jueves, 19 de septiembre de 2013

"LA ESPERANZA NO DEFRAUDA"



 Romanos 5,5 Saludo inicial Queridos hermanos y hermanas: los obispos de Cuba, dentro de la celebración del Año de la Fe, nos dirigimos a ustedes sacerdotes, diáconos, religiosos y religiosas, a los fieles laicos y a todos los cubanos, con el propósito de compartir esta Carta Pastoral que desea aumentar en nuestros corazones la esperanza que debe animar a cada persona y a cada pueblo. Esta invitación a la esperanza parte de nuestra fe cristiana, de la buena voluntad y de la necesidad y el deber de buscar entre los cubanos un futuro mejor para todos.
La Virgen de la Caridad nos abre un camino de esperanza
2. Al dirigirnos a ustedes en esta ocasión tenemos motivos para estar alegres y confiados en el Señor, pues en esta búsqueda y siembra de esperanza contamos con la presencia maternal y convocante de nuestra Patrona, la Virgen María de la Caridad del Cobre. Todavía permanece vivo en nuestra memoria el gozo que hemos experimentado al celebrar, en el pasado 2012, el Año Jubilar por los 400 años del hallazgo y presencia de su bendita imagen en medio de nuestro pueblo. Ella quiso permanecer entre nosotros como Madre de la Caridad y Madre de los cubanos. A esta celebración fueron invitados todos sus hijos, también los dispersos por el mundo, que se unieron a ella de diversas maneras.
3. Con el lema "A Jesús por María, la Caridad nos une", la Virgen María de la Caridad una vez más nos unió, pues a lo largo de cuatro siglos "los cubanos nos hemos encontrado siempre juntos, sin distinción de razas, clases u opiniones,
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en un mismo camino: el camino que lleva a El Cobre" 1.
4. Nunca fue más cierta esa unidad en la Caridad que en las pequeñas, grandes y hasta multitudinarias procesiones y peregrinaciones de cubanos que acompañaron la venerada imagen de la Virgen Mambisa en su recorrido por toda la geografía insular. Allí se encontraban el sacerdote y el ingeniero, el militar y el civil, el policía y el recluso, el niño y el anciano, el campesino y el de la ciudad, el católico y el que practica otras creencias religiosas, el funcionario del gobierno y el que se considera opositor, la embarazada y la madre que perdió a su hijo, el que reside en Cuba y el que vive fuera, y muchos volvieron a hablarse, e incluso abrazarse y reconciliarse después de años de estar disgustados y distanciados.
5. Nuestra Madre de la Caridad nos acogió a todos y nos cobijó con su manto, recogió las plegarias dichas a viva voz y las que quedaron en el silencio del alma, y todas las presentó a su Hijo Jesucristo. Al igual que hizo el apóstol san Juan al pie de la Cruz, también nosotros la hemos acogido a ella, como madre, en nuestro corazón y en nuestra casa (Jn. 19,27).
La visita de dos Papas marca nuestra historia con un signo de esperanza
6. Otros dos acontecimientos de profundo sentido religioso han marcado nuestra historia reciente con el signo de la esperanza. En menos de quince años tuvimos la oportunidad de ser visitados por dos Papas. El primero fue el beato Juan Pablo II, tan cercano a nuestra Patria e Iglesia, a las que guardaba de modo especial en su corazón y siempre anheló visitar.
7. Juan Pablo II llegaba a Cuba en los momentos todavía difíciles del llamado “período especial”, en medio de la desesperanza ciudadana ante un futuro incierto y el creciente desencanto por una propuesta ideológica que, en
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sus vertientes económicas y sociales pareció ser la solución de todos los males, pero que empezaba a ser cuestionada, en mayor o menor grado, por la población. A su vez, se comenzaba a dar marcha atrás a las tímidas reformas socioeconómicas iniciadas poco antes, por lo que muchos cubanos volvieron a buscar la solución a su desesperanza en una emigración que los llevara a otras tierras.
8. En medio de esta realidad, al iniciarse el año 1998, el Papa Juan Pablo II vino como “Mensajero de la Verdad y la Esperanza” a confirmar a los católicos en la fe, a proponer la Verdad inmutable de Jesucristo, a invitarnos a poner nuestra confianza en el Dios que no defrauda, y sin el cual poco podemos hacer (cf. Jn.15,5) y a exhortarnos a buscar entre todos, partiendo de nuestras raíces cristianas, soluciones que hicieran despertar en los cubanos la Esperanza.
9. La presencia frágil del Santo Padre, ya enfermo, y su palabra enérgica se ganaron un espacio en el corazón de los cubanos. El alma cubana y la Iglesia que está en Cuba no fueron las mismas después de aquella memorable visita. Aquel vibrante llamado suyo: “No tengan miedo de abrir sus corazones a Cristo, dejen que Él entre en sus vidas, en sus familias, en la sociedad, para que así todo sea renovado"2, estremeció el alma de los cubanos y, como efecto de su visita, no sólo recuperamos el feriado de la Navidad, sino que muchos desempolvaron la memoria religiosa por un tiempo adormecida o escondida y no pocos descubrieron, y otros redescubrieron, la Verdad que no cambia, que no viene de hombre alguno porque es de Dios y un buen número de cubanos comenzó a sentir sed de lo realmente espiritual, la necesidad de acercarse a la fe y a recibir los sacramentos de la Iglesia.
10. Y como si Dios quisiera insistir en su amor por este pueblo, trece años después nos visitó el hoy papa emérito Benedicto XVI. Un papa que viajaba poco por motivos de edad hizo la opción de incluirnos en uno de los últimos
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viajes de su pontificado. Esto no lo olvidamos los cubanos, pues él quiso acompañarnos como “Peregrino de la Caridad” en el Año Jubilar Mariano que celebramos en 2012. Como lo hemos hecho millones de cubanos en cuatro siglos, Benedicto XVI se arrodilló como un hijo más ante la imagen bendita de nuestra Madre de El Cobre y, como el buen pastor que ama a sus ovejas, confió a María el futuro de nuestra Patria "para que avance por caminos de renovación y esperanza, para el mayor bien de todos los cubanos”3 . A Ella presentó también "las necesidades de los que sufren, de los que están privados de libertad, separados de sus seres queridos ... de los jóvenes, de los descendientes de aquellos que llegaron aquí desde África ... de los campesinos”4. Y nos prometió que continuaría "rezando fervientemente" para que sigamos caminando hacia adelante "y Cuba sea la casa de todos y para todos los cubanos, donde convivan la justicia y la libertad, en un clima de serena fraternidad”5.
La palabra divina y humana de la Iglesia anima nuestra esperanza
11. Juan Pablo II y Benedicto XVI evidenciaron no sólo la dimensión religiosa, sino también la dimensión humana y social de la misión evangelizadora de la Iglesia. Ambos se refirieron a la realidad espiritual y social de los cubanos en la hora presente y de cara al futuro. La Iglesia de Cristo no puede quedarse encerrada en sí misma y satisfecha con atender sólo a quienes la conforman. Juan Pablo II nos había dicho: "El servicio al hombre es el camino de la Iglesia"6 y este servicio al hombre lo brinda la Iglesia sin distinción de personas por su religión, raza, edad, sexo, condición social o pensamiento político.
12. La Iglesia, pues, existe para hacer presente e inolvidable a Jesucristo, anunciar su Evangelio y servir de este modo a la humanidad. Juan Pablo II, en su discurso al llegar a Cuba, expresó su "convicción profunda de que el
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mensaje del Evangelio conduce al amor, a la entrega, al sacrificio y al perdón, de modo que si un pueblo recorre ese camino es un pueblo con esperanza de un futuro mejor”7. Nos invitó a construir ese futuro "guiados por la luz de la fe, con el vigor de la esperanza y la generosidad del amor fraterno", para lograr así "un ambiente de mayor libertad y pluralismo"8. De modo semejante Benedicto XVI hizo un llamado a los cubanos “para que den nuevo vigor a su fe, para que vivan de Cristo y para Cristo, y con las armas de la paz, el perdón y la comprensión, luchen por construir una sociedad abierta y renovada, una sociedad mejor, más digna del hombre, que refleje más la bondad de Dios”9.
13. No hay otro modo de ser y hacer Iglesia, también aquí en nuestra Patria, donde el Señor nos llama a consagrarnos a Él anunciando el Evangelio y sirviéndolo en cada uno de nuestros hermanos. Es así como, al observar la realidad que vivimos, al escuchar y sentir en nosotros los anhelos, las esperanzas y las frustraciones de los hijos de Dios en esta tierra, con la confianza puesta en el Señor y alentados por el amor de Nuestra Madre de El Cobre, los obispos estamos presentando a nuestros fieles y a todos los cubanos este mensaje.
El común destino de los bienes materiales y la libertad son fuentes de esperanza
14. Entre las diferentes opciones que se presentan en la búsqueda del bien común la Iglesia opta por aquella que defiende y promueve la libertad responsable del hombre. "Resulta conmovedor –en palabras del papa Benedicto XVI– ver cómo Dios no sólo respeta la libertad humana, sino que parece necesitarla"10 . En efecto, la libertad es un don precioso que Dios regala al ser humano, que ha sido creado varón y hembra, a imagen y semejanza de Dios, "para ser fecundos y multiplicarse, dominar los peces del mar, las aves del cielo y todos los animales que se mueven en la tierra" (cfr. Gén. 1,2728). Toda la humanidad, y en ella nosotros cubanos, estamos llamados a disfrutar de aquella libertad querida por Dios que permite al hombre obtener
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para sí y su familia los frutos de un trabajo digno y participar de las decisiones que le afectan en su futuro personal, familiar y social.
15. Sin embargo, no basta con eso, ya que el mismo relato de la Creación nos habla del destino universal de los bienes. Dios quiere también que el hombre viva responsablemente esa libertad. En la narración bíblica, cargada de simbolismo, del asesinato de Abel a manos de su hermano Caín, como consecuencia de celos y envidias de este último, el asesino se esconde e intenta ocultarse de Dios que le pregunta por el crimen: “¿Dónde está tu hermano?”, y Caín le da una respuesta falsa e irresponsable: "No lo sé. ¿Acaso soy yo guardián de mi hermano?" (Gén. 4, 9). Esto nos enseña que la libertad del hombre tiene un límite, no puede el ser humano buscar su propio bien olvidando o aun despreciando u oprimiendo a su hermano. Por eso Jesús, quien entregó su vida por nosotros, nos manda encarecidamente: "Ámense unos a otros como Yo los he amado" (Jn. 15, 12).
16. Si nuestro modo de ver la vida está realmente fundado en la fe cristiana o, sin tener esa fe, respetamos a los demás y queremos crecer en humanidad, entonces “yo sí debo ser responsable de mi hermano”. Tener en cuenta al otro, ayudándolo, ése es uno de los límites esenciales de mi libertad. El "sálvese quien pueda" y el "yo soy libre de hacer lo que quiero" no es la libertad de los hijos de Dios. Sin embargo, el egoísmo humano puede expresarse de variadas maneras, a veces aparentemente contradictorias. La estructuración y organización de las sociedades y gobiernos, tanto ayer como hoy, pueden generar grupos de poder que no siempre representan a todos y no se interesan por aquellos que están fuera de su círculo de pertenencia. Estos grupos anteponen sus intereses a los de sus semejantes, a quienes llegan a ignorar, e incluso, aniquilar socialmente.
17. Lo dicho en el párrafo anterior evidencia un egoísmo colectivo que será siempre un crimen escandaloso ante
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Dios, quien sigue demandando una respuesta a los egoísmos individuales y colectivos de hoy: "¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra" (Gén. 4,10). Todos debemos ser responsables los unos de los otros y compartir, aquí y ahora, un espacio, un tiempo y un destino común. Nadie puede reclamar libertad para sí y negarla a otros, o procurar el propio bien y desinteresarse del ajeno. La libertad que Dios concibe para el hombre es una libertad responsable por la vida y el destino de quienes están a nuestro lado. Sí, ¡somos los guardianes de nuestros hermanos!
18. El Gobierno, por otra parte, tiene la obligación de procurar el bien de todos los ciudadanos y la mejor manera de lograrlo es teniendo en cuenta los justos intereses de cada grupo humano o región que compone nuestra sociedad. Un gobierno responsable del destino común de los ciudadanos debe compartir también su responsabilidad de cuidar de todos con ellos mismos. Así se evita el paternalismo estatal. Este es, también, el mejor modo de evitar la inercia social que posibilita, en muchos, la respuesta irresponsable de Caín: “no tengo nada que ver con mi hermano”.
19. El Estado participativo debe sustituir definitivamente al estado paternalista. No se debe temer al desarrollo de una autonomía social fuerte y responsable, potenciada desde la base y de acuerdo con las normas de la convivencia civilizada, capaz de desarrollar un trabajo fraterno, según los grupos de interés y las necesidades específicas que unen y animan a diversos grupos humanos en la búsqueda de soluciones propias, sin necesidad de esperar las respuestas y soluciones desde arriba. Esto es lo que la Doctrina Social de la Iglesia llama principio de subsidiaridad y es, en sí mismo, uno de los fundamentos de una sociedad abierta y solidaria.
Los cambios alientan la esperanza de nuestro pueblo
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20. Cuba ha cambiado en los últimos años. El presente no se parece a los años pasados. Tampoco los cubanos de hoy somos iguales a los cubanos de veinte o cuarenta años atrás. Es normal que así sea. Tomando como parámetros algunos hechos históricos vemos que la carta pastoral de los obispos de Cuba "El amor todo lo espera", publicada en 1993, contenía varias solicitudes, de las cuales algunas de ellas ya se han alcanzado y otras están aún pendientes. Una nueva generación de cubanos, nacida en estas últimas décadas, tiene su propia interpretación de nuestra realidad, con sus aspiraciones e intereses propios, diferentes de los que tuvieron sus antecesores. Esta generación vive con el firme deseo de que no sólo el presente sea mejor que el pasado, sino que el futuro sea mejor que el presente.
21. Se ha abierto así una etapa de nuestra historia que comienza a mostrar nuevas posibilidades cuando se ponen en práctica en el país un conjunto de medidas que inciden en el entorno económico, social y, hasta cierto punto, político. En las reformas incipientes que se inician vemos ya un reflejo claro, aunque aún incompleto, de demandas largamente anheladas por la población cubana. Somos testigos de algunos cambios, por ejemplo: el retorno de las escuelas secundarias e institutos preuniversitarios a las ciudades, que acerca a los adolescentes y jóvenes a sus familias, la puesta en libertad de presos por sus ideas políticas y otras causas, el usufructo de tierras para el cultivo, la eliminación de ciertas medidas restrictivas que atentaban contra la dignidad de los ciudadanos por ser limitaciones impuestas a la libertad misma de los cubanos, como son las prohibiciones de hospedarse en los hoteles, de crear una pequeña empresa privada o familiar, vender y comprar propiedades o viajar al exterior, etc.
22. Los obispos de Cuba queremos ver en todo esto, tal como expresamos en la Carta Pastoral antes citada y cuyo vigésimo aniversario estamos conmemorando, el inicio de un proceso de reformas siempre más amplias en bien de la
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población y de las nuevas generaciones de cubanos. Confiados en el Señor esperamos que estas reformas, al igual que otras acciones que consideramos necesarias, lleguen ciertamente a alcanzarse, pues experimentamos apremio en la ciudadanía con respecto a esas aspiraciones, ya que en ello tienen puestas sus esperanzas muchos de nuestros conciudadanos. La mejor herencia que podemos dejar a las generaciones futuras es, precisamente, trabajar por lograr un presente mejor.
23. La urgencia de estos cambios encuentra su fundamento en una experiencia vivida desde las limitaciones, la escasez, la falta de progreso personal o familiar de no pocos cubanos, quienes sienten que la vida se acaba con el paso de los años sin poder concretar las aspiraciones propias de todo ser humano y familia. Entre los más jóvenes hay muchos que no vislumbran aún las condiciones para realizar su proyecto de vida, sobre los cuales incide, con gran atracción, la posibilidad de encontrarlo en otros países.
24. Es comprensible que existan resistencias internas a cualquier cambio, y no es difícil constatarlo porque los cambios siempre crean incertidumbre respecto al futuro. Esta resistencia se debe también a una mentalidad, o modo de pensar, sustentada en los factores ideológicos que estuvieron en su origen y desarrollo, que se han prolongado en el tiempo sin tener en cuenta que nuestra realidad ha evolucionado y, por ello, actualmente no pocos advierten los aspectos que resultan obsoletos y no viables de esa visión estática de la realidad.
Para que se afiance la esperanza debemos superar nuestra pobreza
25. En nuestro continuo andar por las comunidades parroquiales y casas de misión se hace presente dolorosamente a nuestros ojos, como cubanos y como pastores, la pobreza tan extendida todavía en nuestro país.
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Es la pobreza material, producto de salarios que no alcanzan para sostener dignamente a la familia, así como otras formas de pobreza que afectan a las personas más vulnerables y desamparadas, aun cuando existe una preocupación social por atender a quienes afrontan esta situación.
26. En Cuba, además, a este tipo de pobreza, debemos añadir la de algunos grupos sociales que normalmente no deberían sufrirla, entre otros, la pobreza material del ingeniero y del trabajador de la cooperativa agrícola, del médico o la maestra, del deportista que da gloria a su patria, o la del pescador cuyo trabajo ingresa divisas al país.
27. Estos mismos hombres y mujeres que experimentan limitaciones económicas son, con toda razón, por su nivel de instrucción y deseos de mejorar su propia vida y la del país, los que más pueden ayudar a eliminar la pobreza. A pesar de sus dificultades económicas Cuba tiene una tradición histórica de recuperación y unos cimientos científicotécnicos sobre los cuales pueden edificarse las reformas que el país necesita.
28. Esto último, que se conoce como capital humano, es altamente apreciado en el mundo moderno y ha estado, desde tiempo atrás, en espera de una oportunidad para desarrollar y poner al servicio propio y de la sociedad la incalculable potencialidad de los conocimientos adquiridos en nuestras escuelas y universidades. Con la falta de oportunidades y la emigración se ha perdido mucho y se sigue perdiendo esa riqueza que está llamada a multiplicarse en Cuba. Todo plan de reforma debe contar con esta riqueza humana que también ha costado y cuesta recursos a la nación.
La realización personal es necesaria para la esperanza
29. Cualquier proyecto social debe abrir espacios para
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los proyectos de vida personal y familiar de los ciudadanos y deben armonizarse mutuamente. Al no haber correspondencia entre el proyecto social y el personal se genera la frustración, y éste es uno de los factores que potencian el deseo de emigrar, sobre todo, entre los jóvenes.
30. En el “Amor todo lo espera” indicábamos que “más que medidas coyunturales de emergencia, se hace imprescindible un proyecto económico de contornos definidos, capaz de inspirar y movilizar las energías de todo el pueblo”11 . Las aspiraciones de superación personal deben ser alentadas para lograr así una sociedad civil vigorosa que será siempre un bien necesario para todo país que aspire a una sana prosperidad social y económica, sostenida por sólidos pilares morales y espirituales. Sólo un contexto humano personalizado puede presentar los valores y desarrollar las virtudes que tanto reclama y necesita nuestra sociedad.
Las esperanzas de un futuro mejor incluyen también un nuevo orden político
31. Como ha venido ocurriendo en el aspecto económico, creemos imprescindible en nuestra realidad cubana una actualización o puesta al día de la legislación nacional en el orden político. Desde hace algún tiempo han surgido incipientes espacios de debate y discusión en diferentes instancias y ambientes, en ocasiones creados por los mismos ciudadanos: intelectuales, jóvenes y otros que, desde la base, han expresado de distintos modos su visión de los cambios necesarios en Cuba con opiniones y propuestas serias y diversas.
32. Esto indica que Cuba está llamada a ser una sociedad plural, siendo la suma de muchas realidades cubanas o, en otras palabras, Cuba es la nación de todos los cubanos, con sus diferencias y aspiraciones, aunque no siempre haya sucedido así. Debe haber derecho a la diversidad con respecto al pensamiento, a la creatividad, a la búsqueda de
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la verdad. De la diversidad surge la necesidad del diálogo.
El diálogo entre cubanos abre un camino de esperanza
33. Así como los obispos lo hemos expresado en repetidas ocasiones a lo largo de las últimas décadas, el diálogo entre los diversos grupos que componen nuestra sociedad es el único camino para lograr y sostener las transformaciones sociales que tienen lugar en Cuba, pues el diálogo siempre es enriquecedor porque brinda posibilidades de aportar nuevas ideas y soluciones a los problemas o conflictos que se afrontan.
34. Como lo ha indicado el Papa Francisco en su reciente visita a Brasil: “Cuando los líderes de diferentes sectores me piden un consejo, mi respuesta es siempre la misma: diálogo, diálogo, diálogo. El único modo de que una persona, una familia, una sociedad, crezca; la única manera de que la vida de los pueblos avance es la cultura del encuentro, una cultura en la que todo el mundo tiene algo bueno que aportar, y todos pueden recibir algo bueno a cambio”12 . En el pasado reciente, la acción mediadora de la Iglesia, que condujo a la excarcelación de decenas de presos, es signo de que es posible este camino en nuestra patria, lo cual debería extenderse también a otros sectores y grupos de la nación.
Cuba en el concierto de naciones: motivos de esperanza.
35. En los últimos años también ha habido grandes transformaciones en otras naciones, de modo particular en nuestra región latinoamericana. En un mundo cada vez más globalizado e interdependiente, las necesarias reformas internas, tanto políticas como económicas, pueden ayudar a insertarnos de manera más dinámica y segura en el contexto internacional. Cabe citar aquí las acertadas
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palabras del beato Juan Pablo II, dichas minutos antes de concluir su viaje a nuestra patria: "En nuestros días ninguna nación puede vivir sola. Por eso, el pueblo cubano no puede verse privado de los vínculos con los otros pueblos, que son necesarios para el desarrollo económico, social y cultural” 13 .
36. Es de resaltar el cambio operado en la política exterior de nuestro país orientada actualmente hacia América Latina, que nos es más cercana y semejante. Sin embargo, estas relaciones no se limitan ni pueden limitarse a la región latinoamericana. En este contexto de política internacional se hace necesario considerar las relaciones de Cuba con los Estados Unidos, que durante largas décadas, de diverso modo y de manera constante y profunda, han afectado la vida de nuestro pueblo. A esto se refirió el beato Juan Pablo II al decir que “el aislamiento provocado repercute de manera indiscriminada en la población, acrecentando las dificultades de los más débiles en aspectos básicos como la alimentación, la sanidad
o la educación”14. Y concluyó pidiendo se suprimieran “las medidas impuestas desde fuera del país injustas y éticamente inaceptables”.
37. En Estados Unidos reside un gran número de cubanos y sus descendientes, que siguen considerándose cubanos y aman a Cuba. La cercanía geográfica y los vínculos familiares entre los dos pueblos son realidades insoslayables que deberían tenerse en cuenta en orden a favorecer una política inclusiva, mediante el respeto a las diferencias, que permita aliviar las tensiones y los sufrimientos que padecen numerosas personas y familias, así como un intercambio comercial justo y orientado al beneficio de todos. En este sentido exhortamos, además, a que se fomenten nuevas iniciativas de diálogo que permitan que el deseo expresado por el beato Juan Pablo II de que el mundo se abriera a Cuba y Cuba se abriera al mundo se haga realidad.
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La familia y los jóvenes, esperanza de la Patria y de la Iglesia
38. La familia como institución natural está llamada a ser “escuela de humanidad” y trasmisora de los valores que enaltecen a la persona y la capacitan para una sana y constructiva vida social. Al publicar “El Amor todo lo espera” reconocíamos que en nuestro país “una de las pérdidas más sensibles es la de los valores familiares. Al romperse la familia se rompe lo más sagrado”15 . Hoy, veinte años después, dicha constatación no solo no ha mejorado sino que, con dolor hay que reconocer que la vida familiar en Cuba se encuentra muy deteriorada con graves consecuencias que repercuten en la vida de las personas y de la sociedad.
39. Es significativo el llamado que han hecho las autoridades del país acerca del creciente deterioro en las manifestaciones de conducta y en la moralidad pública. Ante esto consideramos que no son suficientes las medidas de exigencia y de disciplina, sino que se hace apremiante un proceso educativo que favorezca, en todos los cubanos, el deseo de ser buenos y la práctica de la virtud. A tal fin deben contribuir, conjuntamente, la familia, la escuela, los medios de comunicación y las instituciones religiosas teniendo a los niños y a los jóvenes como los primeros destinatarios de una formación integral. La Iglesia católica, fiel a su misión, y con su experiencia educativa, se siente comprometida a continuar con mayor empeño en la siembra de valores personales, familiares y sociales, y a cultivar la virtud.
40. Nos queremos dirigir, ahora, a los jóvenes con las palabras siempre actuales del Padre Félix Varela que en sí mismas inspiran un digno proyecto de compromiso social: “No hay patria sin virtud ni virtud con impiedad”. Ideal que explicitó el Papa Juan Pablo II al dirigirse a los jóvenes en la Misa celebrada en Camagüey durante su inolvidable visita: "Queridos jóvenes, sean creyentes o no, acojan el llamado a
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ser virtuosos... sean fuertes por dentro, grandes de alma, ricos en los mejores sentimientos, valientes en la verdad, audaces en la libertad, constantes en la responsabilidad, generosos en el amor, invencibles en la esperanza.... No tengan miedo de abrir sus corazones a Cristo"16 .
41. En continuidad con estas enseñanzas, animamos a los jóvenes a que cuiden su mente, su cuerpo y su corazón, aprendan a buscar siempre la verdad en su vida, para que no vivan en la ilusión o en el vacío existencial, sino edificados sobre el cimiento firme de la verdad. Sólo así se harán dueños y responsables de su vida. "Ustedes son la dulce esperanza de la Patria"17, llamados a construir no sólo la Cuba del futuro, sino la Cuba actual.
42. Queridos jóvenes creyentes en Cristo: los exhortamos vivamente a impregnar la sociedad, a partir de las enseñanzas de Jesús –fundamento de la identidad propia de sus discípulos– las actitudes y virtudes que todo joven de recto pensar y sentir debe asumir, que no es otra cosa que vivir con radicalidad el amor, el servicio abnegado al prójimo, con alegría y confianza en Dios. La Iglesia espera de ustedes esa entusiasta respuesta juvenil que es necesaria hoy para cumplir el mandato que Cristo nos renueva sin cesar de evangelizar a nuestro pueblo, y que el Papa Francisco ha pedido con apremio en la recién concluida Jornada Mundial de la Juventud: “Por favor, dejen que Dios y su Palabra entren en su vida. Dejen entrar la simiente de la Palabra de Dios, dejen que germine, dejen que crezca”18. “No tengan miedo. Cuando vamos a anunciar a Cristo, es Él mismo el que va por delante y nos guía” 19 .
La Virgen María: Madre de la Esperanza
43. Al despedirnos, queridos hermanos y hermanas, pedimos a la Virgen de la Caridad, Nuestra Madre de El Cobre, colme los anhelos de esperanza de todos los cubanos. Y a los obispos, sacerdotes, diáconos, personas consagradas y fieles laicos, nos conceda el amor y el celo apostólico indispensables para anunciar a Cristo a nuestros hermanos,
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porque sólo es posible evangelizar sembrando en nuestra tierra la esperanza cristiana que se apoya en la certeza de que Dios cumple siempre su promesa: "Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo" (Mt 28, 20). Esta promesa de Jesús se cumple hoy y se cumplirá mañana. El viento que impulsa la nave de la Iglesia es el soplo del Espíritu Santo, quien también la protege, fortalece y santifica. Conducidos así por la gracia de Dios, miramos al futuro con esperanza y “la esperanza no defrauda” (Rom. 5,5).
Con sentimientos de fe, amor y esperanza impartimos a todos nuestra bendición,
La Habana, 8 de septiembre de 2013
Dionisio, Arzobispo de Santiago de Cuba, Presidente de la COCC
Cardenal Jaime Ortega, Arzobispo de La Habana, Vice-Presidente COCC
Juan, Arzobispo de Camagüey
Emilio, Obispo de Holguín
Mario, Obispo de Ciego de Ávila
Arturo, Obispo de Santa Clara
Jorge, Obispo de Pinar del Río
Manuel Hilario, Obispo de Matanzas
Wilfredo, Obispo de GuantánamoBaracoa
Álvaro, Obispo de BayamoManzanillo
Domingo, Obispo de Cienfuegos
Alfredo, Obispo Auxiliar de La Habana
Juan de Dios, Obispo Auxiliar de La Habana, Secretario General COCC

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