La
elección de un Papa es un acontecimiento de grandes proporciones. El cardenal
arzobispo de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio, fue elegido al quinto
escrutinio, y es el Papa 266 (el primero fue Pedro de Betsaida. Recibió una
mayoría de dos tercios de los 115 cardenales electores, de 48 nacionalidades,
reunidos durante dos días en la Capilla Sixtina. El cardenal Bergoglio había
sido el más votado en el cónclave de abril 2005, detrás de Joseph Ratzinger.
Desde la
perspectiva latinoamericana, la reciente elección de Francisco I adquiere
significado y proporciones casi siderales. Sobre todo si tenemos en cuenta las
hermosas cualidades de humildad y de carácter que adornan a este santo varón.
En su primera manifestación pública, desde el balcón sobre la Plaza de San
Pedro, se refirió con desenfado a su elección e hizo despliegue de esa humildad
diciendo: ‘Mis hermanos cardenales han ido a buscarlo casi al fin del mundo’.
En el
curso de su primera conferencia de prensa, un sonriente Francisco confesó a los
periodistas sus diálogos con el Cardenal de Sao Paulo, Claudio Hummes, su
principal competidor por el papado, durante las votaciones de este último
cónclave. Relató Su Santidad que Hummes le decía: ‘No te olvides de los pobres.
No te olvides de los pobres’. Y agregó: ‘Inmediatamente me acordé de Francisco,
el hombre de la paz, además de los pobres y así me vino el nombre’.
Tanto el
hecho de su elección como la actual diversidad del colegio de cardenales
apuntan a una futura apertura del papado a otras culturas y regiones del mundo.
Nos ha tocado el turno a los latinoamericanos. Presiento que en un futuro no
lejano les tocará el turno a los asiáticos y africanos. Y al riesgo de ser
calificado de temerario, vaticino que, en el curso de esta ancestral
trayectoria del papado, podríamos un día tener a una mujer sentada en el trono
de Pedro. Porque, ¿no fue una mujer la elegida por Dios para enviar al mundo a
su hijo bien amado? Y en un plano más mundano, ¿no son precisamente las madres
los factores más determinantes en la formación y protección de sus hijos, que
son, al mismo tiempo, los hijos de Dios?
Es
importante el inmenso poder de los papas. Una vez, el engendro diabólico de
Stalin se propuso ningunear a un Sumo Pontífice preguntando: ’¿Cuántas
divisiones tiene el Papa?’. El ignorante no estaba al tanto de la historia. No
sabía que ni Alejandro, ni Genghis Kahn, ni Julio César, ni Napoleón habían
sido capaces de crear imperios que duraran milenios. La respuesta es simple. La
violencia y el terror pueden subyugar pueblos por un corto tiempo pero jamás
inspirar fidelidad y obediencia voluntaria por una eternidad. Ningún imperio
del mal ha durado dos milenios ni ninguna dinastía ha tenido 266 monarcas como
la de Pedro. Los autócratas pasan, mientras que los mansos mensajeros de Dios
perduran por los ‘siglos de los siglos’.
Es
importante mencionar tres factores que han sido destacados con frecuencia con
motivo de su elección como Papa. Es el primer papa argentino, el primer papa
latinoamericano y el primer papa jesuita. Francisco es la bendición derramada
por Dios sobre el pueblo argentino para compensar la maldición diabólica de un
perverso asesino que se hizo llamar ‘che’ y fue origen de un mito que desafía
toda compasión y toda comprensión.
Este
hombre de sólidos principios morales y alto sentido de la justicia humana y
divina irrumpe en el escenario de nuestro turbulento hemisferio en el tiempo
correcto. El odio de clases y la animosidad contra nuestros hermanos del norte,
sembrados por un comunismo que se niega a morir y abonados con los recursos
robados por Chávez al pueblo venezolano han transformado lo que una vez fue
llamado el ‘continente de la esperanza’ en continente de la miseria moral y
ruina económica. Su prédica del amor a los pobres, sin odio a los ricos, es el
antídoto contra esa enfermedad que nos corroe a todos.
Como
jesuita, Jorge Mario pudo haberse hecho llamar Ignacio pero optó porque lo
llamaran Francisco. El santo protector de los pobres, de la naturaleza y
animales. Aunque nacido en la opulencia por su condición de hijo de un rico
mercader italiano, renunció a los bienes de su padre y se dedicó a la
protección de los pobres predicando con su propio ejemplo. ¡Qué sorpresa más
estimulante en estos momentos de crisis en la Curia Vaticana la de encontrarnos
a este soldado de Cristo, miembro de esa infantería de marina de la Iglesia que
es la Compañía de Jesus, declararse fiel discípulo del manso San Francisco de
Asís! La combinación perfecta. El soldado de Dios con coraje de león para
defender la fe y corazón de paloma para servir a los pobres.
Estoy
convencido, de que Francisco no tendrá buena prensa. Ya ha sido víctima de la
diatriba y de la intriga de una prensa dominada por las ideologías de
izquierda. Se le ha acusado incluso de colaborar con la dictadura de los
‘milicos’ que ensangrentaron su país entre 1976 - 1983. Y es lógico que así
sea. Francisco no comulga con la sacrílega Teología de la Liberación. Se opone
con vehemencia al aborto y al matrimonio entre personas del mismo sexo. Increpa
a los gobernantes que acumulan fortunas hambreando a sus pueblos y comprando
votos con prebendas. Es, en síntesis, un firme proponente de una filosofía de
la responsabilidad individual y de la obligación personal. Y predica con el ejemplo de su austeridad
franciscana y de su coraje ignaciano.
Albergo,
la esperanza de que su firmeza de convicciones y fortaleza de carácter, unidos
a la asistencia divina, le ayuden a enderezar la torcida conducta mostrada en
tiempos recientes por miembros influyentes de la Curia Vaticana. La casa
necesita una limpieza de primer orden y Francisco podría ser el indicado para
llevarla a cabo. Lo que está en juego es la credibilidad e influencia de la
Iglesia que representa a Cristo en la Tierra.
No busca
la atención ni aprobación de la prensa, gobernantes, poderosos o multitudes.
Cumple su deber según se lo dicta el Todopoderoso. A diferencia de muchos
hermanos purpurados, parece sentir cierto desdén hacia el boato y protagonismo.
Prueba al canto, los zapatos viejos con los cuales se levantó al día siguiente
de haber sido electo representante de más de 1,000 millones de católicos en el
mundo. Este hombre iluminado sabe que la cruz no es sólo un símbolo del
cristianismo sino el destino de los buenos servidores de Cristo. Que Cristo nos
ama más cuando somos víctimas propiciatorias para mayor gloria de Dios.
Por tanto,
su Santidad Francisco I ya no es privilegio exclusivo de los argentinos,
orgullo latinoamericano, ni soldado de los jesuitas. Ahora pertenece al mundo y
esa es nuestra mayor recompensa. El mundo que él se propone transformar en más
compasivo para los pobres y más justo para todos los hijos de Dios. Amén.
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