viernes, 7 de febrero de 2014

En el gozo y la h:mildad.




Aimée Cabrera.
La comunidad de la parroquia de Nuestra Señora del Carmen en la capital despidió a quien fuera su párroco por un período de 3 años. El Padre Jaime, como todos lo llamaban continuará su misión ahora en Quito, Ecuador.
Cuando llegó este sacerdote de la Orden de los Carmelitas Descalzos (OCD) al templo de la Calle Infanta entre Concordia y Neptuno era reciente el fallecimiento de  Teodoro Becerril quien estuviera al frente de la parroquia por más de 50 años.
Las comparaciones y  algunas críticas no se hicieron esperar; mas triunfó la empatía que el carisma del padre colombiano logró con la mayoría de los parroquianos, así como con quienes viven por los alrededores, ocurrió  una transformación positiva que siempre se agradecerá.
El  Grupo de la Tercera Edad se reunía con él cada miércoles a media mañana y era el espacio para aprender de todo un poco, su buen temperamento y disposición de escuchar a todos hizo de ese momento uno de los más cálidos de la Comunidad.
También todos recuerdan el estudio bíblico que impartía cada martes en la noche, o  la hora de oración que celebraba cada viernes al final de la misa en el teatro de la iglesia y la misa de sanación el último viernes en el mismo horario. Entre sus ocurrencias y la risa de los presentes su enseñanza logró muchos  momentos de espiritualidad en cada actividad que dirigía.
Como Buen Pastor visitaba enfermos y estaba al tanto de cada detalle de la catequesis de niños. Frecuente fue ver adultos preparándose para el bautizo y el templo lleno de padres con sus bebés para que recibieran el sacramento de manos del carismático Padre.
En el tiempo en que estuvo en El Carmen se preocupó también por la vida cultural llevando a artistas, coros y músicos cubanos y foráneos que deleitaron a los asistentes con sus repertorios. Por eso, la misa del sábado 1ro de febrero fue tan especial.
Era la despedida del Padre Jaime y la iglesia se llenó como en Navidad o en Pascua. Al final una larga fila se mantuvo en orden para darle la mano, un  abrazo o un beso. Muchos, hasta él, lloraron de la emoción. Por la bendición de haberlo conocido; son unos cuantos quienes ruegan volver a verlo, en la Iglesia del Carmen, inmerso en su labor entre risas, gozo y humildad. 


   

No hay comentarios: