers” en el municipio,
y la mitad de ellos viven al lado opuesto del
pueblo, lo que significaría un viaje
de treinta y cinco minutos en coche. Me dije: “Eso
no es problema; soy un
pastor amigable, agresivo y ansioso de ver a mi
iglesia crecer.” Principié mi
encuesta telefónica con gran entusiasmo. Tomé esa
idea de una conferencia
sobre “teléfonos para ti”. (Iba a utilizar el correo
directo, pero la máquina
copiadora de la iglesia manchó las hojas. Pensé en
las carteleras publicitarias a
los lados de las avenidas, pero ya estaban ocupadas
con anuncios políticos.)
Los “boomers” con quienes logré hablar ya estaban
asistiendo a la iglesia
central de su sector. Me pregunté: ¿Cómo puede una
iglesia pequeña como la
nuestra apelar a los “boomers” que están
acostumbrados a todos los lujos de
una iglesia grande? Tal vez nuestro destino es
permanecer pequeños. No
importa. La mayoría de nuestros miembros dicen que
están felices con el
compañerismo íntimo de nuestra iglesia. Así podemos
conocernos por nombre.
Pero no me di por vencido. Determiné probar con una
conferencia más sobre
el crecimiento de la iglesia. El seminario sobre la
demográfica me sonó
atractivo. No estaba seguro de su significado, pero
el título me impresionó.
Descubrí la razón por la que mi pequeña iglesia no
estaba creciendo. Era que
nos habíamos equivocado en nuestra estrategia de
mercadeo. Eso era noticia
nueva para mí, puesto que no teníamos ninguna
estrategia de mercadeo.
Primero sería necesario hacer un estudio del medio y
determinar las
características de mi comunidad y sus intereses con
referencia a la iglesia. Al fin
capté el significado del término “la demográfica”.
Aprendí por medio del
método de “prueba y error” que la meta de enfocar
solamente a los “boomers”
en el municipio era demasiado pequeña. Pero este
conferencista habló de
términos raros usados en “la psicográfica”. No
entendí ni una palabra de lo que
decía. Parece que uno necesita ser científico
espacial para saber cómo hacer
que una iglesia crezca hoy en día. No sentía el
llamado para ser un ejecutivo;
simplemente quería ser pastor.
De verdad, me alegro de no haber entendido lo que
decía el conferencista
porque no podría haber soportado más rechazo de
parte de mi iglesia.
Descubrí que el mayor problema no era encontrar un
método que diera
mejores resultados que el método que ahora ni
siquiera teníamos; más bien el
problema era que cada sugerencia mía trajo la misma
respuesta: “Ya probamos
eso. No dio resultados.” A veces escucho el segundo
refrán: “Aquí no solemos
hacerlo así.” No entiendo esto. Si no podemos intentar nada que ya hemos
probado y no podemos hacer nada que no
haya sido intentado, ¿QUE
PODEMOS HACER? Esta es una pregunta retórica. Y sé la respuesta. Es
lo
mismo que hicimos el año pasado y el año anterior, y
el siglo anterior, y nos
dará los mismos resultados. ¡Nada de crecimiento!
¿Una iglesia para el siglo
veintiuno? Debe de estar bromeando. ¡Me encantaría
ser pastor de una iglesia
que reconociera que estamos en el siglo XX!
He sido pastor aquí durante cinco años y realmente
debiera saber que es mejor
no ofrecer nuevas ideas. El asunto fundamental es
que los miembros de mi
iglesia no quieren crecer. La última vez que hubo
crecimiento, hace viente años,
tuvieron que construir un edificio educativo. La
mayoría de los miembros no se
han recuperado de los efectos de haber tenido que
dar dinero extra para ese
edificio. Además, sería difícil tener que adaptarse
a gente nueva. Algunos de los
nuevos querrían ocupar puestos de liderazgo, y ya
todos los mejores puestos
están ocupados. El organizar nuevas clases es
traumático. Siempre alguien se
ofende cuando se dividen las clases y yo no quiero
herir a nadie.
Al fin y al cabo, ¿qué tiene de extraordinario el
crecimiento de una iglesia? La
única razón por la que los pastores se entusiasman
sobre el tema es la de
alimentar su ego. Quieren ver sus nombres en los
boletines de informe de la
asociación. A mi no me interesan los números. Me
interesa la calidad. Conozco
a todos en mi iglesia. Si se unieran más personas,
tendría que sacrificar ese
contacto personal con cada miembro. Ahora visito a
los enfermos, entierro a
los muertos y caso a los enamorados. Soy bien
respetado en mi comunidad.
De todas maneras, no tengo tiempo para asistir a
ninguna más de esas
conferencias sobre el crecimiento de la iglesia.
¿No le suena esto vagamente familiar? Representa un
resumen de las quejas y
comentarios que he escuchado mientras he dirigido
conferencias sobre
iglecrecimiento en varios sectores de mi país. Las
caras son distintas, pero las
reacciones son muy parecidas Muchos de los participantes
en las conferencias
salen más desanimados que cuando llegaron. Los
conceptos que se presentan
no encajan con su situación especial. Los que sirven
ya han sido utilizados
anteriormente en sus iglesias. Un pastor no puede
soportar tanto rechazo.
Muchos pastores ya están cansados de los métodos
nuevos que prometen
tanto y dan tan pocos resultados. Saben que
necesitan alcanzar a sus
comunidades, pero no piensan que sea posible, y
sinceramente, muchos no
están seguros si quieren intentarlo siquiera.
¿ESTAMOS CRECIENDO?
“Iglecrecimiento” ha llegado a ser un campo de
estudio, un tópico de interés
considerable y de debate, un negocio grande.
Conferencias sobre el tema han
sido patrocinadas por virtualmente todas las
denominaciones cristianas, a varios
niveles, enfocando desde la iglesia local hasta
convenciones nacionales.
Abundan los centros para el crecimiento, y
seminarios y universidades están
siguiendo la moda con cursos especiales. Abundan
libros, cintas
magnetofónicas, videos, estudios de mercadeo y modelos
sobre el tema. Más
personas están asistiendo a más conferencias y
comprando más materiales que
en cualquier tiempo en la historia de la iglesia.
Sin embargo, se detectan pocos
resultados visibles. Ciertamente algunas iglesias
están creciendo. La
“megaiglesia” ha llegado a ser “la historia de la
cenicienta” de esta década.
Cada día se añaden a la lista más iglesias. Pero,
¿será cierto que La Iglesia
verdaderamente está creciendo? ¿Se estará añadiendo
gente al reino de Dios
por medio de todas estas actividades? Esta es otra
pregunta que tenemos que
encarar en forma sincera.
No podemos mostrar un crecimiento substancial. La
verdad sin tapujos es que
el crecimiento de la iglesia no está manteniéndose
al mismo paso del aumento
de la población. La membresía total en los Estados
Unidos de América
aumentó un 28 por ciento entre 1960 y 1990, mientras
la población aumentó
con un 39 por ciento. Si la membresía hubiera
quedado a la par de la
población, habría un aumento de doce millones más de
miembros en el país hoy
(ver gráfica).
Tampoco el aumento en el número de iglesias ha
alcanzado en el nivel de
crecimiento de la población. El número de iglesias
en los Estados Unidos
aumentó un 7 por ciento desde 1960 hasta 1990. Si el
número de iglesias
hubiera aumentado en la misma proporción de la
población, hay día habría
otras 96.000 iglesias.
Otros autores y expertos en estadísticas han llegado
a las mismas conclusiones.
En un artículo en Christianity Today, Ken Sidey reconoció que parece que
nuestros principios de iglecrecimiento no están
dando resultados. Los
estadísticos como Gallup y Barna han documentado
fiel y consistentemente los
pobres resultados de los esfuerzos penosos de la
comunidad evangélica para
alcanzar a los estadounidenses inconversos. Estos
resultados han llevado a
algunos a concluir que el movimiento de
iglecrecimiento simplemente no está
dando resultados positivos. Mientras hay cierta
validez en este juicio, tenemos
que preguntarnos: ¿Cuál sería el estado de la
iglesia si no hubiéramos celebrado
conferencia alguna sobre iglecrecimiento ni
producido ningún libro para animar
y ofrecer ideas nuevas?
¿CUÁL ES EL PROBLEMA?
¿A quién echamos la culpa? ¿Será que las
estadísticas que mencionamos
previamente comprueban que el movimiento de
iglecrecimiento no está
funcionando? Por consiguiente, ¿es justo echar la
culpa a los conferencistas y
especialistas?¿Será que todavía no han descubierto
los métodos correctos para
alcanzar y conservar a una nueva generación que
aparentemente no responde a
los métodos que dieron resultados en generaciones
pasadas?
¿Es justo echar la culpa a las estructuras
denominacionales y al personal de la
denominación? Después de todo, ellos han sido
pagados para desarrollar
programas y materiales que den como resultado el
crecimiento en las iglesias.
¿No es así? Si estos siervos denominacionales no
fuesen tan anticuados,
nuestras iglesias experimentarían el crecimiento.
Además, su interés único es
vender materiales y programas, no hacer crecer las
iglesias. La verdad es que
algunos analistas del futuro piensan que las
denominaciones están en vías de
extinción. Tal vez debiéramos brindarles un “adiós”
cariñoso, ya que ellas
forman el corazón del dilema de iglecrecimiento.
No podemos dejar sin censura a los seminarios.
Después de todo, su tarea es
entrenar y equipar a ministros para desarrollar
iglesias conscientes de su
responsabilidad de la Gran Comisión. Seguramente que
una parte de la culpa
por la indiferencia actual de la iglesia debe
cargarse sobre el personal en los
seminarios. Son irremediablemente anticuados, según
mi pensar. El énfasis es
demasiado académico y teológico. De todas maneras,
los “boomers” no
quieren teología. ¿Por qué los seminarios no nos
enseñan lo que realmente da
resultados?
En un nivel más fundamental podemos culpar al pastor
local. Es la única
persona que realmente puede motivar y traer cambios
a su iglesia. Los pastores
de hoy simplemente no sienten un verdadero
compromiso con su llamado. No
están dispuestos a pagar el precio como los gigantes
de generaciones pasadas.
Están tan sofisticados que no quieren “ensuciarse
las manos” con tareas como
la de iglecrecimiento. Están buscando alguna fórmula
fácil que dé el crecimiento
instantáneo. Quieren una salida fácil, una manera de
hacer que su iglesia crezca
sin que les cueste demasiado trabajo. Han perdido su
pasión por el ministerio y
la evangelización. ¡Ellos tienen la culpa!
Mientras estamos echando culpas, no podemos dejar
fuera a los miembros de
las iglesias. La mayoría de las iglesias estaría
creciendo si los miembros no
fuesen tan indiferentes y faltos de consagración. No
quieren ni dar, ni visitar, ni
enseñar, ni ofrecerse como voluntarios para nada.
Simplemente no tienen
interés. Están más adaptados a las comodidades que
al evangelismo. Nosotros
los ministros anunciamos y promovemos programas de
visitación, pero
solamente unos pocos fieles llegan para participar.
Personalmente, estoy harto
de rogar a estas personas para dar y para ir. ¿Para
qué trabajar tanto para
alcanzar a personas en la comunidad, cuando los
miembros ni los hacen sentir
bienvenidos a los cultos? La gente de hoy quiere
recibir todo “en una fuente de
plata”, sin tener que hacer ningún esfuerzo. Quieren
tener a su disposición todos
los servicios sin costo alguno y sin compromiso de
su parte. Simplemente
quieren entretenimiento y diversión.
Por supuesto, podríamos culpar al mundo. Ya no
estamos viviendo en los
“buenos tiempos pasados”, cuando la gente asistía a
la iglesia sin falta. En aquel
entonces, ningún hombre de negocios que se respetara
a sí mismo pensaría
siquiera en dejar de asistir al culto de adoración
el domingo por la mañana. El
no hacerlo significaría un suicidio profesional.
Pero ya no es así. Hoy día se
llevan a cabo negocios en cualquier parte los
domingos en la mañana. Estamos
viviendo en una sociedad secularizada. A la gente en
general no les interesa ni
los asuntos espirituales ni la iglesia. No van a
sacrificar su día de recreo y
descanso para participar en las actividades de la
iglesia. No nos engañemos.
Estamos viviendo en una época post-cristiana, y hay
que acostumbrarnos a tal
hecho. Las cosas andan mal para la iglesia, y van de
mal en peor.
¡Huy, me alegro de haberme desahogado
sobre este tema! Es muy fácil
distribuir la culpa, ¿no es cierto? Tal vez mostró
su asentimiento a las
declaraciones expuestas. Por otra parte, tal vez se
enojó o se ofendió por
alguna de ellas. Examinémoslas de nuevo, pero esta
vez sin el propósito de
echar la culpa.
¿Qué acerca del movimiento del crecimiento de la
iglesia, de los autores y los
conferencistas? Muchos de ellos han sido utilizados
por Dios para inspirar a sus
iglesias a crecer. La mayoría de ellos son gente
sincera y solamente desean
ayudar a otras iglesias a experimentar el
crecimiento bíblico y balanceado. Lo
que hacen, lo hacen con un sentido de llamamiento.
Una vez más podemos
preguntar: ¿Cuál sería el estado de la iglesia hoy
en día si no fuera por los
pastores, profesores, y estadísticos levantados por
Dios, quienes se dedican a
la búsqueda de los métodos que dan resultados y
después los comparten con
otros?
Más aún, mi experiencia personal es que la gran
mayoría de los obreros
denominacionales son gente dotada de gran
integridad, quienes están sirviendo
a Dios en sus puestos actuales por su pasión por
ayudar a las iglesias locales.
La gran mayoría busca estar al tanto de los últimos
métodos para ministrar. Es
cierto que a veces las estructuras denominacionales
obstaculizan el crecimiento,
especialmente el cambio rápido, pero aún esa
dificultad puede asegurar la
estabilidad y la estructura. No creo que el
denominacionalismo esté
agonizando. Si acabáramos con las estructuras
denominacionales, nuestra
necesidad de la cooperación y el cuidado mutuo,
especialmente para las iglesias
más pequeñas, (las cuales son la gran mayoría),
demandaría que volviéramos a
construir las estructuras denominacionales
ministeriales en forma parecida.
Podríamos hacer algunos comentarios sobre los
seminarios y sus profesores.
La gran mayoría está sirviendo con gran sacrificio
personal, motivados por un
sentido de llamamiento divino. Muchos seminarios
están trabajando
diligentemente para tratar los asuntos tanto
prácticos como teológicos que
conciernen el crecimiento de la iglesia.
Los pastores, por supuesto, reciben su porción de la
culpa, especialmente en el
nivel local. El enfoque del crecimiento de la
iglesia, específicamente la
dimensión del crecimiento numérico, ha creado
presión inimaginable sobre
algunos pastores para producir resultados numéricos
o buscar otro puesto de
servicio. En algunos casos el pastor es visto como
el único responsable por la
falta de crecimiento visible. No nos sorprende el
hecho de que el promedio de
tiempo que pasa el pastor en una iglesia es
solamente cuatro años. Ciertamente
hay algunos pastores apáticos sobre el crecimiento
numérico y se contentan con
recibir un sueldo. Pero por cada pastor que cae en
esta categoría hay
centenares que tienen pasión por el crecimiento de
su iglesia y por los perdidos.
La verdad es que muchos de los pastores indiferentes
han llegado a este estado
por estar tan desanimados con los pocos resultados
de sus grandes esfuerzos,
que casi se dan por vencidos, no sólo en cuanto al
crecimiento de su iglesia,
sino en cuanto a su ministerio. Muchos de estos
pastores, llamados por Dios,
podrían ser restaurados a un ministerio ardiente si
percibiesen una chispa de
deseo de los miembros y un rayo de esperanza para el
crecimiento de su
iglesia.
Muchos pastores que están desanimados quieren echar
la culpa a los laicos por
el lamentable estado de crecimiento de las iglesias
que se ve en muchas partes.
Y es verdad que hay laicos que temen y resisten los
cambios que acompañan el
crecimiento de la iglesia. Las personas carnales (o
quizá no verdaderamente
cristianas) que tienen puestos de liderazgo pueden
hacerle contrapeso al pastor
que siente el compromiso de la Gran Comisión.
Prefieren “jugar a la iglesita” en
vez de ser una iglesia. Mi experiencia ha sido, sin
embargo, que en toda iglesia
de todos los tamaños habrá lacios, hombres y
mujeres, comprometidos con una
pasión profunda y perdurable porque sus iglesias
crezcan y para alcanzar a los
inconversos en la comunidad. Muchos han estado
orando por un avivamiento
de esta magnitud en sus comunidades durante años.
Este remanente fiel es
como la leña que está esperando la chispa divina de
un incendio espiritual que
traerá un despertar divino.
Es cierto que hoy en día hay más secularismo que en
épocas del pasado. El
asistir a la iglesia ya no está de moda, como era en
el pasado: pero este hecho
puede resultar más una bendición que un mal. Los
“cristianos culturales”
perdidos son más difíciles de ganar que los
inconversos. Muchos se creen
cristianos porque han sido criados en una cultura o
en un medio con influencias
del cristianismo. El secularista no pretende ser
cristiano. Por eso, la iglesia del
siglo XXI posiblemente puede encararse con una
oportunidad mucho mayor de
alcance evangelístico que la iglesia actual en este
siglo. Para aprovechar tal
oportunidad, la iglesia necesita cambiar. ¿En qué
sentido debe cambiar y cómo
puede hacerlo?
¿ESTAMOS TRATANDO SÍNTOMAS?
Si nuestro enfoque del crecimiento de la iglesia
está basado solamente en
métodos, modelos y estrategias de mercadeo,
estaremos tratando meramente
los síntomas de la enfermedad que está robando a la
iglesia de su vitalidad. No
estamos tratando la verdadera fuente de la
enfermedad. Mientras estemos
hablando sólo de los síntomas,
persistiremos en el error de pensar que
podemos sanar la enfermedad con otro nuevo
método, programa, o
modelo. Estos, sean tradicionales o no, proveerán solamente el alivio
temporal
para los males que de verdad son graves. Si queremos sanar los problemas
que están impidiendo el crecimiento de la
iglesia, tenemos que
profundizarnos más todavía. No es tanto que nuestros programas, métodos y
estrategias de mercado sean anticuados; más bien el
problema fundamental en
las iglesias es de naturaleza espiritual.
El crecimiento de la iglesia no es producido por
medio de un programa, un
plan, o una estrategia de mercadeo. La mayor
necesidad de su iglesia no es una
comprensión más profunda de asuntos demográficos; es
una comprensión más
profunda de Dios. El crecimiento no es algo que
logramos o producimos en la
iglesia. No es resultado de ningún plan ni programa.
El crecimiento es el
resultado de una relación correcta con el
Señor de la iglesia. El crecimiento
de la iglesia es por definición una actividad
sobrenatural y por eso es realizada
en la iglesia por el mismo Señor. Cuando Jesús fundó
la iglesia, prometió que él
mismo la edificaría (<401618>401618>Mateo
16:18). Pablo, haciendo un recuento de su
ministerio en Corinto, declaró: “Yo planté, Apolos
regó; pero Dios dio el
crecimiento” (<460306>460306>1
Corintios 3:6).
¿CUAL ES LA SOLUCIÓN?
No se encontrará la solución el los métodos,
modelos, ni en estrategias de
mercadeo. No es que estos elementos no sean
importantes; simplemente no
son los primarios. El movimiento que enfoca del
crecimiento de la iglesia puede
haber producido, sin querer, una cierta actitud
carnal, creando así la ilusión de
que el crecimiento será resultado de la
implementación de ciertos métodos o
programas. Tal manera de pensar es equivocada y
carnal. “ESO”, refiriéndonos
a cualquier programa, modelo, método o estrategia de
mercadeo, no va a hacer
crecer su iglesia. Las Sagradas Escrituras nos
enseñan en forma clara e
insistente que Dios es el único que puede hacer
crecer su iglesia. El intento de
producir el crecimiento por medio de la utilización
de ciertos métodos es querer
hacer lo sobrenatural por medios naturales. Esto ha
producido una gran
confusión en muchas congregaciones, donde han
utilizado una serie de métodos
para avivar estas iglesias estancadas, pero sin
resultado positivo. En algunos
casos se han amontonado fracaso sobre fracaso, a tal
punto que algunas
iglesias sienten rechazo hacia el término “iglecrecimiento”.
Antes de que su reacción sea extrema, o antes de que
usted piense que la mía
lo es, quiero aclarar que no estoy hablando en
contra de los métodos, modelos
y estrategias de mercadeo, ni de programas. Dios no
es un Dios de confusión.
El obra por medio de la instrumentalidad humana, y
utiliza la estrategia y la
organización. Las Escrituras están llenas de
ilustraciones donde Dios obra en
forma sobrenatural por medio de personas que tenían
una estrategia muy clara.
Simplemente estoy diciendo que el programa no es
asunto primordial ni central
para lograr el crecimiento. La gran variedad de
métodos y programas que se
utilizan en todas partes con resultados positivos es
un testimonio poderoso de
esta verdad. El asunto crítico es la investidura sobrenatural del poder de
Dios en la iglesia, lo cual ocurre cuando
la iglesia permanece en una
relación correcta con su Cabeza,
Jesucristo.
Por lo tanto, este libro constituye la base para los
otros libros sobre la
metodología de crecimiento de la iglesia. Trata la
cuestión céntrica: “¿Cuál es el
carácter de la iglesia que Dios ha escogido como
instrumento por el cual va a
obrar?” Durante mucho tiempo hemos reconocido y
enseñado que es el
carácter del individuo que al fin y al cabo
determina sus acciones y su
efectividad. Creo que es igualmente verdadero que el carácter de la iglesia
determinará finalmente su capacidad para
crecer.
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