martes, 2 de abril de 2013

El jesuíta que optó lo llamaran Francisco. Por Alfredo M. Cepero




    La elección de un Papa es un acontecimiento de grandes proporciones. El cardenal arzobispo de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio, fue elegido al quinto escrutinio, y es el Papa 266 (el primero fue Pedro de Betsaida. Recibió una mayoría de dos tercios de los 115 cardenales electores, de 48 nacionalidades, reunidos durante dos días en la Capilla Sixtina. El cardenal Bergoglio había sido el más votado en el cónclave de abril 2005, detrás de Joseph Ratzinger.
    Desde la perspectiva latinoamericana, la reciente elección de Francisco I adquiere significado y proporciones casi siderales. Sobre todo si tenemos en cuenta las hermosas cualidades de humildad y de carácter que adornan a este santo varón. En su primera manifestación pública, desde el balcón sobre la Plaza de San Pedro, se refirió con desenfado a su elección e hizo despliegue de esa humildad diciendo: ‘Mis hermanos cardenales han ido a buscarlo casi al fin del mundo’.
    En el curso de su primera conferencia de prensa, un sonriente Francisco confesó a los periodistas sus diálogos con el Cardenal de Sao Paulo, Claudio Hummes, su principal competidor por el papado, durante las votaciones de este último cónclave. Relató Su Santidad que Hummes le decía: ‘No te olvides de los pobres. No te olvides de los pobres’. Y agregó: ‘Inmediatamente me acordé de Francisco, el hombre de la paz, además de los pobres y así me vino el nombre’.
    Tanto el hecho de su elección como la actual diversidad del colegio de cardenales apuntan a una futura apertura del papado a otras culturas y regiones del mundo. Nos ha tocado el turno a los latinoamericanos. Presiento que en un futuro no lejano les tocará el turno a los asiáticos y africanos. Y al riesgo de ser calificado de temerario, vaticino que, en el curso de esta ancestral trayectoria del papado, podríamos un día tener a una mujer sentada en el trono de Pedro. Porque, ¿no fue una mujer la elegida por Dios para enviar al mundo a su hijo bien amado? Y en un plano más mundano, ¿no son precisamente las madres los factores más determinantes en la formación y protección de sus hijos, que son, al mismo tiempo, los hijos de Dios?
    Es importante el inmenso poder de los papas. Una vez, el engendro diabólico de Stalin se propuso ningunear a un Sumo Pontífice preguntando: ’¿Cuántas divisiones tiene el Papa?’. El ignorante no estaba al tanto de la historia. No sabía que ni Alejandro, ni Genghis Kahn, ni Julio César, ni Napoleón habían sido capaces de crear imperios que duraran milenios. La respuesta es simple. La violencia y el terror pueden subyugar pueblos por un corto tiempo pero jamás inspirar fidelidad y obediencia voluntaria por una eternidad. Ningún imperio del mal ha durado dos milenios ni ninguna dinastía ha tenido 266 monarcas como la de Pedro. Los autócratas pasan, mientras que los mansos mensajeros de Dios perduran por los ‘siglos de los siglos’.
    Es importante mencionar tres factores que han sido destacados con frecuencia con motivo de su elección como Papa. Es el primer papa argentino, el primer papa latinoamericano y el primer papa jesuita. Francisco es la bendición derramada por Dios sobre el pueblo argentino para compensar la maldición diabólica de un perverso asesino que se hizo llamar ‘che’ y fue origen de un mito que desafía toda compasión y toda comprensión.
    Este hombre de sólidos principios morales y alto sentido de la justicia humana y divina irrumpe en el escenario de nuestro turbulento hemisferio en el tiempo correcto. El odio de clases y la animosidad contra nuestros hermanos del norte, sembrados por un comunismo que se niega a morir y abonados con los recursos robados por Chávez al pueblo venezolano han transformado lo que una vez fue llamado el ‘continente de la esperanza’ en continente de la miseria moral y ruina económica. Su prédica del amor a los pobres, sin odio a los ricos, es el antídoto contra esa enfermedad que nos corroe a todos.
    Como jesuita, Jorge Mario pudo haberse hecho llamar Ignacio pero optó porque lo llamaran Francisco. El santo protector de los pobres, de la naturaleza y animales. Aunque nacido en la opulencia por su condición de hijo de un rico mercader italiano, renunció a los bienes de su padre y se dedicó a la protección de los pobres predicando con su propio ejemplo. ¡Qué sorpresa más estimulante en estos momentos de crisis en la Curia Vaticana la de encontrarnos a este soldado de Cristo, miembro de esa infantería de marina de la Iglesia que es la Compañía de Jesus, declararse fiel discípulo del manso San Francisco de Asís! La combinación perfecta. El soldado de Dios con coraje de león para defender la fe y corazón de paloma para servir a los pobres.
    Estoy convencido, de que Francisco no tendrá buena prensa. Ya ha sido víctima de la diatriba y de la intriga de una prensa dominada por las ideologías de izquierda. Se le ha acusado incluso de colaborar con la dictadura de los ‘milicos’ que ensangrentaron su país entre 1976 - 1983. Y es lógico que así sea. Francisco no comulga con la sacrílega Teología de la Liberación. Se opone con vehemencia al aborto y al matrimonio entre personas del mismo sexo. Increpa a los gobernantes que acumulan fortunas hambreando a sus pueblos y comprando votos con prebendas. Es, en síntesis, un firme proponente de una filosofía de la responsabilidad individual y de la obligación personal. Y  predica con el ejemplo de su austeridad franciscana y de su coraje ignaciano.
    Albergo, la esperanza de que su firmeza de convicciones y fortaleza de carácter, unidos a la asistencia divina, le ayuden a enderezar la torcida conducta mostrada en tiempos recientes por miembros influyentes de la Curia Vaticana. La casa necesita una limpieza de primer orden y Francisco podría ser el indicado para llevarla a cabo. Lo que está en juego es la credibilidad e influencia de la Iglesia que representa a Cristo en la Tierra.
    No busca la atención ni aprobación de la prensa, gobernantes, poderosos o multitudes. Cumple su deber según se lo dicta el Todopoderoso. A diferencia de muchos hermanos purpurados, parece sentir cierto desdén hacia el boato y protagonismo. Prueba al canto, los zapatos viejos con los cuales se levantó al día siguiente de haber sido electo representante de más de 1,000 millones de católicos en el mundo. Este hombre iluminado sabe que la cruz no es sólo un símbolo del cristianismo sino el destino de los buenos servidores de Cristo. Que Cristo nos ama más cuando somos víctimas propiciatorias para mayor gloria de Dios.
    Por tanto, su Santidad Francisco I ya no es privilegio exclusivo de los argentinos, orgullo latinoamericano, ni soldado de los jesuitas. Ahora pertenece al mundo y esa es nuestra mayor recompensa. El mundo que él se propone transformar en más compasivo para los pobres y más justo para todos los hijos de Dios. Amén.

No hay comentarios: