Aimée Cabrera.
La comunidad de la parroquia de Nuestra
Señora del Carmen en la capital despidió a quien fuera su párroco por un
período de 3 años. El Padre Jaime, como todos lo llamaban continuará su misión
ahora en Quito, Ecuador.
Cuando llegó este sacerdote de la Orden de
los Carmelitas Descalzos (OCD) al templo de la Calle Infanta entre Concordia y
Neptuno era reciente el fallecimiento de
Teodoro Becerril quien estuviera al frente de la parroquia por más de 50
años.
Las comparaciones y algunas críticas no se hicieron esperar; mas
triunfó la empatía que el carisma del padre colombiano logró con la mayoría de
los parroquianos, así como con quienes viven por los alrededores, ocurrió una transformación positiva que siempre se
agradecerá.
El
Grupo de la Tercera Edad se reunía con él cada miércoles a media mañana
y era el espacio para aprender de todo un poco, su buen temperamento y
disposición de escuchar a todos hizo de ese momento uno de los más cálidos de
la Comunidad.
También todos recuerdan el estudio bíblico
que impartía cada martes en la noche, o la hora de oración que celebraba cada viernes
al final de la misa en el teatro de la iglesia y la misa de sanación el último
viernes en el mismo horario. Entre sus ocurrencias y la risa de los presentes
su enseñanza logró muchos momentos de
espiritualidad en cada actividad que dirigía.
Como Buen Pastor visitaba enfermos y estaba
al tanto de cada detalle de la catequesis de niños. Frecuente fue ver adultos
preparándose para el bautizo y el templo lleno de padres con sus bebés para que
recibieran el sacramento de manos del carismático Padre.
En el tiempo en que estuvo en El Carmen se
preocupó también por la vida cultural llevando a artistas, coros y músicos
cubanos y foráneos que deleitaron a los asistentes con sus repertorios. Por
eso, la misa del sábado 1ro de febrero fue tan especial.
Era la despedida del Padre Jaime y la iglesia
se llenó como en Navidad o en Pascua. Al final una larga fila se mantuvo en
orden para darle la mano, un abrazo o un
beso. Muchos, hasta él, lloraron de la emoción. Por la bendición de haberlo
conocido; son unos cuantos quienes ruegan volver a verlo, en la Iglesia del
Carmen, inmerso en su labor entre risas, gozo y humildad.
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