“Tus gobernantes son rebeldes y compañeros de ladrones; cada uno ama el soborno y corre tras las dádivas. No defienden al huérfano, ni llega a ellos la causa de la viuda. No torcerás la justicia; no harás acepción de personas, ni tomarás soborno, porque el soborno ciega los ojos del sabio y pervierte las palabras del justo”. (Isaías 1:23; Deuteronomio 16:18).
El soborno es cuando un funcionario público acepta un pago para incumplir con su función o para obstaculizar el cumplimiento de un acto, o para no llevarlo a cabo. Pero también agregaría que cuando el funcionario incumple con su deber por temor a perder el cargo y consecuentemente los beneficios que este le reporta, es la peor y más vil de las cobardías.
En Cuba el soborno ya no es solo un atributo de los funcionarios públicos, porque se ha difundido de tal forma que ha alcanzado casi todos los niveles y servicios.
Por ejemplo, un chofer, sobre todo si es extranjero, suele sobornar a un oficial de la policía para no pagar una multa por cualquier infracción del tránsito, también cualquiera que realiza trámites suele sobornar a un empleado por un servicio más rápido y qué decir de los médicos que le pasan por arriba a la cola de pacientes que esperan su turno para ser atendidos, por tan solo una javita de aseo personal o por cualquier chuchería.
Recientemente leí la noticia de que los médicos tendrán derecho a adquirir automóviles por un precio menor a los 200 CUC, asimismo a computadoras portátiles por menos de 30 CUC.
Verdaderamente es una oferta casi irresistible para cualquiera. ¿Pero qué se esconde detrás de todo esto?
¿No será que el diablo quiere comprar tu alma?
alianzacristiana777@gmail.com
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